- Resumen
- Introducción
- Contexto histórico y filosófico, en que se desarrolló el pensamiento de Albert Camus
- El carácter absurdo de la existencia
- Una ética para vivir en un mundo absurdo
- Metodología y conclusiones
- Bibliografía
"Perder la propia vida es una nimiedad, pero perder el sentido de la vida, ver cómo desaparece nuestra lógica, es insoportable. Es imposible vivir una vida sin sentido"
Albert Camus
Este trabajo de investigación sobre el absurdo de la existencia en la filosofía de Albert Camus, es en el fondo una búsqueda del sentido de la vida. Influenciado por toda una época de la posguerra en el siglo XX, Camus se lanza a buscar el sentido de la vida del hombre concreto que sufre y se angustia, pero sólo encuentra el absurdo de la misma. A pesar de que la vida no tiene sentido, no debemos suicidarnos ni aspirar a una vida futura después de la muerte sino, tratar de disminuir el absurdo y vivir lo más que se pueda. El hombre debe rebelarse contra el absurdo, y cuando lo hace, afirma su naturaleza humana, de ahí que, el ser humano se convierte ahora en el valor que orienta la acción, es así como Camus termina haciendo un humanismo, en donde hay que luchar por el hombre tratando de dotar de sentido su existencia. Camus afirma que la vida no tiene sentido, porque tiene cerrada la puerta de la trascendencia, por lo que podemos concluir afirmando que es la trascendencia la que colma de sentido la vida del hombre.
Palabras claves: absurdo, existencia, sentido, esperanza, suicidio y libertad.
Abstract
This research work on the absurdity of existence in the philosophy of Albert Camus is ultimately a search for meaning in life. Influenced by the post-war period of the twentieth century, Camus initiates his search for concrete meaning in the life of man, a life full of suffering and anguish, but he only finds absurdity from such a search. Despite the view that life has no meaning, one ought not commit suicide nor aspire to a life after death, but instead try to reduce absurdity and live as much as possible. Man ought to rebel against absurdity, in so doing, he affirms his human nature and thus becomes a man of principles. These principles guide his actions. This is how Camus arrives at Humanism, in man's struggle in trying to give meaning to his existence. Camus affirms that life is meaningless because the transcendental realm is unreachable, so we can conclude that the meaning of life is fulfilled in the transcendental.
Keywords: absurdity, existence, meaning, hope, suicide and freedom.
¿Cuál es el sentido de la vida? En todas las épocas y culturas, bajo formas y perspectivas distintas, el hombre se ha preguntado por el sentido de su existencia. Las interrogantes sobre el sentido de la existencia o el absurdo de la misma, no son producto de una investigación científica, sino que, son problemas antropológicos que invaden nuestra existencia y están presentes en ella, por consiguiente, es el hombre quien tiene que hacerle frente.
Muchos hombres, viven masificados en la superficialidad de un automatismo cotidiano, pero sólo vuelven a reflexionar sobre sí mismos, cuando experimentan una sensación de angustia y fracaso en su existencia, por ejemplo: la muerte de un ser querido, el hastío de vivir, la imposibilidad para lograr la felicidad etc. Cuando el hombre choca contra el muro del fracaso, es cuando entra en la reflexión y desde ahí, intenta vivir auténticamente su vida con sentido, pero otras veces proclama el absurdo de la existencia y por consiguiente, se atreve a buscar una salida como el suicidio.
La vida mecánica de cada día, nos muestra muchas veces el absurdo de la existencia, el tener cada día que hacer lo mismo durante toda una vida que sabemos que, irremediablemente terminará en la muerte, hacen que reflexionemos sobre el sentido de nuestra existencia. ¿Tiene sentido la vida? Y más aún ¿si la vida no tiene sentido, debo a pesar de eso seguir viviendo? Esa es precisamente la misión del hombre, buscar el sentido de su vida para tener razones contundentes para vivir.
De frente a estos problemas existenciales que enfrenta el hombre, hemos elegido el tema: "El Absurdo de la Existencia en el pensamiento filosófico de Albert Camus", para darle respuesta a las interrogantes existenciales que experimenta el hombre, y ver cuáles son las razones por la cual, el ser humano experimenta un vacío existencial en su vida y, afirma el sinsentido de la misma.
El objetivo de esta investigación, consiste en exponer el absurdo de la existencia en el pensamiento filosófico de Albert Camus, esbozando el contexto histórico del autor, que lo fue llevando a considerar la existencia como un absurdo y a edificar una ética sin Dios para vivir en el sinsentido.
Esta tesis, está dividida en cuatro capítulos, los cuales son, primero: Contexto histórico y filosófico en que se desarrolló el pensamiento de Albert Camus, segundo: El carácter absurdo de la existencia, tercero: Una ética para vivir en un mundo absurdo y cuarto: Metodología y conclusiones. Las principales fuentes para este trabajo son: El mito de Sísifo (1942) y El hombre rebelde (1951), ambos libros son de Albert Camus.
La bibliografía está clasificada en fuentes primarias, secundarias y terciarias; en las fuentes primarias colocamos las obras del autor, en las secundarias algunos comentarios de los más utilizados y como terciarias tenemos las páginas web y otras fuentes. El método de redacción utilizado es el APA, de ahí que, las citas que aparezcan al píe de página, son notas aclaratorias.
