La retórica barroca puede sintetizarse en la coexistencia de dos corrientes: el conceptismo y el culteranismo. Aunque generalmente suele afirmarse que se trata de dos estilos opuestos, lo cierto es que los dos buscan la complicación formal. El culteranismo intensifica los elementos sensoriales preocupado por el preciosismo y la artificiosidad formal a través de la metáfora, la adjetivación, el hipérbaton forzado o los efectos rítmicos y musicales del lenguaje; a esta tendencia pertenecen Luis de Góngora y Pedro Soto de Rojas. La crítica señala como ejemplo más significativo del culteranismo la Fábula de Polifemo y Galatea de Góngora, en cuya primera estrofa aparecen todos los procedimientos culteranos:
Era de mayo la estación florida
en que el mentido robador de Europa
—media luna las armas en la frente
y el sol todos los rayos de su pelo—,
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace estrellas.
El conceptismo debe su nombre a los Conceptos espirituales (1600-1612) de Alonso de Ledesma. Su juego formal se basa en la condensación expresiva y para ello se sirve de la polisemia, las elipsis, las oposiciones de contrarios o antítesis, las paradojas, todo lo que exija una agudeza conceptual y cuenta entre sus principales representantes a Francisco de Quevedo, Luis Vélez de Guevara y su El diablo cojuelo, la prosa de tipo moralista y satírico de Baltasar Gracián y autores de empresas o emblemas (véase Alegoría) como Diego de Saavedra Fajardo (1584-1648). En teatro, sobresale Pedro Calderón de la Barca, especialmente por La vida es sueño y El gran teatro del mundo, donde se entrelazan concepto y juego verbal. El tema del sueño y la duda sobre los límites entre apariencia y realidad permiten aproximar a Calderón con el dramaturgo inglés William Shakespeare. El conceptismo valora laconismo, por eso, a veces, se ha confundido con claridad estilística y precisión, algo de lo que carece por completo, como puede verse en la frase de Gracián característica de este estilo: "Lo bueno si breve, dos veces bueno", que como se ve es ingeniosa pero ni precisa ni clara.
Mención aparte merece la proyección del barroco en la generación del 27, año del tricentenario de la muerte del poeta Luis de Góngora. Dámaso Alonso dedicó gran parte de su vida al estudio del poeta cordobés y Federico García Lorca le consagró una magnífica conferencia titulada "La imagen poética de don Luis de Góngora". Gerardo Diego recuperó a los poetas Bocángel Unzueta y Pedro de Medina Medinilla. Luis Rosales, al conde de Salinas (1564-1630) y a Juan de Tasis, conde de Villamediana (1582-1622). Éste último, además de Góngora, figura entre los autores citados con frecuencia por el cubano José Lezama Lima. Otro cubano, Severo Sarduy, fue el creador del término neobarroco para designar, si no un regreso, una prolongación del barroco en el siglo XX. En 1868 un político conservador y brillante articulista, Francisco Silvela, se burlaba de los cursis y de los neoculteranos, aludiendo a quienes se valían de un lenguaje pretencioso para decir cosas que podían comunicarse de manera más sencilla.
LECTURA BARROCO
Poema [47] extraído de Poesía lírica.
De sor Juana Inés de la Cruz.
LABERINTO ENDECASÍLABO
para dar los años la excelentísima señora condesa de Galve al excelentísimo señor conde, su esposo. (Léese tres veces, empezando la lección desde el principio o desde cualesquiera de las dos órdenes de rayas.)
Amante, —caro—, dulce esposo mío,
Festivo y—pronto—tus felices años
Alegre—canta—sólo mi cariño,
Dichoso—porque—puede celebrarlos.
Ofrendas—finas—a tu obsequio sean
Amantes—señas—de fino holocausto,
Al pecho—rica—mi corazón, joya,
Al cuello—dulces—cadenas mis brazos.
Te enlacen—firmes, —pues mi amor no ignora,
Ufano—siempre, —que son a tu agrado
Voluntad—y ojos—las mejores joyas,
Aceptas—solas, —las de mis halagos.
No altivas—sirvan, —no, en demostraciones
De ilustres—fiestas, —de altos aparatos,
Lucidas—danzas, —célebres festines,
Costosas—galas—de regios saraos.
Las cortas—muestras de—el cariño acepta,
Víctimas—puras de—el afecto casto
De mi amor, —puesto—que te ofrezco, esposa
Dichosa, —la que, —dueño, te consagro.
Y suple, —porque—si mi obsequio humilde
Para ti, —visto, —pareciere acaso,
Pido que, —cuerdo, —no aprecies la ofrenda
Escasa y—corta, —sino mi cuidado.
Ansioso—quiere—con mi propia vida
Fino mi—amor—acrecentar tus años
Felices, —y yo—quiero; pero es una,
Unida, —sola, —la que anima a entrambos.
Eterno—vive: —vive, y yo en ti viva
Eterna, —para que—identificados,
Parados—calmen—el amor y el tiempo
Suspensos—de que—nos miren milagros.
Fuente: Juana Inés dela Cruz, Sor. Poesía lírica. Edición de José Carlos González Boixo. Madrid: Ediciones Cátedra, 1992.
Romanticismo (literatura), movimiento literario que dominó la literatura europea desde finales del siglo XVIII hasta mediados del XIX. Se caracteriza por su entrega a la imaginación y la subjetividad, su libertad de pensamiento y expresión y su idealización de la naturaleza. El término romántico se empleó por primera vez en Inglaterra en el siglo XVII con el significado original de 'semejante al romance', con el fin de denigrar los elementos fantásticos de la novela de caballerías muy en boga en la época.
Hacia finales del siglo XVIII los gustos literarios en Alemania y Francia se alejan progresivamente de las tendencias clásicas y neoclásicas (véase Clasicismo). Los autores románticos encuentran su primera fuente de inspiración en la obra de dos grandes pensadores europeos: el filósofo francés Jean-Jacques Rousseau y el escritor alemán Johann Wolfgang von Goethe.
El espíritu romántico
Fue precisamente Rousseau quien estableció el culto al individuo y celebró la libertad del espíritu humano al afirmar "Siento antes de pensar". Goethe y sus compatriotas, el filósofo y crítico Johann Gottfried von Herder y el historiador Justus Möser, incidieron en aspectos más formales, colaborando en una serie de ensayos titulados Von deutscher Art und Kunst (Sobre el estilo y el arte alemán, 1773), una obra en la que ensalzan el espíritu romántico manifestado en las canciones populares alemanas, la arquitectura gótica y las obras de Shakespeare. Goethe se propuso imitar la libertad estilística de Shakespeare en su Götz von Berlichingen (1773), un drama histórico sobre un caballero rebelde del siglo XVI. La obra, que justifica la insurrección contra la autoridad política, inauguró el movimiento literario conocido como Sturm und Drang (tormenta e impulso), considerado como precursor del romanticismo alemán. En esta tradición se inscribe también la célebre novela de Goethe Las desventuras del joven Werther (1779). Esta obra, que figura entre las principales referencias del movimiento romántico, exalta los sentimientos hasta el punto de justificar el suicido por un amor no correspondido, y establece un tono y un estado de ánimo imitado por los autores románticos tanto en sus obras como en su vida personal: una tendencia al frenesí, a la melancolía, al hastío del mundo y a la autodestrucción.
El estilo romántico
El prólogo a la segunda edición de las Baladas líricas (1800), escrito por los poetas ingleses William Wordsworth y Samuel Taylor Coleridge, se considera el manifiesto literario del romanticismo. En él se destaca la importancia del sentimiento y la imaginación en la creación poética y se rechazan las formas y los temas literarios convencionales. De este modo, en el desarrollo de la literatura romántica de todos los países predomina la imaginación sobre la razón, la emoción sobre la lógica y la intuición sobre la ciencia, lo que propicia el desarrollo de un vasto corpus literario de notable sensibilidad y pasión que antepone el contenido a la forma, estimula el desarrollo de tramas rápidas y complejas y se presta a la fusión de géneros (la tragicomedia y la mezcla de lo grotesco y lo sublime), al tiempo que permite una mayor libertad estilística.
Las convenciones clásicas, como las famosas tres unidades de la tragedia (tiempo, espacio y acción), cayeron así en desuso, y la creciente demanda de lirismo y espontaneidad, cualidades que los seguidores del romanticismo encontraron en la poesía popular y los romances medievales, generó un enorme rechazo de la regularidad métrica, la rigidez formal y otros aspectos de la tradición clásica. En la poesía inglesa el verso libre sustituyó al pareado que dominó la poesía del siglo XVIII. Los primeros versos del drama Hernani (1830), obra del gran escritor romántico francés Victor Hugo, se alejan de las normas de versificación francesas del siglo XVIII, mientras que en el prefacio a su Cromwell (1827), un documento crítico de gran importancia en sí mismo, Hugo no sólo defiende su ruptura con la estructura dramática tradicional, sino que justifica además la introducción del elemento grotesco en el arte. Los escritores románticos sustituyeron también a los héroes universales de la literatura dieciochesca por héroes más complejos e idiosincrásicos. Gran parte del teatro, la novela y la poesía romántica se entregan a la celebración del "hombre corriente" de Rousseau.
LOS GRANDES TEMAS ROMÁNTICOS
Con la difusión del movimiento romántico a los demás países de Europa, ciertos temas y actitudes, a menudo entremezclados, se sitúan en el centro de las preocupaciones de los escritores del siglo XIX.
Gran parte de los movimientos libertarios y abolicionistas de finales del siglo XVIII y principios del XIX tienen su origen en conceptos de la filosofía romántica como pueden ser el deseo de liberarse de las convenciones y la tiranía, y el gran valor de los derechos y la dignidad del ser humano. Del mismo modo que los temas racionales, formales y convencionales característicos del neoclasicismo estaban abocados al rechazo, los regímenes autoritarios que favorecieron y auspiciaron este movimiento hubieron de enfrentarse inevitablemente a importantes revueltas populares. La política y los temas sociales fueron claves en la poesía y la prosa románticas en todo el mundo occidental, y fructificaron en documentos humanos, notables por su vigor y su vigencia en el mundo actual. El año de 1848 estuvo marcado en Europa por el estallido de graves revueltas políticas, y la corriente romántica fluyó con fuerza en Italia, España, Austria, Alemania y Francia.
En Guillermo Tell (1804), del dramaturgo alemán Friedrich von Schiller, un oscuro montañés medieval se convierte en símbolo inmortal de la lucha contra la tiranía y el gobierno extranjero. En la novela Los novios (1827), del escritor italiano Alessandro Manzoni, una pareja de campesinos derrota finalmente el feudalismo en el norte de Italia. Lord Byron y Percy Bysshe Shelley, que encarnan para los lectores de poesía inglesa la figura del poeta romántico por antonomasia (tanto en su estilo vital como en sus obras), protestaron airadamente contra los males políticos y sociales de la época y defendieron la causa de la libertad en Italia y Grecia. El poeta ruso Alexandr Serguéievich Pushkin, cuya admiración por las obras de Byron es manifiesta, alcanzó la fama con su 'Oda a la libertad' y como muchos autores románticos fue perseguido por subversión política y condenado al exilio.
