La monja Alférez y su construcción frente a la sociedad
Catalina de Erauzo. Historia de la Monja Alférez. Escrita por ella misma.
La historia de la Monja Alférez pudiera verse como un escrito autobiográfico. Este escrito que está cumpliendo con la exposición y muestra de las hazañas de la Monja y por el cual espera encontrar beneficios, es un escrito que no cuenta con las bellezas de la literatura, ya que nunca fue ése su propósito.[1]
En definición la autobiografía es la vida de una persona escrita por ella misma. El prefijo "auto" se utiliza como voz que tiene significación de propio, de uno mismo. Por consiguiente si la autobiografía es la escritura del individuo mismo, cabe señalar como sería ese escrito del yo individuo. La autobiografía en su práctica nos presenta un problema. Este problema nos hace preguntarnos si es posible representar la vida propia y el yo propio. ¿Se puede ser objetivo en la autobiografía?
El problema mismo de la autobiografía, es la acción que se convierte en ficción desfiguradora, por que en la medida en que el texto se llama autobiográfico, en esta medida el texto aleja al protagonista de lo que realmente quiere se quiere mostrar. El texto es una representación escrita de lo que fue esa realidad. Son nociones de hechos pasados. Nociones que han cambiado de perspectiva en la medida en que la protagonista cambia humanamente. La Monja intenta hacer un texto sobre y basado en sus memorias.
Ese mirar basado en las memorias, coloca a la mente en el estado de decidir que decir y que omitir. Lo que provee la característica de ficción desfiguradora a la obra que pudiera verse como autobiográfica.
La función que ejerce para lograr la autobiografía es la selección de hechos que reconstruye a partir de su memoria. Por tanto sus recuerdos son seleccionados de manera casi caprichosa, los cuales sirven con un propósito, el demostrar sus servicios prestados a la corona y obtener un beneficio por los mismos.
Esto le da a como resultado, que la autobiografía sólo se puede concebir desde la percepción de que esta no es si no una ficción de una realidad que se basa en hechos que fueron reales pero son interpretados desde diferentes perspectivas y desde diferentes cristales, abriendo un crisol de posibilidades de interpretación para un mismo suceso.
Para dar inicio a este escrito creo que es muy importante realizar una unión de la historia real con una que es producto de la imaginación de una autora contemporánea. Ya que la dinámica que se estará realizando con este inicio es de ver como el cuerpo vestido representa una línea entre el mundo de los hombres y el mundo de las mujeres.
"Si tanta mano metiste en todos mis rincones, ¿por qué pones esa cara de asombro? Sí, soy mujer, ya lo viste. Yo me siento humillada así expuesta. Creí que ya lo había vencido, que nunca volvería a ser ésta mi desgracia, el cuerpo expuesto, ofrecido, (como sí él fuera mi persona) al mundo. (Yo soy lo que ves), quiero gritarle."[2]
Esta cita de inicio, nos remonta a una escena donde la protagonista de la novela Duerme, Claire, quien es una mujer en vestiduras de hombre y pirata, reniega de su cuerpo femenino y expuesto. En esta cita, Claire esta desnuda frente a una india que se asombra de ver cómo un hombre se convierte en mujer al despojarse de sus ropas.
Esa investidura que le daba valor, fuerza, otra vida y otro lugar en la sociedad en que vivía. Una sociedad dividida entre hombres y mujeres, entre pobres y ricos, entre españoles e indios. La india que descubre a Claire calla, se silencia y no la descubre con los demás, pero se asombra cuando por segunda vez vuelve a revisarla pero esta vez sin tocarla.
Claire se molesta por su asombro, pero de igual forma se siente humillada ante su desnudez. Desnudez que la transforma ante los ojos de otros, porque la expone a otras realidades, a otro mundo dentro del mismo mundo en el que vive.
La similitud de este personaje ficticio con la Monja Alférez, es que ambas se construyen como varón y hacen de las vestiduras de varón parte de su construcción social. Ellas se nacen varón, se construyen socialmente para liberarse, para poder vivir sin que ese cuerpo vestido por la división de roles, (el cual tanto la monja como el personaje de Duerme, reniegan y rechazan), se haga evidente y la construya como mujer ante una sociedad que rechaza, margina y utiliza al sexo femenino como quiere y cuando quiere.
