Descargar

Investigación acción participativa: Propuesta para un ejercicio activo de la ciudadanía

Enviado por Colectivo Ioé


Monografía destacada

    Colectivo Ioé**

     

     

    Presentación

    Los programas de política social y servicios sociales tratan de salir al paso de aquellas carencias y problemas que se presentan como más urgentes: personas que no tienen cubiertas las necesidades básicas (comida, techo o abrigo), niños y ancianos desprotegidos, familias sin recursos económicos, sectores con problemas de exclusión (jóvenes, mujeres, etc.), minorías discriminadas, etc. Estas problemáticas se imponen en la práctica como evidentes y ante ellas se adoptan respuestas que pretenden paliarlas o solventarlas. A partir de aquí, todo se plantea en términos de necesidades y recursos de acuerdo a la siguiente argumentación: "las necesidades son muchas y los recursos escasos; dejemos ya de hablar y actuemos".

    Este planteamiento ?que pone el acento en la acción y elude la reflexión? tiene, en nuestra opinión, tres puntos ciegos: 1) pensar que las orientaciones generales de los programas que se realizan son obvias e incuestionables, cuando las complejas problemáticas de la sociedad admiten múltiples formas de intervención; 2) adoptar el esquema asistentes/asistidos, con el peligro de convertir a estos últimos en permanentes destinatarios pasivos de los programas; y 3) poner como finalidad de la acción "la" integración social de los marginados, sin tener en cuenta que hay muchas formas de integración y que sería conveniente optar conscientemente entre ellas. Explayaremos estas limitaciones en el apartado Unir la reflexión a la acción en los programas de política social y dar cabida en ellos a los propios "necesitados", como principales protagonistas, puede ser un camino para superar estos puntos ciegos. Como se ha demostrado en la práctica, tal actitud se convierte en motor de un proceso transformador capaz de movilizar los recursos y la capacidad de pensar y actuar ?sin recortes previos? de las personas afectadas por las diversas formas de exclusión. La Investigación Acción Participativa (IAP), aplicada al trabajo social y al desarrollo comunitario, responde a este "replanteamiento" de la política social. La IAP no es una técnica que se pueda incorporar en el programa, sino un enfoque o estrategia general de intervención que se puede plasmar en muchas prácticas concretas que dependerán de la creatividad de los protagonistas y de las circunstancias presentes en cada caso. En el presente capítulo, tras señalar las líneas básicas de la IAP, tal como nosotros la entendemos (apdo. 2), aludiremos a su introducción y principales tendencias en España (3) y saldremos al paso de diversas cuestiones prácticas que plantea su aplicación (4?7).

     

    1. Cómo se abordan habitualmente las necesidades sociales

    Toda la moderna política social y más concretamente el área de servicios sociales encuentra su legitimación convencional en la siguiente formulación: ante la evidencia de que en nuestras sociedades existen grupos y capas sociales cuyas necesidades no son adecuadamente cubiertas por la propia dinámica social (de mercado), se requiere una aportación de recursos por parte de instituciones específicas (estatales o privadas1). La función de los profesionales y de los voluntarios del trabajo social sería evidente por sí misma: ante unos problemas concretos (que están ahí) se organizan unas respuestas. Sin embargo, la necesidad social no es un hecho empírico que se impone por sí mismo (no "está ahí" simplemente), ya que siempre implica, al menos, dos elementos: un juicio de valor sobre lo que se considera deseable o necesario y una interpretación sobre la génesis social de dicha necesidad. Además, tanto los juicios de valor como las interpretaciones sobre el origen de las necesidades no se formulan arbitrariamente por cada individuo, sino que suelen estar condicionados por intereses y estrategias de grupo o clase social. Esto cobra especial relevancia cuando el modelo social que regula las necesidades se caracteriza por la desigualdad social. En efecto, como vimos en el capítulo anterior, el desarrollo de las sociedades capitalistas produce y reproduce las desigualdades en los más diversos ámbitos de la vida social (entre capital y fuerza de trabajo; entre grupos vinculados a la industria, los servicios o la agricultura; grandes o pequeñas empresas; distintas regiones geográficas; medio rural y urbano; minorías organizadas y masas sociales fragmentadas, etc.), lo que origina intereses y necesidades divergentes, que no son homogéneos ni agregables sin conflicto.

    De acuerdo con estas reflexiones, no se podría hablar con propiedad de necesidades sociales partiendo de esquemas formales y ahistóricos2, ya que siempre se trata de fenómenos históricos, que ocurren en el seno de formaciones sociales concretas que es preciso caracterizar en cada momento. Sin embargo, la práctica más usual en los programas de política social es partir de algunas tipologías de necesidad social3 y diversas metodologías de investigación4 que son admitidas como supuestos básicos de las intervenciones institucionales. En general se acepta un recorte institucional previo de la problemática a abordar (tipo de población, tipo de problemas sociales etc.) sin analizar las consecuencias que esta limitación del campo tiene sobre la información a obtener. Este lapsus es tanto más importante cuanto que la principal demanda de estudios de necesidades proviene de instituciones estatales, que obviamente parten de una concreta definición (político?ideológica) que potencia ciertos enfoques y dificulta otros. Además, estos métodos intentan, a continuación, medir con criterios puramente técnicos la extensión de las situaciones antes delimitadas. De este modo se acepta la definición de las necesidades a partir de las normas institucionales y de criterios profesionales, sin cuestionar la pertinencia de ambos recortes.

    Pero la operación de recortar, parcelar y estratificar la realidad social desde la perspectiva de estos determinados agentes e intereses impide captar la complejidad y la génesis social de las necesidades.

    Los instrumentos técnicos que se utilizan en estos casos tampoco son inocentes. En especial, el recurso abusivo a la técnica de la encuesta para captar las necesidades subjetivamente experimentadas, se dirige a los individuos como entidades autónomas, separados de su contexto social, y supone que sus respuestas a un cuestionario expresan sus necesidades, ignorando los fenómenos de alienación social y la generación de necesidades sociales desde arriba5. En nuestra opinión, esta forma de abordar la cuestión no permite captar a los sujetos sociales con necesidades dentro de un proceso social en el que se producen y reproducen, y se limita a ofrecer recuentos y clasificaciones de necesidades abstractas (definidas desde fuera del contexto), de las que el individuo no es más que un portavoz manipulado. En otra parte hemos definido como elitista y tecnocrática esta forma de definir y abordar las necesidades sociales6. Entre los responsables políticos de la acción social, los mediadores (profesionales y voluntarios) y los ususarios se establece una relación asimétrica en la que se asignan habitualmente los siguientes papeles: los responsables diseñan los servicios (función directiva), los profesionales y voluntarios los aplican (función instrumental) y los usuarios los consumen, desde una posición dependiente (función clientelar). Podemos representar gráficamente estas funciones mediante una pirámide donde las relaciones (flechas) van de arriba abajo.

     

    La población que sufre problemas aborda "sus" necesidades cediendo dos formas de protagonismo: el diagnóstico de las mismas, que es apropiado por los responsables políticos de las instituciones, y la gestión, que queda en manos de técnicos y funcionarios intermedios, profesionales y/o voluntarios. De este modo, los usuarios son generalmente excluídos de los sistemas de decisión y gestión de la política social, lo que se corresponde con su posición social marginal ya que suelen estar dispersos, individualizados y poco organizados. Según algunos autores, esta institucionalización de las relaciones sociales entre los agentes de la política social tiene efectos de apropiación, desplazamiento y exclusión: "las instituciones buscan apropiarse del público, del territorio y de los síntomas que ellas están llamadas a gestionar. Exclusión de todas aquellas propuestas que no se plantean como subsidiarias de su intervención. Concurrencia con aquellos que buscan intervenir en lo que las instituciones consideran un ámbito de su propiedad; incluso si una institución no aborda correctamente un problema que considera de su competencia, tampoco aceptará que otros traten de solucionarlo. Esta forma de funcionar la política social no busca encontrar soluciones a los problemas planteados sino que aplica un modelo operatorio"7.

    La marginación de los destinatarios (su apartamiento de los niveles de decisión y gestión), lejos de ser una cuestión casual, es un síntoma o expresión en el área de la política social de una sociedad de masas donde los papeles dirigentes son objeto permanente de lucha entre minorías activas que tratan de acaparar cada una de ellas el mayor espacio posible de influencia sobre las mayorías pasivas8. Esta lógica de dominación, que ocurre evidentemente a nivel económico, sucede también a nivel político e ideológico, como se ha visto en el apartado anterior. Simultáneamente se ha reforzado el papel mediador y políticamente neutro/neutralizado de los técnicos y profesionales, en cuyas manos se deja la gestión cotidiana de los problemas y desequilibrios que provoca el sistema social. Pero este abordaje debe ceñirse a los límites marcados por su función técnica, sin cuestionar las contradicciones sociales de fondo (plano que corresponde definir, en todo caso, a los responsables políticos).

    Así, focalizando la atención sobre ciertos sectores sociales, y no sobre el sistema social, se oculta el carácter "políticamente determinado"(9) de muchas necesidades, presentándolas como demandas de los propios afectados; por otra parte se excluyen del campo de las necesidades problemas y conflictos difícilmente regulables por las instituciones en cuestión o incluso que se presentan como deslegitimadores de su función. Además, se procede siempre a una jerarquización de las necesidades, que sólo puede realizarse desde una instancia de poder, y a su segmentación (en primarias y secundarias, por ejemplo), lo que acaba justificando la dependencia del necesitado y la legitimidad de la intervención institucional(10).

    Un enfoque alternativo para establecer y abordar las necesidades en el campo de la política social podría perseguir dos objetivos: intervenir en la génesis social de los problemas, no sólo en sus efectos; y recurrir a metodologías que permitan replantear la relación entre los agentes implicados, desvelando los intereses en juego y facilitando el protagonismo de los colectivos excluidos. Esto último implica que las personas e instituciones que participan en el programa deberían estar abiertas al autoanálisis y a la evaluación de sus intereses y expectativas (análisis de la demanda). En especial, conviene evitar que las instituciones introduzcan sus criterios y valoraciones como marco incuestionado del trabajo; así mismo, los profesionales y voluntarios deberían dejar de ampararse en una supuesta neutralidad de la técnica y estar dispuestos a no dejar de lado una consideración expresa de sus eventuales intereses corporativos. Por último, habría que procurar que la población?objeto pasara a constituirse en sujeto principal del proceso, adoptando las otras instancias (instituciones, profesionales, voluntarios) un papel subsidiario o de apoyo.

