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De tal modo se ha de cuidar tanto de la base científica como de la filosófica en la concepción y ejecución de procesos de educación ambiental.

Conviene resaltar que su propia naturaleza, la Ecología –que ha facilitado en cierta dirección esa integración, fundamentalmente en el campo de las ciencias naturales, aunque no sólo- es una ciencia sintetizadora y lo medioambiental -que no es sólo ecológico- reclama este mismo comportamiento más allá incluso del campo de la ciencia pues se atiene a otros saberes y prácticas sociales de diversos tipos. Razón ésta por la que el holismo[2]ambientalista se sitúa hoy a la vanguardia de este modo de hacer frente a un problema real: el problema ambiental. Pero la calidad de la asunción de ese propio holismo se condiciona por posicionamientos filosóficos.

Lo anterior subraya, como necesidad, el ser conscientes del punto de vista filosófico incorporado en la reflexión educativa ambiental dada, por las ventajas que ello ofrece para sustentar coherentemente una actividad en el orden que nos ocupa.

Es decir, para continuar avanzando, en nuestro medio, en el sustento científico de los procesos de educación ambiental resulta indispensable la coherencia crítica de una cosmovisión conscientemente asumida, a fin de alcanzar un orden intelectual necesario a la teorización del medioambiente y de desarrollar sobre sus bases la actividad educativa afín..

El asunto concreto es que , "Partiendo de que el saber ambiental es un campo en construcción de formación ideológica, al cual aportan construcciones teóricas heterogéneas, abiertas y dispersas, resulta imprescindible para los intereses de la sociedad cubana el análisis crítico de tales constructos desde nuestra tradición filosófica para su aplicación en la investigación del aspecto medioambiental del desarrollo social en Cuba (por lo que) más allá de contribuir al desarrollo de la teoría científica, social y humanista, se trata de la necesidad de apoyar el despliegue ulterior de la ideología de la revolución cubana en el sentido humanista ambientalista" (Luna, 2002:2) en tanto ".en nuestro caso particular lo que sí podemos asegurar es que las prácticas productivas e investigativas en materia de lo ambiental están demandando cada vez más un basamento teórico que los guíe y los justifique" (Miranda,2000: 68).

De ahí que este trabajo procure apuntar el valor de la filosofía marxista y leninista para contribuir a la articulación teórica en nuestro medio docente de las bases del tratamiento científico social de la problemática medioambiental en su unidad con el estado histórico de la práctica social en tanto bases de la educación ambiental que necesitamos. Al hacerlo toma por referente teórico general la consideración dialéctico-materialista acerca de la especificidad del movimiento social como forma superior del movimiento de la materia.

Una comprensión científico-filosófica dialéctico materialista de medio ambiente

Desde la posición filosófica marxista y leninista, la ciencia puede ser comprendido, en lo fundamental, como ".una unidad dialéctica del sistema de conceptos, categorías, leyes, etc del método de conocimiento y de las concatenaciones con la práctica como punto de partida, finalidad suprema y criterio del conocimiento" (Kopnin, 1983,555)[3].

La penetración en esta definición exige apreciar, entre otros asuntos, especificidades estructurales de la ciencia en lo relativo a los niveles de elaboración de los conocimientos científicos.

Durante mucho tiempo buena parte de la literatura especializada consideró como tales niveles el empírico y el teórico. En las últimas décadas del siglo pasado se asomó la idea de que se producía un proceso de ".dialectización de la ciencia, durante el cual se pone cada vez más de manifiesto la fusión orgánica de la ciencia con sus fundamentos conceptuales y metodológicos. Los últimos se entrelazan cada vez más en el propio ""cuerpo"" de la ciencia. Sobre esta base.tiene lugar el proceso dinámico de ""reintegración"" de la filosofía y el saber científico particular, se consolida la interacción de la filosofía y las ciencias particulares. La ciencia ha llegado a un grado tal de desarrollo en el cual su progreso depende, en gran medida, de cómo los científicos comprenden la lógica del desarrollo del conocimiento, el carácter de las abstracciones e hipótesis que emplean (y) las consecuencias sociales de la aplicación de los logros de la ciencia y la técnica" (Fedoseev, 1983:189)

Por su parte la llamada escuela de la actividad[4]completó esta idea, considerando la existencia de un tercer nivel estructural en la ciencia: el nivel de bases de la ciencia. Forman parte del mismo los ideales y normas de la ciencia, el cuadro científico del mundo, el estilo de pensamiento científico y las ideas y nociones filosóficas más generales que le aportan integralidad, sobre todo, cosmovisiva y teórico-metodológica. Precisamente es en este nivel donde lo filosófico se articula en el interior de la ciencia a un punto tal que cuando la ciencia madura se puede llegara "inadvertir" la especificidad del saber filosófico contenido ya en su propio cuerpo e incluso se opaca la visibilidad acerca de la necesidad de la relación ciencia-filosofía.

En la actualidad, la comunidad científica internacional acepta que estamos asistiendo a una nueva revolución en el saber científico[5]que esta vez altera al mismo modo de teorizar la realidad como consecuencia de diversos factores, que afectan al nivel de bases de las ciencias, en particular al cuadro científico del mundo, aunque no solo.

El filósofo cubano Carlos Delgado se refiere del siguiente modo a este proceso. "A fines del siglo XX, la reflexión epistemológica y metodológica ha comenzado a tomar en consideración al factor cultural, como esencial en la visión de la ciencia y sus métodos, su modo de entenderse a sí misma, a la realidad. No sólo emerge una nueva comprensión que rompe definitivamente con el dilema de las dos culturas (Humanística y científico técnica), sino que determinados problemas comienzan a ser tratados dentro de marcos conceptuales nuevos. Así, existen problemas, como el ecológico, que han planteado claramente la imposibilidad de realizar predicciones precisas sobre los fenómenos complejos, donde coinciden múltiples variables a considerar, y donde las variables que incluyen al ser humano y su actividad, valores y modos de vida, son tan importantes y objetivas como cualesquiera otras. De hecho, se comienza a comprender ahora que la solución de problemas de este tipo depende, directamente, de las condiciones y formas en que se plantean, de los elementos culturales en juego, los que, en muchos casos, deberán ser modificados, cambiados o superados. La comprensión de que el conocimiento tiene una variable cultural que condiciona su objetividad, tanto como las variables de orden "natural", es un planteo absolutamente nuevo del asunto que deberá ser asimilado epistemológicamente". Delgado, 2001 a 1).

En este marco "..el marxismo, en su mejor tradición dialéctico-materialista auténticamente creativa y crítica. está en ventajosa posición respecto a otras tradiciones de pensamiento y práctica para participar /en su) asimilación critica ulterior." (Sotolongo, 2003,5)

La manera en que es perceptible esta revolución en el cuadro científico del mundo puede ser sintetizada refiriendo los siguientes elementos:

".1) Cambia la noción de complejidad. En sentido clásico, la medida de la complejidad está dada por el grado de dificultad para la comprensión, la complicación de los aparatos matemáticos (los sistemas de cálculo y ecuaciones) empleados, y se considera lo complejo como un atributo de la realidad indeseable, en gran medida producto de nuestra incapacidad para expresar mejor la realidad; y ciertamente un atributo reducible, posible de ser expresado y entendido mediante sistemas más o menos complicados de ecuaciones lineales. La nueva noción de lo complejo lo entiende como atributo irreductible de la naturaleza, tan ordinario y cotidiano como inadvertido hasta hace muy poco tiempo.

"Lo complejo se manifiesta sobre todo en que los sistemas e la naturaleza no sólo no son dados de antemano, sino que devienen en el transcurso mismo de la interacción. Las propiedades del mundo y sus objetos emergentes.

"2 La naturaleza tiene un carácter sistémico, integrador, no reductible al campo de ninguna disciplina científica especial. El holismo tiene preeminencia sobre el reduccionismo.

"3) Las relaciones de determinación se caracterizan por la emergencia del orden a partir del desorden, y la superposición del <<caos>> y el <<anti caos>>. En el conocimiento del orden del mundo son tanto o más importantes los patrones que se configuran en el devenir de los sistemas, que las determinaciones rígidas. La predicción es posible, pero dentro de los marcos de indeterminación que el propio sistema porta al ser entidad no hecha, devenir." (Delgado, 2001b:12)

Dentro de esta revolución en el saber científico el problema ambiental adquiere una significación singular precisamente porque el medioambiente tiene una naturaleza integradora. La realidad ambiental se gesta como un todo natural y construido (PNUMA, 1987) que por tanto integra diversos componentes, en cuya unidad adquiere su expresión como tal totalidad. Su estado histórico es expresión de las especificidades del movimiento interrelacionado de tales componentes.

Considerar al medioambiente como totalidad implica asimilar que el mismo no se restringe a una realidad de tipo natural ni tampoco a una de índole social. Es decir aquello que entraña el llamado medioambiente no existe en la naturaleza ni en la sociedad por separados. El espacio real de su existencia como totalidad lo constituye la relación sociedad-naturaleza. En consecuencia los problemas medioambientales no pueden ser entendidos ni resueltos tomando como su ámbito el de la naturaleza o el de la sociedad o ambos paralelamente, ni tampoco obviando estas partes constitutivas. Se trata de considerarlas en el marco de la relación entre ellas y por tanto de los factores que median la misma, porque la realidad ambiental se constituyen en el espacio-tiempo de dicha relación en movimiento. Como todo ámbito de relación el medio ambiente solo puede ser explicado observando las efusiones mutuas entre sociedad y naturaleza.

