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Alcances e interpretaciones del problema inquilinario a través de la historia (página 2)

Enviado por danus12


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3. La Intervención Norteamericana

Después de los hechos del Sábado 10 el Gobierno estaba débil, sin fuerzas, para enfrentarse a un pueblo que estaba dispuesto a luchar. Estaba dispuesto a luchar por su derechos y también, por sus muertos.

Hay que imaginarse un 20 de mayo de 1958, cuando después del entierro de Araúz, se veía en todos los rostros aflorar el rencor y el odio hacia aquéllos que habían causado la muerte del joven estudiante; para saber cómo se sentía y qué sentía el proletariado panameño en esos días que sucedieron al 10 de octubre de 1925.

El Gobierno vislumbró el peligro, reconocióse impotente e invoca —para humillación perenne— el vergonzoso Artículo 136 de la Constitución, cuyo contenido rezaba así:

Artículo 136

"El Gobierno de los Estados Unidos de América podrá intervenir, en cualquier punto de la República de Panamá, para restablecer la Paz Pública y el orden constitucional, si hubiera sido turbado, en el caso de que por virtud de Tratado Público aquella Nación asumiere, o hubiere asumido, la obligación de garantizar la Independencia y Soberanía de la República" ( Constitución de U República de Panamá de 1904

En virtud de tal Artículo, quedaba expedita la vía para la Intervención. Así, en la mañana del 12 de octubre, el General Williams Lassister lanzó, a los Autoridades y al Pueblo de Panamá, desde su Cuartel General de Balboa Heights, la siguiente proclama. Los comentarios huelgan.

"PROCLAMACIÓN"

Departamento de Guerra

Cuartel General del Departamento Militar del Canal de Panamá

Balboa Heights, Canal Zone

A las autoridades y al pueblo de la Municipalidad de la ciudad de Panamá, República de Panamá:

I. El infrascrito, Gral. en Jefe del Departamento del Canal de Panamá, Ejército de los Estados Unidos, a petición del Gobernador del Canal de Panamá y en virtud del Artículo 7o. del Tratado del Canal de Panamá entre los Estados Unidos y la República de Panamá, ha ordenado al mayor Gral. C. H. Martín, del ejército de los Estados Unidos, asumir el servicio de Policía de la Ciudad de Panamá y los territorios y puertos adyacentes a ella, y mantener allí el orden público.

II. El Gral. Martín, ha recibido instrucciones de emplear las fuerzas armadas de su mando para mantener la paz y el orden público en el citado territorio. Ha recibido también instrucciones de informar al Jefe de Policía de Panamá que los servicios de la Policía Panameña en dicha ciudad quedan suspendidos hasta nueva orden, exceptuando a los agentes que deban emplearse para la protección de la cárcel pública o para cualquier otro propósito en que él decida utilizarlos.

III. No se permitirá a ninguna persona que no trabaje en las fuerzas armadas de los Estados Unidos, la Policía de la Zona, del Canal y los agentes de Policía Panameños que fueren utilizados por el Gral. Martín, portar armas dentro de la Ciudad.

IV. El Gral. Martín ha recibido también órdenes de cerrar todas las cantinas, salones y otros lugares dentro de la ciudad, sus puertos y territorios adyacentes, donde se vendan bebidas intoxicantes, salvo para fines médicos, científicos y eclesiásticos, y salvo también los lugares cuyo negocio principal no sea la venta de bebidas intoxicantes, a los cuales se les permitirá continuar abiertos siempre que sus existencias de licores sean debidamente selladas.

V. El Gral. Martín, hará arrestar y llevar ante las autoridades competentes, para ser juzgadas y castigadas, a todas las personas que desobedezcan órdenes, perturben la paz o sean acusadas de violar las leyes de la República de Panamá, las órdenes y acuerdos de dicha municipalidad, los reglamentos y disposiciones de sanidad. En la ejecución de las órdenes que se le han impartido, el Gral. Martín, no intervendrá con las leyes comunes y civiles de la República de Panamá que afecten al pueblo en sus relaciones corrientes o con la debida administración de la maquinaria de Gobierno de la República o con sus subdivisiones políticas, salvo que éstas sean incompatibles con el mantenimiento de la paz y el orden público en la ciudad de Panamá.

Regirá desde hoy lunes octubre 12 a la 1 de la tarde.

Fdo. Wm. Lassister

Mayor Gral. de los E. E. U. U.

Comandante en jefe" .

Así, unos minutos después de la una de la tarde, penetraban en territorio nacional las fuerzas norteamericanas. "El Tiempo", al día siguiente, describía ese momento así:

"…Con rítmico taconeo que oprimían el corazón y nublaban los ojos, un ejército de soldados en traje de campaña, con cascos de los usados en la guerra europea algunos, entraba bayoneta calada, sudorosos, al hombro la mochila, y al cinto el revólver" (43).

Ocuparon el Parque de Santa Ana y el de Lesseps. Levantaron en dichos lugares sus tiendas de campaña, tendieron hilos telefónicos e instalaron sus cocinas. Se estaba efectuando un abierto ultraje a la dignidad nacional Un ultraje saturado de ironía. Porque todo esto se llevaba a cabo precisamente el día en que, todos los pueblos del nuevo mundo inclusive los Estados Unidos rinden tributo a la Raza: el 12 de octubre.

Pero, en las últimas horas de la tarde, el pueblo se enfrentó a los vencedores de las Potencias Centrales. Después del entierro de Ferdín Jaén, un grupo de inquilinos se dirigió a la oficina de la Liga situada en calle 16 oeste, entre las calles B y C, y se encontró con que algunos soldados habían allanado dicha oficina. Unánime fue la protesta, y a ésta siguió, inmediatamente, la acción. Uno de los primeros en caer fue el panameño, Julián Camarena, con una lanzada en la ingle. Poco después a Rafael Echeverría, panameño también, le es atravesado su muslo izquierdo por un bayonetazo. La multitud no esperó más. Huyó en busca de refugio. Los soldados, siguieron tras ella. Muchos se refugiaron en cuartos particulares de donde fueron sacados a culatazos o con las bayonetas; y otros, huyeron por balcones y pasadizos. Un joven panameño de 22 años, Damián Cabrera, no pudo huir. Fue acorralado en un corredor de una de las casas de la calle 16 oeste, y allí cayó, atravesado por las bayonetas.

Los detenidos, por el incidente, fueron muchos; entre los cuales, algunos eran todavía infantes. Así lo expresaba "El Tiempo":

"Cuarenta y pico fueron llevados en redil, en medio de las bayonetas, a la Central, entre ellos varios niños menores de 10 años" (44).

Después del desenlace fatal que había tenido este primer encuentro con las fuerzas extranjeras, hizo que el pueblo decidiese, muy sensatamente, eludir todo roce con ellas en el futuro. Los días que siguieron hasta que finalizó la Ocupación fueron de absoluta calma. A pesar de que existieron los motivos para alterarla. El gobierno, por ejemplo, inició en esos días, una serie de deportaciones. Todos los extranjeros que habían simpatizado con el movimiento inquilinario, fueron obligados a salir del país. La ira del Ejecutivo no sólo sobre los extranjeros, también ciertos empleados públicos, sufrieron los efectos de ella. Aquellos que como inquilinos habían .cometido la falta gravísima de protestar contra el alza injustificada de los alquileres fueron dejados cesantes.

Pero estas acciones bochornosas del gobierno, vuelvo y repito, no pudieron quebrantar la impasibilidad en la que se habían sumergido los inquilinos panameños.

El miércoles 14 de octubre, se retiró el primer batallón; y las tropas estacionadas en Santa Ana y Lesseps, fueron trasladadas a la Cárcel Modelo. Nueve días después, es decir, el 23 de octubre, cesó la Ocupación Militar de la ciudad. Para tal fin, el Gral. Lassister, hizo publicar ese día el siguiente aviso que, a continuación, reproduzco:

"AVISO. — A las Autoridades y pueblo de la Municipalidad

de Panamá:

Las tropas de los Estados Unidos que últimamente ocupaban a la ciudad de Panamá, para mantener el orden público, serán retiradas a la una de la tarde del día de hoy. En tal virtud, todas las instrucciones y órdenes dictadas por las autoridades militares para el mantenimiento del orden público en esta ciudad cesarán en su efectividad a la hora mencionada.

Wm. Lassister-Major General U. S. Army" .

En efecto, a la 1 de la tarde, los últimos destacamentos de soldados y de Policía Militar salieron de la ciudad en sendos camiones; ya, en el cuartel central, minutos antes de la hora señalada, el Gral. Martín había entregado al Gobierno panameño los poderes que éste le había dado en custodio. "El Tiempo" describió esa entrega, huérfana de ceremonias de la siguiente manera:

"Después de cruzar breves frases de cordialidad, el Gral. Martín hizo entrega de los poderes a él confiados, a las autoridades panameñas de las que se despidió. Marcaba el reloj la una cuando descendía el Gral. Martín los peldaños del Cuartel Central" (46).

Se cerraba así un capítulo ignominioso de nuestra Historia Patria y una jornada denigrante en el Movimiento Inquilinario. Porque la Intervención fue la secuela directa de las actuaciones de un gobierno al que le faltó inteligencia y tacto en la comprensión y búsqueda de soluciones justas al problema inquilinario. El gobierno

panameño fue el único responsable de que, los soldados estadounidenses, irrumpieran en nuestro territorio. Fue el responsable porque careció —como dijo el Dr. Solís, en su Alegato en defensa de unos de los detenidos inquilinarios—

"De coraje y nervio suficiente para mantener sin auxilio extraño y sin oprimir al pueblo el poder que la ley y el voto depositaron en sus manos" (47).

Y finalmente, fue él el responsable de que las fuerzas norteamericanas no sólo hollaran el territorio nacional sino que asesinaran, también, a 2 panameños. Damián Cabrera y Julián Camarena, quien dejó de existir en la tarde del 16 de octubre. Ellos, al igual que otros istmeños, se enfrentaron a las bayonetas para demostrarle al Gobierno, a los Estados Unidos y al mundo que, en el pueblo de Panamá, había todavía muchos hombres con valor y con dignidad.

EVERARDO TOMILSON

Las huelgas inquilinarias de 1925 y 1932

Se puede señalar provisoriamente el año de 1925 como el nacimiento del verdadero problema inquilinario panameño. No significa esto que antes de esa época y ya lo hemos visto, el precio de las habitaciones se conformara con la capacidad de pago de los inquilinos, ni que las condiciones en que se debatía el inquilino panameño fuesen satisfactorias. Lo que quiere destacarse es el hecho de que fue entonces cuando la masa de los inquilinos pobres, obreros y empleados, afrontó mancomunadamente y por vez primera, la solución del problema.

En el año de 1925 se pone en vigencia la ley sobre reformas fiscales por el Dr. Eusebio A. Morales, a la sazón, Secretario de Hacienda. La ley variaba el

sistema tributario de la propiedad urbana y rural. Los propietarios clamaron contra la reforma alegando que les imponía cargas insoportables.

Para hacer fracasar la ley resolvieron desviar el pago del nuevo impuesto hacia la masa de los inquilinos y provocar así, un conflicto que demostraría al gobierno la impracticabilidad de la reforma. Operóse en consecuencia un alza general del tipo de renta en las ciudades de Panamá y Colón, que excedió de un 25 a un 50|>/o sobre el precio de las habitaciones vigentes entonces.

La violencia del alza causa hondo y vasto descontento en la masa inquilinaria. Sin embargo, la coyuntura económica no era entonces desesperante. El ramo

de las construcciones, que ocupaba a la mayoría de los obreros de Panamá y Colón, había iniciado un período de actividad que duró casi un lustro. El nivel de los salarios escala alturas que sólo han sido superadas en décadas recientes. Pero el alza del arriendo fue tan súbita y exagerada que obligaba a la población obrera a gastar en habitación parte considerable del dinero que había de dedicar a sus demás necesidades primarias.

El Sindicato General de Trabajadores, entidad proletaria que se había constituido a fines de 1924, atiende el clamor de las masas, organizando la Liga de Inquilinos y Subsistencias. En unos cuantos meses, de junio a octubre de 1925, la Liga asume el carácter de una poderosa organización de masas. Es la primera en su género que se ha visto en Panamá. A principios de octubre tiene seis mil miembros inscritos y cotizantes. La espontaneidad, la unanimidad, la disciplina y el heroico espíritu de lucha con que las masas sostuvieron las consignas y reivindicaciones de la Liga, comprueban la realidad de las causas sociales que generaban el movimiento.