    Para aplicar estos criterios no existen "recetas" metodológicas milagrosas. Sin embargo, hay aportaciones que merecen ser tomadas en cuenta, como algunos desarrollos de la llamada Investigación Acción Participativa (IAP). En general, se trata de un enfoque de intervención social que persigue recoger las perspectivas e intereses de los sectores implicados en un proceso de acción social, otorgando el principal protagonismo a los colectivos afectados. La intención es potenciar los recursos disponibles en estos sectores, tanto a nivel del conocimiento (difusión y aplicación de técnicas de autodiagnóstico e investigación colectiva) como de la acción (promoción de iniciativas y autoorganización).

     

    2. Líneas básicas de la investigación acción participativa (IAP)

    Algunos autores han intentado delimitar las principales características de la IAP11. Sin embargo, como veremos, existen diferentes orientaciones estratégicas en esta forma de intervención social, que dan lugar a puntos de vista bastante diversos. Por ello, resulta inevitable escoger aquellas líneas que, desde nuestro punto de vista, nos parecen más importantes, para lo que también hemos contado con algunas experiencias de campo en que hemos participado12. Evidentemente las cinco líneas básicas que vamos a destacar representan en conjunto un cuadro ideal de intervención que luego se aplica en la práctica hasta donde es posible.

    1ª) Pasar de la relación sujeto/objeto (gestores/clientes) a la relación sujeto sujeto. Los protagonistas principales ?y necesarios? de todo el proceso son las personas afectadas por los problemas que se quieren abordar. En cuanto a los voluntarios externos, los profesionales y los políticos, asumen un papel subsidiario y, en última instancia, uno de sus principales objetivos consiste en volverse innecesarios13. En función de este criterio, los profesionales han de procurar adaptarse al ritmo y al lenguaje de los destinatarios, dejando de lado su jerga profesional y adoptando una actitud de escucha y diálogo permanente. Hay que explorar y potenciar los recursos ? materiales y humanos? propios de la colectividad y tanto el calendario como las formas de organización y evaluación de las actuaciones deben adoptar un carácter abierto, en función de cuáles sean las demandas y expectativas de la población afectada14.

    2ª) Partir de las demandas o necesidades sentidas por los afectados, como condición necesaria para que sean ellos los principales protagonistas del proceso. Tales demandas pueden aparecer espontáneamente en un momento dado y servir de punto de enganche para un proceso de IAP, o pueden surgir tras una primera etapa de reflexión en la que las personas afectadas hacen un diagnóstico de su situación y definen, a partir de él, sus demandas e intereses. Todas las personas son "seres en situación"15 que sólo pueden comprenderse y actuar sobre la base de cuál sea su percepción "in situ" de las circunstancias en que viven. Probablemente esto supone para los profesionales y líderes de los programas una exigencia de autocontrol a fin de acomodar sus planteamientos y expectativas, por otra parte legítimos, al nivel de comprensión de las personas implicadas en el programa. Precisamente la desconexión entre los intereses de los "activistas" y de los "afectados" suele conducir a programas "clientelares" que refuerzan la dependencia de los "atendidos".

    3ª) Unir la reflexión y la acción, o la teoría y la praxis, evitando tanto el verbalismo (teorizar sin llevar a la práctica) como el activismo (actuar sin reflexionar sobre lo que se está haciendo). Esta actitud debe estar presente en todas las fases de la IAP, pero de una forma más intensa en los momentos de programación y evaluación que, a la larga, tienden a constituir "un proceso en espiral de planificación, acción, observación y reflexión"16. La reflexión tiene un componente doble: por una parte, el autodiagnóstico colectivo a partir de la experiencia de los propios afectados (disposición a "analizar" y a "ser analizados"); por otra, el estudio sistematizado de aquellos asuntos en los que se quiere profundizar, lo que suele requerir técnicas de investigación más o menos prolijas y donde la aportación de los profesionales es más útil (a fin de asegurar que las técnicas se apliquen correctamente y se desplieguen todas sus virtualidades).

    4ª) Comprender la realidad social como una totalidad, concreta y compleja a la vez. Esto supone no limitar el análisis o las posibilidades de acción en ningún sentido y abrirse a la interdisciplinariedad del conocimiento, aprovechando los aportes de los diversos enfoques (antropológico, sociológico, psicológico, histórico, etc.), que se entienden como complementarios. Algunos autores entienden esta forma de abordar la acción social como un esfuerzo por conjugar los niveles micro y macro de la sociedad que estarían mutuamente implicados17. Una articulación de lo micro y de lo macro supondría no sólo "actuar localmente y pensar globalmente" sino desarrollar formas de intervención en los dos planos ?evitando que se produzca la cooptación de lo micro por lo macro? y generar también una complementariedad horizontal entre los diversos microespacios a fin de reforzar la convergencia de los sectores de la sociedad afectados por problemas semejantes.

    5ª) Plantear el proceso de IAP como una vía de movilización y emancipación de los grupos sociales en situación de dependencia. Esto implica una actitud comprometida políticamente por parte de los participantes (incluidos los profesionales, que tienen que superar la supuesta neutralidad del saber técnico). Aunque esta línea de la IAP admite muchos matices y ha sido olvidada en la práctica frecuentemente18, la mayoría de los autores especializados en el tema considera que se trata de una característica central en el contexto de una sociedad marcada por la desigualdad y la dependencia de las clases populares. Para Freire si el conocimiento no implica "transformar la realidad" no es verdadero conocimiento19. Fals Borda y Rodríguez Brandao definen el "poder popular" que se pone en marcha en la IAP como "la capacidad de los grupos de base, explotados por sistemas socioeconómicos, de actuar políticamente tanto como de articular y sistematizar conocimientos, de tal manera que puedan asumir un papel protagonista en el avance de la sociedad y en la defensa de sus propios intereses de clase y de grupo"20.

     

    3. Introducción de la IAP en España. Diversas orientaciones

    Junto al paradigma dominante de abordaje de las necesidades sociales (descrito en 2.1), es posible reconocer también en España diversos desarrollos de investigación con un enfoque participativo. Desde fines del siglo XIX se puede rastrear una tradición de investigación colectiva, promovida por las corrientes socialista y anarquista, que fue bastante aplicada en el campo de la educación21 y cuya influencia ha sido reconocida como uno de los factores impulsores de la investigación?acción en América Latina22. Sin embargo, estas corrientes fueron abortadas a medida que se imponía en la sociedad española un modelo de educación estatal centralizado, evolución que se consumó en las décadas de la dictadura franquista.

    Más recientemente coincidiendo con los años de transición a la democracia surgieron algunas experiencias participativas protagonizadas por los movimientos sociales entonces pujantes y con capacidad de arrastre popular (vecinales, sindicales, políticos, etc.), si bien sobrados de espontaneismo y buena voluntad y faltos de los planteamientos e instrumentos técnicos adecuados. Estos movimientos dieron lugar a programas de acción social, desarrollo comunitario y análisis institucional en los que a veces participó la propia administración. A partir de entonces encontramos experiencias de IAP en las áreas de la educación de adultos, la animación sociocultural, la promoción de la salud y evaluación de programas sociales. Se trata de experiencias minoritarias, poco relacionadas entre sí y con orientaciones y encuadres institucionales muy variados, como se desprende del siguiente cuadro aproximativo: Desde 1980 España forma parte del Grupo Europeo de Investigación Participante, enrolado a su vez en el Consejo Internacional de Educación de Adultos, con sede en Toronto. En 1985 España organizó el quinto Seminario Internacional de Investigación Participativa (Barcelona), donde se expusieron diversas experiencias concretas aplicadas en España y otros países europeos23.

    A comienzos de los años 80 se retoma, después de 40 años, la experiencia de las Universidades Populares que se extienden por más de un centenar de poblaciones, casi siempre con apoyo de la administración local. En algunos casos se desarrollan cursos que tienen por objeto el análisis participado de la propia realidad local.

    En torno a la revista internacional de educación de adultos "Aulas de Cultura" (Salamanca) se han desarrollado diversas experiencias de educación rural con un planteamiento participativo (Santibáñez de Béjar, Renedo, etc.). Por su parte, las Escuelas Campesinas surgidas en Barco de Ávila en 1978 y posteriormente extendidas por varias provincias persiguen un "desarrollo integral" basado en la autogestión de los afectados.

    En varios centros universitarios se han producido aportaciones teóricas y prácticas significativas, siendo especialmente importante su papel como difusores de información y formación entre el profesorado, los trabajadores sociales y el voluntariado24.También algunas editoriales se han especializado en esta dirección (Narcea, Ed. Popular, Ed. Hacer, Laertes) así como diversos centros privados de educación de adultos (CLAVES, CODEDAH y CASM en Madrid, SEPT, APIP y SERGI?GRAMC en Cataluña, etc.).

    Otras aportaciones específicas se pueden reconocer recientemente en las áreas de la salud y de la evaluación social. En el primer ámbito citado existen propuestas de interés que ligan la educación para la salud con la participación comunitaria25 o con la evaluación cualitativa de programas de salud26; así mismo se propone la evaluación de servicios y programas sociales contando con los propios actores27.

    Por último, en el contexto de los movimientos antiglobalización han surgido fecundas experiencias de participación social y política, a veces de carácter local, como los "presupuestos participativos" de Porto Alegre o de Cabezas de San Juan28, y en otros casos de mayor amplitud como las Consultas Zapatistas o la propuesta de una Consulta Social en Europa coincidiendo con las elecciones europeas de junio de 200429.

    Todas estas iniciativas tienen en común el interés metodológico por favorecer la participación de los afectados en los procesos de investigación?acción. Sin embargo, parten de estrategias y planteamientos teóricos diversos y, en general, su nivel de instrumentación técnica está poco desarrollado. Las diferencias en el plano estratégico (el para qué y el para quiénes de la acción emprendida) dependen de la demanda: quiénes son los sujetos reales de los procesos puestos en marcha y qué fines o efectos sociales persiguen a través de ellos.

