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El contradictorio Dios cristiano: Amoroso, déspota, cruel y vengativo


    El contradictorio Dios cristiano: – Monografias.com

    El contradictorio Dios cristiano:

    Amoroso, déspota, cruel y vengativo

    Al igual que en muchas otras cuestiones, la solución de la problemática que representa la pretensión de compatibilizar la idea de un ser omnipotente e infinitamente bueno con la existencia del sufrimiento requiere de una reflexión simplemente racional, basada en el material de los textos bíblicos y pasa también por el análisis lingüístico del término "Dios", de manera que, según se entienda, se llegará a una conclusión o a otra. Por ello se abordará a continuación el análisis de esta problemática a partir de la toma en consideración de estos dos aspectos del problema.

    1. Cuando en el cristianismo se habla de "Dios", se hace referencia a un supuesto ser que, entre otras cualidades, tendría la de ser omnipotente, amor infinito y creador de todo lo existente; y cuando en el cristianismo se habla del "sufrimiento", se está haciendo referencia a todo lo que se relaciona con cualquier sensación, sentimiento o vivencia desagradable, como la tristeza, el dolor, el odio, el miedo, el hambre o la sed.

    A partir de estos presupuestos es fácil concluir que la existencia de un ser como sería el Dios del cristianismo excluiría la existencia del sufrimiento, mientras que la existencia del sufrimiento excluye la existencia del Dios cristiano. Y por ello, la conclusión evidente de estas consideraciones es la de que el Dios del cristianismo no existe.

    2. Sin embargo y a pesar de la facilidad con que se alcanza esta conclusión, a lo largo de mucho tiempo los teólogos cristianos han intentado refutar este argumento, buscando alguna explicación para la existencia del sufrimiento.

    2.1. Los dirigentes católicos, olvidando los múltiples textos bíblicos que ponen de manifiesto la crueldad, el carácter vengativo y el despotismo de su Dios, defienden, sin embargo, que es omnipotente y suma bondad, y consideran que estas cualidades de su Dios compatibles con su supuesta bondad infinita, pero, al no encontrar una explicación satisfactoria de esta contradicción, proclaman que se trata de un "misterio".

    2.2. En algunos momentos, sin embargo, han tratado de justificar la presencia del sufrimiento como un castigo divino por el "pecado original" o por los pecados cometidos por la humanidad. Pero, dado que, según la religión judía y la cristiana, Dios es omnipotente y predetermina todo lo que sucede, incluidos los actos humanos, el concepto de pecado es absurdo y, por ello mismo –y por otros diversos motivos-, la idea de purificación del pecado mediante el sufrimiento –basada en la Ley del Talión- es igualmente absurda, pues el sufrimiento no purifica de nada sino que para lo único que sirve es para satisfacer el deseo de venganza. Además esta doctrina carece igualmente de sentido desde el momento en que los dirigentes católicos afirman que su Dios es infinitamente misericordioso, cualidad que implicaría el perdón inmediato de cualquier culpa -suponiendo que este término tuviera algún sentido-, por lo que ni el castigo ni el sufrimiento llegarían a producirse.

    2.2.1. El contexto judío en el que aparece una "explicación" del sufrimiento se relaciona con la Ley del Talión, defendida en el Antiguo Testamento –y también en el Nuevo-, que refleja el punto de vista primitivo según el cual mediante un daño se compensaba otro daño –"ojo por ojo, diente por diente"[1]-, de manera quien escribió el libro del Génesis consideró que la desobediencia de Adán y Eva a Dios quedaba compensada mediante las diversas formas de sufrimiento con que Dios les castigó ellos y a la humanidad en general, pues el castigo a los descendientes de quien hubiese cometido determinado daño o determinada ofensa aparece en la Biblia como una forma normal de actuación del Dios judío -y católico-.

    2.2.2. Y, si estas consideraciones fueran insuficientes para mostrar la incompatibilidad entre el dios católico y el sufrimiento, puede tenerse en cuenta además el sufrimiento de los niños y el de los animales, que evidentemente no han cometido pecado alguno que les haga "merecedores" (?) de un sufrimiento que el supuesto poder y misericordia infinitas de Dios habría evitado si existiera.

