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El malestar en la globalización


    Joseph E. Stiglitz

    1. Datos del Autor
    2. Prólogo
    3. Capítulo I: La promesa de las instituciones globales
    4. Capítulo II: Promesas rotas
    5. Capítulo III: ¿Libertad de elegir?
    6. Capítulo IV: La crisis del este asiático.
    7. Capítulo V: ¿Quién perdió a Rusia?
    8. Capítulo VI: Leyes comerciales injustas y otros agravios
    9. Capítulo VII: Mejores caminos hacia el mercado
    10. Capítulo VIII: La otra agenda del FMI
    11. Capítulo IX: Camino hacia el futuro

    Datos del Autor

    Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001 y vicepresidente senior del Banco Mundial, vivió y presenció desde las primeras butacas los efectos nocivos que trae consigo la aplicación, en el marco de la globalización, de políticas económicas manipuladas por intereses financieros e ideológicos. El autor sostiene que la globalización, en sí, no es buena ni mala: si beneficia o golpea a los países y a sus habitantes, depende exclusivamente de sus administradores y árbitros. Entonces, el autor da comienzo a la dura crítica a las instituciones económicas mundiales.

    Según Stiglitz, el Fondo Monetario Internacional traicionó los ideales que lo fundaron, y gracias a su concepción de la perfección de los mercados hundió en la pobreza y el caos a aquellos que eran los más pobres dentro de los pobres. Desde el caso etíope, pasando por el del este asiático y concluyendo con el ruso, se demuestra cómo las instituciones globales recomendaron aplicar políticas desacertadas y estándares que sólo colaboraron a exacerbar las crisis y llevar al mundo al borde de un colapso económico global. La economía puede parecer una disciplina muy árida, pero un conjunto de buenas políticas económicas pueden cambiar la vida de todos los pobres del mundo.

    Con mucha razón miles de personas alrededor del mundo reclaman por un mundo más justo y equitativo. Y reclaman porque advierten que los mercados y los Estados están lejos de ser perfectos. Pero el FMI está convencido de que los mercados conforman una institución perfecta, y de ahí los grandes errores cometidos. Lo grave es que no se reconozcan dichos errores y se continúe por el mismo camino.

    Liberización de los mercados parece ser el primer mandamiento (y el primer error) para aquellos países que pretenden huir de la pobreza. Pero es hipócrita pretender ayudar a los países subdesarrollados obligándoles a abrir sus mercados para ser inundados por productos de países industrializados. De la misma manera, se debe dejar de coartar el accionar de los Estados cuando éstos busquen soluciones para apalear la pobreza de sus ciudadanos. Hay que lograr que los países en desarrollo consigan gobiernos fuertes y eficaces, y que los desarrollados sean justos a la hora de arreglar la economía internacional.

    El sistema no está enfermo: enfermos están aquellos que lo manejan. Reestructurándolo se podrá crear una nueva administración que atienda a los reclamos de los países desarrollados, pero sobre todo de los subdesarrollados; de los ricos, pero sobre todo de los pobres. No es justo que más del 50% de la población mundial viva sumida en la pobreza, la exclusión, el analfabetismo, la enfermedad y la miseria. Es inhumano que actualmente unos 1.200 millones de personas en el mundo vivan con menos de un dólar diario, al mismo tiempo que 2.500 millones de personas vivan con menos de dos dólares diarios.

    La globalización no cumplió con lo que prometió. La globalización no atendió a los desaventajados ni permitió un mayor acceso a la información, a la salud y a la educación. Muy por el contrario, la brecha entre pobres y ricos creció, y el acceso a la información se dificultó. Y por ello treparon los índices de corrupción y creció la implementación de políticas injustas. Es hora, entonces, de que la opinión pública tenga conocimiento del fin y del accionar de las organizaciones globales y de los Estados, para poder así reclamar por lo que les corresponde, y reclamar por lo que les corresponde a quienes no pueden ya reclamar.

    Es un hecho que la globalización es un huésped que no tiene planes para abandonar al mundo. Será algo beneficioso si queremos, porque nos dará tiempo y esperanzas de cambiarla. Pero será preocupante si continuamos en la misma postura y permanecemos al margen de este gran problema mundial.

    El mundo está lejos de resolver sus problemas, pero para comenzar a cambiarlo debemos suplir la arquitectura de las estructuras internacionales y también el esquema mental en torno a la globalización. La globalización mal gestionada trae consigo pobreza, pero también la amenaza a la identidad de los pueblos, su historia y sus valores culturales. Se debe lograr un proceso globalizador que respete a los pueblos y a sus idiosincrasias. Necesitamos entender que no se necesita de guerras armamentísticas para generar pobreza o malestar: basta con destruir culturas y religiones. Necesitamos entender que no sólo socavan la democracia los regímenes dictatoriales: la socava también la injusticia social.

    Las instituciones internacionales, los Estados y todas las demás personas del mundo deben comprender que, de continuar el mundo que exacerba las diferencias sociales, a largo plazo sólo se alcanzará la quiebra del orden mundial. Si elegimos y vamos a vivir en un mundo globalizado, no permitamos que se globalice la miseria y la desigualdad. No podemos permitir que el FMI culpe a los países de no haber sufrido lo suficiente para alcanzar una economía de mercado. Hay que luchar por el desarrollo sostenible de los pueblos: un desarrollo que no necesite del sufrimiento de los mismos para ser alcanzado.

    Las esperanzas no son nulas. Un cambio en el seno del Banco Mundial (tal vez no tan grande ni tan radical, pero cambio para bien, al fin) se dio a partir de la crisis del este asiático –o incluso algunos años antes–. El BM comprendió que era él quien debía ocuparse del desarrollo de los pueblos, de la ayuda para concretar ese desarrollo y consecuentemente, de la erradicación la pobreza.

    Para dar el primer paso en pro de la reformulación de la globalización es necesario que admitamos los errores que cometimos y que aprendamos de ellos. Pero ¿cómo aprender de los errores que no reconocemos? No basta sólo con las buenas intenciones y mucha voluntad de un puñado de ONGs. Es necesario que las instituciones globales y los Estados abandonen esa postura de infalibilidad que los caracteriza para poder así realizar un importante avance hacia una globalización más humana.

    Es necesario un debate abierto y sincero sobre las estrategias que vayan a aplicarse en los diversos países. Y es necesario que dichas estrategias se centren en: promover el crecimiento y reducir la pobreza; en trabajar con los Gobiernos de los países en desarrollo y desarrollados para atender a las inquietudes tanto del primer mundo como del mundo subdesarrollado, y en lograr la cooperación de la comunidad financiera internacional.

    Debemos llegar a un punto en donde los pobres compartan las ganancias del país donde viven cuando éste crece, y que los ricos de dicho país compartan las penurias sociales en momentos de crisis. Debemos llegar a un punto en donde los pobres reciban aquello que es suyo. Debemos llegar a un punto en donde se atienda de la misma manera a poderosos y pobres. En fin, debemos llegar a un mundo justo y humano.

    Entendamos que el desarrollo no consiste en el enriquecimiento de un puñado de individuos. Como expresa el autor "(…) no consiste en traer a Prada y Benetton, Ralph Lauren o Louis Vuitton para los ricos de las ciudades, abandonando a los pobres del campo a su miseria". El desarrollo consiste en transformar las sociedades sin destruirlas, mejorar las vidas de los pobres, permitir que todos tengan la oportunidad de salir adelante y permitir el acceso de todos a la salud y sobre todo a la educación.

    Comencemos por abordar el modesto sueño de un mundo menos pobre. Y luego estaremos en condiciones de pensar y de luchar por un mundo sin pobreza.

    Es éste el malestar en la globalización. Un malestar que terminará siendo enfermedad sino se lo cura. Pero si logramos curarlo, entonces estaremos en condiciones de afirmar que el malestar no habrá sido en vano.

    "EL MALESTAR EN LA GLOBALIZACIÓN"

    Resumen

    Prólogo (Pp. 11-19)

    Globalización. Un término polémico, en boca de todos: amado por unos, repudiado por otros… En los últimos años, y sobre todo luego del fin de la Guerra Fría a finales de la década del ’80, el término globalización ha sonado constantemente, sobre todo en aquellos países en los que, gracias a este fenómeno, miles de economías han quedado devastadas. Sin embargo, es curioso que la globalización no haya actuado de la misma manera en todos los países del mundo…

    Para el autor, la supresión de las barreras al libre comercio y la integración de las economías nacionales al mercado internacional, es muy benéfico en el marco de la globalización, sobre todos para los más pobres. Por desgracia, las decisiones son tomadas por entidades como el Banco Mundial, o países como los Estados Unidos de América; decisiones que encajan con los intereses o creencias de personas que manejan a "estos grandes". Claro está, el problema difícilmente se resolverá, sobre todo porque los intereses de "ese grupo de personas" no es hacer a los pobres más ricos…

    Stiglitz pasó más de veinticinco años de su vida escribiendo sobre quiebres, gobiernos de las corporaciones y apertura y acceso a la información, o lo que los economistas conocen como "transparencia". El acceso a la información podría eventualmente solucionar parte de los conflictos, aunque no es suficiente.

    En 1980, cuando China comenzó a dar sus primeros pasos en dirección a adoptar una economía de mercado, aplicaron políticas graduales, progresivas y acertadas, protegiendo siempre su mercado. A lo largo de 20 años quedó comprobado que las políticas chinas eran admirables.

    En este sentido, algo muy positivo sería vender los monopolios públicos a empresas privadas (lo que comúnmente se denomina como "privatización"). La competencia que se genera es provechosa, sobre todo, para los consumidores. Sin embargo, el estado no puede privatizar absolutamente todo.

    Hoy por hoy, se dejó de creer en la perfección de los mercados, es decir, mercados sin riesgos, sin desempleo o con problemas solucionables sencillamente. No obstante, las políticas recetadas por el FMI a los "países quebrados" se basan en la creencia de la perfección del mercado, no permitiendo las intervenciones de gobierno para que éste trabaje en pro del bienestar de todos.

    Paradójicamente, las organizaciones o instituciones internacionales, fueron creadas para: *orientar a los países al desarrollo; *administrar en tiempos de crisis; y *facilitar la transición económica. La opinión pública desconoce el fin de estas organizaciones, y es por eso que se necesita una mayor transparencia en el mundo y una mayor información sobre las instituciones internacionales.

    Tanto los mercados, como así también los estados poseen graves falencias, pero complementándose pueden "crear" una nueva administración de los países, administraciones más eficientes, sobre todo en aquellos países del sur del mundo donde existen los mayores problemas.

    Ciertamente, el mundo está lejos de solucionar sus problemas. Para comenzar, el Fondo Monetario Internacional diseña y aplica políticas económicas, que se caracterizan por ser desacertadas, estándares y anticuadas… Se emplea la misma receta para China, para Uganda o Bolivia, sin tener en cuenta la mínima consideración por la diversidad de los pueblos. En organizaciones como ésta, se evade día a día la discusión; no hay lugar para ella y, acostumbrados a esto, pretenden que China, Uganda, Bolivia o cualquier país, víctima de estas recetas, agachen sus cabezas "sin chistar". Comenta el autor que ninguno de los "altos rangos" de la organización en cuestión cuestionaban siquiera estas cosas… El dinero que cobrarían manejaba sus mentes y su corazón.

    Las "políticas de ajuste estructural" del FMI, empleadas para ayudar a un país sólo le enseñaban a ajustarse ante la crisis, provocaron hambre y disturbios en muchos rincones del mundo, y cuando "tuvieron éxito", sólo fue para el 10% de los "pudientes" de la población. Cuando los fracasos estaban a la vista, el FMI respondía que el sufrimiento era necesario para que las políticas económicas implementadas tuvieran efecto a largo plazo. Sin duda es necesario "pasar la tormenta" para ver el sol, pero lo sufrido por los países del tercer mundo superó ampliamente al "dolor requerido" para incorporarse al mundo globalizado. Era imposible que estos países no reaccionaran ante estas injustas políticas e, indiscutiblemente, ante la desigualdad del sistema comercial mundial que exige a los países tercermundistas abrir las puertas de sus mercados para ingresar los productos del primer mundo. Esto sólo provoco más riqueza para los ricos y más pobreza y enojo para los pobres.

    Tenemos que ser concientes de que vivimos en un mismo mundo, y las políticas implementadas deben atender a todos por igual. Deben ser justas y equitativas y basarse en la justicia social.