    Estas diferencias a nivel estratégico se traducen ?o disfrazan? recurriendo a aquellas tradiciones teóricas, elaboradas fuera de España, que avalan el enfoque particular de cada promotor. Podemos distinguir dos tradiciones principales: la pragmática?operativa y la críticaimplicativa.

    Entre ambos polos se pueden situar todas las escuelas que toman como punto de referencia la IAP.

    En un polo se sitúa la tradición pragmática?operativa, iniciada con Dewey en el campo de la educación y por Lewin en el área de la psicosociología, a quienes se considera iniciadores de la investigación?acción en Estados Unidos. Históricamente estas corrientes surgieron en el contexto de la gran depresión (1929), al descubrirse que las "relaciones humanas" y la "participación democrática en la escuela y en la sociedad" eran métodos más adecuados ?que el taylorismo y el control rígido de la población? para garantizar la productividad de las empresas y la integración social de los individuos30. En este caso la participación no es más que un método para la resolución de problemas grupales o institucionales que se define como un "proceso continuo de planificación, acción, evaluación y vuelta a empezar", pero ceñido a prácticas sociales concretas, sin un análisis de sus relaciones con el conjunto del sistema social y, por tanto, sin alternativas globales. Con este enfoque la investigación?acción se aplicó exitosamente a la gestión de empresas comerciales e incluso fue utilizada para la preparación de operaciones militares durante la segunda guerra mundial.

    Como señala Thirion, "el pragmatismo no crítico de Dewey y Lewin se dejó absorber por el modelo operativo: la preocupación por la eficacia ganó sobre el debate democrático"31. En el mismo sentido cabe interpretar la política de desarrollo de las comunidades indígenas propiciado por Gran Bretaña en sus colonias en los años 40 y 5032 o los proyectos de Acción? Investigación promovidos por la Unión Europea en el marco de los Programas de Lucha contra la Pobreza33.

    En el polo contrario encontramos una tradición crítica?implicativa que propugna la investigación?acción a partir de un rechazo global del "status quo" existente en la sociedad (desigualdades, procesos de exclusión, elitismo político y económico, etc.) y como una vía, entre otras, de liberación social. Este enfoque se asocia a la ideología tradicional de la izquierda, si bien como práctica concreta de "investigación participante" ha surgido posteriormente, a partir de las insuficiencias y contradicciones del planteamiento pragmático34 y en contextos de crisis o quiebra social. En América Latina la etapa más pujante tuvo lugar entre mediados de los años 60 y 198035 y en Europa mayo del 68 desencadenó diversas escuelas de intervención social directa o indirectamente relacionadas con la IAP: análisis institucional de René Lourau y Georges Lapassade, Crítica Institucional y Creatividad Colectiva de Michel Seguier, sociopsicoanálisis de Gérard Mendel, sociolog permanente de Alain Touraine, etc.36.

    A partir de fines de los años setenta se produce en España una lenta introducción de estas tendencias y, aunque su influencia es marginal y sus aplicaciones escasas, el concepto de "investigación participante" ?con la polisemia ya descrita? tiene cada vez mayor audiencia37 y existen algunas aportaciones teóricas de interés, entre las que destaca la de Jesús Ibáñez, catedrático de Tecnicas de Investigación Social en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense y principal representante de la llamada escuela cualitativa madrileña. En varias de sus obras38 apunta la posibilidad de establecer una ruptura metodológica en relación a las técnicas cuantitativas y cualitativas a través de la "perspectiva dialéctica", que ejemplifica en el socioanálisis y la IAP. El cuadro adjunto esquematiza las tres perspectivas de la investigación social (distributiva, estructural y dialéctica) y distingue en cada una de ellas el nivel epistemológico o estratégico (para qué y para quién se interviene), el metodológico (en qué plano se sitúa el alcance de la intervención) y el tecnológico (cómo se desarrolla con concreto).

     

     

    Si aplicamos este cuadro al área de la política social, podemos extraer tres escenarios posibles de intervención, que se corresponden con las tres perspectivas de investigación social:

    1) Perspectiva distributiva. La intervención se plantea desde una relación asimétrica y jerarquizada entre los asistentes (políticos, profesionales y voluntarios) y los asistidos (sectores marginados). La población carencial no tiene autonomía y debe acoplarse a los dictados y prescripciones de quienes están dotados de autoridad para decidir sobre las "necesidades" que deben plantearse y sobre las formas legítimas de satisfacerlas (técnica de encuesta, que incluye tanto las preguntas como las respuestas válidas).

    Esta forma de intervención sería la característica del "capitalismo de producción", en expresión de J. Ibáñez, cuando la actuación sobre los marginados se parecía a la "doma" de caballos salvajes que había que domesticar o civilizar de manera autoritaria39.

    2) Perspectiva estructural. En este caso la relación entre asistentes y asistidos adopta una simetría táctica pero dentro de una asimetría estratégica. Es decir, se buscan fórmulas de aproximación, diálogo y participación de los sectores marginados pero siempre que sea dentro de un orden y unos límites diseñados desde arriba (el grupo de discusión "abre para cerrar": permite expresarse libremente a los participantes en un marco artificial, que luego no tiene continuidad en la vida real, mientras el discurso recogido es analizado por el investigador y aprovechado por el cliente que ha financiado la intervención). Esta sería la forma de intervención típica del "capitalismo de consumo" donde la actuación sobre los marginados se parecería a una "danza" en la que los usuarios se mueven continuamente al son de los reclamos y discursos llegados del exterior. En lugar de la represión aparecen nuevas formas de regulación más sutiles que incluyen una revalorización de las alternativas comunitarias frente a las medidas de internamiento, la desprofesionalización mediante la ayuda mutua y el voluntariado social, la introducción de tratamientos psicosociales como alternativa al castigo, etc.40.

    3) Perspectiva dialéctica. Plantea una relación simétrica entre los diversos agentes sociales liberando el decir y el hacer de los sectores habitualmente excluidos. La asamblea y sus múltiples manifestaciones, entre ellas la IAP, proporciona a los participantes en el proceso una vía de reflexión y acciòn que les puede permitir una toma en consideración autónoma de la génesis de sus necesidades, así como construir aquellas formas de vida e inserción social que consideren más acordes con sus intereses. Siguiendo con las metáforas, la perspectiva dialéctica permitiría la emergencia de un sujeto en proceso capaz de "salir del laberinto del discurso (establecido) al articular en un campo de conocimiento las dimensiones micro y macro de lo social"41.

    Jesús Ibáñez mantuvo esta línea de análisis durante más de veinte años ?hasta el momento de su prematura muerte? si bien desarrolló poco las implicaciones y eventuales aplicaciones de la perspectiva dialéctica42. Villasante, tomando como base las tres perspectivas de nuestro Esquema , añade una cuarta ("práxica") que plantea una asimetría táctica (por ejemplo, siendo los técnicos los principales ejecutores del proceso, a partir de una demanda negociada con los destinatarios) con vistas a lograr una simetría estratégica43. En nuestra opinión, más que una cuarta perspectiva, lo que se propone es una mezcla de los niveles planteados por IBÁÑEZ.

     

    4. El sujeto de la IAP como "sujeto en proceso"

    En los próximos apartados vamos a detenernos en cuatro momentos o dimensiones centrales de la IAP, que frecuentemente plantean problemas de aplicación: la articulación del sujeto colectivo, la definición del objeto, los procedimientos o técnicas adecuadas de trabajo y la evaluación. A primera vista estos asuntos se pueden entender como etapas sucesivas de una intervención, pero ello es en parte engañoso: aunque el sujeto y el objeto de un proceso de IAP se constituyen principalmente en las primeras etapas, se mantienen después en continua evolución, dando lugar a nuevas articulaciones; del mismo modo, los procedimientos prácticos de la IAP son instrumentos de los que se echa mano en cualquier momento y la evaluación no se corresponde con las etapas avanzadas del programa sino que debe estar presente en todo el recorrido44.

    El primer paso que se plantea en la IAP es delimitar quiénes son las personas e instituciones que van a tomar parte activa en los procesos de reflexión y en la toma de decisiones. El criterio es claro: el sujeto principal deben ser las personas afectadas por los problemas a abordar pero sin que éstas queden desgajadas o aisladas de las redes económicas, políticas y culturales que están en el origen de sus problemas (y sobre las que es preciso intervenir). Se quiere evitar el sesgo profesionalista, que limita la competencia a los "técnicos", pero también el sesgo basista, que hace de "la base" el único criterio de validación y tiende a demonizar las aportaciones técnicas y las necesarias mediaciones organizativas.

    La propuesta de iniciar un proceso de IAP puede provenir de cualquiera de los agentes implicados, ya sea de la población carencial, de los profesionales y voluntarios de la política social o de cualquier otra entidad. La dificultad estriba en extender la demanda hasta llegar a constituir un sujeto colectivo lo más amplio y representativo posible, donde los afectados por los problemas tengan el mayor protagonismo. Más que de un sujeto perfectamente definido desde el principio, se trata de un sujeto en proceso que se transforma y refuerza a medida que avanza la IAP o, al menos, ése es uno de sus objetivos estratégicos.

    En sus primeras fases de desarrollo este "sujeto en proceso" tiene como eje principal a un Grupo Promotor o coordinador (GP) quien, mediante asambleas periódicas de carácter abierto, se encarga de animar, diseñar y evaluar las tareas que se realizan. El GP está integrado principalmente por personas del colectivo afectado y también pueden formar parte de él profesionales y voluntarios deseosos de participar a ese nivel de máxima implicación. En torno al GP se debe aglutinar la mayoría posible de la población afectada, que puede presentar diversos grados de participación, incluyendo la indiferencia, la pasividad y hasta la oposición activa al proyecto; además, están las instituciones públicas y privadas del contexto social donde se inscribe la IAP, así como los técnicos y demás personas de quienes se puede requerir una colaboración específica. Si recordamos la forma piramidal y jerarquizada que suele adoptar la relación entre los agentes en los programas habituales de política social45, la composición del grupo promotor podría parecerse a una esfera escorada hacia la base de la pirámide, con la superficie porosa para asegurar la transparencia hacia el exterior, y donde todos los participantes gozan de un estatuto de igualdad (ver Gráfico 2).

