No nacemos determinados con una identidad temperamental específica, como un proyecto que viene perfectamente definido en la herencia o el medio ambiente familiar, social o cultural. Por lo tanto no debemos culpar a la familia, la sociedad y la cultura en que vivimos como responsables de nuestra forma de pensar o sentir, de nuestros éxitos o fracasos. El medio social puede condicionarnos fuertemente, pero nunca determina el comportamiento o la forma de ser del individuo sin el permiso de su libertad.
La libertad, como capacidad para decidir, es la única fuerza que configura la personalidad del individuo.
Por el ejercicio de la libertad llegamos a ser lo que actualmente nos reconocemos. Soy así porque yo decidí ser así.
Lo que soy, como me reconozco, mi personalidad, mis cualidades y defectos, ¿estuvo cuidadosamente diseñado por mí?
¿Anhelaba ser lo que actualmente soy?
¿Cómo utilicé la libertad en el diseño de mi personalidad?
¿Mi forma de ser contribuye a mi felicidad o me crea muchos conflictos?
Si descubro que no soy feliz con mi forma de ser, entiendo que mi libertad ha sido mi peor consejera. En la capacidad de decidir radica la posibilidad de modificar el carácter.
Ser persona es un proyecto de cada individuo, no existe un modelo, existen características ideales, valores, aptitudes, capacidades; en mi familia, en la sociedad, en la ética o la religión, en personajes de aquí y de otros mundos, en la historia, en nuestros sueños.
Es necesario empezar el cambio personal y la aventura de crecer, prestando atención a las responsabilidades que tenemos. Responsabilidad como Hijo/a, estudiante, amigo/a, compañero/a, integrante de una colectividad.
La libertad, entendida como capacidad para decidir, se verifica en las acciones realizadas. Las acciones se traducen en comportamientos, y los comportamientos repetidos, continuos, habituales, van formando actitudes internas en la persona. Por las actitudes el individuo se identifica con una forma específica de pensar, sentir, opinar y actuar.
¿Estoy dispuesto a erradicar los malos comportamientos que provienen de mis actitudes? Si la respuesta es sí, el primer paso es reconocer que estoy andando mal, y que el único responsable soy yo, no mis progenitores, ni mi familia, ni mis amigos, ni mi sociedad; porque con mi libertad tuve posibilidad de rechazar todo aquello que atentaba contra mi crecimiento personal.
Debo prestar mayor atención a mi conciencia, es la voz interior que me alerta cuando estoy en un sendero equivocado.
La conciencia se puede deformar, perdiendo capacidad para orientarnos en el sendero correcto. Es el caso de quien se acostumbra a mentir para ocultar la irresponsabilidad o inoperancia, el caso de quien utiliza estrategias para engañar o quedar bien, el caso de quien considera que está obrando bien, cuando todo mundo le dice lo contrario; ellos han deformado sus conciencias.
El camino es sólo uno: cuestión de decidir cambiar.
Es un trabajo personal. Recuerda que no hay más ciego que aquel que no quiere ver. Nadie tiene la capacidad de hacerte cambiar si tú no lo decides.
Empieza modificando los comportamientos que te desintegra, tú los conoces perfectamente. Tú eres capaz. Desde este momento empieza a tomar las riendas de tu personalidad, haz un compromiso con tu proyecto de vida. Piensa en el cambio que puedes alcanzar en los próximos dos meses. Realiza un plan de crecimiento personal y revísalo todos los días para no olvidar el compromiso que hoy haces contigo. Alimenta tus sueños, establece metas que se puedan realizar, pero al mismo tiempo que te lancen hacia grandes retos. Desarrolla una nueva cualidad, oxigena tu espíritu.
La solución está en tus manos.
Junto a este compromiso personal, te dejo una pastilla, que tomada tres veces al día te ayudará a realizar todos tus proyectos. La pastilla consiste en decir: Voy a demostrarle a todo el mundo que soy capaz de ser mejor.
Si deseas cultivar buenas semillas en tu corazón y en el de tus hijos, te invito a que empieces conmigo esta aventura de ser "Educador del Corazón".
A pesar de que el crecimiento personal depende del ejercicio de la libertad individual, una atmósfera de buen ejemplo y ejercicio de valores puede ayudar a que tus hijos y las personas que entren en contacto contigo se vean afectados positivamente en sus procesos de crecimiento.
Vale la pena cultivar valores en tus hijos. Nunca será demasiado el esfuerzo que realices.
Vamos a cultivar. La idea es que en este camino empecemos a vivir una espiritualidad nueva: La Espiritualidad del Cultivo.
EXPERIENCIA DE CULTIVO
¿Haz cultivado?
Siempre se cultiva para alcanzar buenos resultados. Para lograrlo es necesario tener en cuenta todos los detalles que garantizan una buena cosecha.
Muchas personas han logrado buenas cosechas porque las condiciones fueron favorables, pero más que esto, porque no descuidaron ningún detalle para que todo salga bien.
Todo Sembrador sabe que la semilla que no se siembra no produce fruto. En la formación de los hijos siempre se está sembrando. ¿Qué estás sembrando?
El Sembrador que espera condiciones ideales para empezar a sembrar se puede quedar toda la vida esperando, y nunca llegará la cosecha de sus sueños.
El Sembrador conoce el mejor momento para sembrar.
Con la tecnología, hoy podemos crear condiciones favorables para la siembra. Sin embargo, las leyes de la naturaleza se deben respetar para no destruirla.
Es necesario aprender a descubrir e interpretar los signos que nos advierten la presencia de situaciones favorables o adversas.
El Sembrador capta los signos que la naturaleza le envía.
La tarea de cultivar buenos sentimientos en el corazón de los hijos empieza desde que son concebidos en el vientre materno.
Existen millones de terminaciones nerviosas que conectan al nuevo ser con el mundo externo a través de la madre. Así, las mujeres amadas, envían a sus hijos, a través del cordón umbilical, vibraciones de bienestar. No así las que reciben maltrato o atraviesan por momentos de desilusión, desengaño o abandono.
La gestación de un bebé, producto de un embarazo no deseado, lleva consigo huellas que influyen en su futura adaptación y desarrollo.
La mujer que permite la gestación de un hijo producto de un embarazo no deseado, debe evitar comunicarle cualquier amargura que se aproxime a su corazón.
Nosotros, consciente o inconscientemente, por lo que sembramos, cosechamos sentimientos y reacciones en el corazón de las demás personas.
Con tu forma de ser, gestos, palabras o comportamientos, al entrar en contacto interpersonal con otros (al sembrar), cosechas buenas o malas impresiones.
Tenemos la misión de sembrar. Considera que cada uno de nosotros somos la semilla. Muchas veces buena, otras no tanto. El resultado de la siembra se debe constatar en la vida de la familia y la comunidad.
Cuando se respeta la vida y se garantiza igualdad real de oportunidades para todos los que habitan un territorio, se vive dignamente, con educación, salud, vivienda y empleo, entonces decimos que allí hay buena semilla.
El Sembrador se preocupa cada día en mejorar su semilla. La protege y selecciona dando lo mejor de sí. Su misión es ser feliz sin comprometer la felicidad de los demás.
El Sembrador es auténtico, su semilla no se encuentra en ninguna otra tienda. Su identidad personal es única e irrepetible. Su semilla sólo se produce en su corazón, y los demás vendrán a su tienda para buscarla.
Todos estamos capacitados para desarrollar una semilla que nos identifique y que contribuya al mejoramiento de este mundo.
El Sembrador es conciente de que junto a su semilla puede crecer la maleza. Él está muy atento en arrancarla cuando aparece.
Recuerda que las malezas se encuentran hasta en los mejores cultivos, pero en el control radica la diferencia.
No subestimes tus defectos ocultándolos. La misión es controlarlos. Llegará el momento en que desaparezcan de raíz.
El Sembrador limpia su cultivo todos los días, no permite que la maleza eche raíz. El sabe que pueden arruinar el resultado de sus esfuerzos.
Un Agricultor me comentaba que si el arrocero no revisa todos los días el cultivo, existe una plaga de gusanos con capacidad para destruir un lote en menos de 24 horas.
El Sembrador visita su cultivo todos los días.
El Sembrador confía en Dios, pero es responsable en el cuidando de su cultivo. Su esperanza es activa y vigilante.
El Sembrador confía en la generosidad de la tierra, y le agradece con los mejores gestos de amor y cariño. El sabe que la tierra es un organismo vivo y si no lo cuida puede morir.
NECESIDAD DE SEMBRAR
Como educadores del corazón, la misión es cultivar buenos sentimientos que contribuyan al crecimiento integral y la felicidad de los hijos.
La necesidad de sembrar es urgente.
¿Qué sentimientos han desarrollado tus hijos?
Ustedes son cooperadores en la formación del carácter de sus hijos.
A pesar de que tus hijos estén habilitados para formar el tipo de personalidad que deseen, si ustedes no ofrecen una buena semilla, ellos perderán la oportunidad de escoger la mejor.
Es urgente rescatar la misión de sembrar buenos sentimientos en el corazón de los hijos, de lo contrario otros sembrarán en ellos sus semillas.
En el medio social existen muchos protagonistas que intentan ganar el corazón de nuestros hijos; podríamos pensar en la televisión, la moda, los amigos, los grupos violentos, la música, el tiempo libre, los grupos religiosos, la cultura, la droga, Dios, etc. ¿Hacia dónde se inclinan nuestros hijos?
¿Y nosotros qué hacemos?
¿Qué estamos sembrando en sus corazones?
Si son "rebeldes", poco respetuosos, colaboradores, responsables o irresponsables, con buen rendimiento académico, obedientes, disciplinados, con autoestima, emprendedores, ordenados, o como los descubren, consideren que ustedes tienen parte en la formación de la personalidad; unos porque sembraron directamente no muy buena semilla, otros porque se dejaron arrebatar el protagonismo de la siembra.
Cultiva en tus hijos los mejores valores, sus corazones son el "terreno" donde debes practicar la siembra. La cosecha será felicidad, bienestar y satisfacción por la misión lograda.