El desencanto generalizado de los románticos con la organización social se plasmó a menudo en la crítica concreta de la sociedad urbana. La casa del pastor (1844), del poeta francés Alfred de Vigny, manifiesta la convicción de que una morada humilde posee más dignidad que un palacio. Anteriormente Rousseau había afirmado que las personas nacen libres, pero la civilización las encadena. Este sentimiento de opresión se expresó con frecuencia en la poesía, como revela la obra del visionario inglés William Blake, quien en su poema 'Milton' (c. 1808) habla de los "oscuros molinos satánicos" que comenzaban a desfigurar la campiña inglesa; o el largo poema de Wordsworth El preludio (1850), que alude a
"… las sofocantes y atestadas guaridas urbanas donde el corazón humano enferma".
Naturaleza
Uno de los rasgos principales del romanticismo fue su preocupación por la naturaleza. El placer que proporcionan los lugares intactos y la (presumible) inocencia de los habitantes del mundo rural se observa por primera vez como tema literario en la obra 'Las estaciones' (1726-1730), del poeta escocés James Thomson. Esta obra se cita a menudo como una influencia decisiva en la poesía romántica inglesa y su visión idílica de la naturaleza, una tendencia liderada por el poeta William Wordsworth. El gusto por la vida rural se funde generalmente con la característica melancolía romántica, un sentimiento que responde a la intuición de cambio inminente o la amenaza que se cierne sobre un estilo de vida.
La pasión por lo exótico
Imbuidos de un nuevo espíritu de libertad, los escritores románticos de todas las culturas ampliaron sus horizontes imaginarios en el espacio y en el tiempo. Regresaron a la edad media en busca de temas y escenarios y ambientaron sus obras en lugares como las Hébridas de la tradición ossiánica, como en la obra del poeta escocés James MacPherson (véase Ossián y baladas ossiánicas), o el Xanadú oriental evocado por Coleridge en su inacabado 'Kubla Jan' (c. 1797). Una obra decisiva fue la recopilación de antiguas baladas inglesas y escocesas realizada por Percy Thomas; sus Reliquias de poesía inglesa antigua (1765) ejercieron una influencia notable, tanto formal como temática, en la poesía romántica posterior. La nostalgia por el pasado gótico se funde con la tendencia a la melancolía y genera una especial atracción hacia las ruinas, los cementerios y lo sobrenatural.
El elemento sobrenatural
El gusto por los elementos irracionales y sobrenaturales figura entre las principales características de la literatura inglesa y alemana del periodo romántico. Esta tendencia se vio reforzada en un sentido por la desilusión con el racionalismo del siglo XVIII, y en otro por la recuperación de una abundante cantidad de literatura antigua (cuentos populares y baladas) realizada por Percy y los eruditos alemanes Jacob y Wilhelm Karl (Grimm y el escritor danés Hans Christian Andersen o el español Gustavo Adolfo Bécquer, que tanto influyó en los poetas hispanoamericanos. A partir de estos materiales surge, por ejemplo, el motivo del doppelgänger (el doble). Muchos escritores románticos, especialmente los alemanes, se mostraron fascinados con este concepto, que en cierto modo refleja la preocupación romántica por la propia identidad. El poeta Heinrich Heine escribió un poema apócrifo titulado 'Der Doppelgänger' (1827); otra obra basada en el mismo tema es El elixir del diablo (1815-1816), una novela corta de E. T. A. Hoffmann; y lo mismo cabe afirmar de La increíble historia de Peter Schlemihl (1814), de Adelbert von Chamisso, un relato sobre un hombre que vende su sombra al diablo. Mucho tiempo después el gran maestro ruso Fiódor Mijáilovich Dostoievski escribió su famosa novela El doble (1846), un estudio sobre la paranoia de un modesto oficinista.
La coincidencia del periodo romántico con la revolución de independencia en Hispanoamérica favoreció la importación y amplia difusión del movimiento, pero no fue de "las ideas sino de los tópicos, no del estilo sino de la manera, del subjetivismo sentimental". Según un crítico moderno fue más un calco que una ideología.
Los patriotas hispanoamericanos que vivieron en Londres, a principios de siglo, regresaron cargados de influencias y modelos. Las señas de identidad del romanticismo hispanoamericano fueron: nacionalismo, exaltación de lo autóctono, lucha por la libertad, denuncia social y moral.
El declive del romanticismo
Hacia mediados del siglo XIX el romanticismo comienza a dar paso a nuevos movimientos literarios: los parnasianos y el simbolismo en la poesía y el realismo y el naturalismo en la prosa, pero siguió cultivándose en toda Europa y América, sin su carga original audaz, como un calco repetitivo y con gran éxito de lectores.
El romanticismo llega a España con retraso con respecto al resto de los países europeos, y no es particularmente fecundo. Su desarrollo está condicionado por la situación política marcada por el absolutismo de Fernando VII. El erudito José Joaquín de Mora, exiliado en Francia, envió a los Bochl de Faber (véase Fernán Caballero), entonces en Cádiz los primeros romances protorrománticos, y más tarde, durante su exilio en Londres (1823), junto con Alcalá Galiano y Blanco White, fue uno de los impulsores del romanticismo español. Tras la muerte del monarca y el regreso de los exiliados se señala el año de 1834 como fecha del triunfo del romanticismo en España. Se estrenan entonces La conjuración de Venecia, de Martínez de la Rosa, Macías de Larra y se publican las Poesías de Salas y Quiroga. Algunos críticos señalan el fin del auge romántico en las letras españolas hacia 1844, año del estreno del Don Juan Tenorio de Zorrilla. El principal exponente del romanticismo en España, que supo sintetizar en su vida y su obra el espíritu romántico, fue José de Espronceda, considerado por algunos el primer gran poeta español moderno. Entre sus principales obras cabe mencionar Poesías (1840), donde reúne las composiciones realizadas hasta ese momento, y El diablo mundo (1840).
LECTURA ROMANTICA
El pirata romantico
En este poema del escritor romántico español José de Espronceda, el pirata aparece representado como figura heroica. La imagen literaria de la identificación entre el personaje y el propio barco consigue en ocasiones desdibujar los límites entre lo animado (el pirata) y lo inanimado (el bajel): la embarcación tiene un nombre, el Temido, que en rigor es un atributo humano.
"La canción del pirata"
De José de Espronceda.
Con diez cañones por banda,
viento en popa á toda vela,
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantín:
bajel pirata que llaman
por su bravura el Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.
La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia á un lado, al otro Europa,
y allá á su frente Stambul.
«Navega, velero mío,
sin temor,
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo á torcer
alcanza ni á sujetar tu valor.
«Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
y han rendido
sus pendones
cien naciones
á mis pies.
«Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.
«Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo mas de tierra:
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío,
y a quien nadie impuso leyes.
«Y no hay playa
sea cualquiera
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho,
y dé pecho
á mi valor.
«Que es mi barco mi tesoro…
«A la voz de «¡barco viene!»
es de ver
cómo vira y se previene
á todo trapo escapar;
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.
«En las presas
yo divido
lo cogido
por igual:
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.
«Que es mi barco mi tesoro…
«Sentenciado estoy á muerte!
yo me río:
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna entena,
quizá en su propio navío.
«Y si caigo,
¿qué es la vida?
por perdida
ya la dí,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo
sacudí.
«Que es mi barco mi tesoro…
«Son mi música mejor
aquilones:
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.
«Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.
«Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.»
Fuente: Enseñat, Juan B. Lecturas literarias en prosa y verso. París: Librería de la Vda. de C. Bouret, 1908.
Renacimiento (arte y arquitectura), estilo artístico que se manifiesta en pintura, escultura y arquitectura en toda Europa aproximadamente desde 1400 hasta 1600. Los dos rasgos esenciales de este movimiento son la imitación de las formas clásicas, originariamente desarrolladas en la antigüedad griega y romana, y la intensa preocupación por la vida profana que se expresa en un creciente interés por el humanismo y la afirmación de los valores del individuo. El renacimiento se corresponde en la historia del arte con la era de los grandes descubrimientos, impulsados principalmente por el deseo de examinar todos los aspectos de la naturaleza y del mundo.
Durante el renacimiento, los artistas no eran considerados más que meros artesanos, al igual que en la edad media, pero por vez primera fueron vistos como personalidades independientes, comparables a poetas y a escritores. Buscaban nuevas soluciones a problemas visuales y formales, y muchos de ellos realizaron experimentos científicos. En este contexto, se desarrolló la perspectiva lineal, donde las líneas paralelas se representan como convergentes en un punto de fuga. En consecuencia, los pintores comenzaron a ser más exigentes con el tratamiento del paisaje, por lo que prestaron mayor atención a la manera de representar los árboles, las flores, las plantas, la distancia de las montañas y los cielos con sus nubes. Los artistas estudiaron el efecto de la luz natural, así como el modo en el que el ojo percibe los diversos elementos de la naturaleza. Desarrollaron la perspectiva aérea, según la cual los objetos perdían sus contornos y su color a tenor de la distancia que los alejaba de la vista. Los pintores del norte de Europa, especialmente los flamencos, eran más avanzados que los artistas italianos en la representación del paisaje y contribuyeron al desarrollo del arte en toda Europa al introducir el óleo como una nueva técnica pictórica.
Aunque el retrato se consolidó como género específico a mediados del siglo XV, los pintores renacentistas alcanzaron la cima con otro tipo de pintura, histórica o narrativa, en la que las figuras contextualizadas en un paisaje o en un marco de fondo, relatan pasajes de la mitología clásica o de la tradición judeo-cristiana. Dentro de un contexto, el pintor representaba hombres, mujeres y niños en diferentes poses, que además mostraban diversas reacciones emocionales y estados anímicos.
El renacimiento de las artes coincide con el desarrollo del humanismo, en el que sus seguidores estudiaban y traducían textos filosóficos. Se revitalizó el uso del latín clásico. También fue un periodo de descubrimientos de nuevas tierras; las embarcaciones se hicieron a la mar en busca de nuevas rutas hacia Asia, que dieron como resultado el descubrimiento de América. Pintores, escultores y arquitectos sentían las mismas ansias de aventura y el deseo de ampliar sus conocimientos y obtener nuevas soluciones; tanto Leonardo da Vinci como Cristóbal Colón, fueron, en cierto sentido, descubridores de mundos completamente nuevos.
El primer centro donde surgió el renacimiento fue Italia. El substrato proporcionado por la antigüedad grecorromana fue una constante en el mundo italiano, que vio evolucionar su lenguaje, recogido en un código en el año 1300, desde el latín de los romanos. Italia era el depósito de un gran elenco de ruinas clásicas. Se encontraron restos de arquitectura romana prácticamente en casi todas las ciudades. La escultura romana, especialmente los sarcófagos de mármol decorados con relieves, se convirtieron en los ejemplos más comunes.
Escultura del quattrocento
Las primeras manifestaciones artísticas del renacimiento, en los comienzos del siglo XV, se dan en el campo de la escultura. Tres orfebres florentinos realizaron algunas innovaciones que supusieron una ruptura con las convenciones del estilo gótico. El primero fue Filippo Brunelleschi precursor de la perspectiva lineal. Convertido en arquitecto, fue el primer constructor del renacimiento. Diseñó la enorme cúpula octogonal de la catedral de Florencia, terminada en el año 1436. Dicha cúpula está considerada como una proeza tanto desde el punto de vista artístico como del de la ingeniería desde los tiempos de los romanos. Brunelleschi, que estudió en Roma, fue el responsable de este resurgir clásico en la arquitectura. Introdujo nuevas fórmulas de racionalización del espacio aplicadas tanto a las construcciones públicas como privadas que se convirtieron en únicas dentro del estilo renacentista.