No parecieron entenderlo así el gobierno y los propietarios de casas. No se busca la solución radical del problema, sino el sofocamiento por la fuerza de la agitación de la organización inquilinaria. El 10 de octubre es la expresión de ese proceder erróneo.

Producidos los disturbios, el Gobierno nombra precisamente a un dueño de casas, Julio Quijano, Jefe del Primer Batallón de Voluntarios para combatir la "intransigencia" de los inquilinos. Se abren inscripciones en el Consejo Municipal, como si se tratara de una guerra civil y hasta los Soldados de la Independencia ofrecen sus contingentes.

Pero todo resulta inútil. La conciencia que había despertado el movimiento entre los obreros y el notable abuso de que eran víctimas por la soberbia y la ambición de los caseros, no permiten contener el empuje de las masas enardecidas y sedientas de justicia.

Es entonces cuando pretextando una supuesta conspiración internacional, el Gobierno solicita —para vergüenza eterna— la intervención de las fuerzas norteamericanas para que sofocaran la agitación popular. (2)

No había tal conspiración. El mismo Presidente Rodolfo Chiari tuvo que admitir, en un discurso pronunciado el día 17 de octubre de ese mismo año que:

"antes de acordada la Comisión de Reparaciones había dispuesto yo nombrar comisiones secretas con instrucciones precisas de cerciorarse si evidentemente eran muchos los propietarios que habían elevado sus alquileres; y doloroso es decirlo, pero es lo cierto, que los informes recibidos por mí demuestran que SON POCOS LOS QUE NO HAYAN ELEVADO SUS ALQUILERES A PARTIR DE ENERO DE ESTE ANO. No obstante la buena fe que me impulsó a que se efectuara la reunión de propietarios convocada por mí, es evidente que en la práctica la GENERALIDAD HA DESCONOCIDO EL CONVENIO ACORDADO Y ASEDIAN A LOS JUECES CON DEMANDAS DE LANZAMIENTOS; puedo citarles el caso especial del Juez 5o. Municipal Gerardo Abrahams quien ayer tuvo que decretar infinidad de lanzamientos; esos propietarios no tienen en cuenta las condiciones económicas por que pasa el país en la actualidad y no dan tregua para que la Comisión Mixta de Reclamos oiga y resuelva si tienen o no razón. Puedo asegurarles que los informes traídos por mis comisiones secretas SON PRÓDIGOS EN ACTIVIDADES DE LOS PROPIETARIOS EN ESE SENTIDO DE NO DAR CUARTEL".

¿No eran estas palabras el peor mentís del gobierno a la campaña que se desató para hacer ver que el movimiento inquilinario en procura de justicia, era una conspiración internacional?

Aparentemente con la sofocación por la fuerza a que había sido sometido el movimiento, el problema quedaba diferido y extinto la protesta de los inquilinos. Pero ningún problema social consiente soluciones de fuerza que no liquide sus causas

determinantes. Ni tolera tampoco que se emplace su discusión sine die. La dialéctica de la historia es inflexible e ineludible. Mientras las causas subsistan el problema seguirá complicándose, creciendo, intensificándose, aunque sus manifestaciones externas sean débiles. El instante llega, necesariamente en que el problema irrumpe por el boquete a la primera oportunidad que se le ofrezca y desconcierta con su inesperado retorno a quienes lo suponían proscrito para siempre.

Después de 1925, sigue vigente la tendencia alcista de los alquileres. Seguros del apoyo moral y material del gobierno que inhibía automáticamente cualquier síntoma de actividad corporativa de los inquilinos, los arrendadores imponen una tasa de alquiler que sube constantemente, sin fijarle límite a su ascenso.

Si se pudiera aprisionar en un esquema el curso de esta carrera, veríamos que traza una curva ascendente, sin interrupciones ni oscilaciones a través de siete años. Las quejas formales de los inquilinos, recogidas por los comités de la Liga de Inquilinos y Subsistencias, permiten aseverar que de 1925 a 1932, los alquileres aumentaron en una proporción del 50 al 75% sobre las cifras existentes en el cuatrienio de 1920-1924.

De 1925 a 1930, el Banco Nacional introdujo al país cuatro millones de dólares de capital extranjero distribuido mediante el sistema de cédulas hipotecarias. Algo de ese numerario se dedicó al mejoramiento de empresas rurales. Pero la cuota mayor se empleó en nuevas construcciones en las ciudades de Panamá y Colón.

Los propietarios o inversores fueron individuos o compañías capitalistas que disponían de propiedades garantes del préstamo. Surgieron en toda la ciudad las llamadas "casas de apartamientos" y con ellas el tipo de alquiler subió todavía más.

En primer lugar, los inquilinos de las nuevas casas debían pagar a precios de lujo las comodidades que en ellos encontraban y sufragaban así las obligaciones contraídas por los propietarios. Pero lo importante es que el alza repercutía sobre los inquilinos más pobres.

El capitalista, en efecto, considera sus haberes como un todo, como una unidad indivisible, de la cual procura arrancar una utilidad también única. De este modo, los arrendatarios de la viejas casas se ven obligados a la amortización de sus nuevas deudas. La ocasión era aún más onerosa cuando se trataba del pequeño propietario que se endeuda para reconstruir la casa o edificar sobre un solar sin uso. Entonces le imponía al inquilino un canon de alquiler que no sólo le permitía extinguir el préstamo, sino deducir un producto líquido para sus propias necesidades.

Analizando el problema desde este ángulo, se comprende que había de llegar un momento en que la intensidad del alza de los alquileres hiciese saltar en pedazos la resistencia económica, la capacidad de pago de las grandes masas inquilinarias. Y el momento llegó. Mientras la situación económica en general se mantuvo a cierta altura, en tanto duraron los efectos de la inyección monetaria extranjera, el trabajador tuvo ocupación estable y percibió jornales que le posibilitaron el pago del arriendo caro.

Pero en el año de 1930 se sintieron en Panamá los primeros estremecimientos de la crisis que agarrotó al mundo para esa época. Eran las repercusiones del gran desastre, de la gran depresión que sacudió los cimientos del edificio de la economía mundial La caída de los precios en el mercado universal hizo bajar presurosamente el monto de los impuestos aduanales que constituían la primera renta del fisco nacional. El estado panameño se precipitó al desfiladero sin salida de las reducciones presupuestarias. Las obras públicas se suspendieron. Miles de obreros quedaron aprisionados por el paro. De otra parte, el derrumbe del mercado de valores neoyorquino en octubre de 1929 había sepultado millones de pesos puestos en juego bursátil por los capitalistas panameños. El crédito se contrajo violentamente. El Banco Nacional imposibilitado para adquirir nuevos empréstitos, dejó de prestar grandes sumas a los constructores y caseros. Los trabajos privados de edificación se paralizaron casi totalmente. Nuevos contingentes proletarios engrosaron el ejército de desocupados.

El Standard general de vida descendió bruscamente. La capacidad adquisitiva de la masa obrera cayó por debajo del mínimo posible para la satisfacción de sus necesidades. Mientras tanto, la tasa de alquiler permanecía remontada en la alta atmósfera a donde había llegado en los días de la inflación. Los capitalistas endeudados no encontraban otro medio de aminorar sus obligaciones que el de arrancar a los inquilinos una renta altísima que, lejos de reducir, procuraban aumentar. La masa inquilinaria sintió caer sobre sus hombros todo el peso de la crisis general que sufría el país. El descontento, la protesta, la organización de combate contra la vivienda cara fueron resultante general y natural de tal situación. Los objetivos económicos de la Liga de Inquilinos en la rebaja de los alquileres y la abolición de los rasgos ominosos del sistema de inquilinato, constituyeron el fondo de la famosa huelga de "no pago" de 1932.

Volvió el clima de desasosiego que se puso de manifiesto en el año 25. Las agitaciones populares se multiplicaron a despecho de la indiferencia del gobierno y la resistencia de los propietarios de casas. Pero a diferencia denaquella ocasión, se contempló ya la necesidad de normar especialmente la cuestión inquilinaria. Se plantearon también soluciones de carácter general, que si bien no llegaban al fondo del problema, eran, sin duda, un paso hacia adelante en la conquista de los inquilinos y un triunfo sin precedentes en la regulación jurídica del negocio.

Ventajas y desventajas de las soluciones aplicadas

Cuando el problema surge con caracteres definidos en 1926 se producen los disturbios callejeros y la sofocación sangrienta del movimiento por las fuerzas nacionales y extranjeras, el Órgano Ejecutivo quiso restarle méritos al movimiento. En realidad, no había intención alguna del poder central en liquidar el problema por la vía positiva La finalidad gubernamental estaba disparada a su extirpación por la fuerza, considerando que ello constituiría el fin de un problema que estaba tomando lineamientos nacionales.

La razón se explica en el hecho que hemos apuntado antes: la estructura económica sobre la cual se asentaba la economía panameña. Eran precisamente los caseros y los terratenientes los que sostenían al gobierno de Don Rodolfo Chiari y claro está, cualesquier fórmula que se buscara tenía que estar supeditada a esos intereses. Pero era tan intensa la protesta, tan combativo el movimiento en las calles, que pese a todo ello el gobierno tuvo que asumir una posición.

Se nombró para el efecto, una Comisión Mixta de Reclamos compuesta por representantes de inquilinos y propietarios. Esta Comisión tenía como propósito atender las reclamaciones que una y otra parte hicieran de las querellas inquilinarias. Además, debía informar al Sr. Presidente del estado de la situación y llegar a conclusiones que pudieran poner fin a la agitación popular.

Sin comentarios, porque se explican por sí solas, vamos a enunciar las recomendaciones sugeridas por la mencionada Comisión. Ellas eran:

1. Mayor cortesía en el cobro de los alquileres de parte de los propietarios.

2. Retrotraer los alquileres a enero de 1925 y una rebaja del 5% para los inquilinos que eran jornaleros.

3. Rebaja del agua.

4. Rebaja de la luz.

El Gobierno, por su parte, anunció las siguientes:

1. Aumento de los trabajadores en el Hospital Santo Tomás.

2. Construcción del Manicomio.

3. Construcción de la Escuela de Medicina.

4. Activar los trabajos de las escuelas agrícolas.

5. Arriendo de 200 habitaciones para subarrendarlas a precios de costo a los obreros que no tenían trabajo.

6. Levantar un censo y hacer una inspección de las condiciones higiénicas de las viviendas.

Puede apreciarse que las recomendaciones de la Comisión no eran otra cosa que el resultado de un clima de terror en donde primaban los intereses del grupo económicamente más poderoso. Basta sólo subrayar aquello de "mayor cortesía para el cobro de los alquileres", para percatarse que la desigualdad en la discusión era obvia y no se adentraba en la médula del problema.

En cambio, las medidas adoptadas por el Ejecutivo, flanqueaban el ataque del problema creando fuentes de trabajo para los obreros en el Hospital Santo Tomás, la construcción del Manicomio y las escuelas agrícolas en el interior de la República.

A simple vista la solución era ideal; pero ideal para el gobierno y los caseros, pues se diluía la fuerza del movimiento. ¿Cómo iba a conservarse la unidad de un movimiento cuyos elementos iban a ser repartidos en acciones distintas del territorio nacional, sobre la base de trabajos en construcciones de escuelas agrícolas? ¿Cómo iba a mantenerse la justicia, si lejos de atacar de frente el problema, se utilizaba el desempleo de la masa obrera como arma contra esa misma masa obrera? ¿Dónde estaba el sentido de la equidad en unas medidas que enunciaba un programa de construcciones para dar empleo a los desocupados y mantenía a todo trance el alza exorbitante de los alquileres? ¿Es que el obrero entonces debía trabajar sólo para pagar renta al casero? ¿Quién podía garantizar justicia o igualdad ante tales medidas? ¿Y en cuanto al arriendo de habitaciones para luego subarrendarlo no favorecía esta medida precisamente a los dueños de casas, que querían ver asegurado el pago de sus rentas para satisfacer sus compromisos bancarios?

Era natural que el movimiento se difiriera unos años y luego reapareciera con mayor vigor.

