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El día que Nietzsche lloró

Enviado por elenita666


    1. Análisis
    2. Irvin D. Yalom
    3. Glosario
    4. Opinión
    5. Bibliografía

    "Es un intento de tocar el cielo con los dedos, al pretender sumergirse en el laberinto del pensamiento de Friedrich Nietzsche y no salir inmerso y contagiado de las profundas reflexiones filosóficas bajo las que circunscribe su pensamiento. En este marco, Irving D. Yalom en su obra "El día que Nietzsche lloró" hace un largo viaje a las profundidades del alma de uno de los más grandes espíritus librepensadores que ha habido en los apenas tres mil años de filosofía racional. Quién mejor que Yalom para hacer hablar en una novela la vívida conciencia de Nietzsche; él que conoce las profundidades de la conciencia, merced a su estudio penetrante de la psique humana, se encarga de esta sideral tarea."

    – Víctor Figueroa Bahena –

    1. INTRODUCCIÓN

    "El día que Nietzsche lloró", escrito por el psicólogo judeo-americano Irvin D. Yalom, es una magnífica obra, un gran desafío por meterse en la mente de uno de los mayores filósofos que la historia ha conocido. Si bien ficticia, todos y cada uno de los hechos aquí sucedidos pudieron haberse dado perfectamente.

    Situado a finales de noviembre y diciembre de 1882, la historia está ambientada en la cultura vienesa de confort y estabilidad económica, donde sus habitantes viven regidos por las normas de una sociedad rígidamente estructurada donde la voluntad de decisión es ya algo secundario.

    Destacan en la obra personajes de gran relevancia histórica, como ser Sigmund Freud en el campo del psicoanálisis, Josef Breuer en el psicoanálisis y la medicina, y Friedrich Nietzsche en el existencialismo filosófico. Toman parte también personajes históricos como Richard Wagner, gran compositor alemán, el filósofo Paul Reé, y Lou Andreas-Salomé, escritora alemana de origen ruso que cumple con un gran protagonismo dentro de la historia.

    "El día que Nietzsche lloró" es, en sí, un vistazo al comienzo del psicoanálisis, haciendo hincapié en hechos reales, como ser el caso Ana O. llevado a cabo por Josef Breuer, y la ayuda que regularmente presta el en esos tiempos el aún joven pero brillante Sigmund Freud.

    La historia comienza cuando el afamado médico vienés, Josef Breuer, acude a un inesperado encuentro con la joven e imponente Lou Salomé, hermosa tanto en belleza como en ideas, quien dice acudir en su ayuda con intención de ayudar a un desconocido amigo suyo de claras tendencias suicidas. Si bien éste no es de carácter famoso, ella le augura un glorioso futuro, un sujeto "bajo cuyas reflexiones está el futuro de la filosofía alemana", según sus propias palabras. Si bien al principio se muestra indispuesto, se encuentra a sí mismo aceptando al final la propuesta seducido por los encantos de la joven. Sin embargo, hay otro problema: Nietzsche (como es su nombre) se muestra reluctante a todo tipo de ayuda y no admite su problema psicológico. Breuer deberá cumplir con la difícil misión de curar su mente sin que éste lo sepa, para lo cual será necesario tender la farsa de una serie de enfermedades físicas que acosaban al filósofo.

    Pronto acude Nietzsche a su consultorio, tan educado y calmo que contrasta, según Breuer, con el escandaloso tono plasmado en sus libros (cedidos a él en primera instancia por Lou Salomé y posteriormente por el mismo Nietzsche). Así empieza a tratarse el filósofo con el doctor Breuer. De esta forma se desarrolla la trama de la historia, donde cada intento por parte del médico con intención de que Nietzsche revele algo de sí mismo se ve fuertemente frustrado debido a su agudeza mental, que siempre parece ubicarse un paso más adelante que la suya.

    La historia cambia su curso cuando Breuer termina transformándose de médico a paciente, y Nietzsche, por su parte, ya casi en el final de la historia brinda a Breuer su confianza.

    2. ANÁLISIS

    CAPÍTULO UNO

    El primer capítulo comienza cuando el doctor Josef Breuer recibe en medio de sus vacaciones una extraña solicitud, hecha por una joven a la cual no conoce, citándolo para un encuentro que ella declara de gran importancia. Si bien en un principio se encuentra irritado ante el tono atrevido con el que se dirige a él la joven en la carta, decide finalmente concurrir al lugar propuesto por ella. Y ahí es donde empieza toda la historia.

    Ensimismado en sus pensamientos, molesto aún por la impertinencia de Lou Salomé (como se llamaba la joven), simplemente se limita a esperarla en el lugar acordado. Finalmente, cuando la ve dirigirse hacia él a través del café, no puede más que sentirse admirado por la apariencia de la joven que, si bien representaba ser de de poca edad, tenía una elegancia tan cautivamente que no pudo más que dejar de mirarla. Desde el primer momento en que intercambian palabras, ella demuestra ser poseedora de una gran independencia.

    Afirma que el hombre a quien quiere que trate, llamado Friedrich Nietzsche, se encuentra al borde del suicidio. Sin embargo, lo que más sorprende, es que la joven insiste en que su pérdida sería de gran importancia para todo el mundo, puesto que en él reside el futuro de la filosofía. Acto seguido le extiende una carta escrita por el compositor Richard Wagner, a quien Breuer admiraba, dirigida a Nietzsche con grandes elogios pero también con profundas preocupaciones por su estado de ánimo. A continuación Lou Salomé le explica su elaborado plan para curar la enfermedad del filósofo. Le aclara, a su vez, que éste no está al tanto de su visita y que, además, éste no debe saber que está siendo ayudado. De lo contrario, todo se vendría abajo.

    Le informa que el problema de Nietzsche es la desesperación y, ante la negativa de Breuer, que afirma no tener remedio alguno para la cura de dicha enfermedad, ella hace referencia al caso Ana O., recientemente llevado a cabo por el médico y concluido con el éxito de una cura para la histeria. Si bien Breuer insiste en que el caso Ana O. y el de Nietzsche presentan diferencias tan grandes que sería casi imposible curar la desesperación del filósofo, más aún si éste presentaba una negativa a aceptar ayuda, termina accediendo, influenciado por la convicción de la joven.

    Si bien en este primer capítulo no podemos apreciar muchos datos sobre el propio Nietzsche, sí podemos destacar, de lo poco que se informa, rasgos de su pensamiento tales como su repudio ante valores tradicionales como la ayuda, la compasión, etc. Nos deja entrever breves rasgos de la personalidad especial de la que goza el filósofo.

    CAPÍTULO DOS

    En el segundo capítulo Breuer recibe, ya en su consultorio en Viena, la visita de Lou Salomé. Antes de esto atiende a tres pacientes y medita sobre la cura de sus enfermedades, cómo éstas afectan su personalidad. Finalmente, cuando llega, él la hace pasar y ella le cuenta con toda sinceridad su relación con Nietzsche y consecuentemente el por qué de su sentimiento de responsabilidad para con la situación del filósofo. Ella, Nietzsche, y Paul Reé (un amigo de ambos) habían estado involucrados en una clase de amor triangular, denominada por ellos mismos como "La Profana Trinidad", la cual, según destacaba la propia Lou Salomé, era puramente casta y filosófica. Aporta datos también sobre su adversa relación con Elizabeth, la hermana de Nietzsche. Cabe destacar el importante dato de su radical antisemitismo, al que hace relación al mencionar cómo vilipendió a Paul Reé al enterarse de su origen judío. Se sabe también, como es aclarado a su vez por Lou Salomé en el segundo capítulo, que Elizabeth era muy posesiva para con Nietzsche, y ésta ejercía a su vez una gran influencia sobre el filósofo. Es muy probable que, por consecuencia, el repudio de Nietzsche hacia los judíos fuese en gran parte debido a su hermana y otros factores mencionados posteriormente en la novela, tales como el oficio de su padre, entre otros.

    Otro importante dato a tomar en cuenta en este capítulo es la desesperación que sufrió Nietzsche como consecuencia del desencanto amoroso sufrido a manos de Lou Salomé, escribiendo a veces cartas plasmadas de odio, otras veces de desesperación suicida, y algunas incluso ilógicas. Para ese momento Nietzsche y Reé se han enemistado casi totalmente y "La Profana Trinidad" se ha absuelto a consecuencia de esto. "… Escribe cartas demenciales; unas insultantes, otras amenazadoras o francamente desesperadas…", según las propias palabras de Lou Salomé. Esto, visto ya desde una perspectiva más personal que histórica, podría bien indicar los primeros indicios de Nietzsche en la demencia de la cual sucumbiría en Weimar el 25 de agosto de 1900.

    Se vuelve a resaltar también la independencia, impulsividad y escasez de convencionalismos que caracterizaban la personalidad de la joven. Esto es un dato conocido de su vida real, como también su profesión de poeta. Se hace referencia también, por primera vez en la historia, a dos obras de Nietzsche: "El Gay Saber" y "Humano, demasiado humano", ésta última publicada en 1878 y la primera (segunda en cronología) en 1882. Ambas son brindadas al Doctor Breuer por Lou Salomé bajo la estricta recomendación de mantenerlo oculto a Nietzsche, ya que, como es otro dato histórico, sus libros no se publicaban en abundancia (de hecho, era realmente escasa su venta). Por otro lado, era menester que éste no estuviese al tanto de la relación ahora existente entre Lou Salomé y Josef Breuer, ya que bien podría considerarlo una traición, arruinando por consiguiente todo. Así concluye el segundo capítulo.

    CAPÍTULO TRES

    Este capítulo se centra principalmente en la relación existente entre Josef Breuer y el aún joven pero prometedor Sigmund Freud. En la historia, apreciamos cómo la dedicación de Breuer a sus pacientes y la reciente obsesión por Bertha Pappenheim (conocida por todos como Ana O.), ha provocado el deterioro de su matrimonio con Matilde Altmann, su esposa. Ésta, a su vez, mantenía una relación también estrecha con Sigmund Freud, poniendo ambos al joven en la difícil situación de ser confidente de sus problemas maritales.

    Apreciamos también características de la época en que sucede la historia, tales como el fuerte crecimiento del antisemitismo, la abundancia del protestantismo y una sociedad regida por un modelo social estático y – como comprobaremos posteriormente – muchas veces incluso asfixiante. Sabemos de la indecisión de Sigmund Freud con respecto a qué profesión seguir y, a la vez, Irvin D. Yalom deja entrever en la historia los primeros indicios de lo que será la brillante mente del futuro fundador del psicoanálisis, tales como su admirable capacidad para detectar rasgos de la psique humana. Se describe también en este capítulo apreciaciones detalladas de lo que se había convertido en la difícil vida cotidiana de Josef Breuer, tales como la ausencia de comunicación conyugal, las largas horas que pasaba fuera de casa, y la ausencia de cariño paternal para con sus hijos. Su eminencia en el campo de la medicina vienesa no compensaba, como él mismo declaraba, su ahora deteriorada relación marital, sino que, por el contrario, era causa de ella.

    Casi al final del capítulo, se pueden apreciar con mayor claridad las apenas iniciadas ideas que conformarían al futuro psicoanálisis de Freud. En un intento por dar explicación al reciente y repetitivo sueño de Breuer (como siempre relacionado con Bertha), apreciamos tanto la imaginación como la indiscutible capacidad de Freud para interpretar los sueños. En dicho sueño, Breuer siente un temblor, viéndose al instante corriendo en medio de la oscuridad, buscando a Bertha. Luego cae desde cuarenta pies sobre una losa de mármol, de la cual no es capaz de leer la escritura inscripta. Luego de relacionar los cuarenta pies con los recientemente cumplidos cuarenta de años de Josef Breuer, y ante la interrogante de este sobre que, de ser así, éstos se transformarían en cuarenta y uno al alcanzar esta edad, apreciamos cómo por primera vez hace referencia Freud a su aún apenas forjada idea del inconsciente. Insiste en que algo más allá de nuestro conocimiento habita en nuestra mente, enviándonos mensajes que expresan nuestros deseos o temores, siempre de forma críptica.