Lorenzo Ghiberti es conocido por los relieves que realizó en bronce dorado para la puerta del baptisterio de San Giovanni, Florencia; ilustran temas del Antiguo Testamento y fueron muy elogiadas por Miguel Ángel, quien la denominó la Puerta del Paraíso (1425-1452), nombre con el se conocen desde entonces.
Donato di Niccolò di Betto Bardi, más conocido como Donatello fue uno de los artistas más influyentes del renacimiento no sólo por la fuerza expresiva de sus figuras sino porque, a pesar de ser florentino, trabajó en Venecia, Padua, Nápoles y Roma y, de ese modo, sirvió como vehículo de difusión de innovaciones artísticas en Italia, sobre todo en lo que se refería a la perspectiva. Entre sus principales obras destacan el bronce del David (c. 1430-1435, Florencia, Museo del Bargello), que representa al héroe bíblico con la cabeza de Goliat a sus pies. La figura semidesnuda, concebida para ser rodeada por otras, fue la primera escultura exenta realizada desde la antigüedad. Otra gran obra maestra es la Cantoria o Galería de niños cantores (c. 1433-1439, Florencia, Museo dell´Opera del Duomo) realizada para la catedral de Florencia. Donatello, que trabajó en terracota y madera, hizo uso de la perspectiva de Brunelleschi para ejecutar sus relieves. Sus esculturas exentas y expresivas, a menudo representan a santos que fueron el modelo de los escultores de la siguiente centuria.
La pintura del quattrocento
El primer gran pintor del renacimiento italiano fue Masaccio creador de un nuevo concepto de naturalismo y expresividad en las figuras, así como de la perspectiva lineal y aérea. A pesar de que tuvo una carrera corta (murió a la edad de 27 años) la obra de Masaccio tuvo una enorme repercusión en el curso del arte posterior. Los frescos (c. 1427) que representan episodios de la vida de san Pedro pintados para la capilla Brancacci en la iglesia de Santa Maria del Carmine en Florencia, muestran el carácter revolucionario de su obra, sobre todo en lo que se refiere al empleo de la luz. En una de las escenas más famosas, El tributo de la moneda, Masaccio reviste la figura de Cristo y de los apóstoles con un nuevo sentido de dignidad, monumentalidad y refinamiento. Los frescos de la capilla Brancacci sirvieron de inspiración a pintores posteriores, entre ellos el propio Miguel Ángel. En el fresco de la Santísima Trinidad (c. 1420-1425, Santa Maria Novella, Florencia) Masaccio, aplicando algunos de los descubrimientos de Brunelleschi relativos a la perspectiva lineal, creó por primera vez la ilusión espacial.
La dirección que marcó Masaccio fue seguida por contemporáneos suyos como Paolo Uccello quien imprimió más potencia a la perspectiva lineal. Entre sus mejores obras destacan las tres versiones que realizó de la Batalla de san Romano, realizadas a fines de 1456 para el palacio Medici en Florencia en las cuales las figuras muestran bruscos escorzos. Estas obras se hallan en la Galería de los Uffizi (Florencia); National Gallery (Londres) y el Louvre (París). También pintó un gran fresco (1436, catedral de Florencia) que simula un monumento ecuestre en bronce, un medio con precedentes romanos y que resurgió en las esculturas exentas de Donatello. Otro maestro del mismo periodo es Fra Angelico, fraile dominico cuyo estilo refinado alterna con formas aún incipientes del nuevo renacimiento resueltas con un delicado tratamiento del color. Fra Angelico fue especialmente innovador en la representación de paisajes. Su obra incluye una serie de frescos pintados en los años 1430 y 1440 ayudado por sus compañeros dominicos en el convento de San Marco en Florencia.
Florencia fue el epicentro del renacimiento artístico de Italia, aunque otras regiones sirvieron también de escenario de importantes maestros a lo largo de este periodo. Pisanello natural de Verona, trabajó para varios de los pequeños ducados como el de los Gonzaga en Mantua o el de Este en Ferrara. Poseía un alto refinamiento en su estilo más lírico y más fluido que Masaccio. Entre sus realizaciones se encuentran la serie de medallas de retratos en bronce, muy cotizadas entre sus mecenas aristocráticos. Jacopo Bellini es considerado unánimemente como el introductor del renacimiento en Venecia, que más tarde se transformó en el centro artístico rival de Florencia. Aunque nos quedan pocas obras de él, se conservan sus dibujos, considerados únicos por su número y por su complejidad. Jacopo fue el padre de dos maestros del renacimiento, Gentile y Giovanni Bellini, y suegro de otro de ellos, Andrea Mantegna.
Otro pintor del quattrocento es Piero della Francesca quien escribió tratados sobre la perspectiva y las matemáticas. Aunque es probable que viviera en Florencia de joven, desarrolló su carrera en otras ciudades italianas. El estilo de Piero se puede apreciar en el ciclo de frescos que pinta en torno al año 1453 para el coro de San Francesco en Arezzo, La leyenda de la cruz. Su estilo mesurado y geométrico se hace eco de la monumentalidad del arte de Masaccio, pero, a diferencia de éste, es más abstracto y distante. Al final de su carrera, comenzó a alternar el temple con el óleo.
El arte del quattrocento se resume en gran medida por medio del trabajo del humanista y latinista Leon Battista Alberti, que se formó en el norte de Italia después de que su familia fuera expulsada de Florencia. Tuvo una experiencia directa con la pintura y con la escultura y también fue un ingenioso arquitecto. Entre sus diseños más sugerentes se encuentra la fachada de Santa Maria Novella en Florencia, terminada en el año 1458, en donde Alberti desarrolló el sistema de fachada aplanada, de amplia repercusión posterior. También diseñó varias iglesias como la de Sant´Andrea en Mantua (terminada en el año 1494). De igual importancia que sus construcciones son sus escritos teóricos sobre pintura, escultura y arquitectura. Prolífico escritor, en sus libros, Alberti sintetizó todas las innovaciones de sus contemporáneos e incluyó también algunos ejemplos de la antigüedad. Como resultado de sus escritos, las nuevas ideas fueron difundidas dentro y fuera de Italia. Dedicó su libro Della Pittura (1436) a Brunelleschi, así como a Ghiberti, Donatello, Luca della Robbia y Masaccio.
Segunda generación de artistas del renacimiento
En las últimas décadas, las innovaciones principales del arte renacentista —como el dominio de la perspectiva aérea y lineal, la importancia del paisaje, la representación de la figura de modo individual y la rigurosa elaboración de la composición— fueron consolidadas y superadas. En Florencia, artistas como Antonio del Pollaiuolo y Andrea del Verrocchio observaron la complejidad de la anatomía humana, estudiando de forma directa el cuerpo humano. Tanto escultores como pintores, ponen especial énfasis en la musculatura, y así lo ejemplifica la obra de Pollaiuolo el Martirio de san Sebastián (1475, Londres, National Gallery). Pollaiuolo realizó también dos importantes tumbas en bronce para dos papas: la tumba de Sixto V (1484-1493) y la tumba de Inocencio VIII (1493-1497), ambas en la basílica de San Pedro en Roma. Las preocupaciones de Pollaiuolo y de Verrocchio fueron más tarde recogidas por el gran discípulo de éste último Leonardo da Vinci, cuyas investigaciones científicas y artísticas se encuentran entre las más importantes del renacimiento. El polifacético Leonardo cultivó todas las artes así como otras disciplinas.
Entre los pintores más representativos de la segunda generación del norte de Italia, destacan Andrea Mantegna, en Padua, y Giovanni Bellini, en Venecia. Mantegna, que trabajó tanto en Verona como en Roma por algún tiempo, pasó la mayor parte de su carrera trabajando gracias al mecenazgo de la familia Gonzaga en Mantua. La decoración al fresco de la cámara de los Esposos (1465-1474) en el palacio ducal está considerada como una de las obras maestras. Amplió los límites de la pintura cubriendo las paredes y el techo con un esquema compositivo unificado, por lo que da la impresión de ser un espacio mucho mayor. La distinción entre lo real y lo ilusorio se vuelve borrosa y confusa. Sus trampantojos fueron muy imitados por dos pintores murales en las dos centurias siguientes, especialmente en los grandes techos barrocos de iglesias y de palacios.
El severo estilo de Mantegna, de trazado nervioso, rico modelado y atrevido uso de la perspectiva, influyó en el arte de su cuñado Giovanni Bellini, quien trabajó exclusivamente en Venecia. Bellini influyó inmensamente, no sólo mediante el testimonio de sus magníficos cuadros, sino también como maestro de algunos pintores de generaciones posteriores, como Sebastiano del Piombo, Giorgione y Tiziano. Los colores brillantes, ricos y fuertes que Bellini introdujo en su paleta se convirtieron en la característica esencial que identifica a la siguiente generación veneciana. El brillante colorido veneciano es el contrapunto del estilo lineal del arte florentino. El altar de san Giobbe (1488, Academia, Venecia) es una de las mejores obras de Bellini. El vivo colorido, los contornos difuminados y las figuras representadas dentro de una atmósfera de luz casi dorada son características de este último estilo. También fue un consumado pintor de paisajes, género que en seguida se convirtió en la especialidad de los pintores venecianos. Bellini promovió la pintura al óleo en lienzo, en contraposición a la pintura al temple sobre la pared; la pintura al óleo se convirtió en el siglo XVI en la técnica más común.
La segunda generación de pintores está representada por Sandro Botticelli un artista que disfrutó del mecenazgo de la familia de los Medici en Florencia. Su estilo es lírico, fluido y a menudo decorativo y abarca tanto temas religiosos como paganos. Sus dos obras más famosas, ambas en la Galería de los Uffizi son el Nacimiento de Venus (después de 1482) y la Primavera (c. 1478). El modelo de la figura del Nacimiento de Venus está tomado de la escultura antigua, pero aquí la diosa se muestra de pie emergiendo de un pálido mar azul. Botticelli realza el contorno de las figuras con una línea que les proporciona una singular elegancia; por el contrario, sólo en contadas ocasiones utiliza el claroscuro.
Artistas del cinquecento
Los artistas de la siguiente generación fueron los responsables de elevar el arte a su expresión más noble. Este periodo, que comprende el siglo XVI, se inició con Leonardo da Vinci cuando regresó de Milán a Florencia en el año 1500. Allí, encontró al joven Miguel Ángel que realizaría la famosa escultura del David (1501-1504, Academia, Florencia). Esta emblemática obra pronto se convirtió no sólo en el símbolo de la ciudad de Florencia, sino también en el del cinquecento. David como representación del poder y de la fuerza lo tiene todo, pero Miguel Ángel lo eligió precisamente para mostrar su autocontrol en el momento antes del encuentro con Goliath, como Leonardo hizo con las figuras de los apóstoles en La última cena (1495-1497, Santa María, Milán) al elegir el momento justo después del que Cristo dijo a los presentes que uno de ellos le traicionaría. Durante el cinquecento, los artistas intentaron reducir sus temas a la más pura esencia; las características secundarias, los detalles o las anécdotas captaban la atención del espectador para conducirle a la esencia real del tema.
