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Cuento: La odisea

Enviado por ocuartasl


    Anduvo Ulises diez años por el mar después de la guerra de Troya. No le fue tan mal como a sus compañeros en la tempestad que les mandó Poseidón como castigo por lo que le hicieron a Casandra en el templo de Artemisa (Diana). Diez años tuvieron que esperar su esposa Penélope y su hijo Telémaco en la isla de Ítaca su regreso.

    Penélope era una hermosa mujer, cuando Ulises salió para la guerra de Troya su casa se le había llenado de pretendientes, que eran ejecutivos importantes, de unos reinos vecinos y no los podían echar porque la hospitalidad en Grecia era cosa seria, éstos le decían a Penélope, con el fin de que se decidiera por uno de ellos, que Ulises había muerto ya que habían pasado diez años después de la guerra y él no regresaba. Ella sospechaba que su marido estaba vivo, y para embolatar a estos pretendientes, les dijo que no los podía atender hasta que no acabara de tejer una mortaja muy trabajosa de hacer para su suegro, el padre de Ulises, Laertes. Y así se la pasaba todo el día, tejiendo, y por la noche al escondido, desbarataba lo que había tejido, y al otro día volvía a empezar.

    Hasta que una criada fue a contarle a los pretendientes y éstos la cogieron en la noche desbaratando lo que había tejido en todo el día. Empezaron a acosarla para que escogiera a uno de ellos y así se pasaron los diez años hasta que llegó Ulises.

    Estuvo Ulises nueve días luchando con las olas cuando venían de regreso de la guerra, hasta que llegaron a una isla, la de los comedores de lotos, que eran unas matas grandes y el que comiera su flor perdía el deseo de volver a casa y olvidaba todo lo que había pasado. Los de la isla les dieron flores de loto a los amigos de Ulises y ya no querían volver cuando Ulises los llamó para los buques. Los tuvo que llevar a la fuerza amarrados y arrastrados.

    Llegaron a otro país, el de los cíclopes, que eran gigantes con un solo ojo en la frente y eran preferidos de Zeus que les había dado esta tierra con su ganado y sementeras.

    Llegados allí, fue Ulises con doce de sus compañeros y entraron a una cueva grande, y llevaban un barril de vino para dárselo al que les diera provisiones ya que estaban escasos de ellas. En la cueva encontraron la puerta abierta y adentro ovejas y en las paredes calabazos llenos de leche y comida que empezaron a comer.

    Cuando llegó el gigante que se llamaba Polifemo, con una partida de ovejas, entró y cerró la puerta, que era una pesada piedra. Sintió gente extraña y preguntó quién se encontraba allí, si eran piratas. Todos muertos de miedo menos Ulises que se le paró de frente le dijo que no eran piratas sino naúfragos que venían de la guerra de Troya y que necesitaban ayuda. Polifemo molesto estiró las manos y cogió uno de los hombres y se lo comió, después se recostó a descansar. Sabía que no le podían matar porque entre todos no podían mover la piedra de la entrada de la cueva y no podrían salir. Al otro día en la mañana se comió otros dos compañeros de Ulises, salió con sus ovejas y cerró con la plancha de piedra.

    A Ulises se le ocurrió una idea, cuando regresó Polifemo se comió otros dos y Ulises le ofreció vino, el cual tomó hasta emborracharse. En este estado el gigante, Ulises y sus amigos le enterraron una estaca en el ojo dejándole ciego. Se levantó el gigante gritando del dolor y tratando de agarrarlos pero no los podía ver. Entonces quitó la plancha de piedra de la entrada y se sentó allí con las manos estiradas para coger al que tratara de salir. Ulises cogió de a tres ovejas y las amarró una detrás de otra y por debajo se metía uno de ellos escondido entre la lana y las ovejas iban saliendo y el gigante las tocaba por encima para verificar que no fuera nadie encima. Así lograron salir todos para sus buques. Desde allí le gritaron a Polifemo y éste les lanzó una piedra inmensa que casi voltea uno de los buques.

    Luego llegaron a la isla de Eolo, el rey de los vientos, que los recibió muy bien y cuando se fueron a ir de allí, éste le regaló a Ulises un talego donde estaban metidos los vientos de las tempestades, encerrados para que no se salieran y pudieran regresar a su tierra.

    Sus hombres por curiosidad abrieron el talego y se desata horrible tempestad que duró varios días y a duras penas llegaron a la tierra de los Lestrigones, gigantes que comían carne humana como los cíclopes y a medida que llegaban los buques los hacían pedazos y se comían la tripulación. Y así acabaron con todos, menos con la embarcación de Ulises que antes de entrar al puerto se dio cuenta y se alejó de allí.

