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El origen de la pobreza y el subdesarrollo

Enviado por ruanowilly


    1. El origen de la pobreza
    2. ¿Es posible mejorar la vida de nuestras poblaciones? ¡Claro! ¿Por qué no?
    3. Los absurdos que tienen nuestros intentos por desarrollarnos
    4. Prioridades dignas de tomar en cuenta en el crecimiento económico que debemos de forjar en Latinoamérica
    5. El subdesarrollo
    6. ¿Tan de nuestra vida diaria es y ha sido el subdesarrollo?
    7. ¿Es el nuestro un subdesarrollo auto-sostenible?
    8. De cuánto subdesarrollo estamos hablando ser dueños?
    9. Las grotescas caras del subdesarrollo latinoamericano
    10. ¿Reducir la pobreza es igual a desarrollo?
    11. Los elementos que deben integrarse en el desarrollo

    EL ORIGEN DE LA POBREZA

    Insistimos en que el subdesarrollo es la causa primaria de la pobreza.

    ¡Y no otra cosa o circunstancia!

    Y, esta penosa situación, en la que sobreviven cientos de millones de familias en el mundo entero, que nuestro continente no es la excepción y nuestros países mucho menos, nos deja y estamos supeditados a no disponer de los suficientes ingresos para acceder a niveles mínimos de vida.

    Claro que podemos hablar de una clase de pobreza relativa y definirla como aquella condición que sufren millones de personas que, a pesar de tener ingresos, estos son magros y por debajo del promedio de lo que perciben otros habitantes, lo que les dificulta llevar bienes, productos y servicios a sus familias. Pero, de todos modos, esta relativa condición de escasez limita sobremanera la superación y la productividad personal, familiar y comunitaria en cualquiera de nuestros países cuyos Gobiernos nos quieren ver cara de tontos y proclaman demagógicamente que la nuestra es una pobreza relativa.

    Ahora bien, el drama continental es que en nuestra América Latina existen millones de grupos familiares que por los extremos en los que sobreviven, que no poseen ni disponen tan siquiera del acceso a una alimentación mínima, son los que nos deben llamar la atención y volcarnos con todo lo que tenemos hacia ellos.

    Se toman tres elementos en los aspectos sociales que tiene y sobresalen en la indigencia:

    1. La educación.
    2. La salud.
    3. Disposición de alimentos.

    Para mayor desgracia el conglomerado de los pobres, y de los extremadamente pobres, lo conforman grupos de ancianos, madres solteras, mujeres jefas de hogares, discapacitados, los que han caído en los vicios, los indígenas y representantes de grupos humanos minoritarios, sin olvidarnos de los niños de la calle.

    En nuestros países, catalogados como del Tercer Mundo, los múltiples efectos dañinos de la pobreza se reflejan día con día en nuestras sociedades.

    La desnutrición infantil, las enfermedades y epidemias arrasan con miles de menores de edad en las comunidades rurales y en asentamientos humanos urbanos.

    La utilización, por parte del Crimen Organizado, de personas jóvenes para iniciarlos en robo de vehículos, secuestros, asaltos a bancos y financieras, así como en el tráfico, trasiego y actividades que se generan por el narcotráfico, sin olvidarnos del seguro consumo de drogas, ha sido materia de muchos seminarios y talleres; buscando, por donde sea, un hilo que permita detener la ola de jóvenes sin futuro que se involucran en la vida delictiva y criminal de nuestros países, pues nadie les ofrece una mejor, para ellos, oportunidad de obtener bienes y servicios rápido y sin estudiar o tener que capacitarse en una academia técnica o universitaria.

    La falta de atención en materia de prevención, y la dedicación de todos los esfuerzos para los procesos de curación, en el ámbito de la salud y salubridad, nos arroja cientos de miles de personas con enfermedades mentales, alcoholismo, drogadicción y otra serie de variadas disfunciones.

    Y, la ausencia de instrumentos educativos, formativos, informativos, tecnológicos y universitarios, hacen que los nuestros sean países que no pueden proponer ni siquiera una mano de obra semi calificada.

    ¡Ya no digamos de una eficiente y muy bien calificada!

    De verdad ¡qué tristeza la que nos provoca este círculo vicioso de la pobreza!.

    ¿ES POSIBLE MEJORAR LA VIDA DE NUESTRAS POBLACIONES?

    ¡CLARO! ¿POR QUÉ NO?

    Mucho se habla de encontrar un tapón lo suficientemente capaz para detener la corrupción, la impunidad y que por fin tengamos un pleno estado de derecho; con lo cual, piensan algunos, es posible mejorar nuestras vidas ya que se podrían duplicar los ingresos fiscales que hoy se evaporan y paran en manos de funcionarios corruptos.

    ¡Corrupción, corrupción cuantas manos y vidas haz manchado!.

    Por supuesto que para invertir en desarrollo humano y social nuestros Gobiernos deben disponer de cantidades enormes de recursos y que éstos sean absolutamente gastados con y en transparencia y en actividades eminentemente bien planificadas con un previo estudio del Impacto Social positivo que se generará.

    De nuevos ricos ya estamos hartos y nuestros países y pueblos no aguantamos más de lo mismo.

    Por supuesto estamos hablando y nos referimos a los funcionarios que entran con una mano atrás y otra adelante, pero que salen hasta los huesos llenos de oro y billetes que se clavaron del erario público y de la serie de negocitos que genera la tan soñada actividad de traficar con las influencias.

    Ahora bien, nuestros países están seriamente urgidos de nuevos ricos, pero de los que se ganaron esa posición, billete y prestigio producto de su ingenio, creatividad, esfuerzos y trabajo honrado, productivo y eficaz.

    De estos empresarios necesitamos parvadas de ellos.

    Si pudiéramos combinar una serie de actividades, tanto las que debemos realizar los gobernados como las obligaciones de los gobernantes, en beneficio de nuestras respectivas Repúblicas, fomentando el crecimiento económico, revolucionando la educación pública, efectuando una verdadera y titánica labor en salud y salubridad, luchar por la protección del medio ambiente y de los recursos naturales, sean renovables o no, respetar los derechos individuales de los habitantes, y combatir la delincuencia, criminalidad y la inseguridad, así como acabar con la corrupción e impunidad que reinan en nuestras sociedades, estamos seguros que estos pasos son los correctos y que nos conducirán a los objetivos nacionales.

    Es una verdad incuestionable esa que nos permite producir y superarnos cuando estamos en paz con nosotros mismos y con nuestros vecinos, que la podemos interpolar con lo que ocurre en un hogar y lo que debería de suceder en el nivel macro de nuestros países, esa en la que la solidez y seguridad en nosotros mismos nos permite avanzar, superarnos y conseguir muchas cosas que la limitación, la baja estima y los complejos nos impiden desarrollar y sacar nuestras potencialidades.

    Es lo mismo que si se consigue una mejora ostensible en la aplicación de la justicia, en la persecución penal y en la seguridad ciudadana, cualquiera de nosotros tendremos la libertad de conseguir una mejora en nuestras posiciones de trabajo ya que sin duda alguna el inversionista tendrá seguridad jurídica, social y por sobre todo una mental y emocional para ampliar su cobertura y sus inversiones.

    Y si a esto agregamos el combate efectivo a la corrupción, estamos hechos.

    La competencia desleal, el contrabando y la corrupción seducen y secuestran cualquier economía y la subyugan a no crecer, en detrimento de la población más urgentemente necesitada de fuentes de trabajo.

    Si en nuestros países fuera lo normal que se respetara el estado de derecho, que nuestras respectivas constituciones nos garantizan para convivir, otra sería nuestra historia.

    Y por supuesto otro debería de ser nuestro futuro.

    Futuros promisorios, felices y sin las limitaciones severas que nos impone el subdesarrollo.

    Esta condición de tener un verdadero estado de derecho en donde el imperio de la ley sea una realidad diaria y que ningún funcionario sea superior a la misma, nos garantiza una mejora ostensible en los ingresos per cápita reales en el más corto plazo.

    Y por consiguiente obtendremos una mejora notable en la calidad de vida de nuestros conciudadanos.

    ¿No vale la pena intentarlo por lo menos?.

    Eso sí tienen que ser nuestros gobernantes los que den el ejemplo.

    De otro modo ¡seguimos en el festín de la corruptela y vicios!.

    No hay de otra, el crecimiento económico de nuestras naciones es de vital importancia para conseguir los objetivos propuestos; por lo que deberíamos de ser muy cuidadosos, no sólo en la calidad del crecimiento, sino que también en el ritmo en el que se hace, para asegurarnos pocas o ninguna sorpresa desagradable, como serían los retrocesos, estancamientos o desaceleraciones.

    Con lo anterior podemos asegurar, entonces, que el vínculo y las posibilidades de mejorar la calidad de vida de nuestras poblaciones pobres y en extrema pobreza, así como las de las clases medias pauperizadas, estriba en la obtención de ingresos más altos.

    Y, para lograr este sueño dorado, nuestros gobernantes deben disponer de organismos e instituciones sólidas, dirigidas con agilidad, honradez y sobre todo con eficacia, para hacer de cada uno de nuestros Gobiernos, y Estados, unos llenos de confianza, credibilidad, transparentes, facilitadores y gestores del desarrollo humano y social en América Latina.

    ¿Será mucho pedirles esto a ustedes señores políticos?.

    Es decir que las condiciones que deberán imperar en nuestros países son:

    1. El acatamiento a la legalidad y a las normas constitucionales, principalmente por parte de los gobernantes y funcionarios.
    2. Fortalecer y propiciar que nuestros Organismos Judiciales, tribunales, fiscalías, y demás operadores y administradores de justicia, sean entidades autónomas, que funcionen con absoluta libertad, legalidad e imparcialidad.
    3. Que sean respetados todos los derechos individuales de los habitantes, inversionistas y residentes temporales.

    LOS ABSURDOS QUE TIENEN NUESTROS INTENTOS POR DESARROLLARNOS

    Por cualquier calle o avenida que circulemos, en cualquiera de nuestros países, pero en los distritos comerciales, de oficinas, bancarios o residenciales, lo que veremos es lo mismo.

    Grandes edificios, movimiento de personas bien vestidas, vehículos modernos, caros y de lujo, negocios ofreciendo lo mejor del mercado y en fin lo que usted ya ha visto en su propio país de origen.

    Claro que nosotros, los que vivimos allí, sabemos que esos bonitos espacios con los que cuenta nuestro país y ciudades importantes son el medio ambiente de aquellos seres humanos privilegiados que estudiaron y que ahora con una carrera técnica, profesional o por herencia se lucen como tales. Y que ellos tienen una expectativa de vida, si la comparamos con la de cualquier otro mortal de sus paisanos, de 25 o más años de los que normalmente vivirá cualquiera de la clase media para abajo; y que poseen un cuerpo que luce sano, bien nutrido y listo para cualquier eventualidad.

    Y si de su potencial de productividad competitiva hablamos, o podamos investigar, nos quedaremos verdaderamente asombrados de ella.

    Universitarios, técnicos, profesionales, con estudios de post grado, maestrías y muy bien formados y capacitados para enfrentarse con las exigencias de la vida moderna y globalizada de los negocios, industria, servicios y comercio.

    Poseen todos los recursos para desenvolverse.

    Teléfono o teléfonos celular, móviles o portátiles, localizadores, Internet, lap-tops, o computadoras de bolsillos o casi de bolsillo, palms, medios de transportación que van de la limosina y el carro de lujo, hasta helicópteros y aviones privados.

    Pero si de allí, de ese lujoso y cosmopolita rincón patrio, nos trasladamos a los alrededores del Centro tradicional o a algún mercado cantonal o de barrio, o a un parque público, la visión aquella que a lo mejor todavía traíamos en nuestros ojos y mente, deslumbrados por su despampanante brillo, se nos nubla y cae por completo.

    Nos enfrentamos, en este otro lugar, con otra realidad muy diferente y aparte.

    Aquí ya vemos gente un poco más común y corriente.

    Que presurosa en su andar, y acciones, lo que buscan obtener es por lo menos lo del día para ellos y sus familias; y que ningún desgraciado, de esos pilluelos que abundan, les arrebate el producto de su trabajo u oficio desempeñado.

    Y si de allí brincamos hacia los cinturones de miseria que rodean a todas y cada una de nuestras capitales y ciudades importantes, veremos, en esos asentamientos humanos, la verdadera nación con la que contamos en nuestro respectivo país.

    Claro que no está demás que nos demos una vuelta por el área rural del interior y que, situándonos en la provincia, visitemos las comunidades que sobreviven en las aldeas y caseríos de nuestros países en condiciones verdaderamente de vergüenza, para los demás que estamos un poco mejor en la escala social y económica.

    Allí sí está la miseria que, como sello de garantía, nos delata a gritos que somos paisitos del tercer mundo y que, efectivamente, estamos supra subdesarrollados.

    Ese precipicio que nos separa, entre los extremadamente pobres, los pobres tradicionales (perdonen ese apelativo), los nuevos pobres urbanos (los seres humanos de las clases medias), y las clases medias altas y altas, es enorme y crece día con día para infortunio y desesperación de los más desposeídos.

    Y podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que esa brecha es de unas proporciones que de verdad dan ganas de salir corriendo a otro lado.

    Y si creíamos que no podíamos agregar nuevas, diversas y hasta ingeniosas calamidades a nuestros países, nos tendremos que tragar esa frustración pues, ya forma parte del folclor de nuestra pobreza, a partir de algunos años para atrás, el Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirido, el terrible SIDA, como para que podamos dormir, si es que alguno podía, tranquilos.