Participan de dicha realidad ambiental diversos componentes interpenetrativos[6]La siguiente es una forma de presentar los mismos:

el componente natural, asociado a la organización ecosistémica de la naturaleza. Por tanto, a los flujos energéticos entre las especies vivas y de éstas con las condiciones físicas del medio así como a los ciclos nutritivos que pasan a través de todos los elementos vivos y no vivos de los ecosistemas y que hacen posible la vida (incluida la humana) en los diferentes espacios que el hombre afecta o le afectan y en general que son sustanciales a la existencia misma de la biosfera, entre otras interacciones. Es decir, se trata de la naturaleza estimada desde su indispensable ordenamiento ecológico sistémico en tanto éste condiciona y demanda a la vida en general y a la social en particular. Un componente natural evaluado fuera de esta dinámica carece de sentido medioambiental.

-el componente social, desplegado en un contexto de relación con la naturaleza, asociado en primer lugar a las dinámicas demográficas y productivas socialmente condicionadas, en unidad con el resto de las tipicidades socio-formacionales, a partir de la especificidad de las relaciones de producción existentes.

Este componente es entendido desde todo aquello que otorga singularidad al movimiento social como forma superior del movimiento de la materia y por tanto que incorpora a la naturaleza como realidad socialmente significativa para el ser de la sociedad; esto es que le otorga contenido y forma histórico-concreta a la relación sociedad-naturaleza así como a los hombres que de ella participan. Esa vida social también transcurre en ecosistemas y ella misma tiene necesidad objetiva de su organización ecosistémica como condición de existencia

-el componente cultural[7]que tomado como dimensión singular de lo social adquiere la capacidad de mediador en la relación entre sociedad y naturaleza en tanto el socio-sistema dialoga con el bio-sistema a través de la actividad humana, culturalmente cualificada. La cultura constituye un elemento sintetizador, de definición de la actitud-aptitud medioambiental y de solución de los problemas concernientes, al tiempo que desde ella se recrea y desarrolla esa realidad medioambiental.

Entonces, en tanto totalidad, el medioambiente resulta de la interrelación de la sociedad y la naturaleza como sistemas abiertos a los efectos de su propia existencia. Por tanto, el medioambiente es un área de diálogo, interacción, interpretación, mutuo condicionamiento y permanente reconstitución histórica de sociedad, de naturaleza y de su relación que es donde el mismo se define como realidad creada, creativa, productora. Por esas mismas características se trata de una totalidad material en movimiento[8]

La consideración de este carácter del medioambiente tiene importantes implicaciones científicas, pues durante mucho tiempo fue bastante frecuente que las ciencias naturales centraran su atención en unos u otros aspectos , fragmentos, de la realidad desde una representación reduccionista lo que generó un problema de orden práctico para dichas ciencias particulares, pues al tratar problemas como la contaminación, por ejemplo, se encontraron -se encuentran- con factores antrópicos que la reproducen y que no han sido tomados en cuenta en su evaluación del asunto.

De modo que el enfoque científico tradicional de la problemática ambiental discurre en el marco de las bases de la ciencia que son características de la racionalidad científica dominante hasta hoy, la cual está siendo cuestionado por la actual revolución que se opera en el marco del saber científico.

En general se puede apuntar que a tono con aquella racionalidad la problemática ambiental se ha caracterizado en su enfoque científico por las siguientes cuestiones:

? "Lo ambiental ha sido abordado a partir de un enfoque unilateral. Ello contribuye a alguna manera a solucionar problemas derivados de la relación sociedad-naturaleza, pero con un carácter local y soluciones técnicas muy específicas que efectivamente ayudan a aminorar las consecuencias, pero no van a la esencia del mismo. Con ello incluso, se pierde la perspectiva respecto a la concepción de lo ambiental, pues reiteradamente éste se reduce a fenómenos particulares como la contaminación, la conservación, entre otros, y no existe la visión de totalidad que los identifique.

? "Los estudios particulares han hecho posible la acumulación de una serie de datos empíricos importantes, hechos trascendentales del conocimiento científico, que aun cuando encuentran un fundamento teórico que los sustente en el contexto de los paradigmas actuales, estos no son suficientes para explicarlos en su complejidad. Por otro lado, los resultados empíricos existentes sobre estudios realizados, tampoco han sido utilizados para la realización de generalizaciones de carácter teórico a favor del enriquecimiento del conocimiento científico.

? "Siendo lo ambiental una problemática que incorpora y trasciende los límites espaciales de lo local y los límites temporales de un contexto histórico, adquiere una connotación de carácter general, por lo que el análisis de su esencia no se puede limitar al enfoque departamentalizado del conocimiento científico, aunque a veces, éste se hace importante en tanto nos brinda una parte mínima representativa del objeto. El problema está en cómo integrar la parte al todo, y para ello se requiere un enfoque que abarque la complejidad en su totalidad, análisis que aún no se completa teóricamente.[9]

?"Si analizamos los peldaños fundamentales de todo conocimiento.incluso del conocimiento científico de la naturaleza por el hombre, que forma en su continuidad el curso dialéctico general de todo conocimiento humano; y lo aplicamos al análisis que se ha venido realizando sobre lo ambiental como objeto de estudio, vemos que ya se han superado dos etapas de tránsito por el mismo:

-La etapa de contemplación directa y de actividad empírica, en que se constatan los hechos fundamentales que comienzan a hacer reflexionar al hombre sobre su papel en la realidad natural.

-La etapa de análisis, pues evidentemente (como ya se ha planteado) las ciencias particulares, partiendo de su propio objeto de estudio han comenzado a profundizar en las distintas facetas del problema.

"Pero hay una tercera etapa que aún no se supera y es la etapa de síntesis, en la que supuestamente se crea una teoría basada en los resultados del análisis que la procedió y que de alguna manera los sintetiza en su esencia". (Miranda, 2000:68-69).

Así por ejemplo, debemos atender que ".las delimitaciones absolutas del sujeto y el objeto del conocimiento como elementos contrapuestos de la cognición son un producto cultural especial, un legado de la modernidad que tiene una manifestación concreta en el modo en que el hombre contemporáneo ha entendido su lugar en la naturaleza.

"La idea del hombre y su entorno como elementos contrapuestos parte de estas raíces epistémicas erradas al respecto. La contraposición absoluta entre el sujeto y el objeto del conocimiento condujo a la elaboración de una idea simplificada del mundo natural como entidad pasiva y simple, fácil de entender y reproducir por el hombre. La simplificación conceptual ha impedido que el hombre capte la riqueza de las interacciones naturales, y ha posibilitado su empobrecimiento valorativo al considerar la naturaleza sólo a partir de algunas de las interacciones humanas con ella. La justificación epistemológica de la ciencia como saber exacto y objetivo se realizó sobre la base de la exclusión de la subjetividad y la contraposición absoluta del sujeto y del objeto. Con ello se consideró al hombre poseedor de un saber capaz de garantizarle el dominio sobre los procesos naturales, idea que está en la base de las tecnologías depredadoras del entorno natural. La destrucción y empobrecimiento material del entorno natural por el hombre tiene como antecedente la destrucción de la integralidad natural y su empobrecimiento en las teorías científicas. En este empobrecimiento del mundo se basa la idea del dominio del hombre sobre la naturaleza" (Delgado, 2002b,116).

Delgado insiste en que si se parte de discurrir que el sujeto tiene un conocimiento exacto entonces no tiene riesgos en su relación con la naturaleza. En todo caso está seguro de conocerla tal cuál es y actúa conforme a ese conocimiento. De tal manera ¿cómo cuestionar la actitud humana hacia la naturaleza y responsabilizar a la sociedad del problema ambiental?.

Desde esta representación no se estimula un cambio de actitud, se justifica el antropocentrismo y la actitud de dominación. No es casual entonces que en el camino de superación de la actitud humana que ha generado el problema ambiental se le preste más atención al debate entre el antropocentrismo y el biocentrismo como actitudes polarizadas que, por ejemplo, a la cuestión de la coevolución que se refiere a la unidad y cuyo profundo entendimiento científico es una vía fundamental para superar esas dicotomías, que obvian la especificidad misma de la realidad ambiental.

Al plantearnos el asunto de cómo puede y está siendo superada esta forma de teorizar desde las ciencias que se ocupan de este asunto y, a fin de indicar el significado que para la problemática medioambiental tiene la actual revolución científica, resulta útil estimar que tal superación en el campo de la ciencia". no la provoca el crecimiento por sí mismo de los datos empíricos, el descubrimiento empírico por sí mismo de cualquier hecho nuevo, de un nuevo fenómeno, de una nueva sustancia o de sus propiedades, sino aquellas consecuencias teóricas que resultan de la explicación y la generalización del material empírico y que son incompatibles con las concepciones antes establecidas. Por ello la revolución científica ocurre precisamente en la esfera de las representaciones teóricas sobre las leyes de la ciencia, cuya formulación sufre una ruptura radical.En cualquier lugar, la observación empírica que no se eleva al nivel de la interpretación teórica no comporta todavía una revolución en la ciencia, pues ésta supone un viraje en las concepciones teóricas sobre el objeto estudiado" (Kedrov, 1999:10)[10].