En el primer capítulo, haremos un recorrido por la vida y la obra de Albert Camus, pasando por las influencias que recibió y el contexto histórico que le tocó vivir, porque su pensamiento está muy marcado por la vivencia de su época, ya que, el siglo XX trajo consigo dos Guerras Mundiales que infundieron terror en muchos hombres. Las angustias que trajeron dichos acontecimientos fueron cruciales para las ideas fundamentales del movimiento existencialista, en el cual podemos enmarcar a Camus, por los temas de sus obras.
También analizaremos un elemento que aparece en el pensamiento camusiano, es a saber, la búsqueda constante del sentido de la existencia, que choca bruscamente con el muro de la muerte haciendo absurda la vida del hombre, sin poder aspirar a una vida futura después de la muerte; es por tal razón, que para Camus, el problema fundamental de la filosofía es precisamente el preguntarse por el sentido de la existencia.
El segundo capítulo, es el centro de la investigación, porque allí explicamos cómo se despliega la concepción del absurdo de Albert Camus, y cuáles son sus consecuencias para un hombre que lo asuma como su única verdad. Para nuestro filósofo ese deseo interno que tiene el hombre de felicidad y de conocimiento que chocan con un mundo que sólo ofrece sufrimiento y diversidad, es precisamente el absurdo.
Hay dos evasiones del absurdo que son: la esperanza en otra vida o el suicidio, pero Camus no se decide por ninguna, sino que propone la rebeldía contra el absurdo, como la postura más coherente de frente al sinsentido de la existencia, de ahí, que Sísifo se convierte en el paradigma de un hombre que ha experimentado el absurdo y se rebela contra él.
En el tercer capítulo, abordaremos la concepción ética de Camus, llevada a cabo por el hombre rebelde, por eso, analizamos si es posible edificar una ética fuera de Dios sin caer en el nihilismo, partiendo precisamente del absurdo de la existencia, porque cuando el hombre rechaza a Dios como el guía de su acción, afirma su naturaleza humana, la cual se convierte en el valor que orientará la acción del ser humano.
Aquí mostraremos también, cómo Camus construye un humanismo cuando propone la justicia y la solidaridad entre los hombres, con el fin de minimizar el mal existente en la creación, lo cual se le convierte en algo imposible, porque al final de todo, siempre morirán los inocentes, siempre existirán las injusticias y el mal estará presente en el mundo, pero la misión del hombre es precisamente disminuirlas luchando contra ellas.
En el cuarto capítulo, daremos a conocer la metodología utilizada y cuáles son las conclusiones finales a la que llegamos en esta investigación; también en ella incluiremos una crítica a Camus sobre su concepción absurda de la existencia, basándonos especialmente en mostrar que este es el mejor mundo posible a pesar de que existe el mal, y que el verdadero sentido de la existencia está en la trascendencia.
CAPÍTULO I:
Contexto histórico y filosófico, en que se desarrolló el pensamiento de Albert Camus
Cualquier hombre a la vuelta de cualquier esquina, puede experimentar la sensación del absurdo, porque todo es absurdo.
Albert Camus
En este primer capítulo, mostraremos cómo la vida y el contexto histórico en que vivió Albert Camus, influyeron de una manera determinante en su pensamiento; de ahí su búsqueda constante del sentido de la existencia y su concepción absurda del mundo. Es por ello que, aunque él mismo lo niega, se le considera como filósofo existencialista, porque aborda en sus obras la angustia, el sufrimiento y el sinsentido que experimentaban algunos hombres de su época, atormentados por los desastres de las guerras mundiales.
Toda esa experiencia de las guerras mundiales, del holocausto comandado por Adolf Hitler, con el intento de aniquilar a la totalidad de la población judía de Europa, la cual culminó con la muerte de unos seis millones de judíos. Todo este ambiente de sufrimiento y de grandes destrucciones, es donde se gesta el pensamiento de Albert Camus, el cuál esta enmarcado en la corriente filosófica denominada existencialismo, que surge precisamente en medio de las guerras mundiales, preguntándose por el individuo en su subjetivad que sufre, que se cuestiona por el sentido de su existencia, por la muerte y por la finitud.
1.1. Vida y obra de Albert Camus
Hay geografías que invitan a la violencia, otras al aburrimiento, algunas a la resignación; la geografía argelina de la costa mediterránea, con el sol cayendo vertical, conduce a la vida, a la dicha sensible, pero sobre todo a hablar sobre Albert Camus: quien nació en este marco geográfico, en el pueblo de Mondovi, el 7 de noviembre de 1913. Era hijo de Lucien Camus y de Catherine Sintés (Palomares, 1970). Su padre, de ascendencia alsaciana, murió en la batalla de Marne, en 1914, y su madre de origen andaluz, tendrá que cargar con todo el peso de su educación. Tras una breve permanencia en Oran, se instala en Argel, en una pequeña vivienda de dos habitaciones, en el centro del populoso barrio de Belcourt (Moeller, 1964).