    Con los hombres que le quedaban, llegó a la isla de Eea, y vieron humo que salía del monte. Ulises se quedó en el barco con la mitad de la gente y la otra la mando allí, al mando de Euríloco para ver si encontraban ayuda.

    Euríloco fue allí y encontró el palacio de Circe, que era una hermosa maga o bruja, rodeado de leones, lobos, panteras y tigres que eran hombres que Circe había encantado. Todo los hombres que llegaban allí les daba unas yerbas y los convertía en animales, que seguían pensando como hombres. Cuando se acercaron al palacio vieron esos animales mansos y escucharon que adentro cantaban y entraron al palacio, pero Euríloco esperó afuera con desconfianza.

    Circe los atendió muy bien, les dio un brebaje a tomar y los convirtió en marranos, pero con sus mentes tan enteras como antes. Euríloco vio todo y fue a los buques a contarle a sus amigos lo que había pasado.

    Ulises salió para el palacio de Circe a salvar a sus compañeros y en el camino lo atajó un joven, que era el dios Hermes (Mercurio), el mensajero de los dioses, y le dijo que se tomara un brebaje que le dio, y que podía comer lo que Circe le diera sin hacerle efecto, luego le dijo que la amenazara con la espada y le hiciera prometer que no le haría más daño a él ni a sus amigos.

    Y así paso. Cuando Circe vio que no le hacía efecto nada, lo abrazó y se dio cuenta que era Ulises y se enamoró de él. Volvió a la normalidad a los demás hombres que había convertido en marranos y se quedaron disfrutando de los placeres y de las mujeres que habían allí ya que Circe hizo el modo de que se quedaran un año entero. Antes de irse, Circe le dijo a Ulises que fuera al Hades donde el adivino Tiresias para que le indicara que tenía que hacer para volver sano y salvo a su tierra. En la despedida que les hizo Circe, el menor de los hombres de Ulises, Elpenor, que estaba en una terraza durmiendo una borrachera, sintió la bulla de los otros, y se despertó asustado, salió corriendo olvidando donde se encontraba y cayó al piso matándose.

    Hicieron lo que les dijo Circe. Para ir al Hades tenían que atravesar un río y allí tenían que abrir una hueco muy grande en la tierra y llenarlo de sangre de chivo para que las almas vinieran a tomarla, pues les encantaba la sangre, y cuando llegaran no dejarlas arrimar hasta que llegara el alma de Tiresias y ese sí podía tomársela. Cuando estuvo bien lleno llamó a Ulises y le dijo que la única recomendación que les hacía era que cuando llegaran a la isla de Tinacria, donde el Sol tiene su ganado, no vayan a tocar un solo novillo, que se lo advirtiera a sus hombres. siguieron su viaje.

    Días después pasaron por la isla de las Sirenas. La maga Circe le había hablado a Ulises de ellas, que eran tres mujeres hermosas mitad mujer, mitad pez, comían carne humana y cantaban muy hermoso. Una tocaba guitarra o cítara, la otra flauta y la otra cantaba, y el que las llegara a oír se iba para allá como hipnotizado, y se lo comían. Le dijo que tapara los oídos de los hombres con cera y que lo amarraran a él bien fuerte a un palo del buque para que pudiera oírlas sin peligro.

    Cuando pasaron por frente de ellas, Ulises le gritaba a sus hombres que le soltaran pero ellos no lo hicieron. Así pasaron de este peligro.

    Después pasaron por entre Escila y Caribdis. Escila era una roca muy azarosa, llena de filos y puntas que atraía lo que pasara cerca, había que pasar retirados para que no atrajera el buque y se volviera astillas al chocar con ella. Al frente estaba Caribdis, que era un remolino que se tragaba todo lo que se le acercara, y a los tres días lo expulsaba de nuevo, cuando ya era demasiado tarde. Para pasar por acá, la diosa Atenea (Minerva), que los protegía, les ayudó, haciendo que el barco pasara a toda velocidad y Caribdis sólo se alcanzo a tragar a seis de los tripulantes.

    Días después llegaron a la isla de Tinacria, donde el Sol tenía su ganado. En un descuido de Ulises, sus amigos mataron algunos novillos para comérselos, diciéndole después a Ulises que no resistían el hambre y que por eso lo habían hecho. El Sol se fue para donde Zeus y le pidio que los castigara. Éste, lanzó un rayo al buque, que lo hizo hundir junto con sus trupulantes, salvándose solamente Ulises ya que él no había tomado parte en lo de los novillos y porque Atenea lo protegía. Nadando tres días llegó por fin a tierra firme, a la isla de Calipso que era una hermosa ninfa que vívia allí sola. Ésta, retuvo a Ulises en esta isla, durante cinco años.