    Nuevamente, hacemos hincapié en la posibilidad de que el acceso de todos a la información ayude a establecer políticas más justas.

    Capítulo I: La promesa de las instituciones globales (Pp. 29-52)

    Las protestas contra las políticas implementadas por organizaciones e instituciones internacionales no son una novedad. Lo nuevo hoy es lo que acontece en el primer mundo: la preocupación por la ola de condenas, la preocupación de políticos y el dubio de la implementación de la globalización en el mundo. Como se puede comprobar, la globalización no atendió ni dio ventajas a aquellos que las necesitaban. Sin lugar a dudas, muchos viven mejor de lo que vivían, y las exportaciones se fomentaron, y muchos países se enriquecieron. La globalización permitió un mayor acceso a la información y a la educación, a la unión de activistas de todo el mundo por medio de la red que logró presionar a muchos estados del mundo en diversas temáticas; ayudó asimismo a la condonación de las deudas de países del tercer mundo, y propició la ayuda exterior. Está claro que la globalización deberá ser aceptada por los países del tercer mundo, aunque se resistan a aceptarla. Ahora bien, y a pesar de todos los adelantos: ¿cumple la globalización con las promesas del beneficio económico?

    Como se expone más adelante, unos 1.200 millones de personas en el mundo viven con menos de 1 U$S diario. Hacia 1990, eran apenas 100 millones, a pesar de que la renta mundial subía en un 2,5% anual. El problema reside en que los países con problemas políticos, sociales y económicos, no pueden atraer a inversores y cada vez se aleja más la posibilidad de fomentar un desarrollo sostenido.

    Como es de público conocimiento, los países ricos exigieron a los pobres eliminar sus barreras comerciales aunque, claro está, ellos las mantuvieron al igual que las cuotas a productos exportados desde el tercer mundo y los subsidios agrarios. De la misma manera, se incentivó la idea de "propiedad intelectual" y, a modo de ejemplo, los farmacéuticos del sur del mundo no pudieron fabricar más esos medicamentos a bajo costo para su gente. Sobre el flagelo de las pandemias como la del HIV/SIDA, los precios de los medicamentos aumentaron su precio de forma abrupta, y esto acrecentó a un ritmo veloz la expansión de la pobreza. A esto se le sumaba violencia urbana en Latinoamérica, conflictos étnicos en el África y golpes de estado en Centroamérica.

    Por otro lado, el FMI parecía habitante de "otro mundo". En respuesta a estos gravísimos problemas, salieron los prestamistas internacionales que, a cambio "de su ayuda", fijaron "ciertas condiciones", o lo que comúnmente se denomina "condicionalidad". La globalización estaba causando estragos.

    Ahora bien, ¿es justo culpar a la globalización de los problemas mundiales? A decir verdad, la globalización en sí misma no es ni buena ni mala. Depende de quién la dirija y controle: la globalización puede provocar graves daños o traer grandes beneficios. Pero, ¿qué es la globalización? Consiste, básicamente, en la integración más estrecha de los países y pueblos del mundo, provocada por la reducción de los costos del transporte y la comunicación, y el desmantelamiento de barreras artificiales a los flujos de bienes, servicios, tecnología, conocimientos –en menor grado–, y personas a través de las fronteras. El proceso de globalización fue impulsado por corporaciones internacionales, principalmente, en la esfera económica, por tres de ellas: el FMI (Fondo Monetario Internacional), la OMC (Organización Mundial del Comercio) y el BM (Banco Mundial). El FMI y el BM fueron fundados en 1944: el primero tenía la responsabilidad de crear la estabilidad económica mundial e impedir otra crisis como la de 1930 en los Estados Unidos. El BM –cuyo nombre original era "Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo"– se encargaría de la reconstrucción de los países destruidos por las Grandes Guerras y el colonialismo, y acompañarlos en su camino hacia el desarrollo. La estabilidad política estaría en manos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

    Hagamos ahora una mirada introspectiva en el BM. En 1968 se nombra presidente de esta entidad a Robert McNamara. Afectado por la pobreza que había contemplado en el tercer mundo, pidió ayuda al economista Chenery, nombrado economista jefe, para erradicar la pobreza. Este último congregó a un grupo de economistas de primera categoría para que trabajaran con miras a cumplir con el objetivo que se le había confiado. Pero con el cambio de guardia, en 1981, fue nombrado jefe del BM William Clausen, y una nueva economista jefe: Anne Krueger. Era especialista en comercio internacional, reconocida por sus estudios sobre "búsquedas de rentas" que explicaban cómo los intereses creados recurren a los aranceles y otras medidas proteccionistas para expandir sus rentas a expensas de otros.

    Con estos cambios de aire en el Banco Mundial, el FMI comienza a ser manejado enteramente por el G-7. A partir de ese momento, muchas recomendaciones de la entidad contribuyeron a la estabilidad global, pero, igualmente, se vivía en un mundo muy injusto. Se necesitaba una organización que regulase las relaciones comerciales, facilitase el libre flujo de bienes y servicios y no permitiese depresiones económicas. Nace así, en 1995, la OMC.

    La OMC no fija las reglas dentro del mundo comercial, sino que dispone de la infraestructura necesaria para la creación de foros y debates, y se encarga de que las decisiones o acuerdos resultantes de dichos encuentros sean cumplidos.

    El principal precedente de la fundación de la OMC se remonta hacia 1980, cuando se firmó el "Consenso de Washington", en la ciudad homónima, por el FMI, el BM y el Tesoro de los Estados Unidos. Esto marcó el comienzo de un nuevo enfoque a los problemas de América Latina, que luego se aplicó a todos los países pobres del hemisferio sur.

    Sin embargo, como se especificó anteriormente, en 1981 cambia la presidencia en el FMI, y las recomendaciones fueron la rápida liberación del mercado… Así la brecha entre pobres y ricos se ensanchó.

    Capítulo II: Promesas rotas (Pp. 53-88)

    Actualmente todo es pensado para evitar el contacto físico. En las guerras, las bombas se tiran desde 15.000 mts. de altura, al igual que las políticas económicas se piensan y aplican por personas que residen en un hotel de 5 estrellas, muy lejos de las personas que quedarán destruidas, más allá de que el lema del Banco Mundial sea "nuestro sueño es un mundo sin pobreza"…

    Traducido a números, actualmente unos 1.200 millones de personas en el mundo viven con menos de 1 U$S diario, al mismo tiempo que 2.500 millones de personas viven con menos de 2 U$S diarios. Suman, las dos partes, más de un 60% de la población mundial… Cerca de 4.000 millones de personas habitan en la pobreza más total. 4.000, de 6.000 millones de habitantes en el mundo.

    Comenta Stiglitz que en su primer día como vicepresidente senior del Banco Mundial concibió la idea de reducir la pobreza mediante: *estrategias más eficaces para promover el crecimiento y reducir la pobreza; *trabajar con los gobiernos de los países en desarrollo para aplicar dichas estrategias; y *hacer todo lo que pudiese en los países desarrollados a favor de los intereses e inquietudes del mundo subdesarrollado, presionando para que abran sus mercados o presten una asistencia efectiva mayor. Sabía que su tarea sería ardua, pero no que los obstáculos a afrontar serían seres humanos de la "institución hermana": el FMI.

    Etiopía y la lucha entre la política del poder y la pobreza

    Mucho antes de 1997, al este de continente africano, la situación de un país en especial era catastrófica. El ingreso anual per capita era de U$S 110, y dos millones de personas habían muerto por sequías y hambrunas.

    Hasta 1991, gobernó este país africano un marxista: Mengistu Haite Mariam, que fue derrocado por guerrillas opositoras, comandadas en aquel entonces por Menes Zenawi, en 1997, Primer Ministro de Etiopía. Este último, muy honrado y comprometido con la descentralización del poder, llevó a su país, en 1993, a una estable democracia y le permitió, en el mismo año, la declaración de independencia a la actual Eritrea. Sin embargo, y a pesar de todos estos adelantos, la situación de los derechos humanos era aún precaria.

    Años más tarde, en 1997, se acrecentaba una disputa entre el FMI y el BM contra Menes, a pesar de que las condiciones económicas de Etiopía eran inmejorables. La inflación prácticamente era inexistente: se trabajaba en pro del crecimiento y los índices de desempleo bajaban día a día. Esto, sin lugar a dudas, era muy importante para el Fondo, ya que si existiera la inflación significaría que los gobiernos gastan más de lo que recaudan por impuestos. También para los economistas esto es así, ya que consideran que dada la inflación y el estancamiento del desarrollo, "el esquema macroeconómico sería desastroso". Cuando ocurre esto último, el FMI suspende la ayuda económica.

    Sin embargo, Etiopía gozaba de un cuadro económico satisfactorio, se dedicaba a los pobres, desarrollaba una estrategia de desarrollo rural y había reducido los gastos militares. Era un país merecedor de ayuda exterior; paradójicamente, el Fondo adujo a que estaban preocupados por la situación presupuestaria etíope. Al recibir ayuda extranjera, eran prácticamente esos sus ingresos, y al FMI le preocupó que se agotara esta ayuda.

    Menes, con dicha ayuda, construía escuelas y hospitales, en vez de resguardar parte de ésta para reservas. El FMI, seguía mostrando sus preocupaciones, aunque para el Primer Ministro no tenía sentido… Había luchado 17 años por su pueblo, y no accedería a irracionales recomendaciones de un grupo de burócratas. La postura del FMI era, ciertamente, disparatada, sobre todo porque en el caso etíope quedó demostrado que la asistencia internacional era más estable que los ingresos fiscales. En conclusión: el Fondo planteaba algo carente de sentido; si los impuestos y la cooperación internacional no son ingresos, entonces todos los países se encontrarían en problemas. En todo caso, Etiopía "no tenía, ni debía" dale explicaciones al Fondo debido a que le pagaría la suma total de lo prestado, y a término.

    Pero, claro está, los intereses del Fondo eran otros muy distintos, y eran éstos precisamente los que causaban las tensas relaciones entre esta entidad y Etiopía. El FMI pretendía que Etiopía abriese sus mercados financieros a la competencia occidental y dividiese su mayor banco en diversas fracciones, que difícilmente soportarían a competidores como Citybank o Travelers. Y, aunque esto hubiera sucedido, el dinero de estos bancos iría a manos de grandes empresarios, y no para los pobres agricultores etíopes. Ciertamente, y con razón, Etiopía no cedía a las presiones. No quería vivir la experiencia de su hermana Kenya que, luego de ceder a las presiones del Fondo, catorce bancos quebraron entre 1993 y 1994. Como era de esperarse, el Fondo suspendió su ayuda. Por suerte, el Banco Mundial, triplicó su asistencia económica a Etiopía, aunque pasaron meses hasta que el Fondo suavizara su postura para con el pobre país africano.

    Desde hace mucho tiempo, acerca de las decisiones tomadas por el Fondo no hay debate público ni mucho menos y, lo que es peor, poseen un escaso conocimiento de las economías mundiales, comenzando por la de los Estados Unidos. Pero los Estados Unidos se puede dar el lujo de desatender estas recomendaciones sin sufrir represarías, cosa que no pueden hacer los países tercermundistas. A modo de ejemplo, para el FMI no existen imperfecciones en el mercado, como el desempleo o el paro. Si para el FMI la demanda iguala a la oferta, entonces no hay cabida para el paro o el desempleo. Dicho de otra manera: según el fundamentalismo de mercado, los mercados funcionan a la perfección y la deuda debe igualar a la oferta. Entonces ¿a que atribuyen dichos "desperfectos"? La primera víctima es el Estado y sus políticas.

    Para ilustrar con un ejemplo, alrededor de 1996 asedió a Botsuana una sequía que trajo innumerables muertes y arruinó el sector ganadero del país. El FMI propuso "su receta", y Botsuana prefirió desatender dichas recomendaciones, y ajustarse el cinturón hasta recobrarse. A pesar de dichos ajustes, no se conoció prácticamente el descontento social que hubiese provocado un acuerdo del gobierno con el Fondo. En apenas cuatro meses, Botsuana se había recuperado.

    Según el FMI, no son ellos los que dictan "las recetas", sino que son negociadas, aunque éste es un débil argumento considerando la desigualdad de dichas negociaciones: un país desesperado por un préstamo sucumbirá fácilmente a las presiones del Fondo, a excepción de unos pocos. Lo que es peor es que el país desesperado por dinero no podrá recibir préstamos de otros donantes (BM, UE y países independientes) si el FMI no lo autoriza.