En tanto esa última condición es característica de la actual revolución científica entonces es plausible comprender que el estado del medioambiente y la forma en que las ciencias particulares lo han abordado históricamente[11]ha cimentado la necesidad del viraje teórico al que estamos asistiendo, caracterizado por el tránsito del enfoque reduccionista al holista en materia medioambiental. Precisamente lo holístico ".apareció en el horizonte de comprensión (de este) problema en la medida en que las herramientas y metodologías parciales resultaron fallidas. Ha sido el primer problema planteado a la ciencia, que por sí mismo obligó a superar los límites de lo que hemos llamado ciencias naturales y las ciencias sociales." (Delgado, 2003:33).

El enfoque holista no entiende el todo como suma de partes, sino como interacción de las mismas así como la emergencia desde ahí de propiedades sistémicas que no están en ninguna parte específica por separado y que hacen al todo superior a la reunión de las partes. A la vez subraya que la riqueza del todo vive en las partes y ellas mismas, en el marco del todo son tales en virtud de esa correlación, porque su movimiento no se da como elementalidades aisladas. El holismo científico medioambiental es por su naturaleza consustancial a la idea de la totalidad la que ".implica una concepción articulada de la realidad que objeta la diferentes esferas temáticas.Si el conocimiento pretende reflejar a la realidad objetiva articulada, no puede desconocer a estas esferas de fenómenos definidos como niveles. Los campos disciplinarios del conocimiento son, desde esta perspectiva, niveles de la articulación que no pueden comprenderse por sí mismos aisladamente" (Zemelman, 1981:67)

Esta mirada considera al todo como una red de relaciones donde existe la probabilidad de que cualquier componente, en determinadas condiciones de interacción desate el cambio y por tanto, promueva la reorganización de ese todo, sin obviar el valor de aquellas relaciones que por su especificidad en la organización del mismo acuñan, en determinado momento de su devenir histórico, tendencias en su movimiento y desarrollo. Pero éstas mismas precisamente han brotado de aquella dinámica como es el caso de las contradicciones que se constituyen como nexos, siempre mediados a su vez por esa red de relaciones de las que ellas participan con determinadas singularidades que le hacen fundamentales por su capacidad directriz si se preservan las condiciones en las cuales emergen como tales nexos.

El enfoque holístico considera entonces integradas la tendencia y la contingencia, de las que dan cuentas todos los factores involucrados en el sistema de relaciones ambientales, incluidas las subjetividades humanas, y toda la cultura, Ello ha permitido incluir en esa red de relaciones otros saberes que provienen de otras prácticas no científicas y que resultan necesario considerar en la evolución del medioambiente y del problema ambiental.

En el caso de la investigación científica el holismo tiene trascendencia para la relación epistemológica entre el sujeto y el objeto de investigación, pues se parte de su mutuo involucramiento. La idea del investigador situado fuera del objeto y con tal asepsia respecto al mismo, para no "contaminarlo" con su subjetividad queda atrás. Esta racionalidad cuestiona la objetividad del conocimiento científico en tanto sea entendida como proveniente de un sujeto, que de tanto procurar excluir su subjetividad, deviene ahistórico y abstracto.

No obstante la objetividad del conocimiento científico se confirma como valor, solo que reconociendo que es el producto de la actividad de un sujeto real, que no puede de-subjetivarse a sí mismo. Por tal motivo, el sujeto cognoscente ha de dar cuenta de sí mismo, en tanto todas las subjetividades no son igualmente válidas y en definitiva la práctica socio-histórica confirma el valor contenido en dicho saber. De ahí también la importancia que en este sentido tiene la autoconciencia de los asideros filosóficos en el nivel de bases de la ciencia.

De tal forma, la percepción del holismo medio ambiental afecta componentes del nivel de bases de la ciencia asociado – además de al cambio en el cuadro científico del mundo referido más arriba- al estilo de pensamiento científico, en tanto se afecta la propia noción del objeto de la ciencia particular al ser enfocada la realidad como una red distribuida de relaciones donde, en principio se da la equiprobabilidad de valía entre todos los saberes que participan de la atención al problema y donde no existen jerarquías predeterminadas. Afecta también a los ideales y normas científicas pues al superar el reduccionismo analítico se demandan, por ejemplo, metodologías integradas que viabilicen el diálogo de saberes y que permitan abordan la realidad en la unidad de su ser y devenir. De tal suerte es la dialéctica de la realidad la que deviene en regularidad.

De todo lo anterior se puede concluir que. "Si el cuestionamiento del cuadro del mundo, el estilo de pensamiento científico y los ideales y normas de la ciencia se hace inevitable total o parcialmente, entonces emergerá la dimensión filosófica de los asuntos científicos y tendrá lugar un diálogo entre la filosofía y la ciencia; y podrá tener lugar una influencia heurística de la filosofía sobre la ciencia, y un enriquecimiento mutuo" (Delgado 2003,20) lo que dota de sentido al objetivo de este trabajo.

Boceto sobre valiosos arraigos cosmovisivos para la concepción de procesos de educación ambiental

Llegados aquí resulta comprensible que el desarrollo del enfoque científico holístico del medioambiente hace decisiva la cuestión del fundamento filosófico que actúa como factor de unidad de la totalidad de la reflexión medioambiental y por tanto de la especificidad ontológica desde la que se considera dicha totalidad. En este epígrafe se avanza en esa idea a partir del valor que al efecto tiene el planteo dialéctico-materialista acerca del movimiento social como la forma superior del movimiento de la materia.

En la conocida Tesis 11 sobre Feuerbach Marx escribe: "Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo" (Marx, 1973 a 11). De modo que la jerarquización histórica de la idea de la transformación de la realidad coloca en lugar central de la estructuración de la reflexión filosófica marxista y leninista –y de sus funciones- al problema de la práctica socio-histórica. Precisamente tal singularidad suya le permite sintetizar, desde una perspectiva dialéctico-materialista, la relación de identidad y diferencia, mediada justamente por la actividad (la práctica en primer lugar) entre lo material y lo espiritual. De manera que en el marxismo la noción de la realidad como totalidad se construye desde esta perspectiva, contenida en la apreciación leninista que subraya: "La totalidad, el conjunto de los momentos de realidad, que en su desarrollo resulta ser la necesidad" (Lenin 1979, 151).

Tal noción de totalidad recorre todo el cuerpo teórico de la filosofía marxista y leninista y posee en consecuencia una importante significación cosmovisiva, por cuanto expresa una manera explícita de pensar la realidad, caracterizada por una actividad racional de reflexión de los diversos ámbitos de la misma -y no solo desde la ciencia- pero que pueden adquirir significado para ella, sobre todo cuando se empeña en un esfuerzo holista como es el caso. Ello adquiere carácter de principio en el difícil empeño de desenajenar las conciencias y favorecer desde ese ángulo actitudes humanas consecuentemente construidas, como en este caso, desde la posibilidad que contienen las prácticas asentadas en la producción de conocimiento científico holístico.

Consecuentemente con lo expresado la noción de totalidad medioambiental incorporada en el holismo –si se hace desde una perspectiva dialéctico-materialista- lleva a considerar lo material y lo espiritual en su unidad como agente de dicha totalidad material en movimiento.

Desde esta perspectiva debe ser atendido el tránsito de la materialidad natural a la materialidad social que, en sí mismo, subraya la existencia de premisas naturales de existencia de la sociedad y al mismo tiempo su superación cualitativa, pero no de tipo excluyente, en tanto las formas superiores del movimiento de la materia incluyen a las formas características de niveles de organización material menos complejos

Desde el punto de vista de dichas premisas naturales se pondrá en primer lugar la necesidad de la sustantividad de un medio geográfico[12]La presencia del hombre, en tanto portador material del movimiento social, es de por sí el dato fundamental primigenio de la convivencia con a la naturaleza de una realidad que se desprende de ella pero que le es distinta. Pero siempre será del hombre histórico-concreto.

Vale pues, prestar atención a ese "desprendimiento" de la naturaleza en tanto en la historia social ".El primer estado de hecho comprobable es, por tanto, la organización corpórea de estos individuos y como consecuencia de ello de su comportamiento hacia el resto de la naturaleza" (Marx,1982,19). De ello emana que el hombre para existir necesita satisfacer necesidades biológicas que le son dadas por su condición natural y lo hace desde un entorno que ya no es estrictamente natural.

Por tanto, su vida supone un metabolismo continuo con la naturaleza y la correspondiente actividad reproductiva vinculada a la continuidad de la especie. Es decir al hombre le han sido proporcionadas en su propia génesis, condiciones naturales de existencia de las que no puede separarse, salvo que procure suicidarse como especie en tanto ".la naturaleza ofrece los medios de vida del trabajo, en el sentido de que éste no puede vivir sin objetos sobre los que actúe, brinda también de otra parte los medios de vida en el sentido más estricto de la palabra, o sea los medios de sustento físico " (Marx,1962: 64).

Al marxismo corresponde el mérito de advertir el modo social de satisfacer las necesidades que derivan de estas determinaciones naturales. Todo el proceso de evolución avanza en la medida en que se delinea, en determinado estadio histórico de la naturaleza, la posibilidad activa de la transición desde el primitivo accionar laboral al trabajo propiamente dicho como actividad consciente y en el cual se forma y se reproduce el hombre.