Las medidas que se adoptaron en 1932 no se diferencian mucho de las dispuestas en 1926. Es cierto que se dictaron disposiciones legales tendientes a regular la cuestión inquilinaria. Es cierto también que fue ésta la primera ocasión que la presión popular impuso al gobierno la necesidad de legislar sobre materia tan controvertida como ésta; pero también es obvio que volviera a insistir en la cuestión del arriendo y subarriendo de viviendas para inquilinos pobres, lejos de construir viviendas el Estado que garantizara una protección efectiva al arrendatario. Además, quien haya vivido en esos tiempos puede dar fe de los abusos que se cometieron en el subarriendo de esas viviendas. No eran precisamente los inquilinos los que disfrutaban de ellas sino las queridas de ciertos funcionarios oportunistas e inescrupulosos.

Aparentemente fueron muchas las ventajas que se concedieron a los inquilinos en las disposiciones que se dictaron y no puede negarse que el mérito que las significa se fundamenta en ser las primeras normas que sustraían de la legislación común, un problema que por sus condiciones debe estar reglamentado por normas especiales. Pero todavía queda mucho por andar y las disposiciones que fueron dictadas con posterioridad ponen de manifiesto la inconsistencia de esas medidas.

DEMETRIO PORRAS

El Movimiento Inquilinario

Este movimiento tuvo sus orígenes conocidos hacia el año 1925, cuando el alto costo de la vivienda obligó al pueblo a una protesta que se manifestó por las calles. Alarmado el Presidente Chiari ante la magnitud del problema llamó para aplacarle a las tropas americanas acantonadas en la Zona del Canal, las que mataron más de veinticinco inquilinos pobres e hirieron a muchos más, por el solo delito de pedir la rebaja de los alquileres. Este grave problema, latente desde esa época, hizo crisis en 1932, pues se había ido agravando con la ineptitud o mala fe de los gobiernos que se sucedieron desde entonces y debido a la depresión económica que azotaba las playas panameñas.

El problema de la vivienda en Panamá es muy complicado debido al sistema de construcción; las casas de inquilinato son colectivas y constituyen una lacra y una vergüenza. Los capitalistas panameños saben cómo explotar sus capitales construyendo casas-pueblos, incómodas, antihigiénicas, pero que les producen un alto tipo de interés que llega hasta el dieciséis por ciento al año, y ni industrias, ni cultivos, ni almacenes llaman su atención. ¡Solamente casas de alquileres! Estas inmensas jaulas, que podríamos llamar, se componen de unos setenta o más cuartos que, a lo sumo, miden doce metros cuadrados y allí se aglomeran las numerosas familias de los trabajadores panameños. Los cuartos están separados por un tabique delgado y en lo alto, hay una rejilla para la ventilación; hay además dos excusados y un baño que únicamente necesidades urgentes pueden obligar a usarlos. Las casas son de madera y techo de zinc: algunas veces pintadas. Una tremenda promiscuidad reina en ellas; allí viven mujeres de la vida airada, aves pálidas, hijas del arroyo. En otros cuartos contiguos, viven familias numerosas con hijos, quienes oyen hasta los suspiros que exhalan, escuchan las blasfemias, ven por las rendijas las obscenidades que allí se desarrollan y, en este ambiente, aprenden y se transforman en niños viejos, carne de prostíbulo y de cabaret, de correccional y de presidio. Estas casas que son verdaderos pueblos, tienen cuartos que dan a callejones indecentes y malolientes en los que no entra el sol, ni siquiera el aire; están infestadas de tuberculosis, pero su alquiler es de ocho, diez, y hasta quince dólares al mes. Allí crecen el vicio y las epidemias; allí se asesina un pueblo: se corrompe a su niñez y se la empuja a la delincuencia y a la prostitución sin que esto preocupe, emocione o inquiete a nuestros gobernantes dueños de casa. Chorrillo, Granillo, Santa Ana, Guachapalí, Marañón, Calidonia y San Miguel, barrios pobres de los trabajadores panameños, barrios sucios y humillantes, trágicos y pestilentes, en donde el obrero paga su tributo de sangre al Dios Capitalismo, nuevo Moloch insaciable de víctimas; la tuberculosis, sífilis, blenorragia, alcoholismo y demencia son la secuela de esta situación. Pero el casero o su cobrador, impasibles antes esos cuadros de miseria, recorren bien temprano por la mañana cada casa y cada cuarto cobrando y amenazando al que no paga; echándose como verdugos sobre esas pobres gentes, que a veces no tienen ni con qué desayunarse ni con qué "encender el fogón". Pero si no paga, el gendarme y el Juez vienen pronto a lanzarles a la calle sus pobres muebles y sus desvencijados "trastos".

Una situación como ésta provocó la revuelta pacífica, la protesta cívica de las masas inquilinarias de la capital. Se formó un Comité que convocó a un Congreso y este Congreso se transformó en la liga de Inquilinos. Esta nombró un cuerpo de abogados consultores y defensores del que tuve el honor de formar parte. Nuestra lucha contra caseros, cobradores policías, jueces y leyes, fue brava. Todo estaban en contra nuestra, los lanzamientos de los inquilinos y desahucios se sucedían vertiginosamente, ya que ni súplicas ni amenazas detenían la ofensiva de los caseros. Entonces fue cuando la Liga ordenó la "huelga de no pago". Los Comités de Santa Ana, Guachapalí, Calidonia, Granillo, fueron asaltados por la policía que, revólver en mano y tolete en alto, rompían cabezas, detenían "comunistas", "anarquistas", "terroristas"; sin embargo, en todo el curso de la lucha, no hubo ni un atentado ni amago de incendio, nada, absolutamente nada; todos los inquilinos mantuvieron orden y compostura. Pero la policía disolvía las reuniones públicas y privadas y arrestaba a los líderes.

El Presidente Alfaro convocó una reunión en la presidencia a la cual asistieron delegados de los inquilinos, entre los cuales figuraban: Cristóbal Segundo, Samuel Casis, Pío Guerrero González y F. Lara, y por parte de los caseros: Anastasio Ruíz, Carlos Muller y otros que no recuerdo. Esta conferencia directa fracasó, a pesar de los esfuerzos del Presidente, y fracasó debido a la intransigencia de los propietarios. La huelga siguió su curso hasta que el Presidente Alfaro dictó un decreto-ley declarando suspendidas las garantías constitucionales y rebajando los alquileres en un treinta por ciento.

Con todos los directores de la Liga de Inquilinos detenidos, y con las garantías constitucionales suspendidas se abrió la segunda etapa de la lucha, que consistía en poder conseguir una ley justa que protegiese los intereses de los inquilinos. Esta vez actué como vocero de los inquilinos, es decir, del pueblo de Panamá, asesorado por una Junta Consultiva formada por Diógenes De la Rosa, Domingo H. Turner, Cristóbal Segundo, Jorge Brower, Leonel Urriola, Alberto Quintana Herrera, José Vacaro y José A. Mendieta. Se reunió un gran congreso en la calle 3 de Noviembre, del barrio del Marañen, y allí se discutieron y se aprobaron las reivindicaciones de los inquilinos y se me entregaron para que yo les planteara ante la Asamblea Nacional. Eran como sigue:

Resolución sobre bases para un Proyecto de Ley-Inquilinaria.

La Segunda Asamblea General de la Liga de Inquilinos y Subsistentes de Panamá.

Considerando:

a. Que actualmente se encuentra planteada en la Asamblea Nacional solución legal al problema inquilinaria;

b. Que con tal fin han sido presentados a la consideración de] referido cuerpo dos leyes de inquilinato: uno elaborado por el diputado Dr. Demetrio A. Porras, y otros por la comisión que designó con tal fin la misma Asamblea Nacional.

c. Que aun cuando la Asamblea General de la Liga de Inquilinos y demás organismos de la misma están convencidos de que el problema inquilinario, dentro del Régimen de Propiedad vigente no puede tener solución definitiva y que cualquier medida de orden legal que se adopte, no paliará el conflicto entre inquilinos y caseros.

d. Que no obstante esto, es de todo punto imposible evitar la interferencia del poder Legislativo en la cuestión; y que frente a esta circunstancia, la Liga de Inquilinos y Subsistencias, por medio de sus máximo organismo, debe dar a conocer las bases conforme a las cuales exige se expida una Ley de Inquilinato que rija las relaciones contractuales entre propietarios e inquilinos, hasta tanto que las nuevas condiciones demanden su revisión total o parcial;

RESUELVE:

La Ley de Inquilinato de la Asamblea Nacional expone debe descansar sobre las siguientes bases:

a. Reducir el tipo de alquileres vigentes en un 50% y fijar el tipo de la ganancia del capital invertido en construcciones de alquiler al 3% anual;

b. Ajustar las edificaciones a un riguroso reglamento en materia de higienización y confort y ordenar la inmediata demolición de los edificios que no se ajusten a dichas exigencias;

c. Obligación de pintar interior y exteriormente los edificios de alquiler por lo menos, 2 veces al año;

d. Higienizar las habitaciones que hayan sido ocupadas por individuos atacados de enfermedades contagiosas, antes de ser ocupadas por otro;

e. Establecer el principio de responsabilidad a cargo del propietario por accidentes sobrevenidos a los ocupantes por causas de inseguridad o mal estado del edificio;

f. Abolición absoluta del contrato de subarrendamiento, salvo los casos en que se trate del negocio de hoteles, casas de huéspedes o pensiones;

h. Modificación de las disposiciones legales sobre desahucio y lanzamiento, en los cuales se determine que el inquilino sólo puede ser desahuciado en los casos siguientes: por enfermedad contagiosa, locura o manifiesta inmoralidad; por mora en el pago de la renta, por la reconstrucción del edificio, o reparaciones que le hagan incómodo o inhabitable, o cuando el edificio sea vendido o arrendado para fines de asistencia pública. El lanzamiento por mora sólo podrá ejercitarse con los inquilinos que tengan ocupación; no así contra los desocupados por causas forzosas, contra los enfermos privados de salarios, renta, pensión o beneficio. El pago de la renta se hará por períodos vencidos. Toda estipulación en contrario carecerá de valor legal;

i. Los bomberos voluntarios, como miembros de una organización declarada de utilidad pública, tendrán derecho a habitación gratuita;

j. Mientras dure la actual crisis fiscal y el Gobierno esté imposibilitado para pagar a los agentes de policía la totalidad de sus sueldos en dinero efectivo, se les permitirá a dichos agentes el pago de la renta en bonos certificados u otros documentos similares. Esta concesión se hará a los empleados públicos hasta una tercera parte del arrendamiento;

k. Las deudas acumuladas con motivo de la inquilinaria del 'no pagado' serán condenadas;

1. las controversias que se susciten entre inquilinos y propietarios, por razón del contrato de inquilinato y todo lo relativo al cumplimiento de esta Ley, caerán bajo la jurisdicción y competencia de una Junta de Inquilinato, compuesta por un representante de la Liga de Inquilinos y otros de los propietarios. Actuará como dirigente en los casos de discordia, el tercer elegido, de común acuerdo, por los dos representantes anteriores; la elección no podrá recaer en ningún caso en persona que sea propietaria, empleado público o empleado particular de algún propietario.

El Proyecto de Ley presentado por mí contemplaba las mismas bases con pequeñas variaciones. En la elaboración de este proyecto fui asesorado por Diógenes de la Rosa y por Domingo Tur-ner, quienes habían sido nombrados conmigo para la redacción del proyecto de Ley Inquilinaria. Con el proyecto de Ley redactamos una exposición de motivos demostrando que el problema de la vivienda era apenas un sector del gran problema social.

Por supuesto que los diputados caseros que había en la Cámara, no estaban dispuestos a aceptar una Ley de esta clase sin pelea, ya que en problemas de esta magnitud no pueden usarse demagogias politiqueras. Era un planteamiento de la lucha de clases que las "gentes bien" niegan que exista, pero que la realidad nos demuestra diariamente, y no como ellos sostienen, porque seamos nosotros los que la creamos, pues nosotros no hacemos mas que canalizarla para evitar un desbordamiento inconsciente y peligroso para la misma estabilidad del país. El Presidente Dr. Ricardo J. Alfaro tuvo que rendir un informe especial a la supresión de las garantías constitucionales y de los sacrosantos derechos individuales y así llevó el problema inquilinario al Parlamento. Allí, como representante del pueblo, cumplí con mi deber; defendí a ese pueblo, no por amor a las masas, sino porque yo formo parte de ellas, porque como inquilino sufría en mi propia carne la explotación sin misericordia de los propietarios de casas, cuya única finalidad es enriquecerse en poco tiempo a costa del sacrificio de los inquilinos. Era justicia lo que pedíamos y no amor.