    Posteriormente se nos da a conocer, a través de la información que brinda Josef Breuer a Sigmund Freud, los detalles del caso Ana O., famoso por haber tratado con éxito parcial una enfermedad tan misteriosa como incurable: la histeria. Breuer, sin embargo, se muestra reluctante a pensar que el mismo tratamiento usado con Bertha pudiese surtir efecto en Nietzsche, dado que, mientras los síntomas de ésta eran específicos, los del filósofo parecen remitirse a un fracaso amoroso desencadenado en tendencias suicidas. También, como elemento en contra, está el hecho de que Bertha no sólo estaba conciente sino que buscaba la cura de sus males, mientras que Nietzsche, además de no aceptarlo, repudian con vehemencia la ayuda, característica típica – como antes dicho – de sus ideas conocidas como la "transmutación de los valores", en la que virtudes tales como la compasión y la ayuda son degradadas por el filósofo.

    Sin embargo, a pesar de todo esto, Josef Breuer parece mostrarse confiado en su capacidad de abordar los problemas psicológicos de sus pacientes a través de sus malestares de salud. Lo que comprobaremos a lo largo de la historia, es cómo fue ésa confianza, ese, por así llamarlo, "subestimar" con respecto a la confianza de Nietzsche, lo que casi hizo colapsar el plan.

    CAPÍTULO CUATRO

    Este capítulo, de breve extensión, trata sobre la llegada de Friedrich Nietzsche al consultorio de Breuer en Viena, y cómo impacta en éste último la primera impresión, "la… discrepancia entre el Nietzsche de carne y hueso y el Nietzsche de papel". Sin embargo, al principio, se centra en el temor profesado por el médico ante el paso de los años. Se mira al espejo buscando la juventud que antaño poseía, sólo para descubrir los estragos que poco a poco causa en él el inminente envejecimiento.

    Desde el principio de la conversación, Breuer trata de captar la atención de Nietzsche de una forma especial, tratando de demostrarle que él es diferente a los demás médicos. Varias veces intenta encaminar su charla, que en un principio estaba destinada a tratar los problemas de salud de Nietzsche, a un campo más personal. Sin embargo esto se le hace difícil ya que Nietzsche insiste siempre en mantener la conversación centrada en su salud. "No es un hombre con el que se pueda hablar de temas cotidianos e intrascendentes", según propias palabras de Breuer.

    Cuando Nietzsche le extiende unos documentos hechos por otros médicos sobre su enfermedad, Breuer afirma que, si bien no sería conveniente pasarlos por alto, prefiere hacer su propio análisis antes de leerlos, para así no disminuir la capacidad imaginativa. Haciendo referencia al antiguo trabajo de Nietzsche como profesor de filología griega en Basilea, pretende demostrarle al filósofo que ambos comparten las mismas ideas, para así compenetrar más con él. El capítulo concluye cuando Breuer comienza a hacer el análisis a Nietzsche, instándolo a que lo describa primero él con sus propias palabras.

    CAPÍTULO CINCO

    Básicamente este capítulo trata sobre la primera conversación que tienen Nietzsche y Breuer, éste último analizando cada palabra dicha con gran libertad por el filósofo. Su análisis está basado en pasos definidos, mediante los cuales llega siempre a un diagnóstico exacto de la enfermedad del paciente. Al llevar a cabo el último paso de su análisis, el que consistía en un exhaustivo suceso de preguntas sobre la vida de Nietzsche, Breuer se muestra sorprendido por la indiferencia que presenta el filósofo ante este tema, ya que por experiencia propia sabía que a la mayoría de los pacientes le entusiasmaba hablar sobre su vida.

    También le sorprende a Breuer la cantidad de males que afectaban a Nietzsche, tal cual sucedió en su vida real. Al hacer mención a los períodos negros en el humor de Nietzsche, según sus propias palabras: "no forman parte de mi enfermedad, sino de mi ser. Podría decirse que tengo la valentía de padecerlos", hace referencia a una de las grandes ideas del filósofo. Toda su vida sostuvo que era necesario para el nacimiento del Superhombre el padecimiento de ciertos males, los cuales lo fortalecerían. "Lo que no nos mata, nos hace más fuertes", como es una de sus frases más famosas.

    Otro dato importante, que hace referencia a aspectos de su vida personal, es la vida casi nómada en busca del clima perfecto, ya que su salud, en especial sus fuertes jaquecas, se veían afectadas por los cambios climáticos. La abundancia de datos sobre su enfermedad, lleva a Breuer a pensar que Nietzsche bien podría ser un hipocondríaco. Sin embargo, concluye convenciéndose de lo contrario, al notar que el filósofo no describe su enfermedad en busca de compasión, sino por el mero hecho de hacerlo con plena libertad. Irvin D. Yalom nos da a entender, a continuación, que Nietzsche poseía un carisma especial, capaz de despertar interés inmediato en las demás personas.

    Posteriormente, Breuer procede al análisis físico. Si bien esto no posee en sí mucha importancia, cabe resaltar los datos sobre la muerte del padre de Nietzsche, cuyo fallecimiento se había debido a un reblandecimiento cerebral, referente a cualquier anomalía en el cerebro. Este fue un hecho que temió mucho Nietzsche en su vida real: el sufrir la misma enfermedad que había causado la muerte a su padre.

    En repetidas veces intenta Breuer mediante diferentes métodos, llegar al origen de la desesperación de Nietzsche, si bien, es hábilmente burlado por sus inteligentes respuestas. El último de estos consiste en que el filósofo le cuente sobre un día típico en su vida. Es ahí que, al cuestionarlo Breuer sobre sus relaciones humanas, Nietzsche hace mención a tres traiciones anteriores, en la que su confianza se había visto engañada. El médico, emocionado ante la posibilidad de adentrarse en el interior de Nietzsche, hace un intento de que éste le hable sobre dichas traiciones. Sin embargo, en esta ocasión, se ve directamente rechazado, ya que Nietzsche asegura que, al no estar éstas relacionadas con su enfermedad, no hay necesidad alguna de describirlas. Visto frustrado su plan, Breuer decide finalmente poner fin a esa reunión y, dándose suficiente tiempo para leer los libros de Nietzsche (anteriormente brindados a él por Lou Salomé), prepararse mejor para la próxima.

    Es importante resaltar la relación existente entre las tres traiciones mencionadas en la novela con las traiciones sufridas por Nietzsche en su vida real. Estas fueron, posiblemente, una de las razones por las cuales la vida del filósofo fue siempre, y en su mayoría, solitaria. Esto ayudó a construir su idea de un Superhombre libre de toda atadura, de todo compromiso emocional con otro ser. Un superhombre, en conclusión, poseedor de libertad absoluta.

    CAPÍTULO SEIS

    Ya en este capítulo podemos apreciar con mayor claridad las ideas que conformaron toda la teoría nietzscheana del Superhombre. Nietzsche formula tres preguntas, a su criterio de suma importancia, al Dr. Breuer, siendo estas: si sus ataques serían para siempre, si quedaría ciego o si, como su padre, sufría de una enfermedad cerebral progresiva que concluiría en muerte o demencia. Esto da lugar a una polémica discusión entre ambos. En un análisis más profundo, podemos notar cierto paralelismo entre la hipocresía alemana "que se erigen en sacristanes de la verdad y, sin embargo, callan lo que saben" y el cristianismo tan criticado por Nietzsche. Todo esto lo expresa en sus afirmaciones para con Breuer de que el médico jamás debe esconder al paciente lo que a este pertenece, esto es, la verdad. Ante la réplica de Breuer basada en que hay situaciones en que, por el bien del paciente, el médico debe ocultar sus conocimientos, el filósofo contesta que eso no es más que apropiarse del derecho que tienen los demás a tomar sus propias decisiones. A continuación, cuando Breuer sostiene que es su deber, como médico, consolar a sus pacientes, Nietzsche contesta que esto oblitera el deber fundamental que cada persona tiene de descubrir la verdad. Magistralmente expuesto por Irvin D. Yalom, podemos desentrañar la teoría nietzscheana sobre cómo el cristianismo, por así decirlo, "aprisiona" al ser humano y le impide, por conveniencia, encontrar su propia verdad bajo la ilusión de falsas promesas.

    A continuación Breuer, al argumentar Nietzsche que nadie posee el derecho de determinar qué desea o no conocer uno, le presente el caso de un paciente amigo suyo. Con una enfermedad terminal que, seguramente, le matará en tres días, este paciente evita preguntar sobre cualquier dato que pueda darle una respuesta que no desea oír. Informarle sobre su pronta muerte, esto es, decirle aquello que no desea escuchar, sería a criterio del Dr. Breuer un acto de suma crueldad. Es aquí, ante la exposición de Nietzsche de que, en tanto la vida y la muerte son despiadadas, un maestro debe ser también despiadado, que podemos apreciar una de sus más fuertes ideas sobre el Superhombre. La piedad y la compasión, según la teoría nietzscheana, son valores cristianos creados en el afán de someter a los fuertes y enaltecer a los débiles. Limitan a aquellos más dotados para la existencia en tanto la parte más enferma de la sociedad se hace con el poder. Resumiendo, suprimen el nacimiento del Superhombre.

    También podemos destacar aquí ideas anteriormente expuestas en el capítulo quinto, tales como el conocimiento obtenido a base del sufrimiento. Es en este momento, al exponer Breuer que su trabajo como médico es facilitar la vida y dificultarla, que Nietzsche se declara a sí mismo, como podemos comprobar en la mayoría de sus libros, "un profeta de verdades amargas". Sostiene que su misión es aumentar la tensión, hacer las cosas más difíciles de forma que aquellos que lo precedan puedan dar a luz al aún no nombrado (si bien mencionado) Superhombre.

    Breuer insiste, por otro lado, en que no hay razón para afirmar que la idea de Dios no es también una forma de verdad. Ante esto Nietzsche, enardecido ya por la discusión, sostiene que Dios no es una verdad, sino el simple deseo infantil de aferrarse a algo inexistente cuando es el propio ser humano quien falla. Como base científica de la superfluidad de Dios, toma el ejemplo de la teoría de la evolución hecha por Darwin, a quien, como sabemos, admiraba en gran magnitud.

    "Dios ha muerto, se dice que lo mataron los hombres", esa es la más básica idea de toda la teoría nietzscheana sobre el cristianismo, y es, a su vez, la expuesta a continuación con la afirmación de Nietzsche hacia el Dr. Breuer de que, en tanto los hombres crearon a Dios, también pueden matarlo. Sostiene que la religión no es una opción para el hombre, sino la elección de algo externo, un agente que debilita. "… siempre hace al hombre menos de lo que es. Yo amo lo que nos hace más de lo que somos", según sus propias palabras sostienen.

    A continuación Breuer, harto ya del campo abstracto al que hace referencia Nietzsche, le insta a remitirse al caso concreto de su paciente. ¿No es acaso mejor brindarle esperanza que atormentarle con una realidad que no está listo para aceptar? Ante esto, como podremos comprobar en prácticamente todas las obras del filósofo, éste responde que la esperanza es el peor de los males, en tanto prolonga el sufrimiento. Sostiene que no hay derecho por el cual una persona pueda privar a otra del derecho a morir, puesto que cada quien es dueño de su propia muerte. Al cuestionarlo Breuer sobre sus opciones con respecto al suicidio, Nietzsche se muestra igualmente firme, sosteniendo su anterior teoría sobre cómo es morir algo cruel. "La recompensa final de los muertos es no tener que volver a morir", según sus propias palabras, publicadas en una de sus obras más famosas: El Gay Saber.

    Tras aprovechar Breuer la oportunidad de recibir, por así decirlo, "normalmente" los libros de Nietzsche, éste le informa lo poco de su triunfo como escritor, puesto que la venta de sus libros era casi nula. Es aquí cuando, compadeciendo Breuer su situación, Nietzsche se torna repentinamente gélido y le da la espalda. Podemos apreciar en esta escena, como antes establecido, el cortante rechazo del filósofo ante toda muestra de compasión. Esto se debe a su fuerte reacción frente al poder, expresado detallada y exclusivamente en su obra La voluntad de poder, publicada por primera vez en el 1901, un año después de su muerte.

    El capítulo concluye con Nietzsche abandonando con irritación el consultorio de Breuer, tras establecer una próxima reunión.

    CAPÍTULO SIETE

    El capítulo comienza con detalladas descripciones de la ansiedad sufrida por el Dr. Breuer con respecto no solo a su situación matrimonial, sino a factores más complejos. Si bien ya mencionado anteriormente, se vuelve a resaltar como un tema de preocupación esencial en la vida de los judíos de esa época, el creciente antisemitismo que décadas más tarde desencadenaría la Segunda Guerra Mundial.