Más que fortalecer lo físico, dedícate a cultivar los sentimientos y la riqueza espiritual.
Que el máximo esfuerzo y consagración hacia tus hijos no se enfoque únicamente a la satisfacción de sus necesidades materiales.
¿De qué sirve tener un hijo súper bien alimentado y vestido, pero de corazón insensible y sentimientos desordenados?
La mejor riqueza que les puedes dar es el autocontrol de sus sentimientos y el cultivo de la naturaleza espiritual.
Hoy el mundo sufre un proceso de retorno a lo espiritual, hay una fuerte tendencia a cultivar el interior. Si existen tantas denominaciones religiosas es porque el hombre tiene sed de Dios, de conocerse, dar sentido a su existencia. Incluso en las esferas científicas ha penetrado la necesidad espiritual como apertura a Dios.
La insistencia de cultivar buenos sentimientos en el corazón viene de la aceptación casi generalizada, por parte de los teóricos de las ciencias humanas, de que es necesario vincular el ejercicio de la libertad a dimensiones afectivas antes que a procesos racionales o lógicos.
El sentimiento se impone a la razón en la mayoría de decisiones de las personas.
Si en el corazón hay sentimientos desordenados, las reacciones ante situaciones que exigen respuestas clave, no son las más adecuadas para establecer interacciones humanas con expresiones de sana convivencia, tolerancia o respeto.
En espacios sociales afectados por resentimientos o venganzas, los espirales de violencia, agresión e intolerancia son muy grandes.
Es urgente que cultivemos buenos sentimientos en nuestras interacciones.
El Sembrador, en el silencio de su labor, se conecta con el Espíritu de Dios Creador para que su proyecto llegue a buen término.
El Sembrador no divulga a los cuatro vientos sus ideas, él siembra silenciosamente en buena tierra, sabe que cuando se cultiva vientos se cosecha tempestades.
El Sembrador cultiva esperanzas posibles, no vanas ilusiones.
El Sembrador siembra en el momento adecuado. Él conoce el movimiento del mercado y la demanda de la gente. Su cosecha es buena en todo tiempo.
El Sembrador escucha atentamente los anhelos auténticos de quienes viven a su lado. Su respuesta sintoniza con la voluntad de Dios. El sabe que Dios expresa sus deseos por medio del clamor de sus hijos pidiendo ser amados.
En el clamor de los que buscan mejores condiciones de trato y dignidad está la voluntad de Dios.
EL TERRENO
El corazón de los hijos es el terreno donde se cultivan valores.
¿Qué tipo de terreno dispones para sembrar?
Si consideras que el terreno posee las condiciones necesarias para lograr una buena cosecha, vale la pena que inicies esta hermosa aventura.
Cuando los hijos llegan al mundo porque los deseamos, están más dispuestos para recibir la semilla de buenos valores.
El rechazo de los hijos antes de que nazcan, desencadena sentimientos de culpa o frustración, que marcan el tipo de cultivo.
Amar a los hijos es posibilitar un diálogo que se realiza de corazón a corazón. Es la preparación del terreno para la siembra.
Ama a tus hijos, son el fruto de la primera semilla que junto a la de tu cónyuge presentaron al Creador para que se realizara el milagro de la existencia.
Tus hijos están vinculados a ti por lazos genéticos indisolubles. La identidad biológica proviene de la fusión de tus genes con los de tu pareja. Ellos son la prolongación de vuestra existencia. Ámalos.
El campo para la siembra es un terreno mejorado, porque resulta de la "combinación" de dos características complementarias.
No puedes odiar a tu pareja. Cuando esto sucede, el corazón de los hijos se ve afectado por componentes de culpabilidad o fracaso. Más adelante pensarás que ellos no obtienen buenos logros en la vida porque cargan con un error de origen.
Los hijos, a pesar del vínculo genético con sus progenitores, poseen identidad personal. Ellos no cargan con ninguna característica negativa de tu personalidad. Son un terreno "virgen", listo para recibir las mejores semillas.
No destruyas el buen terreno de tus hijos.
Este es el único terreno que no necesitas preparar con la rastra, los químicos o la limpieza de malezas. El Creador te lo entregó perfecto, a su Imagen y Semejanza.
Ama a tus hijos aunque se encuentren lejos a causa de una separación.
Busca siempre las mejores condiciones para ellos. Que sientan tu presencia. Cuando sean grandes comprenderán las causas de tu salida.
No envenenes el corazón de tus hijos por el abandono de tu cónyuge o la separación de mutuo acuerdo. No les des a beber la amargura que experimentas.
No contamines con odio el corazón tierno de tus hijos.
Libera el odio de tu corazón y estarás listo/a para sembrar buena semilla en el terreno de tus hijos. Más adelante te agradecerán.
LA SEMILLA QUE VAMOS A SEMBRAR
El Sembrador sabe lo que va a sembrar. Tiene la certeza de que la semilla escogida dará la mejor cosecha.
Ahora, en la tarea de ser sembradores de valores preguntémonos qué semillas hemos cultivado.
La respuesta la podemos encontrar en los frutos recogidos, es decir, en el comportamiento, carácter o forma de ser de los hijos. Sembraste lo que ellos son.
Eres responsable del cultivo. Consciente o inconscientemente sembraste los valores que ahora tienen.
No puedes decir que no lo sembraste. ¿Entonces quién sembró? Otro asumió el protagonismo en sus corazones.
Quizás estabas muy ocupado sembrando yuca, plátano, arroz u otro tipo de comida. Quizás estabas muy ocupado cuidando tus animales.
¿Qué quieres sembrar en el corazón de tus hijos?
¿Cuál es la primera y más importante semilla que debes sembrar en sus corazones?
1.- LA SEMILLA DEL AMOR DE DIOS.
También es conocido como "temor de Dios". Esta es la semilla más importante y la primera que se debe sembrar desde la gestación.
La primera actitud que debemos tener ante la venida de un nuevo hijo es agradecer a Dios por el milagro de la vida. Cuando se agradece por este milagro gratuito de Dios, los hijos nacen bendecidos y con una promesa para realizar en este mundo. Nacemos con un propósito que viene de Dios.
El amor de Dios se siembra principalmente por el ejemplo de una vida en amistad con El, es decir: testimonio, confianza y continua referencia a su Palabra, fe y solidaridad con los más necesitados.
Es hermoso recordar, ahora que somos adultos, la oración que mamá nos enseñó mientras arrullaba nuestro sueño.
Si preparas lo mejor posible los alimentos que fortifican su corporalidad, cómo no hacer lo mismo con el alimento espiritual que fortalece su interior.
Muchos hijos son robustos, bien alimentados y sanos; pero su conducta manifiesta signos de raquitismo y anemia espiritual, carentes de valores y respeto hacia los semejantes.
El amor a Dios se transmite con sencillez, reconociendo que El hace la obra en el corazón.
No pierdas la ocasión de consagrar tus hijos al amor de Dios.
Debes transmitir a tus hijos experiencia de Dios.
Procura que tu fe no distorsione el verdadero rostro de Dios.
El Dios en quien yo creo es:
Un Dios cercano. Su morada es el corazón de los hombres que lo dejan entrar.
El corazón del hombre es el lugar del encuentro con Dios. Cuando nos encontramos con El, nos invita a salir de nosotros para entregarnos a los demás sin ningún interés egoísta.
El toque de Dios te lleva a ser mejor en todo sentido.
Es hermoso entrar en contacto con las personas tocadas por Dios.
Dios toca para restaurar y santificar, nunca para castigar o humillar. Que tus hijos experimenten a Dios en el interior, lo sientan vivo, capaz de orientar y manifestar su acción salvífica y amorosa en ellos.
Es un Dios con nosotros. El escucha la voz de quien lo busca para exponerle su causa.
Es un Dios que nos escucha. Su respuesta es oportuna y eficaz. La confianza en El permite toda acción gratuita a nuestro favor.
Tus metas y proyectos deben invocar la voluntad de Dios: Con la voluntad de Dios lo hacemos todo. Los hijos que escuchan en sus padres palabras de amor a Dios van despertando fina sensibilidad por lo espiritual.
Que en todo momento exista la referencia de confianza a Dios, no de castigo o control policivo.
Un Dios que perdona no lleva cuenta de nuestros errores para luego sacarlos a la luz y castigarnos. Con su perdón nos invita al cambio de mentalidad.
Nunca digas a tus hijos que Dios los va a castigar. Que ellos aprendan a amarlo, no a tenerle miedo.
Es un Dios que nos espera. Que nos ama, aún cuando lo ignoremos.
Es un Dios que todo lo puede. Muchas veces no estamos convencidos de esto y le cerramos la posibilidad de que se manifieste con signos extraordinarios en nuestra vida.
Sus dones son gratuitos y los regala a quien quiera. Si los pides con fe, ten la certeza de que los recibirás. Sin embargo, Dios tiene libertad para entregarlos o no. Nadie puede presionarlo para que se manifieste. La gracia de Dios no es cuestión de presión, solo en nosotros cabe la idea de que los demás responden prontamente cuando se sienten presionados o molestados, y entonces para terminar con esa molestia acceden. Con Dios no es así. El no se hace rogar. El conoce la necesidad que tienes y responde como te conviene.
Enseña a orar a tus hijos. El siguiente modelo te puede ayudar:
- Preséntate a Dios. El silencio es importante en la experiencia de encuentro con Dios. Te sugiero que a lo largo del día reserves espacios cortos de silencio para sintonizar con el Todopoderoso.
- Dale gracias por todo: su presencia, la vida, la familia, la salud, el trabajo, el techo, el alimento, el vestido, las demás personas, la naturaleza, el clima, los bienes materiales, etc.
- Pídele perdón por tus desaciertos o errores: en tu relación con Él, con la familia, con las demás personas, con los bienes materiales y con la naturaleza. No olvides mirar el rol que desempeñas y las responsabilidades que tienes. Dios te sugiere un estilo de vida nuevo, ¿Cómo estás en ese proceso de cambio?
- Haz un compromiso real de cambio de comportamientos, fortalece las actitudes que todavía están débiles, incorpora actitudes renovadas en tu vida. Presenta esto en las manos de Dios, El dirige el proceso de crecimiento.