Mis discursos e interpelaciones eran aplaudidos y respaldados por miles de hombres y mujeres cuyas manifestaciones hacían temblar a la Asamblea Nacional, a los caseros y al gobierno, al cual se le veía impotente.

La Ley fue presentada y el informe discutido según se podrá ver en el Diario de Panamá de esa época. Cada artículo de la Ley significaba una lucha terrible, y fui respaldado, ayudado y asesorado en la Asamblea por los diputados Víctor Florencio Goytía, José Daniel Crespo, Raimundo Ortega Victo y otros: auténticos y honrados representantes del pueblo.

Al terminar las sesiones el pueblo que seguía ansioso el curso de ellas desde la barra y los alrededores del Teatro Nacional donde se reunía la Asamblea Nacional, me acompañaba en masa hasta mi casa. La ciudad estaba virtualmente en nuestras manos al llegar Harmodio Arias al poder. Las masas esperaban a que su candidato el "candidato de los pobres", resolvería el caso favorablemente; olvidaban que el Dr. Harmodio Arias era también casero y que la lucha era clasista y no política. Pronto se dieron cuenta de eso: el 24 de octubre de 1932 tuve un incidente con el presidente de la Asamblea, bastante grave, debido quizás al acaloramiento de la discusión. El 25 se aprobaron, después de una reñida batalla, varios artículos presentados por mí y Ortega Victo, y aprobados ya por la Liga de Inquilinos. El pueblo seguía con ansiedad las vicisitudes de la lucha; miles de hombres y mujeres se congregaban diariamente alrededor del Palacio Nacional donde existía un ambiente muy tenso; pero bomberos y policías fraternizaban con los inquilinos. El día 26 se aprobó el artículo sobre el canon de alquiler por el que se hacía una justa rebaja en los alquileres. El pueblo delirante recorrió las calles de la ciudad y entre gritos de júbilo me acompañó hasta mi casa. Sin embargo, en la mañana del día 27 me avisaron que la Asamblea estaba reunida sin haber citado a los diputados defensores de la ley inquilinaria. Volé hacia el Palacio, avisé a varios "camaradas" que fueran inmediatamente a los comités de barrio para advertir a todos y que acudiesen a la Asamblea en el mayor número posible. Mis temores se confirmaron. La Asamblea, que había aprobado la rebaja y el canon el día anterior, había echado por tierra el artículo y, en reconsideración, lo rechazaba. Ninguno de los defensores de la ley estaba presente. Apenas me vieron entrar las barras, comenzaron a aplaudir y a gritar; el presidente, con este pretexto, cerró la sesión. Yo protesté, pero no se me hizo caso. Entonces comenzó una gritería enorme. Las masas estaban indignadas y al salir el presidente de la Asamblea fue agredido por la multitud; corrí a protegerle, al ser llamado, y trepando a una ventana de una de las casas que dan frente al Parque de Bolívar, pedí al público que no perdiera la serenidad, para no perder la batalla. Me solicitaron entonces fuéramos a la Presidencia de la República a protestar, y yo les acompañé. Diez mil almas rompieron los cordones de la policía y llegamos frente al Palacio de las Garzas. Subí yo solo las gradas que estaban custodiadas por miembros de Acción Comunal quienes, revólver en mano me miraban avanzar en actitud hostil. Es curioso que muchos de esos hombres que en ese momento se oponían a las justas reivindicaciones del pueblo, por adhesión incondicional a Harmodio Arias, más tarde, al romper con éste, por intereses meramente personales, me reprocharon no hubiera yo aprovechado esos momentos para apoderarme del poder y sacar al que ellos habían considerado como un símbolo. No comprendían que a mí, en esa lucha, no me guiaba ningún interés político inconfesable y que lealmente luchaba por obtener reivindicaciones específicas de la clase trabajadora de mi país, y que la Presidencia, a mí, no me quitaba el sueño.

Dentro del salón encontré a un grupo de propietarios encabezado por Carlos Muller, quienes me miraron temerosos y asombrados. El Dr. Harmodio Arias, pálido y nervioso, me recibió con deferencia y prometió resolver el problema rogándome le diera una oportunidad puesto que solamente tenía veintisiete días de detentar el poder. Me aseguró que él encontraría una solución dentro del marco de nuestra vieja Constitución. A mi solicitud, salió conmigo al balcón de la presidencia y las masas, al verlo, irrumpieron en gritos. Algunos gritaban: "tíranos al Cholito", "quédese usted". Tomé la palabra y dirigiéndome al pueblo le dije lo que me había prometido el Presidente y éste, en breves palabras, lo confirmó. De allí, me acompañaron a mi casa. La ola de indignación crecía por momentos; ya era toda la ciudad que se estremecía. Elementos políticos adversarios al Presidente, aunque también dueños de casas, tomaron parte activa en esta campaña de agitación. Esto no me agradaba, puesto que nuestra lucha no era política, sino de carácter económico. Nuestra suprema ambición era resolver un problema grave para el país y resolverlo a favor de los explotados, de las grandes masas que hicieron posible que el Dr. Arias, "candidato de los pobres", fuera a la presidencia, y yo, como amigo del presidente, no deseaba que éste traicionara al pueblo y se convirtiera en "presidente de los ricos". Por la tarde, se congregaron alrededor del Palacio Nacional y del Teatro miles y miles de individuos que esperaban ansiosos la sesión de la Asamblea; pero fue en vano. Los diputados, temerosos, no quisieron reunirse. Pocos de ellos paseaban nerviosos por el salón de sesiones. El teatro estaba completamente lleno, y afuera, en la plaza de Bolívar la muchedumbre era compacta. Los camaradas improvisaban tribunas y hablaban al pueblo. Frente a la Iglesia de San Francisco, el gentío era impenetrable; querían entrar en el teatro, pero no era posible puesto que en él había ya más de tres mil hombres.

La imprudencia de unos oficiales prendió la mecha que hubiera sido fatal para nuestra existencia como nación, si los líderes que encabezábamos este movimiento no hubiéramos tenido suficiente aplomo para conjurar el peligro. El capitán Ardito Barletta, quiso desalojar a los que estaban dentro del salón de sesiones y comenzó a disparar tiros al aire como un loco, y violando así la Constitución y las leyes del país. Inmediatamente, los que estaban afuera empezaron a arrancar hierros de los albañales y armarse contra un grupo de oficiales; la policía mientras tanto permanecía neutral e impasible. De una pedrada, fue derribado el capitán Luti, quien sangrando de la frente, gritaba al pueblo que él era su amigo y que le escucharan. Ante esta situación, salí yo a la calle en compañía de los valientes diputados Goytía y Crespo y como sabía que en esos momentos centenares de soldados yanquis, en trajes de compaña, estaban alineados en la Calle 4 de Julio, esperando una llamada del Presidente de la República (quien para honor suyo no la utilizó, salvando así al país, a su gobierno y a sí mismo de una afrenta y de un nuevo bochorno) dispuse ponerme al frente de una manifestación que corrió toda la Avenida Central y fue a morir en el Marañón, barrio que era la citadela de los inquilinos.

Al día siguiente de estos acontecimientos, la mayoría de la Asamblea, con excepción de los diputados Goytía, Crespo, Sucre, Ortega Vieto y yo, se reunió en la Presidencia y formaron un Bloque Patriótico Nacional. Al ser yo llamado a Palacio, me invitaron a formar parte de ese bloque, pero yo rehusé alegando su injustificación, puesto que ningún peligro exterior nos amenazaba y si se formaba, tenía que ser contra los inquilinos y así opinó Ortega Vieto, que estaba presente. Más tarde, Harmodio Arias presentó un proyecto de artículo nuevo para reemplazar el que había sido derogado. Este artículo establecía una moratoria parcial en lugar de la rebaja. En el fondo, era cuestión de palabras solamente, de forma. Este artículo fue aprobado.

El Comandante Guardia, cuñado del Presidente de la República, había ya reformado la policía con elementos traídos del interior y que no conocían nada del problema puesto que no habían sufrido por su causa. Estos policías, armados hasta los dientes y dirigidos por el Alcalde Héctor Valdés, impidieron que el pueblo pasase al recinto de la Asamblea. Establecieron un cordón de acero y metralla en el mismo lugar donde existía antes la puerta de tierra que separaba los "ñopos", "godos", de los "negros del arrabal".

El día 29 por la mañana, al salir de la Asamblea donde había tenido lugar una sesión del Comité Central de la Liga, que se reunía clandestinamente y donde se empleaba el nombre inexistan-te de Ernesto Sandoval como Secretario General, fui seguido y atropellado por el coche de un colega diputado perteneciente al Bloque Nacional

Maltrecho, me recogieron debajo de mi pequeño automóvil mientras mi colega desaparecía. Quisieron llevarme al Hospital Santo Tomás para reconocerme, pero algunos camaradas que llegaron oportunamente al lugar, dispusieron trasladarme a mi casa, donde minutos más tarde me trataba el Dr. Sergio González, amigo y compadre mío. Apenas se enteraron de mi accidente, miles y miles de compañeros desfilaron por mi casa. El colega causante, impresionado por la actitud del pueblo contra él, dio unas explicaciones que yo, para evitar un desenlace fatal, corroboré.

Ocho días estuve obligado a permanecer en el lecho. Los colegas Ortega, Goytía y Crespo habían quedado en avisarme cuando volviesen a tratar la Ley Inquilinaria, cuya discusión había sido suspendida. Una tarde que ya me sentía mejor, me avisó Ortega Victo que se iba a discutir de nuevo la ley. Contra las protestas de mi familia y amigos dispuse asistir a la Asamblea Nacional y en brazos me llevaron hasta un coche y en brazos fui llevado desde el auto hasta el pupitre del salón de sesiones de la augusta Cámara. Casi desmayándome de dolor, tomé la palabra y con voz queda, insegura, pronuncié el discurso reproducido a continuación, tomado por el reportero parlamentario del "Diario de Panamá", Ledo. Joaquín Fernando Franco y publicado en ese periódico:

DIARIO DE PANAMÁ

jueves 10 de noviembre

de 1932

"De cómo el Bloque Legislativo Patriótico resolvió ayer las objeciones del Poder Ejecutivo a la Ley Inquilinaria dictada por la misma Asamblea".

Sólo la fórmula del artículo sufrió leve modificación que quita, sin embargo, a la Asamblea el derecho de elegir el Dirimente; las demás fueron aceptadas literalmente.

LA VOZ DEL LÍDER

Porras. Considero que este artículo es injusto. Siquiera debe señalarse un sueldo al miembro de la junta que representa a la Liga de Inquilinos. Ellos son pobres, que viven en la miseria. El cargo de miembro de la junta exigirá que dediquen todo su tiempo al estudio de las cuestiones que ésta tendrá que resolver y si no se le asigna un sueldo no podrá ejercer eficientemente sus funciones.

Después de breve discusión en la que el Dr. Ortega Victo defiende con calor la idea del Dr. Demetrio A. Porras, se aprueba una modificación del Dr. Alemán por la cual devengarán sueldo de 125.00 balboas los miembro de la junta, a excepción del nombrado de los propietarios.

Se aprueban y adoptan los artículos 4,11 y 21.

NO HABRÁ REBAJA DE ALQUILERES

Se pone a discusión el artículo 22, presentado por el Presidente de la República, por el cual en vez de reconocer la rebaja de alquileres, como establecía el artículo primitivo, se decreta la moratoria en el pago de una parte del precio de los arrendamientos.

"NOS ECHAREMOS A LA CALLE"

Porras. Este artículo no resuelve la cuestión fundamental del problema inquilinario, que es el precio de los alquileres. Lo que ha motivado el movimiento de los inquilinos es el alto precio de los arrendamientos de las habitaciones. En el artículo primitivo se establecía una rebaja equitativa. En éste se suprime esa rebaja para decretar una moratoria en el pago de una parte del precio de los alquileres, medida peligrosa, que viene a hacer que el problema inquilinario sea más grave cuando se venza la moratoria. Con esto lo que vamos a hacer es acumular problemas, agravarlos más y más cada día; si aprobamos este artículo seguirá la huelga del 'no pago' y los inquilinos nos echaremos a la calle. Para ello estamos esperando únicamente el verano. Entonces sacaremos nuestros "checheritos" a las calles. Será éste un espectáculo vergonzoso para el país, que observarán los turistas que por aquí pasan diariamente. Nosotros no pensamos recurrir a actos violentos. Pero la rebaja de los alquileres es decir, que el pueblo pueda pagar, adoptaremos una política de resistencia pasiva, como la recomendada y practicada allá en la India, donde un hombre del pueblo, sin gran preparación, ha dado ejemplo de altivez" y rebeldía. Los inquilinos nos echaremos a las calles y no habrá cárcel para tanta gente.

