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Los medios que quisiéramos

Partes: 1, 2

    1. Nuevas tecnologías, oportunidad y disparidad
    2. Reglas para que los medios comuniquen
    3. México: atraso jurídico y negligencia estatal
    4. Presencia creciente de la televisión de paga
    5. Miedo y rechazo a la modernización jurídica
    6. Algunas propuestas

    Ensayo publicado en Configuraciones, revista de la Fundación Pereyra y el Instituto de Estudios para la Transición Democrática. No. 10-11. México, octubre 2002-marzo 2003,

    Aunque se contradicen con él los medios de comunicación han llegado a ser -y seguirán siendo" los ámbitos privilegiados del espacio público. Información, propaganda, publicidad, consensos y en buena medida la instrucción y el veleidoso sentido común de las sociedades contemporáneas, son propagados, tamizados y acotados por los medios. En esa formidable capacidad de difusión, que les confiere inevitable omnipresencia, radica también la debilidad más notoria de esos medios. Están destinados a la sociedad, de la cual toman su razón de ser, pero no necesariamente la expresan: no la comunican.

    Quizá ninguna otra zona de la vida pública en nuestros días, a pesar de todos los esfuerzos que los medios hagan para mejorar ese aislamiento respecto de ella, se encuentra tan cerrada a la participación de sociedad. Partidos, sindicatos, universidades, organizaciones no gubernamentales, tienen membresías que constituyen un lazo permanente y estable (más allá de la representatividad o no que tengan) con los ciudadanos. De ello depende su viabilidad e incluso, su sobrevivencia. En cambio, y desde luego siempre hay excepciones, los medios de comunicación de masas suelen dirigirse a la sociedad pero solo excepcionalmente lo hacen desde ella.

    Concentración mediática, tendencia global

    En el mundo contemporáneo, no existe mecanismo de mayor influencia sobre las sociedades que los medios de comunicación de masas. Hoy en día la política depende, indefectiblemente, de la propagación que pueda encontrar en los medios. Partidos y candidatos y junto con ellos cualquier institución o personaje que busque relevancia pública, tienen que ganar espacios y a menudo también aquiescencias en los medios de comunicación. Estos no sólo determinan la cantidad, sino con frecuencia además la calidad de los mensajes. El discurso político, hoy en día, suele ajustarse a las exigencias mediáticas a tal grado que, más que programas, los candidatos y partidos suelen presentar frases sueltas, capaces de ajustarse a los formatos y e intervalos con que los medios dan noticia de los acontecimientos políticos .

    En todo el mundo se ha extendido la preocupación ante el predominio de los medios en la conformación y en la definición de las agendas públicas. Si los medios fuesen espacios abiertos a la pluralidad de las sociedades y a la deliberación que requieren los asuntos públicos, esa inquietud sería menor. Sin embargo, lejos de formar parte de las tendencias democratizadoras que de una u otra manera se han propagado por los sistemas políticos de casi todo el planeta, los medios de comunicación tienden a incrementar su enorme influencia.

    Ese ascendiente se alimenta de dos tendencias inherentes a los medios contemporáneos. Por un lado, las alianzas empresariales colocan bajo menos manos el control de cada vez más medios de comunicación. Al mismo tiempo, las innovaciones tecnológicas permiten la propagación más lejos y para más gente, de los mismos mensajes mediáticos.

    Al comenzar el nuevo siglo, la fusión de empresas relacionadas con la comunicación y el espectáculo ha conformado seis grandes polos que controlan las principales compañías mediáticas en el mundo. AOL-Time Warner, la Compañía Disney, Bertelsmann, Viacom, News Corporation y Vivendi Universal, enlistadas de acuerdo con su tamaño, se han convertido en los nuevos ejes de la hegemonía mediática, que es mercantil pero también ideológica y política .

    Los medios electrónicos convencionales (la radio y la televisión abierta) suelen ejercer esa capacidad de difusión en extenso para reproducir mensajes de escasa originalidad creativa y, en el campo de la información, con exigua investigación periodística. Difundir lo mismo a más personas, abaratando exponencialmente los costos de producción en contraste con los destinatarios de la programación común, sigue siendo más negocio que hacer programas imaginativos y capaces no sólo de entretener sino además, de formar a los públicos.

    Nuevas tecnologías, oportunidad y disparidad

    Resulta poco útil reducirse a lamentar la ausencia de pluralidad y la hegemonía de un pensamiento único que puede significar la concentración de muchos medios en unas cuantas corporaciones. A esa realidad se le puede acotar con medios de carácter público y con un empleo creativo de las nuevas tecnologías. Y sobre todo a los medios de carácter mercantil, que son la mayoría, es posible circunscribirlos a legislaciones que les asignen responsabilidades y que reconozcan los derechos que los ciudadanos tienen delante de ellos.

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