De modo que al trabajar y producir los bienes materiales -y el entorno que necesita para satisfacer sus necesidades naturales, más exactamente socionaturales- el hombre inaugura no solo una forma de relacionarse con la naturaleza (siempre histórico-concreta), desconocida hasta entonces sino una nueva realidad: la sociedad, cualificada por una red de relaciones, ninguna de las cuales, por la propia génesis social, resultan absolutamente indiferentes a la naturaleza. De ese conjunto de relaciones se destacan las relaciones de producción como modo de interacción entre los portadores de la forma social del movimiento de la materia en el marco de un modo de producción históricamente determinado y a tenor de determinado nivel y carácter de desarrollo de las fuerzas productivas. Con ello se abre paso el establecimiento de un nuevo tipo de materialidad social, que se sustancia a partir de su relación con la naturaleza, relación cuya dinámica también ella misma comienza a condicionar.

En esta relación no resulta ocioso observar que la sociedad y la naturaleza constituyen subsistemas del planeta Tierra, que funciona como un gran ecosistema que posee un carácter contradictorio en sí mismo: por un lado es abierto en cuanto a energía solar pero por otro -y al mismo tiempo- cerrado en cuanto a sustancias. Esta doble cualidad regula naturalmente los niveles de entropía a expresiones tales que garanticen condiciones para el desarrollo de la vida. Ahora bien, la medida en que este proceso natural se viabilice o entorpezca, una vez que existe la sociedad, depende de los intercambios metabólicos entre ésta y la naturaleza.

De manera que el propio cambio energético con el sistema solar obedece a la calidad de los procesos diversos que en el orden referido se den en el planeta y que requieren tanto sustancias como energías. Si este transcurso natural se obstaculiza crece la degradación de las sustancias y de la energía y en consecuencia la progresiva degradación de todo lo existente. Se cierra así el porvenir como posibilidad superadora, pues a tono con la idea del carácter increado e indestructible de la materia y la de su transformabilidad lo que surge tendrá una sustentación material más empobrecida al ser entorpecidos cualitativamente los ritmos propios de los procesos metabólicos que se dan al interior de la naturaleza y en la relación de ésta con la sociedad.

El metabolismo o relaciones metabólicas entre la sociedad y la naturaleza12 constituyen un proceso de sucesivos intercambios de sustancias, energía, información y sentido entre ambos. De modo que este concepto posee un alto valor heurístico para comprender la síntesis sociedad-naturaleza contenida en la realidad ambiental y en consecuencia por su atención a la creación de la vida social o a su desaparición. Se trata entonces de un concepto fundamental para el enfoque de la cuestión que se analiza desde la perspectiva de la unidad material del mundo, al proporcionar acercamiento dialéctico-materialista para el estudio por las ciencias de los problemas que hoy llamamos ambientales.

Atendiendo a este criterio se ha considerado que vale prestar más atención a la idea de la coevolución (Foster, 2004) como proceso único y diverso que articula los complejos ciclos de la naturaleza con las especificidades de la forma social de movimiento de la materia como condiciones congénitas de la realidad en tanto totalidad, una vez que ya la sociedad existe. Esto constituye, según mi apreciación, una forma que alienta a compendiar teóricamente desde la perspectiva holística la relación, sociedad naturaleza como el ámbito de la realidad ambiental y de acercar la comprensión de esta realidad a su curso real objetivo histórico-concreto.

El carácter dialéctico, dialógico y "relativamente jerárquico" (mirando a la sociedad) de la relación sociedad naturaleza proviene exactamente de que la forma de movimiento social asimila el resto de las formas de movimiento que le son típicas a la naturaleza pero también de su propia especificidad. Su distorsión, esto es el desconocimiento efectivo de las posibilidades y límites naturales de su existencia, aporta a la propia autodestrucción del movimiento social. De ahí el significado de la conciencia que sobre el asunto tengan los hombres históricos, como portadores materiales del mismo y la manera en que procuren atemperar los ritmos que imponen las necesidades sociales a los ritmos naturales, para cosechar la posibilidad misma de su reproducción sostenida en el devenir social y develar así su efectivo ritmo social.

La propia singularidad de la forma del movimiento social de la materia supone ya una relación mediada con la naturaleza a través de la actividad y el proceso de actividad avanza como creador de cultura y ella misma se va enmarcando en un contexto cultural que distingue al hombre –individuo social histórico-concreto- del resto de los seres vivos, pero que en determinados contextos históricos socioculturales le genera a éste la ingenua y/o perversa percepción de que la superación cualitativa de lo social respecto a lo natural incorpora la exclusión o la desestimación de los imperativos de aquella cuando en realidad lo que se produce es "..la unidad acabada esencial del hombre con la naturaleza, la auténtica resurrección, el naturalismo realizado del hombre y el humanismo realizado de la naturaleza" (Marx, 1989: 86). Como esa materialidad cualifica desde la actividad humana, la práctica en primer lugar, pero también la gnoseológica y la valorativa que le preceden, acompañan y suceden en bucles de continuidad y ruptura se trata de una totalidad material dinamizada de manera fundamental, entre otros procesos, por la permanente correlación entre lo objetivo y lo subjetivo contenida en ella, que se atiene al conjunto de condiciones de la propia actividad humana: esto es a las necesidades, intereses, fines, objetivos, medios y resultados que la fundamentan.

La consideración de la actividad humana, en su sentido histórico, como mediadora en la relación sociedad-naturaleza permite juzgar que el problema ambiental no es idéntico al perjuicio que, por su mera existencia y la transformación activa de la naturaleza que le es consustancial, la sociedad genera en determinados límites asimilables por la naturaleza, es decir sin alterar, en lo fundamental, su capacidad de respuesta para conservar y reproducir la vida en el Planeta. Perjuicio consustancial no pocas veces a su propia existencia, por lo que no es un naturalismo idílico, conservacionista a ultranza la actitud pertinente para enfrentar la problemática del deterioro medioambiental como tampoco lo es el antropocentrismo característico de la cultura occidental capitalista.

Ese perjuicio es congénito a la relación sociedad-naturaleza pero el problema ambiental tiene raíces en la evolución histórica de los elementos mediadores en esta relación y comporta afectaciones en ambas direcciones porque se identifica con los daños a las condiciones de vida y por tanto a la existencia social.

De modo que el llamado problema ambiental "contempla "lo ambiental" como relación del hombre cultural consigo mismo. Y considera al daño hecho a la naturaleza por la civilización occidental como un tipo de producción social de vida que destruye, sin embargo las bases biológicas mismas de esa vida" (Sotolongo, 2002)

Puede tener carácter local o global. Pero de cualquier modo, siguiendo la pauta teórico-metodológica de la filosofía marxista, su examen y tratamiento se hace imposible sin el enfoque histórico de la relación dialéctica entre sociedad y naturaleza.

Se trata , pues de que toda la actividad humana contenida en esta relación debe ser explorada para preciar el estado de la realidad ambiental. De manera tal que la visión de la relación sociedad-naturaleza -y de la realidad medioambiental- resulta indisoluble del enfoque histórico-concreto de la actividad práctica, gnoseológica y valorativa en que esa relación se hace real. De otro modo, constituye un sin sentido el planteo mismo de la protección y desarrollo del medioambiente a garantizar y del problema medioambiental a resolver o mitigar.

De ahí que en la red de relaciones que constituye el medioambiente el nodo articulador de la singularidad de sus interacciones en cada contexto espacio-temporal se moviliza desde la actividad de los hombres y mujeres que participan de la realidad medioambiental dada.

Este enfoque socio-formacional de la relación sociedad-naturaleza permite distinguir -en el marco de las modificaciones que los hombres históricos generan a la naturaleza a partir del modo en que producen los bienes materiales en tanto forma fundamental de práctica sociohistórica- entre los perjuicios naturales locales que por su expresión cuanti-cualitativa no llegan a afectar las condiciones de vida de la Tierra -y que la naturaleza está, tal vez, en relativa condiciones de resarcir- y aquellos que por su especificidad cualitativa y su magnitud alteran la biosfera y por tanto la capacidad vital del planeta Tierra generando el llamado problema ambiental global.

Esta distinción tiene un valor extraordinario para enfrentar el enfoque simplista acerca de que el llamado problema ambiental que hoy nos afecta es el resultado de la relación en general entre sociedad y naturaleza, lo que equivaldría a atenderlo como algo congénito de la propia existencia social.

De manera que el enfoque histórico-concreto de la sociedad, entendida ésta como formación económico-social, ofrece a las ciencias y sujetos diversos encargados de indagar y enfrentar la problemática ambiental una pauta teórico-metodológica que previene contra lo insulso de determinadas generalizaciones al tiempo que da fe acerca de cómo el punto de vista holístico debe trascender los abstraccionismos ahistóricos e incorporar las categorías de movimiento, espacio y tiempo históricos en el estudio de las realidades ambientales y en la proyección de posibles soluciones a problemas existentes.

Por demás, esa perspectiva al advertir que la realidad medioambiental incorpora actividad histórico-social subraya a dicha actividad tanto como objeto de la ciencia que como sujeto de la conformación y transformación de la realidad ambiental. No es esto solo un asunto de ciencia sino también de decisiones y prácticas económicas, políticas, productivas, comunitarias, etc y en fin culturales.

Desde este matiz filosófico se advierte, en definitiva, lo vacuo del enfoque abstracto y parcial de la realidad medioambiental, la que es tal en dependencia esencial de las especificidades de la actividad humana[13]de cada época, espacio y hombres y mujeres históricos.

Se trata entonces de que el enfoque histórico-concreto de la conformación y desarrollo de la materialidad social a través del proceso de la actividad humana se convierte en principio desde el cual asumir la cuestión ambiental.