El epicentro artístico durante este periodo fue Roma y la corte de Julio II, que contrató a los artistas y arquitectos más importantes para sus ambiciosos proyectos. Donato Bramante fue el arquitecto más relevante de este periodo aunque se inició como pintor siguiendo las pautas de Piero della Francesca. Después de una larga estancia en Milán, durante la cual coincidió con Leonardo, Bramante se estableció en Roma. Allí produjo obras como el Tempietto (1502) una representación a menor escala del clásico tholos griego situado en el patio de San Pietro in Montorio. Una serie de palacios privados que incluían la casa de Rafael (destruida en el siglo XVII) y, como su proyecto más notable, el diseño de la nueva basílica de San Pedro (c. 1506). Para la primera iglesia de la cristiandad católica, Bramante trazó una planta de cruz griega, con cúpula. Miguel Ángel tomó parte en la construcción realizando algunos cambios que modificaban la nueva estructura arquitectónica pero respetando el diseño original de Bramante, que ejerció una fuerte influencia en los arquitectos del cinquecento, como sucedió con el sienés Baldassare Peruzzi, que construyó la villa Farnesina (1509-1511) en Roma para la familia Chigi, la primera villa privada de comienzos del siglo XVI.
Rafael, nacido en la región italiana de Umbría, se encuentra entre los pintores asentados en Roma. Discípulo de Perugino, Rafael estudió en Florencia al mismo tiempo que estaban allí Leonardo y Miguel Ángel, dando forma al lenguaje artístico del cinquecento. Rafael se trasladó a Roma en el año 1508 y allí se quedó hasta su muerte en el año 1520. Se convirtió en el pintor más célebre y abrió un próspero estudio en el que trabajaban muchos ayudantes. Como complemento a las series de retratos de distinguidos personajes que realizó, el del papa Julio II y otros notables, Rafael realizó nuevos trabajos como la decoración al fresco de las estancias vaticanas, una serie que decora las cuatro estancias del palacio Vaticano. La más importante es la estancia de la Signatura, que contiene La disputa, una complicada explicación de la doctrina del sacramento de la Eucaristía. Los hombres de iglesia discuten en torno a la doctrina en la parte inferior; sobre ellos, Cristo aparece acompañado en semicírculo de un grupo de ángeles. En el otro lado de la estancia se encuentra la Escuela de Atenas, que representa la filosofía clásica, haciendo pareja con La disputa, que permanece de pie junto a la teología cristiana. Aquí, la representación es horizontal, más centrada en la tierra que en el cielo. El punto de fuga se sitúa detrás de las figuras centrales de Platón y Aristóteles, rodeados por célebres pensadores del pasado. Muchas de estas figuras son retratos de artistas contemporáneos de Rafael. Rara vez la pintura ha alcanzado la claridad y la perfección de la Escuela de Atenas. Como fuente de inspiración pudieron servirle a Rafael los inmensos frescos de la capilla Sixtina pintados por Miguel Ángel.
Después de haberse establecido en Venecia Giovanni Bellini, Giorgione inauguró su escuela de pintura. Su estilo se caracteriza por suaves contornos, colores fuertes (a menudo enigmáticos) y también por temas personalizados. Su obra más famosa, La tempestad (c. 1505, Academia, Florencia) representa un paisaje idílico de fondo tormentoso en el que se puede contemplar a un hombre joven que guarda a una mujer acunando a su niño.
Tiziano, alumno de Bellini y un incipiente seguidor de Giorgione, fue el pintor más dotado del cinquecento en Venecia, así como el rival de Rafael y de Miguel Ángel. Entre sus obras más admiradas se encuentra El amor divino y el amor profano (c. 1515, Galería Borghese, Roma) en una pintura alegórica en la cual dos mujeres, una desnuda (el amor sacro) y la otra completamente vestida (el amor profano) están sentadas de manera opuesta; esta obra evoca la serenidad del mundo misterioso del Giorgione. La asunción de la Virgen (1516-1518) forma parte del retablo principal de Santa Maria dei Frari en Venecia y está considerada una de las obras maestras de Tiziano. La figura de la Virgen está situada encima de los apóstoles moviéndose hacia la figura de Dios Padre, mostrada en lo alto del cuadro. Tonos cálidos, rojos y dorados, dominan la composición. Tiziano aborda también temas clásicos como lo atestiguan su Baco y Ariadna (1520-1523, National Gallery, Londres) o La ofrenda a Venus (1518-1519, Museo del Prado, Madrid) ambos realizados para el duque de Ferrara.
En su larga trayectoria artística, Tiziano produjo obras importantes para su mecenas, el emperador Carlos V, quien le concedió el título de pintor. Entre los encargos del emperador se encuentran algunos retratos, incluido Carlos V y la batalla de Mühlberg (1548, Museo del Prado). Su retrato ecuestre se convirtió en el prototipo de retratos de altos dignatarios durante las dos siguientes centurias. Tiziano continuó pintando incluso a edad avanzada y su característica pincelada fluida y libre, su paleta viva y sus figuras monumentales, así como los paisajes idealizados, continuaron marcando el estilo de su arte. Ello se hace evidente en su Coronación de espinas (c. 1570, Alte Pinakothek, Munich) en donde las formas parecen disolverse por un laberinto de luz pura, color y pigmento.
Correggio fue otro destacado pintor de gran fuerza del cinquecento. Pasó la mayor parte de su vida trabajando en Parma, donde se instaló en 1518. Hizo numerosos ciclos de frescos para la catedral de Parma y para la iglesia de San Juan Evangelista. Tomando como punto de referencia a Miguel Ángel, Rafael y Tiziano, el arte del Correggio delata su familiaridad con el estilo monumental que venía realizándose en Roma y en Venecia. La influencia de Leonardo puede apreciarse, pero Correggio supo crear su propio estilo. Su pintura se caracteriza por una gran habilidad en los escorzos; su rechazo al equilibrio clásico anticiparía el estilo manierista, definido por colores sensuales y plateados y por una tendencia a retratar estados de éxtasis espirituales y físicos. Como la mayoría de los artistas de este periodo la producción de Correggio se divide en obras clásicas, frescos religiosos y altares para iglesias. En el convento de San Pablo de Parma, pintó una sala con frescos que representan la diosa Diana rodeada de referencias alegóricas de gran complejidad. En su obra, Correggio demuestra que fue una figura dominante del cinquecento.
Mientras Miguel Ángel, Tiziano y Rafael trabajaban en un estilo figurativo, otros pintores adoptan un lenguaje más lírico y decorativo, no tan vinculados a los cánones de la antigüedad clásica. El trabajo de estos maestros demuestra el comienzo del manierismo, un estilo que heredó el cambio propiciado ya en los momentos finales del cinquecento.
Pontormo fue otro destacado pintor formado en Florencia bajo la influencia de Miguel Ángel. Su estilo elegante basado en un dibujo cuidadoso, de colores pálidos y antinaturalistas, evoca a Botticelli. Ambos artistas se recrean en un tipo de creaciones más amables, de carácter decorativo. Una de las mejores obras de Pontormo es la titulada El descendimiento (1526), que se encuentra en la iglesia de Santa Felicità en Florencia, en la cual la composición tan apretada de las figuras dificultan su lectura anatómica. Las formas están subrayadas por la paleta de Pontormo, mediante colores no muy fuertes pero sí artificiales. En su refinamiento y delicadeza difiere del estilo de Miguel Ángel, cuyas obras nunca le influyeron. Su extrema sensibilidad, cercana al excentricismo, es un rasgo más de su vida personal, que le describe como un hombre reservado y asocial.
Otro florentino, Rosso Fiorentino, trabajó de manera semejante pero, a diferencia de Pontormo, realizó numerosos viajes y finalizó su carrera en Francia bajo el mecenazgo de Francisco I. Rosso, contribuyó en gran medida a la difusión del manierismo florentino, especialmente en el palacio de Fontainebleau. La composición para su Descendimiento de la cruz (1521, Pinacoteca Comunal, Volterra) una de sus obras de más éxito, es más abierta y menos abarrotada, en cuanto a la concepción espacial se refiere, que las obras de Pontormo, pero igualmente que éstas es de difícil comprensión a simple vista.
En la siguiente generación, los artistas más jóvenes comenzaron a rechazar los bruscos escorzos de los modelos de Miguel Ángel, Rafael y Tiziano intentado hallar otras vías diferentes de expresión artística. Las cualidades profundamente individualizadas encontradas tanto en Rosso como en Pontormo les hicieron muy populares. En el periodo que abarca desde 1530 —inmediatamente después del saqueo de Roma en el año 1527— y antes de que finalizase el siglo XVI, el arte italiano se desarrolló con menor coherencia. De esta forma, durante el manierismo, florecieron un importante número de artistas en todas las artes.
Entre los arquitectos de este periodo Andrea Palladio fue el más destacado. Formado como cantero en su nativa Vicenza, se convirtió en arquitecto hacia la mitad de su vida. Sus obras más destacadas son una serie de villas en el campo que construyó próximas a Venecia, en el Véneto. Particularmente significativa es la villa Rotonda o Capra (1550-1551) cerca de Vicenza. Construida en un ligero promontorio, el edificio cupulado tiene idénticas fachadas en sus cuatro lados, y se completa con una escalinata y un porche de seis columnas. Más que otros edificios, la villa Rotonda sirvió de inspiración al estilo neopalladiano, movimiento arquitectónico inglés que dominó el diseño de edificios en el siglo XVIII tanto en Inglaterra como en las colonias angloamericanas. El plan de Palladio para la iglesia de Il Redentore (comenzada en el año 1577) en Venecia incluye el uso de órdenes arquitectónicos distintos y de elementos superpuestos (columnas y pilastras) en la fachada, combinación que empezó a ser importante en el siglo XVII.
El arquitecto Iacopo Sansovino trabajó en Venecia durante pocas décadas antes que Palladio. Formado en un principio como escultor en Florencia, su obra más conocida en mármol es el Baco (c. 1514, Museo de Bargello). La Biblioteca Marciana de Sansovino (1536-1588) en la plaza de San Marcos en Venecia es el edificio renacentista más admirado de esta época. Con análoga estructura, en Florencia, la Galería de los Uffizi fue diseñada entre los años 1560-1580 por Giorgio Vasari como sede administrativa de la familia Medici, actualmente convertida en museo. Vasari es más conocido hoy día como el autor del libro Vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos, la primera biografía sistemática realizada sobre artistas italianos del renacimiento. Como pintor, recibió influencias de Miguel Ángel y de Rafael. Vasari fue el responsable de la decoración al fresco de la cúpula de la catedral de Florencia y del interior restaurado del palacio Vecchio.
Benvenuto Cellini fue uno de los máximos escultores y orfebres de finales del renacimiento. Su azarosa vida se detalla en su autobiografía, escrita entre 1538 y 1562. Como Rosso Fiorentino viajó a Francia para trabajar en el palacio de Fontainebleau. La obra más famosa de Cellini es la escultura en bronce que representa a Perseo y Medusa (1545-1554, Loggia dei Lanzi, Florencia). El héroe, desnudo y exhibiendo su musculatura, sostiene con su mano la cabeza decapitada y ensangrentada de Medusa. La obra del flamenco Juan de Bolonia, arquitecto y escultor establecido en Italia, se incluye en el manierismo. El rapto de las sabinas (1583) que permanece expuesto junto al Perseo de Cellini en la Loggia dei Lanzi, está compuesto por tres figuras desnudas entremezcladas que ascienden verticalmente en espiral. En esta escultura, realizada en mármol, Juan de Bolonia evita la frontalidad buscando un efecto de violencia que se pueda observar desde todos sus ángulos.