    Ese corredor que fue abriéndose para que millones de latinoamericanos con deseos de salir adelante, superarse y llevar un poco de bienestar a sus familias, comunidades y hasta al país de origen, por ese mismo pasillo, camino y brecha abierta por los que emigraron a los Estados Unidos, principalmente, o al Canadá en menor escala, nos llegó en entrega especial el SIDA.

    Muchísimos de los jóvenes que emigraron, en busca de fortuna a las tierras del Norte, llevaban sueños de ser alguien y regresar con otro estilo de vida o mandar a sus casas dinero fresco en dólares para que sus familias la pudieran pasar mejor a las terribles condiciones de pobreza en las que vivían.

    Pero resulta que dejaron esposas, novias y amantes en sus comunidades. Y partieron jurándose amor eterno y que al regreso continuarían ese idilio; o, en el otro caso, que les mandarían dinero para irse con ellos a las primeras de cambio.

    Y, como la soledad es mal consejera, sumado a que las hormonas de nuestros machos latinoamericanos son lo suficientemente fuertes como para salirse de los pantalones; ya solos, con unos dolaritos en los bolsillos y tentaciones placenteras por doquier, fueron a parar en brazos y camas ajenas que, para su mala fortuna, les pegaron el SIDA en menos de lo que canta un gallo.

    A su regreso por deportación, turismo o definitivamente a quedarse, trajeron en su sangre la contaminación del siglo y la plaga más peligrosa con la que la humanidad cuenta en estos momentos.

    Aquí la mayoría de ellos, sin saber que eran positivos, regresaron a su vida normal, como la que tenían antes de irse, y darse una vuelta por las casas de citas, prostíbulos y clubes nudistas, así como fornicar a las chicas y chicos al alcance de su bolsillo, fue uno.

    Como uno fue la transmisión en cadena que del SIDA han hecho en prostitutas, homosexuales, esposas, novias y amantes con la consabida propagación a mansalva que se vive actualmente en cada uno de nuestros países.

    México, Guatemala, El Salvador, República Dominicana, Colombia, Ecuador, Perú, por mencionar los países con mayor índice de migración de sus ciudadanos, también, así mismo, son los lugares de mayor incidencia del SIDA importado por sus habitantes.

    ¡Qué regalo más espantoso nos tenemos que tragar!. Y, no lo dudemos, ¡a precio de dólares!…

    Claro, la culpa de todo esto no es más que de nuestros gobernantes que nunca han querido hacer cosas por sacarnos del subdesarrollo.

    Así que a la corrupción, al atraso y a la indiferencia, como causas del accionar político de nuestros presidentes y sus Gobiernos, ahora tendremos que agregar uno más, el más terrible de los males latinoamericanos, el SIDA.

    ¡Qué vivan nuestras democracias!.

    Si tenemos el coraje de visitar cualquiera de nuestras aldeas y caseríos, de cualquiera de nuestros países, y nos mezclamos en la vida cotidiana de sus habitantes, es y será fácil darnos cuenta qué clase de agua es la que usan.

    El agua potable que al abrir las llaves de nuestros baños, regaderas, cocinas o lavanderías que es tan fácil de obtener y usar en nuestras cómodas, modernas y citadinas casas, en las miles de comunidades de la provincia de nuestros países brilla por su ausencia con la consabida serie de calamidades, males, plagas, pestes, daños, deterioros, desventajas y lacras que se sienten, propagan y padecen en los hogares, que no casas, de millones de familias de seres humanos latinoamericanos.

    La insalubridad provocada en las comunidades, humildes y pobres de nuestros países, por nosotros, los privilegiados habitantes de las ciudades importantes, que con nuestras aguas residuales (excrementos, basura, tóxicos, desechos industriales, etc) mandamos por desagües y cañerías y hacemos que navegan por los ríos y riachuelos, es impresionante como para dejarla por un lado.

    Las aguas de ríos, riachuelos, lagunas, lagunetas, los mantos freáticos y pozos de los que se abastecen la mayoría de nuestros pobladores del interior de los país, están catastróficamente contaminados y hasta envenenados por quienes gozamos de un mejor ambiente de vida.

    ¿Y esa es la clase de agua con la que hemos condenado a consumir a nuestros conciudadanos que sufren por el desarrollo y superación que se supone tenemos los citadinos, los industriales, comerciantes y prestadores de servicios?.

    ¡Qué ingratitud por Dios Santo!.

    Los intentos por el desarrollo tienen sus consecuencias y costos sociales.

    No hay de otra.

    ¿No es eso un absurdo más y una caricatura social de Latinoamérica?.

    ¡Claro que sí como para que la olvidemos y no hagamos algo inmediatamente al respecto!.

    Nuestros pueblos son unos en los cuales la mayoría de personas, por ser del área rural, de las provincias y de comunidades y aldeas casi olvidadas, por no decir que están en completo abandono, tienen un alto porcentaje de analfabetas.

    Y no porque nadie sepa leer y escribir.

    No.

    Efectivamente ser analfabeta, a pesar que en su acepción más rígida, representa a aquel ser humano que no puede leer ni escribir, en este caso el español, con una pequeña ojeada que le demos al interior de nuestros países podemos comprobar que, a pesar de los índices oficiales que denotan unos porcentajes buenos y regulares en alfabetos, la realidad es otra muy alejada de ello.

    Por supuesto que si aquello que se aprende no se usa o no se pone en práctica pronto se deteriora, se olvida y pasa a formar parte de nuestros buenos recuerdos.

    Con haber aprendido a leer y a escribir no basta.

    Nuestros pueblos padecen una tremenda falta de atención en aquellos que por una u otra causa hicieron el gran esfuerzo de leer y escribir y que, sin otro remedio, porque ya no hubo en qué aplicar esos conocimientos, hoy, otra vez están en la oscuridad.

    Pero nuestros problemas no solo son o están en este campo, pues sin duda alguna, y si nos vamos a nuestras universidades estatales, cualquiera de ellas, no importa pues el mismo patrón se repite ad infinitum en Latinoamérica, lo que experimentaremos da miedo y una tristeza ingrata.

    Resulta que nuestros jóvenes, egresados de institutos, colegios, escuelas o de cualquier establecimiento del Estado, que desean continuar estudios superiores en la o las Universidades o Extensiones Universitarias de cualquiera de nuestros países, al someterse a los exámenes de admisión, aptitud o capacidad, andan por los suelos.

    El drama en métodos, pensum, currícula y contenidos que tienen y se imparten en bachillerato, magisterio, secretariado, perito o en cualquiera de las ramas de los niveles medios y vocacionales, no es que sean malos o deficientes, lo que pasa es que ya los jóvenes estudiantes vienen mal preparados desde los básicos, de la primaria y hasta de la pre primaria.

    Y, a pesar que todos ellos, los millones de jóvenes que conforman el futuro de Latinoamérica, saben leer y escribir, eso no basta para provocar la cascada de ingeniosidades, creatividad, ingenio, habilidades y destrezas que necesitamos para sustentar el desarrollo humano y social de nuestro continente.

    ¿Qué podemos comentar o decir de aquellos millones de adultos que una vez aprendieron a leer y a escribir y que sólo con el a,b,c se quedaron?.

    ¡Qué apoyo social, político y económico nos pueden brindar!.

    Si se nos busca, por medio de las maquilas, del exterior, no es por otra cosa que la mano de obra barata.

    Qué, si no unos pocos míseros centavos de dólar por hora podemos esperar le paguen a nuestros ciudadanos, principalmente mujeres, por coser, cortar y pegar ropa, zapatos, materiales y otra serie de elementos pues, como ni siquiera saben leer de corrido, los que se dicen alfabetos, y como de todos modos ni necesitan de la lectura para ejecutar las tareas encomendadas por el manager, no hay preocupación por dedicarle tiempo a la superación educativa, formativa o de capacitación técnica o profesional.

    Y si a este drama anterior que hemos recreado, para no olvidar en qué medio ambiente vivimos y en qué recóndito medio tenemos condenados a sobrevivir a nuestros conciudadanos del interior o de provincia, le agregamos uno más, escalofriante y calamitoso, no lo dudo que también ustedes llorarán.

    Resulta que si quisiéramos, en cualquier rincón de nuestras populosas ciudades, respirar adecuadamente, es decir poner en nuestros pulmones el vivificador oxígeno regenerador de nuestro sistema, y damos una, dos o cinco aspiraciones, no importa si profundas, con tal acción estamos cometiendo un suicidio.

    En nuestras ciudades de Latinoamérica es fácil adquirir infecciones, afecciones y amebas producto de la micción y defecación ambulante que hacemos hombres y animales, no digamos por la cantidad de basura y desechos que tiramos en calles y avenidas.

    La contaminación es espantosa y nuestros niños y adolescentes la sufren, padecen y se intoxican en nuestras propias barbas.

    Aquí sí que nos sacan una enorme distancia los habitantes del interior y de las provincias de nuestros países pues este mal no ha llegado aún a ellos.

    Y todo esto, si lo ponemos en perspectiva, es la calamidad social que tenemos que enfrentar con la suficiente seriedad como para buscar, inmediatamente y sin más excusas tontas, una salida integral.

    Ya se habla de cifras escandalosas, en lo que a destrucción del medio ambiente hemos provocado los seres humanos a nuestro derredor, como para seguir tan impávidamente como estamos.

    Dicen que a cada segundo se pierde una buena porción de los bosques tropicales que adornan y limpian el planeta, nos dan aire puro y nos permiten tener todavía un agradable clima.

    ¿Vamos a continuar permitiendo ese crimen de lesa ambientalidad?. Si me permiten usar ese término.

    En la mesa de los señores y señoras de las clases altas y media altas se come de lo mejor.

    Carne a diario.

    Y una dieta equilibrada, tal y como cualquier nutricionista recomienda que deberíamos tener cada uno de los seres humanos que poblamos el planeta.

    Pero en las mesas de los habitantes y seres humanos de las clases medias pauperizadas, de los pobres y en la de los extremadamente pobres, mejor ni hablamos de los alimentos que se colocan para hijos y familia; mucho menos de la frecuencia.

    La calidad de la dieta de nuestra población es y va en razón directa de los magros ingresos que se tienen.

    Es decir nula, insuficiente e irregular.

    Si nos referimos a la calidad nutricional de los extremadamente pobres, de los pobres y de los nuevos pobres urbanos.

    ¿Qué podemos esperar entonces de la salud, esperanza de vida, educación, rendimiento, capacidad, ingenio, creatividad, habilidades y destrezas de la gran mayoría de nuestros paisanos latinoamericanos?.

    ¿Es posible sostener el desarrollo y la riqueza de un país, como cualquiera de los nuestros, con y en las actuales circunstancias en las que se devanan millones de hermanos condenados a estar íngrimamente pobres, abandonados y en la miseria?.

    ¡Por supuesto que es imposible!.

    ¿Cómo diablos esperan nuestros flamantes comerciantes, industriales, exportadores, banqueros, grandes prestadores de servicios y demás agroindustriales que tienen en sus manos la vida y futuro de la población indefensa, pobre, analfabeta, insalubre y con sus capacidades creativas e imaginativas limitadísimas, que podemos salir adelante sin que también ellos se pongan las pilas y generen otra clase de sentimiento y realidades en nuestros países?.

    La búsqueda del bienestar general, es decir del Bien Común, apropiada para gozar todos los habitantes de libertad, paz, seguridad, justicia y desarrollo integral, debería de estar basada en el crecimiento económico, en la productividad nacional, en el desarrollo de exportaciones de productos no tradicionales, en el turismo receptivo y para ello son indispensables dos cosas:

    Una, que nuestros Gobiernos impulsen una política macroeconómica humana, no a mansalva ni con aplicaciones de shock, como lo han hecho en el pasado reciente con devaluaciones, inflación o hiperinflación. Y mantener un clima de paz social y de seguridad.

    Y dos, que nuestros hombres y mujeres de empresa, los motores del crecimiento económico, se pongan las pilas y que también no sólo dignifiquen sino que prestigien, capaciten, formen, informen y compartan o distribuyan utilidades con trabajadores, empleados, directivos y gerentes.

    O sea, y para concluir con este subtítulo, y para evitar, en la medida de lo posible esos absurdos que tienen y han tenido nuestros varios intentos por desarrollarnos, debemos tomar en cuenta unas direcciones adecuadas que seguir, unas visiones integrales que concebir y unas actuaciones prácticas humana y sociales en que comprometernos a cumplirlas a cabalidad.

    Estamos hablando nada menos del futuro de nuestros hijos, nietos y próximas generaciones a los que debemos aprender a respetar hoy mismo, en esta generación, pues ellos o muchos de ellos aún no han nacido y el futuro en el que se desenvolverán será uno moldeado por nosotros y espantoso para su sobre vivencia si continuamos como hasta ahora.

    ¿No vale la pena intentarlo por lo menos?.

    PRIORIDADES DIGNAS DE TOMAR EN CUENTA EN EL CRECIMIENTO ECONÓMICO QUE DEBEMOS DE FORJAR EN LATINOAMÉRICA

    Sin lugar a ninguna duda al respecto entre la salud, salubridad, educación, facilidad de abrir amplias oportunidades de superación, empleo y remuneración; junto a las condiciones propicias del medio ambiente y los recursos naturales, renovables o no, así como del debido respeto a los derechos individuales de los seres humanos, está el secreto tan ansiosamente buscado por presidentes y Gobiernos para asegurar la salida inmediata de la pobreza de la gran mayoría de la población latinoamericana a niveles adecuados de bienestar y paz social.

    ¡Qué fácil se mira la cosa!.

    ¿Verdad?.

    Claro que de lejos se deben ver los toros.

    Ahora bien ¡se animarán al fin a actuar nuestros apoltronados gobernantes con estas opciones!.