Precisamente, es en el análisis histórico de los modos de producción donde se hace necesario hurgar para entender la base de determinación de los estados de la realidad medioambiental en cada época y espacio social. En consonancia con ello se trata de estimar a las relaciones de producción -en tanto forma de interacción que tipifica al movimiento social- como dinamizadoras socialmente de esa realidad ambiental no solo por constituir base económica de la sociedad sino también por su capacidad sintetizadora y estructuradora del todo social.

De tal manera los enfoques estrictamente económicos de la relación sociedad-naturaleza aún cuando resulten valiosos para el enfoque de la realidad medioambiental pueden devenir, en medida nada despreciable, insustanciales si no consideran el modo en que en la totalidad de la formación económico-social dada se despliegan las correspondientes relaciones de producción para participar -a través de la diversidad de relaciones que, en última instancia, aquellas contribuyen a conformar- en la definición histórico-concreta de un estado de esa realidad medioambiental.

Esto indica la necesidad de atender la propia movilidad histórica del componente social del medioambiente pues sugiere la posibilidad de que se activen significaciones ambientales desde el resto de las relaciones sociales de la formación económico-social dada (la política, el derecho las formas de la conciencia social, la cultura, etc.) que participan tanto de la configuración y movimiento de las relaciones de producción como, mediadas o no por éstas de la realidad medioambiental.

Pero, volviendo a centrar la atención en las relaciones de producción, como forma determinante de expresión del movimiento social, se advierte que éstas están a su vez condicionadas por el estado histórico de desarrollo de las fuerzas productivas. De ahí que el estado histórico de las fuerzas han de ser consideradas en la evaluación de lo ambiental.

Más, tengamos en cuenta que por esa misma razón no resulta poco frecuente el acentuar el sentido desarrollista de la concepción marxista a partir de su consideración sobre el necesario estímulo constante al desarrollo de las fuerzas productivas, refiriendo, por ejemplo, las alusiones que al respecto aparecen en el Manifiesto Comunista, o por el papel otorgado a tal factor en cuanto al futuro comunista de la humanidad, como podría parecernos desde una lectura plana y disgregada del conjunto de la teoría, desde textos como la Crítica al Programa de Gotha. Solo, sin atender a la especificidad de la forma social que les condiciona en su desarrollo –y de la formación económico-social toda- una mirada al despliegue “in crescendo´´ de las fuerzas productivas puede conducir a aquella apreciación. Es menester, entonces, enfatizar que para el marxismo la relación entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la naturaleza es una relación mediada por las relaciones de producción en el contexto del modo de producción de una formación económica social dada. De ahí su atención a las relaciones de producción como elemento de discontinuidad en la historia.

De forma que, en todo caso, el énfasis sobre la manera en que desde la concepción marxista se sostiene o no un pensamiento desarrollista y por tanto agresivo al medioambiente implica el análisis de las fuerzas productivas nunca obviando el carácter mediado de la relación fuerzas productivas-naturaleza, amén de que Marx no ocultó el posible carácter destructivo de aquellas, pero siempre evaluado en determinada contexto de relaciones de producción.

Tal idea pesa metodológicamente para pulsar la extraordinaria carga que el enfoque de las tecnologías tienen, muchas veces en sí mismas, en los análisis medioambientales, sin caer en simplismos, ni reducir las tecnologías a una mera dependencia de las relaciones de producción. En todo caso el énfasis debe ponerse en su uso social donde sí cuentan de manera especial los componentes superestructurales que activan esas relaciones y que a su vez recursan sobre ellas. El líder cubano Fidel Castro ha hecho gala de este enfoque en sus reflexiones sobre el cambio climático y otras asociadas al carácter agresivo de determinados niveles y orientaciones del desarrollo tecnológico contemporáneo.

Llegados aquí, conviene insistir en la incidencia del resto de los componentes socio-formacionales sobre la forma social con que las relaciones de producción aportan al desenvolvimiento de las fuerzas productivas y a la relación de éstas con la naturaleza y a través de ello pensar su papel en la conformación y movimiento de la realidad medioambiental.

De particular importancia resulta en ese orden el análisis de la superestructura político-jurídica -y la estructura de clases contenida en ella- y de las formas ideológicas que les fundamentan desde las cuales se conforma la percepción del deber ser y del ser de la dinámica social. Aspectos sociales importantes para la problemática ambiental -tales como el modelo de desarrollo económico y su armonía y desarmonía con el resto de las problemáticas sociales y el estado de la naturaleza- poseen en su ontología una dimensión institucional normativa e ideológica que, junto al resto de los factores que cualifican su ser, comporta significación en el modo de relacionarse la sociedad con la naturaleza.

El enfoque integral de las relaciones de producción como forma determinante de expresión del movimiento social, no solo a nivel del modo de producción, sino a nivel de toda la formación económico-social resulta entonces trascendente para fundamentar la construcción, con la participación de la ciencia, de una racionalidad ambiental que rebase el economicismo. Ello, sin desconocer la consideración marxista de la determinación de última instancia, la que aporta jerarquía a la idea misma de la coevolución, más arriba esbozada, tan necesaria a la comprensión de los cimientos de la continuidad del desarrollo social.

Esta problemática incorpora un elemento de gran importancia heurística para el desarrollo del holismo ambiental desde la ciencia y también desde otras formas de actividad humana.

Es menester insistir en que esto resulta esencial en lo que respecta a la práctica productiva expresada históricamente en los modos de producción de bienes materiales y todas las relaciones que se dinamizan hacia su interior y hacia la formación económico-social en cuestión. Contexto donde la estructura socio-clasista, las formaciones superestructurales, el modo de vida y la cultura en general desempeñan un papel fundamental respecto al estado de la realidad ambiental.

Este enfoque se hace necesario al mismo tiempo para sopesar la transición del problema ambiental de su carácter local a lo global, como se apuntaba con anterioridad. Y en ello cuenta de manera esencial el observar cómo en determinado momento del decursar histórico de los modos de producción, y de las formaciones económico-sociales que sobre ellos se levantan, se arriba a una etapa en que -empujado por las necesidades e intereses clasistas típicos del modo de producción capitalista- el productor se enajena de sus condiciones naturales de vida, en tanto en que ". con ayuda de su trabajo, se apropia del mundo exterior, de la naturaleza sensible, se priva en mayor medida de los medios de subsistencia en doble sentido: en primer lugar, el mundo sensible deja más y más de ser objeto que pertenece inalienablemente a su trabajo, deja de ser medio de subsistencia de su trabajo; segundo lugar, este mundo exterior deja más y más de ofrecerle medios de subsistencia en el sentido directo, medios de subsistencia física del obrero "(Marx, 1962:64).

Este proceso supone la imposición de la lógica de la maximización de ganancias a la naturaleza en una escala cada vez más amplia, que va de lo nacional a lo global. Si tenemos en cuenta que desde esa perspectiva se fomenta una relación con la naturaleza asentada en el tratamiento de ésta como recurso a disposición "social", pues se hiperboliza la visión de su valor económico.

Se comprenderá cómo desde estas visiones, convertidas en plataformas de actividad, se ampliaron las consecuencias del perjuicio natural hasta llevarlo a la afectación a la biosfera y por tanto a la generación global de daño ambiental.

El proceso de acumulación de capitales perjudica, al menos, de triple forma a la naturaleza: a).por el creciente nivel de extracción de recursos que significa (la realización efectiva de la transformación ilimitada), b)la generación de una actitud de dueño de naturaleza con todas las consecuencias que ello acarrea en la fundamentación ideológica de los modelos de desarrollo (la creencia en la posibilidad de la transformación ilimitada de la naturaleza) y c) la opulencia y la pobreza real como reproductores de las 2 consecuencias anteriores (la fundamentación de la necesidad social de la transformación ilimitada de la naturaleza)

Se hace necesario añadir que asumir al hombre como portador del movimiento social implica entenderlo en su totalidad como individuo histórico-social y, en consecuencia, atender a la formación de la identidad de todos ellos como tales individuos y al mismo tiempo a la manera con la que construyen no solo materialmente su entorno sino también, y como parte de ello, la espiritualidad desde la cual se proyectan activamente en el marco de determinadas relaciones de producción.

En esta cuestión desempeña un papel singular las relaciones intersubjetivas entre los hombres y mujeres de una sociedad y, por tanto, la intersubjetividad que objetiva un mundo espiritual como perteneciente al conjunto social y no a uno u otro individuos por separados, la que se coloca como armazón ideal social que enuncia la especificidad con que la realidad es entendida y por tanto actuada por esos hombres, desde sus diversas singularidades.

Lo anterior apunta una cuestión básica para el holismo ambiental y su asunción de la totalidad porque la misma ".sólo puede plantearse si el sujeto que la plantea es también una totalidad, si el sujeto para pensarse él mismo, se ve obligado a pensar el objeto como totalidad" (Lukács, 1970.60). Importan pues todas las dimensiones de los seres humanos que participan de la realidad ambiental pero también de la sensibilidad, de la cultura, de las necesidades, etc. del científico que la estudia, del político o del empresario que la actúan, del vecino que la vive y recrea, etc planteándole a los mismos importantes exigencias éticas, estéticas, gnoseológicas, valorativas para el constante rediseño de su relaciones con la naturaleza y el resto de la sociedad.

La educación ambiental debe estimar todas esas aristas. No obstante vale destacar que su componente gnoseológico debe reparar su carácter mediado por la propia actividad práctica de los sujetos que en ella participan.