    Otro de los tantos aspectos a considerar son las condonaciones de las deudas. Si el FMI no está de acuerdo con el plan económico implementado en un determinado país, no hay lugar para la condonación. Esto otorga al FMI un gran poder, y ellos lo saben. Si un país cliente desea establecer un contrato con el Fondo, debería someterse a la voluntad del mismo. Entonces, el FMI le dirá qué hacer, de qué manera hacerlo, qué leyes dictar para cumplirlo, etc. Para esto, establece plazos de 30, 60 ó 90 días. Son éstas las llamadas "condiciones". Pero aparece también un término empleado a menudo por el FMI: la "condicionalidad". Consisten en condiciones más rigurosas que a menudo convierten al préstamo en herramientas políticas, en herramientas de presión.

    Igualmente, algo que el FMI hace recurrentemente es sugerir –por no decir obligar– que los Bancos Centrales se ocupen pura y exclusivamente de la inflación. ¿Y el paro, el desempleo, los préstamos a personas de escasos recursos, el crecimiento, el desarrollo?

    Pero las recomendaciones del Fondo parecen no funcionar. Las buenas políticas no se compran, y la condicionalidad no garantiza que el dinero sea gastado correctamente ya que el dinero que entra con un objetivo libera a otro para un objetivo distinto. Por ejemplo, si al Presidente de un país se le ocurriese construir un camino que desemboque en su casa, pero existe la necesidad de crear camino para que los agricultores lleguen a sus campos, el Banco optará por el beneficio de los muchos. Una vez construido el camino, el Estado no tendrá sobre sus espaldas la responsabilidad de crear un camino para los agricultores, y así destina dinero de sus fondos para la construcción de un camino para llegar a la casa del Presidente.

    A pesar de todo los "contra" de la liberización de los mercados, el Fondo insistía en este punto, y eran sus programas de préstamos una evidente base de manejos políticos. Por ejemplo, el Fondo suspendió el modesto programa de ayuda a Kenya, aduciendo a la gran corrupción que envolvía al país. Si bien era esto cierto, a Rusia no le suspendieron los préstamos, y Rusia es un país con altos índices de corrupción. Pero claro, Kenya no posee armas nucleares.

    Otro punto en el que el Fondo insistía, eran las privatizaciones, propiciadas, en parte, por el hecho de que el Fondo consideraba que si un Estado administra las empresas no podrá aislarse de las presiones políticas.

    Veamos ahora cómo el Fondo aplica sus recetas. Antes de visitar un país cliente, el FMI redacta un borrador; en realidad, copia la mayor parte de una receta estándar, y la pega en el nuevo borrador. Para ser justos con el FMI, hay poco tiempo para debatir francamente y construir los informes sobre el consenso, pero el Fondo, por ejemplo, estuvo años tratando con la situación económica africana, y hoy África es uno de los continentes más pobres del mundo.

    Sin embargo, si lo que se busca es que el país asuma los programas, se deben basar en el consenso, y no deben ser programas obligados por el Fondo. Se debe abandonar la condicionalidad, y se debe aplicar la "selectividad", es decir, retribuir con más fondos a los países que demuestren el correcto uso del dinero, e incentivarlos para que lo sigan haciendo.

    Entre otros problemas del Fondo, se encuentra el de la carencia de transparencia y, al no existir una ley sobre la libertad de información, ningún ciudadano del mundo puede apelar a ella para acceder a los documentos o informes del Fondo.

    Capítulo III: ¿Libertad de elegir? (Pp. 89-131)

    Los gobiernos podrían mejorar sus políticas económicas, sobre todo si dieran margen a las privatizaciones de empresas y se encargaran de proveer servicios públicos esenciales en vez de administrar empresas.

    El problema radica en el hecho de que si la privatización se convierte en un fin y se excluyen políticas –de bienestar social– para aplicar luego de las privatizaciones, es imposible el crecimiento equitativo y sostenible.

    Privatización

    Desgraciadamente, tanto en las políticas del Fondo como en las del Banco Mundial, se incentivaba a una privatización extremadamente rápida, dejando a los países en "ese" tiempo para planear las políticas a aplicar, post privatización. De la misma manera, el FMI da por sentado que los mercados satisfacen todas las necesidades, cuando en realidad es el Estado que satisface las necesidades de los más pobres. Los innumerables problemas se acentúan aún más cuando una empresa compra a una pública y convence al Estado de concederles el monopolio. Las tarifas son sumamente abultadas, sin lugar a dudas, por el poder que les otorga el monopolio de fijar los precios ante la carencia de competencia.

    Otro problema que acarrea la privatización es el del desempleo. Al necesitar empleados jóvenes, despiden a los de mayor antigüedad con bajas indemnizaciones, y contrata a los nuevos por escasísimos sueldos. A esto se le suma una gran cantidad de costes sociales que rara vez se solucionan en poco tiempo.

    En algunos países, las privatizaciones han empeorado mucho las cosas ya que, generalmente, traen a una compañera de la mano: la corrupción.

    Liberización

    La "liberización" consiste en la supresión de interferencia pública en los mercados financieros, de capitales, y las barreras comerciales. Los efectos de esta política pueden ser perniciosos; hasta el FMI ha reconocido que ha insistido en ella excesivamente.

    La aplicación de la liberización contribuyó a crisis financieras globales en la década del ’90, y fue devastadora en pequeños y pobres países. Por el contrario, los países del este asiático se fueron abriendo progresivamente a la liberización, y la globalización fue aprovechada para la exportación de sus productos.

    En los foros de la OMC, los Estados Unidos y el FMI presionan cada vez más con la liberización de los mercados mundiales, y si no la cumplen determinados países, el FMI procede a suspender los préstamos.

    La recesión económica y las crisis bancarias son sólo algunos de los síntomas de la apertura de los mercados en países pobres, ya que no existe el tiempo necesario para establecer las políticas adecuadas para fortalecer sus propios mercados.

    Lo que resulta peor es la liberización del mercado de capitales que controlan el flujo de dinero caliente –dinero que entra y sale con rapidez en cortos plazos de tiempo– que entra o sale de un país. Si pensamos en las malas condiciones de los países subdesarrollados para que ciertas empresas inviertan, y a esto le sumamos la liberización del mercado de capitales, las consecuencias son catastróficas. Para evitar situaciones desfavorables, entonces, se les recomienda a los países apartar a sus reservas la misma suma de dinero que recibió una empresa, a corto plazo, y en forma de divisas.

    Para comprender mejor esto, ponemos un ejemplo. Si el Tesoro norteamericano hace un préstamo a corto plazo de 100 millones de U$S, con un 18% de interés, a una empresa de un país en vías de desarrollo, el gobierno de dicho país deberá reservar el mismo monto de dinero. Pero el problema es el siguiente: el país no puede reservar dicha cantidad, y ¿a quién acude? Sí. Al Tesoro de los Estados Unidos que le prestará los 100 millones de U$S con un 4% de interés. Para éste último significa un gran negociado: recibirá la suma de 200 millones de U$S, más un alto porcentaje de intereses. Anualmente, los Estados Unidos recaudan alrededor de 14 millones de U$S sólo en intereses.

    El problema, todavía peor, es que las empresas que piden dichos préstamos pertenecen al sector privado y es el Estado quien debe ajustar sus reservas.

    El papel de la inversión extranjera

    Como se plasmó en el Consenso de Washington, la inversión extranjera es sumamente importante y uno de los tres pilares de dicho Consenso. En muchos casos, la inversión extranjera ha cumplido un importante papel en muchos países, aunque los aspectos negativos son reales. A menudo, de la mano de dicha cooperación extranjera se instalan en un determinado país "multinacionales" que desplazan a las pequeñas y medianas empresas y tiendas o almacenes.

    Si bien es cierto que muchas personas perderán sus fuentes de ingresos, las multinacionales ofrecen sus productos a bajos precios, lo que es provechoso para los "consumidores tercermundistas" que conviven a diario con la subsistencia. Pero para los críticos, no es éste el único punto de vista por analizar. En ausencia de estrictas leyes que regulen la competencia, a medida que las multinacionales vayan eliminando a sus competidores locales, reinará el monopolio, y los precios serán establecidos de acuerdo a sus intereses. Los benéficos "bajos precios" pasarán a ser sólo una ilusión.

    Otro gran riesgo consiste en dejarle la banca de un país a bancos de otros, como pasó en Argentina antes de 2001. Sin lugar a dudas, los bancos extranjeros brindarán mejores servicios y más seguridad en los depósitos, pero lo cierto también es que beneficiarán a multinacionales y no a pequeñas, medianas empresas o microempredimientos. Como se verá, el desafío no es crear bancos seguros y solventes, sino bancos seguros y solventes que ayuden a crecer.

    Las "cláusulas de acuerdo firme de compra", los sobornos por parte de empresas para los gobiernos o la corrupción en general, en contadas ocasiones hacen las veces de "aceite" para las maquinarias que montan las multinacionales. Como se aprecia, son éstos algunos de los tantos contra de la presencia de la inversión extranjera en un determinado país.

    En pocas palabras, si se pretende ayuda extranjera inmediata, el precio será la socavación de los procesos democráticos. Además, estas inversiones pueden colaborar a desarrollar una determinada región del país, y no la totalidad del mismo, y crear así una "economía dual", o una economía con bolsas de riqueza; si bien puede ser esto positivo en algunos aspectos, no es ésta una economía desarrollada. De hecho, el flujo de recursos puede causar la llamada "enfermedad holandesa" cuyo síntoma es el estancamiento del desarrollo. La entrada de capital lleva a una apreciación de la moneda, que abarata las importaciones y encarece las exportaciones. Muy por el contrario a lo que resulta saludable para los países subdesarrollados, el FMI "recomendaba" hacer, precisamente, aquello que no se debía hacer.

    Secuencia y ritmos

    De todos los desatinos del FMI, la falta de sensibilidad ante los grandes contextos sociales es el peor. No obstante, todos los errores del Fondo, que son en realidad sus propuestas, afectan exclusivamente a los más pobres de la parte del mundo más pobre.

    En líneas generales, es importante la eficiencia de mercado, pero es menester evaluar cuáles serán los costos sociales y, a menudo, el FMI no comprende que no sólo políticas económicas deben ser tomadas por los Estados para la apertura de sus mercados y llegar al desarrollo: para que los pueblos se desarrollen, es necesario primero transformar a las sociedades mediante la educación. Pero para el Fondo, la educación gratuita significa disminución de ingresos fiscales; empero, a pesar de lo que la entidad opine, Uganda, por ejemplo, brinda educación primaria gratuita a su gente. Como quedó comprobado, la situación social de niñas y mujeres mejoró considerablemente, y los índices de alfabetización ascendieron.

    Para concluir: una inflación moderada no es el ideal para crear un ámbito propicio para la inversión, pero la violencia y las contiendas civiles son peores. Pero, desgraciadamente, en los celosos cálculos de la macroeconomía del FMI, con frecuencia no hay sitio para tales inquietudes.

    Economía de la filtración

    Afortunadamente, con el paso del tiempo, se comenzó a reconocer que existe un "contrato social" que vincula a los ciudadanos entre sí y con su Estado. Una parte de este contrato, contempla la equidad: que los pobres compartan las ganancias de la sociedad cuando crece, y que los ricos compartan las penurias sociales en momentos de crisis. Las políticas del Consenso de Washington, no obstante, no prestaron atención a la equidad ya que creían en la "economía de la filtración", es decir, consideraban que, finalmente, los beneficios del crecimiento de un país se filtrarían y llegarían a los pobres. Pero esto no fue más que una creencia. A modo de ejemplo, Clinton creyó que esto en los Estados Unidos jamás funcionaría, y puso en funcionamiento planes para ayudar a los pobres. Es obvio que, si en Estados Unidos no funcionó, tampoco funcionaría en los demás países del mundo. Paradójicamente, el Tesoro de los Estados Unidos, recomendaba aplicar esta política en otros países.

    Como prueba, los países latinoamericanos que aplicaron esta política económica quedaron destruidos: con más pobres de los que tenían, a pesar de las mejoras en la economía. Sin embargo, el FMI se vanagloriaba de los avances en Latinoamérica en términos de reformas de mercado durante la década del ’90. Y decimos "se vanagloriaba" porque su mejor alumna, la Argentina, en 2001 colapsó. Es claro que el crecimiento por sí solo no siempre mejora el nivel de vida de la población de un país. Además, la política de filtración desatiende los problemas de la educación y la salud, y esto es nocivo para un Estado. En Tailandia, por ejemplo, tras aplicar esta política de filtración, la prostitución aumentó y, además, se tuvieron que recortar los presupuestos para la lucha contra el sida: el que había sido uno de los programas más exitosos del mundo en la lucha contra el HIV, sufrió un serio revés.