- Ahora es el momento para la petición. No pierdas esta valiosa oportunidad. El interior, iluminado por los anteriores pasos, estás listo para recibir de Dios lo que necesites.
- Deja que Dios te "hable". Silencio.
- Despídete de Dios agradeciendo por su presencia e invocando la bendición para tu familia, tu pueblo, las autoridades que garantizan la vigencia de un orden justo, y tus bienes.
Procura orar en familia para que tus hijos, junto al alimento material, reciban este precioso alimento espiritual.
Si Dios logra entrar en el corazón de los hijos, la tarea del Sembrador se hace fácil.
Las mejores semillas germinan en los terrenos bendecidos por Dios, y los frutos llegan a su tiempo.
2. LA SEMILLA DEL AMOR A LOS PADRES.
Generalmente los padres consideran que sus hijos están obligados a amarlos por el vínculo paternal. Esto no es así. La constatación de desamor de los hijos hacia los padres, revela que el amor se debe sembrar.
El amor es una respuesta que nace en lo más profundo del ser humano, motivada por gestos concretos de respeto, aprecio, ayuda, confianza y dedicación.
Cuando los padres maltratan a sus hijos, física o psicológicamente, el amor no es la respuesta natural.
La única razón para ejercer poder sobre los hijos debe ser para brindarles protección.
El Sembrador arranca de su esquema mental aquello de que es correcto castigar a los hijos.
Se castiga cuando los hijos se nos "salen de las manos", perdemos la capacidad de persuasión y las órdenes o palabras ya no tienen la autoridad suficiente para ser obedecidas.
El castigo está relacionado con la autoridad. Se cree falsamente que castigando a los hijos se mantiene la autoridad.
No hay nada más erróneo que considerar a la fuerza física como principio de autoridad.
La autoridad, como capacidad de persuasión para que los demás orienten sus acciones en dirección correcta, se fundamenta en el respeto a la dignidad de la persona.
La dignidad inviolable del ser humano es el punto de referencia para el ejercicio de la autoridad.
Toda autoridad constituida que viole el principio de dignidad humana, pierde credibilidad y, por lo tanto, capacidad de orientar.
La autoridad es cuestión de credibilidad.
La credibilidad involucra la totalidad de la persona. Es fácil perder la autoridad asignada por un puesto o nombramiento. No así la que se fundamenta en la honestidad y la transparencia.
El Sembrador sabe que la honestidad y la transparencia son la fuente de su autoridad. El supo sembrar buenos valores en el corazón de sus hijos.
El amor que sienten los hijos por sus padres no nace de forma espontánea, es un proceso consciente.
Muchos padres prestan mayor atención en construir buenas relaciones fuera de la familia, comprometiendo el propio hogar. Fuera de casa, con los vecinos, son amables, respetuosos y hasta de buen humor, pero con su pareja e hijos, todo lo contrario. Ellos creen que es la forma de no perder autoridad. ¡Que estupidez!
Toda autoridad se fortalece con gestos de aprecio y estima. Es importante que se valore a las personas por lo que son, reconociendo sus cualidades.
El Sembrador dedica más tiempo a la tarea de exhibir las cualidades y capacidades reales de sus hijos, antes que sus desaciertos. Existen padres que solo se dedican a mirar los defectos de sus hijos, pero nunca sus aciertos. Los errores deben ayudarnos a crecer. Estos no deben convertirse en un peso que nos ata al pasado y no nos permite avanzar hacia un futuro mejor.
Muchos padres estigmatizan a sus hijos para toda la vida. Los califican de inútiles, vagos, buenos para nada, nerviosos… y no permiten la posibilidad de que ellos les demuestren lo contrario.
Estimar a los hijos es ayudarles a forjar una identidad de emprendedores y personas capaces de triunfar en la vida. Estimar no es igual a sobreproteger.
La estima es la valoración que tenemos por los demás. La autoestima es la propia valoración.
Sus hijos desarrollarán alta autoestima si son amados y valorados.
No olvides que la autoestima es uno de los valores que más contribuyen a la formación de una personalidad emprendedora.
Los hijos aman a sus padres porque sienten que ellos los ayudan. El Sembrador dedica mucho tiempo a sus hijos. Ayuda es sinónimo de apoyo. El hijo que no se siente apoyado de sus padres, no siente amor por ellos. El Sembrador conoce perfectamente este principio y comparte con sus hijos los momentos más importantes para ellos.
Muchos adultos consideran que no son "alguien" en la vida, porque no tuvieron el apoyo de sus padres.
El Sembrador apoya las ideas y sueños de sus hijos. No les corta las alas antes de que ellos intenten volar. Los anima constantemente para que sean personas de éxito. Sus propios fracasos les ayudan a crecer.
El Sembrador tiene actitud positiva ante la vida. No contamina a sus hijos con las amarguras o sinsabores del pasado.
Apoyo no es lo mismo que sobreprotección.
El Sembrador sabe hasta donde debe llegar su apoyo. No anula la responsabilidad de los hijos. El respeta la capacidad que tienen para valerse por sí mismos.
La sobreprotección anula toda iniciativa de ser uno mismo. Los padres sobreprotectores creen que aman a sus hijos. Quieren a toda costa evitarles el sufrimiento que ellos experimentaron en su infancia.
Los padres sobreprotectores se convierten en víctimas de la arrogancia de sus hijos.
Los hijos sobreprotegidos tratan mal a sus padres.
Si sus padres "nunca les llamaron la atención" ahora, que están más creciditos, no aceptan la autoridad de nadie. Este tipo de personalidad tiene poca capacidad para vivir en sana convivencia social.
La sobreprotección también genera personalidades sumisas e incapaces de realizar cambios importantes en la vida. No se desprenden de las seguridades. Cuando se chocan con situaciones nuevas buscan sus vínculos para decidir. Son personas que les queda difícil triunfar en la vida. Otros son los que piensan por ellos. Continuamente están buscando en sus jefes o personas cercanas la figura paterna o materna sobreprotectora.
El Sembrador tiene en cuenta estos principios en la formación de sus hijos.
La confianza es el cuarto componente que deriva del amor a los padres. El amor de los hijos hacia los padres se hace evidente sólo en forma de confianza. No creas que tus hijos te aman cuando no tienen confianza en ti.
El Sembrador siembra confianza en sus hijos porque cree en ellos. Esta credibilidad es recíproca. En esto radica la clave de la confianza.
Los hijos que no creen en sus padres, porque en algún momento les fallaron, no confían en ellos.
Sin no hay confianza no hay amor.
El Sembrador es creíble a sus hijos por las acciones. El nunca les falla. El principio de la credibilidad está en la fidelidad a las promesas.
El Sembrador cumple estrictamente la palabra dada.
La responsabilidad es el principal camino para que los padres logren credibilidad de sus hijos. Así, la confianza crece abundantemente, y pronto se recogen sus frutos.
El Sembrador, cuando se equivoca, reconoce el error y presenta sus disculpas. Así fortalece la confianza de su familia. La comprensión es el mejor regalo que puede recibir un padre cuando ha faltado.
Los padres que pierden credibilidad ante sus hijos, pierden también autoridad y capacidad para sembrar valores. Entonces escucharán las propuestas de los "extraños".
El Sembrador, por la transparencia de sus acciones, no pierde la posibilidad de ser protagonista en la formación de sus hijos.
El amor es un asunto de credibilidad y confianza.
El quinto componente que hace posible el amor de los hijos hacia sus padres es la dedicación que estos tienen por aquellos.
Dedicación es sinónimo de atención. A lo que no se presta suficiente atención tiende a desaparecer.
El amor es un asunto de dedicación.
El Sembrador dedica todo el tiempo que sea necesario en la formación de sus hijos.
El Sembrador sabe que una maleza fácilmente puede destruir el cultivo.
La dedicación del Sembrador se traduce en amor y esperanza. El padre que no tiene suficiente tiempo para sus hijos pierde la posibilidad de celebrar con ellos sus triunfos.
El juego, la oración, el trabajo, los estudios, las tareas, los sueños, sus amigos, sus dificultades, las inquietudes de la vida, sus problemas, su primer amor, son elementos en la vida de los hijos que no pueden pasar desatendidos por sus padres.
Dedicación y atención no son sinónimos de control policivo. El sembrador ofrece suficiente confianza para que sus hijos desarrollen su personalidad en forma creativa.
El control exagerado y enfermizo es sinónimo de desconfianza. Allí no hay amor.
El Sembrador, en la formación de la personalidad de sus hijos, pone en práctica el autocontrol.
El control exagerado ahoga a las personas, se convierte en yugo que provoca deseos de liberación.
Muchos padres todavía "no entienden" por qué sus hijos "escapan" de la casa.
El Sembrador entrega en manos de Dios el cuidado de sus hijos, pero al mismo tiempo dedica su atención en forma silenciosa y constante. Una acción dice más que cien palabras.
3. LA SEMILLA DEL RESPETO
Casi todos coinciden que el respeto es uno de los valores que más se ha perdido en la sociedad actual.
En general, no hay respeto entre los miembros de la familia, la escuela, la colectividad o los grupos humanos de trabajo.
Los padres de familia, que fueron educados con la "Urbanidad de Carreño" o la "Historia Sagrada", recuerdan estos libros con mucha nostalgia.
Respeto es cuestión de convicción y control. La convicción hace referencia a los elementos orientativos que tienen las personas en su conciencia y que configuran sus puntos de vista o formas de pensar, sentir y actuar. Tocan necesariamente los referentes en que fueron educados y la escala de valores en que se fundamenta la personalidad. El control se manifiesta de dos modos: el autocontrol y el control externo. El autocontrol es la disciplina personal, y el control externo, la orientación de la familia, el grupo de pertenencia y la sociedad mediatizada en normas, principios y leyes.
La ausencia de respeto se explica por el debilitamiento de estos componentes referenciales. Todo es cuestión de formación.