La valoración del impacto del resultado científico -y de otros tipos de acciones- en este orden resulta vital, toda vez que el sentido común nos alerta de que ".el ser se plantea como problema a partir del límite donde termina nuestro círculo visual." (Engels,1970,58).. Se trata entonces además de que para comprender la génesis y estimular la transformación efectiva del problema ambiental se hace necesario hurgar en el tipo de conocimiento -y la conciencia sobre su singularidad histórica- que condiciona la relación histórica del hombre y la naturaleza, lo que permitirá identificar la responsabilidad histórica del mismo y el replanteo no ya solamente de sus resultados sino de las propias bases de su gestación. Se hace fundamental entonces advertir que el conocimiento contiene práctica y por tanto valoraciones y subjetividad en general, históricamente condicionadas. No notar esto contribuye a generar la subjetividad como objetivismo e incorpora vicios teóricos como el de cualificar a la verdad como independiente del sujeto13 contradiciendo la tesis leninista acerca de la práctica como fuente del conocimiento.

Precisamente es el carácter socio-histórico de la práctica lo que dota de carácter objetivo y concreto a la verdad. Esto no hace excepción para el caso del conocimiento científico y de cualquier otro tipo que adquiere significación ambiental.

Desde un ángulo ético lo anterior sugiere incorporar prudencia histórica en la relación con la naturaleza pues acostumbramos a actuar como si nuestro conocimiento de la realidad captase la realidad exactamente tal cual es, sin percibir, o sin atender, las mediaciones existentes en la relación sujeto-objeto, derivadas de los condicionamientos históricos. También solemos incorporar saberes descontextualizados que distorsionan la propia construcción de realidad ambiental con desentono de las necesidades contextualizadas de actividad de los hombres históricos, lo que cobra alta importancia en las condiciones del mundo de hoy14.

De manera que según sea la perspectiva acuñada en la relación sujeto-objeto así será el tipo de relación gnoseológica que se sostiene y por tanto la misma valoración acerca de la valía del conocimiento que se alcanza. Esta noción, en su expresión epistemológica, se sitúa en las propias bases de la ciencia en cada época histórica.

Subrayemos además que la práctica socio histórica es multiforme y multivalente. En consecuencia el conocimiento que en ella asienta su objetividad es multiforme y multivalente (conocimiento científico, filosófico, teológico, artístico, cotidiano, proveniente de los oficios y de cuantas prácticas sociales estén involucradas). De donde cualquier distorsión en la equidad o no de sus valías gnoseológicas solo puede tener una razón histórica y tiene consecuencias reales15.

De esta manera en la consideración del carácter diverso de la práctica, que tiende a copar el todo real, la filosofía marxista y leninista avala el holismo ambientalista no solo dentro de la ciencia sino de éstas con los conocimientos, los valores y valoraciones que aportan otras facetas de la actividad humana, en un legítimo diálogo de saberes. Esto incorpora a las ciencias el reto de ".comprender qué es un problema científico en términos de ciencias sociales, naturales, técnicas y también de práctica política" (Delgado 2003:33).

Así por ejemplo, como ya se apuntó en el epígrafe anterior, la racionalidad clásica moderna con su actitud epistemológica de separación entre el objeto y el sujeto incorporó pautas culturales que han atravesado toda la historia humana, al menos en Occidente, desde entonces, tales como el cientificismo, la actitud antropocéntrica y de dominación hacia la naturaleza y hacia otras diversidades sociales, el objetivismo, el verticalismo en las relaciones, etc., Y si ello no permite que el hombre histórico de la modernidad y sus continuadores culturales cuestionen gnoseológicamente su actitud hacia la naturaleza tampoco resulta auto-cuestionable, desde esa lógica, la expresión práctica de dicha actitud.

La consideración de que el objeto viene al sujeto como calco y que el sujeto no aporta, más allá de su razón aséptica, cultivada científicamente con independencia del objeto, en la formación de la imagen del mismo, sugiere entender la naturaleza como algo a disposición del sujeto ahistórico, que tiene capacidad de conocerle en su exactitud. Se niega el carácter procesal de la naturaleza y el valor de la actividad del hombre como fuerza interna de la misma. La modificación que el hombre hace de la naturaleza se asume como una externalidad, de donde ni su acción crea intrínsecamente nada nuevo, ni participa de los ritmos de la naturaleza, ni el hombre ha de atender como algo intrínseco las exigencias naturales.

Si la modernidad cristaliza con el modo capitalista de producción se sobreentiende entonces cómo desde la articulación de la racionalidad epistemológica que le es característica con la lógica productiva del capital se gesta una actitud cultural que reduce la naturaleza a simple recurso al servicio del hombre. Precisamente en la codificación cultural de tales comportamientos está el significado que para la problemática que abordamos tiene la racionalidad clásica a esta altura de la historia, la que resulta actualizada ya no solo por el capitalismo sino por las prácticas socialistas que no rebasaron ambientalmente la lógica cultural del capitalismo.

De todo lo anterior se deduce que el reconocimiento del papel activo de la subjetividad sugiere que ella misma sea tratada con objetividad por la ciencia a fin de dilucidar la responsabilidad histórica que ella contrae con su participación en la recreación de la realidad ambiental y contribuir a construir las bases de su propia transformación.

De donde el problema ambiental debe ser entendido no solo como un problema de la relación sociedad-naturaleza sino también como un problema de la relación del hombre consigo mismo, con su conocimiento, con su valoración de sí mismo y de su relación con la naturaleza y, en fin, con la práctica de dicha relación en el contexto de las condiciones socio-históricas en que se gesta la actividad humana, ante todo la práctica productiva .

Por tanto se fundamenta la idea de que la evaluación de la relación hombre-naturaleza cobra sentido siempre que se trate al hombre como hombre social integral históricamente determinado y por tanto formando una sociedad particular. Esto ofrece sentido a la pregunta acerca de si el problema ambiental global ¿es congénito a la relación del hombre con la naturaleza y en consecuencia a la sociedad humana? o ¿es producto de la relación de determinado tipo social de hombre, de cierta sociedad históricamente determinada[14]con un estado también históricamente determinado de la naturaleza?

Entonces – como ya ha sido fundamentado en nuestro medio[15]no es el hombre genérico, abstracto, el que genera el problema ambiental; es un tipo histórico-concreto de hombre. En consecuencia lo que ha de ser modificado es el tipo de la relación sociedad y la naturaleza que ha estado en el centro de la generación del problema ambiental, lo que implica modificar al hombre mismo.

Se trata en general, de que la filosofía marxista y leninista favorece la fundamentación de un enfoque histórico del problema ambiental y colabora con la ciencia en la construcción de una perspectiva epistémica que, bien entendida, le previene frente al objetivismo advirtiendo que la pretensión de objetividad, tan cara al conocimiento científico, debe lograrse situándose en la práctica socio-histórica para estimar el carácter histórico y valorativo de la construcción del saber científico y, por tanto, de las prácticas que en el mismo se sostienen.

Se corrobora la evidencia de que el científico no genera una realidad gnoseológica cual espejo de la realidad objetiva, sino que obtiene concretos pensados como expresión del carácter activo y creador de su subjetividad, de cuya construcción participa la propia cultura del individuo no solo en cuanto científico sino también en tanto sujeto real corriente, aunque el carácter específico de su actividad profesional active jerarquías, que de cualquier manera no pueden dejar de sintetizar el ser del científico como totalidad, lo que advierte de la importancia de la educación integral del mismo.

Si la realidad convertida en objeto de estudio desde la práctica discurre dialécticamente a tono con la concatenación que la cualifica, entonces la universalidad del conocimiento científico -obtenido y refrendado en categorías y leyes científicas- brota y se expresa en la diversidad de fenómenos de la realidad para la cual rige aquella universalidad pero que la desbordan a partir de sus singularidades, cuales totalidades específicas que participan de la dinámica real.

Al respecto, Lenin en sus Cuadernos Filosóficos colocaba NB[16]en las siguientes ideas de Hegel en su Ciencia de la Lógica ".La ley toma lo calmo -por lo tanto la ley, toda ley, es estrecha incompleta, aproximada.La existencia vuelve a la ley, como a su fundamento, y el fundamento y el movimiento de resolución del universo fenomenológico, del que representa la esencialidad.El fenómeno, por lo tanto en relación con la ley es la TOTALIDAD, porque contiene la ley, PERO TAMBIÉN MÁS, a saber, el momento de la forma en automovimiento" (Lenin,1979 a:145-146)[17]. Más adelante añadía, de su propia consideración "La universalidad y el carácter omnienvolvente de la interconexión del mundo, que la causalidad solo expresa en forma unilateral, fragmentaria e incompleta" (Lenin,1979b:.153) "La causalidad, como en general le entendemos, es solo una pequeña partícula de la interconexión universal."( Lenin,1979b:154).

Lo anterior supone también razonar que la universalidad de la ley posee el mismo nivel de valor ontológico que la diversidad efectiva e irregular de la realidad, por cuanto es en su articulación que se conforma el ser de la misma. De ahí que para el holismo ambiental tanta atención merece la tendencia como la contingencia y particularmente su unidad dialéctica. Por tanto es dable a la comprensión que las jerarquías de las regularidades captadas por la ciencia tradicional sobre las irregularidades, llevadas a menos por ella misma, obedece a la conformación y justificación histórica de las bases de dichas ciencias. Esto nos confirma que, pasando inadvertida, como componente suyo, estas ciencias incorporan subjetividad humana en las bases conceptuales y metodológicas de su actividad específica: un modo específico de entender la relación entre el sujeto y el objeto de conocimiento y de crear teoría científica.