Il Bronzino uno de los seguidores de Pontormo, fue uno de los pintores más apreciados en la corte de los Medici y uno de los mejores retratistas del manierismo. Pintó de una manera meticulosa y detallista con un modelado muy suave que rechaza la naturalidad en favor del artificio. En su melancólica Eleonora de Toledo y su hijo Juan (c. 1545, Uffizi, Florencia) la representación de los magníficos vestidos de la esposa de Cosimo de Medici acapara el espacio ocupado por las figuras del cuadro.
Otro gran pintor del manierismo en Venecia, Tintoretto, combinó la riqueza cromática de la paleta de Tiziano, con la enérgica línea de Miguel Ángel. Desarrolló un enorme virtuosismo en la pintura al óleo y trabajó con rapidez en la ejecución de sus numerosos encargos. Tintoretto quedó fascinado por los efectos ópticos, dramáticos, por composiciones de inusuales efectos de luz, tal y como demuestra en sus 56 pinturas de gran formato (1564-1587) realizadas para la Escuela de San Rocco en Venecia.
EL RENACIMIENTO EN EL NORTE DE EUROPA
En el norte de Europa, las manifestaciones artísticas del gótico tardío fueron coetáneas con los descubrimientos y con el cambio de visión del mundo producidos en Italia. En el norte, países como Alemania, los Países Bajos e Inglaterra, fueron menos receptivos a la hora de aceptar el incipiente renacimiento.
Las primeras obras del siglo XV fueron menos significativas y a escala menor que las que se produjeron en Italia. Al mismo tiempo, la miniatura de la obra Las muy ricas horas del duque de Berry (c. 1416, Musée Condé, Chantilly), realizada por los hermanos Limbourg, pone de manifiesto un interés por el detalle naturalista y por lo anecdótico desconocido en Italia. También son notables en esta obra la delicadeza y la minuciosidad con que están tratados todos los elementos del paisaje.
El renacimiento en los Países Bajos
El pintor flamenco, Jan van Eyck fue el fundador de la pintura renacentista en Flandes y en Holanda. Su estilo es una síntesis del naturalismo de los hermanos Limbourg más las innovaciones en el uso de la luz de otro pintor, Robert Campin conocido como el maestro de Flémalle. Van Eyck combina, con talento y habilidad, un estilo que es el contrapunto del arte que Masaccio realiza en esos momentos en Italia. Su obra El cordero místico (terminada en el año 1432, San Bavón, Gante) es una de las más extraordinarias obras del renacimiento. Consta de dos alas, pintadas por ambas caras, que se abren para mostrar la tabla central dispuestas en dos niveles. Probablemente, fue realizado en parte con la ayuda de su hermano Hubert van Eyck. La parte central del piso inferior contiene la Adoración del Cordero, con hileras de figuras colocadas en un paisaje articulado que representa claramente el paraíso. Encima se encuentra la figura del Padre de Dios entronizado, coronado como un Papa con tiara y flanqueado por la Virgen María y San Juan Bautista. Van Eyck se manifiesta a sí mismo en esta obra como un agudo observador del mundo visual. Casi por intuición, concibe el sistema de perspectiva lineal y usa mínimamente la perspectiva aérea en algunas partes del paisaje de fondo. Van Eyck fue también consciente de la atracción en el espectador de los elementos de la naturaleza muerta e integró numerosos detalles en la compleja iconografía de sus obras. Lo que marca la diferencia de su arte y el de finales del siglo XV en el norte de Europa con el de sus contemporáneos italianos, es la completa ausencia de alusiones a la antigüedad clásica.
A mediados del siglo XV, Van Eyck fue considerado por un estudioso italiano como el pintor más significativo de su época. Su famoso retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa (1434, National Gallery, Londres) es la representación de los esponsales de un banquero italiano. En la pared del fondo, detrás de la pareja, hay un espejo convexo que refleja la habitación en la que los esposos permanecen en pie y en la que el artista se autorretrata. Van Eyck dejó constancia de su firma y fechó la obra. Este magnífico pintor también produjo pequeños retratos de grupo de un extraordinario realismo.
Rogier van der Weyden pintor de Tournai, (Flandes) fue quien, a diferencia de Jan van Eyck, realizó un viaje a Italia en el año 1450. Su obra fue muy admirada en Italia e incluso pudo haber influido en la escuela de Ferrara. La obra más importante de Van der Weyden es El descendimiento de la cruz (1435, Museo del Prado, Madrid) pintado por encargo de un gremio de artesanos de Lovaina. El dolor que reflejan sus personajes, aún desconocido para el arte italiano, se plasma en sus expresiones faciales y en las posturas de sus cuerpos. Como Van Eyck, Rogier tuvo gran destreza para el retrato, pero infundió a sus figuras una dimensión emocional añadida.
La siguiente generación de pintores flamencos, que recogen la herencia de Van Eyck y de Van der Weyden, está representada por Dirk Bouts, uno de los primeros artistas que utilizaron la perspectiva. Hugo van der Goes imprimió una huella personal y emocional a sus pinturas religiosas, que combinaron aspectos del arte de los precursores. Su obra más conocida es el Retablo Portinari (c. 1476, Uffizi, Florencia), realizado para un mecenas florentino, que finalmente llegó a Italia alrededor de 1480. La llegada de este cuadro de gran formato causó sensación entre los artistas locales, quienes se quedaron sorprendidos por el exacerbado realismo del recién nacido que yace en el suelo, así como por la magnífica representación de los objetos que le rodean. Van der Goes se volvió loco hacia mediados de su vida. En algunas ocasiones sus obras alcanzaron una gran intensidad expresiva. Su coetáneo Hans Memling, aunque nacido en Alemania, parece ser que se formó en Flandes y en los Países Bajos, donde transcurrió la mayor parte de su vida. A pesar de que no fue un pintor particularmente innovador, Memling se conformó con emular los hallazgos de sus predecesores, pero ejecutó su obra con una extraordinaria destreza.
Sin duda, el artista más original de este periodo fue El Bosco que fue quien menos dependió de la pasada tradición flamenca. Casi todas sus obras fueron totalmente anticonvencionales. El jardín de las delicias, también conocido como La pintura del madroño, (1510-c. 1515, Museo del Prado) es una obra alegórica del pecado y de la redención, en la que se muestra un mundo surreal e imaginario donde el pasado, el presente y el futuro se despliegan en imágenes de pesadilla. Su extrema originalidad conduce al arte de Pieter Brueghel, el Viejo, quien realizó ya en el siglo XVI una serie de grabados titulados Los siete pecados capitales (1557) que en su imaginación fantasmagórica demuestran la poderosa influencia de El Bosco. Al tiempo que muchos de sus contemporáneos acogieron las novedades italianas, Brueghel quiso rendir un homenaje al estilo de los primeros pintores de los Países Bajos y flamencos en sus propias obras y grabados, que a menudo ilustraban proverbios folclóricos, con frecuencia en clave satírica.
Los manieristas holandeses y flamencos, incluidos Bernard van Orley, Lucas van Leyden y Jan van Scorel, recogieron la herencia de Miguel Ángel y de Rafael a través de grabados, o por medio de obras de primera mano de los artistas. Además, las aportaciones de Alberto Durero, el maestro alemán, sirvieron de estrecho vínculo entre los estilos italianos y el viejo estilo holandés.
Si los pintores de los Países Bajos se han distinguido durante el renacimiento, los escultores fueron menos innovadores, guardando una conexión más cercana con la tradición gótica del pasado. Las formas arquitectónicas casi no se vieron alteradas por el renacimiento.
El renacimiento en Francia
Los franceses fueron reacios a aceptar las innovaciones que se habían producido en el arte en Italia, aunque durante el siglo XVI fueron finalmente adoptadas en Francia, como consecuencia de la presencia de muchos artistas italianos en la corte de Francisco I. Leonardo da Vinci viajó a Francia en 1516 a petición del propio rey, pero debido a su avanzada edad, murió antes de que pudiera realizar trabajos de importancia. La obra del palacio de Fontainebleau se convirtió en el punto central del arte renacentista francés.
El renacimiento en Alemania
La pintura en Alemania tuvo una ilustre tradición durante el renacimiento, gracias a varias personalidades artísticas que dominaron el panorama. El arte alemán estuvo muy vinculado al pasado gótico, pero muchos de sus artistas fueron capaces de fundir la herencia medieval con los nuevos descubrimientos. Konrad Witz fue uno de ellos. Parte del gran altar El milagro de los peces, también conocido como Cristo andando sobre las aguas (1441, Museo de Arte e Historia, Ginebra) refleja un paisaje real con referencias específicas a elementos del paisaje suizo de los Alpes y que expresan la conciencia de Witz respecto a la aceptación de los avances artísticos italianos. Los artistas alemanes encabezaron el desarrollo del arte del grabado, como lo demuestran las publicaciones de libros, que en este periodo florecieron por todas partes.
Alberto Durero, un veterano pintor y grabador, introdujo en Alemania, prácticamente sin ayuda, la corriente del arte renacentista. Niño prodigio, se formó primeramente como orfebre pero pronto se estableció en su ciudad natal de Nuremberg como pintor y grabador. Sus magníficas series de grabados, las tres versiones de la pasión y de la vida de la Virgen, difundieron su estilo a través de toda Europa. Se había instruido en la perspectiva y comprendía la ciencia en toda su complejidad. Durero visitó Italia en dos ocasiones, la primera en el año 1494, y de nuevo desde 1505 hasta 1507. Se le asoció con los círculos humanistas y filosóficos y realizó grabados sobre asuntos alegóricos o clásicos, así como sobre temas religiosos. Durero realizó numerosos viajes durante toda su vida; durante un memorable recorrido por Flandes y los Países Bajos entre 1520 y 1521, realizó un diario ilustrado, que aún se conserva. Al igual que muchos artistas de su época, Durero se sintió atraído por el pensamiento teórico y escribió los Vier Bücher von menschlicher Proportion (Cuatro libros sobre las proporciones humanas, publicado póstumamente en 1528). Ningún artista de su época tuvo una imaginación tan fértil, como lo prueban los grabados de El caballero, la Muerte y el Diablo (1513) y la La melancolía (1514). El gran humanista del norte de Europa Erasmo de Rotterdam (de quien Durero realizó un grabado) le puso el sobrenombre de ‘el Apeles de las líneas negras’ en alusión al famoso pintor griego del siglo IV a. C. Las pinturas de Durero estaban a menudo repletas de imágenes ricas en detalles y extremadamente coloreadas; un ejemplo lo constituye la Adoración de la Trinidad (1508-1511, Kunsthistorische Museum, Viena). Los autorretratos predominan en su obra. Una de sus últimas es Los cuatro apóstoles (c. 1526, Alte Pinakothek) pintada en un doble panel; presenta la grandeza simplificada del estilo italiano, combinado con una intensidad de expresión característica del arte del norte de los Alpes.
Mientras Durero fue un consumado hombre moderno, comprometido con las nuevas formas e ideas que halló en Italia, Matthias Grünewald, su coetáneo, realizó una de las obras más sorprendentes de su época, el Retablo del altar de Isenheim (c. 1512-1515, Museo de Unterlinden, Colmar) un enorme políptico con dos estratos pintados que se repliegan hacia el lugar sagrado. La escena principal de estos laterales, la crucifixión, es una composición severa, con el cuerpo de Cristo desfallecido, casi como un cadáver, contemplado por la Virgen María de luto, san Juan Evangelista, san Juan Bautista como testigo y María Magdalena, todos atormentados por el dolor y situados en un paisaje totalmente árido. Esta evocadora y original obra de Grünevald se puede enmarcar dentro del estilo manierista.