     

     

    La extensión de la demanda en las primeras fases de la IAP incluye dos pasos diferenciados:

    1) determinar quiénes son las personas, colectivos e instituciones implicadas en el asunto a las que se quiere incorporar; y

    2) efectuar los contactos oportunos para implicarlos en el proceso. Lo primero se puede hacer a partir de la experiencia de los participantes46 o abriendo una fase de sucesivos contactos ?unos te llevan a otros?47, pero a veces se exige un estudio previo más sistematizado de las redes sociales que atraviesan una determinada problemática social48. En principio, el criterio es ofrecer a todos los afectados la posibilidad de participar, sin excluir a nadie, si bien con frecuencia aparecen intereses enfrentados, relaciones deterioradas o problemas de acceso a algunos colectivos, etc. que inducen a los promotores a no contar con ellos.

    En cuanto a la forma de hacer la invitación, caben muchas fórmulas. La más habitual, que se aplicó en los tres programas antes citados, es visitar personalmente a los representantes del colectivo que se quiere invitar a fin de explicarles la idea, solicitar sugerencias y ofrecerles la posibilidad de varias formas de cooperación (por ejemplo, formar parte del GP, constituirse en "grupo de apoyo", aportar trabajadores voluntarios o recursos económicos, asesorar en temas específicos, etc.). El contenido de la propuesta se puede apoyar, como ocurrió en los proyectos de Los Geranios y +60, mediante un documento escrito donde se recogen brevemente las ideas básicas del proyecto, incluyendo una invitación expresa a debatir su contenido en asambleas y mesas de trabajo con todas las personas interesadas.

    Los dos pasos descritos para extender la demanda conviene hacerlos tomándose todo el tiempo necesario pues son decisivos para que el proceso de IAP sea realmente participativo e implique a los interesados. En este sentido, es muy importante que los colectivos invitados no se encuentren con un proyecto "acabado" sino con una idea básica que entre todos tienen que elaborar, o quizás replantear o incluso echar atrás, a partir de su propia experiencia. En lugar de líderes "visionarios" con una percepción muy clara de lo que quieren y con gran capacidad de arrastre, lo que se precisa en esta primera fase es un núcleo de personas dispuestas a escuchar y compatibilizar en un proyecto común las necesidades más sentidas por la población afectada (incluyéndose ellos mismos).

    Entre los diversos agentes ?y a veces también al interior de cada uno de ellos? se producen interferencias que dan lugar a tensiones e inevitables conflictos cuyo ámbito de resolución en un proceso de IAP es la disposición al análisis y al autoanálisis por parte de todos, hasta llegar a pactos razonables (lo que no siempre se produce, evidentemente).

    Destacamos a continuación algunas de las tensiones más frecuentes, a la vez que sugerimos formas de resolución que estimamos coherentes con el enfoque de la IAP:

    ? Entre el GP y el colectivo mayoritario de afectados se suelen producir procesos de elitización (por parte del GP) y de mutua estigmatización por parte de ambos (la mayoría acusa al GP de perseguir intereses personales y el GP acusa a la mayoría de adoptar actitudes cómodas y egoístas). Para evitar estos peligros, el GP debe procurar la mayor transparencia informativa hacia el colectivo afectado y potenciar todos los cauces posibles de participación e implicación. Así mismo, el GP debe analizar los acontecimientos que se producen en estas relaciones ya que pueden ser reveladores de diferentes planteamientos, expectativas y formas de comunicación que es preciso tener en cuenta como un componente central de la IAP.

    ? Entre el GP y los técnicos y colaboradores externos se produce a veces el solapamiento del GP cuando los técnicos y colaboradores externos toman continuamente la iniciativa y/o tienden a resaltar que ellos poseen un saber superior.

    Esta actitud prepotente se suele imponer sin mayores dificultades en los grupos iniciales poco consolidados, impidiendo su afianzamiento como sujeto autónomo. El GP debe ser siempre consciente de su posición central en un proceso de IAP, estando dispuesto a aprovechar los recursos humanos procedentes del exterior pero sin dejarse invadir o manejar por ellos. A su vez, los profesionales y voluntarios llegados de fuera deben respetar y alentar el protagonismo de la población afectada, apoyando sus iniciativas, pero sin adelantarse a ellas, y aportando sus ideas y críticas, pero sin pretender imponerse.

    ? Entre el GP y las instituciones de gestión de lo social se plantean problemas semejantes a los que acabamos de describir. El criterio de la IAP es aprovechar los recursos materiales y humanos de las redes institucionales ?públicas y privadas? pero velando siempre para que ello no limite o anule ?mediante fórmulas de cooptación? la independencia y el protagonismo central del colectivo afectado.

    ? Al interior del GP son también frecuentes las diferencias derivadas de la diversa posición social de los participantes y de las motivaciones que les inducen a participar en la IAP. Por ejemplo, junto a los afectados puede haber técnicos y voluntarios venidos de fuera que forman parte del GP y reproducen los problemas planteados más arriba. Así mismo, entre los afectados caben diversas motivaciones y expectativas, así como planteamientos contrapuestos en torno a cómo estructurar y contrapesar las ? inevitables? relaciones de liderazgo dentro del grupo. La fórmula para abordar exitosamente todo esto es el autoanálisis permanente y abierto entre los participantes, dando una importancia central al diagnóstico colectivo y consensuado de las necesidades y de la forma de abordarlas. El GP no puede quedar excluido del campo de estudio sino que, desde el principio, debe asumir el compromiso de analizar los conflictos que se producen como un elemento más, y no secundario, del proceso de investigación puesto en marcha.

     

    5. Los fines y objetivos de la IAP

    El primer paso para que el "sujeto en proceso" delimite su identidad se produce al intentar definir colectivamente la problemática que se quiere abordar y decidir entre todos los primeros objetivos de acción que se van poner en marcha. Esto se puede producir de muy diversas maneras, la más sencilla es iniciar un proceso de debates abiertos y de contrastación con informantes cualificados a partir de una primera propuesta ?verbal o escrita? planteada por el grupo promotor de la idea. Este trabajo se puede desarrollar en dos etapas, una primera centrada en definir la necesidad sentida por la población así como los motivos por los que se quiere iniciar el proceso, y otra para determinar cómo se puede desarrollar en concreto la IAP o, al menos, cuáles son las primeras acciones que se van a emprender. Al término de este proceso, como se hizo en el Proyecto +60, conviene convocar una asamblea general, lo más 18 amplia y participada posible, a fin de expresar simbólicamente el carácter abierto, colectivo e independiente del proyecto que se quiere emprender.

    Existen fórmulas más complejas que la anterior que pueden ser de especial interés para facilitar la participación en profundidad de algunos colectivos con mayor motivación o que ya están organizados y les es más fácil entrar en un proceso sistemático de reflexión. Exponemos a continuación algunos de ellos:

    ? Diagnóstico participativo de necesidades: con el apoyo de un animador experimentado, un colectivo amplio de personas (el número ideal es en torno a 50, trabajando en asamblea y en grupos de diez) reflexiona intensivamente sobre cómo satisfacen sus propias necesidades y sobre cómo las podrían satisfacer (el método proporciona un cuadro con casillas correspondientes a nueve necesidades humanas fundamentales). El propósito es llevar a los participantes a un análisis en profundidad sobre cómo organizan su vida con vistas a encontrar vías de solución para los problemas detectados más importantes (estas vías se pueden convertir en objetivos consensuados de la IAP, a desarrollar en etapas posteriores). Esta técnica, aplicada con éxito en diversos países y grupos sociales, se basa en un enfoque del concepto de necesidad que destaca tanto el aspecto de carencia como sus potencialidades transformadoras49.

    ? Tabla de invención: apoyado también en un animador experto, un grupo de personas trata de organizar sus opiniones y juicios en torno a un tema o temas en los que están interesados; para ello, se parte de una tabla de doble entrada donde se hace referencia a los principales agentes implicados en el tema en cuestión y a las condiciones del entorno. A partir de una reflexión sistemática de cada cruce de la tabla, lo que se persigue es consensuar el núcleo generador y los principales objetivos de un proceso de IAP. La "tabla de invención" era utilizada por algunos oradores griegos para organizar sus pensamientos cuando hablaban en público sin recurrir a anotaciones. Se trata también de una técnica bastante utilizada, sobre todo en el campo de la educación(50).

    ? Conocimiento del medio: reflexión grupal, también apoyada en animadores expertos, que persigue reconstruir las condiciones del entorno de un colectivo profundizando en tres niveles: económico, socio?político y cultural; se trata de rellenar un esquema con casillas vacías a partir de las experiencias y aportaciones de los miembros de la comunidad y con el fin de obtener un cuadro global organizado y compartido por todos. Esta técnica es muy flexible para adaptarse a diferentes tipos de agrupación y ha sido probada en muchas partes del mundo51.

    En las tres fórmulas descritas se requiere la presencia de "animadores" que tengan experiencia en este tipo de procesos de reflexión colectiva. Aunque no son siempre necesarios, la práctica indica que en las primeras etapas de un proceso de IAP el impulso de la animación es bastante útil (no necesariamente de un animador individual, puede ser un rol compartido). La tarea de animación requiere entrenamiento para plantear en su momento las preguntas adecuadas (no hay que tener todas las respuestas y por ello no se necesita un experto en el sentido académico) y para desbloquear los atascos habituales de los grupos. El animador trata de crear un clima propicio para que los participantes participen activamente y aprendan a trabajar los conflictos que inevitablemente suelen surgir. Entre otras cosas, procuran introducir dinámicas de grupo que divierten al grupo, ensanchan el campo de su imaginación y favorecen una reflexión cada vez más ampliada de los asuntos que se quieren abordar, hasta obtener un conocimiento compartido de los contextos que condicionan la vida cotidiana y explican los problemas que se padecen. Es aconsejable que, cualquiera que sea el que desarrolle el papel de animador, se clarifique bien desde el principio. No se precisa ni un tutor omnipresente ni un árbitro desimplicado del programa.

