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El contradictorio Dios cristiano (página 2)


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Esta doctrina sobre un castigo eterno que emana de un Dios, del que se afirma al mismo tiempo que es misericordia y amor infinito, encierra una contradicción tan evidente que parece totalmente innecesario añadir comentario alguno, pues no sólo es contradictoria con el amor y la misericordia infinita del dios cristiano sino también con la anterior consideración según la cual todo lo que aparentemente hace el hombre es Dios quien lo hace, por lo que en ningún caso podría el hombre ser responsable, culpable y merecedor de castigo alguno.

Además, sería realmente asombroso que el hombre fuera más capaz de perdón que el propio Dios, cuya misericordia se suponía infinita en cuanto fuera verdad la doctrina según la cual "Dios es amor", pues, efectivamente, no hace falta cavilar demasiado para comprender que la existencia del Infierno es contradictoria con tal doctrina, ya que, si resulta inconcebible que el más malvado de los hombres fuera capaz de castigar a un hijo con un sufrimiento eterno, sería un insulto a la bondad divina –si el Dios judeo-cristiano existiera- considerarla compatible con una monstruosidad semejante, teniendo en cuenta además que ese castigo no tendría otra finalidad que el del sufrimiento irracional, la absurda venganza, una crueldad infinitamente superior a la del conjunto de todos los crímenes de los nazis y del conjunto de la humanidad a lo largo de toda su historia.

En definitiva, la doctrina del Infierno es incompatible con la que afirma que Dios es misericordia y amor infinitos, y resulta asombroso comprobar hasta qué punto el adoctrinamiento religioso puede anular la racionalidad humana en cuanto logra que las mentes infantiles sean incapaces de ser consecuentes con la Lógica más elemental y mantengan dicha incapacidad durante el resto de su vida, perdiendo casi por completo la facultad de tomar conciencia de una contradicción tan evidente. Los dirigentes de la organización católica aprovechan la temprana edad de la infancia para troquelar las mentes de los niños grabando en ellas la idea de que "la fe está por encima de la razón" y que, por ese motivo, deben considerar que allí donde perciben una contradicción en realidad deben acostumbrarse a considerar humildemente que se trata de un profundo misterio cuya comprensión no se encuentra a "su" alcance.

 

 

Autor:

Antonio García Ninet

[1] En este sentido, conviene recordar las palabras de Tomás de Aquino, doctor de la iglesia católica, cuando escribió: “Algunos, no entendiendo cómo Dios puede causar el movimiento de nuestra voluntad sin perjuicio de la libertad misma, se empeñaron en exponer torcidamente dichas autoridades [bíblicas]. Y así decían que Dios causa en nosotros el querer y el obrar, en cuanto que causa en nosotros la potencia de querer, pero no en el sentido de que nos haga querer esto o aquello. Así lo expone Orígenes […] De esto parece haber nacido la opinión de algunos, que decían que la providencia no se extiende a cuanto cae bajo el libre albedrío, o sea, a las elecciones, sino que se refiere a los sucesos exteriores. Pues quien elige conseguir o realizar algo, por ejemplo, enriquecerse o edificar, no siempre lo podrá alcanzar […] Todo lo cual, en verdad, está en abierta oposición con el testimonio de la Sagrada Escritura. Se dice en Isaías: Todo cuanto hemos hecho lo has hecho tú, Señor. Luego no sólo recibimos de Dios la potencia de querer, sino también la operación” (Suma contra los gentiles, III, capítulos 89 y 90).

[2] Lev 26:27-33.

[3] 1 Samuel 15:3.

[4] 2 Crónicas, 36:17.

[5] Ese “me” se refiere a “Jeremías”.

[6] Jer 14:14.

[7] Jer 16:1-4.

[8] Números 13:15-17.

[9] Jer 19:9.

[10] 1 Reyes 11:1-10. El texto, un poco más desarrollado, dice: “El rey Salomón se enamoró de muchas mujeres extranjeras, además de la hija de faraón; mujeres moabitas, amonitas, adomitas, sidonias, e hititas, respecto a las cuales el Señor había ordenado a los israelitas: “No os unáis con ellas en matrimonio, porque inclinarán vuestro corazón hacia sus dioses”. Sin embargo, Salomón se enamoró locamente de ellas, y tuvo setecientas esposas con rango real, y trescientas concubinas. Ellas lo pervirtieron y cuando se hizo viejo desviaron hacia otros dioses su corazón, que ya no perteneció al Señor, como el de su padre David. Dio culto a Astarté, diosa de los sidonios, y a Moloc, el ídolo de los amonitas […] Otro tanto hizo para los dioses de todas sus mujeres extranjeras, que quemaban en ellos [en los altares] perfumes y ofrecían sacrificios a sus dioses”.