La vida de la Monja Alférez se sitúa entre el periodo del Renacimiento y el Barroco. Este periodo que se conoció como el Siglo de Oro se extendió por dos siglos, el siglo XVI y el siglo XVII. Durante este tiempo y espacio, el cuerpo sería una de las principales obsesiones de los españoles[3]El cuerpo será objeto de atención tanto en los círculos intelectuales, artísticos como en los aspectos religiosos.
Para Teresa de Lauretis, autora de The Technology of Gender, trabaja con la noción de género, donde el género se aprecia como un conjunto que señala diferencias y aptitudes entre otras características más. Las diferencias apreciadas no estriban en lo biológico sino en diferencias marcadas socialmente. En la lectura, la autora nos señala que la diferencia sexual hombre vs. Mujer es muy visible y se percibe a simple vista, pero la diferencia sexual mujer vs. Mujer no se puede ver a simple vista.
El género se crea para reinterpretar los espacios y las limitaciones que crea la sociedad en los sujetos. En este sentido, el sujeto es construido dentro del género. Donde el género funciona también como un complejo de efectos.
La autora en su análisis se cuestiona al sujeto unificado y el entorno en el que habita. Dentro de las proposiciones que hace Lauretis sobre el género hay dos que son muy pertinentes con relación a la Monja Alférez, cuya historia y hazañas han inspirado diversos textos, entre ellos está el del personaje de Claire de la novela de Carmen Bullosa, Duerme, estas son:
"El género es una representación de clase, grupo y categoría. Es una relación de pertenencia"
Al considerar que el género define socialmente al ser humano, se tendría que evaluar la época y el tiempo en que esta situado para saber si la correspondencia del aspecto social está presente y ante todo si de verdad existe una definición social del genero en los roles diarios de los seres humanos. Estos esta claro en el escrito "Vida i sucesos de la Monja de Alférez" cuando en la introducción afirman que:
"Corría los años de la corona, muy a principios del siglo XVII. Aquellos eran tiempos en los que las mujeres estaban destinadas a permanecer recluidas en conventos o en sus casas, haciendo labores propias de su sexo y sujetas a la voluntad de sus padres, hermanos y esposos. Aquellos eran tiempos en los que aventuras, guerras de conquista, colonización y fama, estaban reservadas para hombres"[4]
La introducción de este escrito deja claro el lugar de correspondencia que tiene el hombre como la mujer en la época en que Catalina de Erauso se desarrolló como persona. Los roles están establecidos, dando la impresión de que esos roles eran el canon permanente de la sociedad.
Son estas características las que le dan pertenencia a una mujer a una clases, categoría y a un grupo. Claro que con Catalina estos patrones se logran romper:
"… a quienes no están familiarizados con el mundo de los vascos sorprende que Catalina de Erauso,… viviera al margen de todas las normas y convencionalismos de esa sociedad gazmoña sin tener que ir a la inquisición"[5]
Otro ejemplo de lo que puede verse como signo de pertenencia a un grupo y clase es:
"En Chile sirvió en las guerras con los araucanos… por lo que se le dio bandera y se le asignó el grado de Alférez de la compañía de infantería del Capitán Gonzalo Rodríguez…"[6]
Evidentemente en esta oración, ya la Monja ha logrado romper con nos discursos sociales los cuales le han dado paso a cruzar esa barrera y frontera que limita el mundo de las mujeres con el de los hombres.
La segunda proposición relacionada al estudio de la Monja Alférez es:
"La construcción del genero social es afectada por la desconstrucción del genero mismo"
Esta aseveración lo que indica es que el ser humano puede construir una personalidad y una realidad sobre la impuesta por la sociedad a la que está adscrito. Su construcción y su realidad son observadas como verdad antes los ojos ajenos de la sociedad. Esta construcción se hace verdad y física en la medida en que el ser humano desconstruya el género social al cual ha estado ligado al aspecto meramente biológico.
En el caso de la Monja Alférez, el que ella esta ligada biológicamente con el cuerpo de una mujer, la hace pertenecer a un grupo y a una clase dentro de la sociedad, la cual le da una permanencia a un espacio restringido y silencioso. Para evidenciar el cambio que primeramente rompe con las reglas, la Monja trabaja con su mundo interior al tomar la decisión de marcharse y huir del convento.
"Salí del coro, tomé una luz y me fui a la celda de mi tía; tomé allí unas tijeras, hilo y una aguja: tomé unos reales… y tomé las llaves del convento y me salí. Fui abriendo puertas y emparejándolas, y en la ultima dejé mi escapulario y me salí a la calle…"[7]
Esta acción de movimiento y de toma de decisión ya representa un cambio en los cánones sociales y por ende representará el inicio de cambios en la vida de la Monja. El simple hecho de poder escoger le da al ser humano, una libertad que con anterioridad le era negada.