     

    6. Técnicas y procedimientos para impulsar la IAP

    El procedimiento más propio de la IAP es la asamblea donde todos los implicados pueden aportar como iguales su respectiva experiencia. La asamblea implica autogestión frente a las diversas formas de poder, tutela o liderazgo que mantienen a la mayoría del grupo en posición de dependencia y pasividad. De hecho el modelo organizativo de cualquier proceso de IAP suele ser la asamblea, ya sea porque esa es la forma de funcionamiento habitual del colectivo en cuestión52 o porque se establece como meta ideal a conseguir en el futuro después de un itinerario de formación y emancipación. Esta situación es la más frecuente en los procesos de IAP que tienen lugar en el contexto español debido a que las relaciones sociales suelen estar mediadas por dispositivos de delegación institucional (dirigentes con atributos de poder sobre las mayorías), excelencia profesional (técnicos que se atribuyen el "saber hacer" en relación a los demás) o liderazgo informal, que tienen por efecto inhibir la responsabilidad de las personas particulares en la resolución colectiva de los problemas que les afectan. Por otra parte, hay que procurar formas de participación que sean efectivas para los fines que se persiguen y, en ese sentido, evitar los peligros de la asamblea, que se puede convertir en un mero rito, es manipulable, se presta a la improvisación, etc. (Si se repiten muchas sin efectividad, pueden tener un efecto desmovilizador). En todo caso, quienes inician un proceso de IAP suelen ser conscientes de que deben buscar la máxima participación del colectivo implicado y que, para eso, la asamblea es el sistema al que hay que tender, pero sin renunciar a otras fórmulas complementarias de gestión y participación53.

    Un proceso de IAP aplicado a la política social no sólo pretende solucionar problemas particulares sino dejar un poso de capacitación y autoorganización en el colectivo que lo lleva a cabo. En este sentido, todas las acciones que se desarrollan contando con los implicados (con ellos y desde ellos, no sólo para ellos) tienen un efecto emancipador y de toma de conciencia a más largo plazo. Pero, además, como subraya el equipo CLAVES, es posible introducir herramientas de autoformación grupal: "tiempos y espacios para que los miembros de un colectivo compartan sus ideas, conocimientos y experiencias; piensen juntos; busquen y analicen informaciones sobre las cuestiones que les interesen; evalúen sus prácticas para aprender de los aciertos y errores, etc."54. El principio en que se basa esta forma de aprendizaje es que todos sabemos algo (tenemos ideas, conocimientos previos, experiencias) y a partir de eso podemos aprender cosas nuevas. para ello, se estimula la reflexión colectiva haciendo referencias a la realidad cotidiana de los participantes en el grupo y aprendiendo unos de otros55.

    Para abordar sus objetivos de investigación, la IAP utiliza de prestado todas aquellas herramientas y procedimientos de recogida y análisis de información que estén a su alcance, si bien en su aplicación trata de imprimirles su peculiar filosofía de participación y transparencia. Así, un criterio básico de los procesos de investigación que se pongan en marcha es aprovechar los recursos existentes en la propia comunidad, delegando sólo en técnicos externos aquellas tareas que el colectivo afectado no sea capaz de hacer por sí mismo (y en tanto sea capaz de ello56). Otro criterio es difundir ampliamente los resultados de los trabajos de investigación, de manera que retroalimenten la capacidad de análisis de la mayoría, no sólo de los grupos ya concienciados57.

    Con los criterios anteriores un proceso de IAP puede aprovechar fuentes de información secundaria o utilizar aquellas técnicas cualitativas y cuantitativas que mejor se adapten a sus intereses. En este aspecto es importante conocer y saber para qué sirven las diversas prácticas de investigación, no utilizándolas indiscriminadamente (por ejemplo, hay quien cree que las encuestas valen para todo58. A continuación, vamos a referirnos brevemente a algunos procedimientos concretos de investigación, distinguiendo aquellos que se pueden realizar y los que normalmente exigen la participación de profesionales preparados:

    1. Búsqueda y recogida de documentación: lo más habitual es que en cualquier asunto que se quiera abordar en un proceso de IAP existan fuentes de información (estadística, documental, bibliográfica, etc.) que puedan ser útiles para contextualizar el tema o bien por que recogen experiencias anteriores de las que se aprender59.

    2. Visitas a informantes cualificados: con el fin de que aporten sus conocimientos sobre los asuntos que se quieren abordar. Esto también es fácil de llevar a cabo por personas sin especial preparación60.

    3. Estudio de redes: persigue explorar cuáles son las principales redes y nudos de relación social que atraviesan o influyen en el colectivo afectado. Este estudio debe incluir tanto las instituciones formales como los espacios de relación y el liderazgo informal. El momento más oportuno para ello es la fase inicial de la IAP a fin de implicar a todos los interesados pero también es muy útil para situar la información obtenida y devolverla adecuadamente61.

    4. Observación participante: sirve para conocer y profundizar en torno a las costumbres, los sistemas de valores y los comportamientos de un grupo humano diferente del propio y sobre el que no se dispone de información fiable. La aplicación consiste en compartir las actividades y ocupaciones del colectivo que se quiere investigar, tomando nota de lo que se observa y sacando después grupalmente las conclusiones oportunas. Esta técnica ha sido muy utilizada por los antropólogos pero su aplicación flexible puede ser muy útil para personas sin especial preparación que hayan tomado como objetivo de la IAP conocer mejor desde dentro colectivos distintos del suyo62.

    5. Historias de vida: son entrevistas orientadas a conocer la historia o biografía de aquellas personas que sean representativas o típicas de los sectores que interesa investigar. La clave de una buena aplicación es que el entrevistado ofrezca sus puntos de vista sin dirigirle excesivamente con pregunta. Cuando la entrevista se limita a un aspecto particular de la biografía, se llama "entrevista focalizada". En ambos casos conviene grabar la entrevista en magnetofón y luego transcribirla para analizarla mejor63.

    6. Análisis de contenido: se orienta a analizar los materiales escritos o audiovisuales producidos por un colectivo que se quiere estudiar. Son materiales frecuentes las cartas, las autobiografías, los medios de comunicación, las canciones y los cuentos, etc. Las formas de análisis varían mucho, siendo su objetivo sacar conclusiones mediante la identificación sistemática de las características específicas de los textos o documentos64.

    7. Grupos de discusión: sirven para explorar y estructurar las opiniones, actitudes y orientaciones ideológicas de un sector de población. Se trata de una técnica elaborada en España que ha tenido una notable difusión y efectividad. Para aplicarla, se reúne a un grupo de 6 a 10 personas representativas de un colectivo y se les invita a expresarse libremente, como en una tertulia, sobre el tema general que nos interesa investigar. La reunión se graba, se transcribe y se analiza después sistemáticamente (análisis del texto: lo que dicen; y del contexto: por qué lo dicen). Se trata de una técnica que requiere especial preparación, sobre todo en la fase del análisis65.

    8. Grupos focalizados: técnica utilizada en los países anglosajones, semejante en su forma de aplicación a los grupos de discusión pero con un análisis posterior más simple ya que tiene otra concepción del lenguaje (se queda en lo manifiesto) y de la psicología (no se tienen en cuenta contenidos reprimidos). Tras realizar la reunión, se escucha la grabación, si es preciso varias veces, a fin de extraer conclusiones sobre cómo se sitúa el grupo ante los temas que interesan en la investigación66.

    9. Grupos nominales: este procedimiento persigue llegar a establecer, de forma participativa, acuerdos o consensos entre personas que saben de algún asunto. Tras reunir a estas personas se les invita a debatir abiertamente la cuestión y después cada una establece por escrito los aspectos o prioridades que considera más relevantes; en una segunda fase, se parte de la lista de cuestiones escogidas y se abre un nuevo debate tras el que se vota el orden de prioridades definitivo. Cuando esta técnica sólo se aplica a nivel individual, por ejemplo mediante cartas sucesivas, hasta establecer un consenso de prioridades, se llama "técnica Delphi"67.

    10. Grupos triangulares: sirven para conocer los puntos de vista y las expectativas de aquellas personas que representan nuevas tendencias o formas de liderazgo en un colectivo. Se aplica a aquellos personajes que se muestran mas significativos o novedosos (tres o cuatro) del sector social que se quiere estudiar. El análisis es similar al de los grupos de discusión68.

    11. Encuesta estadística: en sus diversas modalidades es sin duda la técnica más utilizada en la investigación social y también, probablemente, en los procesos de IAP, por lo que le vamos a prestar mayor atención. En principio, la encuesta convencional69 es un procedimiento contrario a un planteamiento participativo: el entrevistado sólo puede responder sobre aquello que se le pregunta y debe acomodar sus respuestas y alternativas preestablecidas, siendo inútil que trate de explicar su punto de vista (si lo hace, no se le tendrá en cuenta); por supuesto, el entrevistador no informa al entrevistado sobre quién es el cliente de la encuesta o cuáles son los fines que éste persigue. Sin embargo, en los movimientos sociales de base la encuesta suele utilizarse como instrumento no sólo de recogida de información sino de participación y movilización de los colectivos a los que se dirige. Para ello se intenta desbordar el marco de las encuestas convencionales en diversos sentidos: no sólo se hacen preguntas (con frecuencia de respuesta libre, para que el entrevistado se puede explayar) sino que se informa a éste y, eventualmente, se le invita a participar en otros actos (actividades de la asociación, asambleas para informar de los resultados de la encuesta, etc.); el entrevistador sabe muy bien el fin que se persigue y se lo explica al entrevistado, lo que permite entablar un diálogo abierto con él. Para la IPA la técnica de encuesta, utilizada en un proceso de IAP, puede ser útil para algunos objetivos, pero inútil y hasta perjudicial para otros, por lo que conviene hacer las siguientes precisiones:

    a) El nivel de la realidad social que cubre la encuesta se limita a recoger datos característicos de las personas a las que se aplica (como la edad, sexo, profesión, etc.), a sondear comportamientos (si hace tal cosa, a quién vota, etc.), y a captar su opinión y actitud en torno a los temas fijados en el cuestionario. Por tanto, mediante la encuesta se accede a un nivel de la realidad social (el delimitado por la posición de los individuos, tomados uno a uno), pero "la" realidad social que se quiere abordar normalmente es más amplia: por ejemplo, en el caso de la pobreza, ésta no se puede explicar sólo a partir de los individuos pobres sino que hay que tener en cuenta su contexto familiar y laboral, la política económica y de prestaciones sociales, la opinión pública en torno a la pobreza, etc., y estas cosas hay que trabajarlas por otros métodos: historia y cultura de origen; economía laboral, ideologías sociales, etc. Si la investigación se limita a una encuesta, cabe el peligro de reducir la problemática del pobre a factores subjetivos (es que piensa así, tiene estas limitaciones, no aprovecha las ayudas, etc.).