    Esperamos que lo hagan lo antes posible.

    Por el bien de todos nuestros connacionales.

    Es indiscutible que el acceso más libremente a la educación, tanto a la formal y tradicional, como a la informativa, informática, de sistemas de red, Internet y ocupacional, se hace indispensable en nuestros países como herramientas básicas de trabajo internas y propias de los seres humanos que, unido a un cuerpo robusto, sano y mentalmente apropiado, con autoestima y auto imagen buenas, formarán las bases y los cimientos en las que sentaremos a nuestro continente para que jamás se hunda en el subdesarrollo, las miserias y la tan ingrata pobreza.

    La productividad agroindustrial con la que contamos en casi todos nuestros países ahí está, unas en potencia y otras apenas empezando, con las que podemos hacer grandes y mejores cosas por nuestra población pues el crecimiento económico que se provoca por estas actividades provenientes del agro son prácticamente ilimitadas como para desperdiciar más el tiempo.

    Los enormes perjuicios sociales que padecemos en América Latina empiezan con la poca, nula o pésima educación, continúan con la pobre y escasa formación y concluyen con la casi nula preparación técnica o universitaria que tenemos en nuestros recursos humanos.

    Pero no nos confundamos y creamos que con un gasto multimillonario en el Sistema Educativo Nacional de nuestros países eso bastará para provocar personas educadas, formadas, informadas, con habilidades técnicas y universitarias, pues la relación está o debería de basarse en una serie de complementos a la educación tradicional.

    Claro y por supuesto que el gasto en Educación debe ser, junto al de Salud y Salubridad, los principales rubros de un país, seguidos de los Gastos en Inversión Social, Infraestructura, Financiamiento y Apoyo hacia la pequeña y micro empresas y de ahí con otras cosas y líneas.

    No podemos obviar que la calidad en nuestro entorno, medio ambiente y en la biodiversidad que tan típica es en nuestro continente, forman parte de un compendio de medidas que fortalecen las actividades del ser humano.

    Los Recursos Naturales y la integración territorial son primordiales en el desempeño y en la lucha contra la pobreza.

    Y son básicos para alcanzar el soñado desarrollo humano y social de nuestros pueblos.

    ¡Cuanta falta nos hace ya estar, por lo menos, en el Segundo Mundo!.

    Y no como en la mayoría de nuestros países que vamos como el cangrejo ¡para atrás día con día!.

    Los riesgos de nuestros habitantes, principalmente los de jóvenes, mujeres y menores de edad, son tremendos pues la contaminación urbana de nuestras ciudades, unida al grave y deficiente aire que nos obligan a respirar las emisiones gaseosas de los buses, autobuses, carros, camiones, automóviles, fábricas e industrias altamente contaminantes que se situaron en nuestros países con la disculpa de traernos ocupación y empleos, ya es momento de detener y revertir.

    ¿No le parece justo?.

    Hay una gran contaminación en el aire que se respira en casi todos los locales cerrados y con poca o nula ventilación.

    Otro inconveniente proviene del agotamiento de las fuentes naturales de agua que, sin ir muy lejos, hace cinco, quince o veinticinco años obteníamos casi a flor de tierra; y que hoy, hay que escarbar cientos de metros en las profundidades de la Madre Tierra para alcanzar un caudal pobre y contaminado.

    Este agotamiento y terrible deterioro en el agua repercute en todas las actividades agro pecuarias, base fundamental de nuestros alimentos y de nuestra vida.

    Ninguna gestión encaminada a contribuir con la preservación, uso y explotación racional de nuestros recursos naturales hemos tenido, y eso ha provocado que a mansalva todos hayamos contribuido, en menor o mayor grado, al agotamiento de grandes recursos y al empobrecimiento pues, el producto proveniente del petróleo, minas, bosques y demás riquezas latinoamericanas, han ido a parar a los enormes bolsillos de sabe Dios quién; mientras que esas enormes deudas externas que acompañan a las economías endebles de nuestros países, precisamente productores de petróleo y de otros recursos, son prácticamente impagables.

    ¡Dónde está el truco ese de tener una grandísima riqueza y a la vez una deuda multimillonaria en dólares!.

    Sepa Judas.

    Aunque es fácil de ver los billetes que se les salen de los bolsillos a muchos de los funcionarios públicos que están o recién estuvieron haciendo labores en el Estado de nuestros países.

    El truco es que se embolsaron la mayor parte de esa riqueza nacional hoy traducida en deudas, miseria y desesperanzas por doquiera que miremos en nuestras comunidades nacionales.

    En la vida de los seres humanos que sobreviven en los miasmas del subdesarrollo, como lo son la pobreza, miseria, exclusiones, iniquidades y la violación constante de los derechos individuales (a pesar de ser sagrados en nuestras constituciones), la calidad del medio ambiente y la sobre explotación de los recursos naturales, renovables o no, junto a la gran contaminación, al uso de combustibles que al consumirse se traducen en deterioro al entorno en el que vivimos, el agotamiento de las fuentes naturales de agua, así como su alta contaminación y degradación, sin olvidarnos de todos aquellos agentes químicos que son usados sin discriminación y mucho menos control alguno en siembras, cosechas y en general en casi todas las tareas agro pecuarias, repercuten notablemente en la calidad tan baja de vida que nuestros millones de paisanos sobreviven.

    El bienestar, tan urgentemente demandado por nuestros pueblos, lo podemos ir construyendo poco a poco con solo fijarnos más en lo que se hace a la vista de todos y respetar nuestros sagrados Recursos Naturales, los cuales han estado siendo depredados sin ninguna contemplación por explotadores incapaces de tener un mínimo de conciencia social.

    Las grandes catástrofes naturales que acarrean los incendios forestales, así como las enormes consecuencias de ello, nos dejan pérdidas de incalculables valores.

    Pero no tantas como las que dejan en las vidas familiares de aquellos seres humanos que dependen enteramente de la utilización de recursos naturales que tienen o han tenido al alcance de su mano para subsistir y que hoy, simple y llanamente, ya no están.

    Lo que los habitantes de nuestras Repúblicas sentimos, y entendemos, como aquellas funciones que tienen que implementar y desarrollar nuestros respectivos Gobiernos, no es otra cosa más que la gestión pública que nos impacta, no importa si de manera positiva o en sentido contrario a los intereses y anhelos de la nación, como para que no veamos en esa actividad tan importante que tienen Presidentes, Ministros y Secretarios de Estado la salida apropiada al estado de indefensión en el que estamos los habitantes presa de la pobreza, del desamparo y del subdesarrollo.

    ¿Por qué no han hecho su trabajo como lo demanda la sociedad?.

    Cada una de las acciones que emprendan y ejecuten nuestras autoridades tiene un impacto social profundo en nuestro presente y uno mucho más grande en el futuro cercano y aún dentro de cincuenta o cien años, como para no preocuparnos de las actividades que hacen o dejan de hacer los gobernantes latinoamericanos.

    La búsqueda de mejorar constantemente la gestión, el desarrollo y la planificación de toda la actividad pública de nuestros Estados, es y debe ser constantemente vigilada, fiscalizada mejor dicho, por nosotros, los ciudadanos de a pie, los seres humanos que concientemente hemos puesto con nuestros votos a las autoridades que nos gobiernan, para evitar los desmanes tan acostumbrados en funcionarios electos y nombrados.

    La corrupción, el abuso de autoridad, la impunidad con la que actúan y el crimen organizado que, precisamente así se llama por estar incrustado adentro del propio Estado de un país, son esas cosas por las cuales debemos luchar denodadamente en contra de ellas.

    Ningún crecimiento económico sostenible para nuestras naciones y pueblos puede lograrse con estas mafias que tenemos en nuestros gobiernos al acecho de dinero, negocios y cuantas cosas les beneficien.

    Los intereses de las personas que se benefician grandemente de los negocitos que se hacen a la sombra del poder público, son mucho más importantes que la pequeña o mediana superación en el seno de una familia de personas extremadamente pobres, que al fin pueden conseguir unos mejores ingresos.

    Es decir que esas lacras, así como el nefasto tráfico de influencias que acaba con las mejores previsiones o pactos sociales que se puedan conseguir entre los actores de la vida nacional en nuestros países, influye negativamente en las líneas políticas de cualquier Gobierno y no digamos en las legislaciones que, desde los Congresos Nacionales, nuestros diputados y senadores, en donde exista esta figura, que son los que tienen como parte de sus obligaciones hacer leyes y trazar el rumbo del Estado, las harán con las consabidas dedicatorias a esos intereses de las fuerzas que de verdad son el Poder tras el trono en cualquiera de nuestros territorios nacionales y en profundo detrimento de las grandes mayorías.

    ¿Los pobres seguirán en la pobreza?.

    Ante este desolador panorama político, parece que así es la cosa.

    Eso hace indispensable que se produzcan los frenos y contrapesos, no sólo entre instituciones del Estado, sino como una de las obligaciones morales y cívicas de cada uno de los habitantes de Latinoamérica.

    Pero que funcionen.

    Si no qué chiste.

    Y de ejemplos ya estamos hartos con ver, en el pasado reciente, a tanto gobernante y funcionario corrupto que, durante su paso temporal por el poder público, ha hecho cada una de las mañas usuales que hacen los desalmados y estafadores de conciencias.

    Es aquí, precisa y concisamente, en que la Sociedad Civil debe emerger con la fuerza moral que le caracteriza, para que todas aquellas prioridades nacionales, masivas y de gran impacto positivo social se tomen en cuenta, se legisle a su favor y vigilar que el crecimiento económico que se debe forjar desde las instituciones y organismos del Estado sean eso, la punta de lanza del desarrollo humano y social de nuestras pauperizadas naciones.

    Si queremos que las nuestras, cada una de las naciones de América Latina, sean o continúen siendo unas democracias de fachada y del diente al labio, detenidas, paralizadas por la corrupción, empantanadas por el crimen y la impunidad y retrasadas en el desarrollo human y social, perfecto, sigamos como estamos.

    Con no hacer absolutamente nada, tal y como hemos estado hasta el día de hoy, es suficiente.

    La integración entre los Organismos Ejecutivo, Judicial y Legislativo de nuestros países, así como la ínter-fiscalización ente ellos, unido eso a la voz cantante que deben tener los alcaldes y corporaciones municipales y junto al poder de las distintas Asambleas de la Sociedad Civil perfectamente organizadas y participativas, nos garantizarán otro tipo de sociedad.

    Así como el futuro de nuestros descendientes.

    Es casi imposible, así como estamos y vivimos, obtener la sociedad soñada por los que hoy son víctimas del sistema consumidor que se basa en el desprecio, abuso e ignominia, que nos ha degradado a los seres humanos hasta la condición de miseria en que millones de nuestros paisanos latinoamericanos tienen que sobrevivir, ellos y cada uno de los miembros de su respectiva familia.

    ¡Qué triste el aterrador panorama que tenemos enfrente de nuestras narices!.

    Pero bueno ¡sí siempre lo hemos tenido!.

    ¿O no?.

    Lo que representa el Producto Interno Bruto ha sido confundido, y lo peor nos tiene de cabeza, pues pretendiendo que con esas y en esas cifras macroeconómicas se puede resumir la historia y el momento exacto de una nación, hoy con sólo ver la cifra en miles de millones de dólares podemos decir que nuestros países son unos solventes y en franca vía de alcanzar el desarrollo.

    ¡Pero qué lejos de tal embuste!.

    Que diablos le puede importar a don Juan Pérez y a su familia que, desde que nació lo hizo en un hogar humilde y en la más extrema de las pobrezas que alguien pueda soportar, que en su país, que puede ser Perú, Guatemala, República Dominicana, Argentina o cualquier otro de nuestro continente, se retrate por medio de una cifra multimillonaria, -y todos los PIB son multimillonarios-, a la situación en general de su patria, si al meterse la mano a los bolsillos no encuentra ni uno solo de esos miles o cientos de dólares que al dividir el PIB entre los habitantes de un país automáticamente se obtiene el ingreso per cápita.

    ¡Dónde diablos, señores tecnócratas, están esos dolaritos que no le caerían mal a los millones de Juan Pérez que viven atormentados por la miseria en que forzosamente tienen que sobrevivir en Latinoamérica!.

    ¿En dónde…?.

    El progreso o la eventualidad de un lejano desarrollo en nuestro continente no puede continuar siendo medido o tomado en cuenta por medio del Producto Interno Bruto, PIB.

    No.

    La única y verdaderamente tangible riqueza de nuestros pueblos, y de cualquiera del Globo Terráqueo, está en el conglomerado de seres humanos.

    El patrimonio de nuestros países no es otro que el recurso humano que, unido a un medio ambiente social, político, productivo y cultural de acuerdo a las normas constitucionales, nos tiene garantizado el crecimiento económico.

    Pero no el revez, como ha sido el giro político que ha dominado a nuestros Gobiernos.

    Los grandes contrastes, así como los absurdos y paradojas que nos han venido acompañando a lo largo de nuestra respectiva historia patria, ya es inaguantable.

    A la tecnología de punta, al Internet, a la comunicación celular o satelital y a todo aquello que es disfrutado por las personas que tienen ingresos arriba de los tres mil dólares, y en el que se regocijan apenas una mínima parte de la población latinoamericana, hay que anteponerle la yunta de bueyes, el techo de paja, las casas de cartón, comer si bien les va hierbas, pies descalzos, hambre y por sobre todo una desesperanza, del tamaño de la Catedral, en la que tienen que sobrevivir millones de hermanos.

    Y pensar que todavía hay incautos o insensibles que se preguntan ¿qué es lo que está mal?.