    Otra importante característica que podemos resaltar, es la teoría de Sigmund Freud sobre el inconsciente. Todo esto podemos apreciarlo cuando Breuer, al mirar a su esposa Matilde y encarnar en su joven y esbelto rostro el envejecimiento y la muerte, reconoce que aquellos pensamientos no fueron creados por su conversación con Nietzsche sino "despertados". Acto seguido, medita sobre la posibilidad de que Freud esté en lo cierto con respecto a su teoría sobre un "depósito de pensamientos" (nótese que en la novela apenas comienza a desarrollar las ideas que lo llevarán a ser el fundador del psicoanálisis) que permanece totalmente ajeno a nosotros, esperando a ser llevados al plano del pensamiento consciente.

    Se hace presente también el temor a la muerte, acentuado en los sentimientos de Breuer, que ve cada día con mayor exasperación la cercanía de la vejez y la consecuente deterioración de la belleza. A mayor profundidad, podemos discernir en esta leve información sobre Breuer, la realidad de que, sin importar cuán racionales o librepensadores seamos, todos poseemos inconscientemente un temor hacia lo sobrenatural, aquello que presenta algo diferente o ajeno a nuestros previos conocimientos.

    Posteriormente, Breuer se plantea la posibilidad de que exista en él una inclinación innata hacia las discusiones filosóficas, heredada de su padre. Podemos resaltar aquí, cuando hace referencia a un mundo libre de las pasiones carnales, rasgos de la teoría platónica sobre un mundo sensible y uno superior denominado inteligible. "… el reino de las ideas puras… donde no se sentía mancillado por Bertha y la carne", según está expresado magistralmente en la novela.

    Breuer, por otro lado, se siente admirado por la libertad de Nietzsche, su facilidad para expresar opiniones completamente radicales a lo establecido. Un librepensador ejemplar. Y si Nietzsche es poseedor de tamaña libertad, ¿por qué entonces él, Josef Breuer, no? Luego de meditarlo, concluye, finalmente, que la razón es que Nietzsche se ha buscado esa libertad, él mismo se la ha construido. Cabe resaltar que este es una importante característica de la ideología nietzscheana, la cual, basada en el ejemplo del león en lo referente a la lucha por la libertad (camelloà leónà niño), establece que cada quien debe crearse su propia verdad. Cabe resaltar que esta verdad a la que hace referencia Nietzsche es muy diferente al concepto popular, el cual identifica como una imposición que nos convierte en esclavos de un modelo social de vida preestablecido.

    Podemos apreciar nuevamente un leve hincapié en el rechazo de Nietzsche ante toda implicación de misericordia o ayuda, al mostrarse éste enfadado ante la educada preocupación de Frau Becker, la secretaria de Breuer. Acto seguido, cuando el médico se dedica a leer los libros otorgados a él por Nietzsche, podemos destacar rasgos de su escritura, tales como su indudable y magistral habilidad para la poesía, y su costumbre de escribir en aforismos, a veces incluso frases que apenas guardaban relación entre sí. Otra admirable característica a resaltar, es su capacidad para discurrir sobre una incontable variedad de temas, tales como música, arte, hermenéutica, política, historia, etc. Tanto sus libros como las ideas en ellos expresadas, excelentemente expuesto por el autor judeo-americano Irvin D. Yalom en la novela "desafiaban toda caracterización, aunque, en conjunto, eran una provocación deliberada; transgredían todas las convenciones, cuestionaban – e incluso denigraban – las virtudes convencionales y ensalzaban la anarquía". Esto es fácilmente apreciable y resumido en su única idea sobre la así llamada transmutación de los valores, esto es, un cambio radical en los valores morales propios de la sociedad, los valores cristianos.

    Posteriormente, podemos apreciar en la charla que sostienen el Dr. Breuer y el entonces estudiante de medicina Sigmund Freud, cómo éste último comienza a inclinarse levemente al campo psicológico, apartándose el cuadro clínico. Este rasgo se mantiene casi hasta el final del capítulo, también basado en el caso de Nietzsche, a quien Breuer presenta con el seudónimo de Eckart Müller. Ante la cuestión sobre las tendencias suicidas de Nietzsche, Freud afirma que es muy posible que se esté mintiendo a sí mismo, sosteniendo que es muy posible que él no lo sepa, aún cuando este sentimiento exista en una parte inconsciente de él. He aquí, entonces, una magistral exposición de la teoría freudiana sobre la psique humana. Según palabras de Breuer, "estaba germinando en él un carácter pleno de audacia, determinación y firmeza en la defensa de sus convicciones".

    Vuelve a hacerse hincapié a continuación en la extrañeza del accionar de Nietzsche, su repudio hacia todo intento de ayuda y sus sin iguales convencionalismos. Acto seguido podemos apreciar con magnífica claridad una de sus más famosas ideas, expuesta bajo su obra La voluntad de poder, publicada en 1901 un año después de su muerte. Esto está expuesto en un párrafo extraído de Humano, demasiado humano, el cual se encuentra en la página 113 de la novela. En este expone la situación de dos personas que están a punto de superar una barrera para encontrarse. Sin embargo, al proponerla la primera hacer lo ya planificado, la segunda se retracta, interponiendo con esta acción abismales obstáculos. Con esto, Nietzsche hace referencia a la voluntad de poder. La segunda persona se niega a llegar a la primera luego de la invitación porque lo interpreta como sometimiento, una pérdida de su propia dignidad. He aquí la teoría nietzscheana de que toda acción humana, por mínima que sea, se encuentra regida por la voluntad de poder. Sostiene, por otro lado, que el principal error de los mayores filósofos fue el intentar interpretar la verdad sin conocerse antes a ellos mismos. Esto es, que uno debe primero establecer su objetivo antes de disponerse a avanzar.

    Este extenso capítulo concluye con una carta ponzoñosa y acusadora para Friedrich Nietzsche por parte de su hermana, Elizabeth.

    CAPÍTULO OCHO

    Si bien al comienzo de este capítulo no se trata mucho sobre el pensamiento nietzscheano en sí, podemos discernir, al principio de la charla entre Breuer y Nietzsche, un gran realce de actitudes importantes como la sinceridad y el realismo. También comenzamos a presenciar de forma más directa el ateísmo nihilista de Nietzsche, resaltado en el fragmento de la charla que hace referencia a la búsqueda de una verdad auténtica (no una falsa, como define el filósofo la del cristianismo).

    Podemos destacar, a continuación, la convicción de Nietzsche sobre que sus enfermedades le aportan ciertos beneficios, según sus propias palabras: "Lo que no me mata, me hace más fuerte". Menciona, también, su primera obra El nacimiento de la Tragedia (1872), y cómo ésta generó tensión entre sus colegas, lo cual causó su abandono de la Universidad de Basilea. Otro aspecto a destacar es cómo Breuer se veía obligado a improvisar nuevas ideas, cuidando de no mencionar nada que afectara a Nietzsche de forma directa.

    Conforme avanza la charla, Breuer encuentra semejanzas entre el pensamiento de Nietzsche y de Freud acerca de la psique humana, ya que el filósofo dice que se mente y su cuerpo parecen funcionar con independencia, y que éstos, a su vez, parecen conspirar en su contra. Posteriormente el plan de Breuer se ve hábilmente replegado al afirmar Nietzsche que no tiene intención alguna de eliminar su tensión, ya que la necesita para escribir sus libros. A su vez, afirma que las verdades contenidas en sus libros están dedicadas sólo a los fuertes.

    Ya al final del capítulo, Breuer le hace a Nietzsche una proposición para ingresar a la clínica Lauzon en Viena, usando como excusa nuevos y mejores tratamientos para su enfermedad. Sin embargo, éste se resiste a aceptar su solicitud por diferentes motivos, haciendo referencia a la traición de Lou Salomé y a una carta escrita por su hermana.

    Cabe resaltar también un importante aspecto de su filosofía: la soledad. Afirma que su vida debe ser solitaria, ya que desde el momento en que establece una relación estaría sujeto a unas determinadas reglas, que no le permitirían escribir con total libertad sus libros. En su teoría filosófica, esto puede asociarse a su afirmación de que la vida del Superhombre debe ser solitaria para lograr la libertad completa.

    CAPÍTULO NUEVE

    El capítulo comienza con Nietzsche negándose nuevamente a aceptar la oferta de Breuer. Ante esta respuesta, el médico le impone un punto de vista diferente en un intento de cambiar la mentalidad del filósofo. Ante la insistencia de Breuer, Nietzsche le pregunta cuál es su verdadero motivo para ayudarlo. Sostiene que la verdadera motivación humana nunca ha sido ayudar a los demás, sino a uno mismo. "Todas las acciones van orientadas hacia uno mismo, todo servicio sirve a uno mismo, todo amor es amor por uno mismo", según las palabras que brinda como respuesta. Afirma que el ser humano ama el deseo y no a quien desea. Critica esta característica propia del cristianismo, más específicamente, de los sacerdotes cristianos.

    Ante esto, Breuer le dice que su intención no es solamente tratarlo para mejorar su bienestar físico sino ayudarlo a ser quien de verdad es: un gran filósofo. Cabe resaltar que se basa en esto utilizando una frase propia de Nietsche: "Llega ser quien eres". A continuación hace referencia a una de las ideas más importantes del filósofo, expuestas en su obra póstuma La voluntad de poder, al afirmar que Breuer sólo quiere establecer un poder sobre él. "Todo eso le fortalece a expensas de mi fortaleza", según dice con convicción Nietzsche. Estas afirmaciones hacen referencia a una de las principales ideas del filósofo: que toda acción humana está basada en la búsqueda de poder, la necesidad de dominar al otro.

    Todas estas palabras de Nietzsche concluyen por hacer que Breuer pierda el control, afirmando que el filósofo alemán es un hombre insufrible, que para todo hace aflorar lo peor, los motivos más bajos. Finalmente, lo único que logra es que Nietzsche opte por abandonar su terapia con él y regresar a Basilea.

    Cabe resaltar que en este capítulo se destaca con vehemencia la terquedad y el punto de vista totalmente negativo de Nietzsche con respecto a la sociedad alemana de su tiempo y a la conducta humana en sí. Se vuelve a destacar, también, el repudio de Nietzsche ante la compasión y la lástima que pueda inspirar a Breuer, siendo las últimas y duras palabras dirigidas hacia él por el médico las que concluyen en la drástica decisión tomada por el filósofo asceta al final de de este noveno capítulo.

    CAPÍTULO DIEZ

    Este capítulo carece casi totalmente de relevancia filosófica, puesto que apenas se remite a hacer breves reseñas sobre la deplorable vida matrimonial del Dr. Josef Breuer y de su reputación como uno de los mejores médicos de Viena, teniendo como pacientes a famosos de la sociedad de aquellos tiempos.

    Si bien escapa al ámbito filosófico, cabe resaltar, en tanto es un hecho verídico y uno de los más importantes hallazgos en el campo de la medicina, el descubrimiento de la sede del equilibrio por parte de Breuer. Llevando a cabo su experimento, basado en el estudio del oído de las palomas, fue capaz de descubrir que es un minúsculo aparato en el oído el que permite mantener el equilibrio en todas las especies.

    Se vuelve a resaltar también el antisemitismo, extendido incluso hasta las universidades, cuando Max (cuñado ficticio de Breuer) afirma que, de no ser el médico un judío, sería ya uno de los más importantes catedráticos de Viena.

    Todo lo demás es irrelevante, puesto que apenas se remiten a discutir sobre el ajedrez, la situación matrimonial y los problemas sociales de aquella época. Sin embargo, podría tomarse como planteamiento filosófico una cuestión llevada magistralmente por Irvin D. Yalom al final de este décimo capítulo: ¿qué es el amor? Todo esto se basa en el problema de que, así como Breuer, Max admite que, teniendo a su lado una bella esposa, se encuentra por otro lado atraído hacia mujeres de baja dignidad y carentes de belleza. Tal vez, según este último personaje, no se debo esto a más nada que, al obtenerse algo, se pierde ya la motivación, expresado en la frase (y discúlpese el término, pero así está escrito en la novela) "Por cada mujer hermosa que existe siempre hay un pobre hombre cansado de jodérsela". Tal vez, analizado más a fondo y profundizando más en la charla de Breuer y su cuñado, todo este planteamiento no signifique más que, alcanzada una vez la meta, ya nada implica interés en nosotros y nos aburrimos. El desafío ya no existe y, una vez superado, el premio ha dejado ya de emocionarnos.