El Sembrador sabe que el respeto es una importante semilla en la vida de sus hijos. El respeto se nutre en el principio de la dignidad humana. En sus hijos enraíza este valor como una convicción que alimenta la conciencia y toda la personalidad. Así, respetar a los demás en cuestión de convicción.
Cuando en la formación de los hijos hay respeto por la dignidad de sí mismos y de las demás personas, se garantiza sana relaciones interpersonales. Este valor hace posible la convivencia pacífica.
Si existe violencia en nuestra región se debe al atropello sistemático de la dignidad humana.
El Sembrador sabe que la semilla del respeto hecha raíces en el corazón de sus hijos por medio del buen ejemplo. El respeta a la familia y a los miembros de su comunidad. El Sembrador vive en paz con todos. Este es el mejor abono para la semilla del respeto.
El respeto es cuestión de convicción.
El Sembrador cree que la familia es la primera responsable en el cultivo del respeto. Por eso su esfuerzo está enfocado en cultivar sanas relaciones sobre la base de esa semilla.
El Sembrador desea que sus hijos adquieran autocontrol en sus actos, es el principio de la responsabilidad.
El Sembrador forma para el autocontrol.
Por el hecho de vivir en sociedad, las personas incorporan en su conciencia elementos orientativos que provienen del exterior en forma de normas o leyes. La normatividad les sirve para regular el comportamiento social y garantizar una sana convivencia. El Sembrador colabora positivamente en el desarrollo de este proceso.
La sociedad que viola sistemáticamente la dignidad humana, pierde la capacidad de control y formación de la conciencia en sus ciudadanos.
El sistema normativo de la sociedad, para que penetre en la conciencia de las personas y se convierta en elemento orientativo de sus interrelaciones, debe empapar permanentemente todas las áreas de relación social, convirtiéndolas en contextos educativos de formación humana.
El respeto empieza como capacidad de valorarse y amarse a sí mismo. El respeto de la propia corporalidad se manifiesta en el cuidado que debemos tener con el cuerpo, la buena presentación personal, especialmente con la limpieza corporal y el vestido. La primera impresión que los demás construyen de nosotros ingresa por los ojos.
El cuidado personal es signo de respeto.
Es necesario realizar higiene mental, es decir, eliminar los recuerdos y pensamientos que generan sentimientos de dolor, angustia o ansiedad. El lenguaje de las palabras es el medio privilegiado de expresión del corazón. El Sembrador no conciente términos de derrota, desprecio, inseguridad o insultos.
El Sembrador cuida que sus hijos tengan especial atención, sin exagerar, en la presentación personal y el manejo de la buena imagen; pero sobre todo, la higiene mental.
Cuidar los bienes personales es signo de respeto. Así empieza el respeto por los bienes de los demás.
Quien no cuida sus propios bienes, no respeta los ajenos.
Cuidar los bienes propios no significa ser egoísta o tacaño. Por el contrario, se adquiere capacidad para compartirlos y estar al servicio de todos.
Respetar la forma de pensar de los demás es la base de la tolerancia, es combatir actitudes prepotentes que pretenden poseer la verdad absoluta.
El Sembrador, con su estilo de vida, enseña a respetar las ideas de las demás personas. El sabe que este valor es fundamental para la convivencia humana.
La mayoría de conflictos personales se presentan por el choque de formas de pensar diferente.
Estas formas diferentes de pensar deberían servir para enriquecer las propuestas o reflexiones en beneficio del bien común.
Los consensos se construyen en el diálogo de opiniones diversas. La variedad de criterios que dan forma a las decisiones comunitarias, fortalece el ejercicio democrático, la fuerza de obligatoriedad y la capacidad de mover a la acción.
La persona que no tolera un pensamiento diferente al suyo, no tiene capacidad para vivir en comunidad.
El Sembrador enriquece sus esquemas mentales con los aportes de los demás. La multiplicidad de criterios e ideas contribuye positivamente en la construcción dinámica y permanente del conocimiento.
Una persona actualizada tiene pensamientos siempre nuevos y, sobre todo, disciplina de apertura mental.
El Sembrador respeta los sentimientos ajenos. Sus gestos, palabras y acciones no lastiman a nadie. Nunca saca a flote los errores o desaciertos de los otros para burlarse o poner en ridículo a alguien. No aprovecha las fallas ajenas para tener cierta ventaja sobre ellos. Es radicalmente discreto. Se alegra con quien está alegre y siente el dolor ajeno como propio.
El Sembrador respeta la forma de ser de los demás. Aunque no esté de acuerdo con ciertas maneras de actuar, es profundamente respetuoso.
El Sembrador juzga las acciones de sus semejantes. Su silencio interior es fuente de espiritualidad y de higiene mental.
Los bienes ajenos son tan sagrados como la corporalidad de sus dueños. El Sembrador no se apodera de bienes ajenos ni lastima a nadie.
El respeto que enseña a los hijos se fortalece en el buen ejemplo.
El respeto es la principal semilla que sembremos en el corazón de las personas con quienes vivimos. Sus frutos garantizan la sana experiencia de vivir en paz.
4.- LA SEMILLA DE LA RESPONSABILIDAD
Responsabilidad significa actuar correctamente, sin ninguna presión exterior.
Es decir que ¿el ejercicio de la libertad es fuente de responsabilidad?
Una acción personal es sujeto de responsabilidad en cuanto se vincula al ejercicio pleno de la libertad. Esto no quiere decir que toda acción libre es de hecho responsable. Todos sabemos que existen muchas acciones irresponsables actuadas desde el ejercicio pleno de la libertad.
Libertad es capacidad de decidir. Existe un componente superior que ofrece elementos de juicio y orientación que imprime responsabilidad en los actos.
Ser responsable de los actos es diferente a ser responsable en los actos. El primero hace referencia a la libertad, el segundo a la conciencia bien enfocada.
Es necesario que los valores familiares y las normas de la sociedad penetren la conciencia de las personas para que sus actos sean responsables y no simplemente libres.
Actuar en conciencia es actuar responsablemente.
La tarea del Sembrador penetra los niveles más profundos de la conciencia. Provoca cambios significativos en la vida de sus hijos. Sus enseñanzas configuran la identidad más auténtica de la personalidad de sus hijos.
La responsabilidad que tienen los hijos es consecuencia del trabajo realizado en ellos. Si un padre es mediocre, probablemente también sus hijos.
La primera enseñanza que el Sembrador da a sus hijos, para fortalecer la responsabilidad, es enfocar la atención a todo lo que comporta el rol o papel que se debe ejercer en las posibilidades de interacción humana: en la familia, como hijo; en la escuela, como estudiante; en la comunidad, como ciudadano; en la calle, como persona culta; en los asuntos de amigos, como amigo; en los asuntos de noviazgo, como persona respetuosa; etc. En cada contexto de convivencia existen principios que definen la responsabilidad.
La semilla de la responsabilidad se fortalece en el ejercicio correcto del ser y actuar ajustados a los roles que debemos desempeñar en los espacios de interacción humana.
No se puede hablar de responsabilidad sin hacer referencia a una función o espacio de interacción.
Al hablar de responsabilidad pensamos en las exigencias mínimas de ser y actuar que provienen de la formación personal, en primera instancia, y de las expectativas de las demás personas, en segunda instancia. (Expectativa como conducta correcta deseada por una colectividad amplia)
Debemos ser responsables por convencimiento, mas no porque estamos obligados por un marco normativo o presión externa coercitiva.
El convencimiento es posible por la asimilación de valores que se aprenden en la familia y la sociedad, por medio de reflexión e interiorización.
Casi siempre sabemos cómo actuar en cualquier situación, sin embargo nuestro comportamiento no siempre es el correcto. Esto quiere decir que no hemos interiorizado en la conciencia el valor que orienta cada acción particular. Es preciso interiorizar valores.
No se puede hablar de responsabilidad cuando hay presión exterior, sin convencimiento personal. Al desaparecer la presión exterior, la respuesta esperada no siempre es la correcta. En estas condiciones nos manifestamos como somos.
El Sembrador no ejerce presión para que sus hijos cumplan los deberes. Su trabajo lo hace en el corazón y la conciencia, entonces crea auto obligación.
El éxito de esta semilla radica en la atención que el Sembrador dedica a la enseñanza de sus hijos. Sus órdenes son firmes y no se salen de los acuerdos o principios generales manejados en familia. La obediencia o cumplimiento no se hace esperar.
Si los hijos no obedecen a sus padres la tarea de cultivar valores en ellos está descuidada.
La responsabilidad de los actos comporta aún otro elemento muy importante: el análisis de las consecuencias.
Cuando no se mide suficientemente las consecuencias, los actos pierden el carácter de responsabilidad.
Las reacciones impulsivas, que nunca están precedidas por un adecuado proceso de reflexión, casi siempre nos llevan al error.
El Sembrador cultiva el valor de la serenidad como capacidad para asumir las cosas con calma; muy apegado al proverbio, presta atención a la voz que viene de su interior.
El Sembrador da a conocer las consecuencias de los actos irresponsables, argumentando con razones claras y casos concretos. Sus afirmaciones no dan espacio a la duda, son como luz que alumbra en la oscuridad de la incertidumbre, abriendo paso seguro al despertar de la razón que experimenta el amanecer de acciones responsables.
El Sembrador usa la persuasión con fines educativos. Su interés es evitar situaciones de frustración y de dolor.
5.- LA SEMILLA DE LA SINCERIDAD.
Decir la verdad con caridad
La sinceridad es una semilla que no se puede descuidar. Para que crezca es necesario sembrarla. Muchos padres de familia no entienden por qué mienten sus hijos. La mentira está presente en casi todas las personas. Es una estrategia para quedar bien ocultando la verdad. En esto consiste la verdadera causa de la mentira. Se evade las consecuencias de olvidos o irresponsabilidades.
La mentira encubre una verdad acusadora.
La mentira es el atajo que justifica toda ausencia de verdad. El objetivo es evadir sanciones.
Toda justificación que utilice mentiras, compromete la verdad, la honestidad, la transparencia y la sinceridad de la persona.
A muchos les cuesta aceptar que se equivocan o que faltan a sus compromisos o palabra dada.