    EL SUBDESARROLLO

    Esta condición tan terrible, y con las consecuencias desastrosas que representa para nuestras naciones, en la que nos tienen sobreviviendo y sufriendo todos y cada uno de nuestros gobernantes, tanto los actuales como los del pasado reciente y aún aquellos de más años para atrás, pues sus desaciertos y corrupciones aún nos están impactando, es y ha sido el gran obstáculo para impedir que cada uno de nuestros derechos individuales se hayan hecho realidad en nuestras democracias.

    Vea usted, querido lector y lectora, las terribles y graves consecuencias que se cosechan al pasar los años por esa falta de previsión de aquellos que se sintieron, en su respectivo momento político, el papá de los pollitos y los grandes conductores de la nación.

    Hoy, cuando han pasado diez, quizá quince o hasta treinta y cincuenta años de lo que se hizo o de lo que no se hizo, que es igualmente terrible, nos tenemos que tragar toda la porquería y la serie de complicaciones que se decantaron hasta nuestra generación y a este momento en la historia patria de nuestras Repúblicas.

    El lamento proviene de todos los sectores, y principalmente de aquellos que socialmente han estado excluidos de aunque sea una milésima partícula de satisfacciones, beneficios y riqueza, como sí la tuvieron y la tienen aún aquellos que heredaron bienes, tierras y oportunidades bien aprovechadas.

    Hoy, millones de millones de seres humanos, en nuestra América Latina, sufrimos por las condiciones miserables y paupérrimas en las que nos devanamos sin una esperanza de salir de esos miasmas heredados y provocados en lejanos y cercanos años por insensibles, depredadores y estafadores de conciencias como lo son y lo fueron aquellos dirigentes, funcionarios, gobernantes y presidentes que sólo vieron el derecho de su nariz.

    ¡Que se confundan en donde tienen que estar confundidos desgraciados y abusadores!.

    ¡Hijos de mala madre!…

    Los derechos humanos de las grandes mayorías latinoamericanas siempre fueron y todavía son pisoteados y violentados por los poderosos de turno que, con su indiferencia por los pobres, los tienen sumidos en las desgarradores miserias de las condiciones en que tienen que sobrevivir; derechos individuales que por otra parte sí son tangibles y gozados por los ciudadanos de los países del Primero y del Segundo Mundo que, sin remedio para nosotros los rezagados, sí viven, se desenvuelven y gozan de ingresos adecuados, suficientes y, por sobre todo, sostenibles.

    ¡Ah que desgracia más negra la nuestra!.

    Y no es con envidias o con rencores hacia esos otros países y sus habitantes como estaremos como ellos.

    No.

    Es haciendo lo que ellos hicieron y siguiendo el camino por ellos recorrido como conseguiremos vivir tal y como lo hacen estos otros privilegiados seres humanos.

    ¿Serán capaces de entenderlo nuestros actuales gobernantes?.

    ¿Tendrán la humildad de reconocer que en asuntos de desarrollo social y humano están más perdidos que una aguja en un pajar y con su falta de acciones e ignorancia en la materia nos arrastran al hoyo profundo del atraso y de las grandes limitaciones?.

    Que no se equivoquen y confundan la humildad con la humillación.

    La humildad es la condición de reconocer uno o más errores y estar dispuestos no sólo a rectificarlos sino a mantener todos los canales de intercomunicación abiertos entre gobernantes y los representantes de la población para hacer las cosas que sean de beneficio social.

    La triste condición del subdesarrollo no respeta, por otra parte, ni fronteras ni religiones, mucho menos credos, doctrinas o políticas.

    Nos arrastra y arrasa con lo que se encuentre en el camino, principalmente vidas humanas.

    El subdesarrollo, y la secuela de males que trae aparejado, los tenemos situados, y firmemente agarrados, en cada uno de nuestros países latinoamericanos.

    Para nuestra desgracia.

    Y para nuestra degradación social y económica, además.

    Y, como son procesos casi irreversibles, resulta que salir de ellos es doloroso, costoso y muy tardado.

    Al chocar un vehículo es cosa de segundos en que se hace añicos y que se le ocasionan fuertes daños estructurales, pero la reparación, al igual que con el subdesarrollo, consume esfuerzos, dinero y tiempo.

    Pero el nuestro es un subdesarrollo muy bien establecido, tanto es la cosa que podemos afirmar que es uno auto sostenido y duradero.

    Es la causa de todos y cada uno de los inconvenientes y trastornos que nos hacen sufrir en nuestras desamparadas vidas familiares y personales, así como la que en los niveles macro de nuestros países y continente nos entrampa día con día.

    Y la pobreza es la característica más típica y que resalta como ninguna entre los diversos miasmas del subdesarrollo.

    Pobreza que por otra parte es el asesino más desalmado y la causa del mayor sufrimiento humano no sólo en nuestro continente sino que en el mundo completo.

    La miseria en la que amanecen millones de seres humanos en nuestro continente, sin un lugar decente y digno para vivir pues las condiciones inadecuadas de su vida, educación, salud y salubridad, vivienda, nutrición, desempleo, falta de oportunidades, discriminación, exclusiones, desigualdades y desamparo, de verdad que paran el pelo.

    Todas esas situaciones y condiciones derivadas y complementarias del subdesarrollo deberían de haber sido suficientemente comprendidas por aquellos que una vez, en sus respectivas campañas proselitistas y eleccionarias, se dijeron sensibles a la realidad social de sus pueblos, pero que a la hora de estar ya subidos en la Silla Presidencial, ¡si te vi ya ni me acuerdo!.

    ¡Ah ingratos y desalmados politiqueros!.

    Pero ya la historia les tiene reservado un lugar especial que los señalará como los grandes depredadores sociales de sus respectivos pueblos.

    Serán y quedan señalados de por vida como hambreadores y simples pícaros que, abusando del poder temporal que unas elecciones les dieran, se llenaron el buche de cuanto tuvieron la oportunidad de tragarse sin tan siquiera pensar en los más humildes seres humanos que no tenían con qué y mucho menos qué comer ni qué darles a sus hijitos.

    Ya la historia se encargará de cada uno de ustedes miserables esperpentos roba esperanzas y genocidas.

    ¡Sí señores!.

    ¡Genocidas!.

    Pues han matado a sus pueblos con la miseria que provocaron y con las limitaciones que no quisieron detener y con la insalubridad, analfabetismo y atrasos que muy bien les sirvieron para mantener, según la gran estupidez de ustedes, "dormido y tranquilo al pueblo".

    Confundieron la gobernabilidad que creyeron tener en sus Gobiernos con el silencio popular que provoca la pobreza, el atraso y la miseria.

    Y eso sí que tiene un precio alto, tan alto que serán recordados como cualquier tirano que sumió en la podredumbre a sus gobernados.

    Pero es que nosotros mismos, los ciudadanos que tenemos el poder de los votos, los hemos acostumbrado a sus estafas de conciencias pues nunca les pedimos que nos entreguen cuentas de sus gestiones.

    Y ni lerdos ni perezosos nuestros listísimos dirigentes y gobernantes ¡cómo iban a desaprovechar tamañas ventajas populares!.

    Y si a ninguno les hemos contado las costillas ¿por qué nos admiramos o asustamos de tener esas joyas de dirigentes y de gobernantes que disfrutamos en nuestros países?.

    A esos desgraciados y mal nacidos les debemos el desarrollo sostenido del subdesarrollo de nuestros pueblos.

    Y las millones de vidas que se han perdido por la miseria y las condiciones de insalubridad en que forzosamente han tenido que sobrevivir y aún lo hacen niños recién nacidos, jóvenes, mujeres jefas de hogar, ancianos y todas esas personas excluidas y absolutamente olvidadas que sucumben en los horrores del subdesarrollo.

    ¡Ah pero el desquite de la historia con ustedes, lacras y estafadores politiqueros de pacotilla, no será poco ni suficiente para dejarlos señalados como lo que siempre fueron!.

    Ladrones de conciencias y farsantes apocalípticos de porra.

    La dignidad humana se ha visto menoscabada, y disminuida a su mínima expresión, ante el ataque inmisericorde que el subdesarrollo genera en la población en general.

    Ninguno de nosotros tenemos defensa alguna contra cada una de las manifestaciones y condiciones que impone el atraso y la miseria.

    Nos enfrentamos, día con día y segundo a segundo, a una gran exclusión social.

    Tal parece que es parte de un complot, en contra de nuestros países, tanta desgracia que nos rodea.

    Pero no estamos tan olvidados, como es fácil de concluir, pues recientemente en el año de 1,995, y en la Cumbre Mundial para el Desarrollo Social, llevada a cabo en la capital de Dinamarca, Copenhague, la Comunidad Internacional, léase los miembros del exclusivo club del Primer Mundo, en consenso se comprometieron en serio a planificar y ejecutar todas aquellas acciones, políticas y actividades que propiciarán una lucha firme y decidida en contra de la pobreza, así como conseguir su erradicación en el menor tiempo posible.

    Vaya, pues, ya era hora.

    ¡Bravo por ustedes señores que comen los tres tiempos y que duermen en camas con sábanas de seda y finos olores!.

    Y, si esto no fuera suficiente, tenemos que traer otro compromiso mundial a nuestro favor.

    Hay más, no se preocupe usted.

    Estamos siendo objeto no sólo de la curiosidad sino de la sensibilidad internacional por aquellos que nos habían visto con otros ojos hasta no hace mucho tiempo.

    Y no podemos darnos el lujo de desaprovechar esta situación única.

    ¿Qué les está pasando?.

    ¿Acaso les damos la suficiente pena como para que hagan algo por nosotros?.

    O simple y llanamente es para calmar su psiquismo y poder dormir tranquilos.

    Como el que nos procuramos los que con unas monedas o un pan dado a los pobres de nuestros países creemos que esa es la parte que nos toca en la sociedad.

    Por eso pregunto antes pues la cosa sí es rara y parece que es para que los grandes y todopoderosos países del Primer Mundo no tengan compunciones.

    Y puedan dormir tranquilos y sin pesadillas en sus camas mullidas y de oro.

    Y para que los remordimientos no aumenten más allá de la media controlable.

    Las Naciones Unidas, en pleno, proclamó al período comprendido entre los años 1,997 y el 2,006, como la Década Internacional para Erradicar la Pobreza en el Mundo.

    ¡Hay!… ¡hay! …¡hay!.

    ¿Ojalá que logremos un poco de estas buenas intenciones y excelentes deseos?.

    Y, ojalá también, que no sea sólo eso.

    Un poco de blablabla.

    Como es tradicional en los políticos.

    Pues para empezar ya se han pasado 7 años, de la década propuesta, y en nuestros países ni siquiera estamos enterados de esa grandiosa obra que se supone ya emprendieron nuestros hermanos mayores por estos miserables y depauperados países del Tercer Mundo hundidos hasta la coronilla en los miasmas del subdesarrollo.

    El desafío, como es fácil de ver, es enorme para todos.

    Tanto para los cooperantes como para nosotros los beneficiarios.

    Pero vale la pena que nosotros, los afectados, es decir los millones de pobres de nuestra América Latina, pongamos todo nuestro empeño en ello y algo hagamos para contribuir a tan nobles propósitos de aquellos hermanos mayores que por fin decidieron hacer algo más que continuar explotándonos a mansalva.

    Que Dios los bendiga.

    Que la sonrisa franca y limpia de nuestros niños sea el mejor regalo para ustedes y que vean en ella la esperanza renacida de nuestras sociedades hoy sujeto y objeto del desarrollo humano y social de los poderosos.

    ¡Muchas Gracias!.

    Y sólo con la esperanza que nos provocan estas Declaraciones ya hemos podido vislumbrar, por apenas una sencilla rendija, la pequeñísima oportunidad que necesitábamos para ir saliendo del ingrato subdesarrollo.

    Al desafío de la pobreza, que eso y no otra cosa es esa condición con la que nacemos y que nos fue impuesta hace muchísimos años, hay que agregar otro inconveniente, como producto del primero, y que es esa alta tasa de natalidad que se da en nuestros subdesarrollados países.

    Sin olvidarnos, por supuesto, del gran deterioro de nuestro medio ambiente y del abuso y sobre explotación de los grandes Recursos Naturales con que cuenta nuestro rico y bello continente.

    Los temblores financieros deben ser cosa del pasado pues una estabilidad monetaria, crediticia, cambiaria y con intereses apropiados, son la base de todo lo que hemos estado hablando.

    El desarrollo, así como el crecimiento económico, que van de la mano, dependen de la tranquilidad en los agentes financieros de nuestros países.

    Así que ojo.

    ¡Mucho ojo!.

    Y para culminar con el éxito esperado de esa Gestión Internacional, no debemos olvidarnos de hacer nuestra parte desde las alturas del Poder Público y obligar a nuestros gobernantes que hagan una gestión restringida a la Constitución Nacional.

    ¿Qué más podemos pedir para empezar a soñar despiertos?.

    ¿TAN DE NUESTRA VIDA DIARIA ES Y HA SIDO EL SUBDESARROLLO?

    ¡Por supuesto!.

    Día con día, segundo a segundo y año con año, las miserables condiciones que impone el subdesarrollo, a los pueblos que lo padecemos, se dejan sentir en nuestro interior, en nuestras familias y por supuesto que también en nuestros países.

    A tanto ha llegado la vaina ésta, que nacemos con el subdesarrollo latinoamericano como con el color mestizo de nuestra piel que nos caracteriza en el mundo entero.

    Y, por si queremos agregarle un puntito de verdad a estas afirmaciones temerarias, hay que concluir que el subdesarrollo ya está atado en nuestra mente.

    Hemos nacido, vivido y muerto en y por causas del miserable subdesarrollo.