    Posteriormente, el capítulo finaliza con el doctor Breuer siendo vencido por Max en una difícil partida de ajedrez.

    CAPÍTULO ONCE:

    Este capítulo comienza cuando Breuer, ya dispuesto a dormir, es informado repentinamente por el dueño de una posada sobre Nietzsche. Éste se encuentra muy enfermo, víctima de terribles dolores y vómito compulsivo. Cabe resaltar en estos datos la referencia hecha a su mala salud, la cual no cesó de acosarlo durante toda su vida.

    El posadero, Herr Schlegel, informa a Breuer sobre la renuencia de Nietzsche a recibir ayuda médica, lo cual destaca la personalidad obstinada del filósofo y, por otra parte, ya desde un punto de vista más personal, la fuerte convicción hacia sus ideas. "Resiste hasta el final, incluso cuando está inconsciente", como fueron las propias palabras de Breuer al comprobar la obstinación de Nietzsche en la negativa de recibir ayuda aún al borde de entrar en coma debido a un exceso de medicamento.

    Posteriormente, cuando el Dr. Breuer se dispone ya a curarlo, se nos revela un aspecto quizá relacionado más con las ideas de Sigmund Freud que con las de Nietzsche, y éste es la existencia de otra, por así decirlo, "identidad" que habita en nuestra mente. Todo esto se expresa en el hecho de que, al acercar Breuer el oído a la boca de Nietzsche, dispuesto ya a escuchar algún insulto o alguna invitación a marcharse, lo que escucha en realidad no es más que una desesperada súplica de ayuda. "Lou Salomé estaba equivocada: su amigo era capaz de pedir ayuda, si bien se trataba de otro Nietzsche, de alguien a quien Breuer acababa de conocer", como está expresado en la propia novela. Estas ideas, cabe resaltar, no conforman más que la teoría de Sigmund Freud del "super-yo", una, por llamarla de alguna manera, "entidad" de nuestra mente que nos es totalmente desconocida e inconsciente. He aquí el por qué de que, luego de mejorado, Nietzsche no recuerda ya nada de lo dicho durante su enfermedad.

    Finalmente, luego de la mejoría parcial del filósofo, Breuer vuelve a ofrecerle internación en la clínica Lauzon con efecto de vigilar con mayor seguridad su enfermedad, aunque en realidad todo cuanto quiere lograr es evitar que Nietzsche parta a Basilea, como tenía planeado hacer al día siguiente. Sin embargo Nietzsche, con su clásica obstinación de siempre, se rehúsa lo más amablemente posible, alegando "razones más allá de las razones", según sus propias palabras. Abandonando decepcionado a Nietzsche, Breuer parte hacia su hogar con una duda: ¿envidia él la fría y solitaria vida de Nietzsche? ¿Qué le atrae tanto al filósofo?

    El capítulo concluye con un animado Breuer caminando a paso rápido, encontrada ya la solución para hacer que Nietzsche se quede en Viena.

    CAPÍTULO DOCE

    Ese lunes por la mañana, Nietzsche acude finalmente al consultorio de Breuer con objeto de pagar la cuenta y marcharse de una vez por todas a Viena. Es entonces, cuando Nietzsche está ya por abandonar el consultorio, que Breuer pone en práctica su ya planeada táctica.

    Propone al filósofo un intercambio: la cura médica por la cura espiritual. Ofrece a Nietzsche ser el médico de su cuerpo, esto es, curar su enfermedad, y el filósofo, en cambio, curará su mente, la desesperación que lo embarga. Si bien al principio hay negativa por parte de Nietzsche, Breuer maneja con magistral habilidad las palabras justas para convencerlo. Afirma que, en tanto es imposible experimentar con toda una especie, se deben basar las investigaciones primero en un espécimen prototípico, para luego recién generalizar el experimento. Es importante resaltar, en este aspecto, la referencia que hace Breuer a sus investigaciones llevadas a cabo durante más de diez años en el oído de palomas, con objeto de descubrir la raíz del equilibrio. Este fue un muy importante descubrimiento, puesto que se aplica no sólo al reino animal sino también a los seres humanos.

    Cabe también resaltar dos rasgos de la ideología Nietzscheana, siendo el primero su teoría sobre cómo el darwinismo pudo, por así decirlo, "anticuar" a Dios, y el segundo la "transmutación de los valores", esto es, cómo todo lo antiguo es eliminado para dar paso a lo nuevo, un cambio necesariamente radical en todo cuanto se creía bueno y encomiable. Según expresa Breuer haciendo referencia a lo dicho por Nietzsche: "…demostrar que a partir del escepticismo es posible crear un código de conducta para el hombre, una nueva moralidad, un nuevo saber que reemplace el saber surgido de la superstición y el anhelo por lo sobrenatural…". Se declara a Nietzsche como el poseedor de la importante misión de "salvar a la humanidad tanto del nihilismo como de la ilusión". Todo esto es perfectamente apreciable tanto a lo largo de la novela como en las mismas obras de Nietzsche.

    A continuación, luego de convencer Breuer a Nietzsche de aceptar el trato, el capítulo concluye con una carta escrita por Nietzsche a su amigo Peter Gast. En ésta le cuenta todo lo sucedido y, entre ello, lo magnífico y a la vez intrigante que le resulta el Dr. Breuer. Es importante destacar, de esta carta, una de sus duras críticas contra el sacerdocio cristiano, basado en su primera impresión del Dr. Breuer. "Pero ya conocemos a esos curanderos sacerdotales que proyectan su debilidad en los demás y luego los atienden con el único propósito de incrementar su propia fuerza. ¡Conocemos muy bien la «caridad cristiana»!", según sus propias palabras. A partir de esto, podemos discernir cómo interpreta la piedad y la compasión propias del cristianismo como nada más que un deseo desmedido, por así decirlo, "casi vampírico" de fortalecerse consumiendo la esencia de los demás, de proyectar la debilidad propia en aquellos que acuden por ayuda.

    Finalmente, el capítulo termina con duras y ponzoñas palabras relacionadas a Lou Salomé, maldiciendo el día en que la conoció, creyendo todas y cada una de las falsas acusaciones de su hermana Elizabeth.

    CAPÍTULO TRECE

    En este capítulo Breuer ya ingresa a Nietzsche en la clínica Lauzon con la falsa identidad de "Eckart Müller" con objetivo de mantenerlo en el anonimato, si bien luego se arrepiente debido al incremento de la ya difícil duplicidad en su relación. Luego de asegurarse de un cómodo establecimiento para Nietzsche, Breuer se va planeando ya una estrategia para su siguiente encuentro.

    Posteriormente, Breuer se dedica a relatar lo sucedido con total exactitud de detalles a su amigo Sigmund Freud, con quien espera ser capaz de idear una estrategia acorde a lo que implica la situación. Si bien al principio hay cierto reproche por parte de Freud con respecto a la última proposición de Breuer a Nietzsche, no tarda mucho en mostrarse animado con la aventura que supone tal hazaña. Es importante destacar cómo expresa Breuer lo erróneo en el término "atrapar" cuando se hace referencia a Nietzsche, "es como capturar a un gorila de quinientos kilos con una red para mariposas".

    Cuando Breuer hace mención a la falta de necesidad de fingir una desesperación – puesto que ya tiene una – Freud se alarma, aludiendo que, estando él en la "cúspide de la vida", nada tiene que desesperarle. Es entonces cuando Breuer alega que el problema de toda cúspide es que inevitablemente conduce hacia abajo. Luego de comprender que hay temas que por variadas razones no puede discutir con su joven amigo, deciden centrarse más en el tema motivo de su reunión.

    Ya al final del capítulo, podemos resaltar con perfecta claridad otro avance dentro de la teoría freudiana. Ante la intriga de cómo tratar al Nietzsche, por así decirlo, "real" y al otro Nietzsche de su inconsciente, ese que pide ayuda, Freud formula una sugerencia que, analizada más a fondo, podremos discernir como uno de sus métodos para la cura de los problemas acarreados por la contención de sentimientos en el inconsciente. Esto es, propone, en la novela de improvisto, que lo ideal no sería "liberar" a nadie, sino "integrar", lograr que estas dos facetas de la personalidad de Nietzsche se unan para formar una sola. Nuevamente, Irvin D. Yalom nos permite desentrañar con magistral habilidad las ideas que ya comienzan a fecundar en la mente del futuro fundador del psicoanálisis.

    CAPÍTULO CATORCE

    En este capítulo, si bien no se informa mucho sobre lo más importante de la filosofía nietzscheana, es menester destacar aspecto que, si bien no conformaron su encomiable ideología, fueron, más bien, causa de ella.

    Todo comienza cuando Breuer, en aras del tratamiento ideado por ambos el día anterior, revela a Nietzsche todos los aspectos de su vida, los más oscuros y los más benévolos, aquellos que le afligen y le quitan el sueño. Le habla de su temor a la vejez, a la muerte, su sensación de estar atrapado por una vida que no ha elegido, su obsesión por Bertha y su arrepentimiento por Eva Berger – asistente suya a quien había despedido forzado por la decisión de su esposa – al no haber aceptado su "sacrificio". Mirado con más profundidad, son éstos muchos de los aspectos sobre los cuales se basa la filosofía de Nietzsche, los rasgos humanos que más critica.

    Sin embargo, la charla se centra esencialmente en la – perdónese el término – burda opinión de Nietzsche con respecto a las mujeres. Afirma que Bertha, en lugar de ser eximida del peso que causa sobre Breuer debido a su condición de paciente, debe ser castigada, juzgada. Interpreta sus actuaciones histéricas como un vil método para humillar y establecer su poder sobre Breuer. Lo mismo sucede con Eva Berger, a quien califica como "depredadora". Así también sucede con Mathilde, su esposa. "Y en cuanto el tema de las mujeres, es bárbaro, apenas parece humano", según las palabras de Breuer en sus notas sobre Nietzsche. Cabe resaltar que este es uno de los aspectos que tal vez fueron causa de su filosofía tan, por así decirlo, "machista".

    "Tratas con mujeres, ¡no olvides el látigo!", como es una de sus frases más famosas. Afirma también que la voluntad del hombre debe estar siempre impuesta a la de la mujer. Todo esto se debe a que, como redactado en la novela, Nietzsche sufrió en su vida grandes desengaños amorosos, de los cuales el más doloroso de ellos fue el de Lou Salomé.

    Otro importante aspecto a resaltar es, tal vez, el de sus ideas con respecto al sacerdocio cristiano. En sus notas sobre Breuer al final del capítulo, se puede apreciar una clara comparación de su personalidad con la de los sacerdotes cristianos. Irvin D. Yalom lo expresa magistralmente en las siguientes palabras: "¿No será de los que fingen dar para que se les de? (…) ¿Es de los que reverencian que se les reverencie?".

    El capítulo concluye con una dura y a la vez adolorida carta hacia Lou Salomé, reprochándole una y otra vez su traición y la decepción causada, y a la vez haciéndole ver que aún guarda cariño hacia ella y Paul Rée, si bien aborrece este sentimiento, "es casi sofocante" según sus propias palabras.

    CAPÍTULO QUINCE

    El capítulo comienza con Breuer intentando en vano conciliar el sueño, presa de extraños sueños y nuevamente acosado por las incesantes imágenes de Bertha. A continuación, cuando va a encontrarse con Nietzsche en aras de su acuerdo, le relata nervioso sus sueños, los cuales posteriormente descifran como una forma utilizada por el inconsciente para expresar lo mucho que había perturbado a Breuer el haber revelado quizás demasiado. Es importante resaltar de este aspecto cómo empieza a tomar importancia el tema de los sueños con respecto a la psique humana. Esto, sin duda, es una forma de expresar la influencia de Freud y sus teorías sobre el Dr. Breuer.

    Posteriormente, cuando Nietzsche asocia este hecho a la voluntad de poder – inquiriendo que lo que preocupa a Breuer no es haber causa mala impresión sino haber perdido poder – podemos apreciar claramente lo, por así llamarlo, "radical" de la teoría nietzscheana. Al sostener Breuer que no es el haber perdido una batalla lo que lo desasosiega sino la extrema preocupación de haber provocado una mala imagen, Nietzsche sostiene con vehemencia que toda relación humana, incluso las más encomiables, se encuentran regidas por la voluntad de poder, incluso el amor. Dominar tanto cuerpo como mente: ése es el objetivo de tan loado "amor". Sostiene, a su vez, que amante no es quien ama, sino quien desea la posesión del ser amado.