    Prioridades y estrategias

    En los planes del FMI, el dinero se destina para salvar bancos pero no para la mejora de la educación, la salud o para rescatar a desempleados que perdieron sus trabajos luego de sus recomendaciones macroeconómicas. El FMI batalla para que el Estado no aplique a sus ricos impuestos impositivos altos; pero calla cuando a los pobres se les otorga mucho menos del dinero que les corresponde por su trabajo. Por ejemplo, el Fondo debería impulsar una reforma agraria, pero esto supone un cambio en la estructura social que perjudicaría a las elites económicas y a quienes operan con ellas: las instituciones financieras internacionales.

    La cuestión tiene que ver con el impacto de políticas concretas. Algunas políticas promueven el crecimiento, pero apenas ejercen efectos sobre la pobreza; algunas, fomentan el crecimiento, pero aumentan la pobreza; otras, en cambio, provocan el crecimiento y reducen la pobreza. Estas últimas son las denominadas políticas pro pobres. Es necesario entender que la pobreza es un legado que pasa de generación en generación, porque rara vez padres pobres pueden brindarle educación a sus hijos, o rara vez padres pobres tienen los suficientes ingresos como para calentarse y cocinar en su casa, provocando la tala de árboles y la degradación del medio ambiente.

    Refiriéndose a los empleos, y a pesar de que los trabajadores han luchado por decentes empleos, la política del FMI denominada "flexibilidad del mercado laboral" sólo augura salarios más bajos y menor protección laboral. Una vez más, las estrategias del Fondo devastan a la clase media –sin hablar de las clases más bajas–, y enriquece a un puñado de opulentos.

    Para empeorar la situación, y luego de la pérdida de la clase media, la sociedad comienza a carecer de personas que clamen por el imperio de la ley, por la educación universal, la seguridad social y la salud gratuita.

    Otra nociva política recomendada por el FMI es la de reducir los salarios a aquellos trabajadores que recurran al paro como forma de expresión. Como quedó comprobado, es una falsa suposición. Se lograrán, sí, más puestos de empleo –aunque con salarios reducidísimos–, pero se incitará al descontento y a la violencia social.

    Como sea, y ya concluyendo, la mayoría de los países que abrazaron las políticas del Fondo se hundieron en el fracaso. Si, con suerte, algún país llegó a mejorarse y a desarrollarse, los beneficios fueron a parar a manos de unos pocos (generalmente un 10%, o tal vez menos, de la población)., y el desarrollo no fue sostenido. Un ejemplo claro es el de Latinoamérica: en los años ’70 el crecimiento anual de la región era del 5,4%, mientras que descendió al 2,9% luego de las reformas del FMI.

    En las agendas del Banco Mundial y del Fondo, los planes para el desarrollo eran buenos. Pero ejecutar los planes de desarrollo de sus agendas, como por ejemplo la liberización de los mercados, sin siquiera tomar precauciones y considerar a las sociedades –especialmente a los pobres–, supone aplicar políticas que no conducen, por más que se quiera, al desarrollo… Muy por el contrario, sumergirán a los países en un marcado subdesarrollo, tanto económico como humano.

    Capítulo IV: La crisis del este asiático. De cómo las políticas del FMI llevaron al mundo al borde de un colapso global (Pp. 133-189)

    El 2 de julio de 1997 se hundió el bath tailandés, y así quedo inaugurada la crisis económica más grande luego de la gran depresión de 1930. La crisis se extendió a los países más cercanos y amenazó a América Latina y los Estados Unidos. Por desagracia, las políticas que quería implementar el FMI, y que de hecho implementó, sólo ayudaron a recrudecer y empeorar la situación. Esto llevó a miles de personas en el mundo a exigir la revisión no sólo de las políticas del Fondo sino también de la efectividad de la propia organización.

    En perspectiva, las políticas del FMI no sólo exacerbaron los problemas en el este asiático sino que, de hecho, fueron las responsables de que aparecieran. Sin embargo, los países de la región se recuperaron con tal rapidez que se conoció al hecho como "el milagro del Este asiático".

    En el informe donde se explicaba este milagro se llegó a la conclusión de que los países asiáticos se habían recuperado por no aplicar ciertas políticas del Consenso de Washington. Muy por el contrario, esta recuperación se debía en gran parte al accionar de los estados. El "milagro" era en realidad ficticio; todo lo que habían hecho los estados del este asiático fue ahorrar e invertir correctamente.

    La crisis no pareció afectar demasiado a Occidente, y la postura de Clinton fue la de restarle importancia al grave problema y, consecuentemente, no asistir económicamente para aliviar la situación. Esto provocó un descontento generalizado, sobre todo en Tailandia que en la Guerra de Vietnam había ofrecido un intenso apoyo a los Estados Unidos.

    Por otro lado, los líderes del BM y el FMI compartían la postura de Clinton, mientras que los líderes de los países asiáticos con graves problemas estaban aterrorizados. Sabían qué medidas tomar para recuperarse pero, de ser tomadas, el Fondo los condenaría con la retirada del capital internacional.

    Malasia fue el único país que se atrevió a enfrentar al Fondo y, "sorpresivamente", la recesión de dicho país fue la más breve y menos profunda.

    El problema en Corea fue prácticamente mediático (comenzaron a expandirse los rumores de que Corea no poseía reservas y los bancos extranjeros no les renovaron los préstamos), pero el problema en Tailandia fue algo peor. Los especuladores (que advirtieron la devaluación de la moneda local –el bath–), comenzaron a comprar U$S. Lo que sigue se sabe: el valor del bath cayó, y para esto el gobierno comenzó a vender sus reservas en U$S para evitar la devaluación de la moneda local. Pero llegó el momento en que el gobierno se quedó sin la divisa norteamericana e, inevitablemente, la moneda local se devaluó considerablemente.

    A todo esto el problema se acrecentaba. A modo de respuesta, la comunidad internacional destinó 95.000 millones de dólares (55.000 millones para Corea, 33.000 para Indonesia y 17.000 para Malasia), con el propósito de que dichos países sostuviesen su tipo de cambio. Además, el dinero fue utilizado en parte para pagar las deudas de las empresas de estos países para con los prestamistas internacionales. Desgraciadamente, los más ricos comenzaron a comprar U$S a un cambio favorable y comenzó lo que se denomina salida o fuga de capitales, es decir, los más ricos sacaron sus grandes sumas de dinero para depositarlas en bancos internacionales.

    Pero, claro está, estos préstamos traían consigo "condiciones" impuestas por el Fondo: en primer lugar se debían elevar los impuestos y, seguidamente, recortar el gasto público. Asimismo, se obligó la abolición de los monopolios y a una mayor transparencia. En fin, a cambio de ayuda, se debía renunciar a gran parte de la soberanía económica.

    Pero la situación no parecía mejorar y las divisas siguieron perdiendo valor. El FMI culpó a dichos países de no aplicar seriamente las políticas recomendadas y, como era de esperarse, los inversores huyeron. Paralelamente, el PBI se desplomaba y los bancos cerraban. Los paros se multiplicaban y los índices de desempleo llegaban a porcentajes altísimos. El crecimiento de la pobreza era incontrolable.

    De cómo las políticas del FMI y el Tesoro de EE.UU. condujeron a la crisis

    Stiglitz sostiene que fue la liberización de la cuenta de capital lo que condujo a más de cien crisis económicas alrededor del mundo. Dicha política fue impulsada y recomendada por el Fondo pero, lo que es peor aún, es que fue fomentada a pesar de que contaban con escasas –o nulas– pruebas de que, con su aplicación, se lograba el desarrollo económico.

    Para el Fondo, el mercado "debe" saber más que nadie y, lo que él dice, es palabra sagrada. Poco importa si un país se hunde en el subdesarrollo o si sus pobres se hacen más pobres… El mercado es el que manda.

    Claro que en este punto y en el de la liberización de los mercados, el Tesoro de los Estados Unidos, es su fiel y mayor aliado…

    La primera ronda de errores

    En 1997, el error inicial fue comparar al este asiático con América Latina. Las realidades no podrían ser más diversas. En primer lugar, los países del este asiáticos no sufrían de inflación y en segundo lugar gozaban de superávit. El problema residía en el gran endeudamiento de las empresas.

    En pocas palabras, los países asiáticos tenían muchos elementos para ponderar… y pocos para criticar.

    Políticas contractivas <<hooveritas>>: una anomalía en el mundo moderno

    Al despuntar la crisis, el este asiático estaba prácticamente en macro equilibrio –con reducidas presiones inflacionarias y presupuestos públicos en equilibrio o superávit–. Esto tenía dos consecuencias obvias. Una: el colapso de los mercados cambiarios y bursátiles, la explosión de la burbuja inmobiliaria, con una caída de la inversión y el consumo, precipitarían una recesión. Dos: el colapso económico derivaría en un colapso recaudatorio, con la consiguiente brecha presupuestaria. Desde Hoover, ningún economista responsable ha sostenido que haya que concentrarse en el déficit actual y no en el estructural, esto es, el déficit que se registraría si la economía operase en pleno empleo. Pero esto fue justamente lo que recomendó el FMI.

    Política de <<empobrecerse a uno mismo>>

    De todos los errores cometidos por el Fondo, al más difícil de hacerle frente fue al hecho de que la entidad no reconociese las importaciones internacionales entre los diversos países. Así, cada país se debilitaba y reducía sus importaciones a sus vecinos, arrastrando a éstos hacia abajo. Los países del este asiático exportaban la recesión.

    La única, aunque lamentable solución al problema, fue reducir las importaciones. Y sucedió: se produjeron frenazos económicos masivos, rebajando las rentas, a pesar del superávit comercial que sobrevino debido a las exportaciones. Así se puedo pagar a los acreedores extranjeros, pero los países estaban devastados. Si el objetivo era éste, fue un éxito. Pero el costo social fue muy caro. Ésta fue la mayor traición del FMI a su razón de ser.

    Estrangular la economía con altos tipos de interés

    Elevar los tipos de interés alrededor de un punto porcentual es preocupante. Y justamente, las políticas fiscales del FMI no recomendaban elevar más de un punto porcentual… ¡recomendaban elevarlo veinticinco puntos porcentuales!

    El razonamiento parecía simple: al subir los tipos de interés, un país se volvería más atractivo para que el capital fluyese. A mayor entrada de capital, se sostendrá el tipo de cambio y la moneda se estabilizaría.

    Pero el Fondo sabía que el problema del este asiático radicaba en instituciones financieras débiles y empresas excesivamente endeudadas. Sin embargo, se presionó en pro de aplicar una política de altos tipos de interés, y que luego de ser aplicadas, sólo exacerbaron estos problemas

    El 75% de las empresas en Indonesia se encontraron en problemas, y en Tailandia el 50% de los créditos contraídos fueron impagos. Empero, el FMI demostró no tener la voluntad de ayudar a la región. De hecho quedó probado cuando, en 1997, Japón ofreció cerca de 100.000 millones de U$S para la creación de un Fondo Monetario asiático que financiara las medidas de estímulos necesarias. El Tesoro de los Estados Unidos se empeñó en aplastar la idea y el FMI, lo secundó. La idea era clara: ellos buscan generar competencia en los mercados, pero no soportarían una competencia para su institución.

    Sin embargo, cuando ya la crisis era desesperante, Japón volvió a ofertar el dinero para la creación de la institución asiática, pero esta vez sólo ofreció 30.000 millones de U$S. Pese al desacuerdo de los Estados Unidos (que preferían que con ese dinero se salvara a sus bancos), se fundó el Fondo Monetario Asiátivo. Desgraciadamente, su ahogo fue inmediato: los intereses de los norteamericanos eran precisamente los contrarios a los propuestos por el FMA.

    Muchos funcionarios locales quedaron resentidos para con los Estados Unidos. Por ello hay iniciado un organismo similar, cuyo nombre, Iniciativa Chang Mai, nos recuerda a la ciudad tailandesa donde fue lanzado.

    La segunda ronda de errores. La reestructuración chapucera

    A medida que la crisis se agravaba, la nueva consigna era la necesidad de reestructuración.

    El tiempo sería testigo de que la reestructuración fallaría y que empujaría a las economías más débiles aun más abajo.