En España, los pintores renacentistas nunca llegaron a alcanzar el nivel artístico de Italia y los países del norte de Europa, aunque su arte estaba muy ligado a ambas tradiciones. Los mecenas españoles confiaron a pintores y escultores extranjeros sus obras de arte más importantes. Incluso en el siglo XVI, Tiziano fue el pintor de la corte española, a pesar de que no siempre permaneció en el país. En arquitectura, no se construirían edificios en estilo renacentista hasta finales del siglo XVI. Un ejemplo es el monasterio de El Escorial, complejo arquitectónico construido por deseo del rey Felipe II cerca de Madrid. Comprende un monasterio, un seminario, un palacio y una iglesia (comenzada en el año 1563). Aunque en deuda con el estilo renacentista, la austera majestuosidad y la desnudez decorativa de esta estructura marcaron un nuevo estilo dentro del panorama de la arquitectura española.
Dentro de esta manifestación artística existen dos tendencias: el plateresco (término acuñado en el siglo XVII por Ortiz de Zúñiga cuando comparaba la menuda y rica decoración de las fachadas con las labores de plateros) que abarca los tres primeros tercios del siglo XVI, y el purismo, más sobrio y centrado en el último tercio del siglo. En el primero, se funden elementos propios del estilo gótico, con el mudéjar y con las innovaciones renacentistas, por lo que el resultado es muy personal y los elementos como columnas, pilastras, bóvedas, se utilizan con mucha libertad. Desde el punto de vista de las construcciones destacan los paramentos almohadillados, el uso de dos balaustradas con capiteles compuestos, bóvedas, bien de crucería, bien de medio cañón con casetones, y el arco de medio punto. En cuanto a la ornamentación se refiere, se utilizan las cresterías góticas y la decoración de grutescos aplicada a las pilastras, así como los medallones con retratos o decoración fantástica. Destacan varios centros con sus propias peculiaridades. En Toledo sobresale el hospital de Santa Cruz, encargado por el cardenal Mendoza, y el estilo conocido como cisneros en honor al cardenal Cisneros, que decora los interiores con artesonados y los muros con yeserías de ritmo geométrico. Es importante añadir que en el año 1526 se publicó, en Toledo, el libro de Diego de Sagredo, Medidas del romano, primer tratado teórico escrito fuera de Italia. En Salamanca la catedral nueva y la casa de las Conchas representan lo más importante del renacimiento salmantino religioso y civil, y en Burgos, la escalera Dorada, obra de Diego de Siloé, resuelve magistralmente la angostura del espacio. La arquitectura purista presenta una decoración más sobria; sus edificios son en general monumentales y equilibrados y sus elementos constructivos mucho más clásicos. Destacan la fachada de la Universidad de Alcalá de Henares y el palacio de Monterrey en Salamanca, ambas obras de Rodrigo Gil de Hontañón.
En cuanto a la escultura, las características generales son el predominio de lo religioso con el consiguiente rechazo de temas profanos, el gusto por lo directo, lo expresivo y el realismo, y el uso de la madera policromada, tanto para retablos como para imágenes. En el primer tercio del siglo XVI destacan en España algunos artistas italianos y algunos escultores españoles como Vasco de Zarza o Bartolomé Ordóñez, introductor del canon idealista de belleza. En el segundo tercio sobresalen dos figuras: Alonso Berruguete, que se define por su gusto por lo inestable, por el canon alargado y el movimiento de las figuras (el retablo de San Benito y El sacrificio de Isaac), y en el polo opuesto Juan de Juni, de posible origen francés, que se caracteriza por la teatralidad de sus grupos escultóricos, las formas amplias y musculosas, y el perfeccionismo unido a la búsqueda de un profundo dramatismo. El Santo Entierro (1539-1544) o La Virgen de los cuchillos son dos de sus obras más notables. Finalmente, el último tercio del siglo XVI está representado por los Leoni, familia de escultores milaneses que se establecieron en El Escorial al servicio de Felipe II y para el que realizaron los cenotafios de Carlos V y de Felipe II, con sus respectivas familias, para el altar mayor de la basílica del monasterio. La obra de Leon y Pompeyo Leoni es exponente de preciosismo técnico y de la idealización de sus personajes.
La pintura también es religiosa en su mayoría (son escasos los temas profanos y los mitológicos). El primer tercio del siglo XVI presenta una fuerte influencia del realismo y de la minuciosidad flamenca, manifestada por el gusto hacia lo concreto y hacia temas naturalistas. Fernando Yánez de la Almedina es uno de los mejores representantes de la escuela valenciana, que introduce el rafaelismo en la pintura, mientras que Castilla cuenta con Pedro Berruguete, que asume también la corriente flamenca, junto a la idealización italiana sin prescindir de muchas reminiscencias decorativas mudéjares. El segundo tercio acusa más la influencia clasicista del renacimiento italiano, de la mano de artistas como Juan de Juanes en Valencia, quien introduce la técnica del sfumato leonardesco y el equilibrio compositivo, además de Juan Correa de Vivar, que supone el anticipo del manierismo por el estilo de sus composiciones, o Luis Morales, cuya pintura conecta con la corriente mística. Finalmente, el último tercio se caracteriza por la irrupción de los italianos Pellegrino Tibaldi, Federico Zuccaro y Luca Cambiasso en la corte de El Escorial, en la que destacan también pintores españoles como Juan Fernández de Navarrete, el Mudo, y sus discípulos, que anticipan el barroco con sus intensos claroscuros y su pintura dramática. Sin embargo la escuela de retratistas integrada por Alonso Sánchez Coello (alumno de Antonio Moro de quien aprende la técnica) junto a Juan Pantoja de la Cruz o Bartolomé Ordóñez, caracterizan el último tercio del siglo XVI. Los retratistas oficiales de la corte madrileña presentan como rasgos en común la minuciosidad y la penetración psicológica en el personaje, al que retratan con severa altivez y cuyo modelo es alarde de preciosismo por sus atuendos y sus joyas, del que es buena muestra el retrato que Sánchez Coello hizo de la infanta Isabel Clara Eugenia, actualmente en el Museo del Prado, Madrid.
EL RENACIMIENTO EN LATINOAMÉRICA
La llegada de los españoles al continente americano a finales del siglo XV, trajo consigo las primeras manifestaciones arquitectónicas de influencia europea que, aunque en un principio contenían elementos del gótico tardío, pronto adquirieron rasgos típicos del renacimiento español y más concretamente del plateresco. El primer monumento de este estilo que se conserva en América Latina es la catedral de Santo Domingo. Fundada en 1523, destaca por el delicado trabajo de su portada obra del arquitecto Rodrigo Gil de Liendo. También en Santo Domingo se encuentra la iglesia del hospital de San Nicolás de Bari.
En América alcanzaron gran desarrollo tres tipologías arquitectónicas que habían tenido escasa aplicación en el Viejo Mundo: el templo-fortaleza, la capilla abierta y las ‘posas’, una especie de pequeñas capillas situadas en las esquinas de los atrios abiertos. La primera tiene su origen en la España medieval y es de carácter defensivo. Uno de los ejemplos más representativos de este tipo de edificios es el convento de Yanhuitlán, en Oaxaca, México, que conserva, por razones funcionales, la estructura masiva y vertical de las construcciones defensivas medievales. La capilla abierta tuvo gran aceptación en México por razones de culto, ya que permitía oficiar la misa en un amplio espacio abierto al que tenía acceso la gran masa de nuevos catecúmenos.
En la segunda mitad del siglo XVI se empiezan a construir grandes catedrales en Latinoamérica. La austeridad compositiva de la catedral de Jaén, en España, proyectada por el arquitecto Andrés de Vandelvira, sirve de modelo a un buen número de templos del Nuevo Mundo, especialmente a aquellos diseñados por Francisco Becerra. La llamada ‘estructura salón’, creada por Vandelvira, se mantiene en las catedrales peruanas de Lima y Cuzco, proyectadas ambas por Becerra. La disposición en tres naves, el crucero sin brazos y la ausencia de ábside, girola y cúpula, proporcionan al exterior un volumen cúbico casi perfecto. En México destacan de forma especial dos catedrales, la de Puebla, también de Becerra, y la de la ciudad de México, cuyas trazas pertenecen a Claudio de Arciniega. En Colombia se observa la influencia del español Juan de Herrera en los remates en bola de las pirámides superiores de la portada de la catedral de Tunja. Por último, en Quito, Ecuador, se encuentra la catedral de San Francisco, quizá uno de los ejemplos más hermosos de manierismo en América.
En el terreno de la escultura alcanzaron especial renombre, por el refinamiento y la calidad técnica de sus obras, Juan de Aguirre y Quirio Cataño. La pintura, por el contrario, estuvo durante este periodo más supeditada a la herencia europea. El iniciador de la tradición de la pintura de caballete en América fue el flamenco Simón Pereyns durante el segundo tercio del siglo XVI. Sin embargo, la manifestación artística más genuina de este periodo fue la pintura al fresco. Algunos de los ejemplos más destacados de esta técnica se encuentran en los conventos de Actopan (Hidalgo), Huejotzingo (Puebla) y San Agustín de Acolman (estado de México). En Quito se desarrolló por iniciativa de la orden de San Francisco la primera escuela dedicada a la enseñanza de las artes decorativas, cuyo principal representante fue fray Pedro Bedón, fundador de la escuela quiteña.
Renacimiento (música), música que se desarrolló en Europa durante el periodo conocido como renacimiento, que en términos musicales se extiende, aproximadamente, desde el año 1430 hasta el 1600.
En 1477, el teórico flamenco Johannes Tinctoris, autor del diccionario de música más antiguo que se conoce, ya anunciaba en su tratado Liber de arte contrapuncti la aparición de un nuevo arte de la música, cuya fuente y origen eran el compositor inglés John Dunstable y el francés Guillaume Dufay. Martin le Franc, en su poema Le champion des dames (1440-1442), también hablaba de un nuevo estilo armónico adoptado por Dufay y su contemporáneo, Gilles Binchois, según el ejemplo de Dunstable, conocido como la contenance angloise (‘continencia inglesa’), que se distinguía por un uso más delicado de las consonancias y, en consecuencia, por la utilización moderada de las técnicas matemáticas características de la música antigua en la alta edad media. Dunstable y Dufay ciertamente explotaron los procedimientos compositivos medievales —ambos escribieron motetes isorrítmicos— pero lo hicieron a través de una nueva estructura musical definida por una armonía en tríadas, unos centros tonales articulados con claridad y con unos fines expresivos nuevos.
Con la generación de compositores posteriores a Dufay, especialmente los flamencos Johannes Ockeghem y Jacob Obrecht, los principios constructivos medievales del cantus firmus (en el cual una melodía preexistente servía como base de una composición polifónica nueva) se convirtieron en una alternativa más dentro de un amplio abanico de técnicas compositivas. En lugar de ello, el estilo más característico de la música renacentista es la polifonía imitativa, en la que las distintas voces comparten los mismos patrones o motivos melódicos, imitándose una a otra como en una fuga. La Missa Pangue Lingua, de Josquin des Prez, quizá el mayor compositor del alto renacimiento, tomaba el canto llano no como un cantus firmus de notas prolongadas, sino como una fuente de ideas melódicas. Esta nueva manera de concebir y controlar el espacio musical fue acogida con entusiasmo por la generación posterior a Josquin, y alcanzó su máxima expresión en la música sagrada de Giovanni Pierluigi da Palestrina—su Missa De Beata Virgine basada en un canto llano (publicada en 1570) emplea la misma técnica—, y perduró a lo largo de los siglos XVII y XVIII.