    b) El diseño del cuestionario: es un momento decisivo porque delimita los temas que se van a tratar (y por tanto los que se dejan fuera) así como la forma en que tales temas van a ser tratados (preguntas cerradas, abiertas, royectivas, etc.). Se dice, en este sentido, que la encuesta es una técnica cerrada, no descubre nada sino que se limita a cuantificar la distribución de los asuntos que previamente se han introducido en el cuestionario. Para acertar en la elección y forma de presentación de los temas hay que conocer con antelación las coordenadas básicas del colectivo y/o problemática que se quiere abordar, lo que implica normalmente un estudio exploratorio previo, normalmente a través de bibliografía, entrevistas con informantes cualificados y, sobre todo, mediante técnicas cualitativas. Las encuestas que se aplican desde movimientos y programas de base se diseñan frecuentemente a partir de las opiniones y conocimiento del tema de los propios animadores, con lo que se puede acertar pero también pueden colarse tópicos y prejuicios que no se corresponden con la problemática sentida por el colectivo a encuestar o bien olvidarse de aspectos que se hubieran tenido en cuenta en el caso de haber realizado una fase previa de exploración.

    c) La aplicación del cuestionario: normalmente se exige a los entrevistadores que se muestren "neutrales", sin introducir sus puntos de vista ni extenderse en conversaciones al margen del cuestionario; de este modo, se persigue que el entrevistado no se sienta condicionado por la presencia del entrevistador. En las encuestas aplicadas desde una perspectiva de IAP, sin embargo, se pretende informar e implicar al entrevistado, lo que tiene el peligro de que éste se vea condicionado en sus respuestas, perdiendo objetividad. Para salir al paso de este problema, convendrá dividir la aplicación del cuestionario en dos partes: una primera en que el entrevistador se mostrará neutral, recogiendo fielmente las características y opiniones de los entrevistados, y otra segunda en que podrá introducir informaciones, puntos de vista y cualquier forma de conversación que favorezca la comunicación e implicación del entrevistado.

    d) Fiabilidad de los resultados: en el uso convencional de la técnica de encuesta es fundamental asegurar la fiabilidad de los resultados, es decir, lograr un alto nivel de confianza en que la muestra de personas encuestadas (que suele ser una parte pequeña de la población a investigar) sea representativa del conjunto. Para ello se utilizan técnicas de muestreo, que se basan en el cálculo de probabilidades a través del azar: hay más garantía de acertar si los entrevistados se escogen aleatoriamente, bien sea a partir de las listas censales o de los portales de las casas, etc. En el caso de las encuestas aplicadas como investigación?acción, puede seguirse algún criterio de muestreo, o bien se puede preferir encuestar sólo a determinadas personas (por ejemplo las que acuden a la sede de la asociación o programa, etc.); esto último puede ser más fácil y hasta lo más conveniente para otros fines, pero no asegura la representatividad de la muestra.

     

    7. Evaluación permanente y participativa

    La evaluación de programas sociales se ha ido introduciendo en España desde mediados de los años ochenta, acercando las aportaciones que autores y escuelas externas venían elaborando desde los años sesenta70. En general, la evaluación trata de emitir juicios sobre la adecuación y eficacia del programa en relación a los fines que se proponen y, para ello, recoge y analiza la información disponible en torno al diseño, el desarrollo y los resultados del mismo. Actualmente los mecanismos de evaluación se suelen introducir a lo largo del programa a fin de que sirvan para mejorar las cosas sobre la marcha, no sólo como verificación a posteriori. Cuando todos o la mayoría de los miembros del programa intervienen en la evaluación, no sólo los líderes o técnicos externos, obtenemos el tipo de evaluación propio de la IAP71. No sólo se trata de valorar las cosas que se hacen sino el papel desempeñado por las personas y colectivos implicados ya que, como vimos, la predisposición a "analizar" y a "ser analizados" constituye un criterio consustancial a la IAP.

    Con frecuencia la evaluación tiene lugar espontáneamente como parte de la reflexión colectiva que acompaña a las sucesivas etapas de la IAP. Por ejemplo, en las reuniones periódicas de la asamblea o del GP no sólo se coordinan las tareas sino que se evalúa lo ya hecho, se discuten propuestas y se toman las decisiones oportunas. Sin embargo, otras veces esto no basta y conviene sistematizar la evaluación e incluso, eventualmente, contar con profesionales externos que colaboren en esa tarea72.

    Teniendo en cuenta las líneas básicas de la IAP, podemos esquematizar algunos temas de evaluación que, en nuestra opinión, son más importantes (ver Cuadro 2).

     

     

    Notas

    * Conferencia. Encuentro de la Consejería de Juventud. Córdoba, junio de 2003.

    1. Ver, por ejemplo LAS HERAS, P. y CORTAJERENA, E., Introducción al bienestar social, Siglo XXI, Madrid, 1985, págs. 28?31; y CASADO, D., Introducción a los servicios sociales, Ed. Popular, Madrid, 1995, págs. 55?70.

    2. El referente teórico por excelencia de este tipo de enfoque lo suministra MASLOW, A., Motivación y personalidad, Sagitario, Barcelona, 1975.

    3. Ver, por ejemplo, BRADSHAW, J., "Una tipología de la necesitat social", en Instruments de Prospecció de Serveis Sociales, Nº 1, Generalitat de Catalunya, Barcelona, 1983.

    4. Varias posibilidades se ofrecen en THAYER, R., "Com mesurar les necessitats en els Serveis Socials", en Instruments de Prospecció de Serveis Sociales Nº 2, Generalitat de Catalunya, Barcelona, 1983. Otra propuesta en el artículo de ALONSO TORRENS, J., "La investigación sociológica en la planificación de los Servicios Sociales", en Documentación Social Nº 64, 1986, págs. 61?84.

    5. Las limitaciones de la encuesta para captar valores, actitudes y opiniones están analizadas, para un caso práctico, en CARDÚS, S., y ESTRUCH, J., Les enquestes a la joventut de Catalunya, Generalitat de Catalunya, Barcelona, 1984. Una aproximación de mayor alcance teórico es la de IBÁÑEZ, J., Más allá de la sociología, Siglo XXI, Madrid, 1979.

    6. COLECTIVO IOÉ, "Investigación?Acción Participativa. Introducción en España", en Documentación Social, Nº 92, 1993, págs. 59?69.

    7. GAULEJAC, V., BONETTI, M. Y FRAISE, J., L?ingénierie sociale, Syros?Alternatives, Paris, 1989, pág. 36.

    Ver también CASTEL, R., La gestion des risques, Minuit, Paris, 1981.

    8. Sergio Moscovici ha estudiado estas relaciones en Psychologie des minorités actives, PUF, Paris, 1979.

    9. Concepto utilizado en O?CONNOR, J., Crisis de acumulación, Península, Barcelona, 1987.

    10. Ver GARCÍA ROCA, J., "Metodología de la intervención social", en Documentación Social Nº 69, octubrediciembre 1987, pág. 51.

    11. DEMO, P., Investigación participante. Mito y realidad, Kapelusz, Buenos Aires, 1985, págs. 51?71; PARK, Peter, "Qué es la investigación?acción participativa. Perspectivas teóricas y metodológicas", en SALAZAR, M.C., La Investigación Acción Participativa. Inicios y desarrollos, Ed. Popular, Madrid, 1992, págs. 135?174; y GABARRÓN, L.R. y HERNÁNDEZ, L., Investigación participativa, CIS, Madrid, 1994, págs. 23?44.

    12. Desde mediados de los años setenta hemos colaborado en procesos de IAP promovidos en diversos barrios de Madrid (Puerta del Angel, 1974?80; Nuevas Palomeras, 1986-90; Sandi 1988; Prosperidad, 1993?94) y en el barrio del Gurugú (Badajoz, 1990?91). En el área del desarrollo comunitario con un enfoque de IAP, hemos asesorado al equipo de educación de adultos de la Mancomunidad del Cerrato (Venta de Baños, Dueñas, Villamuriel y Tariego, 1986?87), a la iglesia diocesana de Albacete (1986?87), al Colectivo GRANC (Gerona, 1995) y al programa de inmigrantes de Cáritas Española.

    13. René Lourau solía decír que el socianálisis había cumplido su función cuando el grupo?cliente echaba a los sociólogos. Esta era la señal de que los "destinatarios" iniciales de la intervención eran capaces de autogestionar sus problemas. Ver LOURAU, R., L?analyse institutionnelle, Minuit, Paris, 1970.

    14. Orlando Fals Borda abordó todos estos asuntos, por encargo de la O.I.T., a partir de cinco experiencias de IAP en el medio rural de México, Colombia y Nicaragua. Especialmente alude en su libro a las tensiones que se producen "entre bases y activistas" (concepto en el que incluye a los profesionales y voluntarios colaboradores) y a los problemas relacionados con los niveles del lenguaje, que hay que saber usar apropiadamente (desde el nivel "ágrafo", basado exclusivamente en imágenes y símbolos, hasta el conceptual y teórico para cuadros avanzados e intelectuales). FALS BORDA, O., Conocimiento y poder popular, Siglo XXI?Punta de Lanza, Bogotá, 1985.

    15. Concepto central de Pablo Freire con el que quería expresar la íntima vinculación existente entre la toma de conciencia de las propias raíces y las posibilidades de transformación. Ver FREIRE, P., Pedagogía del oprimido, Siglo XXI, México, 1983.

    16. Stephen Kemmis y Robin McTaggart exponen el contenido de estos cuatro "momentos" de la IAP y proponen fórmulas concretas para aplicarlos. Ver KEMMIS, S. y McTAGGART, R., Cómo planificar la Investigación? Acción, Laertes, Barcelona, 1992.

    17. Manfred A. Max?Neef opina que el problema de la articulación micro-macro está aún por resolver a nivel teórico, si bien él se inclina por un tipo de relación dialéctica entre ambos planos: "una interacción dialéctica entre estados macro y comportamientos individuales (micro) puede ser la vía más acertada de tal suerte que, aún cuando se influyan recíprocamente, ni los unos ni los otros son predecibles mecánicamente a partir de la sola observación de su opuesto". MAX?NEEF, M.A., Desarrollo a escala humana. Conceptos, aplicaciones y algunas reflexiones, Nordan?Icaria, Montevideo y Barcelona, 1994, pág. 119.