La Monja Alférez construye su historia sobre una escritura que esta marcada directamente en y sobre su cuerpo. Su cuerpo es el cuaderno en blanco que ella comienza a escribir. Y se escribe y construye según su deseo y según el tiempo y espacio en que le tocó vivir. La Monja Alférez decide formarse como varón, vestirse como varón y actuar como tal.
Pero en el proceso de llegar a ser varón, la Monja Alférez tuvo que romper con el discurso que le había construido su ambiente social. La Monja tenía que borrar lo que primero la identificaba socialmente como mujer.
La Monja tenía que salir de esa marca que la sujetaba a un espacio, a una realidad, a unas fronteras sociales y corporales. Una vida que según ella misma afirma y el cual aparece en el escrito de Perry, From Convent to the New World[8]"estaba disgustada de aquella vida encerrada" La Monja Alférez corta la melena de su cabello, signo distintivo de la mujer en ese tiempo.
Pero antes de cortar el cabello, la Monja se hace un vestido nuevo. Rediseña las telas que la cubren y transforma ese discurso visual que la ata a una clase y a una grupo. Las herramientas, tijeras, hilo y aguja son las que le dan el poder de hacer y de ser nuevamente ante la sociedad.
El cuerpo vestido toma real importancia, porque es el cuerpo que expone la realidad biológica y la ata a roles sociales impuestos por la clase dominante. La Monja Alférez rompe con esos códigos y desafía su realidad, la realidad y percepción social y hasta la historia misma.
La sociedad que rodea a la Monja Alférez ha colocado al cuerpo vestido como imagen de lo que es la mujer. O sea que el cuerpo es ella misma. Cuando es mujer, pertenece a otra clase, a otra categoría y a otro grupo. Ese cuerpo le da pertenencia al otro marginado, al otro del cual ella reniega y suprime. Ese otro que es la mujer en la sociedad patriarcal, define ese espacio del margen y de la frontera.
Es ese mismo cuerpo que le da libertad cuando cambia de vestiduras. Ese nuevo vestido con el cual el cuerpo femenino permanecía oculto, le permitía poder vivir y vivir lo que ella quería vivir. Siendo mujer no solo pertenece al otro marginado. Mujer con vestiduras que la definían socialmente. Una mujer que sin esas vestiduras definitorias, podía borrar ese cuerpo social expuesto y desgraciado ante el mundo. Desgraciado por no poseer los parámetros de belleza que en ese tiempo prevalecían. La Monja Alférez según la lectura de la autora Merrim, no poseía la estructura física propia de una mujer, más bien poseía una estructura fuerte para su genero.
La Monja Alférez había elaborado todo un discurso sobre su cuerpo vestido como varón. Ella había creado su propio yo vestida como varón. Su discurso y como se escribía en su vida ante la sociedad reflejaba lo que Teresa de Lauretis llama la tecnología del genero. Esta tecnología que según la lectura, utiliza la sociedad para crear nociones sobre la sexualidad. La Monja hace uso de esta tecnología por que posee el ingenio, de poder coser, de diseñar una nueva vestidura que claramente la alejó de su yo primero el cual es un yo femenino.
Aunque sus primeras vestiduras rudimentarias las había confeccionado ella misma, las vestiduras que le dan paso al otro mundo están acompañados por el consentimiento de gusto de las personas que la visten.
"Entre en Victoria… al doctor don Francisco de Cerralta, catedrático allí, el cual me recibió fácilmente, sin conocerme y me vistió."[9]
"Entrando en Valladolid,… me acomodé en breve como paje de don Juan de Idiáquez, secretario del rey, el cual me vistió luego bien. Allí me llamé Francisco Loyola…"[10]
"… Estrella de Navarra… donde me acomodé por paje de don Carlos de Arellano, del hábito de Santiago, en cuya casa y servicio estuve dos años, bien tratado y bien vestido."[11]
Es evidente que la acción de vestirse como varón va acompañada de la movilidad del cuerpo y el desplazamiento de este por diversos lugares, lo que le da al discurso que esta creando la Monja uno de experiencia en viaje y estadía.