    Sistemas financieros

    El problema principal del este asiático fue un problema financiero; el sistema financiero puede ser comparado con el cerebro de la economía. Básicamente, asigna el capital a donde sea más efectivo y genere mayores rendimientos. Asimismo vigila los fondos para asegurarse de que fueron empleados de forma comprometida.

    Ahora bien, en un sistema macroeconómico al borde del colapso, los bancos recortan sus financiamiento, lo que provoca que muchas empresas reduzcan o suspendan su producción. Sin los beneficios de la producción, las empresas no pueden pagar a sus acreedores y entran en quiebra. Así, los balances de las entidades bancarias empeoran y se provoca un círculo vicioso del que se hace cuesta arriba salir. Con la sola quiebra de un importante banco, las consecuencias pueden ser terribles.

    El reconocimiento de la importancia de mantener los flujos crediticios es algo que ha guiado a los que elaboran políticas económicas para aplicar.

    Provocar una carrera bancaria

    La reestructuración bancaria consistió en la elaboración de un plan que separaba a los bancos en tres categorías: aquellos que debían se cerrados por su estado patrimonial, aquellos que debían mantenerse por tratarse de bancos sólidos y, finalmente, un tercer grupo de bancos deficientes pero reparables.

    Estas categorías se establecía por lo denominado ratio de apalancamiento, y se les obligó a los bancos a implementar la reestructuración. Pero, comenta Stiglitz, que cometieron el tipo de error sobre el que él advierte a sus estudiantes en el primer curso de Económicas, llamado la falacia de composición. Cuando un solo banco atraviesa por ciertas dificultades, entonces tiene sentido insistirle en que cumpla con el coeficiente, pero cuando muchos o la mayoría de los bancos tienen problemas, esa política puede ser desastrosa.

    Con el cierre masivo de bancos, se provocaba un serio problema. Al existir la devaluación de la moneda, se deben incrementar las exportaciones. Pero las empresas no pueden producir porque no hay bancos que les otorguen créditos, y así se exacerban los problemas. En Indonesia, dieciséis bancos privados fueron cerrados. La verdadera crisis se había hecho inevitable…

    Reestructuración empresarial

    Aunque la reestructuración se centró en la reestructuración financiera, era evidente que los problemas financieros no serían resueltos si no se abordaban los problemas del sector empresarial.

    Las empresas prácticamente en quiebra, desconocen cuáles son sus propietarios: si sus dirigentes del momento o los acreedores. Pero, de parte de ambos existe la intención de liquidar los activos de la empresa. En Estados Unidos y otros países, para evitar esto último, cuando las empresas suspenden sus pagos, los tribunales nombran a unos síndicos. Lamentablemente, Asia carecía del marco jurídico para llevarlo a cabo.

    Las políticas que entonces aplicó el Fondo fueron desastrosas. Confundió la reestructuración financiera (que implica aclarar quién es el propietario de la empresa y pagar la deuda y convertirla en capital) con la reestructuración real (aquello que la empresa debe producir, cómo producirlo y cómo organizarse para hacerlo). Cuando muchas empresas se encuentran en problemas, es crucial la intervención del Estado para garantizar el bienestar social. Pero, una vez más, el FMI alegó que el gobierno no debía intervenir, sobre todo en la reestructuración financiera. Los países, como Corea y Malasia, que no siguieron dicha recomendación, en dos años se recuperaron notablemente. Por el contrario, la reestructuración en Tailandia que siguió la estrategia del Fondo, languideció.

    Los errores más penosos: el riesgo de la agitación social y política

    El FMI había apostado unos 23.000 millones de U$S para sostener el tipo de cambio y rescatar a los acreedores; sin embargo, los subsidios para la alimentación de los pobres fueron recortados. Mas, tras grandes tumultos (por ejemplo en Indonesia) los subsidios fueron repuestos. Claro que esta decisión no evitó el estallido social: si había dinero, ¿por qué habían suspendido los subsidios para la alimentación?

    La recuperación: ¿vindicación de las políticas del FMI?

    En Wall Street una crisis termina cuando las variables financieras empiezan a girar. Pero lo verdadero y real es que no existe una genuina recuperación hasta que los trabajadores recuperen sus puestos de trabajo y se restauren los salarios al precio antes de la crisis.

    De todo el problema, lo peor es que los errores del FMI, probablemente, resulten perdurables. Y cuando se habla de la necesidad de pasar por una senda dolorosa para recuperarse, es oportuno señalar que el dolor en exceso y per se para las sociedades y sus economías es destructor.

    Malasia y China

    Malasia fue reticente a aplicar las políticas económicas del Fondo, y aunque las políticas de derechos humanos dejaron mucho que desear, las económicas fueron un éxito. Mahatir –Primer ministro de Malasia–, sostenía que el Fondo era de poco fiarse, y recibieron muchas críticas de parte de la comunidad financiera internacional.

    En 1997, un equipo del FMI y el BM fue enviado a evaluar el sistema bancario del país. Aunque el nivel de préstamos incobrables era alto (15%), el Banco Central había tomado acertadas medidas para proteger a los bancos de quedar expuestos a la volatibilidad de los tipos de cambio.

    Cuando la crisis regional devino en una crisis global, Malasia comenzó a actuar. La primera medida fue fijar el ringgit a 3,80 por dólar. Se continuó con severas restricciones a las transferencias al exterior de los capitales residentes en el país, y se congeló durante doce meses la repatriación de las inversiones exteriores de cartera. En el plazo de un año, Malasia revirtió su situación reestructurando sus bancos y empresas.

    Hoy en día, Malasia está considerablemente mejor que sus vecinos que aplicaron las políticas del FMI.

    Hay escasas pruebas de que los controles de capital desanimen a los inversores extranjeros ya que, de hecho, la inversión extranjera, en este caso concreto, aumentó.

    Algo similar sucedió con China. Al igual que la India, aplicó políticas de control de capitales, y si bien queda mucho aún por mejorar, China es hoy un país que se encuentra encaminado hacia el éxito.

    Corea, Tailandia e Indonesia

    La situación de Corea también era sumamente preocupante; alrededor del 40% de los créditos eran incobrables. Sin embargo, Corea no cerró sus bancos como recomienda a menudo el FMI, y fue así como el Gobierno coreano cumplió un activo papel en la reestructuración empresarial.

    La gran parte de los analistas tratan la crisis de Indonesia como un caso aparte, aduciendo que sólo la economía del país se vio sacudida por desórdenes sociales y políticos y restándole responsabilidad a las políticas del Fondo.

    Efectos sobre el futuro

    En el mundo es muy poca la inversión nueva financiada con capital nuevo, es decir, el capital que surge de vender acciones de una empresa. De hecho, son sólo Japón, Reino Unido y Estados Unidos los que disponen de una sólida red accionaria, precisamente porque cuentan con sólidos sistemas legales y una alta protección a los inversionistas.

    Por el contrario, en el resto de los países del mundo, las empresas dependen del cobro de deudas. La deuda en sí es riesgosa, y las recomendaciones por parte del Fondo –como la de la liberización del mercado–, la hacen aún más.

    Fue así como las políticas del FMI llevaron al deterioro de muchas economías en el mundo…

    Explicación de los errores

    El Fondo jamás ha aceptado sus errores. Según Stiglitz, esto se debe, en gran parte, a la soberbia.

    No obstante, en Asia abundan otras teorías, como aquella que concibe que las políticas recomendadas por el FMI buscan expandir los ingresos de Wall Street y otros centros monetarios.

    Sin embargo, Stiglitz cree en una teoría más sencilla: el FMI no integra una conspiración sino que representa y refleja los intereses de la comunidad financiera internacional.

    Una estrategia alternativa

    Al provocarse la quiebra de una empresa en los Estados Unidos se aplica el Código de Quiebras, que permite una rápida reorganización de una empresa deteriorada; esto se conoce como "Capítulo 11".

    Esto mismo, sólo que de manera más urgente, debería haberse aplicado en el Este asiático, y de haberlo hecho la enérgica intervención del Gobierno hubiese sido prescindible.

    Pero la intervención pública debería haber apuntado a la reestructuración financiera: el establecimiento de una clara propiedad de las empresas que les permitiera volver a entrar en los mercados de crédito. Ello les habría permitido aprovechar plenamente las oportunidades para exportar que derivaban de su bajo tipo de cambio. Habría eliminado el incentivo para liquidar activos; les habría suministrado fuertes incentivos para acometer cualquier reestructuración real que fuese imprescindible –y los nuevos propietarios y administradores habrían estado en una posición mucho más cómoda para dirigir esta reestructuración ya que, como suele decirse, los burócratas internacionales o locales, jamás han debido pagar una nómina–. Tal reestructuración financiera no demanda costosos rescates.

    Como consecuencia, las empresas deberán recurrir a la autofinanciación, pero también es de carácter urgente que instituciones internacionales como el FMI cambien.

    Capítulo V: ¿Quién perdió a Rusia? (Pp. 191-234)

    Dos fueron las grandes transiciones económicas de todos los tiempos: la primera cuando Rusia aplicó el comunismo y la segunda tras la caída del Muro de Berlín.

    Rusia experimentó un gran crecimiento, después de 1998, basado en la suba del precio del petróleo y de los beneficios de la devaluación (a la que tanto se opuso el FMI). Pero como dichos precios han caído y las ventajas de la devaluación ya han sido cosechadas, el crecimiento se ha desacelerado.

    Pero para llevar a cabo una exitosa transición de la economía de estado a la economía de mercado, es necesario comprender que la Revolución de 1917 apuntó también a un cambio social y político. De hecho cuando Rusia abrió sus puertas al mercado global, en las inmediatas y primeras elecciones democráticas, tras el hecho se observó un creciente rechazo a los extremistas de la reforma de mercado y subieron al poder partidos socialdemócratas.

    Desafíos y oportunidades de la transición

    En 1989, había en Rusia bancos que canalizaban el ahorro pero no decían quién obtenía los créditos; había empresas que producían, pero les decían qué producir y se les asignaban insumos y materias primas para hacerlo.

    Pero los gestores de las empresas se las ingeniaban para cumplir con sus cuotas de producción al tiempo que conseguían gratificaciones para ellos, lógicamente, por encima de sus salarios oficiales. Esto dio lugar a la elusión de la ley, o directamente, su violación, y todo esto se convirtió en una forma de vida. Se dio así lugar a la ruptura del imperio de la ley y el aumento de la prácticas corruptas.

    En el sistema soviético había precios, pero eran establecidos por el Estado. Los bienes de primera necesidad eran mantenidos artificialmente bajos para que el sector más pobre de la sociedad escapara de la miseria.

    Hace algunos años se pensaba que la economía de mercado poseía sólo tres ingredientes esenciales: precios, propiedad privada y beneficios. Pero dejaban de considerar la relevancia de las instituciones: aquellos entes legales y reguladores que ordenan los mercados.

    En el caso ruso, gradualmente se fue accediendo a una economía de mercado, pero no sin antes haber fundado los entes reguladores que mencionáramos en el párrafo ut supra.

    De cualquier manera, Rusia accedió a una economía de mercado; sin embargo, el nivel de vida cayó estrepitosamente.

    La historia de la <<reforma>>

    Los primeros cambios comenzaron a vislumbrase alrededor de 1992. El grueso de los precios fue liberalizado aunque se siguieron controlando aquellos concernientes a los recursos naturales.

    La liberización, la estabilización y la privatización a toda prisa fueron las políticas pilares del FMI. Pero en el caso ruso, estas tres políticas se tradujeron en una caída del 60% en la producción entre 1990 y 1999. Los inversores, lógicamente, no se iban a arriesgar a invertir en un país poco prometedor, y a esto se le sumó la fuga de capitales.

    La crisis de 1998

    Las importaciones inundaron a Rusia y los productores locales a duras penas podían competir. La inversión se había interrumpido y Rusia ya no estaba produciendo bienes de consumo. A todo esto se le sumaba el paro "disfrazado": los trabajadores simulaban trabajar, y los empresarios simulaban pagar. Los salarios se derrumbaron, y en forma de pago muchos trabajadores recibían bienes de primera necesidad en vez de rublos.

    Se provocó la sobrevaluación del rublo, lo que benefició a los empresarios: necesitaban menos rublos para comprar sus Mercedes o carteras Channel.

    Fue así como el FMI recomendó al Estado Ruso endeudarse en dólares, ya que el rublo era más alto al cambio que la divisa norteamericana. El Fondo suponía que el Estado ahorraría mucho y esto paliaría en cierta manera la crisis. Lo que los burócratas del Fondo no consideraron es que una moneda no está sujeta a un exclusivo tipo de cambio, y era factible que el rublo llegase a desplomarse. Llegado este momento, Rusia sería presa de la debacle.