    Y, a no dudarlo, esta condición vergonzosa, humillante y degradante, a más no poder, ya es un estado mental absolutamente normal y aceptado por millones de seres humanos que, sin mejores perspectivas ni futuro, lo hemos hecho nuestro.

    ¡Qué vergüenza, por Dios Santo!.

    La serie de graves limitaciones son parte de nuestra vida.

    Si dignidad es la cantidad de respeto por nosotros mismos ¿a quién tenemos que echarle la culpa por la indignidad que a borbollones lucimos en su conjunto los latinoamericanos?.

    El respeto hacia uno mismo es lo que permite la superación de todo cuanto se antepone a nuestros sueños y anhelos; es decir que la dignidad es el motor, o debería de serlo, de la superación del ser humano.

    Pero al perderla o tenerla menoscabada y casi desaparecida de nuestro ser interno, ya la dignidad en América Latina perdió su razón de ser pues, sin gasolina ningún vehículo, por más moderno y caro en el que nos lucimos, podrá llevarnos a ningún lado.

    Es cosa del machismo latino, dirían algunos, eso de no tener o tenerlo disminuido, cuando proponemos a la dignidad como el motivador del desarrollo humano.

    Y no están tan alejados de una realidad muy de nuestras latitudes.

    Por el machismo hemos dejado tiradas, quizá las mejores oportunidades que se nos han presentado a los hombres que, cargados de razones poderosas para no hacer cosas, labores y acciones consideradas como actividades de mujeres, hemos preservado nuestra sagrada condición de reyes del universo, del paraíso terrenal y de nuestras comunidades, sin ver que allí, en el trabajo, pudimos salir avantes y sacar a nuestras familias de condiciones miserables en las que estamos metidos.

    La famosa superioridad masculina que, en nuestro continente es más que un atributo natural en los hombres un defecto, exceso y una lacra social, y de la cual se derivan cantidades absurdas del autoritarismo, abuso, discriminaciones e inequidades, causa que se provoquen otras complicaciones en el seno de nuestras atrasadas sociedades.

    ¿No será ya la hora de ponerle un hasta aquí al machismo y a la demencial superioridad masculina?, es decir matar al macho man.

    ¡Por supuesto que sí!.

    También, por supuesto, debemos mencionar al fatalismo religioso que hemos venido mamando desde que los españoles nos vinieron a conquistar con la Santa Biblia en una mano y la espada, muerte, desolación, abusos y Santa Inquisición en la otra.

    Esta condición que dejaron marcada en nuestras psiquis, y en la conciencia colectiva de los latinoamericanos, es quizá la barrera más fuerte que ha tenido a su favor el subdesarrollo, la pobreza y las miserias humanas que nos vienen acompañando desde los siglos de los siglos, amén.

    Hemos permitido, por la imposición de creencias, castigos y martiriología dejada y fomentada por el fatalismo religioso, que fuerzas ajenas al ser humano que vienen de más allá de cualquier control, comprensión o justificación humana, nos hayan dominado de manera tan absoluta que, a la pobreza la vemos hasta como un premio divino.

    Si no recordemos el famoso Sermón del Monte que desde allí nos dejan impuesta la condición de podredumbre, miseria e inopia que padecemos, al dejarnos dicho que dicen que dijo Jesucristo: "bienaventurados los pobres porque de ellos es el Reino de Dios".

    A tanto ha llegado la cosa esta de la aceptación de las condiciones de pobreza que imperan en nuestros cristianizados pueblos, que el fanatismo y fatalismo religioso ha impuesto a sangre, castigo y fuego eterno cosas como las que a continuación me voy a permitir copiar literalmente.

    En la página 1104 del Nuevo Diccionario Bíblico, primera edición en castellano 1,991, basada en la segunda edición inglesa del New Bible Dictionary, 1,982, de Ediciones Certeza, nos encontramos con la sabia, cristiana y consecuente afirmación sobre las condiciones de pobreza para el pueblo cristiano.

    Y no nos olvidemos que América Latina eso es lo que es, la herencia del cristianismo en su máxima expresión.

    "En la enseñanza de Jesús las posesiones materiales no se consideraban malas sino peligrosas. Con frecuencia se hace ver que los pobres son más felices que los ricos, porque les resulta más fácil adoptar una actitud de dependencia de Dios. A los pobres vino a predicar el Evangelio (Lucas 4:18; 7:22). Son los pobres los primeros en ser bendecidos y a quienes asegura la posesión del Reino de Dios (Lucas 6:20)".

    Con argumentos sagrados como los que hemos copiado y que son los mismos que se han repetido por más de quinientos años a lo largo y ancho de nuestro pauperizado continente, es difícil contradecirlo y proponer otras cosas más de sentido común.

    ¿No será que nuestros millones de pobres, por su misma cercanía o presunta cercanía con Dios Padre en persona, querrán quedarse en su miseria, carencia y limitaciones?.

    Pues si al día siguiente de dejar de ser pobres, y de acuerdo al argumento religioso cristiano, Dios Padre ya no los bendecirá y se les acabará la supuesta felicidad que dicen que dijo Jesús tenían los pobres sobre los ricos, esa imposición, fanatismo y fatalismo religiosos, debe de ser lo que impide la superación, el bienestar y la riqueza.

    Entonces sí pudiéramos concluir que el desarrollo humano y social de los latinoamericanos se ha visto seriamente limitado, en la mayoría de los casos, por la forma tan fatalista de ver las cosas que nos rodean.

    Y no ha sido cosa de uno o dos años.

    No hermanos.

    Llevamos, desde 1,492, año del arribo de la espada y la cruz, más de 500 años de vivir en esas imposiciones religiosas.

    Pero bueno, algo habrá que hacer para ir cambiando el casete que suena en nuestras mentes y psiquismos para poder tener las opciones de superación en nuestras familias.

    Y, sin olvidarnos de la parte religiosa que nos legaron a sangre y fuego los españoles, no podemos perder de vista que estos conquistadores y el Reino de España tenían como significado de la palabra Gobierno toda una acción arbitraria la que debía de ser ciegamente obedecida.

    Y, si pretendemos vivir o convivir en Estados de derecho y en democracias participativas, las arbitrariedades y obediencias ciegas no forman parte del nuevo sistema pluralista, respetuoso y dinámico que demandan nuestras naciones para convertir la democracia en hechos reales de bienestar, seguridad, justicia, paz, libertad, desarrollo integral y por sobre todo respeto a las garantías y derechos individuales.

    Amen.

    José Ramón López, en "La paz en la República Dominicana", página 102 nos dejó dicho lo siguiente sobre los españoles que nos conquistaron y su forma de ver el mundo tan especial que tenían y que, a no dudarlo, nos legaron directamente:

    "La riqueza se obtenía mediante la guerra y conquista; el trabajo era para los esclavos y el comercio para los judíos, que acababan de ser expulsados de la península Ibérica…".

    ¿Qué tipo de Gobierno hacían y tenían implantado en América los virreyes, capitanes generales y gobernadores españoles en nuestros territorios, hoy Repúblicas y Estados herederos de esas acciones, y qué era lo que se disfrutaba hace cuatro, tres y doscientos años por la población indígena, criolla y la propia española residente?.

    Para comenzar eran Gobiernos individualistas, verticales y arbitrarios.

    No había ni el más mínimo respeto hacia las personas comunes y corrientes, es decir la vida humana no valía ni un pepino.

    La educación y formación de la sociedad nunca existió como política de Estado hacia la población en general.

    El compadrazgo, los privilegios, la impunidad y la ilegalidad, por supuesto para amigos y compinches de virreyes, capitanes generales, gobernadores y autoridades medianas y menores, era el pan de cada día.

    ¿Y qué decir de la corruptela enorme que se daba entre las esferas de funcionarios de alto y mediano nivel?.

    El poder de virreyes, capitanes generales y gobernadores era absoluto.

    Y los abusos derivados de esas condiciones no se hicieron esperar.

    ¿Acaso nos resulta extraño ese comportamiento de aquellas lejanas autoridades, como cientos de años atrás, si con la supuesta democracia latinoamericana poco o muy poco ha cambiado la cosa con los que nos gobiernan de unos 25 años para acá?.

    No.

    Parece la misma vaina que los españoles hacían a sus pueblos lo que hoy, para nuestra desgracia, hacen los funcionarios públicos electos, y nombrados, con nosotros y con los pueblos que gobiernan.

    ¿O no?.

    Es indiscutible que el carácter, comportamiento, políticas y mañas de aquellos lejanos conquistadores españoles no se ha borrado ni un poquito de las mentes y acciones de los nuevos políticos que nos han gobernado en Latinoamérica.

    Entonces es fácil deducir el tamaño de la piedra, y por sobre todo su enorme peso, que tenemos encima los pueblos que estamos sumidos en el subdesarrollo.

    Esa combinación perfecta, pero perfectamente maligna y destructiva para las naciones nuestras, entre el machismo latinoamericano, el caudillismo, el fanatismo y fatalismo religioso, unido al espíritu conquistador español que detentan nuestros presidentes y gobernantes, casi en lo general, es el caldo de cultivo del subdesarrollo en el que mal vivimos millones de seres humanos.

    Es por eso que las poblaciones en América Latina siempre están a la espera de un mesiánico líder que, sin ninguna duda para las masas, nos sacará de las miserias con la magia de su hablar bonito, sus grandes promesas y la ayuda de Dios.

    ¡Qué lindura de horizonte en el que descansa el futuro de nuestros hijos, nietos y próximas generaciones!.

    En la chifladura de alguien que sea presentado y divulgado como un enviado para sacarnos de todos y cada uno de los problemas que por más de quinientos años nos tienen seriamente oprimidos y sin ningún chance de salir de ellos por medios normales.

    ¡Qué tristeza que tengamos que esperar por un caudillo mezcla de Mesías, machismo y fatalismo!.

    El subdesarrollo que hoy padecemos en nuestro continente es uno profundo, arraigado en lo más íntimo de nuestro ser y lo peor, que lo hemos aceptado como regalo divino, como para no salir nunca de el.

    La lucha por desarrollarnos y sacar adelante a nuestra población, a pesar de los pesares, es una en la que nos tenemos que involucrar todos y cada uno de nosotros, pues si no vamos a continuar de mal en peor.

    De mentiroso en mentiroso.

    Claro, me refiero a los gobernantes que tendremos de aquí en adelante, nada diferentes a los que recién han pasado su peluda mano por arcas y bienes del Estado.

    Y entonces el círculo vicioso se amplía y consolidad como nunca.

    ¡Qué Dios nos agarre confesados!.

    ¿ES EL NUESTRO UN SUBDESARROLLO AUTOSOSTENIBLE?

    Vean ustedes qué espanto de cuestionamiento.

    Que, aparte de ser uno capcioso, es también fatal.

    Una paradoja de nuestro continente.

    ¡Así es!.

    Y además de grotesca, grosera y absurda pregunta, no podemos dejar de afirmar que es una que, nos guste o no, refleja la amarga realidad que padecemos.

    Para acabarla de joder.

    Efectivamente, el grado de subdesarrollo que nos ha venido acompañando, desde tiempos inmemoriales, es uno robusto, potente y por sobre todo sostenible.

    Es decir que no necesita de mucho para continuar con el grado de fortaleza que actualmente tiene.

    Pues se nutre, día con día y segundo a segundo, con las desdichas, restricciones, vidas y daños psicológicos de nuestros pobres y extremadamente pobres, así como de los pertenecientes a las clases medias que tienen un acelerado proceso de descomposición e inopia.

    ¡Ah pero qué triste realidad con la que nos debemos enfrentar!.

    Es más, y sin jactancias, hoy podemos asegurar que nuestro subdesarrollo es más potente, poderoso y por sobre todo sostenible, mucho más que el desarrollo de las naciones pujantes, ricas y del Primer Mundo.

    Por lo menos podemos lucirnos en esto.

    ¿No les parece que ya era hora de tener algo a nuestro favor?.

    Si cuando en el tiempo un país o sociedad consigue que todos sus índices sean favorables, decentes y buenos, es decir las condiciones de buena vida, de seguridad, justicia, salud, libertades, igualdades, calidad y expectativas de vida, educación, oportunidades de superación, etc, etc, son todos parejos y justos para sus habitantes, se habla de sostenibilidad y de superación.

    Y, si en ese mismo sentido, los nuestros han podido preservar en cada país la pobreza, la miseria, la muerte por desnutrición, el analfabetismo, la injusticia, los enfrentamientos, el desempleo, subempleo y la marginalidad, no podemos dudar en afirmar que hemos sido suficientemente capaces de mantener un subdesarrollo altamente calificado y capaz de auto sostenerse por los siguientes quinientos años.

    ¿O no?.

    Ejemplos palpables, crudos y vergonzosos son esos millones de seres humanos que emigran diariamente hacia los Estados Unidos porque sus naciones no tienen la capacidad de darles sustento, trabajo y superación.

    ¿De qué naciones hablamos?.

    De México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, República Dominicana, Haití, Cuba, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, principalmente, porque de las demás democracias latinoamericanas hay migraciones también.

    ¿Qué puede esperar un ser humano comprendido entre los 17 y 24 años en cualquiera de nuestros países sino condiciones miserables para él, su familia y comunidad?.

    Y eso sólo significa muerte y destrucción para ellos.

    Lo triste es que en ese rango se encuentra un altísimo porcentaje de la población latinoamericana y ellos y ellas, nos guste o no, en 15 y 25 años se harán cargo de las riendas de nuestras Repúblicas, a lo mejor no como presidentes o altos y medianos funcionarios públicos, pero sí con la responsabilidad sobre sus hombres de producir lo que cada nación necesita para sostener una población quizá duplicada de la actual.