LOS BANCOS, UNOS USUREROS

Porras. A mí no me inspira confianza el artículo presentado por el Poder Ejecutivo, a pesar de que yo sé que el Dr. Arias está bien intencionado. Todo esto es obra subterránea de los Bancos que se han convertido en unos usureros. Son los Bancos los que están aniquilando a este pobre país. Son ellos los más caracterizados representantes del imperialismo yanqui, que quiere que el águila del Norte devore a la República como si fuera un cordero pascual. Seamos valientes y pongámonos de frente a todas esas instituciones bancadas, agentes del capitalismo, que no se sacian nunca de explotar el pueblo, de chuparle su propia existencia. Los bancos son los mayormente responsables del actual estado social de cosas, porque son ellos los principales acaparadores despiadados de las angustias y miserias de la humanidad.

EN LA LISTA NEGRA POR COMUNISTA

Nada práctico vamos a conseguir con este artículo. Porque aun con aquél de las rebajas, no faltaron caseros infames de almas perversas, que dijeron que preferían pagar un impuesto de 50 por mil antes que rebajar un centavo a los inquilinos. Y yo sé que a mí me han hecho inscribir en la lista negra de los comunistas, como si viniera de la Calabria, con un puñal entre dientes y una bomba explosiva en los bolsillos. Y yo soy un hombre inofensivo, que no mato ni a una mosca, que ni siquiera vengo armado a la Cámara, porque yo espero no ser atacado por nadie, porque a nadie hago males. Pero espíritus perversos pretenden hacerme daño y por eso me representan como un comunista facineroso, destructor, a quien hay que temer.

BOCHINCHES Y CALUNMIAS

Porras. He dicho que yo soy amigo del Dr. Arias y que le juzgo bien intencionado. Y esto es así por sobre todos los bochinches y todas las calumnias que allá le llevan al Dr. Arias sobre mí. Esos elementos que pretenden restarme la amistad del mandatario, están asfixiándole. Yo no soy amigo interesado porque yo no vivo pendiente de los puestos públicos, ni aspiro a ningún cargo. Mi actitud frente al problema inquilinario es sincera, fruto de la comprensión de ese problema, del estudio de la solución del mismo. Y sobre todo, mi actitud es la natural consecuencia de mi ideología, y yo doy hasta la vida por mis ideales, los que me son muy caros, muy queridos. No soy un demagogo como algunos dicen. Yo conozco la psicología de las multitudes, ellas son como las olas que unas veces lo elevan a uno sobre sus lomos, y otras veces lo envuelven en el torbellino de sus aguas y lo ahogan.

Cuando yo expreso aquí mis opiniones, no lo hago en solicitud de los aplausos de las masas, que hoy están ausentes, pero que yo sigo defendiendo porque de parte de ellas está la razón, y humano y urgente es que se les haga justicia, justicia que es lo único que piden y merecen.

UN LLAMADO AL PATRIOTISMO

Porras. Yo quiero hacer un llamado al patriotismo de la Cámara, un llamado al patriotismo de la Cámara, un llamado sincero y sentido, para que resuelva este problema inquilinario con amplio espíritu de justicia. Será el último llamado que haré a mis colegas, porque tal vez tenga que retirarme de la Cámara apenas termine de hablar. Yo estoy aquí haciendo un esfuerzo físico, porque hasta mi casa me fueron a buscar para que viniera a este recinto a defender las aspiraciones justas de los necesitados y abandonados de la fortuna. Ya hasta el mismo médico que me atiende me ha enviado orden que regrese a casa porque esta agitación es notablemente perjudicial a mi salud. Pero no quiero ausentarme sin pedir a mis colegas, sin pedirles con todo fervor patriótico, con toda mi sinceridad de hombre honrado, que niegue este artículo y deje el que ya fue aprobado anteriormente. Seamos consecuentes con la masa de sufridos que nos elevó a esta curul; correspondamos a la confianza que en nosotros depositaron de que sabríamos defender sus intereses y representar sus anhelos de reivindicación. Tengamos, honorables colegas, la visión del porvenir y meditemos hondamente sobre nuestra responsabilidad histórica. Es necesario, para bien de la misma patria, que nosotros atendamos la demanda de los inquili-nos. Evitémosle a la república posibles sinsabores y desgracias. Puede llegar el día de grandes catástrofes y nosotros, con nuestro patriotismo, con nuestra sinceridad, debemos adelantarnos a esos sucesos y legislar en forma que lleve el sosiego y el confort a los hogares de los humildes y de los tristes. Mis palabras no envuelven ninguna amenaza. Son el grito del presentimiento, son la voz de un hombre que vive codeándose con el pueblo, que conoce sus miserias, que sabe de sus ansias de reivindicación social y comprende sus hoy ocultas rebeldías que fermentan en espíritus valientes y que un día, si no se les hace justicia, pueden estallar y ser una hecatombe. Yo quiero que mis colegas atiendan a mis palabras que mediten sobre ellas, que respondan al llamado patriótico que ahora les hago, en nombre de esta misma patria nuestra tan querida, digna de mejor suerte. Negad, colegas, ese artículo que no hace sino acumular problemas y votad el primitivo, que así llevaremos el consuelo y la alegría al pueblo de nuestro país. (El orador está agotado. Un grupo de amigos le sacan en brazos del recinto para conducirle a su casa).

Terminada la sesión del día 9 de noviembre de 1932.

Y de esta lucha salió una ley que había sido forjada a golpes de cincel, la primera ley que, aunque deficiente, salía del fondo de la conciencia colectiva. No era una ley con nombre propio ni copiada de otras legislaciones de pueblos extraños. Era una ley propia del pueblo para quien fue hecha, el pueblo panameño, y aunque deficiente, era un paso adelante. Entre otras cosas, creaba una Junta de Inquilinato, comité paritario compuesto de tres árbitros, de un representante elegido por los propietarios, Con Ricardo Adolfo de la Guardia, y de un representante de los inquilinos. Para escogerlo tuvimos que hacer un congreso y fue seleccionado de una terna compuesta de don Diógenes De la Rosa, don Eliseo Echevers y don Cristóbal Segundo. El Presidente Arias seleccionó a don Diógenes De la Rosa y el tercer arbitro que según la ley representaba al Consejo Municipal de la ciudad, lo fue el presidente de esta institución Don Arcadio Aguilera. La Junta Inquilinaria procedió a alquilar casas para los desocupados, según lo ordenaba la ley, pero el reparto de estos cuartos provocó dificultades entre los miembros de la Liga.

Elementos intransigentes que se denominaban ellos mismos "comunistas", pero que más tenían de anarquistas, como Eugenio Cossani, Eduardo Guevara, etc., se dieron a la tarea de combatirme, desacreditarme y de calumniarme, todo lo cual provocó una reacción en las masas contra estos elementos, y la Liga en momentos en que debía mantener mayor unidad, se resquebrajó y se desunió. Los barrios de Marañón, Chorrillo, Granillo, Santa Ana y Calidonia me manifestaron su confianza y su fe en mi lealtad y protestaron enérgicamente contra los que me calumniaban. Pero de todas maneras la Liga de Inquilinos se dividió y, en consecuencia, se debilitó. De esto sacaron ventaja nuestros enemigos.

LA DEFENSA DE LOS INQUILINOS

Una cerrada ovación. Las barras aplauden frenéticamente al ver que el Honorable Diputado Porras ha pedido la palabra y está en pie.

Hon. Porras – Mis felicitaciones a la comisión por el trabajo realizado. Por una casualidad no estoy de acuerdo esta vez con el H. C. Sucre. Yo considero que cualquier proyecto de ley sobre inquilinato tiene que favorecer, siquiera en parte, a las clases necesitadas. Yo también le haré algunas reformas en segundo debate. Pero quiero objetar ahora algunas cosas que contiene el informe, que se ha acompañado al proyecto. La comisión dice allí que visitó a los jefes de los inquilinos, y esto no es así. No visitaron a los inquilinos auténticos, a los genuinos (aplausos). Allí entre los inquilinos no hay jefes, ni caciques, ni nada de esas cosas. El Secretario de Gobierno nos llamó una vez a los Honorables Goytía y a mí y a otros más, creyendo que las masas inquilinarias estaban a merced de caciques políticos y que nosotros íbamos a hacer de tales para que los hiciéramos desistir de sus propósitos (aplausos). Otra observación que quiero hacer es la de que los inquilinos no asumieron ninguna actitud subversiva. Ellos no hicieron otra cosa que protestar contra la explotación, la inhumanidad y la injusticia de los propietarios (formidables aplausos). También quiero afirmar que el problema inquilinario existía aún en los tiempos de bienestar económico. El problema nació en 1925 y ahora se ve agravado por la desocupación. En aquella época no fue resuelto por pereza, por maldad o por ignorancia de los entonces dirigentes. Y el alza de los alquileres siguió en escala ascendente durante los buenos tiempos y vino la época de la miseria, del hambre, de la desocupación y los alquileres nunca han bajado o más bien suben, suben y suben por la avaricia de los poderosos (aplausos). Los panameños somos muy orgullosos. Yo sé de un caso de un bombero, a quien el Comandante Guizado le dijo que iba a tener un cuarto gratis, y el bombero le dijo que no aceptaba. Si no hubiera sido un panameño y hubiera sido un Mizrachi u otro extranjero, aun de los ricos, habría dicho tal vez que sí (aplausos). Me satisface la promesa del Hon. C. Estripaut, de que rebajará sus alquileres en un 50 por ciento. No es justo que unos vivan en la opulencia y otros en la miseria y el hambre (aplausos). En segundo debate presentaré reformas fundamentales, urgentes, porque el proyecto las requiere. En él sólo se han consultado dos cuestiones: la desocupación y la de la asistencia pública. Pero no roza siquiera la rebaja de alquileres, que es lo fundamental, lo básico, lo primordial (grandes aplausos). Los inquilinos son panameños como nosotros y no sólo deben servir para darnos el voto para que vengamos a la asamblea, sino también para que legislemos en pro de su bienestar, (ovación prolongada).

(Escándalo: el Hon. López se levanta y fue silbado y gritado por la barra. Pero el Hon. López, que es un poco sordo, no se daba cuenta del escándalo, y dijo sus argumentos que el cronista no logró oír).

(Más aplausos. El Hon. Porras se levanta y es recibido por una cálida ovación).

Hon. Porras – Entre los inquilinos no hay caciques ni corrientes subterráneas ni nada de esas cosas que asegura el Hon. López. Es posible que Segundo sea comunista, que yo sea socialista, pero no hay tales corrientes subterráneas ni subversivas, (aplausos).

(Hay una breve discusión familiar entre los Hon. Jurado y Porras. La presidencia no llama al orden. Parece que la presidencia está todavía escuchando el discurso del Hon. Goytía al iniciarse la sesión).

Hon. Porras – Yo también quiero interpelar a los Honorables que me interpelan, Jurado y Navarro, (aplausos)

(Otra discusión personal, de tú a tú, entre los Hon. Porras, Navarro, Jurado, y López).

UN HONORABLE CAMPESINO

Hon. Porras – En un pueblo se encuentra de todo. Gente buena y gente mala. Y es posible que se presentaran casos aislados

de violencia cuando la huelga inquilinaria. El caso del Hon. López, cuando se obstaculizó su cambio a otra casa es un caso aislado. Yo conozco al Hon. López y sé que él es amigo del pueblo, porque él es algo más que pueblano, es campesino, (risas y aplausos).

RECUERDOS PLACIDOS

Hon. Porras – Yo conocí al Hon. López desde los años plácidos de la infancia, cuando nos bañábamos desnudos en el charco del Caratillo y jugábamos el trompo a la sombra de un guanábano, (risas y aplausos) Y yo quiero que el Hon. López reconozca que los inquilinos obraron con serenidad, porque de otro modo habrían hecho lo que en otros países hacen con frecuencia las clases desvalidas que se ven explotadas, perseguidas y ultrajadas por los poderosos, es decir, habrían incendiado las casas. (Fuerte y prolongada ovación).