    18. Nos referimos a la "tradición pragmática no crítica" de la investigación-acción, iniciada por Dewey y Lewin, donde la participación de los afectados es sólo un método para la resolución de problemas puntuales, segmentados del contexto social (ver más adelante, apdo. 2.3).

    19. A diferencia de la "educación bancaria", que refuerza la dependencia disciplinada de los alumnos, "la concepción liberadora (…) desmitifica la realidad; de ahí que no tema el desvelamiento. En lugar del hombrecosa, adaptable, lucha por el hombre persona, transformador del mundo. Ama la vida en su devenir. Es biófila y no necrófila". FREIRE, P., "La concepción bancaria de la educación y la deshumanización", en FREIRE, P., FIORI, H. Y FIORI, J.L., Educación liberadora, Zero?Zyx, Bilbao, 1973, pág. 59.

    20. FALS BORDA, O. y RODRÍGUEZ BRANDAO, C., Investigación Participativa, Ed. de la Banda Oriental, Montevideo, 1987, pág. 126.

    21. El principal exponente es la "escuela moderna", teorizada por Francisco FERRER, cuyas ideas fueron aplicadas durante varias décadas por los anarquistas españoles (La escuela moderna, Tusquets, Barcelona, 1976). Sobre las diferencias en este punto con la Institución Libre de Enseñanza, de orientación socialista, ver DE PUELLES, M. (Comp.) Historia de la educación en España, T.III, Ministerio de Educación y Ciencia, Madrid, 1989, págs. 32ss.

    22. ANDER-EGG, citando a Oscar Jara, señala que los emigrantes socialistas y anarquistas españoles fomentaron desde comienzos del siglo XX en América Latina la educación popular (escuelas sindicales, universidades populares, movimientos culturales, etc.). Ver ANDER-EGG, E., "Animación sociocultural, educación permanente y educación popular", en AA.VV., Una educación para el desarrollo: la animación socialcultural, Fundación Banco Exterior, Madrid, 1988, pág. 51.

    23. QUINTANA, J.M. (Cord.), Investigación participativa. Educación de adultos, Narcea, Madrid, 1986.

    24. Al menos en las universidades de Santiago de Compostela, Murcia, Sevilla, Tenerife, Autónoma de Barcelona y Complutense de Madrid, existen departamentos que se han especializado en la teoría y la práctica de la IAP.

    25. SERRANO, M. I., Educación para la Salud y Participación comunitaria. Una perspectiva metodológica, Edcs. Díaz Santos, S.A., Madrid, 1989.

    26. FERNÁNDEZ SIERRA, J. y SANTOS GUERRA, M. Á., Evaluación cualitativa de programas de educación para la salud. Una experiencia hospitalaria, Edcs. Aljibe, Archidona, 1992.

    27. AGUILAR, M. J. y ANDER-EGG E., Evaluación de servicios y programas sociales, Siglo XXI de España Edts., Madrid, 1992.

    28. LORENZANA, C. (Ed.), Tomamos la palabra. Experiencias de ciudadanía participativa, Icaria, Barcelona, 2002. Entre otras experiencias, se recoge la aplicación de "presupuestos participativos" en Córdoba y Cabezas de San Juan (Sevilla).

    29. PEREDA, C. Y VILLAGRÁ, A., "Consulta social europea. Una propuesta para trabajar en red en los próximos años", en Documentación Social, Nº 129, 2002, págs. 129?142.

    30. Ver GOYETTE, G. Y LESSARD?HEBERT, M., La investigación?acción. Funciones, fundamentos e instrumentación, Laertes, Barcelona, 1988, págs. 17ss.

    31. Citado por GOYETTE, G. y LESSARD?HEBERT, M., o.c., pág. 18.

    32. Ver BATTEN, T.R., Las comunidades y su desarrollo, F.C.E., México, 1964.

    33. Los sucesivos Programas Europeos de Lucha contra la Pobreza han financiado muchos programas locales y regionales bajo el sugerente rótulo de "investigación?acción" y algunos de sus criterios de intervención son característicos de la IAP: multidimensionalidad, cooperación ("partenariat") y participación. Sin embargo, el desarrollo de los programas se enmarcaba en el objetivo final de integrar a los colectivos desfavorecidos en las instituciones económicas y sociales preexistentes, sin plantearse en ningún momento incidir en una transformación de las mismas. Ver COLECTIVO IOÉ, "Consideraciones críticas en torno al II Programa Europeo de Lucha contra la Pobreza", en AA.VV., La pobreza en la España de los años 80, Acebo, Madrid, 1989, págs. 178?85; y ABOU SADA, G., Luttes contre la pauvrété, GEIE, Lille, 1991.

    34. Los programas de desarrollo comunitario puestos en marcha en América Latina durante los años 60 con apoyo financiero de Estados Unidos (Alianza para el progreso) fueron desbordados en la práctica y con frecuencia reorientaron su estrategia en una línea crítica. Ver SANGUINETTI, Y., "La investigación participativa en los procesos de desarrollo de América Latina", en Revista de la Asociación Latinoamericana de Psicología Social, México, 1981.

    35. El Simposio Mundial sobre IAP, celebrado en Cartagena de Indias (Colombia) en 1977 representa el momento cuminante de esta tradición crítica en América Latina. Ver MOLANO, A. (comp.), Crítica y política en Ciencias Sociales, Simposio Mundial de Cartagena sobre Investigación Activa y Análisis Científico, Punta de Lanza, Bogotá, 1978 (2 tomos).

    36. Ver LAPASSADE, G., LOURAU, R. y otros, El análisis institucional, Campo abierto Ed., Madrid, 1977; SEGUIER, M., Crítica Institucional y creatividad colectiva, Marsiega, Madrid, 1978; MENDEL, G., "La sociopsychanalyse institutionnelle, une pratique et une théorie locales du pouvoir colllectif", en AA.VV., Sociopychanalyse 7: La misère politique actuelle, Payot, Paris, 1978; y TOURAINE, A., La voix et le régard, Seuil, Paris, 1978.

    37. Aparecen traducciones, números monográficos de revistas y algunos libros propios que responden a estas orientaciones, se celebran simposios de investigación?acción aplicada a la educación o el trabajo social, etc. A partir de 1993 tiene lugar anualmente en Madrid un curso sobre IAP inicialmente promovido por los equipos CIMS, EDE y Colectivo IOÉ y actualmente adscrito a la facultad de Sociología de la Universidad Complutense (curso de postgrado sobre "Investigación participativa y gestión local").

    38. IBÁÑEZ, J., Más allá de la sociología, Siglo XXI, Madrid, 1979; Del algoritmo al sujeto, Siglo XXI, Madrid, 1985; y "La guerra incruenta entre cuantitativistas y cualitativistas", en REYES, R. (ed.), Las ciencias sociales en España, Ed. Complutense, Madrid, 1992, págs. 140?54.

    39. El despegue de los Servicios Sociales que tuvo lugar en la última fase del franquismo se orientaba más a afianzar el orden público que a erradicar la pobreza. De hecho la Dirección General de Asistencia Social dependió hasta 1974 del ministerio de Gobernación (actual ministerio de Interior). Ver, en este sentido, RODRIGUEZ CABRERO, G., El gasto público en servicios sociales en España, Ministerio de Asuntos Sociales, Madrid, 1990, págs. 18ss. y 41..

    40. Para Stanley COHEN estas tendencias, que se presentaban inicialmente como alternativas al modelo anterior de control centralizado de los marginados, han tenido un efecto más retórico que efectivo: se critican las cárceles, pero los presos aumentan; se defiende el tratamiento desde la propia comunidad, pero las redes profesionales y de tutela externa se fortalecen y extienden; se proclama el "Estado mínimo" pero las diversas adminstraciones mantienen un fuerte control directo e indirecto sobre los sectores excluidos. Ver COHEN, S., Visiones de control social, PPU, Barcelona, 1988.

    41. IBÁÑEZ, J., Más allá de la sociología, o.c., págs. 358?9.

    42. Ante la crítica planteada por Alfonso Ortí en este punto, Ibáñez replicó: "tiene toda la razón. No he construído la llamada 'perspectiva dialéctica', pero aquí aporto materiales para construirla. A ver quién se anima". IBÁÑEZ, J., Nuevos avances en la investigación social. La investigación social de segundo orden, Suplementos de Anthropos, Nº 22, Barcelona, 1990, pág. 22.

    43. VILLASANTE, T. R., "De los movimientos sociales a las metodologías participativas", en DELGADO, J. M. y GUTIÉRREZ, J., Métodos y técnicas cualitativas de investigación en ciencias sociales, Síntesis, Madrid, 1994, págs. 415?16.

    44. Hemos hecho una presentación abreviada de todas las fases de la IAP para una eventual aplicación de este tipo de intervención en el sector de los inmigrantes. Ver COLECTIVO IOÉ, Pistas de Investigación?Acción, Rev. Entre Culturas, Madrid, NN. 1?10, 1992?94.

    45. Ver apartado 1.

    46. En el barrio de Los Geranios (Madrid) el GP, surgido de la Parroquia de San Ambrosio, decidió rápidamente los colectivos a los que quería invitar (grupos parroquiales, asociaciones de vecinos, de jubilados y de enseñantes, un colegio público y una guardería; un Centro de Apoyo al Menor y un equipo especializado de lucha contra la droga), así como el equipo técnico (Colectivo IOÉ) y los organismos financiadores del proyecto (Cáritas y la Parroquia). Se optó por incluir sólo colectivos e instituciones con sede en los límites geográficos del barrio y no contar con ayuda financiera de instancias públicas (ambos planteamientos, discutibles, fueron asumidos deliberadamente por el GP).

    47. En el Proyecto +60 del barrio de Prosperidad se hicieron varias campañas sistemáticas para invitar a todo tipo de colectivos que pudieran implicarse en el proyecto, llegando a más de 40 grupos del barrio y de fuera del GP mismo. En el diagnóstico de necesidades realizado en Albacete (1986?87), el GP inicial, surgido de Cáritas Diocesana, logró vincular, a través del obispado, a toda la red de parroquias y centros de enseñanza dependientes de religiosos; así mismo, se incorporó a diversos movimientos rurales y urbanos de índole laboral y educativa.