Brisville (1962), nos dice que de 1918 a 1923, Camus estudia exitosamente en la escuela comunal, brillando por una gran capacidad intelectual. Después que el joven Camus terminó, el profesor Louis Germain que se interesa por él, le facilita una beca para el liceo de Argel. Permanecerá allí hasta 1930 y luego prosigue sus estudios en primera superior donde tiene como profesor a Jean Grenier, que ya había tenido en la clase de filosofía, y cuyo profesor tendrá sobre él una influencia muy grande.
En el año 1930 se enferma de tuberculosis, cuando solo tenía 17 años. Este hecho va a influir de manera determinante en el pensamiento filosófico de Albert Camus, puesto que reflexionó mucho sobre el absurdo y el sentido de la vida en medio de este mundo. Se casa en 1933 y un año más tarde rompe con dicho matrimonio. Alterna sus estudios en la facultad de Argel con múltiples ocupaciones para superar la dificultad monetaria en que vivía. Camus era un excelente deportista, especialmente en el fútbol. A pesar de todo, encontró tiempo para fundar una compañía teatral, en la que era actor, autor, etc. (Fernández, 1989).
Camus se afilió al partido comunista y se encargó de la propaganda de dicho partido entre los musulmanes. Un año más tarde abandonó el partido cuando intuyó que los comunista cambiaron su política con respecto a la aceptación de los árabes. En 1936 obtiene la licenciatura en filosofía con su tema titulado: "S. Agustín y Plotino" que trata de las relaciones entre el helenismo y el cristianismo, pero sufre fuertemente los ataques de la tuberculosis, que trunca su carrera universitaria.
En 1950, Camus ocupa el puesto de redactor jefe de Combat[1]donde publica los editoriales allí aparecidos con el nombre de Actuelles: en donde se encuentra en resumidas cuentas su ideología. Por su posición de frente a los temas políticos y por su gran labor literaria, Camus se convierte en un hombre internacional. Sus obras son leídas en todos los idiomas. Sin duda alguna, entre 1950 y 1960, fue el escritor francés más leído, especialmente por los jóvenes. En 1957 obtuvo el premio novel de literatura. Murió el 6 de enero del 1960 en un accidente automovilístico cerca de París (Fernández, 1989).
Ensayista: los títulos de estos libros, responden a materias y propósito diferentes. Cartas a un amigo alemán (1948), nace de la inmediata experiencia de la guerra; Actruelles I (1950) y Actruelles II (1953), éstas abordan la posición que toma Camus frente a problemas y situaciones de cada momento. El mito de Sísifo (1937) y El hombre rebelde (1951), contienen el pensamiento filosófico de Albert Camus, en cuanto al hombre y su situación en el mundo (Fernández, 1989).
Novelista: las novelas de Albert Camus son ilustraciones del pensamiento expresado en sus ensayos. El extranjero (1942) fue acogida como la mejor novela francesa después del armisticio. La peste (1947), donde le interesa saber al autor, como se puede ser santo sin Dios; y con la cual obtuvo el premio novel de literatura en 1957. La caída (1956), es el soliloquio con un interlocutor mudo mediante el que se confiesa un abogado caído en todas la torpezas derivadas de un vivir rutinario (Fernández, 1989).
Dramaturgo: El mal entendido y Calígula (1944), ambas son la dramatización del sentimiento del absurdo. El estado de sitio (1948), trata de la rebelión al servicio de los demás. Los justos (1950), representa un hecho histórico: un episodio de la lucha de los terroristas rusos (Fernández, 1989).
1.1.1. Influencias
Durante su etapa de estudiante, nos dice Zárate (1995), que Camus encontró autores y enseñanzas para su modelo de pensamiento. En el aspecto humano una influencia sobresaliente fue su maestro de primaria, Louis Germain y también Jean Grenier. Camus tenía diecisiete años cuando leyó a Schopenhauer, Nietzsche y Dostoievsky. Camus estudió con mucho entusiasmo a Gide, por su insistencia en las virtudes mediterráneas y por los cuerpos en un mundo tan hermoso como perecedero, que por ello mismo había que amar más intensamente, incluso en la enfermedad, último refugio para salvar lo que al hombre le queda de alma. El Joven Camus, en su adolescencia, debió de ser muy sensible a esta apreciación y ciertamente puede encontrarse un eco de esta tesis en su posterior novela La peste. Sin duda los mismos motivos le inclinaron hacia Nietzsche, pensador al que luego en parte discutirían.
El canto mediterráneo, se mantuvo a lo largo de toda su obra como símbolo de la herencia de los clásicos; del conocimiento experimentado de los límites y la aceptación de la mesura en la vida, siempre inscrita en la naturaleza. Camus se licenció en filosofía con su tesis que versaba sobre "San Agustín y Plotino", personaje este último tan emblemático para todos los escritores del Norte de Africa, creyentes o no. Ya entonces el joven Camus oponía la mentalidad griega, con el hombre como medida de las cosas, a la concepción cristiana de lo sobrenatural (Zárate, 1995).