    Al escandalizarse Breuer afirmando que todo cuanto preocupa a él es la aprobación de sus colegas – lo cual, dicho sea de paso, le perturba – y que su obsesión por Bertha es más sexual que amorosa, la respuesta de Nietzsche es igualmente sórdida. Sostiene que el buscar la aprobación de los demás no es más que llana y humillante sumisión ante la voluntad de otros, un temor a encontrarse consigo mismo. Afirma, también, ante la insistencia de Breuer sobre su obsesión por Bertha, que no es el sexo lo que odia sino al hombre que suplica tenerlo, y abdica así en la mujer que se lo da, cediendo todo su poder por algo tan vano como lo carnal.

    La sensualidad, dice él, no forma parte de la naturaleza sino que, por el contrario, es enemiga de su parte más elevada. La degrada afirmando que el objetivo es "crear lo superior, no reproducir lo inferior". Para mayor explicitud, aplicando sus propias frases, defina la sensualidad como "una perra que nos mordisquea los tobillos, y una perra que sabe muy bien cómo suplicar un pedazo de espíritu cuando se le niega un pedazo de carne".

    Ante la observación de Breuer sobre el ahínco con que responde Nietzsche a sus palabras, éste replica que "se necesita pasión para derrotar la pasión". Breuer, por otro lado, protesta afirmando que lo que hace Nietzsche es divagar sobre lo abstracto en lugar de centrarse en su verdadero problema, su mente y sus sentimientos. Dice que el cambio que él propone es imposible por el simple hecho de que la sociedad se encuentra regida por un modelo social estricto. Uno nace de por sí esclavizado a ese régimen, por lo tanto no es cuestión de elección el seguirlo o no. Ante esto, Nietzsche dice a Breuer que quien no se obedece a sí mismo inevitablemente es gobernado por otros. Esto, cabe resaltar, es una importante característica no sólo de su filosofía, sino de su visión general con respecto a la típica sociedad alemana que tanto repudiaba.

    Posteriormente, sostiene también que "el hombre se construye en función de sus elecciones", con lo cual sitúa a Breuer en una cuestión irrefutable. Ante esto, el médico replica que todos al nacer parecen estar destinados a una función específica en la vida, rememorando así cuando alguien, en su infancia, lo denominó como "niño de la promesa infinita". Analizado con mayor profundidad, podemos apreciar aquí características típicas de su teoría sobre la evolución del Superhombre (camelloà leónà niño). En sentido análogo, la situación actual de Breuer sería la del camello, sumiso ante las imposiciones de su vida social y su matrimonio, incapaz de rebelarse. El proceso al cual se somete con Nietzsche representaría su etapa de león, intentando luchar, de alguna forma, por ganarse el derecho de crear sus propias reglas, en este caso, liberarse tanto de su estilizada vida social tanto como de su conflictivo matrimonio y sus lujuriosas obsesiones por Bertha, de la cual quiere librarse con mayor prontitud.

    El capítulo concluye cuando Nietzsche, poniendo final a la charla, insta a Breuer a reflexionar sobre su situación e intentar descubrir en qué pensaría sino Bertha no existiera.

    CAPÍTULO DIECISÉIS

    Si bien este capítulo es breve, complementa, con gran claridad, características del anterior, esto es, el capítulo quince. Esa mañana, cuando él y Nietzsche vuelven a reunirse, Breuer le pide el omitir los títulos profesionales y llamarse por el nombre de pila en objeto de lograr una mayor confidencialidad. Si bien no a buen gusto, Nietzsche acepta.

    En el relato que hace Breuer acerca de sus sentimientos con respecto al envejecimiento y la muerte, esto es, el haber alcanzado ya la cúspide de la vida. Afirma que su principal temor no es el descender sino el no ascender, para mayor explicitud, la carencia total de motivos que impulsen la vida. Es en ese momento, cuando surge la idea de que todo el mundo lleva consigo una frase secreta que impulsa su existencia, que surge el primer aspecto de significativa relación con el capítulo anterior. El así llamado "niño de la promesa infinita" – palabras de Breuer ante las cuales Nietzsche sonríe en aprobación – no es más que la etapa final del proceso, el Superhombre. Esta última idea puede apreciarse con mayor claridad ya al final del capítulo, en las notas de Nietzsche sobre el Dr. Breuer, donde menciona que "…nunca entendió el carácter de esa promesa. Nunca entendió que su deber era perfeccionar la naturaleza, superarse a sí mismo, vencer su cultura, a su familia, su lujuria, su brutal naturaleza animal, llegar a ser quien era y lo que era (…) nunca mudó la primera piel".

    Todo esto representa, sin lugar a dudas, la etapa final del proceso por el cual, según su teoría, el ser humano común se convierte en Superhombre. Cuando Breuer interpone ante esta idea la situación de que, esclavizado por una cultura y una sociedad preestablecidas, nadie es responsable de lo que hace con su vida, esto es, que no hay capacidad de elección, Nietzsche replica que somos lo que elegimos. Cabe resaltar que fue ésta una de las ideas sobre las cuales Nietzsche basó, no sólo su filosofía, sino también su vida.

    Posteriormente, Breuer menciona la muerte de Oppolzer como la primer "crisis" de su vida. Oppolzer, cabe resaltar, fue durante mucho tiempo como un segundo padre para Breuer, su maestro y, si bien Breuer jamás llegó a ocupar su cátedra, se sabe que lo preparaba para ser su sucesor. Sin embargo, circunstancias adversas produjeron que esto no se diera, produciendo "el primer asalto al mito de la promesa infinita", según propias palabras de Breuer. Describe, luego, la depresión causada ante la conciencia de lo irremediable del tiempo, de lo sinsentido del infinito y lo inevitable de la muerte. A todo esto, por el contrario – con la misma oposición radical clásica de su filosofía – Nietzsche replica que todo aquello a lo que Breuer hace referencia como algo lamentable, esto es, la aproximación de la muerte, la impotencia y la insignificancia propia, es en realidad algo por lo que considerarse con suerte. "Sólo los afortunados llegan a comprender estas cosas", según sus propias palabras.

    Es importante resaltar, ya casi al final del capítulo, en las notas de Breuer sobre Nietzsche, cómo éste primero descubre en filósofo a un, por así decirlo, "ser humano". "¡A pesar de ser un librepensador, en el fondo no es más que un vienés y ama sus títulos casi tanto como su impersonalidad!", como observa Breuer luego de ver a Nietzsche titubear ante la proposición de adoptar los nombres de pila. También podemos distinguir en esta misma parte un rasgo de la personalidad de Freud, uno que, como es de adivinar, influyó mucho en su futura fundación del psicoanálisis, este es, su capacidad para detectar cualquier fingimiento.

    El capítulo concluye con otra sórdida carta de Nietzsche hacia Lou Salomé, permitiéndonos ver, más allá de su indiscutible habilidad para la escritura, lo mucho que sufrió lo que él creyó una "traición" por parte de la joven.

    CAPÍTULO DIECISIETE

    Ya en este capítulo, donde menciona leves datos de lo que era la estadía y el comportamiento de Nietzsche en la clínica Lauzon, se nos aporta un muy importante dato, como ser los comienzos de la que sería su mejor obra, ejemplar y síntesis de casi toda su filosofía: Así habló Zarathustra. Ya en ese momento, comenzaba a formar parte en su mente, perteneciendo a este ejemplar las anotaciones que, según la novela, hacía cada mañana en sus paseos por el jardín de la clínica Lauzon. Cabe resaltar también el contraste – expresado mediante los pensamientos de Breuer – entre el tacto amable y cordial de Nietzsche con el tono estridente y combativo de sus libros. En la respuesta que él da a Breuer, esta es, "Si nadie quiere escuchar, es natural que se grite", se nos aporta un dato que, además de revelado anteriormente en la novela, es un dato histórico de su vida, de que no tenía mucos lectores, por no decir ninguno. Podemos resaltar de este capítulo, también, el desprecio que manifestaba hacia filósofos tales como Kant y Hegel, a quienes acusaba de escribir sólo para la comunidad académica en lugar de para la vida misma.

    En otro párrafo, se nos informa sobre cómo, a diferencia de la apariencia que mostraba a los demás, sus días eran todo menos idílicos. Con su mente ocupada constantemente por la imagen de Lou Salomé, escribía a ella cartas desesperantes, enfurecidas, menguando así su fuerza y distrayéndolo tanto de Breuer como de Zarathustra.

    Ya casi al final del capítulo, Lou Salomé acude al consultorio de Breuer, con el fin de obtener información al mostrarle cartas enviadas por Nietzsche a ella. Si bien esas cartas eran de gran importancia para el proyecto, Breuer se niega a seguir leyéndolas y a brindarle información de Nietzsche, ya que al hacerlo estaría traicionando su confianza.

    Finalmente, Lou Salomé abandona enojada el consultorio al no obtener lo que quería, y Breuer se queda solo con sus pensamientos.

    CAPÍTULO DIECIOCHO

    El capítulo comienza con Breuer relatando a Nietzsche uno de sus sueños, inmediatamente seguido por un análisis del mismo. Al mencionar su desesperación, hace referencia a dos autores conocidos, estos son, Werther y Goethe. En este análisis, se hace referencia a una idea propia de Sigmund Freud, como lo es la importancia del análisis de los sueños.

    Posteriormente, Breuer se queja de que las palabras de Nietzsche no surten efecto en él ya que hay una gran diferencia entre saber las cosas y sentirlas. A esto, Nietzsche contesta que los únicos especialistas en emociones son los curas, ya que pintan una imagen perfecta del mundo, y debilitan así a la gente. Esta idea se expresa esencialmente en esta obra El Anticristo (1896). Más adelante, en su discusión con Breuer, Nietzsche menciona por primera vez en la novela a Paul Reé, a quien define como un amigo ya perdido. El motivo por el cual lo menciona es que ambos sostienen que Dios no existe. Sin embargo, la diferencia entre ambos es que, mientras Paul Reé dice que una vida sin Dios carece de sentido, Nietzsche afirma que es en realidad motivo de alegría. Todo esto se puede apreciar en la frase de Nietzsche "Dios ha muerto, y si no ha muerto hay que matarlo", donde expresa su fuerte repudio hacia el cristianismo, al que acusa de someter a los fuertes mediante el enaltecimiento de los débiles.

    Al tratar el temo de la obsesión de Breuer, Nietzsche comienza a insultar a Bertha, haciendo que el médico se enfurezca. En este capítulo el filósofo vuelve a despreciar también a las mujeres. Esto se debe a que durante su vida sufrió de muchos desencantos amorosos, lo cual lo llevó a sentir resentimiento hacia ellas. En su obra Así habló Zarathustra, Nietzsche expresa esto en su frase "El hombre dice «yo quiero», la mujer dice «él quiere»".

    Otro aspecto a resaltar sobre la filosofía nietzscheana, es su teoría sobre que es mejor tomar venganza a tragarse el resentimiento, puesto que esto inevitablemente conducirá a la enfermedad. Afirma, también, que no son las excusas sino los actos quienes constituyen al hombre. He aquí por qué se muestra tan rudo para con Breuer al hablar de Bertha, ya que el médico justifica la enfermedad de la joven debido a la muerte de su padre. Así concluye la sesión de ese día.

    A la siguiente, a petición del propio Breuer, ambos deciden atacar su obsesión de forma más directa, tales como gritar o infringirse dolor tanto físico como económico cada vez que piense en Bertha. Ninguno de estos surte efecto.

    Finalmente, ya casi al final, podemos apreciar dos notas posteriores a la reunión: la primera sobre Nietzsche y la segunda sobre Breuer, en la que ambos expresan lo humillante de la situación del médico y la necesidad de un cambio drástico y efectivo. Es interesante, por otro lado, ver cómo reconoce Nietzsche en sus notas que el mal que lo acaece aún no ha curado y que, para curar a Breuer, debe primero curarse a sí mismo.

    El capítulo concluye con una sórdida carta de Nietzsche dirigida a Lou Salomé, donde expresa su resentimiento y el repudio que siente ante cómo se humilla en la carta. "Compréndeme, quiero que te eleves, no que te reduzcas", como expresa en sus propias palabras. Afirma, también, ser incapaz de perdonarla puesto que no reconoce en ella a alguien para quien existe la remota posibilidad de perdón. Es, probablemente, en esta carta donde Irvin D. Yalom se ve traslucir con nítida claridad cuánto duele a Nietzsche la traición de ambos Lou Salomé y Paul Reé.