    3. En cualquier caso, es evidente que la doctrina que considera compatible la existencia de un Dios omnipotente y amor infinito con la existencia del sufrimiento es una contradicción –y no un misterio-, en cuanto el sufrimiento es un mal y por ello mismo incompatible con la supuesta bondad divina, de manera que o bien Dios no habría sido capaz de evitar el sufrimiento y en tal caso no sería omnipotente, o bien lo habría producido él mismo y en tal caso no sería bondad absoluta.

    3.1. Así lo comprendieron diversos pensadores desde hace muchos siglos y así lo comprendió B. Russell, quien lo defendió del siguiente modo:

    "El mundo, según se nos dice, fue creado por un dios que es a la vez bueno y omnipotente. Antes de crear el mundo, previó todo el dolor y la miseria que iba a contener; por lo tanto, es responsable de ellos. Es inútil argüir que el dolor del mundo se debe al pecado. En primer lugar eso no es cierto; el pecado no produce el desbordamiento de los ríos ni las erupciones de los volcanes. Pero aunque esto fuera verdad, no serviría de nada. Si yo fuera a engendrar un hijo sabiendo que iba a ser un maniático homicida, sería responsable de sus crímenes. Si Dios sabía de antemano los crímenes que el hombre iba a cometer, era claramente respon-sable de todas las consecuencias de esos pecados cuando decidió crear al hombre. El argumento cristiano usual es que el sufrimiento del mundo es una purificación del pecado, y, por lo tanto, una cosa buena. Este argumento es, claro está, sólo una racionalización del sadismo; pero en todo caso es un argumento pobre. Yo invitaría a cualquier cristiano a acercarse[2]a la sala de niños de un hospital, a que presenciase los sufrimientos que padecen allí, y luego a insistir en la afirmación de que esos niños están tan moralmente abandonados que merecen lo que sufren. Con el fin de afirmar esto, un hombre tiene que destruir en él todo sentimiento de piedad y compasión. Tiene, en resumen, que hacerse tan cruel como el Dios en quien cree. Ningún hombre que cree que los sufrimientos de este mundo son por nuestro bien, puede mantener intactos sus valores éticos, ya que siempre está tratando de hallar excusas para el dolor y la miseria"[3].

    3.2. A continuación se comentan con detenimiento estas consideraciones, presentándolas en forma de argumentación lógica para evitar que su sencillez se confunda con superficialidad, de manera que pueda calibrarse mejor su rigor. Se presentarán igualmente las objeciones y las respuestas más significativas que podrían presentarse a las premisas que conducen a la conclusión correspondiente.

    El argumento en cuestión puede plantearse del siguiente modo:

    Primera premisa: Si existe un ser omnipotente, infinitamente bueno y creador de todo, entonces todo lo que existe es –o debería ser- bueno.

    Segunda premisa: Si existe el sufrimiento, entonces no todo lo que existe es bueno.

    Tercera premisa: El sufrimiento existe.

    Conclusión: No existe un ser omnipotente, infinitamente bueno y creador de todo.

    3.2.1. La conclusión deriva de las premisas de manera absolutamente necesaria de acuerdo con las reglas de la Lógica y, por ello, lo que queda por analizar es sólo si todas y cada una de sus premisas que conducen a la conclusión son verdaderas, pues en el caso de que lo sean la conclusión será igualmente verdadera.

    A la primera premisa se le podrían presentar las siguientes objeciones:

    a) En primer lugar se podría afirmar que efectivamente Dios lo hizo todo bueno, pero que fue el hombre quien, mediante el "pecado original", habría desafiado a Dios, quien le habría castigado con las diversas formas de sufrimiento que acompañan su existencia. Efectivamente, según la Biblia, Dios condenó a Eva diciéndole:

    "Multiplicaré los dolores de tu preñez, parirás a tus hijos con dolor; desearás a tu marido, y él te dominará"[4].

    Igualmente a Adán le dijo:

    "Por haber hecho caso a tu mujer y haber comido del árbol prohibido, maldita sea la tierra por tu culpa. Con fatiga comerás sus frutos todos los días de tu vida […] Con el sudor de tu frente comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra de la que fuiste formado, porque eres polvo y al polvo volverás"[5].