    Como es de esperar, el FMI eligió no contemplar ese riesgo.

    Rescate

    La crisis había estallado, y el paquete de ayuda, conformado de unos 22.600 millones de U$S, estaba a cargo del FMI (11.200 millones), el BM (6.000 millones) y el resto a cargo del gobierno de Japón.

    Sin embargo, ¿porqué a Rusia se le otorgaban 22.600 millones de U$S a pesar de ser un Estado sumamente corrupto, y a Kenya le suspendían la ayuda por sus altos índices de corrupción?

    Tiempo después, el Estado Ruso recibió 300 millones más para mantener el tipo de cambio del rublo con respecto al dólar, lo que constituyó una pésima política económica. Si el rublo sobrevaluado dañaba la economía ¿para qué mantenerlo? Muchos creyeron que un gran fracaso se aproximaba… y no se confundieron.

    Fracaso

    Luego del préstamo, el 17 de agosto de 1998, Rusia anunció la suspensión de pagos unilateral, la devaluación del rublo y un mayor control al movimiento de capitales, entre otras cosas. El rublo, para enero de 1999 había caído en términos reales un 45% desde su nivel en los idus de agosto de 1998.

    Con la crisis rusa, muchos países latinoamericanos estuvieron al borde del colapso; incluso el Banco de Reserva Federal de New York, activó un rescate privado para una importante firma rusa, temiendo que ésta se declarase en banca rota y se precipitara una crisis financiera mundial.

    El tipo de cambio se sostuvo apenas tres semanas y los oligarcas desangraron de dinero al país en apenas horas, o pocos días. Los funcionarios del FMI estaban fuera de sí: creían que su plan funcionaría. Los 300 millones prestados, a los pocos días, se encontraban en cuentas bancarias de Suiza o Chipre… El Gobierno Ruso se los había proporcionado a los oligarcas para que, precisamente, los sacaran del país.

    En cierto sentido, la devaluación ayudó a las importaciones de ciertos sectores rusos, y finalmente los bienes producidos en dicho país obtuvieron una saludable cuota en el mercado local.

    Las transacciones fallidas

    En el caso ruso, se esperaba que los beneficios de la transición del comunismo al capitalismo fueran mayores a largo que a corto plazo. Sin embargo, según datos del Banco Mundial, el PBI de Rusia en el año 2000 era dos tercios menor al del año 1989. Lo mismo sucedió con Ucrania y Moldavia, y otros tantos países pertenecientes a la ex URSS.

    Algo similar ocurrió con al calidad y los niveles de vida, que influyeron en la esperanza de vida, disminuyendo ésta unos tres años aproximadamente.

    Un salvable y positivo aspecto fue la reducción de gastos en materia militar y armamentística, aunque no se tradujo en un incremento del bienestar económico social.

    Más pobreza y desigualdad

    Para caer en la cuenta del incremento de la pobreza en Rusia, sólo necesitamos de un índice macroeconómico considerado en distintos años: el índice de la pobreza. Las personas pobres –es decir, aquellas que viven con menos de 2 U$S diarios–, en 1989 constituían apenas el 2% de la población. A finales de 1998, el índice había trepado hasta el 23,8%.

    A lo anterior se le sumaba que más del 40% del país vivía con menos de 4 U$S diarios, según informes del Banco Mundial. Lo peor aún era que más de un 50% de los niños del país pertenecían a familias pobres.

    Como se aprecia, el antiguo régimen suprimía de alguna manera las diferencias salariales, y aunque no garantizaba una vida sencilla, evitó la pobreza extrema.

    Rusia había logrado una enorme caída de la actividad y una enorme alza en la desigualdad.

    De cómo las políticas equivocadas malograron la transición

    Si bien son muchos los que dirán que sin las políticas del FMI nuestro mundo sería aún peor, hemos visto cómo las recomendaciones de la institución sólo empeoran la situación macroeconómica de los países, incrementan los índices de pobreza y desigualdad social, generan monopolios, propician cierres y liquidaciones de empresas, y tantas otras graves enfermedades económicas.

    Inflación

    Vimos, sí, cómo la rápida liberización de los mercados provocó un estallido inflacionario. Y, si bien el FMI siempre presionó para que se rebajase la inflación, hay algunas buenas razones para creer que un celo excesivo en la lucha contra la inflación, puede traer aparejado un ahogo del crecimiento económico real.

    En el caso ruso, en primer lugar, los altos tipos de interés ahuyentaron la inversión. Al mismo tiempo, muchas empresas no pudieron expandirse y liquidaron sus activos. Del mismo modo, los altos tipos de interés llevaron a una sobrevaluación de los tipos de cambio que abarató las importaciones pero dificultó las exportaciones.

    Con estas rigurosas políticas monetarias, se benefició al subempleo y al trueque. Así, un sistema, o un conjunto de ineficiencias, fue reemplazado por otro peor.

    Privatización

    ¿Por qué "crear" riquezas cuando era mucho más fácil robarlas? Esto sucedió con las privatizaciones en Rusia, en las que el FMI tanto insistió. Con las masivas privatizaciones, que no interesaba de qué manera se concretaran, quienes accedían al control de una empresa tenían un incentivo para robar activos a los accionistas minoritarios. A todos los niveles había incentivos para la liquidación de activos.

    Básicamente, la privatización consistió en pasar las entonces empresas públicas a manos de sus antiguos gestores.

    Otro ejemplo de privatización destructiva en poco tiempo aconteció en 1995. El gobierno ruso carecía de fondos y, en vez de recurrir al Banco Central en busca de ellos, recurrió a los bancos privados. Como garantía de la devolución del préstamo, el gobierno ofreció acciones de las empresas estatales. Y sucedió lo lógico y lo esperado: el gobierno cesó con el pago de los créditos y los bancos tomaron a las empresas estatales. En definitiva, algunos empresarios se enriquecieron en segundos (controlando más del 50% de la riqueza del país), y a la vez, miles de personas se empobrecieron aún más.

    Todo lo relatado fue propiciado por Yelstin, y obviamente los empresarios y poderosos deseaban mantenerlo en el poder. Y así fue como emplearon nuevas técnicas en las elecciones y le "enseñaron a utilizar un trato cordial en los medios de comunicación" (como ellos la dominaban).

    El contexto social

    En Rusia uno no se enriquecía trabajando duro o invirtiendo; se enriquecía robando, privatizando o mediante otras prácticas mafiosas o corruptas. Y fue esto lo que produjo un descreimiento de la sociedad en su gobierno. Así, de a poco, se erosionó el capital social, y menos empresas desearon invertir. El problema ruso era serio.

    Terapia de choque

    ¿Qué era lo ideal? ¿Apresurar la transición de la economía de estado a la de mercado o que la misma se llevase a cabo de forma gradual? No sabemos qué hubiese sucedido de haberse convertido gradualmente a la economía del país, pero sí sabemos que la apresurada transformación que se aplicó, llevó a un desmedido caos en Rusia.

    El enfoque bolchevique en la reforma de los mercados

    La historia nos enseñó que ninguna Revolución radical condujo a buen término. En contraste a las Revoluciones Francesa y Rusa, la revolución norteamericana no fue en sí una revolución social sino un cambio revolucionario en las estructuras políticas del país.

    La revolución económica radical en Rusia condujo a la eclosión del país: se privatizaron rápidamente empresas y medios de comunicación, generando monopolios, más corrupción y más pobreza…

    Capítulo VI: Leyes comerciales injustas y otros agravios (Pp. 235-251)

    El rescate a Rusia en 1998 por parte del FMI tuvo la única intención de mantener a Yelstin en el poder. Existía, además, un terrible miedo a que Rusia retornara al modelo comunista o, en otro caso, fracasara la terapia de choque –a mayor pobreza y menores rentas, se minaría el apoyo a las reformas del estado–.

    Pero había un grupo de gente y altos funcionarios del gobierno que se afanaban en diseñar una estrategia de crecimiento económico. Sabían que el crecimiento requería mucho más que la estabilización, la privatización y la liberización. Reconocían, por ejemplo, que el elevado tipo de cambio bloqueaba el crecimiento, pero con una inflación provocada por la devaluación no se llegaría tampoco a buen puerto.

    Por otro lado, para muchos el esquema de privatización de préstamos a cambio de acciones se transformó en algo inaceptable, y consideraron en ese momento que Estados Unidos debería haber alzado su voz y pedir mayor transparencia. Pero Estados Unidos no reaccionó: entonces dedujeron, lógicamente, que dicho país estaba aliado a la corrupción…

    Lo que debió hacerse

    Para los intereses a largo plazo de Estados Unidos habría sido mejor no haber estado involucrado con líderes concretos y haber brindado amplio apoyo a los procesos democráticos.

    Sin embargo, una explicación se puede dar: el entonces presidente Clinton no fue puesto al tanto de todo el abanico de cuestiones, puntos de vistas y situaciones.

    Los intereses de EE.UU. y la reforma en Rusia

    Muchos consideraron que las políticas aplicadas y fracasadas en Rusia no fueron accidentales, sino que los fracasos fueron deliberados hasta aplicarlos, eliminando a Rusia como una amenaza hasta un futuro indefinido. Si bien lo antedicho puede aparentar un escenario algo tétrico, la situación real no estuvo lejos de ser así.

    Se defendieron –como siempre–, los intereses de la comunidad financiera internacional y, asimismo, los intereses de Wall Street, cuales son la propiedad privada, la supresión de la inflación, etc. ·El interés para con la competencia es más desinteresado, pero con frecuencia cuando un país pobre tiene algo por exportar a Estados Unidos, se aplican las numerosas leyes comerciales para construir alambrados contra dicha exportación. Por ejemplo, si una empresa se cerciora de que otra (extranjera) vende productos a bajos precios, puede denunciarla para que le cobren aranceles especiales.

    El caso del aluminio

    En 1994 tuvo lugar el hundimiento del precio del aluminio a nivel mundial. A consecuencia de ello, los productores de Estados Unidos acusaron a los de Rusia de cometer dumping. La situación demostraba que nada estaba más alejado de la realidad. Los productores rusos trataban de vender aquello que podían a un menor precio si era necesario, porque la demanda mundial del aluminio estaba disminuyendo.

    Paul O’Neill, líder de "Alcoa" (importante empresa estadounidense productora de aluminio), propuso entonces la creación de un cartel global del aluminio. Los carteles funcionan restringiendo la oferta lo que provoca un incremento de los precios. También pretendía hacer uso la legislación antidumping si no se creaba dicho cartel en otros países.

    Pero los carteles son ilegales: se debe propiciar la competencia en el sistema económico mundial, y más aún si se consideraba que Rusia aún peregrinaba por su transición del modelo comunista al capitalista.

    Empero, el cartel se creó. Durante un tiempo los precios aumentaron y la situación se estabilizó pero en 1995 comenzó a quebrase dado el incremento de la demanda mundial de aluminio.

    La seguridad nacional, en rebajas

    En el caso del aluminio los intereses creados prevalecieron por sobre el objetivo nacional y global de una transición con éxito. Finalmente, la empresa norteamericana USEC (United States Enrichment Corporation) le compraría a Rusia cabezas nucleares desactivadas y las llevaría a Estados Unidos. El uranio sería desenriquecido de modo que no pudiera ser utilizado como armamento nuclear (y evitar así la proliferación nuclear), pero sí como energía en centrales nucleares. Y una vez más, Rusia fue acusada de practicar por productores locales de uranio, de practicar dumping con la venta de uranio. Como la vez anterior, la acusación no se basaba sobre algún fundamentos de peso. Tiempo después se intentó privatizar a USEC, aunque era alarmante que una vez privatizada cayera en personas deshonestas que propendieran la proliferación nuclear. La empresa, entonces, adujo que jamás actuaría en contra de los intereses de su país. Días después, la empresa se privatizaba.

    Irónicamente, días después de la misma semana, se conoció públicamente un pacto secreto entra una agencia rusa y la USEC. Pero la USEC estaba ya privatizada y pocas eran las probabilidades de que el gobierno interviniera o el Tesoro de los Estados Unidos intercediera para no concederle a la empresa la certificación financiera exigida por la ley para continuar con su normal funcionamiento.

    Lecciones para Rusia

    Se los indujo al libre comercio, a la liberización de los mercados, a las libres exportaciones, etc. pero se encontraron con barreras y carteles, monopolios y corrupción.