    CAPÍTULO DIECINUEVE

    En este capítulo, si bien se basa especialmente en la obsesión de Breuer por Bertha, se nos dan a conocer importantes aspectos de la ideología nietzscheana. Al preguntar Nietzsche a Breuer sobre el motivo de su obsesión por Bertha, esto es, el significado más inmediato que pueda ocurrírsele, Breuer responde que Bertha representa para él el peligro, la huida de la monótona vida cotidiano que tanto le aflige. Ve en ella a "una belleza embrionaria", – según sus propias palabras – alguien que aún tiene tiempo de expandirse, de perfeccionarse. Ve también, por otro lado, la victoria segura: no importa qué obstáculo se interponga, siempre será él quien triunfe.

    Esto, por obvias razones, podemos asociarlo no sólo a ideas de Nietzsche sino a nuestra propia vida real, en la que la gente se aferra generalmente a lo seguro, a aquello que le proporcionará siempre un triunfo constante. Sostiene también, que lo más factible en el ser humano es que, una vez alcanzada la meta, ya no hay motivación, ya no nos interesa el premio. "Estamos más enamorados del deseo que de lo que deseamos", como expresa Nietzsche en su innegable frase. Uno no puede atarse a un solo objetivo porque en la vida necesitamos de una "pasión" que nos impulse a seguirla, una constante motivación que nos incite a valorarla.

    Posteriormente ahondan más en el tema de la soledad. Analizándolo más afondo, podemos discernir claramente cómo la soledad de la que ambos hablan nada tiene que ver con la presencia o ausencia de otras personas, sino que radica en un punto más bien intelectual. "A veces contemplo la esencia de una manera tan profunda que de repente miro a mi alrededor y veo que nadie me acompaña, que mi único compañero es el tiempo", como nadie mejor que Nietzsche podría haberlo descrito.

    Ya en el último párrafo del capítulo, en una de las notas escritas por Nietzsche sobre sus encuentros con Breuer, podemos apreciar con maravillosa claridad uno de los aspectos quizá más importantes de su obra Humano, demasiado humano, una clase de resumen para sintetizar todas las ideas de su obra. "Tal vez debamos despojar los significados de uno en uno hasta que Bertha no signifique nada más que ella misma. Una vez despojada de significados superfluos, la verá como al ser atemorizado, desnudo, humano, demasiado humano, que ella y en realidad todos somos", como son sus exactas palabras.

    CAPÍTULO VEINTE

    El capítulo comienza cuando Breuer llega a la clínica invitando a Nietzsche a dar un paseo, puesto que el sol se encontraba ahora radiante en el cielo vienés. Aprovechan este momento para ir al cementerio a depositar algunas flores en la tumba de los padres de Breuer, como acostumbraba hacerlo un sábado de cada mes.

    Allí, Breuer indica a Nietzsche – aportándonos una importante visión – que en el cementerio los verdaderamente muertos son aquellos a quienes ya nadie recuerda, y no los que aún tienen familiares que les lleven flores.

    Al preguntarle Nietzsche por la presencia de guijarros en las tumbas, éste contesta que es una vieja costumbre judía que simboliza el recuerdo. Es importante destacar, de este tema, la apreciación de Breuer, muy similar por cierto a la de Nietzsche, sobre la vida, a la que afirma considerar desde niño como no más que "una chispa entre dos vacíos idénticos, la oscuridad antes del nacimiento y las oscuridad después de la muerte".

    Otro aspecto a resaltar es la afirmación por parte del filósofo de que casi todos nuestros recuerdos existen en el subconsciente, esperando a ser rememorados. Sostiene que debe existir alguna clase de extraño depósito para los recuerdos inconscientes. De otra forma, no se puede explicar el hecho de que, como sucede por ejemplo en los sueños, fusionemos aspectos de nuestra vida cotidiana.

    Más adelante, Nietzsche vuelve a hacer mención no sólo a su asociación de las mujeres con la perdición, sino también a la búsqueda de la verdad, ofuscada por el amor hacia una mujer: nos impide ver lo asqueroso de la realidad fisiológica que hay debajo. He aquí, entonces, una de sus frases más famosas: "una vida sin verdad es la muerte en vida". Para Nietzsche, además, el amor es algo que va más allá de dos personas que anhelan poseerse, sino de "un amor en el que las dos personas compartan la pasión por la búsqueda de una verdad superior", como son sus propias palabras.

    Cabe resaltar que aquí no sólo hace además referencia a su relación fastuosa con Lou Salomé, sino también a un amor, por así decirlo, "más amistoso", menos traicionero y más sincero. Un amor que tenga por fin el perfeccionamiento y la superioridad, no la degeneración la decadencia. Se vuelve a hacer mención, también, al temor hacia la muerte, esta vez por parte de Nietzsche expresado en un antiguo sueño de la infancia. Afirma que no es la aceptación de la muerte lo que él propone, sino morir en el momento oportuno. "La muerte pierde su cualidad aterradora si uno muere cuando ha consumado su vida. Si uno no vive cuando debe hacerlo, no puede morir en el momento justo", como dijo Nietzsche a Breuer ante este tema.

    "Yo no puedo decirle cómo de vivir de manera diferente porque, si lo hiciera, usted seguiría viviendo según el designio de otro", como son las palabras de Nietzsche, expresan su idea de que hay que evitar la opresión de las personas para que estas puedan crear su propia vida. Ésta es también una característica del Superhombre.

    Luego Nietzsche menciona su idea del eterno retorno, esto es, que nuestras vidas y todos sus actos están condenados a repetirse incesantemente como granos en un reloj de arena que da vueltas continuamente. Con esto quiere decir que cada acto de nuestra vida debemos elegirlo cuidadosamente, puesto que lo cometemos por toda la eternidad.

    Más adelante, cuando Breuer hace referencia a su deplorable matrimonio y a cómo ansía la libertad de éste viéndose, sin embargo, prisionero por sus promesas. Resalta, también, su deber para con sus hijos y su esposa. A esto, Nietzsche replica que para criar hijos, debe uno primero consolidarse a sí mismo. "Tus edificios deben ser más altos que tú, pero antes has de estar construido tú mismo, cuadrado de cuerpo y alma", como son sus propias palabras en Así habló Zarathustra, considerada por algunos como su novela ejemplar y de mayor importancia.

    Ya al final del capítulo hace mención, al meditar sobre su reacción para con Breuer, sobre la necesidad de endurecerse para no llenarse de piedad.

    CAPÍTULO VEINTIUNO

    Casi todo el capítulo consiste en la experiencia llevada a cabo por Breuer y Freud en conjunto – como se nos da a conocer más tarde – en la que Breuer experimenta, hipnotizado, la, por así denominarla, "libertad". En ella se ve abandonando Viena, su trabajo, a Mathilde, a sus hijos, volviendo a visitar a Bertha y Eva Berger. Todo esto le hace comprender, finalmente, que no es esa clase de vida la que desea. La libertad absoluta, como él mismo expresa, es de por sí una utopía, puesto que siempre nos encontraremos encadenados a algo, sean los demás, seamos nosotros mismos, nuestras metas, nuestros sentimientos. Sin embargo, nos es imposible vivir sin esa utopía. Como dijo un famoso escritor – Kero -: "cuando la idea de libertad deje de ser una utopía, el hombre dejará de existir". Esto es, en sí, lo que descubre Breuer al experimentar lo que sería la sensación de dejarlo todo para adquirir una "libertad absoluta".

    El capítulo, en sí, no contiene ningún dato relacionado directamente con la filosofía de Nietzsche – de hecho, son totalmente superfluas las instancias en que lo nombra siquiera – aunque sí hace mención, ya al final, a la técnica de hipnosis de Freud. Ésta fue posteriormente perfeccionada en sus futuros experimentos cuando fundaba ya el psicoanálisis.

    CAPÍTULO VEINTIDÓS

    Este capítulo, desenlace de toda la novela y razón de su título, es el más importante y, tal vez, más significativo de todos. En él se muestra, por fin, el verdadero significado, la razón de todo lo sucedido en la novela.

    Breuer entra animado, feliz y rebosante al consultorio de Nietzsche, anunciando en una amplia sonrisa que está ya curado. La obsesión por Bertha se ha ido. No hubo victimario en lo sucedido sino dos víctimas que, por igual, se aferraban a una ilusión en búsqueda de seguridad. Nietzsche, para sorpresa de Breuer, se encuentra anormalmente interesado en el procedimiento utilizado por él para librarse de Bertha.

    Y es aquí que todo cobra mayor sentido. La razón por la que Nietzsche se había empeñado tan arduamente en encontrar una cura para la obsesión de Breuer, era porque él mismo la necesitaba. Es importante destacar, de esto, la reiteración que le hace Breuer sobre su propia filosofía – esto es, su teoría de que no hay un mismo camino para dos personas diferentes – al pedirle Nietzsche que le revele cómo hizo para erradicar a Bertha de su vida. Podemos apreciar, también, el gran contraste entre las palabras de Nietzsche y su propia reacción. Afirma la obligación de encontrar el camino propio, si bien buscaba el suyo en Breuer. Sostenía que la lujuria era algo enfermizo y degradante, si bien él había ya cedido a ella. Y, lo que es tal vez más importante que cualquier otro aspecto en cuanto a la novela, es que, reiterando repetidas veces en sus reuniones con Breuer que la soledad es imprescindible para el nacimiento del Superhombre, ni él mismo fue capaz de soportarla.

    El capítulo concluye en una emotiva escena donde, liberando por fin las lágrimas contenidas por tanto tiempo, Nietzsche se alegra de haber obtenido la tan deseada amistad. "Siempre estaré solo, pero qué diferencia, qué diferencia maravillosa, poder elegirlo", como son sus palabras finales y con las que concluye su tratamiento con Breuer.

    3. IRVIN D. YALOM

    BIOGRAFÍA

    Nacido en Washington D.C., un 13 de junio de 1931, era hijo de padres inmigrantes provenientes de Rusia (una pequeña villa llamada Celtz cerca de Polonia) poco después de que estallara la Primera Guerra Mundial. Su hogar era el centro de la ciudad de Washington – en un pequeño apartamento sobre la tienda de su padre en First and Seaton Street. Durante su infancia, Washington era una ciudad muy segregada, donde vivió en el medio de un pobre, así llamado, "barrio de negros". La vida en las calles era, por lo tanto, peligrosa. Dentro de su hogar leer era un refugio y, dos veces a la semana, llevaba a cabo el viaje hasta la librería central a adquirir nuevos libros.

    No había dirección alguna a su disposición: sus padres tenían prácticamente ninguna educación, sin jamás haber leído libro alguno y permanecían casi totalmente consumidos en la lucha por la supervivencia económica. Sus opciones en cuanto a la lectura eran caprichosas, dirigidas en parte por la arquitectura de la librería: el largo pasillo situado en el medio llamó particularmente su atención, donde pasó un año entero leyendo los libros desde la sección "A" (John Adams) a la "Z" (Zoroaster). Pero era principalmente en la ficción donde encontraba refugio, un mundo más satisfactorio, una fuente de inspiración y sabiduría. En algún momento de su vida temprana, desarrolló la noción de que escribir una novela es la más enalteciente actividad que una persona puede hacer.

    La escuela médica parecía ser más cercana a Tolstoy y Distoevsky, y se dedicó así a la medicina habiendo ya resuelto especializarse en psiquiatría.

    Sus primeros escritos fueron contribuciones científicas a diarios profesionales. Su primer libro, La práctica y teoría de Psicoterapia en grupo, ha sido ampliamente usada (700.000 copias) como texto de entrenamiento para terapeutas. Ha sido traducida en doce lenguajes y se encuentra ahora en su cuarta edición. Su editor para este y cada uno de sus libros es Basic Books, con quien ha mantenido una excelente relación. Los intructores admiran su texto sobe la terapia en grupo ya que está basado en la mejor evidencia empírica. Afirma él que debe su éxito a la facilidad con la que se puede leer. Por más de doce años, estudiantes le han dicho que puede leerse como una novela.

    Su esposa, Marilyn, recibió ya un premio en literatura comparativa (francés y alemán) de Johns Hopkins y ha llevado también una próspera carrera como profesora de universidad y escritora. Sus cuatro hijos viven en el área comprendida en la Bahía de San Francisco, habiendo elegido una variedad de carreras (medicina, fotografía, escritura creativa, dirección de teatro, y psicología clínica respectivamente). Cuenta ya con quince nietos.