    Pero tal maldición divina, además ser irracional y absurda por tratarse de un castigo universal, referido a la mujer o al varón en general pero como consecuencia de una falta individual, sería incompatible con las cualidades que se atribuyen al Dios católico, que es ese mismo Dios de la tradición judía. Y, por cierto, en la propia Biblia, "palabra de Dios", se critica acertadamente, pero en contradicción con las anteriores palabras del Génesis, esta doctrina según la cual los hijos pagan por las culpas de los padres:

    "Vosotros decís: "¿Por qué no carga el hijo con la culpa de su padre?" Pues porque el hijo recta y honradamente, ha guardado todos mis mandamientos y los ha puesto en práctica: por eso vivirá. El que peca es el que morirá. El hijo no cargará con la culpa del padre, ni el padre con la del hijo"[6].

    b) Pero, al margen de estas contradicciones doctrinales, hay además muchos sufrimientos –o fenómenos naturales que provocan sufrimientos- que no provienen de supuestos pecados del hombre, como terremotos, enfermedades, sequías, inundaciones, sino de las adversidades de la Naturaleza, que provoca el sufrimiento de los niños y el de muchos otros seres vivos, ajenos indiscutiblemente a cualquier culpa que les hiciera "merecedores" de los sufrimientos que padecen, y cuyo único delito -como diría Calderón- sería el de haber nacido.

    En relación con tales males algunos incurren en la ingenuidad de pretender explicar el sufrimiento a partir de la Naturaleza, suponiendo que de esta forma Dios quedaría al margen de las diversas calamidades que rodean la existencia del ser humano y la de los demás seres vivos. Pero, como en el caso de la réplica anterior, es evidente que, si la Naturaleza produce el sufrimiento, en tal caso la Naturaleza será mala, y, en consecuencia, de la misma manera que se considera responsable de un asesinato a la persona que disparó y no a la bala que causó la muerte de la víctima, igualmente habría que entender la relación entre Dios, la Naturaleza y el sufrimiento, considerando a Dios como causa del sufrimiento, y a la Naturaleza como un simple instrumento para su manifestación.

    Por otra parte, aunque esta respuesta por sí sola es más que suficiente para refutar el valor de la anterior objeción, puesto que con sólo la presencia de una mínima porción de sufrimiento no causado por el hombre el argumento conserva toda su validez, hay que señalar que, si el hombre fuera causa parcial del sufrimiento, ello implicaría que el hombre, supuestamente creado por Dios, no sería bueno, ya que el modo de ser de cada cosa se conoce por sus obras ("operari sequitur esse"), con lo que el problema volvería a plantearse referido en este caso a la misma naturaleza humana.

    c) Otra objeción que suele presentarse es la de que el mal en general y el sufrimiento en particular sería inevitable, ya que sin él no se podría tener conocimiento del bien ni gozar de él. Ya los estoicos se habían servido de esta explicación, pero su valor es claramente nulo, puesto que quienes la presentan olvidan que en la argumentación inicial se hablaba de un ser omnipotente, cualidad que implica la capacidad de hacer todo aquello que no sea contradictorio; y, evidentemente, no existe contradicción alguna en la idea de un mundo absolutamente bueno en el que la felicidad no tuviera como condición la existencia previa de ningún tipo de sufrimiento[7]

    d) Llegados a este punto, en diversas religiones antiguas se llegó a considerar que junto a Dios, como ser infinitamente bueno, existiría un ser muy poderoso causante del mal. Un ejemplo de los planteamientos que van por esta línea se encuentra en la antigua religión persa de Zaratustra (s. VII a. C.), en la que Ormuz representaría el Dios benéfico y Ahrimán el Dios maléfico, que al final de los tiempos sería definitivamente derrotado. Pero en estos casos se olvida que la omnipotencia de Dios podría impedir la existencia de esa fuerza del mal, mientras que su bondad infinita le llevaría efectivamente a impedirla.

    Por lo que se refiere a la segunda premisa, es difícil encontrar alguna objeción digna de ser analizada.

    a) Una de tales objeciones consiste en indicar que quizás el sufrimiento podría ser bueno al menos en un sentido semejante a aquel en que lo es una intervención quirúrgica, la cual, aunque resulte dolorosa, es causa muchas veces del bien de la curación. La réplica a esta objeción consiste en diferenciar el dolor en sí mismo de aquello a lo que puede conducir, siendo evidente que, si se pudiera producir una curación de forma inmediata sin pasar por una fase de dolor, sería absurdo pasar por ella. Y, si Dios existiera como ser omnipotente e infinitamente bueno, no sólo podría evitar el dolor de la intervención quirúrgica, sino también el de la enfermedad que hizo necesaria dicha intervención.