Camus estuvo influenciado por el existencialismo porque, inició su filosofía en el punto en que la dejaron algunos filósofos de esta corriente, es a saber, con la absurdidad del mundo y de la existencia humana (Lenz, 1955). Camus difundió muchas ideas del existencialismo sartriano en sus obras literarias, sin compartir, sin embargo, el sistema teórico. Por ello, la opinión común le sitúa dentro del movimiento existencialista, aunque él haya negado su pertenencia a la escuela de Sartre (Urdanoz, 1978).
Cuando Nietzsche proclama que Dios ha muerto, Camus entiende y asume perfectamente lo que significa este anuncio. Zárate (1995), nos dice que, no es el filósofo alemán quien cometió el crimen; simplemente vio lo que sucedía en el interior de sus contemporáneos y que a Camus, medio siglo después, le parece aún más evidente: La secularización progresiva de la sociedad, la caída de todos los fundamentos. En fin, se ha derrumbado la fe; Dios no existe ya allí donde había existido, en el corazón y la conciencia de los hombres. Camus aprovecha estos planteamientos como punto de partida para su pensamiento. Ahora, tras reconocer nuestro temor ante la muerte, y el silencio del mundo ante nuestras preguntas fundamentales, sólo nos queda juzgar si la vida tiene sentido, y si vale la pena vivir.
El pensamiento camusiano es en gran medida deudor de las propuestas nietzscheanas. La afirmación de la tierra y el medio día de la vida, las invocaciones a la risa y el baile, esa incitadora cercanía a la naturaleza, el rechazo de la trascendencia y el deseo de un nuevo hombre, libre del peso de los dogmas y, a un tiempo, afirmativo, superador de la etapa nihilista que conlleva la perdida de los antiguos valores, son algunos de los puntos en común que ambos comparten. Sin embargo, Camus le achaca que su rebeldía podía llegar a convertirse en revolución porque era demasiado fácil encontrar en su obra pretextos para justificar el crimen (Zárate, 1995).
Dostoievsky influyó a Camus con su planteamiento de que "Si Dios no existe todo está permitido", concediéndole así al hombre la facultad de ser guía de sí mismo, puesto que no hay Dios ni valores que lo conduzcan; sin embargo, para Camus, el que todo esté permito no significa que nada esté prohibido, puesto que no podemos matar a otro ser humano, anclados en que se nos ha permitido todo, sino que el absurdo es el punto de partida para rebelarse contra el sinsentido y el mal que hay en el mundo, luchando así por la humanidad. También lo influyó con su concepción de no aceptar a un Dios que permite el mal en el mundo.
Otro autor que tuvo influencia sobre Camus fue Franz Kafka, porque los temas que trata son: la soledad, la frustración y la angustiosa sensación de culpabilidad que experimenta el individuo al verse amenazado por unas fuerzas desconocidas que no alcanza a comprender y se hallan fuera de su control (Encarta, 2009).
1.2. Contexto Histórico
El siglo XX trajo consigo dos de los eventos más desastrosos en la historia de la humanidad: la Primera y la Segunda Guerras Mundiales. Como resultado de dichas guerras, millones de vidas humanas se perdieron durante el trascurso de estos sucesos. La hambruna y la pobreza que se pasaba durante este tiempo, era sólo el principio de tiempos difíciles que iban a venir ya que, millones de familias se quedaron sin hogares y sin empleos (Ortega, 2008).
Estas guerras mundiales trajeron como consecuencia una Europa en ruinas y resentida por el caos y la destrucción de tales catástrofes; el sufrimiento, la angustia y la tristeza era lo que se respiraba y se vivía en cualquier lugar de la Europa de aquella época (Ortega, 2008). Todo esto generó un clima de indiferencia, de frialdad y de malestar entre algunas personas, ya que éstas experimentaban la pérdida de la libertad ocasionada por los regímenes totalitarios. Nuestro filósofo lo expresa de la siguiente manera: "Crecí al son de los tambores de la primera guerra, y nuestra historia desde entonces, no ha parado de ser matanzas, injusticias o violencias" (Camus, 1954, pág. 586).
Es en medio de estos problemas donde surge el existencialismo, como una corriente filosófica que se pregunta por la finitud, por el dolor, la muerte, la angustia y por el sentido de la existencia del hombre en este el mundo. La filosofía y la literatura de esta época encontraron en esta corriente, un camino para expresar sus sentimientos y su quietud sobre la situación del hombre en este mundo donde parece que la felicidad es una utopía.
La incertidumbre producida por el ritmo social en el permanente cambio y los terribles conflictos bélicos, la angustia y el anhelo de absolutos junto a la convicción de su imposibilidad, provocaron en los pensadores de la época según Zárate (1995), preguntas existenciales, de índole muy distinta a las suscritas por los filósofos precedentes aún a la sombra confiada de la Ilustración.
Camus fue un testigo vivencial de las dos guerras mundiales, y es por tal razón, que sus obras están cargadas de ese matiz existencialista, donde afirma el absurdo de la existencia por el sufrimiento, el mal y la muerte que experimentaban los hombres de su tiempo. "Cuando estalla una guerra, las gentes se dicen: esto no puede durar, es demasiado estúpido. Y, sin duda, una guerra es evidentemente demasiado estúpida, pero eso no impide que dure. La estupidez insiste siempre, uno se daría cuenta de ello sino pensara siempre en sí mismo" (Camus, 1947, pág. 228).