El vestuario, construye una identidad y un significado cultural y social. Los espacios creados a partir de ese vestuario que crea la sociedad, son espacios de libertad, de poder, de posicionamiento y de fuga. Desee el posicionamiento de pertenencia de otro vestuario, se puede apreciar ese otro espacio, donde se puede ser, donde se puede crear y donde se puede co existir con otros.
La Monja Alférez se construye varón, pero es su cuerpo desnudo quien la deconstruye frente al mundo, ante a los ojos sociales del tiempo en que vive. El rol social que había querido interpretar esta disuelto en su propio cuerpo, por que es su cuerpo vestido quien la construye dentro de la sociedad. La Monja Alférez o Alonzo de Erauzo, representa con su vida el eterno conflicto del binomio hombre – mujer. Esa lucha que da la división de roles sociales.
Ella, él, dentro de un cuerpo que evidencia la marca biológica de un legado de sumisión, opresión y humillaciones sociales, rechazadas por el ser naciente que la Monja misma dio a luz, su propio hijo, su propio varón. Ella dio a luz a su propio Yo masculino, quien le proveía la salida, la línea de fuga de esa sociedad compleja, cambiante, carente de respeto y de opciones hacia la mujer.
La Monja se escribe ante la sociedad como hombre, como navegante, aventurero, espadachín y guerrero. Esta construcción le da vida y libertad. Aunque por su condición biológica de mujer, socialmente no le permiten realizarse como hombre en su totalidad. Esto es evidente cuando no puede cumplir con su palabra de matrimonio hacia una dama que cortejaba.
La carencia de un órgano biológico que lo marcara como hombre era el límite corporal de su vida. Ella, él, eran destinados a esos límites que rompían la noción social pero la ataban a unos limites físicos. Además, la presencia de otra marca biológica como la menstruación eran testigos de que su transformación corporal no estaba concluida.
Claro está que estas diferencias biológicas no representan en absoluto que la Monja no gozara tal vez de placeres en la vida. Ya que el placer no tiene género ni pertenece a un grupo como tal. Evidencia de esta es cuando la Monja afirma que:
"Al cabo de nueve meses me dijo que buscara mi vida en otra parte, y fue la causa que tenía en casa dos doncellas, hermanas de su mujer, con las cuales, y sobre todo con una más que se me inclinó, solía yo jugar y triscar. Y un día estando en el estrado peinándome acostado en sus faldas y andándome en las piernas…"[12]
El placer que se deja ver en este párrafo reafirma la aseveración de que la monja gozaba de estos sin que su condición biológica le limitara de dicha acción y reacción.
La tecnología de la escritura del género le da a la Monja Alférez la oportunidad de escribirse como ella quiere, pero es su cuerpo quien la expone a otra escritura renegada por ella. Su experiencia, ese complejo de efectos significativos, le ofrece una oportunidad entre esas dos escrituras a las que se enfrenta. En su totalidad siendo mujer – hombre es el resultado de su interacción íntima, interna con el mundo de afuera, la Monja se vuelve otra escritura, se vuelve otra concepción de lo que es y puede ser el género social.
El cuerpo vestido como varón le da a la monja la movilidad necesaria para crearse una identidad dentro de la sociedad en que vivía. Esto es evidente cuando se afirma que:
"Tanto en Chile como en Perú tuvo fama de pendenciero, tahúr y calavera."[13]
"…sirvió en las guerras… con particular valor, resistiendo a las incomodidades de la milicia, como el más fuerte varón…"[14]
Estas características que evidencian su entrada al mundo de los hombres son las que le dan a la Monja la posibilidad de ser mercader, marino, aventurero y soldado. Son estas mismas características acompañadas por el vestuario que le dan un movimiento mayor fuera de su región natal, América.
Un nuevo capítulo en la vida de la Monja se abre gracias a su espíritu aventurero y sagaz. La historia de la Monja Alférez nos muestra cómo el vestuario, construye a la heroína y como la falta de este le construye un nuevo discurso y una nueva identidad. El vestuario marca muy profundamente las diferencias sociales entre hombre y mujer.
El vestido pudiera verse como un tipo de velo. La importancia del velo como vestidura, le da a la Monja Alférez una identidad y pertenencia al mundo masculino. Es esa oportunidad de ser aventurero, de ser parte activa, movida de la sociedad. Es la oportunidad de recrearse en la acción de la guerra y conquista. Ese velo es lo que le da la oportunidad de poder ser sin la necesidad de que alguien externo le diga que puede ser. El velo es la puerta a otra identidad, esto se deja ver en la vida de la Monja cuando está en compañía de su hermana.