ENVIDIA O CARIDAD

Hon. Porras – Me sorprende el insulto inmerecido que me lanza el Hon. Navarro, porque yo lo he conocido como un niño educadito y bien vestidito. Yo no busco el aplauso. £1 pueblo me lo dispensa espontáneamente porque da la coincidencia de que yo interpreto sus sentimientos y su pensamiento. Yo no sé si en esa actitud de enrostrarme los aplausos del pueblo hay envidia o caridad. (Aplausos)

Ya ven, pues, ya ven cómo la masa me aplaude, señores. ¿Por qué no aplaude a Navarro y Cía? Porque sabe que yo defiendo los intereses de los explotados. Por primera vez en la historia política de Panamá en el recinto de la Asamblea se ha levantado un diputado que se atreva a desenmascarar a los falsos defensores del proletariado, a decir verdades como las que digo yo, a combatir a los poderosos que por medio de sus agentes hacen las leyes de la República. Porque ellos saben que yo los defiendo, porque soy del mismo barro, mientras que ellos saben que Navarro y Cía., pertenecen a la clase que los explota, a los caseros, por eso la masa me aplaude aunque yo no solicite sus aplausos. La frase del Hon. Navarro es un insulto a ese pueblo, porque es llamarlo inconsciente. En cuanto a las frases de latín, yo no tengo la culpa de que el Hon. Navarro no haya estudiado el latín y no conozca la fuente misma de su idioma y no entienda frases latinas de uso corriente entre los legisladores. (Fuerte ovación).

LA ASAMBLEA NACIONAL PIDE INFORMES DE LOS NUEVOS ARRESTOS A LOS INQUILINOS

7 de octubre de 1932 La nota saliente de la tarde: El Hon. Porras propone que se solicite a la Secretaría de Gobierno y Justicia informe sobre los motivos de la prisión de siete jefes del movimiento inquilinario. La presidencia le advierte que debe proponer conjuntamente la alteración del orden del día. Así lo hace el Hon. Porras.

Hon. Porras – Dentro de la normalidad, dentro de la constitución, dentro de las leyes, se ha cometido el delito más grande; se han violado los derechos del hombre y del ciudadano se han violado los derechos del hombre y del ciudadano se han violado los sacrosantos derechos individuales, se ha querido castigar el derecho a pensar, se ha encarcelado a los hombres para castigar sus ideas y las ideas, señores diputados, sólo pueden ser combatidas con otras ideas, pero no con la cárcel, porque la cárcel más estrecha, la cárcel mar herméticamente cerrada la que no tiene ni rejas ni ventanas, el cerebro humano la caja craneana, las ideas la rompen, las ideas se escapan, se burlan de ella y salen a ser rayo de luz en las noches infinitas de la ignorancia. Ríos de sangre ha costado a la humanidad la conquista de estos derechos de la libertad del pensamiento y hoy los vemos pisoteados en nuestro país en pleno siglo XX. Que la cámara pida esos informes para saber cuál es el delito cometido por esos pobres hombres, por que yo sé, señor presidente, que esos hombres son inocentes, pero esos hombres son inquilinos y hay que ahogar a todo trance el movimiento inquilinario. (Formidable ovación en las barras).

Terminada la sesión del día 6 de octubre de 1932.

"LA SANIDAD ES UNA CÓMPLICE Y UNA ALCAHUETA DE LOS CASEROS" DIJO EL D. PORRAS, AYER

15 de octubre de 1972 UN REVUELO

El Hon. Porras propone que se dé lectura al informe rendido por la comisión nombrada por el poder ejecutivo para que estudiara el problema inquilinario, comisión que estaba integrada por los señores José M. Quirós, Ramón Saavedra y Andrés Mojica.

Hon. Navarro. Considero innecesaria la lectura de ese informe, porque todos los diputados lo conocen. Otra cosa es si el diputado Porras quiere que sea para las barras.

Hon. Porras. No sé por qué el Hon. Navarro siempre tiene que sacar la barra. He venido a discutir con serenidad el proyecto de ley inquilinaria. Pero quiero declarar que no estoy dispuesto a soportar estas pullas. (Formidable ovación de las barras).

(La presidencia ordena la lectura del artículo 134 del reglamento, que prohíbe los aplausos, los ruidos, las rechiflas pero que no prohíbe los motivos que provocan estas manifestaciones de los espectadores").

INFORMA LA COMISIÓN DE LA CÁMARA

Seguidamente se lee el orden del día y a esta lectura sigue la del informe de la comisión de la cámara a cuyo estudio pasó el proyecto de ley inquilinaria. La presidencia pone a discusión la proposición con que termina ese informe, que ordena darle segundo debate al proyecto.

UN ANÁLISIS SERENO

Hon. Porras. He leído y escuchado atentamente el informe presentado por la comisión a cuyo estudio pasó el proyecto de ley inquilinaria y quiero hacerle algunas críticas y a la vez felicitar a los miembros de esa comisión por el esfuerzo que han hecho por traer a la cámara un proyecto como éste. La comisión dice, primeramente que el problema inquilinario es resultante directo del problema de la desocupación, es decir, que no hay problema inquilinario, propiamente, sino problema de los desocupados. Y esto no es así. El problema de los desocupados es algo así como un injerto en el problema trascendental del inquilinario. El problema existe independientemente del problema de la desocupación, que es otro problema que nosotros debemos resolver con valor y patriotismo. Cuando aún no existía entre nosotros este último problema, ya teníamos la amenaza social del problema de los altos precios de los arrendamientos de viviendas. Está en un error, pues, la comisión, cuando asegura que el problema de los inquilinos es dependiente de la desocupación. Luego en segundo lugar el informe de la comisión trata de los subarriendos y concede al Estado, con toda su fuerza de constreñimiento y de coacción, las funciones de subarrendador. Yo creo que nosotros debemos evitar que los subarrendadores sigan explotando implacablemente la miseria de los pobres. Porque son los subarrendadores los que han subido los precios del alquiler de manera exorbitante para derivar así grandes ganancias. Yo conozco casos verdaderamente escandalosos, como este: el señor Félix Estripeauat, propietario de casas, alquiló una de sus casas a un extranjero por la suma de B/. 175.00 mensuales. Este extranjero, a su vez la ha subarrendado por la suma de B/. 400.00, obteniendo así una ganancia cuantiosa a costa de los sufrimientos del pueblo que es quien sufre, en virtud del subarrendamiento, esta tremenda injusticia. Está palpable, pues, la explotación impía que va a arrastrar al país a mil contingencias. Esta cuestión de los subarriendos que recomienda la comisión en el informe y que aparece en el proyecto, es una de las mayores deficiencias que he notado. Luego, la comisión cree que puede establecer aquí, que es posible que tenga aplicación en este asunto, la ley de la oferta y la demanda. Pero sin ser profeta se sabe que la ley de la oferta y la demanda no rige en el problema de los alquileres de viviendas. El hombre que no tiene vivienda, el hombre que carece de habitación, la busca ansioso, porque necesita de ella, porque sin ella no puede vivir y es por esto por lo que se ve obligado a tomar en arriendo una casa sometiéndose al precio de arriendo que el casero le exige. Si esta ley de la oferta y la demanda jugara papel importante en el problema inquilinario, ya los precios de las casas estarían por el suelo porque la verdad es que hay una gran cantidad de casas vacías. Ya lo dijo un filósofo: el hombre antes que todo buscó sus alimentos, su habitación y sus vestidos. Es decir, que el problema económico es el eje de la vida del hombre. Comer es la función orgánica por excelencia. Como dicen Quirós y Quirós, Mojica y Saavedra, a quienes no se puede acusar de comunistas, ni de terroristas ni de nada espeluznante para la burguesía, los valores de los precios de los arrendamientos son altos y el pueblo no puede pagarlos. El director del Catastro, aquí presente, puede decir, si es verdad que hay 2655 casas que sirven para la explotación de inquilinos. Calculando un promedio de 10 cuartos por casa, tendremos, que hay 26.550 cuartos para arrendar a inquilinos. Y con todo esto los precios de esos cuartos siguen elevados. Hay muchos individuos que trabajan diariamente para llevar el fruto del sudor de su frente al propietario de la casa que habita. Con mucha complacencia veo aquí este informe de Nueva York. Me alegro mucho de que los honorables Díaz, Guardia y Lewis hayan traído aquí este dato. En Estados Unidos, pues, se restringe la renta que debe percibir un propietario y si esto sucede en Nueva York, ¿por qué no lo podemos hacer aquí en Panamá? Imitamos a los americanos en todo lo malo, pero no los queremos imitar en lo bueno. (Aplausos).

UN CORAZÓN DE PIEDRA

Hon. Porras. ¿Y no se nos rompe el corazón en mil pedazos, honorables colegas, no se nos rompe el corazón en mil pedazos cuando vemos una cuna de un niño arrojada en medio de una calle inmunda? ¿No se nos rompe el corazón en mil pedazos cuando en plena luz, a pleno sol, se sacan de una vivienda miserables muebles desvencijados, unos trastos viejos, que hablan de una miseria terrible y que llevan huellas de lágrimas copiosamente derramadas? ¿No se nos rompe el corazón ni se detiene en sus latidos, cuando en una calle sucia, llena de detritos, nos encontramos ante una madre que lleva un niño en los brazos y que ha sido arrojada sin piedad de su cuartucho por el delito monstruoso de deber un mes de alquiler? Hay que exponer esto a la vergüenza pública como a aquellos criminales de los autos de fe.

LA SANIDAD, CÓMPLICE Y ALCAHUETA

Hon. Porras. Estoy resuelto a ayudar a solucionar este problema inquilinario dentro de los moldes estrechos y odiosos de nuestra constitución nacional. No quiero ni por un instante ser obstáculo para que encontremos una solución equitativa. Pero advierto que la comisión no dice si ha habido o no aumento de alquileres. Por esto precisamente hice leer el informe de los señores Quirós, Mojica y Saavedra. Ellos aseguran que hay caseros que no quieren colocarse en un plano de equidad. Las groserías de un muchacho analfabeto, las expresiones que ese muchacho impulsivo lanza en una reunión, no tienen importancia cuando se trata de los vitales intereses del país. La verdad es que esos caseros tuvieron miedo de investigar la verdad. No quisieron que se les mostraran las casas una por una, porque ellos mantienen esas casas en estado antihigiénico, no las pintan y la Sanidad nada hace para corregir esta actitud de los caseros. (Fuerte y prolongada ovación en las barras, campanilla chica y campanilla grande agitadas por la mano del vicepresidente).

AL GRANO MISMO

2o. debate al proyecto de ley inquilinaria. En discusión el artículo 1 modificado por la comisión. Sí existe el problema inquilinario.

Hon. Porras. Voy a usar de la palabra solamente para hacer algunas aclaraciones a lo dicho por el honorable colega Díaz Arosemena. Aseguró él que el problema no es de altos alquileres y que el problema inquilinario es una consecuencia inmediata del problema de la desocupación y que lo necesario y urgente es darle trabajo al pueblo. Y nada más elocuente, señores, que la estadística. Ante la elocuencia de los números nada vale la elocuencia de las palabras. (El Hon. Porras de nuevo detalla el número de casas para alquilar, el promedio de cuartos, el número de inquilinos, etc.) La clase media, que no forma en las filas de la Liga de Inquilinos, es la clase que más confronta el problema inquilinario, la más explotada por los caseros. Pero es también la clase más abyecta, no se atreve a protestar porque es cobarde y porque le da vergüenza que le ponga los chécheres en la calle, porque se dice qué dirá el vecino, Dios mío, qué dirá la comadre, Jesús Santo. (Aplausos y campanillas presidenciales).

AGITARSE ES VIVIR

Hon. Porras. Dice el Hon. Díaz Arosemena y me extraña esa afirmación de un liberalazo como él, que deseamos evitar las agitadones populares. Cuánto me sorprende que el Hon. Díaz Arosemena se asombre de estas agitaciones populares. La agitación es la vida de los pueblos. Los pueblos que no se agitan se corrompen y perecen por serviles y cobardes. El mar tiene olas para no corromperse. Y las agitaciones populares son convenientes y necesarias a la salud de los pueblos, porque ellas son su propia vida. Agitarse es vivir. La quietud es la muerte.