    ¿Se da usted realmente cuenta exacta de esta reflexión?.

    Es una aterradora.

    Pero ¡qué diablos está haciendo usted para revertir estas cosas que tenemos frente a nuestros ojos y narices!.

    Bueno, es momento de ponernos los pantalones los machazasos latinoamericanos, y las faldas las mujeres que, por si se nos ha olvidado son ellas las que han llevado la batuta y el mando, y que juntos emprendamos una lucha a muerte contra el subdesarrollo.

    ¿Se apunta usted en esta revolución?.

    ¡Qué bueno!.

    No podemos dejar de mencionar otro aspecto que ha venido contribuyendo notablemente en el sostenimiento del subdesarrollo.

    El dinero que dejan las actividades derivadas del Crimen Organizado, es decir de secuestros, robo de vehículos, asaltos a instituciones bancarias y financieras, así como las millonarias cantidades de dólares, en monedas nacionales, que produce el cultivo, procesamiento, trasiego, tráfico y venta de las drogas, es, aparte de impresionante, el factor más importante en el sostenimiento de las condiciones en las que mal vivimos.

    Cada día más los chicos malos, los de cuello blanco, los zares y barones del Crimen Organizado, están utilizando a jovencitos en las actividades propias de los grandes negocios turbios y pecaminosos.

    Si entrevistamos a quienes han sido secuestrados, asaltados y despojados de sus vehículos, así como a quienes utilizan drogas y estupefacientes, o a cualquiera que haya tenido contacto con las personas representantes del Crimen en general, nos dirán lo mismo.

    Describen a jóvenes que, con toda desfachatez y tranquilidad matan, amenazan, violan, torturan y cometen sus agresiones con la mayor de las eficiencias posibles.

    Y el dinero, producto de sus labores en el bajo mundo, sostiene la miseria de la mayoría de la población.

    ¡Y nosotros tan, pero tan tranquilos!.

    El lavado del dinero de esas ganancias forzosamente tiene que hacerse por los canales que existen, es decir por bancos, financieras y entidades de bolsa y valores.

    Y quién, estúpido de él, no sabe la procedencia de esos millones y se niegue a que algo le quede untado en sus manos.

    Me atrevo a decir que ninguno o contados con los dedos de una mano manca.

    Esas cosas son las que hacen, de América Latina, países con contrastes tan absurdos como esos tan marcados entre un ser humano en la lipidia completa y otro en el goce de las mieles del dinero fácil.

    Los grandes edificios, condominios y residencias de lujo, muy cerca de champas o chozas, casas de cartón, madera y lámina que, en ambos hogares, en los lujosos y en los más humildes, hay seres humanos, hermanos de una misma región continental, pero absurdamente separados por la falta de dinero unos y por la abundancia en los otros.

    Creo, y estoy totalmente convencido de ello, que es muchísimo más difícil, caro, peligroso y hasta agotador y complejo hacer lo que hacemos en América Latina para tener ese precioso subdesarrollo sostenible con el que nos lucimos ante el mundo, que hacer las cosas bien hechas, como deberíamos de haberlas empezado a hacer desde hace muchos años, para encaminar todos nuestros pasos en la senda del desarrollo, progreso, bienestar y prosperidad.

    ¿Otro más de los grotescos ejemplos y acciones propias de nuestro folclor nacional?.

    ¡Sí!.

    Sin duda alguna.

    Pero aparte de lo risible de este autosostenible subdesarrollo que nos manejamos, no deja de ser, junto con lo absurdo de la situación, una total paradoja que, esforzándonos como lo hacemos para quedarnos en la miseria y las iniquidades, nada procuramos hacer por revertir todas las condiciones opresoras y roñosas que nos tienen como lucimos.

    ¿Será cierto eso que Dios sabe porqué puso los sapos bajo las piedras?.

    ¿Usted qué cree?.

    ¿DE CUÁNTO SUBDESARROLLO ESTAMOS HABLANDO SER DUEÑOS?

    Para comenzar tenemos que aceptar parámetros en esto.

    Es decir qué, cómo y por qué medir.

    Y, para empezar con buen pie, lo correcto es conocer las manifestaciones que el subdesarrollo provoca en nuestras sociedades, para luego medir tales expresiones y ponerlas a la consideración de una evaluación que, en el mejor de los casos, es la que nos proporcionará los números que tiene cada una de esas manifestaciones.

    La pobreza, miseria, atraso, abusos y discrecionalidad son las primeras consecuencias del subdesarrollo.

    Las desigualdades y la inequidad, las exclusiones, racismo y discriminaciones e intransigencias, son las secuelas que brotan de la mezcla de las anteriores manifestaciones.

    La corrupción, impunidad, incapacidad, desprecio y la indiferencia son productos derivados de la mezcolanza de todo lo anterior.

    La desintegración socio política de nuestras naciones, la violación a los derechos individuales de la población, la interpretación antojadiza de funciones y leyes, los conflictos, el centralismo y la verticalidad, son consecuencias de todo lo anterior.

    Y la inseguridad, la serie de problemas económicos, de la falta de los servicios públicos básicos, la insalubridad, la falta de educación, la nula participación cívica y política de nuestros pobladores, y todos los problemas ecológicos, son la demostración final, por si había alguna duda al respecto, que el subdesarrollo llegó para quedarse entre nosotros.

    Y yo creo que es casi innecesario ponerle números a nuestra miseria, en el continente, para poder darnos cuenta de la podredumbre y de la dimensión exacta del subdesarrollo latinoamericano.

    Pero si insistimos en saber de cuánto subdesarrollo estamos hablando tener, la respuesta debe ser inmediata.

    Un montononón.

    Cantidades inimaginables de ello.

    Suficiente para exportar a precios de quemazón.

    Y si dudamos, sólo volvamos nuestra cabeza, a derecha o izquierda, para arriba o abajo, y nos enfrentaremos con ese dato crudo y amargo con nuestros propios ojos.

    Cada vez que alguno de ustedes, querid@s lector@s, de los que fuman y encienden uno de esos venenosos y excrementosos cigarrillos (se nota que yo no fumo y que me desagrada tal desventurado vicio ¿verdad?) debe de saber que el precio de una cajetilla, que es aproximadamente de un dólar o su equivalente en moneda nacional, es casi lo mismo que obtienen millones de seres humanos, cada uno de ellos, para pasar un día de su miserable existencia.

    Se cataloga a los seres humanos en extrema pobreza cuando subsisten con un dólar diario.

    Mire usted que cosa.

    ¿Y usted que lo quema en cigarrillos?.

    ¿No le da vergüenza?.

    Y no sólo por eso no fumo.

    Si el aire tan contaminado que respiramos ya es lo suficientemente tóxico, y no cuesta nada, no sé por qué razones hay personas que todavía se gastan sus dólaritos en tragar humo y sabor excrementoso.

    Pero allá ellos.

    Las aterradoras cifras que nos califican ante el Mundo y que el PNUD tiene para exhibirlas, se basan en el Índice de Desarrollo Humano (IDH), y esos números nos colocan en los últimos lugares.

    Es decir que los nuestros son unos índices que indican que es mucho y desastroso el nivel de subdesarrollo que tenemos.

    Y, hay que reconocerlo, en los años recientes la preocupación que el tamaño de nuestra desventura tiene ha roto corazones en la Comunidad Internacional, en el Banco Mundial, en el FMI, en los Organismos de la ONU y en diversos representantes de los países súper desarrollados.

    ¡Vaya pues, ya era hora!.

    Como recién nos admiramos unas páginas atrás.

    De esa cuenta, en la serie de reuniones del Banco Mundial, BM, y del Fondo Monetario Internacional, FMI, celebradas a finales del año 1,999 se logró un acuerdo para tomar en cuenta una iniciativa para los países pobres sumamente endeudados y proporcionarnos un alivio en ese sentido.

    El Grupo de los Ocho, para no quedarse atrás, hizo una declaración, también en 1,999, en el sentido de respaldar un alivio de mayor alcance en el marco de una estrategia de lucha contra la pobreza en el mundo.

    Y no hace mucho, en páginas anteriores a ésta, resaltamos el hecho de la Declaración de Copenhague desde la cual la Comunidad Internacional se compromete y declaró, hasta el año 2,006, la Década contra la Pobreza.

    Que bueno porque se nos han ahogado millones de seres humanos en la pobreza y miseria sin que a casi nadie le haya importado en serio el subdesarrollo en nuestro continente.

    Ni contribuir a sacarnos del hoyo profundo en que nos estamos muriendo y matando.

    LAS GROTESCAS CARAS DEL SUBDESARROLLO LATINOAMERICANO

    Si pudiéramos enfocar, no sólo a las caras de nuestros millones de hermanos que padecen y sufren en carne propia por las secuelas nacionales y continentales que provoca el subdesarrollo en nuestros pueblos, sino que a sus corazones para comprender sus sentimientos, lo mismo que a sus mentes para entender un poco sus sueños y pensamientos, nos sería de mucha utilidad para empezar a hacer mejor las cosas a su favor.

    ¿No les parece?.

    Y si nos centralizamos en las caritas de los niños latinoamericanos, en los hijos de los extremadamente pobres, veremos el reflejo de nuestra culpa, en primer lugar (porque, realmente, ¿qué hemos hecho para aliviar esa angustia y drama de sus rostros?), para luego dar paso a una serie de sentimientos capaces de desgarrar nuestros corazones ya que es injusto, cruel e inhumano no haber hecho nada y no estar haciendo nada para aliviar la pena, el dolor, las inclemencias y la crueldad de vida que llevan esos niños.

    Y si junto a las caras de los niños nos ponemos a observar las de las mujeres, las madres de esos desamparados niños y criaturas recién nacidas, por Dios Santo que saldremos corriendo por el reflejo de sus caras.

    Si el macho latinoamericano tiene la libertad de embarazar a cuanta mujer se pueda fornicar y así mismo abandonarla a su suerte, a ella y al producto de la relación sexual, la carga de esa irresponsabilidad del semental, indudablemente, la lleva la mujer abandonada y la transmite a los hijos.

    Per sécula seculorum.

    Por supuesto que es ella, las millones de ellas, de jovencitas y adultas con la carga de uno, dos y hasta cinco o más hijos, a las que corresponde buscar cualquier cosa y en cualquier parte para dar alimento, vivienda, ropa y protección a esos niños que también fueron dejados en abandono por nuestros machazasos latinos.

    ¡Qué de a sombrero somos y hemos sido!.

    El ratito de placer es lo único que cuenta para muchísimos de nosotros.

    Después de eso, levantarnos calzoncillos y pantalones y a buscar otra bruta que nos abra las piernas.

    El fruto de esas uniones son niños traumatizados.

    Y esos niños son los que en 18, 20 y 30 años asumirán el mismo comportamiento de sus desconocidos padres hacia jovencitas brutas y embrutecidas que, con una sobadita en la espalda, abrirán las piernas al igual que los hicieron sus madres con nuestros padres.

    Clavarse a cuanta chica puedan, dejarles el embrión de un nuevo macho latinoamericano, y abandonarlos a su buena o mala suerte.

    Aquella tonada tan pegajosa que decía algo como "quién, tuviera la dicha que tiene el gallo, sacatupumpun el gallo sube, echa su polvorete y se sacude"…

    Pues nuestros machos latinos no tienen nada, absolutamente nada que envidiarle a tan famoso gallo de corral.

    El comportamiento es exactamente igual.

    La roña se pega y es hereditaria.

    ¿Ya se fijó usted en este peculiar detallito que nos caracteriza a los machos latinoamericanos?.

    Y en la búsqueda de las cosas mínimas para sus hijos, esa desesperada madre, abandonada a la buena de Dios, tiene que recurrir a cualquier actividad para llevarles lo necesario a la prole.

    Robar puede ser una opción.

    Vender su cuerpo otra.

    Meterse a diferentes actividades ilegales también es una elección.

    Así como pedir limosna, trabajar con las consecuencias de recibir una pésima compensación salarial, pepenar cosas y desperdicios en los basureros municipales, y en fin cuanta cosa pueda pasar por su imaginación.

    Lo que se trata es de llevar y suplir de lo indispensable a las criaturas indefensas y absolutamente dependientes de su abandona madre.

    Y esos son los rostros en los que deberíamos de fijarnos.

    Y en esas caras de mujeres y niños es en donde tenemos que poner toda nuestra atención para no olvidar, nunca, que las consecuencias del subdesarrollo son fatales.

    Adentrarnos en nuestras pauperizadas sociedades y observar, además, otros rostros humanos, como los que nos muestran los ancianos, minusválidos, indígenas, los que pertenecen a las minorías, los alcohólicos, drogadictos y la de los presos, también nos permiten tener un panorama desolador y miserable del subdesarrollo y del atraso de cada uno de nuestros pueblos.

    Ese es el verdadero rostro y caras de nuestro continente.

    Pero hay otras caras también que sufren y padecen por la acelerada caída en la calidad de vida que se ha venido dando en las clases medias.

    Y podemos ver la angustia, impotencia y en algunos casos hasta la expresión de la aceptación, y de no tener ninguna cosa más por hacer, en las caras de millones de hombres y mujeres que una vez fueron productivos y que ya intentaron de todo por tener las condiciones que hasta no hace mucho tenían, en los desempleados, subempleados y marginados de la productividad están estos rostros desesperados.

    La dignidad humana menoscaba por los signos visibles de la pobreza, marginalidad y abusos, por la falta de oportunidades, el desempleo y la carencia, es el dilema nacional de nuestros países.

    Estamos marcados.

    De eso no hay duda.

    Y tal parece que marcados de por vida.