Es tema de debate en qué medida los nuevos estilos polifónicos de los siglos XV y XVI forman parte o no de un movimiento cultural más amplio de revitalización artística denominado renacimiento. Ello, a su vez, depende de cómo se defina el renacimiento y la cronología y geografía de este fenómeno cultural. La cuestión geográfica es importante: el ímpetu del renacimiento musical provino en gran medida de los compositores del norte que estudiaban en Borgoña, en el norte de Francia y en Flandes. Aunque muchos (como es el caso de Dufay y Josquin) emigraron a Italia, sus obras respiran un aire diferente del estilo italiano. Y, si bien existen ciertos paralelismos entre el nuevo sentido de la profundidad y el control del espacio musical en la polifonía imitativa y en el desarrollo de la perspectiva en la pintura de la época, o entre la nueva expresividad de este estilo y los aspectos emocionales más humanos y directos de las artes del renacimiento, en general, la música no tiene lo que a menudo se ha considerado la característica definitoria del renacimiento, esto es, el retorno consciente a los modelos clásicos y su reinterpretación.
Esto se debe al hecho de que no se conservaban ejemplos de música griega o romana antigua que imitar. Ciertamente, los músicos del renacimiento conocían el famoso poder de la música en la mitología clásica —Orfeo se convirtió en una especie de ídolo— y tenían acceso a textos griegos que trataban tanto de teoría musical como de la riqueza ética y retórica de la música. Algunos teóricos del siglo XVI, especialmente el veneciano Nicola Vicentino y el florentino Vincenzo Galilei, incluso soñaron con recrear los antiguos modos y géneros de la Grecia clásica, desarrollando nuevas teorías sobre el cromatismo y los sistemas de afinación. También existen evidencias de estilos improvisados de componer música (por ejemplo, en los círculos neoplatónicos que rodeaban al filósofo Marsilio Ficino a finales del siglo XV en Florencia igualmente ligados al movimiento humanista). Pero éstos solían considerarse experimentos inútiles, ya que, para la mayoría de los músicos, la antigüedad clásica era sobre todo un ideal al que ellos sólo podían aspirar.
Las complejas interacciones entre composición e interpretación, así como la función de la improvisación, dificultan la definición de una música específicamente renacentista basándose solamente en criterios estilísticos. Una de las posibles soluciones sería centrarse en los nuevos contextos y funciones a los que servía. La iglesia continuó necesitando música para la liturgia diaria y las prácticas devocionales. El impulso creativo era tan fuerte que podía resistir incluso los movimientos reformistas más extremistas (protestantes o católicos) del siglo XVI, que expresaban temor al exceso de sensualidad y a la distracción espiritual, temas tratados por san Agustín en relación con el arte musical. Pero las nuevas demandas seglares de la sociedad renacentista ensancharon de forma significativa las fronteras para los músicos de la época. El lugar que ocupaban desde épocas remotas como parte esencial de las ceremonias se vio acentuado por las nuevas costumbres escénicas que adoptaron las cortes renacentistas, ninguna de las cuales podía permitirse prescindir de un grupo de cantantes e instrumentistas profesionales; los grandes entretenimientos teatrales conocidos como intermedios así lo atestiguan. También lo certifica la presencia emergente del cortesano como una figura educada y de gusto refinado que aseguraba un lugar fundamental a la música vocal y de danza en el entretenimiento de la nobleza, utilizando las artes para articular y mostrar la cohesión y distinción social de una elite. Ejemplo de ello es el manual de buenas maneras de Baldassare Castiglione, El cortesano (1528). Entre tanto, las clases mercantiles burguesas crearon un nuevo mercado que demandaba música vocal e instrumental de consumo popular.
Todo ello tuvo un efecto significativo sobre el mercado laboral así como en la determinación del rango artístico del músico de talento, quien cada vez más fue capaz de reclamar una posición social y económica, y con ello ascender por encima de la clase de los artesanos manuales. Compositores como Des Prez o, más tarde, Adrian Willaert (maestro de capilla en San Marcos de Venecia desde 1527 hasta 1562) se convirtieron en "dioses de la música". Sorprende la creciente movilidad de los músicos (así como de otros artistas) en esta época, ya que los compositores e intérpretes sacaron partido de las rutas comerciales y de las alianzas políticas para afianzar sus carreras. El distinguido madrigalista Luca Marenzio fue uno de los numerosos compositores que viajaron desde Italia a Polonia, mientras que muchos compositores españoles y portugueses se establecieron en el Nuevo Mundo. Es más, el invento de la imprenta musical a manos de Ottaviano dei Petrucci alrededor de 1500 y los avances técnicos subsiguientes, como el método de impresión de ejemplares desarrollado por Pierre Attaignant en París a mediados de 1520, supusieron un método barato y efectivo de difundir la música con fines lucrativos. Resultado de ello es el nacimiento de una industria musical masiva, con grandes imprentas en París, Venecia (Antonio Gardano y Girolamo Scotto), Amberes (la dinastía Phalèse) y, más tarde, en Londres (Thomas East), que crearon y definieron un mercado para sus productos. La impresión cambió drásticamente las fronteras intelectuales y geográficas, cosa que en gran medida se debió al hecho de que permitía la transmisión fiable de los textos originales a una escala nunca antes posible dentro de la tradición del manuscrito.
El cambio también fue evidente en el terreno de la música, tanto por la emergencia del lenguaje musical internacional de la polifonía imitativa, cuyo pionero fue Josquin des Prez, como por los géneros que definían las actividades de los músicos de la época: géneros litúrgicos, motetes, canciones sobre textos en lenguas vernáculas (los madrigales italianos e ingleses, las chansons francesas, el Lied alemán, el villancico español) y música para uno o más instrumentos (laúd, clavicémbalo, flautas dulces, violas) tanto en las formas abstractas como en las de danza. Dichos géneros interactuaban de formas muy complejas. Ejemplo de ello son las llamadas misas de parodia que reelaboraban partes musicales sagradas, profanas e incluso instrumentales ya existentes. Pero, al mismo tiempo, todos estos géneros y sus estilos asociados evolucionaron de forma diferente, siguiendo caminos separados aunque relacionados a medida que los compositores utilizaban el poder de la imprenta para conservar y comprender su pasado y así crear un futuro propio.
Este potencial divulgativo trajo consigo la estandarización y codificación de los estilos y géneros musicales. Pero los compositores que no eran capaces o no deseaban someterse a este proceso aún podían confiar en el gusto refinado de ciertos mecenas, que a su vez requerían unos estilos musicales distintivos sólo aptos para iniciados. Los conceptos de musica reservata, aplicado a una determinada corriente musical (por ejemplo, la tremendamente expresiva Lagrime di San Pietro, escrita para el duque de Baviera por Orlando di Lasso), y musica segreta (secreta), acuñado por los intérpretes virtuosos de la corte del duque Alfonso II d’ Este en Ferrara, son ejemplos muy representativos de una forma de componer que iba más allá de las formas convencionales.
Incluso dentro del amplio contexto internacional, las diferentes variantes reflejan unas circunstancias regionales específicas; comparemos en la segunda mitad del siglo XVI la serena polifonía equilibrada del italiano Giovanni da Palestrina, con la sensualidad mística del español Tomás Luis de Victoria o con el esplendor ceremonial de los venecianos Andrea y Giovanni Gabrieli. Dichas variantes se hicieron más significativas a medida que avanzamos hacia el norte de los Alpes. William Byrd en Inglaterra se asoció con el italiano Alfonso Ferrabosco el Viejo y con el alemán Heinrich Schütz, y estudió en Venecia tanto con Gabrieli como, posteriormente, con Claudio Monteverdi. Pero sus respectivos estilos poseen un cierto regusto local. De hecho, Inglaterra quedó aislada de la corriente principal europea tanto por motivos religiosos como geográficos. Esto dio lugar a la aparición de unos estilos y géneros exclusivos de ese país: la antífona versada (anthem), el madrigal inglés y el aria para laúd.
Parece ingenuo esperar que todas las artes en todos los lugares se movieran al unísono en el mismo sentido, si bien los defensores del Zeitgeist (el espíritu del tiempo) defendieran como elemento determinante de la actividad cultural humana estas comparaciones cronológicas, geográficas e interdisciplinarias. En Italia, las presiones revisionistas del Concilio de Trento y de la Contrarreforma, a la que la iglesia católica consideraba una respuesta efectiva al desafío del protestantismo, dio como resultado el ascenso de las obras de Palestrina al rango de canónicas. Por otra parte, la creciente demanda de que la música expresara e hiciera aflorar las pasiones del alma humana atenuaron el equilibrio clásico propio del estilo renacentista. El intenso cromatismo erótico de los madrigales de finales del siglo XVI —por ejemplo las obras de Carlo Gesualdo, como "Dolcissima Mia Vita"— puede poseer impecables credenciales humanistas, pero indica un estilo que se desmorona bajo la exigencia de una mayor emotividad. Tanto si uno trata o no dichas tendencias manieristas como indicativos de un nuevo periodo estilístico, como si se las considera una tendencia finisecular del renacimiento, los valores estaban cambiando.
La polifonía imitativa del renacimiento sufrió un nuevo golpe con la aparición en Florencia de un nuevo estilo declamatorio, más expresivo y dramático, para voz solista y bajo continuo. Ejemplo de ello son las canciones Le nuove musiche (1602), de Giulio Caccini, y la primera ópera completa que ha llegado hasta nuestros días, Euridice (1600), de Jacopo Peri. Los florentinos pensaban reformar un estilo contrapuntístico considerado por definición incapaz de expresar un texto y hacer aflorar las emociones. Generalmente solían invocar el modelo de la tragedia griega para justificar sus nuevos experimentos. Resulta irónico y característico de esta época compleja que una actividad tan unida a la esencia del renacimiento como el volver la mirada a la antigüedad clásica, haya llevado de forma tan directa a la destrucción del estilo musical renacentista y a la aparición de técnicas que, correcta o incorrectamente, suelen definirse como rasgos del barroco por su alcance e intenciones.
Pero si tomamos en cuenta los estilos improvisativos y las prácticas interpretativas del siglo XVI (canción solista, combinaciones ad hoc de voces e instrumentos y ornamentos virtuosos no escritos, entre otras), la nueva música florentina y el recitativo operístico tienen unas raíces evidentes tanto en el pasado reciente como en el lejano. Quizá se podría decir lo mismo del más importante compositor de la época, Claudio Monteverdi. El introito de las Vísperas (1610), "Deus in adjutorium", parece totalmente barroco en su esplendor sonoro, sus fuertes ritmos y la vibrante mezcla de voces e instrumentos. Pero, también aquí, las técnicas renacentistas (entre ellas, la organización en torno a un cantus firmus) y las prácticas interpretativas encuentran su reflejo.