UN DESIGNADO CASERO CRUEL

Yo sé que en los actuales momentos que en este instante de crisis, de hambre y de miseria, don Calos Muller a quien los diputados le dieron el voto para segundo designado, yo no se lo di, ha subido en un peso el valor de los alquileres de sus cuartos. Como llegaría a suceder más tarde, si nosotros desde ahora no ponemos una equitativa limitación a estos alquileres. Los HH López, Jurado y Navarro, jóvenes preparados, conscientes, dicen en su informe (lee una parte del informe referente al precio de los alquileres, donde esa comisión dice que el problema inquilinario existía en la época en que aquí corrían dineros a manos llenas). Es decir, pues, que en la época de la vacas gordas existía el problema inquilinario, y hoy, en la época de las vacas flacas, se agrava intensamente ese problema. (Entusiastas aplausos).

LO QUE PUEDE VENIR

Hon. Porras. Yo quiero, señor Presidente, que consten mis palabras de hoy en el acta de la sesión. Si nosotros no resolvemos sabia y justamente el problema de los altos alquileres, si nosotros no escuchamos el eco que nos viene de las clases necesitadas, si no atendemos el clamor popular puede presentarse un día negro, un día sombrío, de grandes desgracias para la patria, de fuertes sacudimientos sociales que arruinen para siempre la existencia misma de la República. Un pueblo con hambre es peor que las fieras, mucho más temible y mucho más arrojado (Aplausos).

MIENTRAS MAS SUFRIDO MAS SINCERO

Hon. Porras. Mucho se ha dicho de mi actitud; unos por maldad, otros por ignorancia y no pocos por envidia. Pero nada me importan esas calumnias injuriosas. Mientras más sufrido, he de ser más sincero. En el sufrimiento se templan y hacen grandes las almas. En el fuego se templan los aceros y en el fuego de la incomprensión y del sufrimiento he de templar yo mi espíritu hasta hacerlo fuerte más fuerte aún, para seguir luchando por el triunfo de nobles ideales de reivindicación social. Yo soy amigo del doctor Arias y, precisamente porque soy sincero en esa amistad, soy franco y leal en mi conducta. A él se le ha dicho que yo procuro buscarle conflictos aquí en la cámara, cuando yo lo que he hecho es hacerle oír la voz que sale de la conciencia colectiva. También mi padre fue víctima de esas intrigas perversas, y él también sufrió los rigores de la incomprensión de unos, de la maldad de otros y de la envidia de los demás. Y yo, por lo mismo que estimo al doctor Arias, por lo mismo que soy su amigo, de veras, considero que el Dr. Arias debe ser consecuente con el pueblo que lo eligió por gran mayoría. (Cerrada y prolongada ovación).

Y es ese afecto sincero que yo siento por el Dr. Arias el que me hace pensar que no es justo que se den al poder ejecutivo las autorizaciones a que se refiere la modificación de la comisión, porque eso equivale a obligar al Dr. Arias a que dedique su atención constante a este asunto cuando bastante trabajo y sobradas preocupaciones tiene él con los tantos y difíciles, problemas que tiene que resolver. Echar al poder Ejecutivo esta carga es obligarlo a recorrer un vía crucis amargo. Dejemos al Poder Ejecutivo la resolución de los otros problemas. Y asumamos nosotros la responsabilidad de nuestros actos. Por esto me permitiré modificar en el sentido de que sea la Junta de Inquilinos que era el proyecto la que tenga la autorización a que se refiere el artículo primero.

UNA LEY SOCIALISTA

Hon. Porras. Mis palabras han sido mixtificadas. En ese proyecto se crea un tribunal para resolver todas las controversias que se susciten entre caseros e inquilinos y no veo cómo puede ser que ese proyecto vaya contra los intereses de los inquilinos, cuando esa es una ley socialista. En ella se limita el valor de los arrendamientos y se establece para el estado la obligación de proteger a los inquilinos, que son lanzados.

Aprobado. Sometido a votación, el artículo es aprobado. Terminada la sesión del día 15 de Octubre de 1932.

SE FORMO

Hon. Porras. Quiero hacer un llamado a la Cámara, para que ponga todo su interés en el estudio de este proyecto que resuelve el problema inquilinario que afecta tan hondamente a la república. Son traidores al pueblo los que pretenden atropellarlas… (Las palabras del Hon. Porras son ahogadas por el ruido de las campanillas presidenciales. El presidente ordena al orador "a la cuestión". Las barras echan su manita en el escándalo).

Hon. Porras. Y son traidores al país y traidores al pueblo que los eligió. El presidente Correa García abandona la silla presidencial y avanza hacia el escritorio del orador. Los H. H. Vallarino, Morales y López intervienen y evitan la tragedia. "Déjenlo, déjenlo", gritan desde las barras. Algunos inquilinos descienden al recinto legislativo y prontamente son retirados. El escándalo llega al colmo.

Hon, Porras (como en el templo). Esta sub-modificación no contiene nada trascendental y yo le pido a la cámara que le dé su voto afirmativo.

UNA PROTESTA DEL HON. LÓPEZ

Hon. López. Yo solicito a la Cámara un voto afirmativo para la sub-modificación del Hon. Porras, que está de acuerdo con el querer de la comisión que elaboró el proyecto, pero quiero que conste mi protesta, que debe ser una protesta de toda la cámara, contra los cargos hechos por el Hon, Porras a la presidencia, que debe ser respetada por todos nosotros, porque ella representa la majestad de la Cámara.

El Hon. Navarro se muestra, en breves palabras, partidario de la sub-modificación y pide un voto afirmativo para ella.

Hon. Porras. Yo agradezco la solicitud de voto afirmativo que hace mi colega López para mi sub-modificación, pero quiero decirle que su protesta está demás. (Aquí se produce una discusión entre López y Porras sobre la forma como ocurrieron los incidentes de los puños crispados. Othon dice que Porras estaba en su derecho al pedir que se contara su voto, porque así lo ordena el reglamento y porque así se había hecho en otra sesión con el Hon. Porras. La presidencia explica que hizo leer por tres veces, que no es responsable de las distracciones del Hon. Othon. El Hon. Fábrega preguntó qué se discute y la frase normaliza la situación).

Aprobada. Se aprueba y adopta el artículo con la sub-modificación del Hon. Porras.

El artículo 13. En discusión este artículo.

(UNA PLAGA INFECTA)

Hon. Porras. A las palabras del Hon. Crespo yo agrego que un gobierno metiéndose a negociar el arrendamiento de casas es un gobierno odioso. Si el gobierno se mete a subarrendar pertenece a la plaga más infecta de los caseros. Si el gobierno quiere hacer obra social debe establecer el precio político y no el precio económico, y así a la larga el gobierno saldrá ganancioso, porque tendrá una sociedad sana, fuerte, vigorosa y no una ciudadanía anémica, endeble, como la que se levanta en esos cuartuchos miserables, antros de contagio.

OTRO ARTICULO NUEVO

20 de octubre de 1932

Se propone un artículo nuevo por el cual se establece que, si no se presentare ningún propietario a la primera licitación, en la segunda licitación se aceptarán las proposiciones más bajas, sin que el valor que pague el gobierno por el arrendamiento de las casas sea mayor del 9%.

Hon. Porras. Yo sé que el Hon. Alemán está bien intencionado, pero desgraciadamente, está equivocado. Si a los caseros se les deja una puerta abierta, por allí se meten. De paso ese artículo es seguro que ningún casero se presentaría a la primera licitación. Ellos han declarado que se conforman con un seis por ciento y yo accedí a esa modificación del Hon. Navarro, porque yo quería que nada más fuera el 3% (Aplausos). Pido un voto negativo.

Hon. Porras. Las consecuencias de la crisis debemos sopórtalas todos, especialmente los caseros que se han beneficiado durante muchos años mientras los inquilinos han vivido siempre fregados. (Aplausos). "Las vacas flacas nos las vamos a comer". (Aplausos). Yo como abogado de los inquilinos digo que ellos quieren rebaja de alquileres y no pago para los enfermos y desocupados. (Eso, eso, grita el pueblo). Pero como diputado digo que nosotros no podemos echar sobre el Estado toda la carga, porque el gobierno confronta también una crisis fiscal que no le permite hacer grandes gastos. Por otra parte, ¿quiénes forman el Estado, de dónde saca éste sus recursos? Quien en verdad paga somos nosotros, los contribuyentes. Los caseros son como los chinos, tienen una masonería y no es verdad que ellos en las licitaciones se van a pelear. Ellos se pondrán de acuerdo para sacar todas las ventajas posibles y hay necesidad de cerrarles el paso. Ojalá los HH. DD. quisieran salir a visitar conmigo esas mazmorras aunque se tuvieran que tapar la nariz. Es increíble que en pleno siglo veinte y al lado de la obra de ingeniería más portentosa del mundo, existan estas viviendas propias para animales. (Aplausos). Me dicen que Muller está muy disgustado conmigo porque yo lo odio, y que yo odio a los caseros. No señores, yo no odio a Muller, ni odio a los caseros, yo sólo amo a mi país. (Formidable ovación). Pido a la cámara que niegue el artículo.

Terminada la sesión del día 20 de octubre de 1932.

LA POLÍTICA INVADE A LA ASAMBLEA

21 de octubre de 1932

La ley inquilinaria. En discusión el artículo nuevo presentado por el Hon. Delgado, que autoriza al ejecutivo para expropiar casas que creyere convenientes y necesarias en caso de que las licitaciones se declaren desiertas.

POTENTADOS EN LA MISERIA

Hon. Porras. Primeramente, quiero felicitar al Hon. Estripeaut por su brillante discurso, mejor dicho, por su elocuencia. Ha querido demostrar el c. Estripeaut que el negocio de casas es malo, y en Panamá los ricos nos enseñan muchas cosas sorprendentes. Pobrecitos los dueños de casas, que tienen años de años de estar perdiendo en su negocio y que deben estar ya arruinados! (Risas). Cosas sorprendentes pasan en nuestro país con los ricos. ¡Estos hombres en vida están muy bien, gozan de una fortuna cuantiosa que asciende a cientos de miles de pesos y cuando estos potentados mueren y se va a hacer juicio de sucesión, resulta que están en la miseria y que sólo tienen deudas pendientes! Los dueños de casas dicen que están perdiendo en su negocio pero siguen construyendo y siguen alquilando casas y ninguno invierte su capital en la agricultura, ninguno va al campo a fecundar la tierra, a labrarla para luego hacerla producir y propender así al mejoramiento económico del país.

Hon. Estripeaut. Sabes usted, h.c. que yo me he dedicado a la agricultura en una finca de Matías Hernández y que en Chiriquí tengo una finca de café.

Hon. Porras. Yo sólo sé, Hon. Estripeaut, que usted fue un gran amigo de mi padre mientras éste fue Presidente de la República, que mi padre fue gran amigo de usted, que siempre lo mantuvo en altas posiciones oficiales y que usted ha vivido su vida aquí en Panamá, casi siempre ocupando distinguidos cargos públicos. Usted, pues, no se ha podido dedicar de lleno, como debe ser, a la agricultura, porque como dice el proverbio, "el ojo del amo engorda al caballo". (Aplausos entusiastas).

Hon. Fábrega. ¿Qué se discute, señor?

Hon. Porras. Se discute la proposición del Hon. Alemán, Diputado Fábrega, y usted lo menos que puede ser, es caballero.

Hon. Fábrega. Muchas gracias, colega.

Hon. Navarro. Se discute la proposición del Honorable Alemán.

Hon. Porras. Usted sólo saber hacer números y esto es entre abogados, (aplauso).

Los caseros aseguran todos los días que están perdiendo en el negocio de casas, pero todos los días hacen casas. Y si es verdad que hoy están perdiendo en sus alquileres por la huelga del no pago y por la crisis económica que confronta el país como están perdiendo todos los comerciantes y todos los industriales, también es verdad que esas cosas se pagaron casi todas en los tiempos del canal francés.