    b) Por otra parte, ante la imposibilidad de negar la existencia del sufrimiento y su incompatibilidad con Dios, algunos han llegado a considerar que el sufrimiento podría ser bueno en algún sentido oculto para el entendimiento humano. En este sentido, resultan especialmente llamativas las excentricidades del fundador del "Opus Dei", José María Escrivá de Balaguer, quien llega a escribir:

    "el dolor es la sal de nuestra vida"[8];

    "Bendito sea el dolor. -Amado sea el dolor. -Santificado sea el dolor… Glorificado sea el dolor!"[9];

    "Contigo, Jesús, qué placentero es el dolor y qué luminosa la oscuridad!"[10],

    palabras que hubieran podido figurar con pleno derecho como lemas a la entrada de cualquier campo de concentración nazi.

    Pero este punto de vista, propio de un loco fanático, se refuta por sí mismo a partir de la consideración de que, si el sufrimiento fuera bueno, no tendría ningún sentido el mandamiento de no matar, ni tampoco el interés por remediar el hambre y el sufrimiento de la humanidad, ni el de eliminar las guerras y las torturas más refinadas, e incluso dejaría de tener sentido la práctica de la medicina, pues, si el dolor fuera la sal de la vida, sería muy triste privarnos de él. Pero, además, desde una simple perspectiva lingüística, es evidente que la afirmación según la cual el dolor es placentero es contradictoria por la misma definición de los conceptos de dolor y de placer.

    c) Una última objeción, variante de la anterior, consiste en sugerir que el hombre no está capacitado para comprender en qué consiste la bondad de Dios, y que el propio sufrimiento podría ser bueno en algún sentido oculto para el hombre pero compatible con esa forma especial de la bondad divina. La réplica a esta objeción consiste en señalar que referirse a la bondad de Dios como a algo ajeno a las posibilidades humanas de comprensión es utilizar palabras vacías e inútiles. Pues, si se dice que Dios es "bueno" y, a continuación, "se aclara" (?) que "bueno" no significa lo que todo el mundo piensa que significa, y no se explica qué es lo que se pretende decir con ese término, en ese caso se estará perdiendo el tiempo y haciéndolo perder a quienes escuchan tales "explicaciones". Conviene recordar, en este sentido, que el lenguaje es un producto humano y que el significado de las palabras no es algo que haya que esperar descubrirlo como si de un misterio se tratara, sino que es el ser humano quien se lo ha asignado a lo largo de su evolución histórica y cultural y que, por ello, sería una pérdida de tiempo absurda la construcción de frases cuyo significado fuera oculto incluso para quien las construye.

    Y, por lo que se refiere a la tercera premisa, es totalmente superfluo discutirla, pues todos tienen a diario sus propias experiencias a este respecto, de manera que la existencia del sufrimiento no se demuestra sino que se vive y se muestra. Además, si se sabe de qué se está hablando cuando se hace referencia al sufrimiento, es sólo por el hecho de haberlo experimentado; de lo contrario, sucedería como al ciego de nacimiento, que por no haber experimentado el color es incapaz de hacerse una idea adecuada de él.

    Una última objeción que podría utilizarse en relación con la totalidad del argumento es la de considerar, como se hace en la propia Biblia, que Dios se caracterizaría esencialmente por su omnipotencia, pero no necesariamente por su bondad, por lo que el mal podría proceder de él directamente. Se dice en este sentido:

    – "Si se acepta de Dios el bien ¿no habremos de aceptar también el mal?"[11].

    – "Bien y mal, vida y muerte, pobreza y riqueza, vienen del Señor"[12].

    Pero en casos como éstos se incurre en la contradicción de utilizar un concepto de Dios que no se corresponde con el del supuesto inicial, que se refería a un supuesto ser caracterizado por la omnipotencia y por la bondad infinita.

    La conclusión que deriva de estas tres premisas es, como ya se sabe, que no puede existir un ser que reúna al mismo tiempo las cualidades de la omnipotencia y de la infinita bondad, o, lo que es lo mismo, que o bien Dios quiso pero no pudo hacer un mundo sin sufrimiento y, en tal caso, no sería omnipotente, o bien pudo pero no quiso y, en tal caso, no sería infinitamente bueno.