[11] Ez 9:5-6.

[12] Isaías 13:1-18.

[13] Otra manifestación de esta forma de inferir un castigo, mediante recursos teóricamente inmorales se encuentra en Ezequiel 32:12, donde se dice: “Haré que gente aguerrida y cruel, la más cruel de todas, aniquile a punta de espada a tu pueblo numeroso; arrasarán la soberbia de Egipto, y toda su población será exterminada”. El subrayado de este último texto es mío.

[14] 1 Samuel 6:19.

[15] 1 Crónicas 21:14.

[16] Así por ejemplo, en Éx 32:12-14, Moisés convence a Yahvé para que no destruya a su pueblo: “Aplaca el ardor de tu ira y arrepiéntete de haber querido hacer el mal a tu pueblo […] Y el Señor se arrepintió del mal que había querido hacer a su pueblo”. Un absurdo más: Un Dios perfecto que tiene que ser convencido por un hombre para calmar su furia… simplemente humana. Igualmente en 2 Samuel 15-17 se dice: “El Señor envió la peste desde la mañana hasta el tiempo fijado, y murieron desde Dan hasta Berseba setenta mil hombres del pueblo. Cuando David vio al ángel que azotaba al pueblo, dijo al Señor: -Soy yo quien ha pecado, pero el pueblo es inocente. Castígame a mí y a mi familia. Entonces el Señor se retractó del mal y dijo al ángel que exterminaba al pueblo: -Basta; que cese el castigo”. Y también en Sal, 106: 34-45 se dice: “[Los judíos] no exterminaron a los pueblos como el Señor les había ordenado, sino que se mezclaron con los paganos, y aprendieron sus prácticas: dieron culto a sus ídolos, que fueron la causa de su ruina, e inmolaron sus hijos e hijas a demonios. Derramaron sangre inocente, la sangre de sus hijos y sus hijas, que inmolaron a los ídolos de Canaán. […] Por eso el Señor se enfureció contra su pueblo y llegó a aborrecer su heredad […] Pero […] recordó su alianza con ellos, se arrepintió por su gran amor”.

[17] Éx 12:1-13.

[18] Éx 14:26-31.

[19] La misma finalidad aparece en el siguiente texto: “Has de saber desde hoy que el Señor tu Dios cruzará él mismo delante de ti como fuego devorador; él los exterminará y los derrotará ante ti. Tú los despojarás y los aniquilarás rápidamente, como te ha dicho el Señor” (Deut 9:3).

[20] Éx 33:19.

[21] O.c., c. 163.

[22] Éx 20:3-5.

[23] 2 Reyes 19:35.

[24] Sofonías 1:2.

[25] Jer 13:13-14.

[26] Sal 110:5-6.

[27] Ezeq 20:8.

[28] Nahum 1:2. Pueden verse otros textos similares a los anteriores en Eclo 36:1-8, 2 Crónicas 24:23, Salmos 136:1-10, Jeremías 9:6-10 Jer 14:11-12, Jer 14:14 y en muchos otros.

[29] “Ut beatitudo sanctorum magis eis complaceat et de ea uberiores gratias Deo agant, datur eis ut poenas damnatorum perfecte intueantur” (Suma Teológica, Suplemento).

[30] Ezeq 26:19-20.

[31] Ezeq 31:14.

[32] Ezequiel 31:1-14. También se habla de la resurrección de muchos de los muertos en Daniel 12:2.

[33] Daniel 12:2.

[34] Mateo 13:49-50.

[35] Mateo 25:41.

[36] Juan Apocal 21:8.

[37] Mc 9:47. Un texto similar a éste se encuentra en Mateo 5:29-30, donde se dice: “te conviene más perder uno de tus miembros que ser echado todo entero al fuego eterno”.

[38] 2 Tesal 1:6-9.

[39] Lc 16:23-25.

[40] Mateo 22:14.

[41] “Voluntas in nihil potest tendere nisi sub ratione boni” (Suma Teológica, I, q. 28, a. 2). En este mismo sentido dice más adelante que “la voluntad es un apetito racional” y “todo apetito es sólo del bien” (I-II, q. 8, a. 1).

[42] “Bonum est quod omnia appetunt”, dice Tomás de Aquino siguiendo a Aristóteles.

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