    La lucha por la sobrevivencia y supervivencia en las condiciones miserables en las que tienen forzosamente que pasar sus días y existencia esos millones de seres humanos que amanecen día con día en la más íngrima de las limitaciones, es una titánica y en donde las pocas fuerzas de ellos no alcanzan para salir ni sacar a los suyos ni para pasar un día, no digamos el mes o el año.

    Y esa lucha constante por ganarle tiempo a sus miserables condiciones los consume, tanto, que su vida está ostensiblemente reducida pues, sin atención sanitaria, y en circunstancias insalubres, como las que los rodean, sumado a la carencia de una dieta alimenticia totalmente inapropiada pues son insuficientes los pocos o magros alimentos que consiguen para compartir en la familia, y sujetos al consumo de un agua no potable, contaminada y altamente insalubre, la duración de su vida es real y penosamente corta si la ponemos en perspectiva y en comparación con los seres humanos de las clases medias y media altas.

    Las zonas rurales de nuestro continente son las que acogen a un gran número de familias carentes de recursos, pero por los fenómenos migratorios contamos en la mayoría de las ciudades importantes con aquellos cinturones de miseria en las que, los asentamientos humanos, las invasiones y las colonizaciones son el pan nuestro de todos los días.

    En nuestra querida y bella América Latina es altísima la cifra en promedio de los seres humanos que padecen las consecuencias del subdesarrollo y que viven en áreas rurales, pero los acompaña en su degradante miseria la condición de carecer absolutamente de tierras propias o si poseen granjas, lotes o parcelas, estas son tan reducidas y situadas en lugares agrestes, que ni producen lo suficiente ni tienen la esperanza de llegar a contar con un ingreso apropiado y mucho menos conseguir algún crédito para llevar adelante planes de nuevos y rentables cultivos o llegar a tener ganado o aves.

    ¿No es doloroso saber que millones de nuestros paisanos, esposas, hijos, hijas y criaturitas recién nacidos se acuestan, noche con noche, sin haber ingerido alimentos como lo hacemos el resto en la tan tradicional cena hogareña?.

    Y si muchísimos de nosotros podemos, al levantarnos, efectivamente salir del ayuno de ocho o diez horas de reparador sueño, luego de la cena de la noche anterior, por medio del desayuno, no podemos dejar de tener estrujado el corazón al saber y comprender que millones de niños de apenas dos, cuatro o diez años no tienen ni un bocado que llevarse a su boca inocente y que puedan contabilizarlo como su desayuno.

    La explosión demográfica que se padece en nuestros países, como consecuencia de otra faceta del atraso, es un drama de consecuencias funestas para el futuro de millones de niños y jóvenes a los que habrá que brindarles condiciones, trabajo y protección.

    El analfabetismo, la poca y deficiente educación, y el aumento en la deserción estudiantil, es parte de la vida diaria del continente.

    A las pocas o nulas oportunidades de superación hay que agregar el desempleo, el subempleo, la marginalidad e informalidad que la gran mayoría de adultos tienen que sufrir para conseguir, si es que tienen la suerte de hacerlo, ingresos magros que no alcanzan para el sustento diario.

    Existen personas que apenas reciben uno o menos de un dólar diario por el intercambio de su trabajo y esfuerzo.

    Y eso nos sitúa muy por debajo de la media.

    El subdesarrollo nos hace, así mismo, súper vulnerables a los desastres naturales, y el nuestro es un continente altamente susceptible a terremotos, inundaciones, erupciones, huracanes, tormentas tropicales y otras calamidades que azotan a nuestros países, como si no fuera suficiente con el drama diario de la pobreza.

    ¿Qué estaremos pagando?.

    La sequía, que últimamente se ha ensañado en nuestros territorios, es devastadora y cruel con los más pauperizados seres humanos.

    Y, por sobre todo, en nuestros países estamos sufriendo las consecuencias de aquella una vez genial estrategia utilizada por los magos políticos de los años setenta que, concibiendo el progreso de las naciones y basándolo en la distribución descendente de la riqueza, como nuevo orden económico, no sólo metieron las patas, sino que nos hicieron perder 20 y en algunos casos hasta 30 años.

    No contaban esos listos tecnócratas que los cambios sociales y políticos iban a dejar la riqueza sólo en las mismas manos.

    Nunca hubo distribución descendente ni redistribución de la riqueza.

    Así que podemos regresar al inicio de este sub tema e insistir diciendo que es en los niños, jóvenes y mujeres, en donde los rostros y caras del subdesarrollo nos muestran el mayor drama y crueldad posibles.

    Pero para ver la dimensión extraordinaria del subdesarrollo y las secuelas que tiene esta condición miserable en la vida de los seres humanos, podemos irnos a los Estados Unidos y conocer que allí, a pesar de ser el país más poderoso y desarrollado, según un reporte sobre la situación social en el mundo, publicando datos del año 1,993, resulta que cada 35 minutos muere un niño por causas relacionadas con la pobreza.

    ¡Imagínese usted tal cosa!.

    ¿Cuántas criaturitas, hijos de latinoamericanos, morirán cada minuto en nuestros olvidados países del Tercer Mundo, si las nuestras son unas condiciones extremas?.

    Y estas condiciones, dificultades y dramas sociales que sufrimos día a día, sin esperanzas de salir de ellas, han llevado a la explotación del trabajo infantil y a promover la prostitución en menores y niños.

    Cualquier exageración que queramos decir con respecto a los niveles en el desempleo en nuestros jóvenes, quedaría corta si nos comparamos con los porcentajes que se tienen en países del Primer Mundo.

    En 1,992 el desempleo entre la juventud, en los Estados Unidos, estuvo en el orden del 15% al igual que en el Reino Unido y llegó al 33% en Italia y al 34% en España.

    Y si tomamos en cuenta que es en la juventud que descansa nada menos la clase de futuro que tendremos, como el recurso humano para propiciar y sostener el desarrollo que buscamos llegar a tener en nuestro continente, ya podemos saber cuál y cuán dramático futuro tendrán nuestros hijos y nietos.

    Claro que si nuestro presente es funesto, derivado del descuido y desinterés de nuestros padres y ancestros que nada hicieron por corregir el rumbo de nuestros países, y por el contrario más nos hundieron en los miasmas del subdesarrollo, al futuro de hijos y nietos sólo habrá que multiplicarlo quizá por cien veces nuestro mísero presente, para imaginárnoslo.

    ¡Ave María Purísima!.

    ¡Qué terrible!.

    ¿Habrá razones para quejarnos de las conductas antisociales que se dan o continuarán dándose en los jóvenes latinos?.

    Si no hacemos algo dramático y pronto, a su favor, es mejor no proferir la menor queja al respecto.

    Bueno, ahí están, a la vista de todo el mundo, los grupos de pandillas, maras, bandas y de pilluelos haciendo lo que les viene en gana sin medir las consecuencias de sus actos en todos y cada uno de nuestros países.

    Y los niños de la calle, como la llaga y el rostro más patético de nuestras condiciones, que nos señalan a cada uno de los adultos de este continente como los culpables de sus míseras vidas.

    ¿Estamos dispuestos a dejar las cosas como están y que se deterioren mucho más?.

    O con los pantalones bien puestos vamos a parar las cosas y a invertirlas.

    ¿Usted dirá hermano y hermana?.

    La población femenina de Latinoamérica representa la mitad de los seres humanos en el continente, pero, y pese a que ya llegamos a un nuevo siglo, a tener una estación espacial orbitando la Tierra y a la Internet y al comercio globalizado, las desigualdades, desprecio y exclusiones que de las féminas hacemos en nuestros países, representan la mayor de las salvajadas que hacemos los machos latinoamericanos.

    Y es así que la mayor carga del subdesarrollo, como lo es la pobreza, abusos, discriminaciones, irrespetos y desigualdades las tienen que soportar estoicamente nuestras mujeres latinas.

    ¡Qué barbaridad señores!.

    No sólo se quedan cuidando y criando nuestros hijos abandonados.

    No, qué va.

    Y, si nos adentramos en las provincias, a las áreas rurales de nuestros países, podremos comprobar estos extremos y trato que reciben las señoras, ya que si de acceso de la mujer a la salubridad, educación, formación, capacitación o a convertirla en un recurso humano productivo, dándoles instrucción, capital de trabajo, tecnología y respeto hablamos o buscamos, nada de eso encontraremos.

    Al contrario, la mujer debe estar siempre dispuesta a darle hijos al marido, a estar en la casa y a hacer lo posible por tener algo de alimentos para el amo y señor.

    Y, como con los ejemplos anteriores, es saludable que le demos una ojeada a los sucesos que tienen lugar con las mujeres en los Estados Unidos para imaginar la cruda y cruel realidad nuestra en América Latina.

    La desventaja en esa sociedad altamente industrializada, y por sobre todo súper desarrollada, para con las mujeres que allí viven es una que, aunque parezca increíble, nos para el pelo por lo dramático del asunto.

    Resulta que tres de cada cinco madres solteras subsisten en la pobreza.

    Sí, leyó usted bien.

    Tres de cada cinco señoras que tuvieron hijos sin padre responsable, están en la pobreza en los Estados Unidos.

    Ve pues.

    ¿Y usted que se quería ir con todo y sus hijitos abandonados en busca de un mejor horizonte a la tierra de los gringos?.

    Y falta otra cosa.

    El número de desamparadas ha aumentado, ya que en 1,980 eran 5.8 millones de mujeres en esas condiciones y llegó en el año 1,990 a 7.7 millones de pauperizadas señoras gringas y lo que se quiera, pero sufriendo por las calamidades de la pobreza.

    Y esos hogares latinoamericanos en donde la cabeza de la familia y la responsable es una mujer abandonada, divorciada, viuda o madre soltera, y ahora por la migración de sus maridos a la espera de una ayuda que muchas veces no mandan los desventurados machos latinos en calidad de mojados en Estados Unidos y Canadá, han tenido que ingeniárselas para llevar aunque sea un pedazo de pan tieso a sus hijos para alimentarlos.

    Se habla que una tercera parte de las familias en todo el mundo está ahora jefeada y liderada por mujeres.

    El trabajo sin remuneración tiene como triste protagonista a nuestras mujeres.

    Y proviene de las tareas ingratas que se derivan del mantenimiento de los hogares pobres.

    Y de muchas otras funciones, trabajos, acciones, faenas, ocupaciones, quehaceres, cuidados, trajines y misiones que ningún macho latinoamericano le gusta realizar, pero que exige sean hechos con las manos de mujeres menores de edad, jovencitas y adultas, y el extremo ha llegado a tanto que las ancianas realizan las mismas cosas sin pestañar.

    No se sabe a cuanto ascendería el monto en dinero, y expresado en dólares si se pudiese medir, del trabajo sin remuneración que llevan a cabo las mujeres en nuestro continente.

    A no dudarlo deben ser miles de millones de dolaritos los que los machos latinos nos hemos y nos estamos ahorrando en la no remuneración de las faenas y quehaceres que exigimos hagan nuestras hijas, esposas, madres, suegras y abuelas.

    Podemos poner en cifras todo lo anterior.

    Y basándonos en el Informe sobre Desarrollo Humano de 1,995, podemos obtener el siguiente dato: "si el trabajo no mercantil de la mujer se expresase en términos de valor monetario, arrojaría una cifra gigantesca de 16 billones de dólares, es decir, superior a un 70% aproximadamente del monto oficialmente estimado del producto mundial actual, que asciende a 23 billones de dólares. De esos 16 billones de dólares, 11 billones representan la contribución invisible y no monetizada de la mujer".

    ¿Son o no grotescas las caras del subdesarrollo en nuestra querida América Latina?.

    No sólo grotescas sino inhumanas.

    Si emprendemos una lucha decidida contra el subdesarrollo debemos incorporar a las mujeres en las estrategias contra la pobreza y en los planes de desarrollo humano y social, pues sólo así quizá podamos comprender las múltiples cargas y la explotación sin remuneración alguna en las que las tenemos y mantenemos, no sólo monetariamente hablando sino en salubridad, planificación familiar, educación y capacitación y en general de todas las desventuras en las que contribuimos los machos latinos en su contra; y proceder a buscar alivio y solución definitiva a tan penosa situación.

    Y por supuesto poner a las mujeres en el lugar que les corresponde tener.

    En el primero de ellos.

    Con respecto a los discapacitados se calcula su existencia en un 10% con relación a la población de nuestro continente y en esa misma proporción, más o menos, con la de nuestros países.

    Y la vulnerabilidad a las secuelas del subdesarrollo son enormes y graves para ellos y ellas.

    La Organización Internacional del Trabajo, OIT, nos mantiene al día con respecto al grado de miseria en la vida de los discapacitados e inhabilitados en nuestro continente.

    Es así que podemos asegurar que el desempleo entre ellos es de cinco a diez veces superior al de las personas normales; y, cuando están trabajando, sus funciones son extremadamente inferiores, no sólo por la falta de movilidad y discriminación, sino por la baja en educación, formación y capacidad que tienen o que han recibido.

    Y si a ese extremo le agregamos la condición de ser mujer la persona discapacitada, la cosa vuela a los extremos inimaginables.

    Si hablamos de personas en la tercera edad o ancianos, ellos, por condiciones de edad y deterioro en su calidad de vida, son sensibles a sufrir discapacidades auditivas, de visión y movilidad y, en la medida que aumenten tales problemas, la vulnerabilidad se amplía proporcionalmente y la adversidad, así como la pauperización, se agigantan de forma notable y cruel.

    Se ensañan con los ancianos las condiciones del subdesarrollo.

    Nuestro continente y sus países, con contadas excepciones, es uno eminentemente indígena y mestizo, y en estas etnias, que las tenemos variadas y múltiples, se dan los peores extremos del insensible atraso y subdesarrollo.