El caso del Hon. Estripeaut es muy distinto, porque su casa no es tan antigua. Apenas tiene catorce años y son catorce años que lleva de estar perdiendo y ya está arruinado. (Risas). Yo no censuro al Hon. Estripeaut, porque yo sé que él, al defender sus intereses de clase no deja de ser un hombre bueno… Yo censuro a los caseros que arrojan de su habitación a una infeliz mujer que acaba de dar a luz un niño que mañana va a ser un ciudadano de este país. Yo sé de un caso en el cual podría dar nombres propios. Hace dos días fue arrojado de su cuarto un portero del Instituto Nacional que llevaba veinte años de vivir allí y que había sido puntual en sus pagos. Y yo tengo que censurar yo tengo que vapulear a esos caseros inhumanos y crueles que no guardan para nadie ninguna clase de consideraciones. No es verdad que los caseros están perdiendo en el negocio de casas. Pero si así fuera, ello sería una cosa natural en esta época de crisis, ert que todos los negocios están malos. Y los caseros también deben sufrir las consecuencias de esta crisis aunque ellos sólo quieren estar pegados siempre a la teta, sí, a la gran teta inquilinaria que ya han chupado a sus anchas. El señor Duncan decía los otros días que debíamos cuidarnos de los reaccionarios porque en los reaccionarios está nuestro peligro. Y así es, honorables colegas. Vivamos alerta ante las maniobras del reaccionarismo que con palabras melosas pretende sorprender la buena fe de la Cámara y los que ayer le dieron el voto negativo al artículo cuya reconsideración se pide, que nieguen la proposición del C. Alemán. Yo no comprendo cómo se pretende servirle a los inquilinos, es decir al pueblo, porque los inquilinos forman la gran mayoría popular, aumentando la base para las licitaciones que ha« de efectuar el Gobierno para tomar en arrendamiento casas que luego ha de subarrendar a los necesitados. O están defendiendo los inquilinos y atacando a los intereses del Gobierno o están atacando a los inquilinos y defendiendo a los caseros. ¿Es que quieren todavía seguir protegiendo a los dueños de casas?

No comprendo en verdad, cómo hay diputados que se atreven a proseguir semejante proposición ni comprendo cómo tienen el arrojo de levantarse en este recinto a sustentar tesis semejante. Ayer creía al Hon. Alemán, hoy no.

IMPLANTANDO LA DICTADURA

Se propone un artículo nuevo por el cual se faculta al poder ejecutivo para que dé cumplimiento a esta ley, en caso de que la junta de inquilinato no llegue a constituirse o si constituida no actúa o no llega a actuar dentro de las normas que señala la presente ley. En caso urgente el poder ejecutivo podrá tomar cualquier otra medida.

Hon. Porras. Extraño también la actitud del Hon. Morales, porque sé que él se dice hombre de avanzada. He querido prever el caso de que los caseros no envíen su delegado a la junta pero la redacción del artículo es peligrosa. Con esto se le va a hacer un mal al Dr. Arias y se lo van a hacer quienes se dicen sus amigos y están cavándole la fosa. Si somos amigos del Dr. Arias, debemos hacerle justicia a los inquilinos (aplausos). Fábrega dijo que yo hacía política criolla. Es falso. El es quien la hace dividiendo la Cámara en mayoría y minoría para sacar provecho en esta discusión de la ley inquilinaria.

Terminada la sesión del día 21 de octubre de 1932.

SE NIEGA LA AMNISTÍA A LOS PRESOS POR IDEAS SOCIALES

Octubre 23 de 1932

5. El Artículo. El Hon. Porras propone que se considere al artículo

Hon. Porras. No se asusten que no voy a proponer nada extraordinario. Voy a permitirme leer la modificación. (Lee).

Hon. Navarro. Yo estoy de acuerdo con el Hon. Porras, pero creo que su modificación puede ser más bien presentada como un artículo nuevo ya que lo que hace es adicionar el artículo retirado. (El Hon. Porras retira su modificación y lo presenta como artículo nuevo, que es puesto inmediatamente a la consideración de los Diputados).

Hon. Porras. No veo por qué el Hon. Fábrega se extraña de que nosotros nos fijemos pautas para hacer el nombramiento de miembro dirimente de la junta de inquilinato. Parece por sus palabras, que viviéramos en un país de ultracivilización. Los amigos siempre ejercen influencia en los amigos y es preciso que, al hacer esta designación de miembro dirimente de la junta de inquilinato, lo exijamos previamente a fin de vencer esas influencias de la amistad que pueden resultar perniciosas. Hay que llevar la tranquilidad al pueblo que ya ha oído mencionar nombres propios para este nombramiento, candidatos que son propietarios y que vendrían a dar una mayoría en la junta a los caseros. Para elegir Presidente de la República también se exigen por la Constitución ciertos requisitos. A. Fábrega le preguntan que a dónde va la asamblea nacional. Pero eso se lo dicen los poderosos que están alarmados con esta ley, que 10 les permite que sigan explotando al pueblo. (Aplausos). Como el Hon. Fábrega es un aristócrata que nada más vive en los centros sociales de la burguesía criolla y él nunca penetra en el pueblo, sólo oye esas preguntas de los potentados. (Formidable ovación) Es verdad, quitémonos la careta. Este dirimente tiene ya nombre propio; se pretende que sea un pequeño casero, para que luego se asocie al representante de los grandes caseros y formen así en la junta de inquilinato una mayoría para burlar la ley. (aplausos).

Terminada la sesión del día 22 de octubre de 1932.

Pide la palabra el Hon. Porras. Grandes aplausos en las barras. El orador tiene que esperar que pase la ovación que se lleva algunos segundos.

Hon. Porras. Dice que está emocionado con el brillante discurso de su colega Ortega Vieto, a quien sabe bien intencionado, sano y amigo de las clases pobres. Añade que es cierta la explicación de su colega en lo que respecta a su conducta relacionada con las proposiciones que modificaban la suya, hecha en presencia de Don Cristóbal Segundo. Yo fui enemigo del decreto 139, dice el orador, porque no encontré razón que lo justificara. Y sigo siendo el mismo enemigo de ese documento oficial, que más bien causó perjuicios a los inquilinarios, cuyos dirigentes fueron apresados injustamente (Aplausos). Considero que la proposición, del Hon. Ortega Vieto está bien inspirada, pero ella, de aprobarse volverá las cosas al lugar en donde se encontraban anteriormente. Y todo esto lo habríamos evitado si se hubieran aprobado las proposiciones que han sido negadas. Entra el orador a refutar los argumentos del Ho. Fábrega expuestos en la sesión del sábado y, al terminar, las barras le prodigan una fuerte ovación.

Hon. Porras. Comienza por hacer un análisis del artículo 42 de la Constitución Nacional, que dice arrancó de la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano del año 1789. Explica cómo ha evolucionado, hasta transformarse casi totalmente el concepto de la propiedad en el siglo XVII y otra cosa muy distinta es la propiedad en nuestros días. El concepto moderno de la propiedad es más humano, más justo y responde a la realidad social. Los moldes de nuestra Constitución son estrechos, egoístas, injustos. Ya nadie es, como lo era en el siglo XVII, un soberano de la propiedad se trata. Este tiene variadas y múltiples limitaciones que están en armonía con la justicia social que quiere no el bien del individuo sino la felicidad de la colectividad. (Aplausos entusiastas en las barras). El señor Fábrega, mi colega el Hon. Fábrega, sería el primero en llamar a un policía si un chofer le cobrara la suma de cinco reales por una carrera en automóvil de Catedral a Santa Ana, aunque el Hon. Fábrega no va nunca a Santa Ana (Risas en las barras). Y si el chofer no puede ponerle el precio que le da la gana a un servicio que presta con un vehículo de su propiedad, tampoco el casero tiene derecho a ponerle el precio que quiere a los arrendamientos de sus casas (Fuerte Ovación). El Hon. Fábrega se ha referido socarronamente al problema ruso. Pero no debe ser así. Yo sin ser comunista, sin querer abogar en defensa del comunismo, declaro que Rusia, que el problema de este gran país merece la atención seria la observación reflexiva de los hombres pensantes. Allí se están llevando a cabo formidables transformaciones a pesar de que no era el país propicio para desenvolver todos esos grandes fenómenos sociales, políticos, económicos, administrativos. Si esa gran revolución hubiera estallado en suelo más propicio para desenvolver todos esos grandes fenómenos sociales, políticos económicos, administrativos. Si esa gran revolución hubiera estallado en suelo más propicio como el del gran país norteamericano, en donde la concentración e integración industrial, financiera y comercial ha llegado a su más completo desarrollo, los resultados habrían sido mucho más generosos y su repercusión más trascendente. Estoy seguro de que a estas horas el gran Diputados Fábrega, conservador, fuera Bolchevique. Pero con todo y sus errores y sus aciertos, con sus vicios y sus virtudes, con todo eso, digo, Rusia ofrece un amplio campo de observación a las mentes abiertas, a las grandes corrientes del pensamiento, a los que ponen al mundo en marcha. La inquietud, el movimiento es necesario en la vida de los pueblos. El movimiento es la vida misma, y lo que no se mueve se daña o muere. (Aplausos). El Hon. Fábrega ha dicho algo sobre el crédito, público. Y precisa que me refiera a sus palabras en la cuestión con serenidad, con espíritu amplio, juicioso. Es cierto que Panamá no goza, ahora mismo de crédito, como no lo gozan casi todos los demás países del orbe. No, es ni remotamente, como piensa el Hon. colega Fábrega, que no haya dinero para prestarnos. En Francia y Estados Unidos están encajondos los dineros del orbe. Si no se nos presta, es porque no inspiramos confianza y porque no hay confianza en el mundo, y al no haber confianza no puede haber crédito.

Yo hablé con el doctor Arias a su regreso de Estados Unidos y él me dijo que sondeó a los grandes capitalistas de allí y no encontró la más remota posibilidad de conseguir dinero ni siquiera a cortos plazos. Y esto ocurrió señores, antes de que estuviera vigente el decreto 139. Esto es el resultado de la saturación económica mundial. De las inquietudes, del fermento, de la levadura revolucionaria, de la bancarrota del capitalismo, ya caduco, gastado, generador de guerras, de muerte, de ruinas. El capitalismo es consecuencia, es hijo —hijo legítimo para halagar el oído del Hon. colega Fábrega— de la libre competencia, postulado fundamental del liberalismo. Pero como el alacrán de la fábula, el capitalismo se comió a su propia madre y de allí que aparezcan las grandes concentraciones, los trusts y carteles, la integración industrial y comercial, en fin, todo aquello que ha provocado la crisis actual, y comercial, en fin, todo aquello que llaman de superproducción, porque en los Stocks y almacenes duermen productos fabricados. (Aplausos ruidosos). ¡Si nosotros pasamos por la avenida céntrica, nuestra brillante avenida central, veremos todas esas tiendas y almacenes con baratillos de telas a real y zapatos a peso y exclamamos: qué superproducción! Pero si hacemos un recorrido por los barrios bajos, por esos que no visita el Hon. Fábrega porque hieren su fino olfato de joven aristócrata (risas y bulla en las barras), es decir, por el Marañón y el Chorrillo, veríamos que los niños andan en harapos y descalzos, las mujeres llenas de remiendos y los mismos hombres con pantalones remendados! (Formidable ovación en las barras, vivas, al orador). ¿Y esto por qué, si hay superproducción, si todo está barato? Es que los pobres no tienen dinero para comprar ni aun a bajos precios. Su poder de compra es nulo. Todo esto es creado por el régimen capitalista hijo legítimo de la libre competencia, del famoso laisser-faire, laisser-passer de los liberales. Es preciso pues unir nuestros corazones, levantarlos y no ser lo que decía el viejo Hobes: Homo homini lupus (El hombre es un lobo para el hombre). (Grandes aplausos. Delirante entusiasmo de las barras. Vivas al orador).

DE COMO EL "BLOQUE LEGISLATIVO PATRIÓTICO RESOLVIÓ AYER LAS OBJECIONES DEL PODER EJECUTIVO A LA LEY INQUILINARIA DICTADA POR LA MISMA ASAMBLEA.

10 de noviembre de 1932.

LA VOZ DEL LÍDER

Hon. Porras. Considero que este artículo es injusto. Siquiera debe señalarse un sueldo el miembro de la junta exigirá que dediquen todo su tiempo al estudio de las cuestiones que esta tendrá que resolver y si no se le asigna un sueldo no podrán ejercer eficientemente su funciones. (Después de breve discusión, en el que el Diputado Ortega Vieto defiende con valor la idea del Diputado Porras, se aprueba una modificación del Diputado Alemán, por la cual devengarán sueldos de B/. 125.00. los miembros de la junta, a excepción del nombrado de la ternada, de la Asamblea de propierios).

Se aprueba y adoptan los artículos 40, 110 y 210.

NO HABRÁ REBAJAS DE ALQUILERES

Se pone en discusión el artículo 22, presentado por el Presidente de la República, por el cual en vez de conceder la rebaja de alquileres como establecía el artículo primitivo se decreta la moraría en el pago de una parte del precio de los arrendamientos.

Adán Urriola S.

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