    Atenea compadecida de Ulises, le rogó a los otros dioses que no le atormentaran más, y que lo dejaran llegar tranquilo a su hogar. Todos los dioses, excepto Poseidón (Neptuno) accedieron. Zeus mandó a Hermes (Mercurio) donde Calipso a decirle que dejara ir a Ulises. Ésta le suministró herramientas para construir una balsa. En cuatro días la acabó.

    Diecisiete días navegó hasta que alcanzó a ver tierra, pero Poseidón, que estaba en su contra, le vio y le envió una tormenta horrible. Salió en su ayuda Ino, la diosa de los navegantes, que se le acercó volando bajo y le dijo que la única forma de salvarse era a nado y le prestó un velo mágico con el cual no le pasaba nada mientras estuviera en el mar. Cuando se fue Poseidón, Atenea calmó las olas y así pudo nadar Ulises con el velo de Ino amarrado al cuello. Nadó dos días y dos noches hasta que llegó a la tierra de los feacios, gente hospitalaria. Su rey Alcinoo y su esposa Arete, tenían una sola hija, Nausicaa. La hermosa Nausicaa fue con sus sirvientas, que las trataba como amigas, a lavar ropa a la orilla del mar y a bañarse con aceite de oliva. Cuando ya iban a salir para el palacio alcanzaron a ver un hombre desnudo que se acercaba a ellas, todas salieron corriendo menos Nausicaa que le esperó para ver quién era y qué hacía allí. Ulises se le presentó y le dijo que le ayudara. Ésta le dio ropa y le llevó al palacio donde lo recibieron muy bien. Ulises les contó la historia desde que salieron de Troya y todos le escuchaban asombrados.

    El rey lo mandó para Ítaca, su tierra, con presentes. Allí, en Ítaca, se le presentó la diosa Atenea en forma de muchacho de buena presencia para decirle que ya estaba en Ítaca, luego se le dio a conocer y le contó como estaban las cosas allí y en la casa de su esposa penélope, también le contó lo de los pretendientes. Lo convirtió en limosnero para que no le reconocieran y lo mandó a pedirle posada a Eumeo, que era el que cuidaba los cerdos, desde antes de la guerra y era de confianza. También le dijo que le esperara allí que le iba a traer a su hijo Telémaco que estaba en casa de Menelao y Helena.

    Atenea quería mucho a Telémaco lo mismo que a su padre por ser como éste, justo y valiente. La diosa una vez se disfrazó de forastero y se sentó junto al palacio de Penélope, cuando salió Telémaco, regañó a sus sirvientes porque no habían hecho entrar al forastero a darle posada y a atenderlo. Así lo hicieron, y le pregunta el forastero, ya adentro, a Telémaco que quiénes eran esos hombres que se la pasaban bebiendo y sin trabajar, a lo cual éste respondió que eran los pretendientes de su madre, le contó que era el hijo de Ulises y que hacía veinte años lo estaban esperando para que pusiera orden y echara a esos hombres de la casa. Atenea en la figura de forastero le aconsejó a Telémaco que fuera a preguntarle al viejo Néstor y a Menelao sobre su padre.

    Telémaco entusiasmado hizo llamar a lo viejos que formaban la asamblea para comentarles sobre sus planes. Entre éstos habían algunos de los pretendientes de su madre que lo hicieron desanimar. Telémaco se fue para la playa a pedirle a Atenea que le ayudara a encontrar a su padre. Esta diosa se puso en la figura de Mentor, que era el sabio que más confianza le tenía Ulises. Se le apareció entonces este Mentor a Telémaco y le preparó un barco diciéndole que le iba a acompañar a buscar a su padre.

    Salieron esa noche para la isla de Pilos donde vivía el viejo Néstor. Cuando llegaron allí, éste les dijo que no sabía donde estaba Ulises desde que habían salido de la guerra, que tal vez Menelao lo sabría. Llegó allí Telémaco con un hijo de Néstor que le había acompañado, Mentor se quedó cuidando el barco. Menelao y Helena los reyes de Esparta, los recibieron muy bien. Menelao les contó lo que le había dicho Proteo sobre Ulises hace muchos años: "Cuando estaba yo varado con mi gente en la isla de Faros y muriéndonos de hambre llegó una diosa del mar que era hija de Proteo, otro dios del mar, y nos dijo que su padre, Proteo, los podía ayudar a salir de allí pero que teníamos que obligarlo por la fuerza a que nos ayudara. Y resulta que Proteo salía todas las mañanas a la playa y se recostaba allí al lado de unas focas. Cuando supe esto, cavamos cuatro huecos alrededor de donde él se acostaba y nos metimos allí tres compañeros y yo tapados con cueros de focas, cuando él llegó y se acostó, salimos nosotros y lo cogimos entre los cuatro de pies y manos. El dios cambiaba de figura, unas veces se volvía león, otras dragón, y hasta árbol, etc., pero nosotros no lo soltábamos hasta que al fin tuvo que ayudarnos a salir de allí. También nos contó que Ulises estaba en una isla en poder de Calipso. Y eso es todo lo que sé de tu padre".