La pobreza, la injusticia, la violencia de los años infantiles y juveniles de Camus, le llevaran a considerar que la existencia es un absurdo, y todo esto va a generar en él un cierto inconformismo que, lo conduce a plantearse la existencia como rebelión de frente a este mundo y como nostalgia de la justicia. Es por esta razón, que su pensamiento filosófico, representa muchas veces el tormento de sus contemporáneos que él hace suyo para superarlo (Mumma, 2005). Notaremos en esta investigación de qué manera él ejerce esa solidaridad y hasta que punto logra realmente o no, dar razones para la confianza en el hombre a través de su pensamiento.
Tan profunda ha sido la influencia del contexto histórico en el pensamiento de Camus, que él mismo en unas de sus conversaciones con Howard, dice lo siguiente:
"Contraje la tuberculosis y sufrí tanto dolor y angustia que quería morir. Siendo un adulto fui testigo de las atrocidades de Hitler. Vi la quema de los judíos en los campos de concentración y puedo dar fe de las dificultades de los refugiados, vagando por el continente, sin hogar indigente. Perdí la fe en la humanidad. Me di cuenta de que vivía en una situación, una época, caracterizada por la muerte violenta y la desesperación. En respuesta hice dos cosas: escribí sobre ello y me uní al Partido Comunista" (Mumma, 2005, pág. 82).
1.2.1. El existencialismo
El existencialismo es un conjunto de tendencias filosóficas contemporáneas, que, pese a sus divergencias, coinciden en entender por existencia, no la mera actualidad de unas cosas o el simple hecho de existir, sino aquello que constituye la esencia misma del hombre, es decir, su existencia individual. El hombre, en esta perspectiva, no es la especie humana o una noción general, sino el individuo humano considerado en su absoluta singularidad (Riu & Morató, 1992).
La filosofía moderna subjetivista e idealista a partir de Descartes, había ido reduciendo cada vez más la realidad objetiva hasta situarla dentro del hombre; y, en vez de Dios, había convertido a éste en centro del mundo, con poder de producir de sí mediante su pensamiento todas las cosas. Pues bien; ahora en Hegel todas las cosas, Dios incluso, pasaron a ser mero pensamiento, una esencia general, fenómeno de una idea, miembro de un sistema objetivo de pensamiento abstracto; sólo que el individuo humano, concreto y vivo, no lograba comprenderse en ese sistema, ni sentía su vida iluminada ni orientada por él (Lenz, 1995).
Según Lenz (1955), el mérito de haber sido el primero en descubrir e impugnar apasionadamente el peligro de esta filosofía meramente especulativa, extraviada en las regiones de las esencias abstractas, y de esa actitud mental exclusivamente racionalista, corresponde a Soren Kierkegaard. Frente a la filosofía racionalista y esencialista, Kierkegaard subrayó la unicidad de la existencia concreta y, sobre todo, la irrepetibilidad de la existencia de cada individuo en su situación vital. Kierkegaard quería hacer que los hombres de su época, tomaran conciencia de que son seres creados y por ello, debía reflexionar sobre los últimos y más profundos fundamentos de su existencia, que es un peregrinar sin patria en este mundo, les recordó la problematicidad e inseguridad de la existencia terrena y les puso ante sus ojos la angustia que sentían en su interior ante la muerte y ante la nada. Así se convirtió Kierkegaard en precursor del existencialismo moderno.
El existencialismo se consolida en Europa inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial, se impone en el periódo que transcurre entre ambas guerras, y se difunde hasta ponerse de moda durante las décadas siguientes a la Segunda Guerra Mundial (Reale & Antiseri, 1992). Se le llama así, porque se centra en reflexionar sobre la existencia del hombre concreto, arrojado al mundo, finito, que sufre, se angustia, muere y que, se ve afectado por situaciones problemáticas o absurdas, pero que en medio de ellas tiene que lanzarse a realizar su proyecto.
Para Sartre (1960), hay dos escuelas existencialistas: una que es de carácter cristiano, en la cual él coloca a Jaspers, Gabriel Marcel y Kierkegaard y por otra parte, los existencialistas ateos, en la cual, coloca a Martín Heidegger y así mismo. Esta escuela de existencialistas ateos es la que influencia más a Albert Camus y en la cual también muchos historiógrafos lo colocan, por seguir la misma línea del carácter absurdo de la existencia.
Los existencialistas pertenecen a un tipo temperamental contemplativo más bien que activo, porque se dejan llevar más del sentimiento, de la crisis y de la desgracia existencial en que vivieron. Su vivencia de la amenaza de la existencia del hombre, ya alemán, después de la Primera Guerra Mundial, o francés después de su derrota en la Segunda Guerra Mundial, fue particularmente tan depresiva, que las personas sufrían por su impotencia e inseguridad internas, por la monotonía y miserias externas, por la soledad social y la limitación general ante las grandes catástrofes (Lenz, 1955). Albert Camus, se identificó con lo irracional y escéptico de la doctrina de los existencialistas que a su vez está cargado de un matiz pesimista, que muchas veces marca el carácter absurdo de la existencia.