No te comprometas cuando no puedas cumplir.
Por la sinceridad se mide el nivel de crecimiento y madurez personal.
El Sembrador ama la verdad. Ella es su mejor tarjeta de presentación. Nadie se la puede arrebatar, es parte de su identidad.
La sinceridad no es solo cuestión de decir las cosas "tal y como son". Es ante todo un estilo de vida, una forma de actuar éticamente.
Por medio de las actitudes expresamos lo que sentimos o creemos. El canal más auténtico para conocer la persona sincera es su integridad.
La sinceridad es cuestión de rectitud.
El Sembrador dedica mucho tiempo para que la sinceridad brote del corazón de sus hijos. Su principal estrategia es ofrecer espacios de confianza y diálogo.
Cuando no hay diálogo y confianza, los hijos acuden a la mentira. El temor al castigo o a que no se escuche sus razones, la estimulan.
La mentira distorsiona la personalidad del individuo. Su uso continuo lo deshumaniza, comprometa hasta su misma dignidad¹ .
La práctica de la sinceridad nos hace crecer como personas.
La mentira provoca adicción.
Es necesario realizar un compromiso diario para eliminarla de nuestra vida. De lo contrario ella nos acompañará hasta los últimos días de la existencia. ¿A caso no conocéis viejitos mentirosos?
Sinceridad es decir la verdad con caridad. No se trata de utilizar la verdad para destruir la dignidad de los demás. Muchas personas, cuando tienen la verdad, la utilizan para lastimar y ganar ventaja sobre los demás. Es conocido el refrán "al árbol caído hacerlo leña". Si una persona se equivoca, que cargue con las consecuencias.
Muchos son especialistas en divulgar a cuatro vientos los desaciertos ajenos. Esto no debe ser así, ni siquiera en presencia de los afectados. Si somos valientes para decir las cosas de frente, procuremos no lastimar a nadie. Recordemos el proverbio "No menciones la soga en casa del ahorcado".
La sinceridad es un valor que se debe aplicar al ámbito personal. Es necesario empezar siendo sinceros con nosotros mismos. Podemos engañar a los demás, pero a nosotros no. Es preciso manifestarnos a los demás como somos. Mostrar una cualidad que no es la nuestra, rápidamente nos delata. Para ser auténtico es preciso fortalecer las cualidades personales con esfuerzo y dedicación diaria, sin ostentar capacidades que no tenemos.
El Sembrador dedica mucho tiempo al cultivo de esta semilla. Por medio del amor y la ternura, sus hijos aprenden a quererse. Esta enseñanza evita que construyan falsas imágenes de su identidad personal.
El Sembrador se acepta como es.
La sinceridad del Sembrador lo convierte en un ser profundamente humano. Nunca oculta sus sentimientos, dolor o tristeza, aprobación o disgusto.
La sinceridad consigo mismo es la base de todo proceso de cambio personal. Nosotros sabemos lo que somos, la debilidad que tenemos, el lado al que nos inclinamos. Siendo sinceros con nosotros mismos, abrimos la posibilidad de reconocer las capacidades y flaquezas para iniciar un proceso de crecimiento personal.
Las apariencias ocultan el verdadero yo.
Quien vive de engaños se refleja en su existencia. El Sembrador fortalece la semilla de la sinceridad por medio de la autoestima. La autovaloración es el ejercicio por el cual medimos los aspectos positivos que tenemos y nos lanzamos a cultivarlos en mayor escala. Siempre que se fortalece lo positivo, tiende a debilitarse lo negativo. Es la fórmula para superar defectos y ganar cualidades.
La sinceridad nos comunica con el interior de toda persona. Cuando nos abrimos a los demás, pueden saborear lo que llevamos dentro.
Es urgente liberarnos de toda envoltura que recubre el verdadero yo. De lo contrario, tarde que temprano, quedarás al descubierto, y entonces, tu falsedad será evidente. No temas, procura ser auténtico.
Todo encuentro personal con el Sembrador es una experiencia de crecimiento.
6.- LA SEMILLA DE LA HONESTIDAD
Honestidad es sinónimo de justicia, sinceridad o rectitud.
La práctica de la honestidad manifiesta el respeto que se tiene por las demás personas.
Honestidad es sinónimo de "juego limpio". Nada de trampas o "jugadas sucias" para alcanzar buenos resultados.
Quien engaña para alcanzar beneficios de otro, violenta su dignidad y pierde una posible ayuda en el futuro. No hay peor ofensa que engañar. El que engaña cierra las puertas de la solidaridad y la justicia.
El Sembrador cultiva en el corazón de sus hijos la honestidad.
El Sembrador enseña que todo tiene su costo y que los bienes materiales se consiguen con dedicación y trabajo. Esta enseñanza fortalece la semilla de la honestidad. No hay espacio para tejer de forma fraudulenta ningún beneficio personal.
Quien considera los costos del éxito y está dispuesto a pagarlos no se deja contaminar por seducciones deshonestas.
Dedicación, tenacidad, constancia, esfuerzo y sacrificio son los costos del éxito.
La deshonestidad, corrupción, manejo de influencias, injusticia e hipocresía, son artimañas para alcanzar beneficios egoístas. El engaño es el modo operante de la deshonestidad.
El Sembrador, cuando siembra la semilla del respeto, garantiza comportamientos honestos y juego limpio en el logro de objetivos.
Se burla a las personas o las Leyes, porque otros se consideran más inteligentes. Entonces, se viola todo tipo de autoridad: de los padres, de la comunidad, del estado. La persona que utiliza trampas para alcanzar sus objetivos, se considera más inteligente que los que son burlados. La astucia y sagacidad cobran especial significado en el escenario de la deshonestidad.
La semilla de la honestidad, en el ambiente cultural que nos movemos, puede verse afectada por malezas como: "Aprovechar el papayazo" "Si dan papaya, no ser g… "
La honestidad es cuestión de identidad personal, de criterios y principios éticos sólidos. Es cuestión de formación.
La honestidad revela calidad humana en las personas.
No puedo decir que soy honesto y transparente, cuando mi vida demuestre lo contrario.
Las ventajas egoístas que se obtienen burlando a los demás, motivan todo tipo de artimañas deshonestas.
El Sembrador enseña que el sacrificio es necesario para alcanzar éxito. Cuando éste llega, la felicidad es más duradera y no corres el riesgo de que te la arrebaten.
La persona que obtiene beneficios de forma fraudulenta no los disfruta, en su mente acecha el temor a ser descubierta. El temor es fuente de infelicidad.
La persona que vive honestamente es más saludable y feliz. Su honestidad le permite vivir con mayor libertad, sin nerviosismos para mostrarse a los demás.
Los deshonestos tienden a ocultarse, no dan la cara. Su conciencia los acusa. Son personas infelices. ¿De qué sirve tener riquezas, si no se las puede disfrutar?
El Sembrador cultiva esta semilla en el corazón de sus hijos.
7.- LA SEMILLA DE LA SOLIDARIDAD.
Esta semilla es muy importante para la convivencia social. Permite manifestar la riqueza espiritual y humana del individuo y la sociedad.
La solidaridad es el lenguaje de Dios.
Cultivarla es permitir que el Creador continúe su obra Redentora. El amor y la misericordia de Dios se manifiestan por la solidaridad de los hombres.
Solidaridad es sentir el dolor ajeno como propio para salir de si mismo y generar un proceso de dignificación en favor de las personas que se encuentran en situaciones que comprometen el desarrollo de su vida en condiciones dignas.
El Sembrador cultiva la solidaridad en el corazón de sus hijos.
Este es el proceso de la solidaridadÑ :
1.- Aproximarse.
La desgracia o situación límite de las personas es posibilidad de encuentro solidario.
El sufrimiento es el lugar de encuentro de los seres humanos. Todos lo hemos experimentado.
Quien no siente dolor por los demás ha perdido sensibilidad humana.
Para aproximarnos al dolor de los demás es necesario romper las barreras que nos impiden comprometernos.
Generalmente decidimos no ayudar a las personas "para no meternos en problemas"
Muchas veces no ayudamos porque pensamos que nos mienten o "ya nos la hicieron".
La solidaridad es una semilla que se cultiva en un proceso continuo de aproximación a la persona en situación límite.
El Sembrador cultiva la solidaridad en sus hijos aproximándolos al dolor ajeno.
2.- Ver el sufrimiento de la persona en situación límite.
La mirada solidaria brota del corazón, permite sentir el dolor ajeno como propio.
La solidaridad nos saca de la indiferencia siempre que percibimos el dolor de los demás.
Quien cierra los ojos al dolor ajeno no permite que en su corazón nazca esta semilla.
Debemos mirar el dolor de los demás, no solo para criticar su situación deshumanizante e identificar culpables, sino sobre todo, para ofrecer nuestro apoyo solidario.
La mirada de la persona solidaria, más que una protesta, es una propuesta de solución real.
La mirada de la persona solidaria es con el corazón y la razón. No se trata de un sentimiento gelatinoso movido por la desgracia ajena, esta mirada surge de opciones personales que dan sentido a su existencia. Por eso la solidaridad no se reduce a la limosna, sino a generar un proceso de dignificación estructural.
3.- Sentir compasión.
Es una actitud que nace en el análisis del sufrimiento humano. La compasión se hace real cuando se conocen las causas del dolor. Sobre todo cuando se revelan injusticias.
Sentir compasión por las personas en situación límite implica conocer el proceso que provocó tales circunstancias. El sufrimiento casi nunca es por casualidad.
La compasión permite padecer con. Es decir, sentir con el otro.
La compasión mueve al compromiso para ayudar a los semejantes que se encuentran en condiciones límite.
4.- Acercarse.
La compasión no es suficiente sin el toque interno que nos mueve a entrar en contacto con las personas que sufren, para ayudarlas.
Casi siempre somos rápidos para identificar el dolor ajeno, no así para brindar una mano de apoyo.
Si nos acercamos a la persona caída debe ser para levantarla.
El acercamiento del curioso no está movido por la solidaridad.
5.- El conocimiento al servicio del otro.