    Se los acusó injustamente luego de haberles aplicado aquello que les recomendaban. Si los sermones de "Occidente" no son tomados seriamente en todo el mundo, sería entonces bueno preguntarse ¿por qué?

    Capítulo VII: Mejores caminos hacia el mercado (Pp. 253-271)

    Las transiciones económicas no son fáciles, y si en ellas se aplica la terapia de choque para controlar la inflación, aunque el pueblo agonice, es un gravísimo error. Lo ideal sería aplicar una política gradualista de privatización y establecer simultáneamente las instituciones básicas de una economía de mercado que regulen, hagan préstamos, intervengan y creen el debido marco legal para actuar. Uno de los pocos casos fue el polaco que no buscó tanto la aprobación de la comunidad financiera internacional como la de sus propios ciudadanos. Otro de los casos fue el chino que gracias a sus excelentes políticas económicas, redujo la pobreza como nunca antes en la historia del país.

    Pero la privatización China fue parcial, y se aplicó conjuntamente a un ingenioso sistema: un sistema de dobles precios. Si una empresa producía bajo las viejas cuotas, el producto final valdría según los antiguos precios. Pero todo aquello que se produjera por encima de dichas cuotas, se valoraba utilizando los precios del libre mercado. Esto frenó el peligro de que los nuevos precios devastaran a la producción. Luego de haber funcionado, el sistema fue abandonado. Entonces, se fue "eliminando" gradualmente la antigua economía, y conjuntamente el gobierno chino invitó a empresas extranjeras a entrar en su país y hacer negocios conjuntamente. Fue así como las entradas netas de capital privado subieron de 8.000 millones de U$S en 1990, a 41.000 millones en 1999.

    Al mismo tiempo se crearon nuevos empleos, y todos los ciudadanos chinos comprendieron que no existía la democracia, pero sí la responsabilidad.

    Concluyendo: políticas alternativas para la apertura de los mercados son posibles, y tanto Polonia como China son un claro ejemplo de ello. Y no es casualidad que las políticas aplicadas fueran ideadas en esos países, y no por el FMI.

    La vía hacia el futuro

    En el problema ruso sólo se repetían las mismas consignas de siempre: estabilización, privatización y liberización. Pero en ningún momento se planteó una estrategia para atacar a la pobreza o propiciar el crecimiento. La única que fue planteada fue que el país debía adoptar políticas para repatriar el capital que había fluido.

    Afortunadamente, a finales de la década de los ’90 , los precios del petróleo aumentaron considerablemente y el rublo sufrió una devaluación; esto animó la recuperación, aunque no como se hubiera querido. Los burócratas del FMI parecen no comprender que el crecimiento sólo llegaría si Rusia creaba un país propicio para la inversión.

    Por último, Rusia debe esforzarse en la recaudación de impuestos, y si una empresa privada no lo hace, debería ser confiscada luego de 60 días y dar comienzo así a un legítimo proceso de renacionalización.

    El éxito de la agenda depende de que exista un gobierno relativamente honrado e interesado en mejorar el bienestar común. Si Rusia puede organizarse, no necesitará de préstamos del FMI. Y Rusia puede hacerlo, porque sabe cómo.

    Responsabilidad democrática y los fracasos

    Rusia y sus dirigentes son los responsables de la reciente historia del país y su suerte. Y aunque parezca que sólo el pueblo fue víctima de los engaños de sus gobernantes, altos funcionarios oficiales admitieron "confundir" (o mentir) al FMI sobre la verdadera situación fiscal del país. En pocas palabras, con el propósito de recibir el paquete de ayuda, estafaron a los burócratas del Fondo en 20.000 millones de U$S.

    En fin, las políticas económicas no pueden predicarse y aplicarse en un mundo ideal; deben predicarse y aplicarse en el mundo de hoy tal cuál es.

    Capítulo VIII: La otra agenda del FMI (Pp. 273-297)

    Lo que la comunidad financiera opina que es bueno para la economía global ¿es realmente bueno para esta última y debe ser puesto en práctica? Esto es verdad en algunos casos, pero en muchos otros… no lo es.

    ¿Se pierde la coherencia intelectual? Del FMI de Keynes al FMI actual

    A Keynes (padrino intelectual del FMI) le preocupaba que los mercados pudiesen generar un paro persistente, y reconocía que era necesaria una acción colectiva global para la estabilidad económica mundial.

    Sin embargo, en los días que corren, los fundamentalistas del mercado creen que son los Estados los que "funcionan mal" y no los mercados. Constituye esto una gran paradoja si consideramos que es el FMI la institución creada para regular el mercado… ¿cómo se regula lo perfecto?

    ¿Un nuevo papel para un nuevo régimen de tipos de cambio?

    Hace unos treinta años, el mundo adoptó un sistema de tipos de cambio flexibles; en una economía de mercado serían, obviamente, determinados por las fuerzas de mercado. No obstante, en el mercado cambiario, el FMI realizó tantas intervenciones como le fueron posibles.

    Pero estas intervenciones habrían sido oportunas y provechosas si en ellos el FMI hubiese resuelto las enfermedades de los países y no sólo sus síntomas. Todo el dinero aportado por el Fondo ayudaba a estabilizar y mantener los cambios, pero a largo plazo era nocivo porque era dinero caliente que entraba pero rápidamente se iba.

    Contagio

    Si bien la enfermedad es un gran problema, el contagio lo es más aún. Keynes tenía una interesante y coherente teoría sobre cómo el contagio se transformaba en epidemia: la recesión en un país lo lleva a exportar menos: esto daña, obviamente, a sus vecinos que a la vez dañarán a otros países cercanos.

    Las caídas de las ventas llevaron a la reducción de las importaciones y las economías regionales se debilitaron, y junto a ellas, el país.

    Entre tanto, la política recomendada por el FMI fue la de la austeridad… El FMI estaba propagando la enfermedad en vez de contenerla.

    ¿Cuándo es el déficit comercial un problema?

    Los problemas de coherencia plagan no sólo los remedios del FMI sino también sus diagnósticos. Por ejemplo, les preocupa mucho los déficit de balanza de pagos, pero cuando denuncia esos déficit, suelen prestar poca atención a lo que de hecho se hace con él. Lo mismo sucede con las exportaciones e importaciones. Si un país importa más de lo que exporta, tiene un déficit comercial, y al mismo tiempo habrá seguramente un país que exporte más de lo que importe, es decir, que posee un superávit comercial. Un enfoque coherente debe, o debería, conocer esto. Debe reconocerlo porque es una regla inquebrantable en la contabilidad internacional: se sabe que la suma de todos los déficit del mundo debe dar igual a la suma de todos los superávit del mundo.

    A pesar de todo, déficit comerciales abultados pueden ser problemáticos porque implican que un país deberá endeudarse año tras año.

    Bancarrota y riesgo moral

    La forma en la que el FMI maneja las bancarrotas constituye un campo adicional donde el enfoque de la institución rebosa de incoherencias intelectuales.

    En el sistema económico de mercado estándar, si un prestamista efectúa un mal préstamo, es él quién corre con las consecuencias pero, en vez de ello, los programas del FMI aportan dinero precisamente para salvar a dichos prestamistas occidentales. Es así como estos prestamistas, anticipando que el FMI acudirá a rescatarlos, no reparan o tienen incentivos debilitados para garantizar que los deudores serán capaces de pagar. Es éste el conocido e infame problema del "riesgo moral". Esto fue, entonces, lo que ocurrió con Rusia poco después del estallido de la crisis económica.

    Ahora bien, y dejando de lado los problemas que trae consigo la suba de los tipos de interés o el fortalecimiento del tipo de cambio, las intervenciones del FMI fueron y son desmedidas. Entonces, esto lleva a que las empresas no tengan intereses en contratar un seguro contra el colapso del cambio, lo que resulta perjudicial porque la devaluación, tarde o temprano, llega. En conclusión, miles de empresas más deben declarase en banca rota.

    Del rescate al rescate compartido

    A medida que los fallos del Fondo eran más recurrentes y las críticas generalizadas, intentaron implementar lo que algunos denominan "rescate compartido". En pocas palabras, el FMI deseaba que las entidades privadas "compartieran" todos los rescates. Comenzó por exigir que antes de prestar ayuda a un país, la participación de los prestamistas del sector privado fuera amplia. Pero, con este modo de actuar, la experiencia obtenida de Rumania y Ecuador fue desastrosa. Entonces se demostró que el "rescate compartido" era problemática en su concepción y, consecuentemente, en su puesta en práctica.

    Pero el problema era aún más grave, porque el FMI estaba entregando al poder a aquellas instituciones e individuos que habían provocado la crisis. Dicho llanamente, el FMI delegaba sus responsabilidades a, por ejemplo, un muchacho de veintiocho años, gerente de un banco que había prestado algunos millones. Ese muchacho iba a decidir si el Fondo, el BM o la UE debía prestarle o no dinero a Rumania. Ese muchacho decidía el destino de millones de personas de un país…

    Pero Rumania no estaba desesperada por el dinero, y rechazó la oferta. No estaba dispuesta a, por unos pocos millones, vender a su país.

    Fue así como el "rescate compartido" dejó de implementarse.

    La mejor defensa es el ataque: expandir el papel del FMI como <<prestamista de última instancia>>

    Fisher, subdirector ejecutivo del FMI, propuso en 1999 que el FMI ampliase su papel hasta el de prestamista de última instancia. Dado que el FMI había fracasado en el uso de sus poderes, la propuesta de aumentárselos fue bastante audaz. La propuesta se fundaba en una analogía bastante atrayente: dentro de los países, los bancos centrales operan como prestamistas de última instancia, y prestan dinero a los bancos que son "solventes pero no líquidos", es decir que tienen un patrimonio neto positivo, pero no pueden obtener fondos de otra fuente. El FMI podría actuar del mismo modo entre los países. Pero la analogía es engañosa: un prestamista de última instancia es necesario a escala local porque los depósitos se organizan sobre la base de que "se sirve al primero que llega". E incluso en ese caso, no basta para impedir las carreras; sólo cuando está acompañada de una estricta regulación bancaria y por un seguro de depósitos, puede un prestamista de última instancia frenar las carreras. Y nadie –ni siquiera los más fervorosos partidarios del Fondo–, ha propuesto que brinde algo parecido a un seguro de depósitos.

    Además, y conforme a la teoría de la perfección de los mercados, si una empresa es solvente puede pedir prestado al mercado; en consecuencia, cualquier empresa solvente es líquida. Entonces el FMI que suscribe esta tesis ¿por qué cree que sabe mejor que el "perfecto mercado" cuál debe ser el tipo de cambio? ¿Por qué cree que puede juzgar mejor que el mercado si un país prestario es solvente o no?

    La nueva agenda del FMI

    El hecho de la falta de coherencia del Fondo es sorprendente, inclusive porque persiste aún de haberse encontrado con grandes fracasos. Pero, como expresa Stiglitz, el FMI jamás cambió su mandato oficialmente (cuál es la promoción de la estabilidad económica mundial y la garantía de que haya financiación para que los países amenazados por una recesión puedan emprender políticas expansivas), y jamás se planteó formalmente situar los intereses de la comunidad financiera internacional por encima de la estabilidad económica global.

    Fisher, luego de su paso por el Fondo, fue nombrado vicepresidente del Citigroup, el gran conglomerado financiero que incluye al Citibank. Entonces cabe preguntarse si fue Fisher generosamente retribuido por haber ejecutado fielmente lo que le dijeron que hiciese.

    Ahora bien, el hecho de que el FMI estuviese preocupado por la comunidad financiera también ayuda a explicar parte de la retórica defensiva de esta institución internacional. En la crisis del este asiático, tanto el Fondo como el Tesoro echaron la culpa a los propios países, y en particular señalaron su falta de transparencia. Pero lo cierto es que no era ésta la causa de la crisis: en 1990 se produjeron grandes quiebras inmobiliarias en Noruega, Suecia y Finlandia, y son los tres países más transparentes del mundo. El problema residía en que ni el FMI, ni el Tesoro aceptarían que sus políticas, y sobre todo su sagrado artículo de fe (el de la liberización de los mercados), eran los causantes de un mundo económicamente desastroso.