    Apenas acabó Menelao su relato se fueron a dormir y al otro día salieron de nuevo para el barco. Telémaco regresó a Ítaca y fue a saludar al viejo Eumeo y a preguntarle que novedades había. Cuando llegó allí se encontró a un viejo limosnero que estaba ayudándole a Eumeo. Telémaco mandó a Eumeo a casa de su madre para que diera la noticia de su regreso.

    Atenea le dio a Ulises su figura original y le dijo que le contara a Telémaco quién era. Después de presentársele Ulises a Telémaco, éste se puso muy feliz y le contó todo lo que estaba sucediendo en el reino. Ulises se puso como una fiera.

    Mandó a su hijo al palacio a esconder todas las armas, menos las de ellos dos, que él iba a esperar al viejo Eumeo. Cuando volvió Eumeo encontró a Ulises de nuevo en la figura de anciano limosnero.

    Salieron los dos ancianos para el palacio y allí le reconoció su perro Argos que se puso muy feliz pero que de inmediato murió después de veinte años de espera.

    Ulises en figura de limosnero entró al salón donde estaban los pretendientes y uno de estos lo sacó a patadas. Cuando Penélope se enteró de esto, les dijo a los pretendientes que le trajeran presentes para ver si se resolvía por alguno. Todos salieron de inmediato y ella hizo entrar al anciano para pedirle disculpas y para atenderlo. El anciano empezó a contarle sobre Ulises y ella empezó a llorar, pero él no se daba a conocer. Entonces Penélope hizo llamar a una vieja sirvienta llamada Euriclea para que le lavara los pies al anciano y le diera ropa nueva. Esta criada había sido la niñera de Ulises cuando pequeño y a él le dio temor que lo reconociera por una cicatriz que tenía en un pie. Así fue, cuando ella vio la cicatriz iba a gritar pero Ulises la atajó y le dijo que no le contara a nadie.

    Al otro día, Ulises le pidió a Atenea que le ayudara a acabar con todos los pretendientes. Penélope ya tenía un plan para acabar con ellos. Fue ella a buscar el viejo arco de Ulises, que era tan sumamente tieso y duro que él era el único que podía estirarlo para disparar flechas. Penélope se apareció con el arco donde los pretendientes y les dijo que el que fuera capaz de disparar una flecha que pase doce argollas en fila, ese sería su esposo.

    Todos intentaron y ninguno podía siquiera estirarlo. Ulises que estaba ahí curioseando llamó a Eumeo y a otro criado de confianza y les dijo que él era Ulises, que una diosa lo había convertido en limosnero y les mostró la cicatriz, que ellos ya la conocían, para convencerlos. Ulises mandó a Eumeo a que cuidara las habitaciones de las criadas para que ninguno de los pretendientes entrara y saliera de allí, y al criado le dijo que cuidara la puerta de atrás para que ninguno huyera por ese sitio.

    Cuando el último de los pretendientes no pudo con el arco, Ulises dijo que el quería intentarlo. Se armó gran alboroto por esto, los pretendientes decían que el no tenía derecho y Telémaco que estaba allí les dijo que todos tenían derecho y al anciano le dijo que bien podía intentarlo. Ulises estira el arco con suma facilidad y dispara la flecha que va a parar entre las doce argollas, luego dispara otra flecha con la que mata a uno de los pretendientes, los otros fueron a buscar sus armas pero no las encontraban porque Telémaco las había escondido, luego fueron a huir pero todas las puertas estaban trancadas, Ulises y Telémaco empezaron a matarlos a todos y a lo último faltaban sólo dos que se el arrodillaron a Ulises para pedirle que les perdonara la vida, uno era sacerdote y el otro poeta, mató al sacerdote y le perdonó la vida al poeta porque un hombre que hacía versos tan bonitos merecía vivir.

    Después de esta matazon fue Euriclea donde penélope a decirle que Ulises había regresado y era el anciano al que ella había ayudado y que él era el que había matado a todos los pretendientes, que viniera a verlo. Penélope fue y se encontró con Ulises al que Atenea le había dado su forma. Se abrazaron y fueron felices.

    Julio César Cuartas

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