    La constitución última del GP se fraguó a varios niveles en torno a un núcleo central donde estaban representados todos los grupos e instituciones implicados (incluyendo aquí el apoyo técnico de Colectivo Ioé).

    48. La primera medida que se tomó en el proyecto de IAP de Santibáñez de Béjar, promovido por profesores de la Universidad de Salamanca, fue detectar sobre el terreno mediante una red de entrevistas cuáles eran las principales vías de comunicación e influencia entre los vecinos del pueblo. Así se pudo descubrir que los miembros de la corporación municipal (incluido el cartero), los maestros, el médico, la asistente social, los profesores de educación de adultos y los participantes en una tertulia de padres eran los cauces más adecuados para poner el marcha el proyecto.

    49. Una exposición práctica de esta técnica se puede encontrar en MAX?NEEF, M.A., Desarrollo a escala humana, o.c., págs. 68?82; y ELIZALDE, A., "La IAP y el diagnóstico de las necesidades comunitarias", en Documentación Social, Nº 92, Madrid, págs. 121?39.

    50. KEMMIS, S. y Mc TAGGART, R., Cómo planificar la Investigación?Acción, Laertes, Barcelona, 1992, págs. 121?31. Para una contextualización de esta técnica en el ámbito educativo, ver ELLIOT, J., La investigaciónacción en educación, Morata, Madrid, 1990, págs. 56?81.

    51. LÓPEZ DE CEBALLOS, P., Un método para la Investigación?Acción Participativa, Ed. Popular, Madrid, 1987, págs. 54?63; y SEGUIER, M., Crítica institucional y creatividad colectiva, Marsiega, Madrid, 1978.

    52. En una IAP desarrollada en la comunidad campesina de Pucará (Ecuador) el análisis de la estructura de poder local se basó en el trabajo de la asamblea participativa que era la práctica habitual utilizada desde antiguo por los campesinos para resolver sus problemas. Ver MONTES DEL CASTILLO, A., Simbolismo y poder, Anthropos, Barcelona, 1989, págs. 45?47.

    53. En el Proyecto +60 (barrio de Prosperidad, Madrid) el GP funcionaba con carácter asambleario si bien informalmente actuaban varios líderes que aglutinaban, a la vez que inhibían, al resto de participantes. En la IAP del barrio de Los Geranios (Madrid) el protagonismo se concentraba en los líderes institucionales de la entidad promotora (los curas y la trabajadora social), si bien se realizaron varias asambleas de amplia convocatoria en momentos claves del proyecto (discusión del Plan inicial; devolución de resultados de cada fase).

    54. DE LA RIVA, F. (EQUIPO CLAVES), "Investigación participativa y autoformación grupal", en Documentación Social, Nº 92, Madrid, 1993, págs. 141?52.

    55. Existen diversos equipos en España que pueden facilitar esta formación grupal, así como diversas publicaciones. Ver, además de los ya citados, DE CASTRO, A, La animación cultural, Diputación provincial, Valladolid, 1987; LÓPEZ DE CEBALLOS, P. y SALAS, M., Formación de animadores y dinámicas de la animación, Ed. Popular, Madrid, 1987; ASTORGA, A. y VAN DER BIJL, B., Manual de diagnóstico participativo, Humánitas?Cedepo, Buenos Aires, 1991; PRIETO, D., El autodiagnóstico comunitario e institucional, Humanitas, Buenos Aires, 1988; y CODEDAH, Educación de adultos y acción participativa, Ministerio de Educación y Ciencia y Editorial Popular, Madrid, 1988.

    56. En el Proyecto +60 la mayoría de las tareas relacionadas con el diseño, aplicación y tabulación de una encuesta corrieron a cargo de vecinos voluntarios, dejando en manos de técnicos externos la redacción final de las preguntas (de acuerto a los temas decididos por el GP, tras consultar a varios grupos de ancianos), el diseño de la muestra y una primera interpretación de los resultados. Cuando se planteó reelaborar el cuestionario para hacerlo más breve fueron vecinos voluntarios que habían participado en todo el proceso los que se encargaron de transformarlo sin necesidad de ayuda externa. En el proyecto de Albacete toda la organización quedó en manos del GP y de la asamblea de representantes, dejando a los técnicos la búsqueda de información muy especializada y la aplicación de algunas técnicas sociológicas más complejas (grupos de discusión).

    57. En el barrio de Los Geranios (Madrid) los resultados de las exploraciones (hechas por los vecinos) y de los grupos de discusión (a cargo de los técnicos) se difundieron en folletos impresos a todos los hogares del barrio.

    Cuando en una fase posterior de la IAP se comprobó que el 67% de los adultos del barrio eran analfabetos funcionales (estudios primarios incompletos), se pensó en transmitir los resultados mediante representaciones teatrales y cintas de video en lugar de utilizar folletos (pese al bajo estatus de las familias, el 47% de los vecinos disponía en su casa de aparato de video).

    58. Una reflexión sobre los diversos niveles de la realidad social y sobre las prácticas de investigación pertinentes en cada caso puede encontrarse en ORTÍ, A., "La confrontación de modelos y niveles epistemológicos en la génesis e historia de la investigación social", en DELGADO, J.M. y GUTIÉRREZ, J., Métodos y técnicas cualitativas de investigación en ciencias sociales, Ed. Síntesis, Madrid, 1994, págs. 85?95.

    59. En el barrio de Los Geranios se crearon siete comisiones de vecinos encargadas de recoger toda la información disponible sobre la historia del barrio (entrevistas a ancianos en el parque), las viviendas de realojo (visita a OREVASA), los transportes (previsiones de Metro en el barrio), los comercios (visitas a comerciantes), etc. Los resultados de estas búsquedas fueron publicadas en un folleto que se difundió a las 1.500 familias del barrio.

    60. En las primeras fases del proyecto +60 se visitó a representantes de varias instituciones (administración, Cáritas Española, centros de salud y de tercera edad presentes en el barrio, etc.) y a personas particulares (trabajadores sociales con experiencias similares, profesores de trabajo social, sociólogos, etc.) con el fin de perfilar mejor las características de la IAP que se quería desarrollar.

    61. Ver VILLASANTE, T.R., "Redes comunitarias y nuevas cosmologías", en Alfoz, Nº 29, Madrid, 1986, págs.

    21?28; y "Clientelas y emancipaciones: una introducción metodológica", en VILLASANTE, T.R. (coord.), Las ciudades hablan. Identidades y movimientos sociales en seis metrópolis latinoamericanas, Ed. Nueva Sociedad, Caracas, 1994, págs. 26?47.

    62. Ver GUTIÉRREZ, J. y DELGADO, J.M., "Teoría de la observación", en DELGADO, J.M., y GUTIÉRREZ, J., Métodos y técnicas cualitativas de investigación en Ciencias Sociales, o.c., págs. 141?173.

    63. Ver PUJADAS, J.J., El método biográfico. El uso de las historias de vida en Ciencias Sociales, CIS, Madrid, 1992.

    64. Ver NAVARRO, P. y DÍAZ, C., "Análisis de contenido", en DELGADO, J.M., y GUTIÉRREZ, J., Métodos y técnicas cualitativas de investigación en Ciencias Sociales, o.c., págs. 177?224.

    65. En el barrio de Los Geranios (Madrid) se encargó a Colectivo Ioé aplicar tres grupos de discusión a otros tantos sectores significativos del barrio (padres, madres y jóvenes); los resultados se publicaron y difundieron entre los vecinos del barrio siendo después objeto de reflexión y debate grupal. Sobre la técnica del grupo de discusión, Ver IBÁÑEZ, J., Más allá de la sociología. El grupo de discusión, Siglo XXI, Madrid, 1979; y ORTÍ, A., "La apertura y el enfoque cualitativo o estructural: la entrevista abierta semidirectiva y la discusión de grupo", en GARCÍA FERRANDO, M., IBÁÑEZ, J. y ALVIRA, F., El análisis de la realidad social. Métodos y técnicas de investigación, Alianza, Madrid, 1986, págs. 153?185.

    66. En el Proyecto +60 se encargo a Colectivo IOÉ aplicar cuatro grupos focalizados con varios sectores de ancianos a fin de extraer los temas que más les preocupaban y no relegarlos en el cuestionario. Sobre la técnica del grupo focalizado, Ver KRUEGUER, R.A., El grupo de discusión (título original: The focus group), Pirámide, Madrid, 1991.

    67. Sobre los grupos nominales y la técnica Delphi, Ver GARCÍA, R., y AMEZCUA, C., "Técnicas cualitativas de investigación", en Documentación Social, Nº 92, Madrid, 1993, págs. 257?74.

    68. La práctica del grupo triangular, diseñada por Fernando Conde, ha sido validada recientemente por varias investigaciones empíricas.

    69. Una presentación sintética de la historia y características de las encuestas convencionales puede encontrarse en GARCÍA FERRANDO, M., "La encuesta", en GARCÍA FERRANDO, M., IBÁÑEZ, J. y ALVIRA, F., o.c., págs. 123?52.

    70. Ver ALVIRA, F., Metodología de la evaluación de programas, CIS, Madrid, 1991; y STUFFLEBEAN, D.L. y SHINKFIELD, A.J., Evaluación sistemática. Guía teórica y práctica, Paidós y Ministerio de Educación y Ciencia, Barcelona y Madrid, 1989.

    71. Ver, en este sentido, CARIDE, J.A., "La evaluación de lo social: tema y proceso de la IAP", en Documentación Social, Nº 92, Madrid, 1993, págs. 110?19; y VENTOSA, V.J., Evaluación de la animación sociocultural, Ed. Popular, Madrid, 1992.

    72. En el Proyecto +60, gracias a una financiación del INSERSO, Colectivo Ioé se encargó de coordinar un proceso evaluativo que permitió sistematizar toda la información relevante a tal efecto y devolvérsela a los participantes en varios momentos del proceso (ver próximos capítulos).

     

    ** Colectivo Ioé (Miguel Ángel de Prada, Walter Actis y Carlos Pereda)

    URL: http://www.nodo50.org/ioe/

    El contenido del presente trabajo esta gobernado por la siguiente Licencia de Creative Commons: ver http://creativecommons.org/licenses/by?nc?nd/2.0