    OBRAS

    Sus más famosas obras – entre otras de menor importancia – son:

    • "La práctica y teoría de Psicoterapia en grupo"
    • "Psicoterapia existencial"
    • "El día que Nietzsche lloró"
    • "Recostado en el sofá"
    • "Momma y el significado de la vida"

    4. GLOSARIO

    4.1 Friedrich Nietzsche

    Filósofo alemán, poeta y filólogo, cuyo pensamiento es considerado como uno de los más radicales, ricos y sugerentes del siglo XX. Nació el 15 de octubre de 1844, en Röcken, Prusia. Su padre, un ministro luterano, murió cuando él tenía 5 años, y fue educado por su madre en una casa donde vivían su abuela, dos tías y una hermana. Estudió filología clásica en las universidades de Bonn y Leipzig, y fue nombrado profesor de filología griega en la universidad de Basilea a los 24 años. Su delicada salud (estuvo afectado toda su vida por su poca vista y sus constantes jaquecas) le obligó a retirarse en 1889. Al cabo de diez años sufrió una crisis nerviosa de la que nunca se recuperó. Murió en Weimar el 25 de agosto de 1900. Además de la influencia de la cultura helénica, en particular de las filosofías de Sócrates, Platón y Aristóteles, Nietzsche estuvo influenciado por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, por la teoría de la evolución y por su amistad con el compositor alemán Richard Wagner. Escritor prolífico, escribió varias obras importantes, entre ellas El origen de la tragedia (1872), Así habló Zaratustra (1883-1885), Más allá del bien y del mal (1886), La genealogía de la moral (1887), El crepúsculo de los dioses (1888), El Anticristo (1888), Ecce Homo (1889) y La voluntad de poder (1901). Uno de los argumentos fundamentales de Nietszche era que los valores tradicionales (representados en esencia por el cristianismo) habían perdido su poder en las vidas de las personas, lo que llamaba nihilismo pasivo. Lo expresó en su tajante proclamación "Dios ha muerto". Estaba convencido que los valores tradicionales representaban una "moralidad esclava", una moralidad creada por personas débiles y resentidas que fomentaban comportamientos como la sumisión y el conformismo porque los valores implícitos en tales conductas servían a sus intereses. Nietzsche afirmó el imperativo ético de crear valores nuevos que debían reemplazar los tradicionales, y su discusión sobre esta posibilidad evolucionó hasta configurar su retrato del hombre por venir, el 'superhombre' (übermensch). De acuerdo con Nietzsche, las masas (a quien denominaba "rebaño", "manada" o "muchedumbre") se adaptan a la tradición, mientras su superhombre utópico es seguro, independiente y muy individualista. El superhombre siente con intensidad, pero sus pasiones están frenadas y reprimidas por la razón. Centrándose en el mundo real, más que en las recompensas del mundo futuro prometidas por las religiones en general, el superhombre afirma la vida, incluso el sufrimiento y el dolor que conlleva la existencia humana. Su superhombre es un creador de valores, un ejemplo activo de "eticidad maestra" que refleja la fuerza e independencia de alguien que está emancipado de las ataduras de lo humano "envilecido" por la docilidad cristiana, excepto de aquéllas que él juzga vitales. Nietzsche sostenía que todo acto o proyecto humano está motivado por la "voluntad de poder". La voluntad de poder no es tan sólo el poder sobre otros, sino el poder sobre uno mismo, algo que es necesario para la creatividad. Tal capacidad se manifiesta en la autonomía del superhombre, en su creatividad y coraje. Aunque Nietzsche negó en multitud de oportunidades que ningún superhombre haya surgido todavía, cita a algunas personas que podrían servir como modelos: Sócrates, Jesucristo, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Shakespeare, Goethe, Julio César y Napoleón. Al concepto de superhombre se le reprochó a menudo ser el fruto de un intelectual que se desenvuelve en una sociedad de amos y esclavos y ha sido identificado con las filosofías autoritarias. Muchos eruditos niegan esta lectura ideológica y lo atribuyen a una mala interpretación de la obra de Nietzsche. Aclamado poeta, Nietzsche ejerció mucha influencia sobre la literatura alemana, así como sobre la literatura europea y la teología. Sus conceptos han sido discutidos y ampliados por personalidades como los filósofos alemanes Karl Jaspers y Martin Heidegger, el filósofo judío alemán Martin Buber, el teólogo germano-estadounidense Paul Tillich, y los escritores franceses Albert Camus y Jean-Paul Sartre. La proclama de Nietzsche "Dios ha muerto" fue utilizada por teólogos radicales posteriores a la II Guerra Mundial (en especial por los estadounidenses Thomas J. J. Altizer y Paul van Buren) en sus intentos por adecuar el cristianismo a las décadas de 1960 y posteriores.

    4.2. Josef Breuer

    BIOGRAFÍA

    Josef Breuer era el hijo de Leopold Breuer (1791-1872), un liberal profesor judío de religión en Viena. Luego de la muerte de su madre cuando contaba apenas con 4 años, fue criado por su abuela materna. A la edad de 8 años regresó a la Akademisches Gymnasium of Viena, donde pasó el Abitur – Sus más famosas obras – entre otras de menor importancia – son:

    • "La práctica y teoría de Psicoterapia en grupo"
    • "Psicoterapia existencial"
    • "El día que Nietzsche lloró"
    • "Recostado en el sofá"
    • "Momma y el significado de la vida"

    secundaria – en 1858. Luego asistió a la Universidad de Viena durante un año por estudios generales, antes de ingresar a la universidad médica en 1859. Se graduó en 1864.

    Luego de aprobar sus exámenes en 1867, Breuer se convirtió inmediatamente en el asistente del interno Johann Ritter von Oppolzer (1808-1871) en la clínica médica en Viena. En esta posición emprendió una investigación sobre las causas fisiológicas de las regulaciones de la temperatura en la respiración.

    Con la muerte de Oppolzer en 1871, Breuer renunció a su cargo de asistente para dedicarse a la práctica privada. En este período llevó a cabo investigaciones sobre la anatomía del oído interno, describiendo lo que es actualmente conocido como el flujo Mach-Breuer o la teoría sobre la endolinfa del oído interno. Esta investigación fue la base para su habilitación de medicina interna en 1875, al recibir la venia legendi (permiso para enseñar como docente privado).

    Renunció a su venia legendi diez años después, probablemente por las altas demandas de su práctica, y porque sentía que se le había negado el acceso a pacientes debido a sus intenciones de enseñanza.

    ESTUDIOS ACERCA DE LOS PROGRESOS PSICOLÓGICOS

    Breuer no tenía discípulos ni afiliación permanente con universidad o instituto alguno, pero fue uno de los grandes fisiólogos del siglo XIX. Su mayor logro científico – llevado a cabo con el profesor Karl Ewald Konstantin Hering en el Josephinum en Viena – le aportó una gran fama. Su próxima investigación se basó en el funcionamiento del laberinto, admirable debido a su importancia, y aún más porque fue llevada a cabo en privado, trabajando en su propio hogar y apoyado únicamente por los beneficios económicos de su práctica médica.

    Su primer trabajo científico importante fue publicado en 1868. Conjuntamente con Edwald Hering, profesor de psicología en la escuela militar de medicina de Viena, demostró que la respiración era un reflejo natural. Fue uno de los primeros ejemplos de retroalimentación del sistema nervioso autónomo de los mamíferos. Sus experimentos cambiaron la manera de ver de los científicos acerca de la relación de los pulmones con el sistema nervioso – este mecanismo, de hecho, aun se denomina "reflejo de Hering-Breuer".

    En 1873 descubrió la función sensora de los canales semicirculares en el oído interno y su relación con el sentido de posición y el equilibrio.

    En 1868, Breuer contrajo matrimonio con Mathilde Altmann, con quien tuvo cinco hijos: Robert, Bertha Hammerschlag, Margaret Schiff, Hans and Dora. Tras la muerte de Oppolzer en 1871, Breuer comenzó a trabajar en privado. Aun así, encontró tiempo para el estudio científico. Trabajaba en casa, obteniendo los fondos para dichas investigaciones de su profesión de médico. Volviendo su atención hacia la psicología del oído, descubrió el funcionamiento de los canales semicirculares. Este trabajo proporcionó el fundamento para el entendimiento moderno de cómo los receptores sensoriales detectan posición y movimiento. Breuer publicó un total de aproximadamente 20 trabajos sobre psicología en un período de 40 años. Aunque se unió a la facultad de medicina interna de la Universidad de Viena en 1875, sus relaciones allí eran muy tensas; renunció a su puesto en 1885.

    ANA O.

    Fue en el año de 1880 cuando Breuer observó por primera vez el desarrollo de una enfermedad mental severa en una de sus pacientes, "Anna O.", cuyo nombre verdadero era en realidad Bertha Pappenheim. Breuer notó que podía reducir la severidad de los síntomas de Anna animándola a describir sus fantasías y alucinaciones. Comenzó a utilizar la hipnosis como medio para facilitar dichas sesiones. Se dio cuenta de que cuando ella rememoraba una serie de recuerdos de vuelta a la memoria traumática, uno de aquellos síntomas desaparecía, proceso que Breuer denominó "catártico". Pronto, Breuer comenzó a tratar a Anna mediante hipnosis dos veces al día y eventualmente todos sus síntomas acabaron por desaparecer.

    Breuer sacó dos conclusiones importantes de su trabajo con Anna: que sus síntomas eran resultado de pensamientos enterrados en su inconsciente y que al exteriorizar dichos pensamientos y hacerlos conscientes dichos síntomas desaparecían. El tratamiento de Anna O. es el primer ejemplo de "psicoterapia intensiva" llevado a cabo durante un extenso período de tiempo.

    Breuer no publicó los resultados sobre el tratamiento de Anna. Sin embargo, enseñó estos métodos a Sigmund Freud y juntos comenzaron a desarrollar esta nueva forma de psicoterapia. Breuer no volvió a tratar pacientes tales como Anna. Aunque él declaraba que las demandas de su ocupada carrera médica le impedían continuar con la psicoterapia, Freud creía que estaba decepcionado por el fuerte afecto que Anna desarrolló hacia Breuer hacia el final de su tratamiento, un fenómeno que pasó a ser conocido como "transferencia". Cuando Freud comenzó a usar los métodos de psicoanálisis de Breuer, ambos comenzaron a discutir acerca de los pacientes de Freud y las técnicas y resultados de sus tratamientos. En 1893 publicaron un artículo en su trabajo y, dos años después, el libro que marcó el comienzo de la teoría del psicoanálisis, Studien ubre Hysterie. Aproximadamente durante aquel tiempo, su colaboración – y su amistad – tocó fin. Aparentemente fue la ambivalencia de Breuer lo que alimentó la desavenencia entre ambos.

    Sin embargo, su desacuerdo final ocurrió acerca de la cuestión sobre los recuerdos infantiles de seducción. En aquel tiempo, Freud creía que la mayoría de sus pacientes habían sido, de hecho, seducidos cuando niños. Sólo más tarde se dio cuenta de que Breuer tenía razón acerca de creer que aquellas no eran sino memorias de fantasías infantiles.

    Breuer abandonó su estudio del psicoanálisis, mientras Freud continuó desarrollando sus teorías de manera independiente. Sin embargo, se atribuye usualmente a Breuer el haber sido el primero en sugerir, entre otras ideas, que la percepción y la memoria son procesos psíquicos diferentes, y de haber desarrollado una teoría acerca de las alucinaciones. Breuer influyó grandemente en el desarrollo de las teorías sobre la psicología, y está claro que su influencia en el trabajo de Sigmund Frued ha sido subestimada. Algunos psicólogos, los "breuerianos", continuaron utilizando el método catártico original sin adoptar las modificaciones y amplificaciones de Freud.

    Breuer fue reconocido como uno de los mejores psicólogos y científicos en Viena. Falleció en Viena en el año 1925. Al ser confrontada con deportación por el régimen nazi, su hija Dora se suicidó. La nieta de Breuer, Hanna Schiff, fue asesinada también por los nazis. Los restantes de su descendencia viven en Inglaterra, Estados Unidos y Canadá.

    4.3. Sigmund Freud

    Sigmund Freud (1856-1939), médico y neurólogo austriaco, fundador del psicoanálisis.