    Si, por otra parte, se considera que el concepto judío de Dios sólo debería aplicarse a una realidad absolutamente perfecta, y se supone además que la omnipotencia y la bondad infinita deberían ser constituyentes de dicha perfección, en tal caso la conclusión evidente es la de que ese supuesto Dios no existe.

    4. Por lo que se refiere a cómo los judíos –al igual que posteriormente los cristianos- entendían a su Dios, en la Biblia aparecen afirmaciones contradictorias para todos los gustos, de manera que, a pesar de que en la actualidad los dirigentes católicos hablan de Dios como amor y misericordia infinita, en una gran mayoría de textos del Antiguo Testamento aparece un Dios cruel, déspota y vengativo que no tiene inconveniente alguno en matar y en castigar "hasta la tercera y la cuarta generación", mientras que en el Nuevo Testamento se insiste de manera especial en la idea de la condenación al fuego eterno del Infierno, incompatible con aquel supuesto Dios infinitamente misericordioso.

    Y efectivamente en la Biblia pueden encontrarse textos en apoyo de ambos puntos de vista. Así, en apoyo del amor y misericordia infinita de ese Dios se dice:

    "Tú tienes compasión de todos, porque todo lo puedes,

    y pasas por alto los pecados de los hombres

    para que se arrepientan.

    Porque amas todo cuanto existe,

    y no aborreces nada de lo que hiciste;

    pues, si odiaras algo, no lo habrías creado.

    ¿Cómo subsistiría algo si tú no lo quisieras?

    ¿Cómo permanecería algo si tú no lo quisieras?

    Pero tú eres indulgente con todas las cosas,

    porque todas son tuyas, Señor, amigo de la vida"[13].

    Pero igualmente, en contradicción con el texto anterior y poniendo de manifiesto la crueldad arbitraria y despótica de ese mismo Dios, pueden verse una enorme multiplicidad de ejemplos como los siguientes:

    – "Si a pesar de todo esto no me obedecéis y seguís obstinados contra mí […] Comeréis la carne de vuestros hijos y de vuestras hijas […] amontonaré vuestros cadáveres sobre los cadáveres de vuestros ídolos y os detestaré […] os dispersaré entre las naciones y os perseguiré con la espada desenvainada"[14].

    – "Así dice el Señor todopoderoso: […] castiga a Amalec y consagra al exterminio todas sus pertenencias sin piedad; mata hombres y mujeres, muchachos y niños de pecho, bueyes y ovejas, camellos y asnos"[15].

    – "El Señor mandó contra ellos al rey de los caldeos, que mató a espada a sus jóvenes en el santuario mismo, sin perdonar a nadie, ni muchacho ni doncella, ni anciano, ni anciana: Dios entregó a todos en su poder"[16].

    – "El ángel del Señor vino al campamento asirio e hirió a ciento ochenta y cinco mil hombres. Cuando se levantaron por la mañana, no había más que cadáveres"[17].

    – "[Así dice el Señor todopoderoso, Dios de Israel] Les haré comer la carne de sus hijos y de sus hijas, y se devorarán unos a otros en la angustia del asedio y en la miseria a que los reducirán los enemigos que buscan matarlos"[18].

    Evidentemente ese Dios, cuya existencia sería compatible con la del sufrimiento, tendría muy poco que ver con el Dios sumamente bondadoso que los dirigentes católicos proclaman, seleccionando textos bíblicos que no hacen referencia a la extrema crueldad que vemos en éstos otros, al margen de que el Dios que los dirigentes católicos presentan siga siendo extremadamente cruel y déspota en cuanto envía al fuego eterno a quienes él mismo ha predeterminado, tal como indicó Tomás de Aquino cuando escribió:

    "Y como se ha demostrado que unos, ayudados por la gracia, se dirigen mediante la operación divina al fin último, y otros, desprovistos de dicho auxilio, se desvían del fin último, y todo lo que Dios hace está dispuesto y ordenado desde la eternidad por su sabiduría […], es necesario que dicha distinción de hombres haya sido ordenada por Dios desde la eternidad. Por lo tanto, en cuanto que designó de antemano a algunos desde la eternidad para dirigirlos al fin último, se dice que los predestinó […] Y a quienes dispuso desde la eternidad que no había de dar la gracia, se dice que los reprobó o los odió […] Y puede también demostrarse que la predestinación y la elección no tienen por causa ciertos méritos humanos, no sólo porque la gracia de Dios, que es efecto de la predestinación, no responde a mérito alguno, pues precede a todos los méritos humanos […] sino también porque la voluntad y providencia divinas son la causa primera de cuanto se hace; y nada puede ser causa de la voluntad y providencia divinas"[19].