La filosofía marxista y leninista reivindica al científico como sujeto que se da a su labor en la concreción del conocimiento científico desde las prácticas holísticas ambientales y lo hace precisamente en consonancia con la práctica socio-histórica como criterio material valorativo de la veracidad del conocimiento, que decanta la valía de sus diversas combinaciones gnoseológicas. Ello, al unisono de la estimación de la concatenación universal y de la unidad material del mundo -que la necesidad del holismo ambientalista no hace más que confirmar- fundamenta que la diversidad gnoseológica de las ciencias contiene también su unidad, su universalidad, que es tarea de la ciencia holística también develar. Ello vale tanto como su estimación en relación con el diálogo con los demás saberes que mucho pueden aportar en el ámbito de la actividad mediambiental.

El carácter mediador de la actividad toda, inmersa en una cultura histórico-concreta y su responsabilidad creadora del ámbito de la relación donde vive la realidad ambiental, confirma que tal realidad está ligada a la subjetividad de sus moradores, sin cuya forma histórica de expresarse no existiría el llamado problema ambiental global ni tampoco la posibilidad histórica de revertirlo.

Llegados aquí considero entonces necesario anotar una idea que debe ser cimentada por la educación ambiental en aras de convertirla en conciencia cotidiana masiva, por el holismo madioambiental: al énfasis teórico puesto al carácter transformador de la actividad humana se le debe articular la idea de la condición naturalmente adaptativa de esa transformación, atendiendo a que la naturaleza afecta todas las premisas de la actividad humana.

El acento en lo transformativo a secas puede asociarse al carácter ilimitado de la transformación y por tanto a la posibilidad de alimentar teóricamente una actividad que por su contenido metabólico sea altamente entrópica, es decir actúe en la dirección de aportar continuamente el agotamiento del contenido autorregulado y auto-creador de la propia naturaleza y a su capacidad para conservar la vida. La transformación de la realidad debe adaptarse a una evaluación integral de su posibilidad a partir de las condiciones realmente existentes.

Por lo tanto la superación del carácter enajenado de la sociedad respecto a la naturaleza siguiendo a Marx en sus "Tesis sobre Feuerbach", debe ser entendida como práctica revolucionaria, es decir como".coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana."(Marx,1973 a:8) que afecte la totalidad social.

El problema ambiental se incorpora así a la fundamentación de la necesidad de la subversión revolucionaria de la formación económico-social capitalista, no solo a través de la revolución política del modo de producción y de la superestructura sino de la transformación cultural procesal de toda la actividad que da vida al organismo social en cuestión, De manera que la construcción científica del holismo ambiental desde la perspectiva abordada cimienta su inscripción en la esencia de la lucha del pueblo cubano por la construcción de una sociedad verdaderamente humana.

Conclusiones

En esta etapa de tránsito, en el tratamiento de la problemática ambiental desde el "reduccionismo" de las ciencias naturales a la conformación de un enfoque holístico a fin de desarrollar una racionalidad ambiental consecuente con el estado actual del medioambiente, le resulta imprescindible a los procesos de educación ambiental consolidar las bases de su propia reflexión. En este marco la recurrencia al pensamiento filosófico se convierte en una necesidad.

La filosofía marxista y leninista posee un alto valor para estos fines en nuestro medio. La ponderación de dicho valor a partir del condicionamiento que deriva de la especificidad del movimiento social como forma superior del movimiento de la materia puede aportar en el orden señalado a:

a)-construir una fundamentación necesaria para la educación ambiental, a fin de afianzar su orientación hacia el holismo ambiental dialéctico-materialista, a partir de la formación de la autoconciencia en los educadores de la complementación de una actitud responsable en lo científico-investigativo, lo práctico-transformador, lo político-ideológico, lo ético, lo estético y lo humanista revolucionario en general..

b)- la localización de principios cosmovisivos indispensables para construir una red de comunicación y acción entre todas las ciencias particulares en capacidad de aportar al saber medioambiental y de éstas con los saberes que provienen del resto de las formas de actividad humana y potenciar así un diálogo de saberes que resulta indispensable al holismo de la educación ambiental, como vía para superar el reduccionismo característico de la parcialización de los objetos de actividad que brota, en todos los ámbitos, de la división social del trabajo.

Estas posibilidades se abren paso desde la filosofía marxista yleninista en tanto "Solo una filosofía que no se deslinde de la ciencia, pero al mismo tiempo no se limite a asimilar los datos del conocimiento científico concreto, que reconozca y realice consecuentemente su orientación hacia lo científico, puede elaborar la imagen adecuada de la ciencia como proceso históricamente en desarrollo, inseparable del desenvolvimiento cultural general" (Fedoseev, 1983,128).

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Datos generales del autor

Camilo Rodríguez Noriega.(1959). Graduado de la carrera profesoral de Historia. Licenciado en Educación en la especialidad de Marxismo-Leninismo. Máster en Estudios Sociales. Fungió durante varios años como Metodólogo Nacional de Educación Cívica y Marxismo-Leninismo del Ministerio de Educación de la República de Cuba y como Profesor Adjunto del Instituto Pedagógico Latinoamericano y Caribeño, en su Cátedra de Educación Cívica. Actualmente es Profesor Auxiliar de Filosofía en la Escuela Superior del PCC "Ñico López" donde se desarrolla en la enseñanza de pre y postgrado. Imparte, entre otras, la asignatura Ecología y Sociedad y el curso de postgrado "Aspectos ideo-políticos de la educación ambiental". Es miembro de la Cátedra de Pensamiento Cubano "José Martí" del Instituto de Filosofía de Cuba. Prepara su Doctorado en Filosofía en la especialidad de Teoría e Historia del Socialismo. Ha participado en varios eventos nacionales e internacionales y publicado artículos en libros, folletos, sitios Web, CD-R y la Revista Iberoamericana de Pedagogía sobre educación cívica, socialismo, cultura y reguladores sociales, política y cotidianidad, capital humano, transición socialista, enfoque complejo de problemas sociales y otros. Es coautor de programas de asignaturas y otros materiales del Ministerio de Educación de Cuba. Colaboró en los libros "El Manifiesto que no muere" y "Neoliberalismo contra globalización". Investiga el pensamiento político de Fidel Castro. Se ha vinculado directamente al trabajo práctico del Partido Comunista de Cuba en la base, como parte de su preparación político-profesional

Ciudad de La Habana, Cuba, 2007.

 

 

 

Autor:

M.Sc. Camilo Rodríguez Noriega

[1] Notas En "Los manuscritos económicos y filosóficos de 1844", los "Fundamentos de la Economía Política", "Las ilusiones del liberalismo", de Marx dan fe de su procupación con asuntos relacionados con esta problemática, En "El Capital" existen referencias a conocimientos de Marx, por ejemplo, sobre química orgánica, sobre la industria de fertilizantes y sobre el desarrollo de la química de los suelos que le condujo a comprender la degradación de los mismos. Otro tanto sucede respecto a Engels en obras como "Dialéctica de la Naturaleza" , "Anti-Düring" y "El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre" existen pasajes de una belleza literaria extraordinaria al respecto. En "La sagrada familia", de ambos, entre otras obras, confirman su acercamiento a este asunto. No obstante, considero que ello no trasciende explícitamente en una reflexión teórica empeñada en la fundamentación ecológica o ambiental de los procesos asociales. En este orden comparto, en lo fundamental, la idea de que Marx no observó como una contradicción a resolver por la revolución proletaria la existente, en el modo capitalista de producción, entre las fuerzas productivas y la naturaleza como una condición de la producción, tomando un ángulo de lo que Jacques Bidet -en su trabajo "¿Hay una Ecología Marxista? " considera como la segunda contradicción fundamental del capitalismo. Esta observación de mi parte nada cuestiona al valor histórico del marxismo en general ni resulta argumento que le devalúe en el contexto de la problemática que se analiza de lo que da fe este trabajo sin desconocer por ello los desarrollos que el marxismo actual, fiel a la historicidad que le ha sido consustancial, realiza y debe realizaren este orden.

[2] Holismo proviene etimológicamente del griego "holos que significa todo. Pero el uso del término holístico tiene en la ciencia su propia historia. El mariscal de campo sudafricano Jean Christian Smuts lo utilizó, en 1926, en el libro "Holismo y evolución" desde una posición idealista, colindante c on lo religioso, al considerar que el mundo está dirigido por un proceso holista que es el proceso de evolución creadora, de elaboración de nuevos valores, en cuyo transcurso las formas de la materia aumentan sin cesar, considerando que el factor de totalidad es inmaterial e incognoscible, atribuyéndole carácter místico. También, a inicios del siglo XX, aparece en el campo de la biología cuando el siquiatra alemán Adolf Mayer-Abich sostienen que la realidad entera es un todo orgánico o un holismo orgánico. Según el diccionario de Filosofía de N. Abagnano, K Popper llamó holista a ".la tendencia de los historicistas a sostener que el organismo social como el biológico, es algo más que la simple suma total de sus miembros, y es también algo más que la simple suma total de las relaciones existentes entre los miembros (p 621). Las diferentes corrientes de pensamiento medioambientelistas y de posiciones ecologistas dentro de la ciencia pueden suscribir concepciones holistas a parti de considerar diversos factores de totalidad que pueden variar de unos a otros. De ahí la reconocida importancia de las bases filosóficas desde las cuales el mismo se articula.