El conocimiento, como fuente de poder, se utiliza para escalar posiciones o mantenernos por encima de los demás, casi nunca para servir a las personas.
La solidaridad mueve a compartir el conocimiento.
El conocimiento permite encontrar estrategias de ayuda para las personas. Siempre existe el camino apropiado.
6.- Despojarse de privilegios y comodidades.
Para ser solidarios debemos estar dispuestos a incomodarnos y renunciar a los privilegios adquiridos.
Casi nunca ayudamos a los demás para no incomodarnos o perder privilegios alcanzados. El dinero cuesta adquirirlo y, por lo tanto, no lo soltamos fácilmente.
Cuando se ayuda a una persona se corre el riesgo de salir afectado. La solidaridad es un proceso que nunca termina.
7.- La solidaridad se contagia.
Cuando alguien está dispuesto a colaborar compartiendo lo poco que tiene, mueve a los demás a hacer lo mismo. Alguien debe dar el primer paso en el proceso de la solidaridad. Nunca se sentirá solo quien realice un gesto de solidaridad por una persona necesitada.
El Misericordioso se encarga de tocar el corazón de las demás personas. Sólo se necesita dar el primer paso. ¿Qué esperas?
El Sembrador es ejemplo de solidaridad en su comunidad.
¿DÓNDE ESTÁ LA SEMILLA QUE VAMOS A SEMBRAR?
Cuando el agricultor decide qué semilla sembrar, busca un proveedor certificado que le garantice calidad y buenos resultados.
Nadie compra una semilla que no garantice un excelente rendimiento.
Como educadores del corazón de los hijos, ¿Dónde encontramos la semilla que vamos a sembrar?
Los valores que desarrollamos en los capítulos anteriores son las semillas a sembrar en el corazón de los hijos. Los padres deben preguntarse si en su familia existen estos valores.
Es hora de revisar qué tipo de semilla se está sembrando. ¿Será que nuestra semilla no es la mejor?
Es necesario realizar una selección de la semilla. Desechar las costumbres que producen mala semilla. La familia es el semillero que contiene los valores a cultivar.
Si la familia no ofrece una buena semilla, ¿Qué podemos esperar de nuestros hijos? Si ellos son así, nosotros tenemos mucho que ver en esto.
El Sembrador posee una semilla mejorada, es la semilla sembrada en su cultivo.
La familia debe dedicar más tiempo en el mejoramiento de su semilla.
¿Cuál es el estado de la familia en nuestra comunidad? De este almacén recogemos la semilla para ser sembrada en el corazón de los hijos.
¿Qué semilla se está cultivando en la comunidad, barrio o vereda en que vivimos? ¿Qué semilla cultivamos en Colombia? Hagamos un inventario real de la semilla que poseemos y luego juzguemos el comportamiento de nuestros niños y jóvenes.
Si notamos que la buena semilla es escasa, urge implementar a nivel familiar y comunitario pequeños centros experimentales de mejoramiento.
A pesar del caos en que vivimos, no todo es negativo. Existe buena semilla y es necesario no dejarla perder. ¿Cuál es tu aporte?
EL TIEMPO DE LA SIEMBRA
El Sembrador sabe que todo tiempo es apropiado para sembrar valores en el corazón de sus hijos. Él no pierde ninguna oportunidad.
El Sembrador desarrolla muchas técnicas para sembrar. Así identifica las que mejores resultados le dan. Lo importante es formar el corazón de sus hijos. Este objetivo siempre está en su mente a la hora de interactuar con ellos.
Todo tiempo es apropiado para cultivar valores: el juego, el trabajo, el descanso, la oración. Cada palabra o gesto del Sembrador es una enseñanza para sus hijos, es un estímulo educativo.
El Sembrador aprovecha los mejores momentos para realizar su tarea. No pierde la ocasión de ofrecer una buena enseñanza, incluso cuando los hijos están en crisis o se han equivocado. Este es un momento especial en la enseñanza. Hay apertura de conciencia para entender los errores cometidos y superar la situación. Muchos padres, en estas circunstancias, en lugar de dar una buena enseñanza, castigan a sus hijos. Creen que el cambio viene con el castigo.
Sólo existe cambio real si la persona, en su conciencia, acepta una verdad que no la entendía. La reflexión ayuda mucho en este proceso.
Nunca se debe ignorar a un hijo en crisis. Muchos padres, cuando sus hijos cometen errores, interpretan que éstos les fallaron y los castigan expulsándolos de la casa.
El Sembrador sabe que un hijo en crisis se encuentra desorientado. Su tarea es darle confianza para que regrese al sendero correcto. El nunca pierde la ocasión de sembrar valores.
El Sembrador tiene especial cuidado en identificar los aciertos de sus hijos para felicitarlos y reforzar su autoestima.
Los logros alcanzados, cuando se trabajan adecuadamente, permiten escalar dimensiones cada vez más cercanas al éxito.
NUTRIENTES PARA EL CULTIVO
Todo cultivo necesita nutrientes que mejoren su crecimiento y garanticen buenos resultados.
Aplicar nutrientes al cultivo es signo de dedicación y amor.
No es suficiente sembrar buena semilla para alcanzar resultados favorables.
Es necesario aplicar nutrientes para que la planta se desarrolle en buenas condiciones.
El Sembrador sabe que su tarea no termina en la siembra de la semilla. Se necesita mucho cuidado para que la semillita desarrolle adecuadamente.
El cuidado básico consiste en aplicar nutrientes apropiados y en forma oportuna. El Sembrador solo usa nutrientes orgánicos.
Los principales nutrientes en el cultivo de valores son:
- Buen ejemplo.
- Tiempo dedicado a los hijos.
- Ternura-afecto-amor.
- Diálogo.
- Confianza.
- Perdón.
Estos nutrientes orgánicos permiten que la semilla tenga un buen desarrollo.
El ejemplo de la familia es el principal abono para fortalecer los valores sembrados. Cuando este abono no se aplica, la semilla casi siempre se pierde.
El Sembrador fortalece la semilla sembrada con el buen ejemplo. Las palabras de su boca encuentran respaldo en su coherencia de vida.
Muchos padres piden que hijos digan siempre la verdad, pero con el mal ejemplo se pudre la semilla sembrada.
No pretendas sembrar valores que no practicas.
El mal ejemplo es el peor enemigo del Sembrador.
El buen ejemplo exige una vida virtuosa. Es cuestión de esfuerzo y responsabilidad.
El buen ejemplo es asunto de credibilidad. Las palabras pierden capacidad de orientación cuando provienen de personas no creíbles.
Las palabras se pueden manipular, las actitudes no. (Las actitudes se conocen en los comportamientos constantes, una actitud no se puede improvisar)
El tiempo dedicado a los hijos es otro nutriente fundamental en el cultivo de valores. Todo lo que recibe especial atención, tiende a permanecer, a mantenerse, a crecer. Lo que se descuida, con el tiempo desaparece.
La presencia amorosa de los padres es la garantía de que los valores cultivados en sus hijos den buen fruto.
El tiempo debe ser visto como entrega generosa y calificada. No es un tiempo a medias ni mediocre.
Muchos piensan "entre todas las cosas que hago, también tengo tiempo para mi familia". No, la familia debe ocupar todo el tiempo.
El cultivo que no recibe suficiente dedicación y tiempo, corre el riesgo de quedar al acecho de cualquier plaga.
La primera tarea del Sembrador es su familia. Cuando se dedica tiempo a otras cosas a costa de la familia, ésta sufre las consecuencias. ¿De qué sirve triunfar en los negocios si se fracasa en la familia?
El tiempo dedicado a los hijos es sagrado. No es solo una presencia física. Es para interactuar con ellos, dialogar, jugar, trabajar y orar.
Cuanto más tiempo se dedica a los hijos, mayores lazos de afecto se construyen, entonces nadie podrá separarlos de su lado. En un ambiente como este los hijos desean estar con sus padres, anhelan llegar a la casa y sentirse amados. Cuando esto no sucede, ellos buscan otros lugares para compartir con sus amigos. Las personas se quedan donde se sienten amadas.
Es importante que conozcas los gustos de tus hijos para apoyarlos en el desarrollo de habilidades y destrezas. Es primordial compartir sus gustos. Si sus padres no los apoyan, sienten falta de confianza. Donde no hay confianza, no hay sinceridad.
Muchos hijos tienen problemas de alcoholismo o drogadicción porque sus padres nunca compartieron con ellos suficiente tiempo. Estaban más preocupados por el negocio.
Cuando se consagra más tiempo a los hijos, existe mayor posibilidad de orientar su forma de ser. Cuando no hay presencia de los padres, los hijos quedan a la deriva.
Ternura-afecto-amor son nutrientes que no deben faltar cuando se cultiva valores en el corazón de los hijos.
Los hijos deben ser educados en un ambiente de ternura-afecto-amor.
Muchas veces existe un desenfoque en el papel que juega la ternura en la formación de los hijos. Se cree que la ternura es sólo para las hijas y no para los varones. Entonces, desde pequeñitos, se enseña a los varones a no llorar. Se forman hombres rudos con carencias afectivas.
Cuando los hijos sienten que son amados, la confianza hacia sus padres crece. Este fertilizante es necesario para que los valores sembrados empiecen a germinar.
La ternura-afecto-amor se experimenta de corazón a corazón, a nivel de sentimientos. No se puede hablar de ternura o amor, cuando en la casa sólo se escucha ofensas o maltrato, regaños o insultos. Incluso el momento de la corrección se debe realizar con ternura.
Quien "corrige" con ira no educa, se encarniza contra el otro.
Cuando los hijos son "rebeldes" debemos amarlos más. La ternura es la estrategia correcta para tratar esos casos.
El campesino, cuando se encuentra con bestias o ganado bravo y "mañoso", actúa con mucha prudencia. Pude darme cuenta que a las vacas briosas, para ordeñarlas es necesario acariciarlas cuidadosamente. Lo mismo sucede con el caballo nervioso, antes de colocarle los aperos es preciso acariciarle el lomo. Mucha gente tiene más tiempo para acariciar a los animales que a sus propios hijos.