     

     

    Autor:

    Antonio García Ninet

    Doctor en Filosofía

    [1] Éxodo, 21:24; Lev, 24:20

    [2] En la traducción de EDASA pone “que se acompañase”, pero parece que “acercase” capta mejor el sentido del texto original.

    [3] B. Russell: Por qué no soy cristiano, p.39. EDHASA, Barcelona, 1979.

    [4] Génesis, 3: 16.

    [5] Génesis, 3: 17-19.

    [6] Ezequiel, 18: 19-20.

    [7] En caso contrario tendríamos que aceptar que el propio Dios necesita pasar alternativamente por sucesivas etapas de sufrimiento y felicidad por cuanto las últimas estarían condicionadas por las primeras.

    [8] José Mª Escrivá de Balaguer: Camino 203.

    [9] Camino 208.

    [10] Camino 229. Otras afirmaciones de similares características se encuentran en el aforismo 169, donde se dice: “Te acogota el dolor porque lo recibes con cobardía. -Recíbelo, valiente, con espíritu cristiano: y lo estimarás como un tesoro”, y también en otros aforismos como el 219 y el 220.

    [11] Job 2:10.

    [12] Eclesiástico 11:14

    [13] Sabiduría 11:23-26.

    [14] Lev 26: 27-33.

    [15] 1 Samuel 15:3.

    [16] 2 Crónicas, 36:17. En un sentido similar de despotismo y crueldad se dice en Ezequiel, 9:5-6: “Y pude oír lo que [el Señor] dijo a los otros: -Recorred la ciudad detrás de él, matando sin compasión y sin piedad. Matad a viejos, jóvenes, doncellas, niños y mujeres, hasta exterminarlos”

    [17] Isaías, 37:36. Otros textos de similares características pueden verse en 1 Crónicas 21:14, donde se dice: “El Señor envió la peste sobre Israel y murieron setenta mil israelitas. Dios envió un ángel para exterminar a Jerusalén”; en Jer 14:14, donde se dice: “Y el Señor […] dijo [a Jeremías]: […] Y aquellos a quienes ellos profetizan serán tirados por las calles de Jerusalén, víctimas del hambre y de la espada; no habrá quien los sepulte, ni a ellos ni a sus mujeres ni a sus hijos; yo haré recaer sobre ellos su maldad”; en Jer 16:1-4, donde se dice “El Señor me habló así: -No te cases; no tengas hijos ni hijas en este lugar. Porque así dice el Señor de los hijos e hijas que nazcan en este lugar, de las madres que los den a luz y de los padres que los engendren: Morirán cruelmente; no serán llorados ni enterrados, sino que quedarán como estiércol sobre la tierra; perecerán a espada y de hambre, y sus cadáveres serán pasto de las aves del cielo y de las bestias de la tierra. Así dice el Señor: No entres en una casa donde hay duelo; no vayas al duelo ni les des el pésame, porque yo retiro de este pueblo, oráculo del Señor, mi paz, mi misericordia y mi compasión. Grandes y pequeños morirán en esta tierra sin ser enterrados ni llorados”.

    [18] Jer 19:9. En una línea de similar crueldad se dice en Ezequiel, 5:8-9: “Por eso, así dice el Señor: […] Por tus prácticas idolátricas haré contigo [con Israel, su pueblo] lo que nunca he hecho y jamás volveré a hacer: los padres se comerán a sus hijos, y los hijos a sus padres”. Pueden verse otros textos similares en Éxodo 12:1-13, donde se dice: “A media noche hizo morir el Señor a todos los primogénitos en Egipto, desde el primogénito del faraón, el heredero del trono, hasta el del que estaba preso en la cárcel, y a todos los primogénitos de los animales” (y, en este mismo sentido, también en Éxodo, 12: 29), 2 Reyes 19:35, Éxodo, 20:3-5 y en incontables pasajes de la Biblia.

    [19] O.c., c. 163.