Lo que tienen en común los existencialistas, es que niegan el racionalismo hegeliano, de los sistemas totalizadores, y se preocupan por la vida en acto, aquella que se vive antes de ser pensada. La subjetividad se hizo criterio y ya, no se desdeñaba la pasión (Zárate, 1995).
Jean-Paul Sartre, en su ensayo El existencialismo es un humanismo (1946), sintetiza el credo de los existencialistas y, destaca que el elemento fundamental de esta corriente es que la existencia precede a la esencia, y lo expresa de esta manera:
"¿Qué significa aquí que la existencia precede a la esencia? Significa que el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y que después se define. El hombre, tal como lo concibe el existencialista, si no es definible, es porque empieza por ser nada. Sólo será después, y será tal como se halla hecho. Así pues, no hay naturaleza humana, porque no hay Dios para concebirla" (Sartre, 1960, pág. 16).
El existencialismo acepta la existencia del hombre de un modo peculiar e individual. No tratan de entender la existencia con conceptos abstractos como la doctrina clásica, sino en el sentido totalmente nuevo que viene a ser el modo propio de la existencia humana considerada en concreto, como la manera de ser personal e individual del hombre que, por su singularidad escapa de toda universalización y racionalización de la actividad del pensamiento (Urdanoz, 1978).
En esta concepción existencialista del hombre, podemos considerar como puntos esenciales los siguientes: El hombre es un ser limitado temporalmente, cuyo comportamiento en el mundo consiste en curar de sí mismo, curarse del mundo y procurar por los otros; un ser arrojado, desamparado, fortuito, sin esperanzas, culpable, libre, angustiado, al que hay que entender desde la nada y desde su ser relativamente a la muerte; un ser orientado hacia sí, que busca incansablemente el sentido de su existencia en el mundo (Lenz, 1955).
La existencia que acabamos de presentar según los existencialistas, es el núcleo y el meollo del hombre. Cuando un individuo acoge internamente la problemática del existir, constituye una actitud heroica y, permanecer en ella, en medio de la inautenticidad y enmascaramiento de la angustia, equivale a haberle encontrado un sentido a esta vida, en tomar conciencia de que somos seres finitos y de que vamos a morir.
1.2.2. Albert Camus y el existencialismo
Aunque muchos no consideran a Camus como un filósofo profesional, sino más bien como un literato con influencias filosóficas, en su obra encontramos una serie de ideas y conceptos de esta naturaleza, propios de un pensador profundo y no de un simple escritor. Si bien es cierto que Camus desempeñó una variedad de oficios, entre ellos el de periodista, dramaturgo y ensayista, entre otros, poseía una fuerte formación filosófica que le fue inculcada en sus primeros años de estudio. Lo que sucede con este pensador es quizás, lo que pasa con muchos otros: encuentran en el lenguaje y formas estéticas claramente literarias, el vehículo perfecto para transmitir sus complejas reflexiones filosóficas (Soberanis, 2010).
A menudo se cuestiona la filosofía de Albert Camus, puesto que no se sabe si colocarlo dentro de los filósofos existencialistas o no y, aún más, él mismo no se considera existencialista. En una de sus conversaciones con Howard dijo lo siguiente:
"Yo nunca me he llamado existencialista a mí mismo, pero siempre me he identificado con este sentimiento de aislamiento y de impotencia en medio de un universo extraño. Y como Sartre, he tratado de encontrar la moralidad ante la apariencia de la desesperación y la perspectiva de un universo sin Dios" (Mumma, 2005, pág. 139).
A pesar de que Camus negó varias veces pertenecer al movimiento existencialista, es clara la influencia de éste en su pensamiento, tanto como la coincidencia de su discurso filosófico con aquel. Dicho movimiento filosófico tuvo su momento de gloria en el siglo pasado y, aunque en algunos círculos intelectuales se ha desdeñado, sigue siendo importante en el sentido de revelarnos la precariedad de la naturaleza humana, y es eso lo que continua haciendo Camus en su pensamiento (Soberanis, 2010).
A continuación, mostramos aquí, cuáles son los puntos en común y en contra, que tiene Camus y el existencialismo.
Podemos considerar a Camus como un filósofo existencialista, porque su pensamiento se vio influenciado por este movimiento, y también sus obras tienen ese matiz existencialista, donde nos presenta al hombre como buscador del sentido de su existencia, pero que sólo encuentra el absurdo de la misma. En las obras de Camus, se puede notar ese sentimiento de absurdo que experimenta el hombre, de frente al sufrimiento, la muerte, la angustia y su finitud, y eso lo convierte en existencialista, puesto que hace filosofía de la existencia con el hombre concreto.
Camus también tiene en común con los existencialistas que, no hay valores absolutos, ni un marco supremo de referencia que guie al hombre sino que, solo hay hombres y mujeres condenados a elegir su propio camino, a través de una existencia sin sentido, haciendo lo que pueden para dotarla de significado (Mumma, 2005).
Según Zárate (1995), podemos considerar a Camus como un filósofo existencialista, aunque en sus obras falte, ese análisis desnudo del ser y el esfuerzo por su fundamentación, pero está esa angustia de frente a la muerte y esa busca de sentido en medio de la absurdidad del mundo.