    Freud nació en Freiberg (actual Príbor, República Checa), el 6 de mayo de 1856 y se educó en la Universidad de Viena. Cuando apenas tenía tres años, su familia, huyendo de los disturbios antisemitas que entonces se producían en Freiberg, se trasladó a Leipzig. Poco tiempo después, la familia se instaló en Viena, donde Freud residió la mayor parte de su vida.

    Aunque su ambición desde niño había sido dedicarse al ejercicio del derecho, Freud se decidió a estudiar medicina justo antes de entrar en la Universidad de Viena en 1873. Inspirado por las investigaciones científicas del poeta alemán Goethe, sintió un vehemente deseo de estudiar ciencias naturales y de resolver alguno de los retos que en aquel momento afrontaban los investigadores de su tiempo.

    Ya durante el tercer curso, Freud comenzó a investigar sobre el sistema nervioso central de los invertebrados, en el laboratorio de fisiología que dirigía el médico alemán Ernst Wilhelm von Brücke. Estas investigaciones neurológicas fueron tan absorbentes que Freud descuidó sus obligaciones académicas, permaneciendo en la facultad tres años más de lo habitual antes de obtener su licenciatura en Medicina.

    En 1881, después de cumplir un año de servicio militar obligatorio, finalizó su licenciatura. Sin embargo, no quiso abandonar el trabajo experimental y permaneció en la universidad como ayudante en el laboratorio de fisiología. En 1883, presionado por Brücke, se vio obligado a abandonar la investigación teórica.

    Así, Freud estuvo tres años en el Hospital General de Viena, dedicándose sucesivamente a la psiquiatría, la dermatología y los trastornos nerviosos. En 1885, tras su designación como profesor adjunto de Neuropatología en la Universidad de Viena, dejó su trabajo en el hospital. A finales del mismo año, recibiría una beca del gobierno para estudiar en París diecinueve semanas junto al neurólogo Jean Charcot, que a la sazón trabajaba en el tratamiento de ciertos trastornos mentales mediante la hipnosis, en el manicomio de Salpêtrière del que era director. Los estudios de Freud con Charcot, centrados en la histeria, encauzarían definitivamente sus intereses hacia la psicopatología, el estudio científico de las enfermedades mentales.

    En 1886 Freud se estableció como médico privado en Viena, especializándose en los trastornos nerviosos. Sufrió una fuerte oposición de la clase médica vienesa por su defensa del punto de vista de Charcot sobre la histeria y el uso de la hipnosis, entonces considerados como enfoques poco ortodoxos. El enfrentamiento resultante retrasó la aceptación de sus hallazgos posteriores sobre el origen de las neurosis.

    4.4. Lou Andreas Salomé

    Lou Andreas-Salomé (1861-1937), escritora alemana de origen ruso, una de las primeras defensoras del psicoanálisis de su tiempo.

    Nació en San Petersburgo en el seno de una familia aristocrática. A los 19 años viajó a Zurich, allí asistió a la universidad y empezó a escribir poesía. En 1882 visitó Roma, donde conoció al filósofo Paul Rée y, a través de él, a Friedrich Nietzsche. Andreas-Salomé vivió un idilio platónico con Rée hasta 1887, cuando se casó con Friedrich Carl Andreas, un profesor de universidad. Esto no impidió que siguiera viajando, escribiendo y teniendo amantes, entre ellos el poeta Rainer Maria Rilke. En 1911 conoció a Sigmund Freud y se convirtió en su confidente y discípula. En las últimas décadas de su vida permaneció al lado de Andreas y ejerció como psicoanalista.

    Fue una autora prolífica, pero no le apasionaba tanto la literatura en sí como la religión, el sexo y la psicología de la mujer. Sus ocho novelas resultan interesantes por el tratamiento que hace de estos temas, pero es conocida sobre todo por sus ensayos. Los dos primeros estudios de Andreas-Salomé, Las heroínas de Ibsen (1892) y Friedrich Nietzsche en sus obras (1894), recibieron críticas entusiastas. Escribió la parte más importante de su obra durante sus últimos años; a ella pertenecen la obra teatral El diablo y su abuela (1922), Mi agradecimiento a Freud (1931) y Mirada retrospectiva (1951).

    Aunque pueda parecer que la vida de Andreas-Salomé estuvo dominada por los hombres que conoció y amó, su obra tiene una importancia propia que deriva de la manera en que hace de las experiencias de la mujer un asunto central. En su juventud escribió: "Lo que desde luego haré es construir mi vida de acuerdo conmigo misma".

    4.5. Richard Wagner

    (Leipzig, actual Alemania, 1813-Venecia, Italia, 1883) Compositor, director de orquesta, poeta y teórico musical alemán. Aunque Wagner prácticamente sólo compuso para la escena, su influencia en la música es un hecho incuestionable. Las grandes corrientes musicales surgidas con posterioridad, desde el expresionismo hasta el impresionismo, por continuación o por reacción, encuentran en él su verdadero origen, hasta el punto de que algunos críticos sostienen que toda la música contemporánea nace de la armonía, rica en cromatismos, en disonancias no resueltas, de Tristán e Isolda. La infancia de Wagner se vio influida por su padrastro Ludwig Geyer, actor, pintor y poeta, que suscitó en el niño su temprano entusiasmo por toda manifestación artística. La literatura, además de la música, fue desde el principio su gran pasión, pero el conocimiento de Weber y, sobre todo, el descubrimiento de la Sinfonía núm. 9 de Beethoven lo orientaron definitivamente hacia el cultivo del arte de los sonidos, aunque sin abandonar por ello su vocación literaria, que le permitiría escribir sus propios libretos operísticos. De formación autodidacta, sus progresos en la composición fueron lentos y difíciles, agravados por una inestable situación financiera, la necesidad de dedicarse a tareas ingratas (transcripciones de partituras, dirección de teatros provincianos) y las dificultades para dar a conocer sus composiciones. Sus primeras óperas –Las hadas, La prohibición de amar, Rienzi– mostraban su supeditación a unos modelos en exceso evidentes (Weber, Marschner, Bellini, Meyerbeer), sin revelar nada del futuro arte del compositor. Hasta el estreno, en 1843, de El holandés errante, no encontró el compositor su voz personal y propia, aún deudora de algunas convenciones formales que en posteriores trabajos fueron desapareciendo. Tannhäuser y Lohengrin señalaron el camino hacia el drama musical, la renovación de la música escénica que llevó a cabo Wagner, tanto a nivel teórico como práctico, en sus siguientes partituras: El oro del Rin (primera parte de la tetralogía El anillo de los nibelungos) y Tristán e Isolda. En estas obras se elimina la separación entre números, entre recitativos y partes cantadas, de modo que todo el drama queda configurado como un fluido musical continuo, de carácter sinfónico, en el que la unidad viene dada por el empleo de unos breves temas musicales, los leitmotiv, cuya función, además de estructural, es simbólica: cada uno de ellos viene a ser la representación de un elemento, una situación o un personaje que aparece en el drama. No sólo en el aspecto formal fue revolucionaria la aportación wagneriana: en los campos de la melodía, la armonía y la orquestación –con el uso de una orquesta sinfónica de proporciones muy superiores a las que tenían las habituales orquestas de ópera–, sino que también dejó una impronta duradera. Su gran aspiración no era otra que la de lograr la Gesamtkunstwerk, la «obra de arte total» en la que se sintetizaran todos los lenguajes artísticos. Sus ideas tuvieron tantos partidarios como detractores. Uno de sus más entusiastas seguidores fue el rey Luis II de Baviera, gracias a cuya ayuda económica el músico pudo construir el Festspielhaus de Bayreuth, un teatro destinado exclusivamente a la representación de sus dramas musicales, cuya complejidad superaba con mucho la capacidad técnica de las salas de ópera convencionales. En 1876 se procedió a su solemne inauguración, con el estreno del ciclo completo de El anillo de los nibelungos. Años antes, en 1870, el compositor había contraído matrimonio con la hija de Franz Liszt, Cosima, con quien había mantenido una tormentosa relación cuando aún estaba casada con el director de orquesta Hans von Bülow. Wagner dedicó los últimos años de su vida a concluir la composición de Parsifal.

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    (fotografía mencionada en la novela)

    5. Opinión

    ELENA BENÍTEZ

    "El día que Nietzsche lloró" es, en mi opinión, una de las novelas más bellamente inquietantes que haya leído. Si bien me es imposible concordar con Nietzsche en varios aspectos de su filosofía, es realmente inevitable negar su brillante intelecto. Era un verdadero poeta, un luchador innato. Sus palabras, como bien nos permite apreciar Irvin D. Yalom, son sencilla y pulcramente hermosas. Es innegable, también, que muchas de sus afirmaciones incitan a la reflexión. Por otra parte, me parece que su filosofía, más que producto de un descubrimiento propio, no fue más que resultado de su resentimiento hacia la vida. Sus afirmaciones son magníficas estructuras poéticas, pero cuando se trata de la realidad no pasan de meras palabras insustanciales. Nietzsche habla de la verdad y el Superhombre en un tono casi sagrado, como si quisiera sustituir una religión por otra. En cuanto al tema de las mujeres, me decepciona en grande. No supo darse cuenta que su atroz experiencia tanto con Lou Salomé como con su madre y su hermana, no eran motivo para despreciar a todo el sexo. En cuanto a la religión, Nietzsche careció, en más de un aspecto, de objetividad. Interpretaba el cristianismo de una forma muy personal – como podemos apreciar claramente en la novela – llegando a obviar casi en su totalidad la propia religión. Afirmaba que la fe debilita, cuando es innegable la fuerza y el valor de los que gozaron ejemplos tales como los mártires, Mahatma Gandhi, la Madre Teresa y, sin ir más lejos, el propio Jesucristo. A mi parecer, Nietzsche era incapaz de discernir entre la verdad y su verdad, casualmente uno de los rasgos que criticaba a ese tan hipócrita cristianismo suyo. Esto es, explicando con mayor claridad, que la verdad es y será siempre una sola. Ahora, uno puede coincidir o no coincidir con ella. No, por así decirlo, "mutarla" según conveniencia propia. Este fue, a mi juicio el gran y absurdo error de Nietzsche. En su obsesión – a mi parecer de débiles fundamentos – contra el cristianismo, el filósofo asceta no criticó a una religión, sino que adaptó esa religión a sus críticas.

    Ya con respecto a la novela, creo – personalmente – haberle encontrado un significado, tal vez, mucho más profundo del que puede apreciarse a simple vista. Sin ir más lejos, el título, en sí, nos presenta el atractivo contraste entre un hombre supuestamente duro y fuerte, y un sentimiento erróneamente asociado por todos con la debilidad: el llanto. Probablemente, no haya una novela más profunda y más bellamente ideada que ésta. Es en el final del capítulo donde aprendemos que todos, en el fondo, tenemos una debilidad. Todos, en el fondo, reprimimos aquellos sentimientos por los cuales tememos que nos rechacen. Y, lo que es más importante, todos, en el fondo, necesitamos de compañía. "El día que Nietzsche lloró" es, en mi opinión, una novela que incita a descubrir que, no importa cuán mezquina nos parezca la gente, siempre, en el fondo, son tan débiles y tan necesitados de compañía como nosotros.

    Es la utilización de personajes reales lo que nos hace comprender, con mayor claridad, que esto no es cosa de ficción sino también un hecho real, algo que bien podría haber sucedido a cualquiera de nosotros. Nos enseña que la desesperación puede atacar incluso al menos esperado, como ser Josef Breuer – médico exitoso y rico, de vida envidiada por todos – y Friedrich Nietzsche – en apariencia reacio a todo contacto humano. Todos como Breuer y Nietzsche, construimos una muralla de aparente estabilidad para ocultar lo que sentimos, algo que tarde o temprano nos llevará, como a ambos personajes, a la desesperación más insoportable. He de suponer, ya desde un punto de vista mucho más personal, que uno de los principales factores que llevó a Nietzsche a la demencia, fue sin duda su aislamiento total de todo ser humano.

    Admito, sin embargo, que mi opinión bien puede estar alejada de la verdadera intención de la novela, pero no hay nada, para mí, como poder encontrar un significado reconfortante en una novela tan bien escrita. Y es que debemos comprender que, ante todo, nadie permanece inmune al dolor, ya que todos somos humanos… "demasiado humanos".

    6. Bibliografía

    María Elena Benítez Formoso

    Tacuarembó – Uruguay

    Colegio Jesús Sacramentado