"Así, yéndose las compañías, quedé yo con mi hermano por su soldado, comiendo en su mesa casi tres años sin haber dado en ello."[15]
En esta cita esta claro como el vestido funciona como velo que oculta la verdadera identidad de Catalina. Aún su propio hermano no daba cuenta de esa doble identidad que estaba camuflajeada por las vestiduras de hombre sobre el cuerpo de una mujer.
La metáfora del velo toma la forma de espacio divisorio entre el mundo masculino y el mundo femenino. Es la línea que dicta la frontera entre lo que es visible y lo que tiene que estar oculto. Pero no representa necesariamente un espacio de opresión para la persona de la Monja.
El velo es esa línea donde se marca la acción social de dos mundos completamente distintos. Es el umbral al mundo secreto de la Monja como mujer. Es el filtro por el cual pasan ideas culturales de la sociedad. Ese velo representa la oportunidad de crecer y de aventurarse a otro mundo y a otra vida. El velo es esa oportunidad de ser aun teniendo la necesidad de estar pretendiendo parecer otra cosa.
En muchas obras literarias, la vestidura como un velo que oculta toma importancia por que le da a las mujeres las opciones de escoger libertades que de otra manera le serían negadas abiertamente. El velo es el espacio donde esconder los verdaderos deseos que existen en las figuras femeninas dentro de la sociedad.
Curiosamente la falta de ese vestido y ese velo que le daba la oportunidad de vivir como hombre, fue el que le salvó la vida a la Monja Alférez. Cuando esta decide quitarse el velo que la vestía y queda expuesta, queda abierta a otro mundo, a su mundo secreto.
"La verdad es ésta: Que soy mujer… que me entraron en tal edad en tal convento… que allí me críe, que tomé el habito y tuve noviciado: que estando para profesar, por tal ocasión me salí, que me fui a tal parte, que me desnudé, me vestí, me corté el cabello, partí allá y acullá, me embarqué, aporté, trajiné, maté, herí… hasta venir a para en lo presente, y a los pies de su señoría ilustrísima."[16]
Es evidente que Catalina sabe como manejar el discurso que está trabajando. La posibilidad de poder posicionarse desde ambos extremos le da a Catalina la oportunidad de vivir como hombre aventurero y de poder salvarse de una muerte segura revelando su verdadera identidad de mujer.
Esa secretividad que la limita y que la margina, le da vida. Ese cuerpo expuesto, sin el velo que le proporcionaba libertad queda esclavizado a los estamentos de la sociedad. El cuerpo desnudo es un eslabón más de sumisión del cuerpo femenino, es ese cuerpo que esta en disposición de todos y es el cuerpo sin vestiduras, sin ese velo lo que la obliga a construirse de otra forma y de otra manera. La Monja con su velo era libre, no era perteneciente al mundo femenino que ataba a unas normas dictadas por la sociedad patriarcal. Pero fue ese cuerpo con las vestiduras de varón que le proporcionó la oportunidad de poder regresar y de poder nuevamente vivir como ella querría vivir, como hombre. Lo que nos llama la atención a un cuestionamiento interno, ¿hoy día una mujer necesita tener vestiduras sociales masculinas para vivir en libertad? Que cada sociedad responsa a esto. ¿Están las mujeres llegando a las esferas de poder con la misma oportunidad que sus congéneres masculinos?
Autor:
Zulmarie Alverio
[1] De Erauzo, C. Historia de la Monja Alférez. Madrid. Hisperión. Pág. 9
[2] Bullosa, C. Duerme.
[3] www.artehistoria.com/siglode oro
[4] Vallbona, R. (1992). Vida i sucesos de la Monja Alférez. Arizona.
[5] Ibíd.
[6] Ibíd.
[7] De Erauzo, C. Historia de la Monja Alférez. Madrid. Hisperión
[8] Página 397.
[9] De Erauzo, C. Historia de la Monja Alférez. Madrid. Hisperión Pág. 19
[10] Ibíd.
[11] Ibíd. Pág. 21
[12] De Erauzo, C. Historia de la Monja Alférez. Madrid. Hisperión. Pág. 33.
[13] Vallbona, R. (1992). Vida i sucesos de la Monja Alférez. Arizona. Pág. 1
[14] Ibíd.
[15] De Erauzo, C. Historia de la Monja Alférez. Madrid. Hisperión. Pág 36.
[16] Ibíd. Pág. 86.