El punto en que parte la filosofía de Camus, nos sitúa claramente en su línea de pensamiento existencialista, y es precisamente porque, nuestro filósofo considera que el problema fundamental de la filosofía es saber si la vida tiene sentido o no; ¿Este punto de partida no es suficiente para mostrarnos que su pensamiento es existencialista? La pregunta por el sentido de la existencia, la muerte, el mal, el sufrimiento, son los temas que están latentes en lo más profundo de la existencia del hombre, de ahí que podemos afirmar con propiedad que Camus es un existencialista.
Nuestro filósofo Camus, se separa del punto esencial del existencialismo: la existencia precede a la esencia. Para Camus es la esencia la que precede a la existencia, es decir que para Camus el hombre no es proyecto, sino naturaleza y lo podemos constatar en la siguiente expresión:
"El mal que experimenta un solo hombre se convierte en una peste colectiva (婠Pero esa evidencia saca al individuo de su soledad. Es un lugar común que funda en todos los hombres el primer valor. Yo me rebelo luego somos" (Camus, 1951, pág. 39).
Es así, como afirmamos que para Camus el hombre es naturaleza y no un proyecto. Es preciso respetar, una fraternidad terrestre que hay que defender, un límite que nunca debe ser traspasado, que es la justicia y la solidaridad con los demás, sin ninguna visión trascendental, sino que, hay que rebelarse contra el absurdo, contra el mal y contra la injusticia. Al rebelarnos, afirmamos la naturaleza humana y es así, como se lucha por la humanidad, convirtiéndonos en santos sin Dios.
Camus se inserta, en el movimiento existencialista de izquierda, cuyo motivo ha asumido y divulgado en su obra literaria. Porque su concepción de una existencia absurda y trágica proviene de Sartre y de Heidegger. Muchos han visto en su temática del absurdo un paralelo de la nada sartriana. Pero en la obra de Camus hay un aliento más humanizado, de frente a la visión insolidaria de las relaciones humanas defendidas por Sartre, pues rechazó la violencia organizada y las represiones del comunismo (Urdanoz, 1978).
1.3. Búsqueda del sentido de la existencia
Todo el pensamiento filosófico de Albert Camus, fue una constante búsqueda del sentido de la existencia, ya que para él juzgar si la vida tiene sentido o no, equivale a dar una respuesta al problema fundamental de la filosofía, porque nadie muere por una doctrina científica ni ontológica, pero sí, por una idea que colma de sentido su vida. En una de sus conversaciones con Howard, expresa lo siguiente:
"Me encuentro en algo que es casi un peregrinaje; buscando algo que llene el vacío, que siento, y que nadie más conoce. Ciertamente, el público y los lectores de mis novelas, aunque ven ese vacío, no encuentran las respuestas en lo que están leyendo. En el fondo tiene usted razón: estoy buscando algo que el mundo no me está dando" (Mumma, 2005, pág. 166).
En el primer período de su reflexión filosófica, Camus ve el sentido de la existencia en lo que él llama "religión de la dicha" que es el goce de vivir, el contacto con la naturaleza; la felicidad está en vivir el momento presente, en la sana inocencia animal, es un disfrutar la vida. En esta etapa de su pensamiento, para Camus el sentido de la vida, está en vivir sin preocupaciones, disfrutando de lo que nos ofrece la naturaleza (Núñez, 1997).
En un segundo momento de su reflexión, Camus se va a dar cuenta que esa religión de la dicha no permanece para siempre, que ese goce del instante y de la vida, choca brutalmente contra el muro de la muerte, y es ahí, donde Camus descubre el carácter absurdo de la existencia. Aquí se da cuenta Camus de que todo es absurdo, ya que el hombre constantemente anhela la felicidad y goce de vivir, sin embargo, encuentra el sufrimiento y la muerte, que rompen con su deseo, y eso es absurdo. "El mundo, tal como esta hecho, no es soportable. Por eso necesito la luna o la felicidad, o la inmortalidad, algo descabellado quizás, pero que no sea de este mundo" (Camus, 1945, pág. 359).
El absurdo para Camus se da, porque el hombre busca la verdad, la unidad, la felicidad y el sentido, pero en el mundo encuentra solamente diversidad, contradicciones y sinsentido. Esta confrontación entre el deseo del hombre y la realidad irracional del mundo, es el absurdo.
Para Camus, después de la muerte no hay nada más, por esto, esta vida no tiene ningún sentido, y el pecado que se comete contra esta vida, es precisamente esperar otra. Aquí notamos que Camus se queda en este mundo absurdo y no tiene la pretensión de dar ningún salto hacia la trascendencia, sino que asume vivir en el sinsentido, y luchar contra él sin esperanzas.
El su última fase de reflexión, Camus quiere superar el absurdo, y pone como repuesta la rebeldía, es decir, que plantea la rebelión como alternativa, a ese absurdo que se concretiza en la enfermedad. La lucidez se consigue solamente en la rebelión o confrontación del hombre con su propia oscuridad. El hombre rebelde es el que asume su condición personal y combate contra el absurdo para despertar y ayudar a despertar a los otros hombres (Fernández, 1989). Camus opta por la justicia y la solidaridad, aunque nunca se supere el absurdo, puesto que siempre va a ver injusticias y nunca acabará el sufrimiento y la muerte de los inocentes, pero hay que asumir el sinsentido, y tratar de disminuir el mal en el mundo.