He notado que la forma de corregir a los niños "rebeldes" es a punta de correa. Con los animales se utilizan las caricias.
La ternura abre las puertas del corazón, el maltrato las cierra.
Si un niño cumple una orden sólo cuando se lo castiga, no lo hace con amor. La autoridad no está en la fuerza de tu palabra sino en el temor. Toda autoridad que se funda en el temor es frágil.
Se castiga a los hijos pretendiendo interiorizar una conducta correcta. En los animales funciona, en los seres humanos no. En los animales este procedimiento se conoce como domesticación; en los humanos, sometimiento.
Una persona interioriza valores o nuevas conductas por un proceso racional que se conoce como socialización. No pretendas socializar a tus hijos a punta de golpes. Ellos tienen libertad, y cuando estén lejos de ti, podrán hacer lo que se les venga en gana.
Muchos adultos están convencidos de que son gente de bien por los golpes que recibieron cuando niños. La cosa pudo ser mejor.
La ternura-afecto-amor se alimenta con detalles. No olvides los momentos especiales de tus hijos, que se sientan importantes, demuéstrales que realmente los amas.
La relación de ternura entre papá y mamá es el mejor nutriente para el cultivo de valores en la familia.
El Diálogo es otro importante abono para el cultivo de valores.
Para dialogar es necesario aprender a escuchar.
El Sembrador escucha con atención los mensajes que vienen del corazón de sus hijos. El tiene capacidad para interpretar sus estados de ánimo.
Nadie puede dialogar cuando está invadido por turbulencias interiores.
El primer paso para alcanzar dominio en el diálogo es serenar el interior.
Para dialogar es necesario poseer serenidad interior, entonces podrás escuchar a la persona que te habla.
El diálogo es como una sinfonía del alma. Se dialoga para establecer armonía, concordia, consenso y alegría entre dos persona.
Se dice que los conflictos deben solucionarse por la vía del diálogo. No es fácil dialogar cuando eres parte del conflicto porque buscarás resolverlo a tu favor. Sin embargo, cuando hay control para armonizar el interior, el diálogo emerge con naturalidad.
Nunca pretendas dialogar con el hijo que ha cometido una falta, sin haberlo perdonado antes. Te aseguro que si no perdonas previamente, el diálogo no será posible. Las turbulencias interiores no te dejarán dialogar.
Cuando existe una constante práctica de diálogo en la familia, florece un mejor ambiente para solucionar discordias.
Discordia es la ausencia de armonía. Donde no hay armonía no se puede captar un mensaje agradable, sólo disonancia y ruido.
No se dialoga para imponer una verdad o criterio personal. Por eso un requisito fundamental del diálogo es la igualdad de condiciones de las partes involucradas.
En desigualdad de condiciones no hay comunicación. No se construye consenso. No puede haber diálogo desde una plataforma de inequidad o de injusticia.
Cuando el diálogo se realiza en condiciones de igualdad, produce consenso y alegría. Se aceptan los errores y se desploman arrogancias de posiciones intocables.
Evita utilizar en tus conversaciones el uso sistemático del YO. La otra persona se siente excluida y sin participación. No se teje el entramado armónico de intercambios simbólicos.
El diálogo consiste en dar y recibir mutuamente la riqueza del corazón; es decir, la sinceridad. Donde no hay sinceridad no hay diálogo.
El Sembrador no prostituye el diálogo. Sus palabras son sinceras porque brotan de un corazón en armonía, limpio de turbulencias o malicias.
El que pretende dialogar con argumentos falsos, mancilla este acto sublime. Quizás logre su objetivo, pero después no tendrá valor para levantar la frente.
El Sembrador cultiva el diálogo como disciplina de crecimiento personal.
El dialogo, entendido de esta manera, es buen abono para el cultivo de valores en el corazón de los hijos.
La Confianza es otro importante abono para el cultivo de valores en el corazón de los hijos. Donde no hay confianza no se puede sembrar nada.
Las sospechas marchitan todo lo que se siembre.
Cuando somos creíbles se construye confianza. Es cuestión de integridad.
El Sembrador sabe que la integridad y el buen ejemplo son los mejores abonos para que la confianza germine en sus hijos.
La confianza se debe ganar.
Muchos padres creen que sus hijos deben tenerles confianza por el vínculo de sangre; están equivocados.
Como un padre gana la confianza de su vecino, de la misma manera debe ganarla en su familia. Es cuestión de credibilidad.
Si continuamente fallas a tus hijos, no pretendas que confíen en ti.
Donde no existe confianza se da un clima de recelo y sospecha. Nadie se expresa con libertad.
La confianza permite depositar en las manos de otro los tesoros más valiosos del corazón.
Cuando no hay confianza, la sinceridad desaparece. Siempre existirá una reserva, y quien reserva algo de su interior, tiene derecho a protegerlo.
El Sembrador procura que sus hijos aprendan a confiar en sí mismos. Les enseña a valorarse y creer en sus capacidades. Ayuda a descubrir la riqueza interior a ofrecer para el mejoramiento de este mundo.
La confianza que los hijos sienten por el Sembrador no les resta responsabilidad en el cumplimiento de sus tareas. Ellos nunca olvidan que cuentan con su padre "para las que sea".
El Sembrador enseña a confiar en Dios. Su oración permanente es: JESÚS, en ti confío. Y vamos para adelante.
El Perdón es un abono efectivo en el cultivo de valores.
Cuando los hijos se sienten perdonados se abre la posibilidad de mejorar y crecer. El perdón es asimilado como una oportunidad.
Hay formas muy sutiles para demostrar que los padres no perdonan a sus hijos cuando se dicen "perdono pero no olvido", "Perdono pero no te doy otra oportunidad", "Perdono pero cuando puedo te lo recuerdo".
Al "marcar" a un hijo como malo o bruto, se cierra toda posibilidad de que nos demuestre lo contrario.
Cuando las hijas quedan embarazadas antes del matrimonio, sus padres sienten que el mundo se les viene encima, se sienten traicionados, se preguntan qué hicieron mal, piensan que todo lo que enseñaron no sirvió para nada. La reacción inmediata casi siempre es expulsarla de la casa.
El Sembrador perdona. Ofrece todas las oportunidades para que sus hijos cambien.
Un padre que perdona el error de un hijo sabe que en parte él también es responsable. El perdón del padre es una oportunidad que se da a sí mismo para rectificar sus errores.
Con el perdón crecen los padres y también los hijos.
El Sembrador enseña a perdonar. El perdón se convierte en una práctica de higiene de la mente y el corazón. Quien no perdona guarda en su interior resentimientos que lo atormentan y le impiden ser una persona capaz para vivir en comunidad.
Una persona resentida es un peligro para la familia y la sociedad.
CONTROL DE LAS MALEZAS
El control de las malezas es un tema importante en la tarea de cultivar.
Quien no se prepara adecuadamente para atacar oportunamente a plagas y malezas, más adelante se lamentará.
Los agricultores hablan de malezas, plagas y hongos. Para nuestro estudio los agrupamos bajo el nombre de malezas.
El Sembrador entiende que en asunto de malezas es inevitable que aparezcan. Sin embargo está muy atento a detectarlas en forma oportuna. El Sembrador cuenta con los recursos necesarios para hacerles frente.
La primera actitud para hacer frente a las malezas es dedicar mucho tiempo a observar el cultivo. El Sembrador está muy atento en descubrir cualquier signo de anomalía. Incluso toma precauciones antes de que se presenten.
Cuando las malezas aparecen, el Sembrador siente tristeza; sus esperanzas de obtener una buena cosecha se ven amenazadas. Muchas veces pregunta a Dios el por qué de estos males.
El Sembrador cuando advierte la presencia de maleza, la primera reacción es el asombro acompañado de la pregunta ¿Qué descuidé? El Sembrador es honrado, sabe que en asuntos de malezas tiene una gran responsabilidad.
Al descubrir una maleza, el Sembrador consulta al agrónomo especialista. Coloca en manos de expertos el problema de su cultivo. No se puede equivocar en el tratamiento. Están en juego sus esperanzas.
El Sembrador entiende que en asunto de malezas todo depende de la capacidad para detectarlas a tiempo. Esto sólo depende de él. Por eso desarrolla una vigilancia permanente y amorosa sobre su cultivo.
En cuestión de cultivo de valores, la espiritualidad del Sembrador le ayuda a prever la presencia de malezas que destruyen lo cultivado. El Sembrador sabe que la estrategia es vigilar atentamente. No puede descuidar lo que ha sembrado.
Las principales malezas que atacan el cultivo de valores en el corazón de los hijos son:
- Malas compañías
- Irresponsabilidad.
- Mal Genio.
- Egoísmo.
- Vagancia.
- Mentira.
- Indisciplina.
Las malas compañías casi siempre son, para la mayoría de padres, la causa fundamental del fracaso de sus hijos. Aprenden las "mañas" de las malas compañías. Son los otros quienes contaminan a sus hijos. Nunca un padre de familia se pregunta si su hijo es una "mala compañía para los demás".
Una mala compañía puede influenciar la conducta de tus hijos, sin embargo, cuando tienen principios sólidos, nadie logra persuadirlos para realizar cosas malas.
Cuando la personalidad de los hijos no tiene buenos principios y sanas experiencias familiares, son vulnerables a las propuestas indecentes.
El Sembrador conoce los amigos de sus hijos.
Nunca niegues la entrada a un amigo de tu hija, es la posibilidad de saber con qué tipo de persona se está relacionando.
Cuando opines sobre el tipo de persona que es un amigo/a de tu hijo/a, hazlo con fundamentos. El lazo de amistad entre ellos es fuerte.
Muchos padres se sienten desplazados por los amigos de sus hijos. Como que sus hijos los dejaron de querer. Llegan a pensar que ellos se dejan mover más por una persona extraña que por la propia familia.
Un hijo con carácter débil fácilmente se deja manipular de las malas amistades. No lo juzgues, procura más bien ganártelo con ternura, buen ejemplo y más tiempo para él.