    Capítulo IX: Camino hacia el futuro (Pp. 299-348)

    La globalización, por lo menos para los pobres del mundo, no funciona. Y, aunque para algunos la solución sea abandonar la globalización, esto no es factible. La globalización ha llegado para quedarse: ha producido grandes beneficios y ha propiciado que la sociedad civil global luche por la instauración en todo el mundo de la democracia. Entonces, parte del problema de la globalización radica en sus "árbitros": el BM, el FMI y la OMC. Pero, gracias a las demandas de reformas, ya ha habido algunos cambios. En 2001, las rondas de negociaciones en Doha o los compromisos asumidos por el BM para con los estados, son sólo algunos ejemplos.

    No obstante, numerosos analistas sugieren que han percibido la realidad política imperante, y que deben cambiar su retórica si quieren sobrevivir.

    Entonces ¿abolir el Fondo es la solución? Sostiene Stiglitz que de ser así, sería creada otra bajo diferentes formas. Queda la esperanza, entonces, de que estas instituciones internacionales sean rediseñadas.

    Intereses e ideología

    Aunque las instituciones parecen defender los intereses comerciales –OMC– y financieros –FMI– por sobre todo, ellas no lo ven así y consideran que la agenda que promueven favorece al interés general (a pesar de toda la evidencia existente que señala lo contrario).

    El mayor desafío no radica simplemente en las propias entidades, sino también en los esquemas mentales: un típico presidente del Banco Central de un país, empieza su jornada laboral inquieto por las cifras de inflación, pero no por las de pobreza extrema.

    La necesidad de instituciones públicas internacionales

    No podemos anular la globalización; entonces la cuestión es cómo hacerla funcionar. Un primer paso es la creación de instituciones públicas globales que establezcan reglas. El mundo precisa de ellas, y aunque las ya existentes (FMI, BM, ONU, OMS, etc.), han evolucionado mucho en respuesta a las necesidades específicas dentro de sus campos de acción, en el mundo globalizado también se globalizan los problemas y la miseria, y de ahí la importancia de una acción a conciencia, colectiva y global.

    Gobernanza

    Hasta aquí hemos atribuido las fallas de la globalización al hecho de que, al fijar reglas del juego, los intereses y esquemas mentales comerciales y financieros parecen haber prevalecido en las instituciones económicas internacionales. Ha predominado una visión concreta del papel del Estado y los mercados, una visión que no es universalmente aceptada en los países desarrollados pero que es impuesta en los países subdesarrollados y las economías en transición.

    El cambio que más pronto se requiere para que la globalización funcione como debiera, es un cambio en el modo de gobernar. Esto supone un cambio en los derechos de votos en las instituciones internaciones que garantice que no sólo sean las voces de los países más poderosos las escuchadas.

    Claro está: estos cambios no serán sencillos. Estados Unidos, por ejemplo, no renunciará a su derecho de veto en el FMI y plantearán que los derechos de voto y veto se asignen sobre la base de las aportaciones de capital. Sin embargo, hace algún tiempo, China habría estado dispuesta a aumentar sus aportes de capital si ello era condición para obtener más votos… ¿China los tuvo? Claro que no, eso no sería permitido jamás por los Estados Unidos.

    Transparencia

    La falta de transparencia afecta a cada una de las instituciones internacionales, aunque en todas ellas se presente de manera distinta. Por ejemplo, en el ámbito bancario, la falta de transparencia es lo común: pensemos por qué existen paraísos fiscales (como las Islas Caimán) donde la evasión fiscal y el lavado de dinero es diario, y sólo después del 11 de septiembre se reconoció que entre esas actividades ilegales, figuraba la financiación del terrorismo.

    Irónicamente, el FMI le había exigido una mayor transparencia al este asiático en sus crisis de 1997, cuando sabemos que en realidad es el FMI quien debe abrirse a una mayor transparencia.

    El secreto y la falta de transparencia socava a la democracia. Y sin embargo vimos cómo el FMI o el BM (sólo por mencionar a algunas instituciones) aún no adoptan esta forma de pensar.

    La reforma del FMI y del sistema financiero global

    El FMI ha aceptado errores en la crisis del este asiático, pero ha tratado de limitar las críticas y la discusión sobre ellos. Siempre procura defender su posición de infalibilidad institucional alegando que si mostrara titubeos en su convicción de que sus políticas no son las correctas, perdería credibilidad. Pero ¿no son sus políticas acordes a la perfección del mercado? Si el Fondo hubiera sido más honrado, más directo y más modesto, está claro que hoy estaría en una mejor posición.

    Asimismo, el FMI debería no modificar la forma de efectuar alguna de sus actividades. Es de público conocimiento que, por ejemplo, las estadísticas económicas que realizan son maquilladas para que se ajusten a la realidad que pretenden mostrar.

    Los esfuerzos reformistas

    Las dudas se ven reforzadas por la manera en que han proseguido las discusiones sobre la reforma. El debate <<oficial>> sobre la reforma se ha centrado en las mismas instituciones y ha sido dominado por los mismos Gobiernos que efectivamente han <<gestionado>> la globalización durante cincuenta años. Hoy existe en todo el mundo una gran dosis de cinismo sobre el debate reformista. Si se sientan a la mesa los mismos responsables del sistema de toda la vida, los países en desarrollo se preguntan sobre las posibilidades de que se produzca un cambio verdadero. En lo que hace a estos <<países clientes>>, se trataba de una adivinanza en la cual los políticos pretendían hacer algo para corregir las desigualdades mientras que los intereses financieros procuraban preservar el statu quo todo cuanto fuera posible. Los cínicos tenían razón, pero sólo en parte. La crisis sacó a la superficie la sensación de que algo no funcionaba en el proceso de la globalización, y esta percepción movilizó a críticos en vasto abanico de asuntos: de la transparencia a la pobreza, el medio ambiente y los derechos laborales.

    Lo que se necesita

    Las reformas del sistema financiero internacional aún no han comenzado. Según Stiglitz, las reformas básicas serían las siguientes:

    1. Aceptar el peligro de la liberización de los mercados de capitales, los flujos de capital a corto plazo (dinero caliente)
    2. Reformas sobre quiebras y moratorias con el propósito de abordar los problemas cuando las deudores privados no puedan pagarle a sus acreedores, evitando así el financiamiento del FMI o los préstamos temerarios tan comunes hoy en día.
    3. Menos recursos a los salvamentos.
    4. Mejoras en la regulación bancaria, adaptación a la situación de cada país y lograr que los bancos suministren capital para el empresas, fomentando así la creación de empleos.
    5. Mejor gestión del riesgo.
    6. Mejores redes de seguridad y el incremento de la cooperación internacional.
    7. Mejores respuestas a las crisis, y situar dichas respuestas en un contexto social y político.

    La reforma del Banco Mundial y la ayuda al desarrollo

    Parte de la esperanza en el cambio de Stiglitz, se basa en él ha presenciado un gran cambio dentro del Banco Mundial. Tal vez no tan grande ni tan radical, pero a partir de la crisis del este asiático –o incluso algunos años antes–, el BM comprendió que era el que debía ocuparse del desarrollo de los pueblos, de la ayuda para concretar ese desarrollo y consecuentemente, erradicar la pobreza.

    El Banco había entendido que el desarrollo no sólo abarca recursos y capital, sino también una transformación de la sociedad.

    Ayuda

    La forma en que se concede a menudo la ayuda, imponiendo una serie de condiciones, puede lograr la creación de obstáculos frente a las transiciones efectivas. Algunos opinan que se debería poner en práctica la "selectividad", es decir, la concesión de ayuda a países con antecedentes probados, permitiéndoles que escojan por sí mismos sus propias estrategias de desarrollo. Las pruebas apuntan a que la ayuda concedida selectivamente puede ejercer impactos significativos tanto en la promoción del crecimiento como en la reducción de la pobreza.

    Condonación de la deuda

    Los países en desarrollo no sólo necesitan recibir ayuda, sino un aumento de la misma. Debe existir una base de financiación, de ayuda sostenida, libre de los caprichos de las políticas de los Estados Unidos y otros poderosos. Para esto, se han planteado diversas soluciones; por ejemplo, al fundarse el FMI se creó una suerte de "moneda internacional": los Derechos Especiales de Giro (SDR). La emisión de SDRs para financiar bienes públicos globales podría colaborar en el mantenimiento del vigor de la economía global, al mismo tiempo que asiste a alguno de los países más pobres del mundo.

    Una segunda propuesta comprende el uso de ingresos a partir de los recursos económicos globales para sufragar la financiación.

    Recientemente, la tensión se ha concentrado en la condonación de la deuda. Sin dicha condonación, muchos países en desarrollo no podrían crecer. Un elevado porcentaje de las exportaciones se destina a pagar a los países desarrollados sus préstamos.

    La organización Jubileo 2000 tuvo éxito, con el respaldo de la Iglesia, en conseguir muchos más compromisos en pro de la condonación de la deuda. A fines del 2000, veinticuatro países habían condonado deudas.

    La reforma de la OMC y el equilibrio de la agenda comercial

    La agenda comercial de la OMC ha sido tan injusta que no sólo los países pobres no han recibido una cuota equitativa de los beneficios, sino que la región más pobre del mundo, el África subsahariana, de hecho empeoró como resultado de la última ronda de negociaciones comerciales. Estas desigualdades dieron lugar a una ronda de negociaciones en noviembre de 2001, iniciadas en Doha: la llamada "ronda del desarrollo".

    La reforma de la OMC demandará reflexionar acerca de una agenda comercial más equilibrada y que preste especial atención a los países subdesarrollados. La UE, por ejemplo, ya ha dado un primer paso con su iniciativa "todo salvo armas", que permite la libre importación en Europa de todos los bienes de los países más pobres, excepto armas. Es un importante paso aunque no resuelve todas las quejas de los países más pobres: ellos siguen sin poder competir con la sumamente subsidiada agricultura europea.

    Hacia una globalización con un rostro más humano

    No sólo se trata de cambiar estructuras internacionales. El propio esquema mental en torno a la globalización debe modificarse. Pero la globalización mal gestionada trae consigo una consecuencia mucho peor: la amenaza a la identidad y los valores culturales. Se debe llegar a un proceso globalizador más gradual, en donde las instituciones tradicionales no sean arrolladas.

    Igualmente, es preocupante lo que "esta" globalización puede llegar a hacer con la democracia. Es interesante ver como se lucha contra las dictaduras, pero al mismo tiempo nacen "dictaduras de las finanzas". Mientras la globalización sea presentada del modo en que lo ha sido, representa una privación de derechos civiles y políticos.

    Hay malestar en la globalización; y si bien trajo muchos beneficios, los más beneficiados fueron aquellos países que se hicieron cargo de su propio destino y no creyeron en un mercado autorregulado que "resuelve problemas".

    Es simple: si la globalización sigue gestionada como lo está, sólo generará más pobreza y más inestabilidad. Si logramos cambiarla, entonces podremos decir que el malestar en la globalización no fue en vano. Mientras tanto, y como expresó Keynes, de seguir así "a largo plazo, todos estaremos muertos". Pero Keynes fue acusado de socialista; por fortuna hay muchas personas en el mundo que reconocen estos problemas, y voluntad política para cambiarlos no les falta.

    Es claro que la estrategia de la reforma debe tener "muchas puntas", y ello requerirá de mucho tiempo. Por el momento, hay que lograr que los países en desarrollo consigan gobiernos fuertes y eficaces, y que los desarrollados sean justos a la hora de arreglar la economía internacional.

    Se necesitan políticas para un crecimiento sostenible, equitativo y democrático. Ésta es la razón del desarrollo. El desarrollo no consiste en ayudar a unos pocos individuos a enriquecerse o en crear un puñado de absurdas industrias protegidas que sólo benefician a la elite del país; no consiste a traer a Prada y Benetton, Ralph Lauren o Louis Vuitton para los ricos de las ciudades, abandonando a los pobres del campo a su miseria. El que se pudieran comprar bolsos de Gucci en los grandes almacenes de Moscú no significó que el país se había vuelto una economía de mercado. El desarrollo consiste en transformar las sociedades, mejorar las vidas de los pobres, permitir que todos tengan la oportunidad de salir adelante y acceder a la salud y a la educación.

    Este tipo de desarrollo no tendrá lugar si sólo unos pocos dictan las políticas que deberá seguir un país. No es fácil cambiar el modo de hacer las cosas, pero vale la pena intentarlo. Si queremos y vamos a lograr una globalización con un rostro más humano, entonces debemos alzar nuestras voces. Y para ello, no debemos ni podemos quedarnos al margen.

     

    Recensión a cargo de

    María de los Ángeles Lasa

    Córdoba, Argentina