    La conquista nos legó un concepto de esclavitud, abuso y prepotencia hacia los habitantes naturales de América, hoy conocidos como indígenas, de proporciones y alcances ingratos e inhumanos.

    Y tales acciones no han dejado de ser practicadas por nosotros, los que nos sentimos dueños y amos de vidas y haciendas, y en esta situación de alta discriminación y exclusiones a rabiar, hay que decirlo porque es la verdad, son los propios indígenas los más abusivos con su propia etnia y los que más excluyen y discriminan a sus hermanos de raza.

    La pobreza asedia a los grupos étnicos y mestizos de nuestra América y la falta de los servicios básicos hace que sus condiciones de vida sean verdaderamente crueles.

    Se asegura, por los grupos de las Naciones Unidas, que por ejemplo en Guatemala casi el 90% de la población indígena sobrevive en condiciones infrahumanas de pobreza extrema.

    Y en el Perú, como otro triste ejemplo, lo hace más de la mitad de los indígenas.

    Para empezar a cambiar los rostros miserables de nuestra población que sobrevive en condiciones de extrema pobreza, en pobreza y en la pauperización acelerada de las clases medias (los nuevos pobres urbanos), necesitamos, por lo menos, que se inicie un Programa que incluya estrategias alternativas para luchar en serio contra la pobreza y un Plan Nacional de Desarrollo Humano y Social.

    Es decir orientar programas para reducir la pobreza, como acceso a recursos productivos, crédito, tierra, educación, formación, capacitación, tecnología y conocimientos sobre informática y sistemas; junto a disponer de los servicios públicos básicos.

    Hay que buscar mecanismos de protección económica y social para desempleados, subempleados y marginados, así como para mujeres jefas de hogares, niños y menores de edad, jóvenes, discapacitados, ancianos y para aquellos que han caído en vicios y extremos.

    Y para eso es este maravilloso manual.

    Para que nuestros indiferentes presidentes y gobernantes latinoamericanos se pongan las pilas y empiecen a hacer las cosas tal y como Dios y la población indefensa lo demandan.

    ¿REDUCIR LA POBREZA ES IGUAL A DESARROLLO?

    No podemos dejar de insistir en que considerarnos, por parte de tecnócratas y funcionarios de Organismos Internacionales, y de condicionarnos a ser más o menos pobres, más o menos subdesarrollados, por cifras y números derivados de los fenómenos macroeconómicos de nuestros respectivos países, ya tiene que parar.

    De nada sirven las cifras, estadísticas y números que nos retratan cada año con condiciones miserables que, por otra parte no sólo son ciertas sino que sufridas y padecidas por millones de seres humanos a los que las cifras y números en nada ayudan.

    Eso de dividir el Producto Interno Bruto, PIB, de un país, entre el número de sus habitantes, es una aberración.

    Si no somos capaces de entender, o hacerles entender a los necios que siguen en sus trece, que es otra la dirección o combinación de eventos los que tienen que tomarse en cuenta, continuaremos siendo apenas cifras en cuadernos, libros, exposiciones, estudios, informes y presupuestos, y de eso ya estamos lo suficientemente hartos.

    Para hacer un trabajo serio, y con resultados favorables, y sentidos por la población pauperizada, se hace necesario tomar en cuenta aspectos sociales, políticos, culturales, étnicos, lingüísticos, territoriales, del medio ambiente y, por sobre todo, humanos.

    Y todo eso habrá que integrarlo en las estrategias.

    Pues eso de catalogarnos en posiciones del uno al cien con respecto a los ingresos per cápita en nuestros países es, aparte de una falacia enorme, una soberana imbecilidad.

    Por Dios Santo señores tecnócratas acaso es cierto que en Guatemala, por ejemplo, un campesino, un indígena o un miserable ser humano hundido en los miasmas del subdesarrollo, es decir cualquiera de esos más de 9 millones de guatemaltecos que sobreviven en la más íngrima pobreza, tengan o hayan tenido los 1,500 o 1,700 dólares anuales como ingresos.

    Si a ustedes les hemos servido como simple referencia estadística o numérica, ni eso es justificable, pues se han basado en una falacia.

    Año con año nuestras poblaciones aumentan dramáticamente y el famoso y buscado crecimiento económico, si es que lo hay, se diluye en cifras.

    Que si este año el 4% no alcanzó a cubrir las demandas sociales y económicas de la población; pero con un mayor esfuerzo, y si logramos estar en un crecimiento del 6%, en quince o veinte años podremos alcanzar la meta.

    ¡Mentiras!.

    Hace treinta años venimos oyendo lo mismo.

    Si no consideramos las condiciones reales de nuestras poblaciones, irrealidades seguiremos compartiendo.

    Y esas irrealidades, al igual que las demagogias de nuestros políticos, son las causas de la indiferencia a la participación cívica y política en nuestras naciones.

    Somos seres humanos de carne y hueso no cifras irreales del producto interno bruto.

    De qué diablos le sirven a Juan y a María, y a los millones de ellos y ellas en nuestro continente, que nuestras cifras macroeconómicas sean maravillosas y que los depósitos en dólares estén más allá de cualquier expectativa, si en el bolsillo de los Juanes no hay un solo céntimo y en la cocina de las millones de madres de familia como María no hay más que apenas una hierbas y agua contaminada.

    El progreso social y la labor estructural e institucional del Estado son procesos que culminan con el Desarrollo Humano de nuestros pueblos.

    Si nos basamos en la amarga, cruda y miserable realidad humana y social de nuestra gente que sufre en carne propia las consecuencias del subdesarrollo, y dejamos por un lado los numeritos que en nada reflejan la realidad, estaremos dando el primer paso correcto y encaminando todos nuestros esfuerzos en la dirección correcta.

    Sólo así los análisis de las cifras adecuadas y físicamente reales, de las condiciones humanas y sociales de y en nuestros países, nos abrirán los ojos a propios y extraños para que juntos, pueblo, gobiernos, instituciones y organismos internacionales, tengamos una visión integral del subdesarrollo en Latinoamérica y en cada uno de nuestros países.

    Por poner un par de ejemplos, de muchos, es bueno poner en perspectiva lo siguiente.

    De qué diablos sirve el esfuerzo de construir una escuela, ya que las cifras macro indican que al dividir el PIB entre no se cuantas variables la densidad de centros educativos es menor comparada con otras regiones nacionales u otros países y que por lo tanto es indispensable la construcción de escuelas para compensar las malas cifras y pésimas estadísticas al respecto.

    Y me vuelvo a interrogar ¿de qué diablos sirve hacer el gran esfuerzo para construir escuelas?.

    Si en primer lugar los maestros, o las personas que se van a encargar de impartir la enseñanza, carecen de la preparación adecuada y continúan graduándose profesores y maestros, de educación primaria, que dejan muchísimo que desear en cuanto a didáctica, moral, pedagogía y capacidad de instrucción.

    En segundo lugar las condiciones de desnutrición en esa región es tremenda, a tal grado que los pocos niños que puedan asistir será imposible que asimilen ninguna enseñanza, por buena que ésta sea, ya no digamos que los encargados de impartirla adolecen de capacidad de instrucción.

    Los caminos que en realidad son brechas o pasos de herradura, ganados a fuerza de pasar a pie o a lomo de bestia, son inadecuados para que niños y jóvenes puedan trasladarse y retornar a sus hogares con la seguridad y comodidad requerida.

    Qué incentivos pueden tener los niños y sus padres por la apertura de una escuela si los ingresos de la cosecha, si es que fueron afortunados de tener sus tierritas cultivadas, fueron magros, como para tener la estabilidad emocional adecuada para enfrentarse con la problemática del mantenimiento familiar.

    Si no resolvemos antes todo el entorno que envuelve el concepto de educación integral, es inviable y contraproducente construir escuelas en nuestra área rural o urbana.

    ¿No les parece que es diferente esta concepción de las cosas señores tecnócratas?.

    El Desarrollo Humano y Social, y acabar con la pobreza y miserias, es todo un proceso de eslabones de varias cadenas, en donde hay que integrar el entorno, ambiente, cultura, costumbres y mañas de nuestras poblaciones.

    No se consigue, como no se ha conseguido a la fecha, salir de la pobreza y del subdesarrollo en base a interpolar cifras y condiciones que aparecen como interpretaciones de informes de papel de los grandes tecnócratas y burócratas del mundo.

    Reducir y acabar con la pobreza, y conseguir el desarrollo sostenible de nuestras sociedades, es posible y tangiblemente apropiado solamente si nos enfocamos en un criterio eminentemente integral.

    Y si anteponemos a las cifras y estadísticas al ser humano como sujeto y objeto del desarrollo.

    ¿Cómo pueden dar frutos los programas de productividad femenina si creemos que con dinero e instrucciones precisas eso sea suficiente?.

    ¿Quién cuidará del hogar y de los niños mientras tanto?.

    ¿Quién acarreará el agua necesaria del río o del pozo, distante hasta uno o dos kilómetros de la choza que tienen como hogar?.

    ¿Quién preparará las tareas familiares mientras tanto?.

    Las mujeres están dispuestas a que alguien les brinde oportunidades de superación y crecimiento productivo y económico, pero que ese mismo alguien resuelva, a la vez y a la par, los otros compromisos que tienen como esclavas del machismo.

    Si con estos pequeños ejemplos no podemos comprender la situación, no sé con qué cosa lo podamos lograr.

    Diseñar y construir hospitales, centros de salud, dispensarios y clínicas es loable, pero si antes no resolvemos el grave deterioro de la calidad de agua que toman nuestros niños y habitantes de las regiones, así como el alcantarillado, entubamiento de las aguas residuales, tener rellenos sanitarios y no basureros en barrancos y laderas de caminos, y se ponen en práctica todas las medidas preventivas en salubridad y protección de plagas, contaminación ambiental y control en el uso y abuso de pesticidas, funguicidas y fertilizantes, la simple construcción de edificios para salud no será más que un quedar bien en los números y estadísticas.

    Para lograr reducir la pobreza, y que esta acción sea igual al desarrollo sostenible que necesitan nuestros países, necesitamos cambiar de dirección al respecto y, dejando por un lado las cifras y los numeritos mágicos, debemos establecer cuáles son y han sido los obstáculos, frenos y contrapesos que impiden el éxito en esta lucha desigual contra la pobreza, para luego de ello aplicar una estrategia alternativa para erradicar la miseria, el atraso, las desigualdades, exclusiones e inopia que sufre nuestra gente y lograr, sólo así, con esas reducciones en la pobreza, el desarrollo indispensable en Latinoamérica.

    Hace ya varios años fui despertado por un joven que trabajaba conmigo.

    Me explicó que un niñito que vivía en su vecindad estaba muy mal y que como era domingo no encontraban a donde llevarlo.

    Por supuesto que mal vivían en unas condiciones tan limitadas y extremas como cualquiera de las millones de familias en la más grande de las pobrezas.

    Me vestí lo más rápido posible y llegué por la madre y la criaturita de apenas ocho o diez meses de nacido.

    El marido y padre del niñito bien gracias.

    Uno más de esos machos latinoamericanos que hizo las del gallo de corral.

    Picar y correr a las primeras de cambio.

    Ingresamos al Centro Médico, uno de los mejores Hospitales Privados de mi país, Guatemala, y fue tratado en la emergencia con la celeridad que el caso tan grave ameritaba.

    Una tremenda diarrea lo tenía al borde de la muerte.

    El pediatra, uno de los más capacitados, luchó denodadamente por salvarlo.

    Y tuvo la gallardía de decirme que era muy difícil conseguir ganarle al destino despiadado de esa indefensa criatura, pero que si conseguía que la medicina y por sobre todo Dios lo curaran, sólo sería temporal tal cosa.

    ¿A qué condiciones cree usted que si el niño sobrevive regresará?.

    ¿No a las mismas en las que recientemente usted llegó a traerlo?.

    Comprender esa amarga realidad fue una lucha intensa y por sobre todo un dolor e impotencia mayúsculos.

    El niñito falleció.

    La mamá, una indígena de no más de veinte años, nada pudo hacer ni comprender lo que había sucedido con su hijito

    Y la lección que de esta amarga y tristísima experiencia podemos sacar todos los que hoy la sabemos, debe ser una a favor de mejorara las condiciones extremas de nuestros niños latinoamericanos en general.

    ¿No le parece justo?.

    LOS ELEMENTOS QUE DEBEN INTEGRARSE EN EL DESARROLLO

    1. ESTRUCTURAS E INSTITUCIONES:
    1. Gobiernos, organismos del Estado e instituciones al servicio de sus habitantes.
    2. Un verdadero estado de derecho vigente y respetado por todos los sectores nacionales.
    3. Un Sistema Monetario, Cambiario, Crediticio, Económico, Productivo y Financiero dispuesto a sostener el crecimiento y el desarrollo.
    4. Un Sistema Nacional de Inversión Social.
      1. Educación, formación, capacitación y valores cívicos.
      2. Desarrollar carreras técnicas y promover el acceso universitario.
      3. Salud, salubridad, saneamiento ambiental, prevenciones y educación en la natalidad, crianza y sostenibilidad de la familia.
      4. Respeto a la multiculturalidad, etnias, lenguas, religiones, etc.
      5. Garantías a los derechos individuales.
    1. PRESENCIA DEL SENTIDO HUMANO:
    2. INFRAESTUCTURA Y SERVICIOS BÁSICOS:
    3. INTEGRACIÓN TERRITORIAL:

    GUILLERMO RUANO GONZÁLEZ

    Investigador, Asesor y Consultor en Ingeniería Política y Comunicación.