El Sembrador no olvida el refrán "Dime con quién andas y te diré quien eres". Tampoco el de "Quien con lobos se junta a aullar aprende"
La irresponsabilidad es otra maleza que ataca fuertemente el cultivo de valores en el corazón de los hijos. Esta maleza crece muy temprano en sus comportamientos.
El Sembrador sabe que a pequeñas edades se puede confiar pequeñas responsabilidades.
Enseña a sus hijos a cumplir los deberes adquiridos y no dejar para mañana la tarea del día. La vigilancia amorosa sobre sus acciones les ayuda a fortalecer la responsabilidad.
El Sembrador nunca subestima la capacidad de sus hijos para desarrollar una tarea.
Cuando se pasa por alto actitudes de desidia, pereza, flojera, vagancia, dejadez, negligencia o apatía, permitimos que la maleza de la irresponsabilidad crezca en el corazón. En este caso se debe actuar inmediatamente, de lo contrario el cultivo de valores corre el riesgo de perderse. El Sembrador consulta al especialista.
La maleza de la irresponsabilidad empieza atacando las acciones cotidianas, las pequeñas tareas que cumplir. Su acción destructiva consiste en debilitar la conciencia y la voluntad. Cuando esta maleza invade totalmente el cultivo, el ser humano deja de ser persona y rápidamente entra en un proceso de deshumanización. ¿Conoces alguien que se dejó invadir de esta maleza? Esa es la imagen que te quiero proyectar.
El Sembrador vigila para no dejarse invadir el cultivo de esta maleza. Su disciplina consiste en cumplir con el programa de cada día. El no adquiere compromisos que no puede realizar.
El mal genio es otra maleza que destruye el cultivo. Su capacidad de destrucción es de amplio alcance. En cuestión de segundos arrasa con toda la semilla que ha germinado y transforma totalmente el campo sembrado.
Esta maleza ataca el núcleo del cultivo y se propaga rápidamente contaminando todo. El daño que ocasiona es irreparable.
El mal genio es cuestión de reacción, de mal manejo de las situaciones adversas, de incapacidad para aceptar formas de pensar o actuar diferentes, de intolerancia, de falta de equilibrio interior.
Muchas personas adoptan el mal genio como mecanismo de defensa y reacción frente a "posibles amenazas".
Una persona de mal genio siempre está a la defensiva.
Muchas veces adoptan el mal genio como respuesta aprendida ante la incapacidad de defenderse con argumentos legítimos. Para la persona de mal genio no existe explicación válida. Pretende tener toda la razón, y la impone con su mal genio.
Muchos hijos adoptan el mal genio como mecanismo para ser escuchados o alcanzar de sus padres lo que quieren.
El Sembrador sabe que esta maleza envenena la planta hasta marchitarla.
La planta contaminada con esta maleza rechaza los nutrientes que le dan vida, su destino es el envejecimiento prematuro y la producción de frutos podridos.
El Sembrador no permite que esta maleza llegue a su cultivo. El sabe manejar las reacciones internas.
Un padre con mal genio destruye las semillas que almacena en el granero de su casa.
Cuando un padre no controla a tiempo la "rabieta" de su hijo, más adelante pagará las consecuencias.
El mal genio se erradica con autocontrol.
El Egoísmo es una maleza que hace su arribo en edades muy tempranas. Sólo la educación puede destruir actitudes egoístas y provocar gestos de cooperación y solidaridad.
El egoísmo es un estadio primitivo en la evolución del carácter social de la humanidad.
El egoísmo cierra toda posibilidad de apertura hacia los demás para entregar algo de sí.
El egoísmo cierra las manos, la mente y el corazón a cualquier ayuda que podríamos dar.
Cerrar las manos es sinónimo de retener los bienes materiales.
Las personas egoístas alegan que sus bienes fueron adquiridos con mucho esfuerzo y que son ellos los únicos protagonistas en la obtención de la riqueza. Nunca consideran que la vida es un regalo de Dios.
Quien cierra las manos reteniendo sus bienes materiales, hace que estos se agoten.
Quien comparte los bienes, permite que circulen y regresen a él nuevamente.
Conozco a personas que han prosperado abundantemente y que tienen una buena experiencia de Dios, de generosidad y gratitud.
Cerrar la mente es sinónimo de rechazar la forma de pensar de los demás. Su razón es la única válida.
Oponerse a opiniones o ideas de los demás es signo de egoísmo.
La estrechez mental frena todo proceso de crecimiento de los individuos y grupos humanos.
La estrechez mental, producto del egoísmo, cuando tiene el poder, no permite que éste sea compartido con nadie. El poder se convierte en la riqueza que vigila obsesivamente.
Cerrar el corazón es sinónimo de no sentir el dolor ajeno como propio. Es la antítesis de la solidaridad. No hay espacio para la compasión.
El Sembrador dedica mucho tiempo para que su cultivo no se contamine con la plaga del egoísmo.
La vagancia, entendida como mal manejo del tiempo libre, es otra de las malezas que el Sembrador vigila con especial cuidado.
La ausencia de metas y objetivos produce desidia, abandono, dejadez, pereza, desgana, indiferencia, apatía y holgazanería.
Cuando estos males nos invaden, la semilla de los valores personales tiende a pudrirse.
Cuando el tiempo libre no se utiliza para crecimiento personal queda una puerta abierta a todos los males que complican seriamente el florecimiento de buenos hábitos.
Se dice que la pereza es la madre de todos los vicios porque permite que la mente y el corazón divaguen sin rumbo.
El Sembrador no puede dar espacio a ningún sentimiento de ociosidad que vulnere su voluntad y lo saque del proyecto personal.
Cada segundo del tiempo libre es reutilizado para desarrollar capacidades que muy pronto se convierten en oportunidades.
El Sembrador no es esclavo de la acción. Cada tarea forma parte de un proceso. Cuando acepta cumplir un reto es porque está dentro de su propósito.
Cuando no hay control del tiempo libre, cualquier seducción te saca del camino que has emprendido.
La holgazanería debilita hasta los mejores valores cultivados. La voluntad es la primera área vulnerada, después sigue la libertad y, por último, la conciencia. De aquí en adelante la persona queda en manos de la pereza, la madre de todos los vicios. Esto ocurre por el mal manejo del tiempo libre.
El Sembrador no deja invadir su cultivo por esta maleza.
Vago es sinónimo de: sin dirección, a la deriva, sin rumbo ni control.
La Mentira es otra de las malezas que destruyen el cultivo de valores.
Siempre he considerado que la mentira en sí no es el problema, sino la irresponsabilidad que se oculta bajo su velo.
La mentira es una habilidad para quedar bien cuando algo está mal.
La mentira encubre olvidos, fallas, inoperancias, carencias, verdades.
Cuando se opta por la mentira se busca evadir una sanción social. Casi nunca aceptamos que hemos fallado.
El uso sistemático de la mentira configura una personalidad confusa. A estas personas se las conoce como falsas o dobles.
Quien concede un mínimo espacio a la mentira, ella entra y destruye los mejores valores cultivados.
La persona que pierde credibilidad en sus semejantes debe rehacer su proyecto de vida.
El Sembrador no promete lo que no puede cumplir. Tiene suficiente virtud para decir "no puedo".
El Sembrador acepta sus errores, nunca se apoya en la mentira.
El Sembrador ama con sinceridad, sus comportamientos no están contaminados de hipocresía.
El Sembrador es autentico.
El Sembrador ofrece a sus hijos toda la confianza del mundo, de tal forma que ellos no necesiten mentir. Él comprende cuando ellos se equivocan
Cuando una mentira se apodera de la mente y el corazón, la conciencia la convierte en verdad. (Terrible. Las mentiras destruyen la conciencia y ésta pierde su capacidad de orientación).
La Indisciplina es consecuencia de todos los males arriba señalados. Se manifiesta como falta de respeto. El 90% de los estudiantes de Aguazul consideran que el respeto es el valor que más se ha perdido en el colegio.
La indisciplina se manifiesta como falta de respeto a sí mismo y a las demás personas.
Cuando no hay respeto por nosotros mismos, somos indisciplinados con la mente, los sentimientos, el espíritu y la corporalidad.
Indisciplina es sinónimo de ausencia de hábitos que expresen respeto, equilibrio y crecimiento armónico.
La indisciplina con la mente, sentimientos, espíritu y corporalidad se manifiesta en hábitos de apatía o permisividad personal.
Los hábitos de apatía personal evidencian desinterés por cultivar agilidad mental, capacidad para cultivar una sólida personalidad, dominio de sí, riqueza espiritual, autoestima y cuidado corporal.
Los hábitos de permisividad personal demuestran sometimiento, incapacidad, fatalismo, desenfreno, libertinaje, confusión espiritual, depresión, ansiedad, resentimiento, venganza y culto exagerado a lo corporal.
El Sembrador entiende que la indisciplina, en primera instancia, significa falta de respeto por nosotros mismos.
La indisciplina, como falta de respeto a las demás personas, es consecuencia de lo anterior. Quien no se ama a sí mismo, no puede amar a los demás. Las expresiones de indisciplina social se asimilan con lo descrito en la falta de respeto y las demás malezas que atacan al cultivo.
El Sembrador presta especial atención en descubrir los signos de indisciplina en sus hijos. Su vigilancia amorosa le permite detectar a tiempo cualquier problema en su cultivo, es la clave del éxito para lograr una buena cosecha.
TIEMPO DE LA FLORACIÓN Y LA COSECHA
Cuando llega la floración, el Sembrador alimenta la esperanza de que sus sueños pronto se realicen. La floración es tiempo de alegría y regocijo, es tiempo de celebración.
El Sembrador agradece a Dios por este hermoso momento.
La floración trae la esperanza de que el fruto se acerca. Los hijos producen buenos resultados: buena conducta, éxito, vida intachable, cariño por sus padres y correcta orientación de sus vidas.
Los sueños del Sembrador son realidad.
La felicidad es la respuesta al proceso realizado.
La tarea ha terminado. Puedes disfrutar la cosecha.
Felicito tu trabajo. Pero recuerda que es un detalle gratuito de Dios.
… y dio fruto, ciento, sesenta y treinta.
Autor:
Jesús Arturo Figueroa Quiroga
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