El eje de la obra de Camus se halla allí, en la relación entre el tema de la dicha, el mal, y la rebelión frente al mal, rebelión que tiene su sentido precisamente en la reivindicación de esa posibilidad de dicha plenamente humana, sin Dios, por la que Camus luchó sin cesar, y que al final de su carrera, en la novela La caída (1956), percibió como insatisfactoria para sustentar una existencia éticamente auténtica (Romero, 1994).
1.4. La muerte como problema fundamental de la existencia humana
El primer dato antropológico, es la consciencia de que la vida tiene una duración limitada y que se encamina hacia la muerte. A diferencia del animal, el hombre es consciente de que tiene que morir y que se dirige a esa tragedia inevitable, por consiguiente, el problema de la muerte hay que entenderlo como el problema del sentido de la existencia, que parece que se halla básicamente amenazado por la muerte (Gevaert, 2008). Es por tal razón, que el hombre se pregunta por el sentido de la existencia, cuando ve que la muerte le es inminente y muchas veces afirma la absurdidad de la vida, por el hecho de tener que morir ¿Qué sentido tiene la vida si al final hay que morir?
Hablando generalmente, podemos decir que la muerte es una realidad que no debiera existir en la vida humana, que es como una contradicción del dinamismo propio de la existencia humana. Y ello, a pesar de que todo el mundo la considera un fenómeno normal e inevitable según las leyes biológicas. Se vive con una permanente amenaza sobre la existencia, pero se trata de una amenaza distante y por eso mismo no radicalmente opresora (Gevaert, 2008).
Se sabe vagamente que todo ser humano tiene que morir, pero eso no se aplica a la propia existencia. Sin embargo, otras veces la conciencia de la muerte tiene el carácter de un conocimiento real y personal, en el sentido de que es una conciencia profunda de la muerte que me afecta en primera persona y pone entre dicho todo el sentido de mi existencia (Gevaert, 2008).
Gevaert (2008), sostiene que, la conciencia de la muerte conlleva constantemente el peligro de la huida. El hombre se deja absorber casi siempre por las ocupaciones, las empresas, el frenesí de vivir, la exterioridad de la vida, la investigación de las ciencias o la disipación, para no reflexionar en su propia muerte que le es inminente. A menudo es la vida misma la que obliga al hombre a abandonar su actitud de huida y el rechazo; la muerte de una persona amada constituye la irrupción más cruel en la conciencia de la vida. Es una experiencia que hace a todo el mundo consiente de lo que significa ser mortal y, de cuál es la verdadera naturaleza de la muerte y también en el justo planteamiento del problema.
Para Martin Heidegger la muerte no es una realidad meramente extrínseca que sobreviene a una existencia ya realizada y establecida. El carácter inevitable de la muerte radica ya desde el comienzo en la estructura ontológica de la existencia. Por eso, la existencia humana se define como ser para la muerte, es decir, que el Dasein[2]está abocado a la muerte inevitablemente (Gevaert, 2008).
La estructura de la muerte radica en que la existencia es preocupación y angustia. La angustia fundamental y profunda de la experiencia humana es la angustia de la muerte. No es un simple miedo ante un peligro parcial que se puede localizar fácilmente, sino que la angustia tiene que ver con el ocaso de mi ser y, por tanto, con la pérdida total de mi existencia, por consiguiente, la angustia es el horror ante la nada, en donde sabemos que nuestra existencia se ve amenazada por la muerte, y eso nos provoca angustia, el saber que vamos a morir (Gevaert, 2008).
Gevaer (2008), afirma que para Heidegger la muerte acecha de continuo la vida del existente humano, que ha sido arrojado al mundo para en él morar y que en él vive muriendo, es decir, corriendo hacia la muerte. Por eso, Heidegger repite con insistencia la formula: la muerte es la posibilidad más peculiar, irreferible e insuperable de nuestra existencia. Y es también la posibilidad mas cierta e indeterminada, que es, por otra parte, la posibilidad extrema que rompe todas nuestras relaciones con el mundo y los otros seres, de ahí que la muerte es la posibilidad de las posibilidades, porque en todas mis posibilidades yo puedo morir, y cuando la muerte ocurre, se anulan mis posibilidades.
¿Es pues, absurda la vida? Heidegger no responde afirmativamente. A demás, rechaza expresamente el suicidio. Hay que esperar la muerte, esto es anticipar mentalmente la muerte inevitable y comprender a la luz de esta muerte la posibilidad del momento. Saber que la muerte llegará no es una forma de esperanza, sino su ausencia total. Todas las posibilidades, todos los proyectos y todos los trabajos parciales, quedan revestidos por un velo de nulidad y vanidad porque, la muerte es la extinción de todas y cada una de mis posibilidades, y vacía en cierto modo de contenido todos los compromisos históricos y terrenos (Gevaert, 2008).
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