Neoclasicismo, estilo artístico que se desarrolló especialmente en la arquitectura y las artes decorativas; floreció en Europa y Estados Unidos aproximadamente desde el año 1750 hasta comienzos de 1800 y se inspiró en las formas grecorromanas. Más que un resurgimiento de las formas antiguas, el neoclasicismo relaciona hechos del pasado con los acontecidos en su propio tiempo. Los artistas neoclásicos fueron los primeros que intentaron reemplazar la sensualidad y la trivialidad del rococó por un estilo lógico, de tono solemne y austero. Cuando los movimientos revolucionarios establecieron repúblicas en Francia y en América del Norte, los nuevos gobiernos republicanos adoptaron el neoclasicismo como estilo oficial porque relacionaban la democracia con la antigua Grecia y la República romana. Más tarde, cuando Napoleón I subió al poder en Francia, este estilo se modificó para servir a sus necesidades propagandísticas. Con el nacimiento del movimiento romántico (véase Romanticismo) la prioridad por la expresión personal sustituyó al arte basado en valores ideales.
El estilo neoclásico se desarrolló tomando como punto de referencia la excavación en Italia de las ruinas de las ciudades romanas de Herculano en 1738 y de Pompeya en 1748, la publicación de libros tales como Antigüedades de Atenas (1762) de los arqueólogos ingleses James Stuart y Nicholas Revett y la llegada de la colección Elgin a Londres en 1806. Ensalzando la noble simplicidad y el gran sosiego del estilo grecorromano, el historiador alemán Johann Winckelmann instó a los artistas a estudiar y a imitar su eternidad y sus formas ideales. Sus ideas encontraron una entusiasta acogida dentro del círculo de artistas reunidos en torno a él en el año 1760 en Roma.
ARQUITECTURA
Antes de que se realizaran los descubrimientos de Herculano, Pompeya y Atenas, el único punto de referencia conocido de la arquitectura romana era el proporcionado por los grabados de edificios de arquitectura clásica romana realizados por el artista italiano Giovanni Battista Piranesi. Los nuevos hallazgos arqueológicos encontrados proporcionaron el vocabulario de la arquitectura formal clásica y los arquitectos empezaron a inclinarse por un estilo basado en modelos grecorromanos.
El trabajo del arquitecto y diseñador escocés Robert Adam, que en la década de 1750 y 1760 diseñó varias casas de campo inglesas (entre las cuales destacan la casa Sion, 1762-1769 y Osterley Park 1761-1780), le convierten en el introductor del estilo neoclásico en Gran Bretaña. El estilo Adam, tal y como se le conoce, evoca el rococó por su énfasis en la ornamentación de fachadas y un refinamiento a gran escala, incluso al adoptar los motivos de la antigüedad.
En Francia, Claude Nicholas Ledoux diseñó un pabellón (1771) para la condesa du Barry en Louveciennes y una serie de puertas para la ciudad de París (1785-1789). Ambos casos ejemplifican la fase inicial de la arquitectura neoclásica francesa; sin embargo, sus obras más tardías comprendían proyectos (que nunca se llegaron a ejecutar) para una ciudad ideal en la cual los edificios quedaban reducidos, con frecuencia, a formas geométricas desornamentadas. Después de que Napoleón fuese nombrado emperador en el año 1804, sus arquitectos oficiales, Charles Percier y Pierre François Fontaine, trabajaron para llevar a cabo su deseo de transformar París en la capital más importante de Europa imitando el estilo opulento de la arquitectura imperial romana. La arquitectura de estilo imperio se ejemplifica en construcciones como el arco de triunfo del Carrousel del Louvre, diseñado por Percier y por Fontaine, y los campos Elíseos, diseñados por Fontaine; ambos trabajos, iniciados en el año 1806 se encontraban lejos del espíritu de la obra visionaria de Ledoux.
Ejemplos de arquitectura inglesa inspirada en los modelos griegos son el Banco de Inglaterra de John Soane así como el pórtico del Museo Británico por Robert Smirke. El neogriego fue sustituido por el estilo regencia, cuyos ejemplos arquitectónicos más notables son las fachadas de Regent Street en Londres, diseñadas por John Nash y comenzadas en el año 1812, y el Royal Pavilion en Brighton (1815-1823). La arquitectura neoclásica de Edimburgo, Escocia, representa la vertiente más pura, por lo que la ciudad se ganó el nombre de la Atenas del Norte. De otra parte, la arquitectura neoclásica en Berlín está representada por el Teatro Real obra del alemán Karl Friedrich Schinkel (1819-1821).
En Estados Unidos se desarrolló una variante del neoclasicismo, el estilo federal, que surgió entre 1780 y 1820. Inspirada en la obra de Robert Adam, el arquitecto Charles Bulfinch realiza la Massachusetts State House en Boston terminada en el año 1798. El modelo para el edificio del Capitolio de Thomas Jefferson en Richmond, Virginia (1785-1789), fue el templo romano del siglo I la Maison-Carrée en Nimes, Francia. Por medio de lecturas y de viajes, Jefferson realizó un profundo estudio de la arquitectura romana, aplicó sus conocimientos a los diseños de su propia casa en Monticello, a los del campus de la Universidad de Virginia y contribuyó en los proyectos preliminares de la nueva capital Washington D.C. Sus obras ejemplifican el estilo neoclásico en Estados Unidos.
El estilo neogriego, basado en los templos del siglo V e inspirado en los mármoles de Elgin, floreció durante la primera mitad del siglo XIX en Estados Unidos. Ambos estilos, el federal y el neogriego, ayudaron a definir el estilo propio de la arquitectura estadounidense.
Las figuras más representativas de la arquitectura neoclásica española fueron, entre otros, Ventura Rodríguez (palacio de los duques de Liria), el italiano Sabatini, autor de la Puerta de Alcalá en Madrid, y Juan de Villanueva, que hizo el Museo del Prado de Madrid.
Al igual que en España, el neoclasicismo en Hispanoamérica también estuvo dirigido por las Academias. Entre los edificios más representativos destacan la Casa de la Moneda en Santiago de Chile, el palacio de la Minería y la fábrica de cigarros en México, y la iglesia de San Francisco en Cali, Colombia.
PINTURA
La pintura neoclásica se centró en Roma, donde muchos pintores expatriados se agruparon en torno a la figura del historiador alemán Johann Winckelmann. Su círculo incluía al pintor bohemio Anton Raphael Mengs, el escocés Gavin Hamilton y el estadounidense Benjamin West. El Parnaso de Mengs (1761) un fresco pintado para la villa Albani en Roma, fue diseñado especialmente por consejo de Winckelmann. A diferencia de las típicas composiciones de frescos del barroco o del rococó, su composición es simple: sólo unas pocas figuras, en total calma, con poses semejantes a las de estatuas antiguas. Entre 1760 y 1765, Hamilton, quien fue también arqueólogo y marchante, completó cinco cuadros basados en modelos de la escultura antigua e inspirados en la Iliada de Homero. West trabajó en Roma desde 1760 a 1763. Para alguna de sus obras como Agripina desembarcando en Brundidium con las cenizas de Germánico (1768, Yale University Art Gallery, New Haven, Connecticut) se inspiró en su experiencia en Roma. Solemne y austero en cuanto al tratamiento y al tema, reproduce sin embargo con sumo detalle los motivos arqueológicos.
Las mismas tendencias se hacen patentes en la obra temprana del pintor francés Jacques-Louis David, uno de los máximos exponentes de la pintura neoclásica. Su Juramento de los Horacios (1784-1785, Louvre, París) exalta el tema del patriotismo estoico. El cuadro neoclásico concebido como espacio arquitectónico y el friso como cita de figuras, reflejan la preocupación neoclásica de composición lógica y clara. Los perfiles definidos y una luz dura proporcionan a estas figuras la cualidad de estatuas. Los trabajos realizados por David, encargados por Napoleón, como la Coronación de Napoleón y Josefina (1805-1807, Louvre) están muy alejados del esplendor y del poder que emanaba la ceremonia.
A comienzos de la década de 1790 los artistas empezaron a pintar imitando las siluetas representadas en la cerámica griega. El exponente más destacado de esta manifestación fue el inglés John Flaxman, cuyos grabados de líneas simples, para las ediciones de la Iliada y la Odisea de Homero sustituían la perspectiva tradicional, la luz y el modelado, por diseños de líneas puras. Uno de los alumnos más aventajados de David, heredero de su trayectoria e intérprete de la tradición clásica fue Jean August Dominique Ingres que adoptó la doble dimensionalidad de la obra de Flaxman, tal y como puede apreciarse en su obra Los embajadores de Agamenón (1801, Escuela de Bellas Artes, París).
En España destacan los pintores neoclásicos José de Madrazo, con La muerte de Viriato (c. 1808, Museo del Padro, Madrid), José Aparicio (1773-1838) y Juan Antonio Ribera (1779-1860), uno de los pocos artistas davidianos españoles autor del célebre cuadro Cincinato abandona la labranza para dictar leyes en Roma (Museo de Cáceres).
ESCULTURA
Dado que la escultura en Europa ha estado muy influida por las formas clásicas desde el renacimiento, los principios neoclásicos han sufrido menor impacto que en otras manifestaciones artísticas. En general, los escultores neoclásicos tienden a plasmar poses contorsionadas en mármoles de colores característicos del último barroco o del rococó, preferentemente contornos limpios, una reposada actitud y formas idealizadas ejecutadas en mármol blanco.
Los primeros ejemplos de escultura neoclásica fueron realizados por artistas en contacto directo con el círculo de Winckelman en Roma. Entre otros escultores hemos de citar a John Tobias Sergel, quien de regreso a su Suecia natal llevó el nuevo estilo al norte de Europa, y los ingleses Thomas Banks y Joseph Nollekens quienes introdujeron el estilo en su país. No obstante, la figura dominante en la historia de la escultura neoclásica fue el italiano Antonio Canova que se convirtió en miembro del círculo de Roma en el año 1780; después de haber abandonado el estilo barroco, buscó en el estilo neoclásico la severidad y la pureza del arte antiguo. Teseo y la muerte del minotauro (1781-1782) reflejan más la calma de la victoria que la propia contienda; ésta fue la primera obra de Canova en su nuevo estilo, y le proporcionó fama inmediata.
A la muerte de Canova el artista danés Bertel Thorvaldsen heredó su prestigiosa posición de escultor en Europa. Sus múltiples encargos internacionales permitieron mantener el estricto neoclasicismo como la corriente dominante en la escultura hasta mediados del siglo XIX. El estilo fue llevado a Estados Unidos por uno de sus amigos, Horatio Greenough y continuado por Hiram Powers un artista estadounidense que residió durante bastante tiempo en Italia, autor del célebre Esclavo griego (1843) del cual se han realizado numerosas réplicas.
ARTES DECORATIVAS
El estilo neoclásico se extendió también a las artes decorativas. Alrededor del año 1760, Robert Adam realizó muebles con motivos grecorromanos. Introducido en Francia, este estilo simple y clásico empezó a ser conocido como estilo etrusco y fue favorecido por la corte de Luis XV. Con adaptaciones posteriores de diseño clásico, inspiradas en los hallazgos arqueológicos, se desarrolló como un estilo elegante conocido como Luis XVI, propiciado por la familia real durante la década de 1780. En cerámica, el estilo neoclásico lo hallamos en la cerámica de Josiah Wedgwood en Inglaterra, para la que Flaxman realizó muchos diseños, y en la porcelana de Sèvres en Francia.
En la época de Napoleón I, las residencias reales más antiguas fueron redecoradas para el uso oficial, de acuerdo con los planes diseñados por Percier y Fontaine: muebles, porcelanas, tapices, todo ello con diseños y motivos grecorromanos. Interpretados como un todo, los interiores definían el estilo imperio en las artes decorativas que fueron muy pronto imitadas en toda Europa.
Edinson Merino
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