[3] Esta definición es validada por Kopnin en la obra que se refiere en la bibliografía consultada para este trabajo pero pertenece, siguiendo la nota al pie de página que este autor reseña, a T. Pavlov en su obra "Teoría del reflejo". Sobre cómo definir la ciencia existen múltiples criterios y es un tema de debata actual en el contexto de la revolución contemporánea del saber. A la comprensión de aristas importantes de dicha revolución aporta sustancialmente, entre otros trabajos, el libro de Carlos Delgado "Hacia un nuevo saber. La Bioética en la revolución contemporánea del saber" del autor cubano Carlos Jesús Delgado Díaz. La Habana, 2005.

[4] La escuela de la actividad se desarrolló dentro del marxismo-leninismo y se inspiró directamente en el pensamiento original de los clásicos, prestando especial atención al asunto de la relación práctica-conocimiento y sobre su base teorizó acerca de los niveles estructurales del conocimiento científico. Se puede localizar información al respecto en las siguientes fuentes Stiopin, V. (s/F): Conocimiento teórico, en www.philosophy..ru/library/stepin..htm y Stiopin,V., Gorojov, V., Rosov, M. /s/f) Rosov, M. (s/f): Filosofía de la ciencia y la técnica, en www..filosophy.ru/library/fnt.htm, entre otros.

[5] En Cuba esta problemática se debate en la comunidad de científicos y filósofos. En la bibliografía consultada para este trabajo resultan meritorios las publicaciones de Carlos Delgado "El cambio de racionalidad y matematización del saber", "La filosofía marxista ante la revolución del saber científico" Reflexiones epistemológicas sobre medio ambiente, determinismo e indeterminismo"", "Límites socioculturales de la educación ambiental" así como el lbro Hacia un nuevo saber. La Bioética en la revolución contemporánea del saber y de Pedro Luis Sotolongo" los retos de los cambios cualitativos en el saber contemporáneo y el marxismo", entre otros. En el curso de Historia de la Filosofía de la Universidad para todos que trasmitió la televisión cubana esta cuestión fue bordada en torno a los cambios históricos en el cuadro científico del mundo

[6] La consideración en su unidad dialéctica de tales componentes advierte que lo ecológico deviene ambiental cuando comprende la naturaleza socio-cultural, por tanto cuando entran en sus dinámicas los hombres desde la especificidad de las relaciones sociales que los cualifican. El enfoque ecológico de la naturaleza no humana pone el énfasis en los aspectos bio-naturales, es decir se centra en la existencia y reproducción de la vida como cualidad natural y por tanto se define decisivamente en la esfera de la naturaleza. El enfoque medio ambiental, por su parte, ponen el énfasis en la participación del hombre bio-sico-social como habitante, constructor y usuario activo de la naturaleza en determinadas condiciones sociales, en consecuencia en la relación sociedad-naturaleza. Resulta importante precisar el contenido del concepto medioambiente pues no pocas veces se presenta con tal carácter difuso que aparece teóricamente como una mega-categoría filosófica equivalente a la de totalidad o se reduce solo a la naturaleza . Esta presentación de componentes es solo un recurso metodológico para el análisis pues su interpenetración y la propia naturaleza del medio ambiente hace imposible el aislamiento de los mismos. Esta intención ha querido subrayarse cuando se cualifica de interpenetrativos a estos componentes utilizando al respecto la idea de Kennet Boulding acerca de los sistemas interpenetrativos. Pero esa idea está filosóficamente planteada por Marx al hablar de "..la unidad acabada esencial del hombre con la naturaleza, la auténtica resurrección, el naturalismo realizado del hombre y el humanismo realizado de la naturaleza" (Marx, 1989: 86).

[7] La cultura es entendida por el autor de este trabajo como el conjunto de premisas reguladoras de la actividad humana, relativamente estables -y de los valores y medios que las fundamentan y llenan de contenidos y formas- que una comunidad y los individuos que la integran conforman históricamente, seleccionan, movilizan y desarrollan creadoramente en relación directa con el régimen social y las circunstancias reales en que realizan el proceso sistemático de producción-reproducción social, es decir de objetivación y subjetivación de la realidad a través de la diversidad de su proceder, con lo cual cualifican humanamente la relación con la naturaleza y de los propios hombres entre sí .

[8] En la Tesis de Doctorado, "El análisis filosófico dialéctico materialista de lo ambiental como totalidad" (La Habana, 2000) , su autora Clara Elisa Miranda Vera utiliza el cocepto totalidad material en desarrollo.

[9] Al respecto la Dra. Ana Luna , coordinadora del Grupo Gema del Instituto de Filosofía del CITMA precisa que "La complejidad es ante todo la propiedad sistémica que impide apreciar la realidades de una sola perspectiva o en un solo momento. Las denominadas Ciencias Ambientales utilizan sus estatutos epistemológicos para resolver los problemas ambientales en ciertos límites políticos, decisionales (territorios) o geosistémicos (cuencas) que funcionan como totalidades"

[10] Para nada ello niega el valor de la revelación de leyes que ha hecho, hace y continuarán haciendo las ciencias.

[11] Esto es validos para toda la racionalidad clásica (occidental) no solo en el campo de las ciencias sino también en el de otros muchos saberes.

[12] El carácter primario del medio natural deviene geográfico mediante la actividad humana.

[13] Este tipo de alusión aparece en lo fundamental en las obras de Marx, por ejemplo en "El Capital" y en "La sagrada Familia"

[14] El asunto es considerar toda la actividad humana histórico-concreta en cuestión desde sus referentes ontológicos (necesidades, intereses, fines, objetivos, medios, condiciones, resultados) y no realizar reducciones a uno u otros de ellos. A veces sucede que en el marco del análisis sobre la actividad práctico-productiva se llega a absolutos en cuanto a los medios tecnológicos. El análisis de las tecnologías es valioso pero ni debe absolutizarse ni verse en sí mismas. Aquí la tecnología es una categoría central. Entiendo por tecnología el sistema de conocimientos científicos, ingenieriles, tradicionales y cotidianos que sustentan modos de producción y medios de producción

[15] Esta idea tomo cuerpo, con una formulación objetivista del carácter objetivo de la verdad, en algunos manuales de divulgación de la filosofía marxista, apoyándose incluso en la afirmación de Lenin en "Materialismo y Empiriocriticismo" de que la verdad objetiva es un ".conocimiento cuyo contenido no depende del sujeto, no depende del hombre ni de la humanidad". En mi modesta consideración eso obedece a 2 cuestiones fundamentales: 1ª-a la descontextualización histórica de la obra y de la polémica filosófica, de consecuencias político-ideológicas, que en ella se sostiene y 2ª.-al aislamiento de ideas de los contextos teóricos a que pertenecen y de las jerarquías que esas teorías aportan, en tanto la estimación del lugar que a la práctica le concede Lenin en su obra subraya la manera en que valora la dialéctica de lo objetivo y lo subjetivo en la formación de la verdad. El propio concepto de verdad concreta, expresado también en la misma obra, da fe de ello. En todo caso se corrobora la no superación de la crítica que en su tesis 1 sobre Feuerbach hiciera Marx al materialismo.

[16] A manera de ejemplo sobre el particular reseño los siguientes. a) la codificación de los recursos en renovables y no renovables, casi como un hecho natural, sin advertir la historicidad de estos términos, ya que en determinado momento los unos y los otros fueron históricamente acumulables. Fue el proceso de su "desacumulación" histórica en determinado entorno social quien impulsó al pensamiento a tales clasificaciones. En todo caso la renovabilidad o su ausencia cobran sentido humano si se le evalúa no solo en cuanto a las posibilidades de la continuidad de la explotación del recurso sino en cuanto a su contribución a la reproducción de las condiciones para la vida en el Planeta, por tanto deben ser entendidos desde su pertenencia a un todo más amplio. B)- el llamado reciclaje como concepto y como práctica proviene de una racionalidad ambiental socio-históricamente condicionada por la lógica del mercado. No se trata de inutilidad del reciclaje sino de su carácter complementario y no esencial en nuestro medio, por cuanto el mismo incorpora los imperativos de un ritmo socio-histórico impuesto a los intercambios metabólicos entre sociedad y naturaleza desde el hegemonismo del polo social que hace abstracción de su componente natural. Nos son más necesarios los énfasis en la durabilidad, la recuperación por innovación, la reutilización y otros, sin negar el valor del reciclaje. C.- los enverdecimientos y las sustentabilidades a que obedecen, que nos pueden parecer, acríticamente, loables solo al margen de las ideologías contenidas. En fin, de lo que se trata es de reparar en que la construcción de la materialidad social, en este caso de naturaleza medioambiental -dinamizada en última instancia desde las relaciones de producción- existe un componente ideológico incorporado a ellas o a incorporar, proveniente no solo de las dinámicas espirituales endógenas sino también de los intercambios entre las sociedades de nuestro mundo globalizados, en tanto sistemas abiertos que son, y que afectan tales dinámicas espirituales trascendiendo desde ellas al proceso permanente de construcción de la racionalidad ambiental propia.

[17] En este sentido vale advertir como por razones históricas de carácter económico, político e ideológico la modernidad hizo apología del conocimiento científico frente a otras formas de conocimiento de la realidad que han sido históricamente subvaloradas en Occidente desde entonces. Esta apreciación se constituyó como un valor de la cultura occidental y colocó al problema ambiental, en los inicios de su reconocimiento público internacional (década 60-70), de una manera directa y casi exclusiva, en el campo de las ciencias particulares como las únicas en posibilidad -o en superior posibilidad -de atenderlo.

Partes: 1, 2
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